Warning: Undefined array key 0 in /home/fundamen/public_html/plugins/system/jblibrary/jblibrary.php on line 380
Fundamentar - Lecturas Recomendadas https://fundamentar.com Fri, 29 Mar 2024 06:15:44 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Diario de Viaje VII. El Antigal. https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6793-diario-de-viaje-vii-el-antigal https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6793-diario-de-viaje-vii-el-antigal Diario de Viaje VII. El Antigal.

Llorando el calor del llanto del indio,
es un manantial febril mojando el antigal.
Lluvia que viene de Dios,
antiguo cansancio y lento su andar.
Tiene una lanza por el cardón,
y en sus espinas dejó las manos,
para la sangre con otro color.
Y al rayo loco dio su corazón…

Daniel Toro - “El antigal”

La travesía por la Quebrada de Humahuaca supone la necesidad de ir preparados para la sorpresa en cada curva y recodo de los caminos. En noviembre, el sol y el viento pueden ser los mayores verdugos a la vez que aliados en una región donde la policromía domina la escena geográfica. Las mañanas comienzan frescas mientras el planeta rey se prepara para convertirse en el protagonista excluyente de cada jornada. Pero el viento hará de las suyas al final de cada siesta y aparecerá puntual para resguardarnos de un calor potente. Pocas cosas pueden disfrutarse tanto como la contemplación en una tarde bajo la sombra, tilcareña o humahuaqueña.

La Quebrada, que puede ser pensada como sinónimo de valle, atrapa por su belleza al contemplar sus cerros, pero también seduce en un sentido inverso cuando uno asciende por laderas de montañas donde puede ver la magnificencia del paisaje y nuestra insignificancia convertida en ciudades. Tal vez sea preferible pensarla como una sola cosa y que sus localidades, en definitiva, resulten matices.

Si es verdad que la geografía hace al ser humano (y lo es), esto se confirma rápidamente cuando uno, llegando del trajín urbano de cada día, trata de imponer su lógica de apuro citadino: el ambiente nos jugará una mala pasada y la falta de aire que produce la altura nos hará comprender que debemos andar más despacio, como pidiendo permiso en cada paso, algo que la idiosincrasia de los lugareños, refleja muy bien.

Tilcara es el lugar elegido como centro de operaciones ya que está equidistante de Purmamarca y Maimará hacia el sur y de Uquía y Humahuaca hacia el norte. Llegamos sobre la tarde de un caluroso domingo donde la falta de combustible que afectaba a todo el país sería la duda de qué podremos hacer en los días que vienen y que se responderá el lunes, tempranito, como para no perder la costumbre, cuando llenemos el tanque.

Paleta del Pintor
Paleta del Pintor

La primera sorpresa vendrá de la mano de la llegada a la hostería, donde no existen los ventiladores y mucho menos los acondicionadores de aire. En el hall, en el espacio común del comedor y en la habitación el aire es fresco y uno podrá disfrutar de una siesta reparadora a partir de la inexistencia de la humedad y de edificaciones nuevas que se construyen en base a los ladrillos de barro.

La ciudad sorprende con su variedad de estilos: desde la tradicional plaza quebradeña hasta la modernidad del Paseo Padilla donde conviven hosterías de cuatro estrellas, negocios de ropa y bares. Excepto en el ingreso, sus calles son angostas y el mayor movimiento se trasunta a media mañana y al caer la tarde. Buena parte del ejido urbano se monta sobre la ladera de cerros que aportan una particular y original vista de la región.

El mayor atractivo turístico aquí lo aporta El Pucará, que su nombre en español significa “fortaleza”. Es una localidad reconstruida a mediados del siglo XX pero con técnicas que no eran utilizadas en el período prehispánico. El lugar es administrado por la Universidad Nacional de Buenos Aires y se pagan unos $800 por su recorrido junto al Jardín Botánico que nos muestra la flora del lugar. A los pocos metros, nos recibe una placa de Nunca Más que, acertadamente, vincula los 30.000 compañeros desaparecidos y el genocidio perpetrado desde 1492.

Nos espera Horacio, un antropólogo de la región, quien nos hará de guía. Insistirá con una idea fundamental para el recorrido; “deconstruir”, ya que su misión, dice, es que podamos irnos poniendo en crisis la idea que tenemos del indio (él lo define así) y que hemos heredado de los manuales de cuarto grado.

Afirma que el ejercicio de “ensayo, prueba y error” no es propiedad exclusiva de la racionalidad moderna. Nos explica que esos pueblos crearon la llama, animal doméstico que resulta de una cruza entre la vicuña y el guanaco (silvestre) y que ha tenido, con sus múltiples razas, un peso definitivo en el desarrollo productivo de la región.

El sol del mediodía se hace cada vez más presente y el agua resulta necesaria. El recorrido es en subida y mientras la ruta nos queda de frente, a unos 100 metros de altura, descubrimos un edificio de ceremonial incaico y un espacio que resultaba un taller de lapidario donde se construían distintas ornamentaciones que, se sabe, no se terminaban en la región. Las habitaciones a las que accedemos son bajas, donde casi no entra luz, y se respira un fresco reparador.

Los Incas llegaron a la región en 1430, unos 80 años antes que los conquistadores españoles y la pirámide que se visualiza al final del recorrido, nada tiene que ver con el espacio original sino con un homenaje a los arqueólogos Juan Ambrosetti y Salvador Debenedetti, quienes realizaron las investigaciones sobre el Pucará entre 1908 y 1930, siendo diseñado por un  tal Martín Noel, como una especie de síntesis del “encuentro” de ambas culturas. El positivismo y sus imposiciones congénitas.

Hacia el sur, a poco más de 7 kilómetros del lugar y previo paso por Sumaj Pacha, se llega a Maimará, cuyo principal atractivo visual es la Paleta del Pintor, un cerro que muestra una variedad de tonalidades que no deja de impactar. El GPS te lleva por un camino equivocado ya que la construcción y ampliación del servicio de trenes, con vías y estaciones nuevas, impide el paso. Hay que recurrir al viejo método de preguntar a los vecinos para llegar, finalmente, a un mirador que también es parte de las obras. La vista es imponente, pero el viento hace de las suyas, formando remolinos de tierra que dificulta la presencia física.

Pucará
Pucará

El otro gran atractivo es el cementerio, y sobre todo en la evocación del día de los muertos. Está erigido sobre la falda de un pequeño cerro y puede apreciarse desde la ruta. Hombres y mujeres de todas las edades confluyen en el lugar. Van acompañados de flores de tela de todos los colores. No hay celebración pública ya que se impone el recuerdo íntimo de cada afecto. Algunos asisten al cementerio con bebidas y comidas que honran al muerto y no falta quien, al igual que en cada 30 de agosto, deja caer un sorbo en la tierra. Si ese día el homenaje es para que la Pachamama sea fructífera en el tiempo que viene, cada 1º de noviembre se le regala un trago de la preferencia del ser querido.

Alguien nos explica que la cosmovisión andina es diametralmente opuesta a la cristiana: mientras ésta última refiere al cielo y al infierno, donde los que actúen bien en esta vida vivirán en la eternidad junto al altísimo y los que lo hagan mal arderán en la profundidad del infierno; la primera de ellas ve en la tierra la fecundidad de todas las cosas que hacen al alimento del ser humano. Por eso su cuidado permanente.

En la Quebrada de este tiempo perviven las tradiciones más antiguas a partir de una actitud constante de sus habitantes. Son conscientes de los beneficios de cierto desarrollo, pero saben que allí no radica lo esencial de nuestra vida. Como toda construcción humana, no es un mundo ideal, aunque los turistas (éste escriba prefiere definirse como visitante), muchas veces idealicemos aquellos lugares donde hemos tenido ratitos de felicidad.

El respeto por la tierra, el cuidado del agua, la sabia contemplación del clima, de la luna y de las estrellas, la continuidad de las tradiciones, la oralidad que permite transmitir de generación en generación los conocimientos más detallados del lugar y la calidez y sencillez de su gente hacen de la Quebrada un lugar que debemos conocer de manera inexorable. Pero, tal vez, la mejor forma de acercarnos a ella sea desprovistos de nuestros saberes y preconceptos de antaño. Como forma de empatía con los antiguos pero fundamentalmente, con nosotros mismos. Continuará…

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

♥♥Diario de Viaje VI
♦♦Diario de viaje V
♠Diario de Viaje IV
♦Diario de Viaje III
♣Diario de Viaje II
♥Diario de Viaje

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Lecturas Recomendadas Thu, 16 Nov 2023 14:04:12 -0300
Diario de viaje VI. El que todo lo ve. https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6738-diario-de-viaje-vi-el-que-todo-lo-ve https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6738-diario-de-viaje-vi-el-que-todo-lo-ve Laguna De Los Tres

"Vuelvo al Sur,
como se vuelve siempre al amor,
vuelvo a vos,
con mi deseo, con mi temor."

Vuelvo al Sur - Pino Solanas

Tomas Hobbes, ese brillante analista moderno, imaginó la solución a los problemas del Reino Unido que habitaba, con la síntesis que representaba el Estado, una especie de Leviatán, Dios mitológico que todo lo veía y de alguna manera, todo podía resolver. Arrimarse al pueblo de El Chaltén, con esa inmensa mole de piedra de 3405 metros de altura que el perito Francisco P. Moreno rebautizó con el nombre de Fitz Roy, y que seduce a la distancia, supone la posibilidad de someterse a los designios, intereses y caprichos de alguien que todo lo puede.

Llegar a la cuidad que supo fundar Arturo Purichelli allá por octubre de 1985, es algo que puede apreciarse a la distancia, con tiempo y, como suele suceder con los mejores vinos, uno los debe degustar con calma y mesura. Puede no decir nada al comienzo, pero es indudable que al final del recorrido uno se queda con un largo y pronunciado final de boca, como explicaría cualquier enólogo que se precie.

En un día con poca nubosidad, las figuras de este cerro emblemático y sus agujas compañeras (Torre, Poincenot, Saint Exúpery) se distinguen a no menos de 100 kilómetros. El serpenteante camino de la ruta 23 que está en excelente estado, se inicia con la expectativa que rápidamente se salda al ver liebres, guanacos y algún que otro choiques. La estepa patagónica domina la escena, pero con el devenir del camino, los cerros blanqueados por el hielo glaciar y la nieve precordillerana le irán agregando atractivo al paisaje.

