Martes, 02 Junio 2015 16:26

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El próximo miércoles 3 junio se convoca a marchar en el Congreso nacional y en más de 70 ciudades para reclamar justicia para aquellas mujeres que hayan sobrevivido a la violencia de género como por parte de familiares que perdieron a sus mujeres amadas, víctimas de feminicidios.

El feminicidio se refiere al asesinato de mujeres por parte de hombres que las matan por el hecho de ser mujeres. Son asesinatos motivados por la misoginia, porque implican el desprecio y el odio hacia las mujeres; y por el sexismo, porque los varones que las asesinan sienten que son superiores a las mujeres y que tienen el derecho de terminar con sus vidas; o por la suposición de propiedad sobre las mismas. El feminicidio entra en una de las tantas esferas de violencia que sufren las mujeres en nuestra sociedad.

Si bien es mucho menos violento, las mujeres también sufren el trato desigual por razones de género en el mercado laboral a pesar de los grandes avances que se ha tenido en esta materia. Considerando la importancia de la marcha del próximo miércoles, creemos que es necesario que queden expuestos la mayor cantidad de actos de violencia de género que sufren nuestras madres, esposas, hijas, tías y amigas para tomar mayor conciencia de la problemática de una forma más global. A continuación se expondrán algunas de las tantas situaciones que enfrentan las mujeres en el ámbito laboral.

La incorporación de las mujeres al mercado de trabajo ha aumentado considerablemente en las últimas décadas y su presencia tiende a ser cada vez más permanente, ya sea por decisión personal o por resultado de presiones económicas. Sin embargo, lo que a simple vista puede interpretarse como una mejora en el acceso y la igualdad del derecho al trabajo todavía hay muchas desigualdades y estereotipos muy latentes que condicionan lo que hacen o deben hacer las mujeres y los hombres. Repasemos a continuación algunas de las desigualdades presentes en el mercado laboral.

De las mujeres que trabajan en el servicio doméstico, el 38 % ocupa la posición de jefa en el hogar, siendo 303 mil los hogares que tienen como ingreso principal el sueldo de empleadas domésticas.

Hoy en día el empleo femenino es mayor que años anteriores. Esto se puede medir a través de la tasa de empleo, que es la cantidad de mujeres que trabaja sobre el total de la población femenina. La tasa de empleo para las mujeres pasó de 25,3 % en 1990 a 27,6% en 2001 y hoy se encuentra en 44%. Pero la diferencia con la tasa de empleo de los hombres es más que importante. De los varones en edad de trabajar, casi el 70% lo hace. Esto muestra todavía el claro rol productivo y reproductivo que todavía se da en la sociedad a cada género.

No obstante, a pesar de este aumento de la participación femenina en el mercado laboral, la inserción no se produce en un marco de igualdad de condiciones con los varones, ya que las mujeres se insertan con ciertas desventajas que dificultan su acceso y permanencia.

El desempleo para 2014 fue de 6,4% pero si lo observamos por sexo vemos que para los hombres (6,2%) es menor que para las mujeres (7,9%), lo cual refleja que para estas últimas es más difícil conseguir trabajo. Lo contrario ocurre con la informalidad, la cual afecta más a las mujeres que a los hombres.

Además las mujeres que deban o deseen trabajar no pueden dejar de lado sus obligaciones en el hogar. Esto les provoca conflictos tanto personales como profesionales por los esfuerzos extra que esto demanda, incidiendo negativamente en la disponibilidad para el trabajo o para la formación profesional.
Según los resultados preliminares de la encuesta sobre trabajo no remunerativo y uso del tiempo del INDEC para el 3er trimestre del 2013, el 74,4% de la población mayor a 18 años realiza trabajo doméstico no remunerado (quehaceres domésticos, apoyo escolar y trabajos de cuidado). En todas estas actividades, tanto en participación como en intensidad del trabajo doméstico, se observa un claro predominio femenino.

Las mujeres dedican en promedio 3 horas diarias más que los hombres en estas actividades. Esta desigual distribución por sexo evidencia la persistencia de modelos culturales y estereotipos de género. Las mujeres que acceden al mercado de trabajo no lo hacen en igualdad de condiciones que los varones. Las responsabilidades familiares y actividades domésticas propias del trabajo reproductivo determinan y condicionan esta inserción laboral.

El concepto de “trabajo” se asocia a una actividad remunerada realizada fuera del hogar, en contraposición con las actividades domésticas no remuneradas que han quedado desvalorizadas y relegadas a un plano inferior. Las desigualdades se explican en parte por la discriminación que realizan las empresas en base a estereotipos de género al momento de la contratación. Así se construyen mitos, sin correlato empírico, tales como los que asocian a las mujeres con un mayor costo laboral por las licencias por maternidad, mayor ausentismo vinculado con el cuidado de los hijos o familiares o menor flexibilidad para cambiar turnos. No obstante, muchas desigualdades preexisten al momento de la inserción laboral ya que se originan en otros espacios de la vida social.

