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Fundamentar - Lecturas Recomendadas https://fundamentar.com Sat, 27 Apr 2024 10:30:59 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Los Delirios Estadounidenses de Australia https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/3903-los-delirios-estadounidenses-de-australia https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/3903-los-delirios-estadounidenses-de-australia El Primer Ministro australiano, Tony Abbott

Para bien o para mal, los debates de política económica en Estados Unidos, independientemente de su relevancia, a menudo hicieron eco en otros lugares. El recientemente electo gobierno del primer ministro de Australia Tony Abbott ofrece un buen ejemplo de ello.

Al igual que en muchos otros países, los gobiernos conservadores abogan por recortes en el gasto público, con el argumento de que los déficit fiscales ponen en peligro el futuro de dichos países. En el caso de Australia, sin embargo, tales afirmaciones suenan particularmente huecas – aunque eso no ha impedido que el gobierno de Abbott las ponga en circulación.

Incluso si se acepta la aseveración de los economistas de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff sobre que los niveles muy altos de deuda pública significan un menor crecimiento – un punto de vista que realmente nunca fue comprobado y que posteriormente ha sido desacreditado – Australia está muy lejos de ese umbral. Su índice deuda/PIB es sólo una porción del índice de EE.UU., y uno de los más bajos entre los países de la OCDE.

Las ideas sobre la educación superior de Abbott también sugieren que él claramente no entiende por qué las mejores universidades de Estados Unidos tienen éxito. No es la competencia de precios o el afán de lucro lo que ha hecho que Harvard, Yale, Stanford sean excelentes.

Lo que importa más para el crecimiento a largo plazo son las inversiones en el futuro – incluyendo inversiones públicas de crucial importancia en educación, tecnología e infraestructura. Estas inversiones garantizan que todos los ciudadanos, sin importar cuán pobres sean sus padres, puedan desarrollar su potencial a plenitud.

Hay algo profundamente irónico acerca de la reverencia que tiene Abbott al modelo de Estados Unidos cuando defiende muchas de las “reformas” propuestas por su gobierno. Después de todo, el modelo económico de Estados Unidos no ha estado funcionando para la mayoría de los estadounidenses. El ingreso medio en EE.UU. es más bajo del de hace un cuarto de siglo atrás – y esto no sobrevino por de un estancamiento en la productividad, sino debido a un estancamiento de los salarios.

El modelo australiano se ha desempeñado muchísimo mejor. De hecho, Australia es una de las pocas economías basadas en materias primas que no ha sufrido la maldición de los recursos naturales. La prosperidad se ha compartido en una forma relativamente amplia. El ingreso medio de los hogares ha crecido a una tasa promedio anual superior al 3% en las últimas décadas – casi el doble del promedio de la OCDE.

Sin duda, dada su abundancia de recursos naturales, Australia debería tener de lejos una mayor igualdad de la que tiene. Al fin y al cabo, los recursos naturales de un país deben pertenecer a todos sus habitantes, y las “rentas” que ellos generan deben proporcionar una fuente de ingresos que podría ser utiliza para reducir la desigualdad. Y, la imposición de altas tastas de tributación a las rentas de los recursos naturales no causa las consecuencias negativas que se derivan de imponer tasas a los ahorros o al trabajo (las reservas de mineral de hierro y gas natural no se pueden mudar a otro país para evitar los impuestos). No obstante, el coeficiente Gini de Australia, una medida estándar de la desigualdad, es un tercio superior al de Noruega, un país rico en recursos naturales que ha hecho un trabajo particularmente bueno en cuanto a administrar su riqueza para el beneficio de todos los ciudadanos.

Uno se pregunta si Abbott y su gobierno entienden realmente lo que ha sucedido en EE.UU. ¿Se da cuenta de que desde que comenzó la era de la desregulación y la liberalización a finales de la década de 1970, el crecimiento del PIB se ha desacelerado marcadamente, y que el crecimiento que sí se produjo ha beneficiado principalmente a los de arriba? ¿Sabe que antes de estas “reformas”, EE.UU. no había tenido una sola crisis financiera – evento que en la actualidad ocurre de manera habitual en todo el mundo – durante un período de medio siglo de duración, y que la desregulación condujo a que se tenga un sector financiero inflado que atrajo a muchos jóvenes talentosos que de lo contrario podrían haber dedicado sus carreras a actividades más productivas? Las innovaciones financieras creadas por dichos jóvenes talentos hicieron que ellos llegaran a ser extremadamente ricos, pero también llevaron a EE.UU. y a la economía mundial al borde de la ruina.