Si uno elige hacer el trayecto entre El Calafate y El Chaltén con un servicio de traslado contratado previamente, es probable que viaje en el contexto de la excursión de un día por el que se visita a la segunda de las localidades. A mitad de camino, y como muestra de lo que era la vida a principios del siglo pasado, cuando auténticos aventureros se animaban a construir sus propios destinos en estas zonas verdaderamente inhóspitas; se hace una detención en la Estancia La Leona.

El lugar, a orillas del río que lleva el mismo nombre, el cual nos acompañará buena parte el camino, se caracteriza por contar con un estilo que recrea los tiempos pasados, con imágenes en blanco y negro, artículos de la vida rural, souvenirs y unas tortas fritas que se venden calientes resultando las estrellas del servicio de bar. Si usted querido lector, estimada lectora, se va a tentar en la compra para acompañar unos buenos mates, tenga en cuenta que sólo se venden si las tienen en el lugar (las preparan en un edificio contiguo) ya que no les interesa tener inconvenientes con los coordinadores de las excursiones.

Mirador de las Águilas y Los Condores
Mirador de las Águilas y Los Condores

En nuestro caso, el resto del camino hasta el destino, el cielo irá perdiendo el celeste por la variedad de grises que proponen las nubes y que se asociarán con un viento frío que demuestra lo más puro de la Patagonia. La famosa foto que encuadra al cerro con la ruta no podrá ser sacada en la llegada, a partir de la llovizna molesta que todo lo complica.

Nos acercamos al destino y mientras la guía nos cuenta sobre las andanzas de algunos pobladores que intentaron resistir la conversión de la región en parque nacional, queda tiempo, ahora sí, para una foto más cercana de las montañas y del pueblo, serpenteados por el magnífico Río de las Vueltas.

Llegamos al pueblo al día siguiente de lo que ha sido la celebración de su fundación (12 de octubre) y las rutinas parecen detenidas. No deja de sorprender el poco movimiento que a horas del mediodía tiene el lugar. Nos hospedamos en un hotel sobre el límite norte del ejido urbano, donde se inician las caminatas más importantes en la Capital Nacional del Trekking.

Antes de seguir, una aclaración. El cerro convive con dos nombres. El Chaltén y Fitz Roy. El primero de ellos responde al nombre original que le dieron sus antiguos pobladores, los Tehuelches, quienes creían que había sido un volcán, y en su dialecto original, el Aonikenk, significa “montaña que humea”. Permanentemente rodeado de nubes, el segundo nombre hace honor al capitán del barco que trajo por esta zona a Charles Darwin. Cuenta la versión oficial, que Francisco Moreno, antes de iniciar sus expediciones en la zona, recurrió a la familia del capitán ya desaparecido para contar con la cartografía de la región, y que los herederos aceptaron la entrega del material en tanto y en cuanto, un hito que descubriera Moreno, llevara el nombre de Fitz Roy.

Hasta allí todo redondito y de ricota. El punto en cuestión, o la grieta si se quiere, es que investigaciones históricas lo ubican al ex ayudante de Darwin, participando de la invasión inglesa a las Islas Malvinas, en 1833. Es por ello del intento de recuperar el nombre originario del cerro. Y así será defendido en este artículo.

El Chaltén es un típico pueblo de montaña, surgido (al igual que sucedió con San Martín de los Andes) como forma de asentamiento ante el sempiterno conflicto por los límites con Chile. Hoy, viven en el lugar alrededor de 3000 personas. Cuenta con jardín de infantes (el Estado nacional está construyendo uno nuevo), escuela primaria y secundaria. Unos pocos comercios de venta de productos regionales, algunos supermercados pequeños, un solo cajero automático, un par de negocios de venta de ropa y, confirmando lo que parecería ser una tendencia global al tenor de la cantidad de extranjeros que visitan el lugar, una muy interesante cantidad de cervecerías, bares y restó de todo tipo. El panorama se complementa con hoteles, hosterías y hostels para todos los gustos.

Como siempre suele suceder en estos casos de desarrollos tan exponenciales, el pueblo se enfrenta con problemas que el turista puede optar por no prestarle atención, pero que existen más allá de las posibles indiferencias. Uno de ellos es la cuestión del espacio físico para vivir. Si se está atento, en no pocos locales comerciales, se encontrará con un cartel en sus vidrieras y puertas de entrada que titulan “Terrenos para El Chaltén YA”. La movida trata de reflejar el problema de falta de viviendas que hay en un pueblo que en pocos años ha aumentado en varias veces su población estable, que no aparecen muchos terrenos disponibles ya que la localidad está emplazada en el medio de un parque nacional y porque, misteriosamente, cada tanto, aparecen proyectos de inversión donde se construyen hoteles en lugares que estaban supuestamente vedados. El entorno es de una belleza acogedora, pero eso no impide que algunas injusticias se reciclen como en cualquier destino de nuestra amada Latinoamérica.

De acuerdo a lo que cuentan algunos habitantes, la temporada cada vez comienza más temprano. Si antes debía esperarse hasta noviembre para contar con todos los servicios, en este 2022 algunos locales ya abrieron sus puertas a comienzos de setiembre. La mayoría de los que visitan el lugar son jóvenes sub 35 atraídos por el magnetismo del cerro y por cierto espíritu de aventura que supone unas buenas vacaciones en la montaña.

En El Chaltén “uno debe desaprender lo que trae en su historia, para volver a aprender desde otro lugar” nos dijo una vendedora que, ante la imposibilidad de vendernos un short o malla que nos habíamos olvidado, y que pretendíamos utilizar en la pileta del hotel, nos sugería la utilización de un bóxer como adminículo de baño. Lo confesamos: no nos animamos a seguir su consejo.

Si uno va a hospedarse unos días en el lugar debe estar predispuesto a disfrutar de los distintos tipos de caminatas. Las hay muy variadas en dificultad, intensidad, belleza y extensión. Este articulista no las hizo todas, pero si debiera sugerir una rutina, recomendaría comenzar por ir a los Miradores del Águila y de Los Cóndores. La caminata se hace en una hora y hacia un lado podrá disfrutarse del celeste del lago Viedma y de la ruta que nos lleva al Calafate, con El Chaltén vigilante a nuestras espaldas. Aquí el silencio es sobrecogedor y la inmensidad de la Patagonia se muestra en su plenitud. Del otro lado, queda la vista del pueblo y del magnífico Río de las Vueltas con su tonalidad verdosa de aguas mineralizadas.

En el sentido inverso podremos dirigirnos al otro lado del poblado, el cual nos lleva a iniciar el Sendero del Fitz Roy, el cual supone una caminata, en total, de unos 25 kilómetros, teniendo unas 8 o 9 horas de duración. Se podrán apreciar múltiples paisajes: bosque tupido, valles, la Laguna Capri, el campamento Poincenot, miradores de altura y hasta la particular belleza del Río Blanco que toma ese nombre a partir de las milenarias piedras que rodean su curso y que, en pleno ascenso a Laguna de los Tres, puede apreciarse por su característica opacidad.

Llegar al mencionado espejo de agua puede suponerse como uno de los premios mayores para aquellos visitantes y turistas que no hacemos escala en montaña. Los últimos 1000 metros son de una elevada dificultad ya que se ascienden 400 metros. Las piedras, que inicialmente son pequeñas, a medida que avanza un camino que tiende a angostarse, varían de tamaños y formas. La nieve y el barro que supone su derretimiento complican aún más la travesía que resulta paga y con creces cuando queda a nuestra vista la magnificencia del que todo lo ve, sus agujas compañeras y una laguna congelada en pleno mes de octubre. El sol primaveral a pleno le pone belleza a una postal que quedará para siempre en nuestros recuerdos, más allá del cansancio, de la preocupación por la bajada y de los dolores que portamos con una edad que desearíamos menor para estos placeres.

Quedan múltiples misterios por descubrir: Laguna Torre, Loma del Pliegue Tumbado, Laguna Toro, glaciares, rafting en el Río de las Vueltas, visitas a estancias. Todos con distintos esfuerzos y disfrutes. Siempre atento y vigilante, El Chaltén y sus agujas hermanas siempre están omnipresentes, en el pueblo o en la ruta. En un día nublado o en la plenitud de un domingo de sol que nos sirve de despedida. Incluso en el avión, en la melancólica vuelta, su figura sobresale y se distingue del resto del cordón montañoso. Su imagen quedará grabada a fuego y servirá como bálsamo, cuando a escasas tres horas nos enfrentemos a la vorágine de una ciudad vertiginosa e implacable.

Volver al sur es una forma de volver al amor. De enfrentarnos con deseos, temores y a cierto capricho del destino. Sus aguas cristalinas nos devuelven, también aquí, otra especie de cielo al revés que el que nos contaban hace más de 30 años el dúo Solanas – Piazzola. Volver al sur siempre es una especie de necesidad. La combinación de El Calafate y El Chaltén no son una excepción.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

♦♦Diario de viaje V
♠Diario de Viaje IV
♦Diario de Viaje III
♣Diario de Viaje II
♥Diario de Viaje

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Lecturas Recomendadas Wed, 02 Nov 2022 21:23:15 -0300
Diario de viaje V. Naturaleza caprichosa. https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6735-diario-de-viaje-v-naturaleza-caprichosa https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6735-diario-de-viaje-v-naturaleza-caprichosa Diario de viaje V. Naturaleza caprichosa.

Dicen que viajando,
se fortalece el corazón,
pues andar nuevos caminos,
te hace olvidar el anterior.
Ojalá que eso pronto suceda,
así­ podrá descansar mi pena,
hasta la próxima vez…

Litto Nebbia.

Llegar al El Calafate, provincia de Santa Cruz, no difiere demasiado de lo que ofrecen las distintas ciudades de la Patagonia. Distancias enormes, cerros bajos (bardas) y la estepa como principal protagonista. Alejado del centro urbano, el aeropuerto es absolutamente representativo de la región: la combinación de piedra, acero y chapa le dan un toque justo de buen gusto, con todos los servicios que pueden requerirse para visitantes y turistas.

