Lunes, 25 Junio 2012 18:16

Golpe en Paraguay: La Vieja Pulsión de la Derecha Boba

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franco_y_obispoLa derecha y sus "ropajes democráticos". Cuando la forma se impone sobre el fondo y la política de los argumentos sin argumentos. Por EMILIO ORDOÑEZ

 

La derecha y sus "ropajes democráticos". Cuando la forma se impone sobre el fondo y la política de los argumentos sin argumentos

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franco_y_obispoHay una parte de la derecha que juega el juego democrático con armas legítimas, acepta esas reglas y gana o pierde, festejando o concediendo. Pero hay otra derecha que no sólo no aprende: no quiere jugar ese juego. Ya pasó en Honduras, y ahora vuelve a pasar en Paraguay. Mucho, muchísimo más cerca que acá.

Fernando Lugo fue destituido en un proceso de juicio político que hasta la prensa internacional más refractaria a las ideas del obispo presidente califica de "express": inmediato, sin tiempo para armar la defensa ni posibilidad de réplica en condiciones justas. Todas las figuras políticas de la región calificaron este hecho como lo que realmente es: un golpe de mano institucional, un golpe de Estado que dirime viejas rencillas internas entre Lugo y sus ahora ex socios políticos. Hablar de "destitución" sin más trámite es, sencillamente, faltar a la verdad y sesgar un hecho evidente, lo cual ya es peligroso por sí mismo.

Y reclamar la legitimidad del golpe de mano sobre argumentos procedimentales es, en el menor de los casos, ingenuo. En el peor, falaz. Y quienes lo hacen, por ingenuidad o falacia, ceden al argumento facilista de la democracia como una simple maquinaria electoral que faculta a los votantes a dar curso a sus preferencias políticas cada cuatro años. Son los mismos que legitimaron un golpe de Estado en Honduras (cívico-militar, aquella vez) bajo los mismos argumentos basados en la forma de la ley y no en el fondo del sistema, y que ha dejado tras de sí una miríada de detenidos-desaparecidos de los cuales hoy la prensa no da cuenta. Esa misma mirada excluye los factores políticos presentes desde hace medio siglo en Paraguay. Pero como las formas han sido cumplidas, borrón y cuenta nueva.

El proyecto de gobierno de Lugo atentaba justamente contra intereses muy bien definidos tras años de stroessnerismo: la corrupción estatal, las componendas en lo más alto del poder, o la reforma agraria. Luego de más de 20 intentos de juicio político, finalmente el partido del vicepresidente Federico Franco se dio vuelta y permitió lo impensable.

Para ello, dejaron tan solo un día a Lugo para armar su caso y defenderse. No pudieron demostrar ni uno solo de los cargos que se le imputaron. Denegaron a su defensa las garantías del debido proceso, indispensable en un Estado de Derecho que se precie de serlo. Pero no: las formas han sido seguidas y la democracia funciona y bien en el Paraguay. Otra vez las formas prevalecen, y el fondo queda opacado.

Hay una derecha que dice defender ideas de democracia y de debate y se llena la boca hablando de crispación social cuando, en el fondo, defiende una idea de gobierno de intereses especiales y excluyentes, una idea de sociedad en la que la mirada no supere a cada uno, y donde la discusión más fuerte es si se han seguido los pasos al pie de la letra o cuanto valen la ropa o los zapatos que usa la clase política.

Sin saberlo –o no queriendo verlo- no hacen otra cosa que denotar su falta de argumentos, su intolerancia ante una idea más plural de sociedad. No les da la cara para el debate. Y en Paraguay, esa derecha sin capacidad de defender un proyecto alterno con ideas y debate recurre al argumento de los que no admiten discusión alguna: un golpe de Estado, sin militares, pero golpe al fin.

Habrá que decirlo: a los presidentes los elige el Pueblo, no el Parlamento. Argumentar otra cosa es ignorancia manifiesta. O mirar para otro lado mientras cae la mortaja.

Por suerte, estamos bastante alejados de ese escenario acá. Por desgracia, y mal que me pese, la oposición política está tan carente de ideas como la paraguaya.

En definitiva: gobiernos democráticos bien votados, legitimados en sufragio popular, han condenado a esta situación de Paraguay como un golpe de Estado. Y declamar argumentos de procedimiento para definir la legalidad de esto es estar alejados de una idea de democracia que, por suerte, está bien difundida y mejor defendida por una gran mayoría de gente.

Su idea de democracia no es la mía. La de ellos atrasa 30 años. Yo tengo más de 30 años y recuerdo esa época. Algunos de mis amigos parecen no recordarla. Una pena: tienen mi edad pero no mi memoria.

Por eso estoy con Lugo y con el pueblo paraguayo que lo eligió presidente.

 

(*) Investigador de la Fundación para la Integración Federal

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