Martes, 26 Julio 2016 20:16

La Bella y la Bestia

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Mauricio Macri y Cristina Fernández salieron a la cancha mediática. Con diferentes motivaciones ambos se expusieron a la requisitoria periodística. De algún modo, esta coincidencia muestra que la ruptura de la agenda no es únicamente responsabilidad de los medios.

 

Un amigo periodista cuenta que en sus años de juventud hacía sus primeras experiencias en un pequeño diario de la costa atlántica. Cada mañana corría a comprar el diario Clarín y comparaba la tapa del diario local que editaba con la del autodenominado “Gran Diario Argentino”. Y ahí se alegraba si encontraba coincidencia en los títulos principales.

Hoy usa esta anécdota para explicar el funcionamiento de ese mecanismo de ordenamiento de periodistas, que ejerce silenciosamente el establishment de los medios de comunicación.

Cuando los periodistas no hablan de lo que selecciona el medio que hegemoniza la agenda, corren el riesgo de ser tomados por locos sueltos o directamente ignorados. Gran parte de la sociedad los considera así, y lo que es peor, a veces ellos mismos se cuestionan el rumbo.

De ese modo, el poder de la agenda periodística implica que quienes no la siguen, quienes comunican por fuera de ella son calificados como alternativos, lo que muchas veces se asimila a débil, pequeño o precario. Ya se trate de medios o de periodistas, en ambos casos la tozudez de nadar contra la corriente mediática los condena a cierta marginalidad.

Pero la ruptura de la agenda mediática no es únicamente responsabilidad de los medios. Aunque los más grandes de ellos se establezcan como la vara contra la que se debe medir todo, en gran medida la clase política tiene alguna responsabilidad. Que quienes se dedican a la política comprendan este mecanismo ayudaría en la ruptura del doble condicionamiento que significa este fenómeno.

Se sabe que sin salir en los medios grandes ―los de mayor audiencia o mayor tirada― es difícil llegar a ser conocido por grandes mayorías, pero también que el precio para ser protagonista en sus pantallas o sus primeras planas es la sumisión a la agenda, cierta mansedumbre y en algunos casos hasta la claudicación.

 

La semana de Mauricio y Cristina

La semana que pasó Mauricio Macri y Cristina Fernández de Kirchner salieron a la cancha mediática. Con diferentes motivaciones ambos se expusieron a la requisitoria periodística. El primero urgido por la posición defensiva a la que lo relegaron una sucesión de anuncios y medidas impopulares que van desde el ruidazo por el aumento en servicios públicos a la eliminación del Fútbol para Todos. Ella, volviendo a ocupar el centro del espacio nacional y popular en momentos de persecución mediática y judicial. En las formas y en las respuestas se evidenciaron las diferencias.

Trascendió que el actual presidente realizó un intenso media training previo. Luego le pautaron entrevistas a solas con reconocidos periodistas de los medios más tradicionales, con los que tiene una excelente relación: Alejandro Fantino (América TV), Jorge Lanata (Canal 13), Rodolfo Barilli y María Cristina Pérez (Telefé) y Joaquín Morales Solá (diario La Nación).

La ex mandataria sorprendió desde su residencia en El Calafate, con una entrevista colectiva con periodistas del ámbito internacional. Los seis que la entrevistaron fueron: Pedro Brieger (director de Nodal, Portal de Noticias de América Latina), Teresa Bo (Al Jazeera, el principal canal de noticias del mundo árabe), Maximiliano Rizzi (Reuters, una de las más grandes agencias de noticias de occidente, con sede en Londres), Edgardo Esteban (Telesur, canal de televisión con sede en Caracas), José Steinsleger (La Jornada, diario independiente de circulación nacional en México) y Oleg Vyazmitinov (Sputnik News, agencia de noticias de Rusia).

Macri conversó mano a mano. La agenda de preguntas fue de cabotaje y los temas recurrentes: la herencia y la corrupción K, las tarifas y la inflación, Marcelo Tinelli y las redes sociales, la actitud de los empresarios, la actualidad de Boca Juniors. Por el lado de las respuestas: frases hechas, con mayor contenido publicitario que político o informativo, los eslóganes que caracterizan una retórica plana. Para ello, contó con la colaboración de sus interlocutores de turno. Estos no interrogaron, le sirvieron pases para la contestación previsible, obvia. Respuestas siempre breves, con algo de guión preestablecido en el laboratorio.

Fernández de Kirchner respondió una pregunta a cada entrevistador, aunque la extensión del encuentro fue de casi 100 minutos y la densidad de las intervenciones hacía a un cuestionario imaginario de gran amplitud. Se situó en un tiempo y espacio diferente. Sus argumentos dieron cuenta de la complejidad de la etapa en la geopolítica del mundo, no hubo respuestas en las que la situación local no tuviera un contexto regional o internacional que la contuviera. El terrorismo, los liderazgos de la etapa. Queda claro después de verla que sigue muy de cerca lo que acontece con el derrotero cotidiano de la humanidad. Sin papeles ni apuntadores para apoyarse desplegó análisis, autocrítica, y la defensa de su gobierno y el proyecto político que representa.

El líder del PRO no da señales de disfrutar de la situación, a pesar de la escena armada, la parcialidad periodística y la interpretación posterior siempre favorable por parte de los medios grandes. Y es tarea imposible encontrar una definición saliente, un pensamiento propio que señale un rumbo cierto.

La referente peronista se desenvuelve con soltura de estadista, perfil que no abunda. Y sus expresiones oxigenan una agenda en la que la verdadera política degradó en chimento, la acusación en los medios, la operación burda y la judicialización del pensamiento libre.

La construcción de consenso requiere de un discurso político que interpele más allá de sus seguidores incondicionales. Lo saben los asesores de Macri y lo sabe Cristina. Administrar las distintas dimensiones de la comunicación permite reducir la incertidumbre. Los líderes necesitan establecer un vínculo con los ciudadanos de a pie y la comunicación masiva está siempre dispuesta a mediar entre ellos. Pero no es neutral, el medio elegido condiciona al mensaje, a veces en la instancia de emisión y otras en las de recepción.

Queda para otro artículo la comparación de frases relevantes de cada uno, mientras tanto destacamos el desafío que representa establecer un vínculo con los medios en momentos en que se carece de la pauta oficial. Para analizar el impacto de ambas estrategias es temprano. Cristina habló el jueves y hasta el momento había logrado que en todos los medios grandes se hable de ella, daría la impresión de que no se ha notado merma en su capacidad para lograr alto impacto, veremos si piensa sostenerse como protagonista.

Aún con esa incertidumbre, la distancia que hoy separa a Olivos de El Calafate es mucho mayor que los 2.100 km que hay en línea recta.

 

FUENTE: Va Con Firma

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