La localidad se muestra abierta, espaciosa y plagada de construcciones nuevas. Sin un trazado tradicional, la primera línea de edificación sigue el capricho que demarcan unas leves ondulaciones. Al igual que en San Carlos de Bariloche, el poblado mira al lago pero se diferencia en dos cuestiones: la tonalidad del agua (que cuando sale el sol se refleja con un celeste muy especial) y el volumen del espejo que cambia de acuerdo a la época del año.

Es por ello que, en pleno octubre, la costanera Pte. Néstor Kirchner, aparece muy alejada del curso del lago. La razón es simple: con el desarrollo del verano, naturalmente, los glaciares aportan agua que fluyen sobre el Argentino. El principal ejemplo del proceso es Bahía Redonda, en la salida oeste de la ciudad, que mientras en el invierno aparece congelada y muchos vecinos se vuelcan a practicar patinaje sobre hielo, en verano la zona se embellece con la presencia masiva de los deportes acuáticos.

La ciudad luce tranquila, sin vehículos que crucen veloces, tornando a las bocinas en implementos inútiles de la tecnología automotriz. Lejos del ruido de otras localidades turísticas patagónicas, también aquí la prioridad la tiene el peatón. En la ley y en los hechos. No existen los semáforos y su principal avenida céntrica (Libertador) cuenta con todo tipo de negocios que funcionan de 10 a 22hs, sobresaliendo bares, cervecerías artesanales y locales de venta de productos regionales. Los restaurants suelen tener dos y hasta tres turnos de atención: no son pocos los extranjeros que se presentan a cenar antes de las 20hs.

Ese bulevar principal es una especie de síntesis de la ciudad: coqueto, con la vegetación justa y muy disfrutable para caminar a toda hora. Para un citadino que viene de cierto ruido y caos cotidiano, podría decirse que la belleza principal de El Calafate radica en su tranquilidad. Nos lo señaló Gustavo, el mozo tucumano del hotel donde paramos y que antes de afincarse en la zona probó suerte en el conurbano bonaerense: “es un buen lugar para criar a un hijo”. Como es común a toda la región, la mayoría de los adultos son originarios de otras provincias.

El clima es impredecible. En una misma jornada podemos gozar del sol, de la lluvia e incluso, en pleno octubre, de la nieve. Los lugareños lo tienen perfectamente asumido y es por ello que a esta altura del año, ninguna actividad se suspende por, si se quiere, estas contingencias menores.

 

Hotel nevado en octubre - El Calafate
Hotel nevado en octubre - El Calafate

Todo funciona de manera sincronizada a partir del turismo con una característica especial, ya que los mayores atractivos no están a la vuelta de la esquina ni mucho menos. Por ejemplo, el majestuoso glaciar Perito Moreno se encuentra a 80 kilómetros de la ciudad. Llegar a él supone atravesar los últimos vestigios de la estepa patagónica antes de comenzar a rodearnos de la naturaleza de la pre cordillera de los Andes. De camino al glaciar, se pasa por el puerto que sirve de embarque para su avistaje a unos pocos centenares de metros y para la inenarrable excursión que permite hacer trekking sobre el hielo glaciar. Los horarios tempraneros se cumplen a rajatabla.

En el hecho turístico, el Perito Moreno es, de alguna manera, el resultado de combinar la mano del hombre y el respeto por la naturaleza. Es una foto que se saca a metros del protagonista y que, si uno agudiza el oído, con hipoacusia incluida, sobre todo en el tramo inferior del recorrido, podrá escuchar algún bloque de hielo que se desprende y cae al lago.

Es falso que el gran rompimiento que habilita el paso del agua al Canal de los Témpanos y que todos hemos conocido por tv, se produzca cada cuatro años. En ese sentido, el comportamiento resulta muy caprichoso y sin que nadie pueda prevenir del todo cuando se producirá la novedad.

Glaciar Perito Moreno
Glaciar Perito Moreno

Las pasarelas que muestran las paredes norte, central, sur y la parte inferior del glaciar (casi al nivel de la orilla) tienen una extensión de 4 kilómetros, ideal para el paseo contemplativo, pero también (y por qué no) para una sesión de caminata a ritmo de entrenamiento semanal. En la parte superior está el área de servicios con un restaurant con precios que no son exorbitantes y con una hermosa pero reducida vista del frente del glaciar. Del lado norte, un restó de grandes ventanales nos regalan un confort de lujo.

Pero en una zona donde existen alrededor de 300 glaciares, justo es decir que hay otros protagonistas que, pese a ser menos famosos que el Perito Moreno, no tienen nada para envidiarle. Nos referimos a los glaciares Upsala y Spegazzini.

Para conocerlos sólo se puede acceder en barcos, los cuales zarpan desde el puerto Punta Bandera. El pre embarque es una Torre de Babel donde conviven tonadas, dialectos e idiomas de distintos lugares del planeta a la espera de poder disfrutar del paseo. Se inicia el periplo y a poco de andar nos informan que el Lago Argentino es el más grande de la Patagonia y que su profundidad puede llegar, incluso, a los 600 metros.

El clima ofrece un espectáculo por sí mismo. De un lado de las montañas aparece el sol mientras que del otro la bruma nos recuerda a los peores días del invierno. Llueve. Pero no lo hace de la manera habitual ya que el viento es tan fuerte que determina que las gotas fluyan de manera horizontal.

Témpano del glaciar Upsala
Témpano del glaciar Upsala

En una veintena de minutos, el capitán se las ingeniará para regalarnos la cercanía con un tempano profundamente azul y de unos 20 metros de alto. Una de las guías nos explica que ese desprendimiento es parte del Upsala, al cual no podremos conocer más que a unos 10 kilómetros de distancia, ya que en 2013 se produjo un desprendimiento de parte de su pared frontal de 4 kilómetros, lo cual devino en un oleaje que arrasó con el puerto que estaba en la Bahía Onelli, base que usaban las empresas de turismo para brindar algunos servicios. La Administración de Parques Nacionales ha prohibido la aproximación a una distancia menor.

El momento resulta oportuno para contarnos que no son pocos los glaciares de la región que están en retroceso ya que reciben menos nieve de la que pierden con cada rompimiento. Uno de ellos es el Upsala, no así el Spegazzini y el Perito Moreno que se encuentran “en equilibrio”. Nadie se anima a preguntar por el calentamiento global y los guías, todos pertenecientes a personal de Parques Nacionales, refieren a la vida humana como un período entre glaciaciones. No acusan al desequilibrio glaciar producto de la mano del hombre.

El barco gira hacia la izquierda, pone marcha hacia una cortina de lluvia que luego se transformará en nieve y a unos escasos diez minutos y girando a la derecha aparecerá la magnificencia del Spegazzini que llega a triplicar en la altura de sus paredes al Perito Moreno. El cielo se apiada de nosotros, le deja un espacio al sol y descubrimos un silencio abrumador y una belleza sobrecogedora. No conforme con ello, sobre el glaciar se monta otro llamado Peineta (parece menor) que seduce con sus formas entrecortadas.

Los flashes suenan sin cesar. Las fotógrafas oficiales del barco no dan abasto. Celulares, viejas camaritas digitales y fenomenales instrumentos de la tecnología actual conviven para captar un momento único, irrepetible. Busco a mi compañera y no puedo dejar de emocionarme (es increíble lo que hace el paso del tiempo con las personas) y decido correrme a un costado del barco. Será babor o estribor, sólo Dios lo sabe. 

Glaciar Spegazzini
Glaciar Spegazzini

El barco se arrima a unos escasos 300 metros. Con el motor en ralentí y ofreciendo la vista de los múltiples costados del glaciar. Uno de los guías anuncia el recomienzo de la marcha, ahora para ir a almorzar a unos pocos minutos en el viaje en barco. El lugar ofrecido es un gran salón con servicios de primer nivel, donde uno puede elegir comer en el restó o llevarse una vianda desde El Calafate que podrá calentarse con hornos microondas y eléctricos. La novedad es que el espacio es público, gratuito, con servicio de limpieza que recoge aquellos que los turistas y visitantes omitimos.

La vista desde el lugar es magnífica. Unos enormes ventanales nos muestran el frente del glaciar y en unos pocos minutos el clima ofrecerá su propio espectáculo porque en no menos de 15 minutos habrá sucedido que se pierda de vista el glaciar por el agua nieve, hasta reaparecer de manera nítida con la presencia indisimulable del sol. La cita para la vuelta es a las 14hs. Para llegar a puerto exactamente dos horas después. En el mientras tanto, las nubes, la lluvia, el agua nieve, el sol y los témpanos que, de acuerdo a la luz solar y su antigüedad varían entre el blanco y el azul, nos siguen deleitando con sus caprichos. La vuelta descubre nuevos placeres visuales entre bardas y un lago cada vez más celeste.

La distancia a la ciudad de El Calafate propone un buen descanso para la salida nocturna. La degustación de un cordero patagónico a la estaca, regado con un rico vino de la región le da el broche de oro a estos días.

Dicen, que lo mejor que puede pasarle a un artista, es que el pueblo se apropie de su obra, la reinterprete, le ponga matices. Impunemente, disentiré con el genial Litto Nebbia y diré que ningún viaje puede hacernos olvidar el anterior. Sólo lo ubica en un lugar muy especial de nuestra memoria y, fundamentalmente, de nuestro corazón. Razón y espíritu, factores para que esta historia continúe.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez 

♠Diario de Viaje IV
♦Diario de Viaje III
♣Diario de Viaje II
♥Diario de Viaje

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Lecturas Recomendadas Wed, 19 Oct 2022 16:25:53 -0300
Diario de viaje IV https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6596-diario-de-viaje-iv https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6596-diario-de-viaje-iv Playa Dina Huapi

A veces,

el mejor camino se encuentra perdiendo el mapa…

(Anónimo escrito en un motorhome de San Carlos de Bariloche)

De alguna manera queremos comenzar este segundo relato sobre Bariloche desde una pregunta hecha casi como al pasar. ¿Es posible hablar de esta hermosa ciudad y su región sin tener que relatar la majestuosidad ya conocida de sus ascensiones, de sus centros de servicios para el turismo internacional o de aquellas excursiones realmente costosas para el bolsillo de los argentinos? Si. Es posible. Y desde estas líneas trataremos de ser coherentes con una forma de trabajo que tenemos en Fundamentar, y que refiere a mostrar aquello que no necesariamente se ve de manera inicial. Pasen y vean.