Los servicios públicos de Australia causan envidia en todo el mundo. Su sistema de salud ofrece mejores resultados que el de EE.UU., a una fracción del costo. Cuenta con un programa de préstamos educativos que dependen del ingreso, dicho programa permite a los prestatarios esparcir sus reembolsos a lo largo de muchos años si es necesario; y durante ese período, si sus ingresos llegasen a ser particularmente bajos (quizás debido a que eligieron puestos de trabajo de importancia, pero con remuneraciones bajas, por ejemplo en los ámbitos de la educación o la religión), el gobierno les perdona parte de la deuda.

Hay algo profundamente irónico acerca de la reverencia que tiene Abbott al modelo de Estados Unidos cuando defiende muchas de las “reformas” propuestas por su gobierno. Después de todo, el modelo económico de Estados Unidos no ha estado funcionando para la mayoría de los estadounidenses.

El contraste con EE.UU. es sorprendente. En EE.UU., la deuda estudiantil, que en la actualidad excede los $1,2 millón de millones (más que toda la deuda de tarjetas de crédito), se está convirtiendo en una carga para los graduados y para la economía. El fracasado modelo financiero Estados Unidos para la educación superior es una de las razones por las que, entre los países avanzados, Estados Unidos ahora tiene la menor igualdad de oportunidades, haciendo que las perspectivas de vida de un joven estadounidense dependan más de los ingresos y de la educación de sus padres en comparación con lo que ocurre en otros países avanzados.

Las ideas sobre la educación superior de Abbott también sugieren que él claramente no entiende por qué las mejores universidades de Estados Unidos tienen éxito. No es la competencia de precios o el afán de lucro lo que ha hecho que Harvard, Yale, Stanford sean excelentes. Ninguna de las universidades excelentes de Estados Unidos son instituciones con fines de lucro. Todos ellas son instituciones sin fines de lucro, ya sea públicas o instituciones financiadas con el apoyo de grandes donaciones, que en gran medida son realizadas por los exalumnos y las fundaciones.

Hay competencia, pero de un tipo diferente. Se esfuerzan por la inclusión y la diversidad. Compiten por becas de investigación del gobierno. Las universidades estadounidenses escasamente reguladas y con fines de lucro sobresalen en dos dimensiones: su capacidad de explotar a los jóvenes que provienen de familias pobres, ya que les cobran matrículas altas sin brindarles nada de valor, y su capacidad de cabildear para obtener dinero del gobierno que no esté regulado y continuar con sus prácticas de explotación.

Australia debe estar orgullosa de sus logros, el resto del mundo puede aprender mucho de los mismos. Sería bochornoso que una mala interpretación de lo que ha sucedido en EE.UU., junto con una fuerte dosis de ideología, hicieran que sus líderes vayan a reparar algo que no está roto.

 

(*) Premio Nobel de Economía y profesor de la Universidad de la Universidad de Columbia, fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Bill Clinton y se desempeñó como vicepresidente senior y economista jefe del Banco Mundial.

 

FUENTE: Project Syndicate

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hola@fundamentar.com (JOSEPH E. STIGLITZ (*)) Opinión Tue, 15 Jul 2014 17:42:22 -0300
La Depresión del Excel https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/2002-la-depresion-del-excel https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/2002-la-depresion-del-excel La Depresión del Excel

¿Puede un error en una hoja de cálculo haber destruido casi por completo la economía de Occidente? Por Paul Krugman

En esta era de la información, los errores matemáticos pueden llevar al desastre. La Mars Orbiter de la NASA se estrelló porque los ingenieros olvidaron hacer la conversión a unidades del sistema métrico; el plan de la ballena de Londres de JPMorgan Chase salió mal en parte porque quienes hicieron los modelos dividieron por una suma en lugar de por una media. De modo que, ¿fue un error de codificación de Excel lo que destruyó las economías del mundo occidental? Esta es la historia hasta la fecha: a principios de 2010, dos economistas de Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, divulgaron un artículo, Growth in a time of debt (Crecimiento en una época de endeudamiento), que pretendía identificar un umbral crítico, un punto de inflexión, para la deuda pública. Una vez que la deuda supera el 90% del producto interior bruto, afirmaban, el crecimiento económico cae en picado.