La estereotipación termina impactando en los tipos de trabajos que la mayoría de las mujeres consigue, las ocupaciones que se definen como típicamente femeninas en términos culturales. Las mujeres trabajan, fundamentalmente como maestras y profesoras, enfermeras, secretarias, dactilógrafas, empleadas de oficina y vendedoras de comercio, peluqueras y afines. En la industria, por ejemplo, sólo el 18,7% son empleadas mujeres.

Quizás uno de los trabajados más representativos de las mujeres sea el de ama de casa. Más del 90% de los trabajadores de este rubro son mujeres. Lamentablemente, 8 de cada 10 trabajadoras de servicios domésticos se encuentra en situación informal, más de 945.000 trabajadoras. Además, de las mujeres que trabajan en el servicio doméstico, el 38 % ocupa la posición de jefa en el hogar, siendo 303 mil los hogares que tienen como ingreso principal el sueldo de empleadas domésticas.

Las mujeres no tienen un fácil acceso a los puestos de mayor jerarquía, lo cual implica trabajos peor remunerados y más inestables. Refleja una la dificultad de las mujeres de acceder a puestos jerárquicos y de mayor responsabilidad y remuneración. Aún en los casos que las mujeres acceden a puestos jerárquicos, en general son gerencias con menores remuneraciones como por ejemplo Administración, Recursos Humanos, a diferencia de los hombres que suelen ocupar las gerencias Financieras, de Ventas y Productivas, mejor remuneradas.

Otra de las discriminaciones que sufren las mujeres es la diferencia salarial. El ingreso percibido por las mujeres durante su vida activa, es inferior al de los hombres, en promedio, alrededor de un 30 % menos. Esto se explica porque las mujeres están concentradas en los grupos de ingresos bajos y medios mientras que los varones se concentran principalmente en los grupos de ingresos medios y altos. La diferencia se refleja en que las mujeres llegan a ganar el promedio $ 1.200 por mes menos que los hombres sólo por la condición de género. Para colmo, a la hora de defender sus derechos ante las patronales, las mujeres se ven poco representadas. Las mujeres tienen escasa participación y representación sindical.

Veamos a continuación algunos datos interesantes que se extraen de 2 encuestas. En la primera de ellas, según el sitio Trabajando.com, en base al relevamiento con 2.295 mujeres, el 75% de ellas cree que en Argentina hay discriminación laboral por razones de género. Además, el 56% de las mujeres encuestadas ha sufrido discriminación en el trabajo. Y pese a que las mujeres son protagonistas indiscutidas del mercado laboral actual, el 50% de las trabajadoras argentinas no se siente igual de valoradas que sus colegas hombres.

Otras de las encuestas sobre la temática fue la realizada por el Programa de Estudios de Opinión Pública de la Universidad Abierta Interamericana sobre un total de 600 porteñas trabajadores. Según los resultados, 44,6% de las consultadas sufrió acoso sexual y un 34,8 % fue humillada o despreciada en su trabajo. El 53,2% de las mujeres de bajo nivel socioeconómico sintió sus derechos vulnerados, mientras que el 27,1% de las mujeres con mayor poder económico contestaron de la misma forma. “La diferencia de 25 puntos entre los dos extremos nos lleva a pensar que nuevamente la falta de recursos resulta determinante, colocando a las mujeres en una posición de mayor vulnerabilidad ante situaciones de discriminación”, señala el reporte.

El 68,2 % de las mujeres encuestadas considera que tener hijos/as resulta un impedimento a la hora de conseguir empleo. A dos de cada diez le reprocharon, en la cara y con panza, un embarazo.

La belleza también es una condición exigida a las mujeres. Siete de cada diez mujeres consideran que se les exige tener una mejor apariencia física que a los varones en el ámbito laboral.

El 76 por ciento de las porteñas piensa que los hombres tienen más posibilidades que las mujeres para ascender a cargos de mayor jerarquía. No es una idea o una percepción: al 23,4 por ciento le impidieron ascender a un cargo más alto por ser mujeres.

La realización como madre y formar una familia también es un condicionante para las mujeres. El 68,2 % de las mujeres encuestadas considera que tener hijos/as resulta un impedimento a la hora de conseguir empleo. A dos de cada diez le reprocharon, en la cara y con panza, un embarazo. Mientras que a un 16,2 por ciento no le mantuvieron su puesto después de volver de una licencia por maternidad.

La descripción en las líneas anteriores sobre algunas de las tantas discriminaciones que sufren las mujeres en el mercado laboral sirve para mostrar que a pesar de los grandes avances que se ha tenido respecto a la igualación de derechos y condiciones entre las mujeres y los hombres, hay factores culturales, sociales y estereotipos construidos que no permiten un igual trato de género. Por eso, tener esta situación presente y luchar para que no se reproduzcan es una obligación de todos. Nos vemos todos en la Plaza del Congreso el miércoles a las 17 horas.

 

(*) Licenciado en economía de la Fundación para a Integración Federal

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