Que el Cerro Catedral representa el centro de esquí más importante de Sudamérica; que el Cerro Otto se caracteriza por su originalidad al combinar ascenso en teleférico, trekking y una confitería giratoria en su cúspide a pocas cuadras del centro de la ciudad; que la ascensión en aerosilla al Cerro Campanario es la más bella de todas; que el Centro Cívico es un espacio donde reina el buen gusto y el espíritu andino y que sus boliches y hoteles se caracterizan por su excelencia, son cosas que sabemos desde hace mucho tiempo. Con eso sólo bastaría para volver una y otra vez a recorrer sus senderos y caminos.

Pero hay tantos lugares por descubrir, tantos recovecos por explorar que parece obvio relatar las cosas desde otro lugar, con otros ojos que pongan en valor esa maravillosa conjunción de la mano del hombre y de la potencia de la naturaleza para congraciarse con lo más profundo de cada uno.

En el recorrido inicial comenzamos por el ya famoso Circuito Chico. Recordemos como quien no quiere la cosa que el Circuito Grande supone la unión de Bariloche con las ciudades de Villa La Angostura y San Martín de los Andes, todo ello a través de la mítica Ruta 40 que en los 112 kilómetros que unen a estas dos últimas, toma el nombre de Ruta de los Siete Lagos, experiencia que hemos comentado algunos meses atrás.

Lago Perito Moreno
Lago Perito Moreno

Circuito Chico tiene una extensión de 60 kilómetros y se inicia saliendo por la Avenida Exequiel Bustillo en sentido norte de la ciudad. Se atraviesan un sinnúmero de hosterías de todo tipo que tienen como principal atractivo poner la mirada sobre el Lago Nahuel Huapi, y a medida que se avanza por el camino y vemos los estratégicos mojones que indican el número del kilometraje, notamos como la naturaleza prevalece con verdes, ocres, dorados y rosales que terminan siendo nuestra envidia a partir de lo que al común de los mortales nos cuesta mantener con vida jardines, plantines y árboles.

A la derecha varias playas: Melipal, Bonita y Serena. En el kilómetro 23 aparece a la izquierda, con todo su esplendor recuperado allá por los 90’, la magnificencia del Hotel Llao Llao. A la derecha Puerto Pañuelo, verdadero centro de salida y arribo diario de centenares de personas. Es tan denso su movimiento que, en un día normal de febrero, nublado y con algo de viento, uno no consigue lugar para el estacionamiento ya que, según nos comenta el personal del lugar, por esos días sólo se puede acceder mediante reserva previa.

Puede dejarse el vehículo al costado, o llegar en el servicio público de transporte, y su recorrido al borde del lago ya es un paseo en sí mismo. Dicen los relatos del lugar, que el nombre refiere a aquellas personas que, a principio del siglo pasado, esperaban la llegada de barcos con provisiones y la forma de recibirlos (o despedirlos) venía acompañado de pañuelos que se agitaban en el viento.

Se retoma la ruta, y a poco menos de tres kilómetros de allí, aparece un camino oblicuo, de tierra y sin ninguna señalización en el sentido que nos dirigimos, con un buen número de autos estacionados sobre la escasa banquina. Uno supone que debe haber algún paraje que merece recorrerse. Pregunta, y le contestan “Villa Tacul”. Decide iniciar una caminata (también se puede avanzar en vehículo) que se desarrolla por el medio de un bosque donde reina una vegetación centenaria y un silencio sobrecogedor. A veces, algún pájaro nos recuerda que la vida animal también existe, y a poco de caminar algo más de un kilómetro se llega al final del recorrido donde se ofrecen dos estacionamientos: uno público y el otro privado. En el último, uno puede dejar el auto bajo una frondosa arboleda, acceder a algunos servicios de bufet mínimos por la módica suma de $150 la hora o $500 todo el día. Nada que envidiar a cualquier estacionamiento céntrico rosarino.

Se avanza por cualquiera de los múltiples senderos techados por la naturaleza con arbustos de escasa altura y a los pocos metros nos encontramos con una de las tantas bellezas a los que la región tal vez alguna vez nos acostumbre: la playa de Villa Tacul. Geográficamente queda a la vuelta de Puerto Pañuelo y el espacio cuenta con una playa de arena que, al adentrarse en los primeros metros del lago, es ganada por las piedras. Condición necesaria para pegarse un chapuzón: hacerlo con ojotas o zapatillas y estar bien predispuesto con lo fresco del agua. El lugar es, sencillamente, un paraíso y si la región sólo ofreciera ese recoveco del lago, bien valdría la pena disfrutar del mismo una y otra vez.

Parador Camping Los Arrayanes
Parador Camping Los Arrayanes

Retomando la ruta, a los pocos kilómetros, aparecen el Mirador de Bahía López y el Puente Arroyo La Angostura. En ambos casos vale la pena parar, sacar las fotos de rigor y porque no, tomarse unos mates sobre una playa angosta pero muy pintoresca. Si seguimos el camino por la ruta aparecerá el acceso por tierra a Colonia Suiza. Antes, a la derecha, aparece la posibilidad de hacer canopy: cada uno sabrá si se anima. Unos 3.000 metros tiene el trayecto. Resígnese amigo y amiga que fanatiza con el auto inmaculado: la sequía hace de las suyas y el polvillo domina todos los rincones del vehículo.

La villa, al pie de un enorme cerro, resulta pintoresca. Uno no deja de asombrarse (y admirar) de los pobladores hace muchas décadas se animaron a contar con un asentamiento en este lugar. Unos cuantos locales para la compra de minucias de artesanías, pero al escriba le interesa una sola cosa: comer curanto, elaboración que se basa en hacer un pozo, calentar la tierra y piedras, poner carnes y verduras de la región envueltas y volver a tapar con hojas de pangue.

Hay que decirlo. Las expectativas eran mayores. Pero en honor a los cocineros digamos que no mucho puede esperarse cuando uno almuerza a las 4 de la tarde. Los platos son abundantes, rescatándose chorizos, calabazas y papas con un sabor ahumado que le da un toque especial. Las carnes, nada nuevo bajo el sol, aunque tal vez, si se contara con un microondas la cosa merecería otra consideración. Pero nada es definitivo. Tal vez una segunda oportunidad, a horario, le ponga valor al asunto.

Si nos dejamos llevar por el camino y no entramos al poblado, a un par de kilómetros se encuentra un camping (Parador de los Arrayanes), perdido en la majestuosidad del lago Perito Moreno. Vale la pena pedir permiso (no cobran entrada si uno va a pasar el día y no hay eventos) y sentarse en una reposera y tal vez, sólo tal vez, con una bebida espirituosa, esperar el caer de la tarde.

La otra opción es tomar la salida inversa, por la parte de atrás del poblado y luego de unos quinientos metros de tierra tomar una ruta absolutamente nueva que nos llevara a una playa, en un espacio donde el hombre le ha ganado de mano a la naturaleza ya que el terraplén que contiene la ruta, permite que, a esa altura del lago, de un lado el viento resulte inhóspito y del otro, ofrezca la situación absolutamente inversa. De allí el nombre de Playa Sin Viento.

Pero Bariloche y su región no es solamente el Circuito Chico. El recorrido de la ruta 40 hasta El Bolsón ofrece un espectáculo que no puede ser apreciado sólo una vez. La transparencia del Lago Gutiérrez, la multiplicidad de campings que lo habitan, la belleza del Mascardi (zona donde la reiterada presencia de Gendarmería demuestra que no todo es color de rosa en la vida de los hombres y mujeres de la región a partir del conflicto Mapuche) y la cantidad de hectáreas de bosques incendiados le dan el tono justo al paseo.

Sorprenden también otros recorridos y otras zonas que se andan en sentido inverso. Sobre el lado sur de la ciudad, como cuando uno pega la vuelta, aparece la localidad de Dina Huapi, típico lugar que pareciera ser de residencia de casas de fin de semana sobre el Nahuel Huapi (hablemos sin saber). Playas anchas (de piedra), extensas, y con el viento como habitante permanente, al punto de que la práctica del snowboard, la cual supuestamente está prohibida, brinda un espectáculo de acrobacia y destreza física digna de prestar atención. A un costadito, casi como sin querer, el río Ñirihau que desemboca en el lago, ofrece la posibilidad de pegarse un buen chapuzón y de estar resguardado del viento. Otra vez, el atardecer con sol, resulta una fiesta de los sentidos.

Playa Dina Huapi
Playa Dina Huapi

Siguiendo más allá, por la ruta 237 y cuando se atraviesa el “Anfiteatro”, a unos 30 kilómetros aparece Villa Llanquín con dos atractivos que valen la pena mencionar: la maroma que cruza los vehículos sobre él, a veces verdoso y a veces azulado, Río Limay y el campo de lavanda que se reproduce a metros del mismo. Su visita, con la explicación de las formas y métodos de producción, se justifica además con la posibilidad, si uno ha ido con el tiempo suficiente, de disfrutar a escasos 500 metros del lugar, de un picnic rodeado por la tranquilidad de cerros y árboles que sólo puede ser interrumpida por la llegada de algún gomón de los que hacen rafting río arriba. Por lo demás, todo es pura calma y belleza andina.

El relato se alarga y va quedando poco espacio para lo que el editor ha pedido. Queda por comentar el recorrido por la extensa playa del Parque Nacional Lago que tiene a un costado cerros argentinos y del otro, cerros chilenos. O las peripecias de cuatro santafesinos desandando caminos de tierra, en caravana, porque en la Ruta 16 que une El Bolsón con Lago Puelo se había producido un hecho de tránsito con heridos que había interrumpido la circulación.

Y también queda por descubrir el Cajón Azul, los viajes en barco por el Nahuel Huapi, animarse al trekking (alguna vez) en el Cerro Tronador y al refugio Eduardo Frei o, porque no, al parapente que siempre seduce.