Reinhart y Rogoff tenían credibilidad gracias a un libro anterior admirado por todo el mundo sobre la historia de las crisis financieras, y el momento escogido era perfecto. El artículo se publicó justo después de que Grecia entrase en crisis y apelaba directamente al deseo de muchos funcionarios de virar del estímulo a la austeridad. En consecuencia, el artículo se hizo famoso inmediatamente; seguramente era, y es, el análisis económico más influyente de los últimos años.

El hecho es que Reinhart y Rogoff alcanzaron rápidamente un estatus casi sagrado entre los autoproclamados guardianes de la responsabilidad fiscal; la afirmación sobre el punto de inflexión se trató no como una hipótesis controvertida, sino como un hecho incuestionable. Por ejemplo, un editorial de The Washington Post de principios de este año advertía contra una posible bajada de la guardia en el frente del déficit porque estamos “peligrosamente cerca de la marca del 90% que los economistas consideran una amenaza para el crecimiento económico sostenible”. Fíjense en la expresión: “los economistas”, no “algunos economistas”, y no digamos ya “algunos economistas, a los que contradicen enérgicamente otros con credenciales igual de buenas”, que es la realidad.

Porque lo cierto es que el texto de Reinhart y Rogoff se enfrentó a críticas considerables desde el principio y la controversia aumentó con el tiempo. Nada más publicarse el artículo, muchos economistas señalaron que una correlación negativa entre la deuda y el comportamiento económico no significaba necesariamente que la deuda elevada fuese la causa de un crecimiento lento. Podría ocurrir perfectamente lo contrario, y que el mal comportamiento económico condujese a una deuda elevada. De hecho, este es evidentemente el caso de Japón, que se endeudó enormemente después de que su crecimiento se hundiese a principio de los noventa.

Con el tiempo, surgió otro problema: otros investigadores, usando datos de deuda y crecimiento aparentemente comparables, no fueron capaces de replicar los resultados de Reinhart y Rogoff. Lo habitual era que encontrasen cierta correlación entre la deuda elevada y el crecimiento lento (pero nada que se pareciese a un punto de inflexión en el 90% ni, de hecho, en ningún nivel concreto de deuda).

Finalmente, Reinhart y Rogoff permitieron que unos investigadores de la Universidad de Massachusetts analizasen la hoja de cálculo original; y el misterio de los resultados irreproducibles se resolvió. En primer lugar, habían omitido algunos datos; en segundo lugar, emplearon unos procedimientos estadísticos poco habituales y muy cuestionables; y finalmente, sí, cometieron un error de codificación de Excel. Si corregimos estos errores y rarezas, obtenemos lo que otros investigadores han descubierto: cierta correlación entre la deuda elevada y el crecimiento lento, sin nada que indique cuál de ellos causa qué, pero sin rastro alguno de ese umbral del 90%.

En respuesta a esto, Reinhart y Rogoff han admitido el error de codificación, han defendido sus demás decisiones y han afirmado que nunca aseguraron que la deuda provoque necesariamente un crecimiento más lento. Esto es un tanto insincero porque repetidamente dieron a entender esa idea aunque evitasen formularla expresamente. Pero, en cualquier caso, lo que realmente importa no es lo que quisieron decir, sino el modo en que se ha interpretado su trabajo: los entusiastas de la austeridad anunciaron a bombo y platillo que ese supuesto punto de inflexión del 90% era un hecho probado y un motivo para recortar drásticamente el gasto público incluso con un paro elevadísimo.

Por eso debemos situar el fiasco de Reinhart y Rogoff en el contexto más amplio de la obsesión por la austeridad: el evidentemente intenso deseo de los legisladores, políticos y expertos de todo el mundo occidental de dar la espalda a los parados y, en cambio, usar la crisis económica como excusa para reducir drásticamente los programas sociales.

Lo que pone de manifiesto el asunto de Reinhart y Rogoff es la medida en que se nos ha vendido la austeridad con pretextos falsos. Durante tres años, el giro hacia la austeridad se nos ha presentado no como una opción sino como una necesidad. Las investigaciones económicas, insisten los defensores de la austeridad, han demostrado que suceden cosas terribles una vez que la deuda supera el 90% del PIB. Pero las investigaciones económicas no han demostrado tal cosa; un par de economistas hicieron esa afirmación, mientras que muchos otros no estuvieron de acuerdo. Los responsables políticos abandonaron a los parados y tomaron el camino de la austeridad porque quisieron, no porque tuviesen que hacerlo.

