Viernes, 26 Noviembre 2010 13:00

Espejos y Política

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bulrrich-carrioUna oposición desdibujada por operaciones políticas de bajo vuelo que dejan al Estado sin presupuesto para el año 2011, es el saldo final de un largo año legislativo que se había iniciado con la pretensión de llevarse al gobierno por delante tras la bandera de la calidad institucional

 

Una oposición desdibujada por operaciones políticas de bajo vuelo que dejan al Estado sin presupuesto para el año 2011, es el saldo final de un largo año legislativo que se había iniciado con la pretensión de llevarse al gobierno por delante tras la bandera de la calidad institucional

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bulrrich-carrioEntre las diversas acepciones del idioma, según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra espejo significa "tabla de cristal azogado por la parte posterior, y también de acero u otro material bruñido, para que se reflejen en él los objetos que tenga delante." Aunque no consta en la versión oficial de los defensores del idioma, es bueno remarcar que existen espejos de otro tipo, que, por alguna cuestión física o química en su producción, devuelve imágenes deformadas de aquello que refleja. Así es que frente a ellos, según como nos movamos, podremos vernos más flacos, más petisos, más gordos o más escuálidos. La Casa de Casper en la ciudad cordobesa de Villa Carlos Paz, es un buen recurso de entretenimiento y de ingreso de dinero por este tipo de cuestiones.

En los términos político–institucionales de una democracia estable, de alguna u otra manera, la presencia de fuerzas opositoras, muestra y "refleja" las carencias de cada oficialismo en el juego de la gestión de lo que es público. Se da por sentado, que quienes resultan opositores de una forma de conducción política, suelen tener la virtud de mostrar aquello que, de cara a la sociedad, quienes tienen en sus manos los mayores resortes de poder institucional, no quieren, no pueden o no saben hacer. La política argentina, escenario que se parece a un gran laboratorio donde se ponen en práctica las más alocadas fórmulas de relacionamiento social, no debería estar alejada de esa idea central.

Suponemos, que quienes hablan y reclaman por el republicanismo y la defensa de las instituciones, están verdaderamente convencidos de ello.

Imaginamos, que quienes nos interpelan sobre la necesidad de la racionalidad y mesura política, hacen de ellas, verdaderos bastiones de su quehacer cotidiano.

Creemos, que quienes nos ofrecen aunque más no sea esa versión edulcorada de las relaciones políticas donde las diferencias se resolverían desde el voluntarioso y ascético consenso, sin tener en cuenta el otro elemento central de lo político que es el conflicto; construyen hacia el interior de sus unidades partidarias, modelos de liderazgos que se basan en el respeto por las diferencias y por los que piensan distinto.

En definitiva, intuimos al escucharlos en acción, tal vez idílicamente, que quienes reclaman al gobierno conducido por Cristina Fernández, ese conjunto de carencias antes mencionadas, sienten y proyectan como propio aquello que denuncian y propalan por cuanto espacio público se les presenta.

Ahora bien, en realidad, si las prácticas políticas opositoras actúan como espejo, en la Argentina de estos días, esa "tabla de cristal azogado" se parece más a la versión divertida antes que a la versión real de los hechos que refleja.

Por ejemplo, amplios sectores del radicalismo nacional nos aleccionan sobre la responsabilidad institucional, pero toleran desde hace dos años, que la república tenga a un vicepresidente que, (según la Constitución reemplaza a la Presidenta en caso de ausencia), opera como un opositor más en el seno del gabinete.

Por ejemplo, Elisa Carrió nos habla de defender las instituciones incluso hasta con la vida, pero monta una burda operación política que tiene como arietes a la camaleónica Patricia Bulrrich, y a la cada vez más insegura y dubitativa Cynthia Hotton, donde enloda al conjunto de los integrantes del Congreso de quienes, de algunos de ellos, hasta hace unas pocas semanas era una aliada inquebrantable.

Hilda González nos habla de la violencia con la cual los Kirchner han ejercido el poder en los últimos años, pero reivindica el golpe de la diputada Graciela Camaño a su colega Carlos Kunkel como parte de una defensa de género. En el medio se olvidó de mencionar la responsabilidad institucional de la abofeteadora, quien ocupa el cargo de Presidenta de la Comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados de la Nación. Nada menos.

Si al hacer un análisis político, sólo nos guiáramos por sensaciones, uno podría afirmar que algunos de estos actores (y otros más que no nombramos para no hacer una lista interminable) han perdido el eje de su accionar político y lo que es peor, no saben donde están parados a la hora de la construcción cotidiana. Pero más allá de los sentimientos, tantos devaneos responden a una causa central y casi excluyente que en muchas ocasiones hemos abordado: la heterogeneización opositora deviene de la atomización del sistema de partidos que es el resultado de su implosión producida allá por 2001. Lo que no se hizo del todo visible por aquellos días, sí ha cobrado muchísima fuerza en los últimos tiempos, sobre todo luego de los resultados de junio de 2009.

Y esto no resulta un juicio antojadizo. Como ejemplo, allí están las enormes dificultades que han tenido los diversos grupos opositores que, si bien desde lo discursivo han construido parlamentos comunes, no han podido articular senderos coincidentes a la hora de la sanción de las diversas leyes que se plantean como fundamentales para la vida del país. Lo sucedido en las sesiones de estos últimos días en ambas Cámaras, renueva la sensación de fracaso inexorable de los distintos referentes que nos proponen una argentina distinta.

Como decíamos líneas más arriba. Caso raro el sistema político argentino que se presta al examen de laboratorio por su excepcionalidad. Y los últimos tiempos han aportado un nuevo elemento para ese recorrido: una oposición desgastada. A la inversa de lo que proponen todos los manuales de ciencia política que nos recuerdan que en un sistema presidencialista, una derrota del oficialismo en las elecciones legislativas intermedias, sirve como elemento de potenciación del desgaste natural que produce toda gestión; en nuestro país la situación es diametralmente diferente. Es la oposición argentina quien ha sufrido un deterioro notable a poco de andar victoriosa y segura de sí misma, ejerciendo su función natural, la de oponerse.

Pareciera que algunos espejos han venido fallados y fuera de encuadre, o tal vez, lo que vemos es la realidad que efectivamente no pudimos apreciar en el pasado reciente. Qué duda!

 

(*) Licenciado en Ciencia Política. Analista Político de la Fundación para la Integración Federal

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