Pero los viajes también dejan certezas: unas que hablan del tiempo compartido, en familia o con amigos. Esas que hablan de que trabajar todo el año para tener esas gratificaciones de un par de semanas, aún sigue valiendo la pena. Y la región de Bariloche, así como todo el sur argentino, invita a volver una y otra vez. Para qué negarle al cuerpo y a la mente lo que ellos nos piden.

Alejandro Dolina, ese gran artista de la palabra, afirma que uno nunca debe volver a aquellos lugares en los que fue feliz. Humildemente, disiento. Y aunque es hora de dejar las vacaciones atrás porque el año ha empezado, estoy seguro de que, como en tantas otras actividades de la vida, volveremos. Los invito a lo mismo, querida lectora, querido lector. “Salú”

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez 

♦♦Diario de viaje V
♦Diario de Viaje III
♣Diario de Viaje II
♥Diario de Viaje

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Lecturas Recomendadas Wed, 09 Mar 2022 16:29:27 -0300
Diario de Viaje III https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6591-diario-de-viaje-iii https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6591-diario-de-viaje-iii Mural de Barioche. Anónimo.

A veces, el fin de un camino,
Es el inicio de uno nuevo.

Un viaje al sur argentino en general y a San Carlos de Bariloche en particular es, antes que nada, una fiesta de los sentidos. No dejamos de sorprendernos a cada kilómetro desandado, a cada cuadra descubierta. Nos acompañan, omnipresentes, cerros y lagos, verdes para todos los gustos, y marrones montañeses que nos cuentan que la nieve ha cedido lugar a la aridez del verano. Se confirma, una vez más, que la naturaleza privilegió a esta región. Pero, junto con la belleza andina hay una ciudad que late al ritmo del turismo y que merece ser mostrada desde los ojos de un turista que siempre aspira a ser visitante. Pasen y vean.

Uno vuelve 33 años después a la ciudad y todo resulta un descubrimiento en sí mismo. El país ha cambiado: pasamos hiperinflaciones, la Convertilidad, las privatizaciones, el corralito y el corralón, el desempleo masivo, el estallido social de 2001, la recuperación K y las dos pandemias, la macrista y la del Covid. El mundo no le fue en zaga, ya no existe el Muro de Berlín, desapareció la Unión Soviética, dejó de existir la bipolaridad que a algunos los ponía en la zona de confort mental, Estados Unidos ya no es la potencia hegemónica de entonces, el europeísmo dejó de ser un sueño hace rato y China parece adelantarse a todos. Y como si todo esto fuera poco, perdimos y ganamos afectos, tenemos esposa, hijos y algunas averías de salud. No es poco.

Se llega a Bariloche, formalmente, por la ruta 40 que ha empalmado a la 237 que, hay que decirlo, luce impecable desde el mismísimo momento que uno deja atrás la 22 atravesando Senillosa y Arroyito. A poco de circular por la mítica ruta que recorre el país de punta a punta en sentido vertical, más precisamente en el kilómetro 2058, y cuando superamos una abierta curva ascendente, aparecen a la derecha, imponentes, el lago Nahuel Huapi primero, y la ciudad después. Más atrás, como escrutando los destinos del lugar, sobresale el Cerro Catedral, amarronado y sin nieve. Al fondo y a la derecha el Tronador con sus sietes glaciares en su cumbre.

El día nos recibe nublado, con temperatura templada. A poco menos de 100 kilómetros de nuestro destino hemos atravesado una tormenta eléctrica de proporciones de la que no hay vestigios en la ciudad. En el ingreso a la provincia vemos el nacimiento del Río Limay, la coqueta localidad de Dina Huapi para luego conectar por la avenida 12 de octubre, no sin antes divisar, a la derecha, el edificio de ese orgullo nacional llamado INVAP.

Nos hospedamos en el centro. A metros de la calle Mitre (principal arteria comercial) y de la imponente catedral que sabrá sobresalir cuando uno la mira desde el norte de la ciudad. Acomodamos bártulos y equipaje de todo tipo y salimos, mate en mano, al paseo obligado sobre la costa del lago. El sol le comienza a ganar la enésima batalla a las nubes y la tarde toma un color dorado sobre la zona. A 33 años, el primer impacto ya nos alcanza: si antes correrse hasta el lago podía parecerse más a un recorrido casi íntimo, hoy el volumen del tránsito y la cantidad de gente que circula nos cuenta que este es otro tiempo.

Efectivamente, lo que descubriremos en la permanencia de 10 días, es que hay muchos turistas vacacionando en la región. Lo confirman los comerciantes que nos reconocen que la diferencia económica no se hace en verano, sino en invierno donde la masividad de los viajes estudiantiles y de cierto sector social que viene a disfrutar de la nieve, permiten mejorar lo que se recauda desde octubre en adelante.

La segunda novedad que descubrimos es que el centro, a diferencia de lo que sucede en otras ciudades turísticas del país, grandes o pequeñas, con el caer de la tarde no se transforma en un caos de vehículos y turistas. En días hábiles los comercios permanecen abiertos no más allá de las 21.30hs (aún es de día) y no se aprecian grandes colas para realizar compras con la única excepción de las dos o tres chocolaterías tops de la ciudad.

La explicación es sencilla. Quien vea un mapa de Bariloche podrá entenderlo: la ciudad donde se hospedan los turistas se extiende de manera alargada sobre la costa del Nahuel Huapi, teniendo la avenida Ezequiel Bustillo no menos de 15 kilómetros de largo. Quien haya pasado el día sobre cerros y lagos, en día de playa o haciendo trekking, y se hospeda en hosterías, hoteles o casas del alquiler en esa zona, poco interés y ganas le quedan de tomar el auto, y caminar sobre una urbanidad que, se supone, no es lo que se viene a buscar a esta zona.

De todas maneras, el tránsito nos recuerda que estamos en presencia de una gran ciudad. Más allá de la discusión del número de habitantes de Bariloche, cuestión siempre presente en las ciudades turísticas y que seguramente será zanjada con la realización del próximo censo que comienza en pocas semanas; el embotellamiento que se produce sobre la ya nombrada Bustillo (hacia el norte) y 12 de Octubre (hacia el sur) en horarios puntuales -de 8am en adelante- y del atardecer, reflejan dos cosas: que Previaje ha funcionado muy bien y que tal vez, si alguien quiere buscar tranquilidad urbana, este verano barilochense no sea el mejor momento.

Pero hay varias cuestiones a destacar.  Los embotellamientos no vienen acompañados de bocinazos, gritos o discusiones. Aquí también (lo mismo sucede en Villa La Angostura o San Martín de los Andes) la prioridad la tiene el peatón. Impacta descubrir (y acostumbrarse) que los vehículos cedan el paso a quien está parado sobre una esquina para cruzar, muchas veces viniendo a una velocidad considerada. Existen muy pocos semáforos, y puede decirse que la zona turística de la ciudad en contextos de temporadas masivas, tiene severos problemas en el funcionamiento del tránsito. Calles y curvas sobre pendientes agudas, empalmes sobre arterias de exclusiva salida y avenidas de un solo carril, complican al más avezado de los conductores si no llega bien predispuesto.

Pero existe una gran virtud de la que el turista parece contagiarse. Como buen politólogo, uno le llamará sentido de comunidad. Y tiene que ver con una serie de normas no escritas, que en otro tipo de urbes estarían prohibidas y generarían el enojo de muchos, y que, en Bariloche, se toleran. No porque exista un desapego a la norma sino porque, ante la necesidad de vivir en una ciudad desordenada desde el aspecto urbano, todo el mundo entiende que está en la misma: a veces hay que doblar a la izquierda en una avenida o en otras debe subirse una cuesta a una velocidad que no sería la recomendada. Pero hay que insistir sobre una máxima que en las grandes metrópolis argentinas no se cumple: la prioridad siempre la tiene el peatón.

El vecino es amable. Me dirá algún/a lector/a desprevenido/a: “viven del turismo, por eso son amables” y yo contestaré que si ha tenido la suerte de viajar a ciertos destinos veraniegos recuerde cómo lo han tratado en los distintos lugares a los que concurrió. La respuesta se la dejo para la intimidad.

Otro detalle a destacar. Casi no existen bares sobre la costa del centro. Uno sólo, frente a los boliches Cerebro y Rocket, el cual recomendamos. Sí aparecen múltiples food trucks (el sueño orgásmico de algún ex concejal rosarino) que en días de fines de semana se complementan con bandas de música sonando en vivo. En los sectores habilitados para tal fin, convive el combo completo: la cervecería, la hamburguería, la comida sana, la heladería y el local de exquisiteces dulces de la región. Un acierto. El atardecer sobre el lago hace el resto.

Es Bariloche una ciudad “vivible”. Representa un gran centro de servicios que está indudablemente adaptada a cierta lógica del turismo internacional. Se nota en los menús de restós y bares. Se confirma en el horario de cena de muchos turistas que antes de las 20hs ya disfrutan de esos platos regionales que a los nativos siempre nos cuesta un poco más.

Esas características también se reflejan sobre sus estaciones de llegada de turistas: trenes, ómnibus y aviones. Si una ciudad debiera ser calificada por el tipo de espacios de arribo con los que cuenta es evidente que la localidad apuesta fundamentalmente al avión. Su aeropuerto que no es enorme, pero bien representa la uniformidad que caracteriza a cualquier aeroestación del mundo. Las otras dos, frente al lago y sobre la avenida 12 de octubre, casi pegadas entre sí se destacan por pasar casi desapercibidas. La de trenes es dueña de una arquitectura digna de recorrer que toma algunos rasgos del famoso Centro Cívico, mientras que la de colectivos no despierta ningún tipo de atractivo pudiendo recorrerse en unos pocos minutos.

San Carlos de Bariloche tiene luz propia. Vaya novedad. Pero también, y como toda gran ciudad, cuenta con una contracara que uno puede descubrir cuando intenta tomar la ruta 40 en sentido de El Bolsón. También tiene marginalidad y zonas empobrecidas donde pareciera que falta casi todo. Podríamos suponer, que en esos barrios viven quienes trabajan en áreas de servicios turísticos de baja calificación y otros ciudadanos que dan ciertas peleas que tanto molestan y malinforman desde los medios porteños y que, como suele pasarles a ciertos sectores acomodados, prefieren no ver.