¿Servirá de algo que se haya hecho caer a Reinhart y Rogoff de su pedestal? Me gustaría pensar que sí. Pero preveo que los sospechosos habituales simplemente encontrarán algún otro análisis económico cuestionable que canonizar, y la depresión no terminará nunca.


(*) Premio Nobel de Economía en 2008. Es profesor de Economía y Política Internacional en la Universidad de Princeton. Antes lo ha sido en la de Yale, donde se graduó, en la de Stanford y en el MIT. Desde hace más de una década es columnista del New York Times

FUENTE: The New York Times

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hola@fundamentar.com (PAUL KRUGMAN (*)) Opinión Mon, 29 Apr 2013 15:32:18 -0300
El Estudiante Que Salvó al Mundo de la Austeridad https://fundamentar.com/internacional/item/1998-el-estudiante-que-salvo-al-mundo-de-la-austeridad https://fundamentar.com/internacional/item/1998-el-estudiante-que-salvo-al-mundo-de-la-austeridad Los profesores de Harvard Kenneth Rogoff y Carmen Reinhart. / M. F. CALVERT

Un alumno de doctorado de 28 años puso en descrédito –por erróneo– un informe de dos economistas de Harvard sobre el que se basan las políticas de ajuste que se aplican en Europa y que los conservadores intentan imponer en EEUU

Cuando la deuda de un país supera el 90% del PBI, el crecimiento de la economía es inviable. El aserto, nacido de dos cerebros de Harvard y sobre el que se asientan las políticas de austeridad que están a punto de dinamitar los pilares del Estado de bienestar en medio mundo, ha resultado tan falaz como las armas de destrucción masiva que sirvieron para justificar la invasión de Irak.

“Es exagerado hacer la comparación, pero acepto la analogía porque es cierto que se están adoptando políticas a partir de premisas que son falsas”. Quien habla es Thomas Herndon, el estudiante de 28 años que, en su camino para sacarse un doctorado en Economía en la Universidad de Massachusetts, ha desenmascarado la mentira macroeconómica más significativa de los últimos años, y sobre la que EEUU y Europa se han apoyado en su campaña por la austeridad fiscal y el recorte drástico del gasto.

Herndon cuenta que se frotaba los ojos al cruzar los datos de su trabajo ordinario de carrera con los del hipercitado informe de los profesores de la prestigiosa Universidad de Harvard Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff. Los errores eran básicos. De hecho, al principio pensó que el equivocado era él. No podía ser que dos reputadas eminencias hubieran podido pasar por alto cosas así.

El estudio que está en el centro de la controversia global lo publicaron Reinhart y Rogoff en la American Economic Review en 2010. Ahí defienden cómo el crecimiento cae de golpe cuando la deuda pública de un país supera el 90% del PBI. Reinhart, nacida en La Habana (Cuba) hace 57 años, fue economista jefa durante tres años del difunto Bear Stearns, la primera víctima de la crisis financiera. Eso fue en los años 1980, antes de ocupar varios cargos en el Fondo Monetario Internacional (FMI), donde llegó a ser la número dos en el departamento de investigación antes de llegar a Harvard. Rogoff, de 60 años, fue su jefe en el FMI, donde tuvo un sonado encontronazo con Joseph Stiglitz a cuenta de la crítica que el premio Nobel hizo de esa institución en su libro El Malestar en la Globalización (2002).

No fueron pocos los políticos que echaron mano del trabajo para defender que se pase la podadora al gasto para volver a la senda de un crecimiento sano y robusto. Entre ellos, Paul Ryan, el candidato republicano a la vicepresidencia de EEUU. También el comisario europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn, y el ex presidente del Banco Central Europeo Jean-Claude Trichet. Ninguno cuestionó la metodología del trabajo, ni sus datos, como hizo el joven Herndon.

“Estaba convencido desde el principio de que algo iba realmente mal con el estudio. Y cuando me llegaron los datos [los autores le mandaron las tablas de Excel que utilizaron, a petición del estudiante], se confirmaron mis sospechas”, relata Herndon. El joven estudiante, criado en Austin (Texas), de padre texano y madre de Hong Kong, al que le gusta tocar el bajo, le pasó las tablas a su novia, Kyla Walters. Ella tiene un doctorado en Sociología y gracias a su trabajo de investigación está muy acostumbrada a cruzar números. “No creo que te estés equivocando”, le respondió.