Bariloche emociona y contagia. Invita a quienes nos gusta desandar rutas y vericuetos, a recorrerlos palmo a palmo con la sensibilidad a flor de piel y entendiendo y valorando, a la vez de nuestra pequeñez frente a la belleza andina, la capacidad del hombre para haber podido construir una ciudad sobre faldas de cerros que nos invitan a soñar. Soñar con una vida menos vertiginosa, soñar con un sentido más humanista de las cosas. Ese es el desafío. Continuará.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

♦♦Diario de viaje V
♠Diario de Viaje IV
♣Diario de Viaje II
♥Diario de Viaje

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Lecturas Recomendadas Wed, 23 Feb 2022 13:55:38 -0300
Inocentes https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6585-inocentes https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6585-inocentes El Silencio de los Inocentes

Inocente, me has contado,
tu manera de sufrir.
Y no sabes, que conozco,
cómo te gusta vivir.

La Delio Valdez

Hasta el momento, el 2022 se ha presentado a los argentinos como un año de récords. Temperaturas extremas, casos de Covid que triplican los peores números de 2021 y una temporada turística que, a fuerza de Pre Viaje y cierto espíritu de época que nos impone “salgamos que se acaba el mundo”, contextualizan un escenario político que no pocos imaginaban de otra manera. Repasemos.

De cara a la última semana de enero, tres temas centralizan la atención de medios, analistas y la corporación política: la situación de la pandemia, el posible acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y el escándalo por lo que muestra el video de la “Gestapo” que involucra a la ex gobernadora porteña, perdón bonaerense, María Eugenia Vidal (MEV).

La cuestión del Covid ha ganado, otra vez, una centralidad que nadie deseaba a estas alturas. Con alrededor del 80% de la población con esquema de vacunación completa (la envidia de no pocos países), y más allá de algunas estrategias comunicacionales erradas (como el concepto de plantear que nos empezábamos a dirigir hacia un escenario endémico, antes que pandémico), lo que paralelamente muestra cotidianamente el altísimo amesetamiento de casos, es el beneficio innegable de las vacunas que se desarrollaron a escala mundial.

Las autoridades gubernamentales (en sus tres niveles) apostaron a la vacunación como instrumento que permitiría una vuelta a cierta normalidad que se había perdido. Mientras estallan contagios a diestra y siniestra, nótese que la fortaleza de esa estrategia es lo que de alguna manera impuso cierto espíritu de que lo peor ya había pasado. Con un porcentaje de fallecidos diez veces menor que en la ola anterior (0,17% contra 2% de los casos confirmados), la coincidencia de las cepas Delta y Ómicron, conviven con una sociedad que parece dispuesta a pagar el costo que supone la masividad de contagios.

Mar Del Plata - Enero 2022 - Foto: Pablo Funes | @dronmardelplata
Mar Del Plata - Enero 2022 - Foto: Pablo Funes | @dronmardelplata

Atravesamos una temporada turística con niveles altísimos de ocupación hotelera. Más allá de los vaivenes del dólar y de las limitaciones para vacacionar en el exterior, todos los destinos nacionales, los tops y los no tanto, muestran una masividad pocas veces vista. Venimos de unas fiestas de fin de año con buenos niveles de venta y de recuperación económica que se distinguen, con un saldo a favor, de lo sucedido en 2019 y 2020.

Por todo ello es que ha desaparecido de la gran escena de la política nacional, la discusión sobre la responsabilidad gubernamental de la pandemia. Si todo el 2020 y buena parte del 2021 estuvieron signados por las diferencias de qué debía hacerse con las restricciones o no a la movilidad social, en este 2022, esas diferencias brillan por su ausencia. Más allá de la estupidez que supone la desproporcionada difusión que tienen los movimientos antivacunas en la Argentina, promovidas por un conjunto de medios que en algunos casos tienen los intereses cruzados a tal punto que, a la vez que sus dueños poseen acciones en prepagas y laboratorios, pagan enormes salarios a portavoces de la no vacunación; lo real y concreto es que la mirada ya no se pone sobre los dimes y diretes de los gobiernos.

Al igual que sucede con la obligatoriedad en niños y adolescentes, hemos naturalizado el proceso vacunatorio, sin tener del todo en cuenta lo que está ocurriendo en otras partes del globo. Punto para los gobiernos. Pero es indudable que eso que es virtud no alcanza, necesariamente, a transformarse en una demanda cumplida que les aporten beneficios políticos a los oficialismos.

Algo parecido le sucede a la administración de Alberto Fernández en su búsqueda de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. A lo largo del 2021, el gobierno puede mostrar unas cuantas variables con mejora notable en la macroeconomía: baja del desempleo, incremento sostenido de la actividad industrial, crecimiento anual del PBI que puede ser histórico y una reducción, no menor, del déficit. A la vez, el dólar con el supuesto atraso de la cotización oficial y la brecha con el paralelo, no dejan de ser un problema que ocupa una centralidad que para cualquier extranjero recién llegado y que no conozca a fondo la idiosincrasia argentina, le parecería un exceso.

Esos buenos números son, de alguna manera, lo que fortalece al gobierno en una negociación llena de obstáculos, y es lo que le permite suponer al FMI, con sus recetas de siempre, que el país tiene margen para un ajuste que solo cierto romanticismo liberal puede suponer como viable.

Hubo hasta ahora una doble situación que resulta evidente. Por un lado, un optimismo previo en los negociadores argentinos que venían planteando una supuesta comprensión del organismo, que no se ha reflejado en ninguna medida y que el acuerdo podía alcanzarse antes de fin de año.

Y, por otro lado, los negociadores internacionales que se imaginan inocentes del descalabro de la economía macrista. Más allá de las revisiones de lo hecho en 2018, de las declaraciones oficiales, la insistencia en la propuesta de un ajuste sobre determinadas áreas de la economía refleja, mas temprano que tarde, que ciertos corsets ideológicos son más fuertes que algunos arrepentimientos y lábiles autocríticas.

En esta semana que pasó, el gobierno argentino se esforzó por demostrar que el acuerdo ya no aplica en las oficinas del organismo, sino en la zona de Avenida Pensylvania al 1600, en Washington DC, sede de la Casa Blanca. Según lo que dejaron trascender las voces cercanas al Ministro de Relaciones Exteriores Santiago Cafiero, la reunión con Antony Blinken, Secretario de Estado de la administración que conduce Joe Biden, habría sido positiva. Veremos como se traduce ese buen clima en medidas que potencien un arreglo. Cada vez resulta más evidente que los técnicos tienen sus propios límites.

Y si hablamos de inocencia, arrepentimiento y autocríticas no deja de llamar la atención lo sucedido con la “Gestapo” de María Eugenia Vidal y asociados. Recordemos el caso: funcionarios vidalistas se reunieron con empresarios y espías de la Agencia Federal de Inteligencia en la sede capitalina del Banco Provincia para armar causas en contra de sindicalistas, más concretamente, Juan Pablo “Pata” Medina.

De lo que se desprende en el video, estamos ante una red de espionaje que demuestra, cuanto menos cuatro cosas: a) que nada de ello podía hacerse sin un guiño del Poder Judicial, b) que el Lawfare, otra vez, existió, c) que el gobierno de la ex gobernadora es responsable legal y político de lo que allí sucedía y d) que las propias autoridades bonaerenses eran espiadas por el organismo de inteligencia que conducían Gustavo Arribas y Silvia Madjalani con la anuencia, nuevamente, de un tal Mauricio Macri.

María Eugenia Vidal había intentado construir una carrera política donde aparecía como una “distinta”. Con un tono más parecido al de una maestra de nivel inicial antes que al de una dirigente que gobernaba un Estado en sí mismo como lo es la provincia de Buenos Aires, a su alrededor se intentó mostrar un aura de ciudadana comprometida que daba todo de sí, en virtud de que porteños y bonaerenses vivieran mejor: fue candidata (y ganó) en una jurisdicción donde no había descollado y construyó un relato donde supuestamente enfrentaba a mafias que la habrían llevado a vivir en un cuartel militar junto a su familia.

Pésima administradora, el resultado no pudo ser peor. Más allá de no desmontar una sola red de las que mantienen con vivitos y coleando a los mafiosos que viven en zonas exclusivas, que tienen doble vida y acceso al verdadero poder, en octubre de 2019 los bonaerenses le notificaron, haciéndole perder nada más y nada menos que 400.000 votos entre una elección ejecutiva y otra.

Hasta aquí las explicaciones de su acción gubernamental habían oscilado, de manera cómplice, entre el “no supo, no pudo, no la dejaron”. Subyace en esas justificaciones que no son nuevas en la Argentina (buena parte del radicalismo explica sus crisis gubernamentales terminales desde esa triada), una desvalorización del ciudadano en tanto persona que comprende los hechos políticos de su comunidad. Nada más alejado de la realidad. Ningún dirigente que se precie puede argumentar que “no lo dejan”. Si se enfrentan mafias, la lucha es descarnada y desigual. Tal vez y sólo tal vez, la vuelta a los cines que se anuncia para el mes de febrero para esa obra de arte llamada “El padrino”, pueda darles mayores datos a sus “voceros”, del verdadero poder de algunos delincuentes.

Las formas discursivas de MEV mostraban una candidez que no era tal. Y el delito cometido por sus funcionarios en el mismo edificio donde ella tenía sus oficinas, confirman que la inocencia vale para los 28 de diciembre, pero no para explicar cómo sucedieron las cosas en ciertas instancias del poder.

A partir de que el caso se hizo público, si algún desprevenido pretendía insistir sobre ese perfil vidalista ya no le alcanzará para conocer la realidad. Además, su respuesta, tres semanas después pareció tardía, errónea y condicionada políticamente. Al insistir sobre la idea del cuentapropismo afista, donde la conducción política de la central de inteligencia no habría sabido nada al respecto; da la peor explicación para la lógica del día a día de un dirigente político: que sus subalternos hacen cualquier cosa sin la más mínima conducción.

Quedan dos aseveraciones finales. La primera es que la explicación de que el video es ilegal porque no había orden de ningún juez que lo habilitara, podrá servir para el derrotero judicial, pero no para la justificación de cierta inocencia política. Y la segunda, que cualquier sueño político de MEV en el mediano plazo y que suponga el cruce de la General Paz, aparece vedado. Nada malo para sus potenciales adversarios en la interna del PRO primero y de Juntos por el Cambio después.

En la hermosa voz de Ivonne Guzmán, vocalista de la Delio Valdez, nos enteramos de la pretendida inocencia de un amor, que vive a contramano de lo que la otra parte pretende. En ese devenir, se reconoce más fuerte para no vivir de penurias e ilusiones que la alimenten. Algo parecido podríamos aplicar los argentinos: la historia de un organismo internacional de crédito que no ha cambiado un ápice y la ilusión frustrada del período 2015 – 2019, tal vez podrían mostrarnos el camino.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez(*)) Opinión Sun, 23 Jan 2022 12:50:15 -0300
Diario de Viaje II https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6571-diario-de-viaje-ii https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6571-diario-de-viaje-ii Río Correntoso

Me contradigo cuando pienso.
El tiempo no me mueve,
yo me muevo con el tiempo.
Soy, las ganas de vivir,
las ganas de cruzar,
las ganas de conocer,
lo que hay después del mar.

Calle 13

La segunda etapa del viaje comienza un martes, a las 9 de la mañana. A poco de dejar el Alto Valle, y habiendo cruzado hacia Neuquén, la Ruta de la Circunvalación sorprende por su excelente estado, por su extensión y por la aridez que la rodea. Se conecta rápidamente por la 22, que lleva a Zapala, antiguo paso obligado hacia Bariloche, y finalmente desemboca en la 237, que con sus 360kms. de extensión nos muestra un típico paisaje patagónico.

Con el correr de los kilómetros nos encontramos con la Central Hidroeléctrica de El Chocón, que en lengua mapuche significa “hombre aterido de frío o empapado de agua,”, y que resulta alimentada por el río Limay. El espejo de agua se ve a la izquierda, a lo lejos e increíblemente azul. La obra, construida sobre la década del 70’ aporta, según datos oficiales, unos 1200 Mw para el consumo energético del país. Tiene su propio poblado, Villa El Chocón, y que es el resultado de esta monumental obra de ingeniería.

Dos cosas no dejan de llamar la atención sobre la ruta. La existencia, allí también, de un country privado, donde sobresalen varios verdes en el medio los beiges y marrones dominantes; y unos carteles de una altura importante, mordidos en sus ángulos superiores y que nos avisan que esa, es tierra de dinosaurios. El aviso no es casual: desde hace unos cuantos años, en esta región de la Patagonia se han descubierto restos de dinosaurios, más unas siete especies, todas herbívoras y que le da una impronta significativa al lugar.

Unas decenas de kilómetros más adelante aparecerá Piedra del Águila con sus significativos cerros, para llegar posteriormente a la región de Collon Curá, donde sus elevaciones, curvas y contracurvas permiten divisar los primeros cerros nevados. Al bajar hacia el puente de Collar de Piedra, a los viajeros los sorprende un viento arremolinado que oculta el cielo límpido y que, de alguna manera es el preanuncio de un clima, supone el conductor, lluvioso.

A 30 kilómetros de San Carlos de Bariloche, aparece la mítica ruta 40. Giro a la derecha, y a poco de andar, con enormes montañas a la izquierda, el agua nieve sorprende a los santafesinos que hace años esperan una nevada en su región y que se anuncia todos los inviernos. La aridez de Neuquén ha quedado atrás y lentamente comenzamos a notar la variedad de tonalidades que ofrece la cercanía andina. De a poco el cielo comienza a abrirse y se llega, a comienzos de la tarde, a Villa La Angostura, (primera parada de tres días) con un sol que lucha y triunfa sobre los grises nubarrones. Hospedados frente a Bahía Manzano, el paisaje sureño no puede resultar más bello. La postal quedará grabada a fuego y en alguna imagen que sirva de fondo de escritorio.

Bahía Manzano
Bahía Manzano

El centro comercial del poblado tiene unas pocas cuadras, más precisamente, cuatro. La combinación de piedra y madera prevalece, al igual que sus veredas techadas que, según cuentan los lugareños, tiene como sentido poder pasear pese a la nieve.

Varias cosas sorprenden de Villa La Angostura. Desde la belleza que se impone en todo el trayecto en que la ruta 40 la atraviesa, pasando por la posibilidad de encontrar distintas postales a cada paso. Los cerros nevados allí nomás o el mismísimo puerto de Angostura sorprenden por su belleza perfecta. Montañas, agua y el verde a cada golpe de vista llenan el alma.

Pero también sorprenden, gratamente, algunas prácticas sociales. Apenas uno desanda la zona más urbanizada y se arrima a la calzada con el fin de “cruzar la calle”, imprevistamente, un conductor detiene su vehículo cediendo el paso al peatón. Qué bueno, piensa el viajero: alguien atento, desde la comodidad y el poder que supuestamente da un volante. Supone la situación como parte de una casualidad. Pero al rato entenderá que se trata de una causalidad, donde a cada esquina los vehículos, sin importar marca, modelos y tamaños, ofrecen el paso con muchísima naturalidad. La inexistencia de semáforos completa el cuadro y uno comprende, por fin, que es falso de falsedad absoluta que, en la Argentina, ciertas conductas no existan. Tal vez no haga falta irse a la culta, refinada y milenaria Europa, para reconocer ciertas formas de empatía.

Al día siguiente aparece el primer desafío: llegar a la Cascada Ñivinco, sobre la Ruta de los Siete Lagos camino a San Martín de los Andes. La excursión presenta una pequeña trampa ya que en el sentido de la ida no aparece ninguna señalización que indique el lugar. Va un dato insoslayable: a unos 13kms del cruce con la Ruta 65 que lleva a Villa Traful, aparece un solar donde siempre se encuentras vehículos estacionados del lago izquierdo. Ese es el ingreso.

Cascada Ñivinco
Cascada Ñivinco

Iniciamos el recorrido, (con zapatillas viejas de repuesto) y a poco de andar, uno se encuentra con un pequeño arroyo de aguas cristalinas (y frías) al cual hay que atravesar si o sí, mojándose los pies y pisando el fondo de piedras de distintos tamaños que el tiempo y el agua han sabido modelar. El camino señalizado claramente se angosta, y luego de una entretenida caminata entre claros del bosque, desde donde se aprecian diversos picos nevados, se llega a una cascada de unos 20 metros que impacta. La experiencia de otros recorridos, nos había enseñado que tal vez almorzar en el lugar, llevando una pequeña vianda, podía resultar una buena idea. No nos equivocamos. El entorno seduce y el arrullo del agua invita a una ensoñación que repara.

A la vuelta, y en plena tarde, el río Correntoso nos tienta con sus paisajes imponentes. Remera, short, los pies en la playa de piedras pequeñas y mate. El tiempo, piensa el viajero, debería detenerse aquí y ahora. Pero, para no mal acostumbrarse, reaparece la señal en el teléfono, y con ello, algunos mensajes inoportunos que nos recuerdan que tenemos un trabajo (o varios) que nos permitieron llegar hasta allí. Es tal la paz, que uno atiende. Y nada lo altera.

El segundo desafío se presenta en el último día de recorrido por la Villa: el Parque Nacional Los Arrayanes. Si bien, desde el puerto de La Angostura, salen catamaranes por la “módica” suma de $2500 y que nos invitan a navegar por el Nahuel Huapi para llegar a la zona de la “famosa” Casita de Té, enclavada en el corazón del monte de donde prevalece esa hermosa especie; existe la alternativa terrestre de recorrer el Itsmo de Quetrihué, en una caminata de 12 kms. que, según indican los empleados del parque, puede realizarse en unas tres horas.

Aceptamos el desafío, advertidos de que el primer kilómetro resulta dificultoso ya que se presenta definitivamente empinado. Confirmamos los dichos, y se hace pertinente parar en varias ocasiones para reponer aire y piernas. Alcanzados los 1200 metros del recorrido, un par de carteles señalan los miradores de Bahía Mansa y Bahía Brava. Elegimos el primero, y allí comprendemos que todo ese esfuerzo de los últimos 15 minutos ha valido la pena. La imagen, identitaria de Villa La Angostura muestra la sofisticación del Resort Bahía Manzano, enclavado en un paraíso rodeado de montañas con picos nevados y las aguas del lago que no se deciden en mostrarnos el verde esmeralda o el celeste del cielo diáfano que nos acompaña.

Bahía Mansa
Bahía Mansa

Los once kilómetros que siguen muestran al bosque en todo su esplendor. Con un sendero que también resulta apto para los ciclistas, prevalecen los cipreses, palos santos, ñires y coihues. Cada tanto algún arrayán nos recuerda el sentido del nombre del parque.  

Llegar al kilómetro 12, donde exactamente aparece la Casita de Té, luego de algo menos de 2 horas y media de caminata, se parece mucho a un pequeño triunfo personal, confirmando que los stends coronarios del escriba, están firmes y en su lugar. La belleza de la playa y su consiguiente puerto justifican cualquier esfuerzo físico que se pueda realizar. Una joven pareja, con acento norteño y bicicletas en mano ofrecen (y piden) sacar las fotos de rigor. Nos cuentan que han hecho el camino de ida en barco y que se predisponen a volver por el sendero montañoso. Uno no puede dejar de asombrarse por la audacia y por darse cuenta, qué lejos quedaron sus años jóvenes.

El infaltable café, frutos secos y agua, acompañan el descanso y la previa del retorno. Será cuestión de adentrarse, otra vez, en la profundidad del bosque, con sus silencios seguidos del canto de algunos pájaros. A esa altura, los caminos aparecen más concurridos, con caminantes que van y vienen y con ciclistas que se animan a la acrobacia de las pendientes. Queda el mirador de Bahía Brava, pero el cansancio hace mella. Bajar esa pendiente de 1000 mts tampoco resulta sencillo ya que los tobillos nos indican que alguna lesión crónica nos acompaña siempre, más allá de los paisajes.

Abajo, satisfechos como niños por el objetivo cumplido es hora de elongar y de reponer fuerzas en algún bar cercano y prepararse para la noche, de aniversarios, despedida de la Villa y cena de rigor. Nos cuentan sobre la necesidad de reservar ya que la masividad del turismo de fin de semana largo ha llegado. Y nos recomiendan un restaurant de comida italiana que también funciona como fábricas de pastas, las cuales se preparan casi artesanalmente, en vivo y en directo.