El estudiante Thomas HerndonEl siguiente paso fue acudir a Michael Ash y Robert Pollin, dos de sus profesores, que ahora le cubren las espaldas, pero que en un primer momento se mostraron más bien incrédulos. Lo que no logró anticipar Herndon, ni tampoco Ash y Pollin, es lo que venía a continuación. Hay economistas que les han llamado para emprender con ellos una batalla contra la idea de que el alto endeudamiento frena el crecimiento.

Pero hasta ahora ni un solo dirigente político se ha puesto en contacto con el trío para conocer su teoría. Aun así, el estudiante señala que el trabajo “está empezando a marcar la diferencia en los círculos de decisión política”. Cita, por ejemplo, el blog de John Taylor. El reputado economista por Stanford asegura que el error puesto en evidencia por el joven influyó en la decisión de los ministros de Finanzas del G-20 para omitir en su comunicado de la semana pasada una referencia al nivel de endeudamiento.

En el origen del fiasco está un encargo convencional de los profesores. Pidieron a los alumnos que emularan resultados estadísticos de estudios ya publicados. Él eligió el estudio de Reinhart y Rogoff porque, “aunque era poco atractivo”, le pareció oportuno vistas las dificultades que tienen Europa y EEUU para salir del agujero de la recesión y del impacto de las políticas que se están adoptando en los países.

Los profesores de Harvard ahora cuestionados le facilitaron en enero todo el material que necesitaba para descifrar el estudio y le dieron libertad para publicar lo que quisiera. “Vi el error muy rápido”, dice Herndon. A comienzos de abril, Reinhart y Rogoff admitieron que habían cometido algunos fallos a la hora de codificar las cifras. Pero siguen defendiendo su metodología e insisten en que existe una clara correlación entre alto endeudamiento y lento crecimiento. “Este lamentable desliz no afecta al mensaje central”, dicen en una nota.

Herndon, que habla siempre en plural, admite que criticar el trabajo de los dos profesores de Harvard “es lo más fácil” y no cree que hubiera una intencionalidad cuando omitieron ciertos datos, como el hecho de que Australia, Canadá y Nueva Zelanda crecieran en periodos de alto endeudamiento, o se equivocaran en alguna suma al introducir mal las órdenes en la celdilla de Excel. Pero está convencido también de que la teoría no puede replicarse, porque está mal planteada. Y apoya que se adopten políticas de estímulo para salir de la recesión. “La austeridad es contraproducente, crea sufrimiento”.

El joven no se declara ni conservador ni liberal; dice que no le gustan las etiquetas. Pero sí parece tener muy claro que “es falso decir que el alto endeudamiento es malo”. Por eso cree que lo que deben hacer los dirigentes es ver las circunstancias específicas en las que la deuda puede ser efectiva en un escenario de recesión. Su prioridad ahora, comenta, es terminar el segundo semestre y recopilar ideas para su tesis final.

De momento se está dedicando con sus profesores a publicar los primeros hallazgos para después seguir desarrollando el trabajo a lo largo del verano, integrando mejoras estadísticas. Y entre clase y clase busca tiempo para conceder entrevistas e incluso acercarse a Nueva York para verse con Stephen Colbert, el conductor del programa satírico The Colbert report. Colbert le dedicó esta semana dos espacios a su trabajo, lo que muestra hasta qué punto está caliente el debate. En el primero se dedicó a mofarse de los profesores de Harvard y de los que se apoyaron en su estudio para aventurar “una nueva crisis económica alimentada por la deuda”. “¿Sabes que has enfadado a mucha gente en el campo de la austeridad, importantes y muy poderosos?”, le preguntó después. “La Universidad me cuida mucho”, le respondió. Herndon admite no estar preparado para la avalancha mediática. “Ni siquiera tenía una buena foto”, comenta. Y las siglas con las que los tres autores firman el trabajo, HAP, tomada de la inicial de sus apellidos, ha inspirado ya una expresión entre los estudiantes: “To get happed”, que alguien te señale los errores.

El joven cree que su experiencia hará que los estudiantes presten mucha más atención a la hora de comprobar una y otra vez los resultados de sus trabajos. “Serán mucho más cuidadosos”. Como le dijo Colbert, la pareja de Harvard no se dio cuenta de los errores porque no hay nadie por encima de ellos que les revise sus estudios. Ahora, como señala Kyla, su chico tendrá menos tiempo para practicar música, pero sus perspectivas de trabajo han mejorado.
 

FUENTE: El País

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hola@fundamentar.com (Fabián Vidoletti) Internacional Mon, 29 Apr 2013 14:34:22 -0300