Aceptamos la recomendación. Y en su sencillez, el lugar parece perfecto. Quien nos atiende, nos cuenta de su cotidianeidad en la vida del lugar. De las enormes expectativas que hay con la próxima temporada y de la decisión de alejarse de su Mar del Plata natal, ya que allí “no se puede crecer”. Y que Villa La Angostura, pese a su invierno y algunas diferencias sociales, le resulta más acogedor que la Perla del Atlántico. Y a partir de allí no se puede dejar de pensar en el hecho de que alguien encuentre su lugar en el mundo a cientos de kilómetros de afectos y querencias.

Es hora de abonar la cuenta e ir pensando en la vuelta al hotel. Aunque la deuda ya está saldada con semejantes paisajes, queda mucho por andar aún. La famosa Ruta de los Siete Lagos nos espera al día siguiente, para llegar, finalmente, a San Martín de los Andes, enclave que nació sin ningún tipo de interés turístico. Pero eso, eso es otra historia. (Continuará).

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez 

♦♦Diario de viaje V
♠Diario de Viaje IV
♦Diario de Viaje III
♥Diario de Viaje 

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Lecturas Recomendadas Thu, 04 Nov 2021 16:17:27 -0300
Diario de Viaje https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6566-diario-de-viaje https://fundamentar.com/articulos/lecturas-recomendadas/item/6566-diario-de-viaje Lago Mari Menuco

Dicen que, viajando,
se fortalece el corazón,
pues andar nuevos caminos,
te hace olvidar el anterior.
Ojalá que eso pronto suceda,
así podrá descansar mi pena,
hasta la próxima vez.

Litto Nebbia

 Para Alicia y Enzo, por la calidez de estos días.

Dicen que el que avisa no es traidor. Así que, estimado lector, querida lectora, pongamos rápidamente las cartas sobre la mesa. Estas líneas de hoy, escritas a mitad de semana, poco tienen que ver con el estilo que cada domingo publicamos en Fundamentar tratando de contar sobre nuestra (pequeña) verdad relativa del mundo de la política argentina. El editor no sabe de feriados, celebraciones o mini vacaciones que puedan incentivar el turismo interno y afirma que debo un artículo desde hace un par de semanas, exigiendo, a como dé lugar, el cumplimiento de la deuda. Y, como ante todo, nos debemos a nuestras obligaciones. Ahí va…

El articulista, bien acompañado, puso rumbo hacia el sur, esperando re descubrir algunas bellezas que había conocido nada más y nada menos que tres décadas atrás. Muy bien asesorado, para saber los caminos que debía desandar y aquellos lugares que debía “conocer sí o sí”, empalmó con la histórica ruta 33 que aún sueña y espera la vieja promesa de que sea convertida en autovía. Algunos movimientos de tierra en terrenos aplanados, pasando Rufino, señalan que hasta no hace mucho tiempo la obra daba sus primeros pasos. Será cuestión de esperar el presupuesto 2022 para saber, efectivamente, si ese viejo anhelo comienza a cumplirse. 

El amanecer trajo consigo la lenta y sostenida aparición de múltiples protagonistas de la vida rural. Uno de ellos, las poderosas pick ups que atraviesan senderos cual taxistas y colectiveros de la gran urbe: avanzan sin detenerse del todo en aquello que lo rodea. La cantidad y la variedad muestran, sin lugar a ninguna duda, porqué los indicadores de ventas de estos vehículos encabezan récords de todo tipo.

A partir del ingreso a la provincia de Buenos Aires, el camino se vuelve más inestable. Pozos, emparches y remiendos demuestran lo justificado del enojo de los lugareños por el estado de la calzada. Algo más de cien kilómetros separan la última ciudad santafesina de General Villegas, paso supuestamente intermedio hasta Trenque Lauquen. Pero al conductor lo preocupa que la cosa empeore y dobla hacia su derecha tratando de encontrar alivio en la ruta provincial 70 que será continuada por la 4 de La Pampa. Parará en el límite de ingreso a esa provincia, sacará algunas fotos en el cartel de bienvenida, enviará fotos de recuerdos a algunos amigos y seguirá viaje.

Rápidamente se sorprenderá por los verdes pampeanos (que poco tienen que envidiarles a los entrerrianos), por la belleza coqueta de General Pico y por el muy buen estado de los caminos. La ruta nacional N° 35 se presenta como la antítesis de la fallida 33. Renovada casi totalmente, con obreros trabajando en su banquina en la señalización vertical, ofrece colores variados y un movimiento incesante cuando uno llega a Santa Rosa. A pocos kilómetros, las cuchillas y la particular belleza de la Laguna Luro que queda partida por el camino, ofrecen el paradigmático caso de que a la derecha el agua se muestra de un tono más verdoso, mientras que, a la izquierda, el espejo de agua aparece más azulado. En ese desandar, con rutas impecables, el Estado parece presente. 

Río Limay
Río Limay

No hace falta decir que la gran incógnita es la famosa Ruta del Desierto que le da nombre a la 20. Simbólica por donde se la mire, el desierto se hace presente en 198 kms que nos recuerdan nuestra pequeñez e insignificancia. Dos datos llaman la atención de los viajeros: los originales carteles que incentivan al descanso, émulos de las placas de Crónica Tv y las áreas habilitadas con agua y sombra que pueden servir como aliciente en el camino. Sábado a la tarde y la cosa no está muy concurrida. Sólo 10 curvas y algunas lomadas rompen con la rutinaria calzada. La llegada al Cruce del Desierto, perpendicular con la ruta 151 y la estación de servicio del lugar, asoman como un bálsamo en el medio de la nada. Literal. 

Descanso, baño. estirada de piernas y a seguir. A pocos kilómetros nos cruzamos con el Río Colorado que bien justificado tiene su nombre, accidente geográfico que divide La Pampa de Río Negro y unos pocos kilómetros más allá surge, en todo su esplendor, la imagen patagónica de bardas y rutas que se pierden entre subidas y bajadas. 

En esa etapa, poco hay que envidiarle al desierto pampeano hasta que el Alto Valle comienza a dar señales de vida. Las alamedas, como estoicas cuidadoras de perales y manzanares, comienzan a convertirse en protagonistas, inundando de verde el paisaje con un sol que acompaña y entibia. 

El primer destino es alcanzado, y entre saludos y abrazos que el Covid nos negó, empezamos a valorar la belleza de una zona que supo construirse a fuerza de inteligencia y de obras de ingeniería que aún perduran y le dan vitalidad al lugar. Alguna vez, algunos miserables, definieron a la región como inviable, pero algunas luchas y muchas convicciones permitieron romper con un destino que parecía definitivo. 

Dique Ing. Ballester
Dique Ing. Ballester

Agua y petróleo definen a la región. El Dique Ingeniero Ballester, en la localidad de Barda del Medio, construido hace más de 100 años, impacta por su simpleza, pero también por su obra de herrería que sostiene al puente que cruza al río Neuquén y, además, justifica las compuertas que permiten elevar el nivel para alimentar canales de riego y acequias que terminarán en las pequeñas chacras para la producción de frutas que son la razón de ser productiva de la zona.

El oro negro da señales de tensionar la región. Vaca Muerta, la gran apuesta energética del país, para consumo interno, pero fundamentalmente para la exportación y el consiguiente ingreso de dólares, no representa, tal vez, esa mirada idílica que tenemos a la distancia. Más allá de los cuestionamientos ambientales al tipo de producción (fracking) que permite extraer petróleo y gas no convencionales, a poco de charlar con pobladores y recorrer la zona surgen algunas paradojas dignas de mención.

La primera refiere a las diferencias sociales que supone una sociedad con niveles de ingresos tan variados hacia su interior. Un petrolero puede ganar hasta cuatro o cinco veces más que cualquier trabajador medianamente calificado y eso, a la hora de la discusión de bienes y servicios en el mercado, complica la realidad de la mayoría.

La segunda supone el contraste de algunos paisajes. Basta recorrer la autovía 51, a unos 40kms de Vaca Muerta, para encontrar enormes pozos petrolíferos en paisajes desérticos que le ponen color al asunto. 

Uno entra en un camino insignificante, perpendicular a la ruta, como dirigiéndose a la estructura de hierro que señala al pozo, con toda la parafernalia que la rodea y a unos 200 mts. del mismo, doblando a la izquierda se alcanza a percibir un azulado y enorme lago que no deja de confundirnos en el espacio que habitamos. Mari Menuco lo han denominado, y se trata de un lago artificial de 77 kms cuadrados, embalsado en la década del '70, con aguas del río Neuquén, que sirve de conexión a la central hidroeléctrica Planicie Banderita y que los neuquinos han decidido convertirlo en una zona de playa y esparcimiento veraniego. Uno mira la extensión y no puede dejar de sorprenderse de semejante obra de ingeniería de hace apenas, cuarenta años. El agua y el petróleo como síntesis de una región. El agua y el petróleo conviviendo a pocos metros entre el poderío económico y el disfrute ambiental de la gente del lugar. 

Lago Mari Menuco
Lago Mari Menuco

Neuquén no deja de sorprender por su pujanza y su ritmo de gran ciudad. Sus negocios, sus parques y avenidas parecen señalarnos un territorio digno de visitar y de tratar de apreciar ya no como turistas, sino como visitantes. El río Limay sobre el Paseo de la Costa motiva con su belleza imponente de playas de piedras y recodos del camino. La tarde cae, un café se apura en un coqueto bar céntrico y la ruta se transforma en un torbellino que, según cuentan nuestros anfitriones, resulta permanente. 

La noche llega. El vino apura celebraciones atrasadas. Las convicciones del viajero parecen reforzarse con los sueños, las alegrías y los dolores de quienes nos cobijaron durante tres días. Hay que prepararse. Al día siguiente, la belleza andina nos espera, seductora, como a tantos que han celebrado conocerla y apreciarla, para finalmente venerarla. Volvimos. Volveremos. (Continuará).

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez 

♦♦Diario de viaje V
♠Diario de Viaje IV
♦Diario de Viaje III
♣Diario de Viaje II 

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Lecturas Recomendadas Fri, 22 Oct 2021 11:15:47 -0300