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Lunes, 04 Septiembre 2017 16:02

Crónica de una Marcha

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La marcha por Santiago Maldonado cruzando la intersección de San Luis y Corrientes en Rosario La marcha por Santiago Maldonado cruzando la intersección de San Luis y Corrientes en Rosario Infobae

Un artículo distinto. Escrito desde las sensaciones de una marcha también distinta. Clima de época y comparaciones. Masividad juvenil y un intento de re lectura necesaria del tiempo que vivimos.

Viernes de un recién llegado setiembre. Tarde rosarina de sol, húmeda y pesada. Junto a mi compañera tomamos por calle San Lorenzo haciendo lo mismo que hacemos desde hace un poco menos de 20 años. Llegamos a la Plaza San Martín con el recorrido habitual. Con ella bromeamos por los pocos sub 50 que estaban presentes. Ni hablar de los cincuentones y sesentones. Muchísimos jóvenes, como si el encuentro hubiera estado planificado luego del horario de clases. Ni por asomo la cantidad de personas tenía algo que ver con cada 24. Previa de fin de semana, pleno horario laboral aún (me dije), como justificándome (y consolándome) por la “poca” cantidad de gente que habitaba el lugar. Me encontré con algún viejo compañero y amigo y me arrimé a la columna (chiquita) del querido Sindicato de Prensa de Rosario. Horario de cierre de diarios y producción de noticieros, volví a decirme y nos preparamos para marchar detrás de una columna de alguna agrupación estudiantil de izquierda, mientras preparaba el infaltable mate de cada marcha. Salimos por Dorrego en busca de San Luis y la sensación esta vez era distinta. Me puse a pensar, a comparar. Cada 24 pedimos por Memoria, Verdad y Justicia. Decimos presente. También decimos “presentes ahora y siempre”, por cada compañero desaparecido. Es un reclamo que no cesa, que puede ser conjugado en tiempo, también presente. Nos interpela como sociedad. Nos dice qué hacemos por estos días con lo sucedido hace, ya, varias décadas. Nos muestra exigiendo Justicia, hoy. Porque no queremos que se repita, porque no queremos que, NUNCA MAS, pueda creerse siquiera por un instante, que alguien tiene derecho sobre la vida de otro por pensar distinto.

Todo eso está claro. Pero hoy, en 2017, ¿qué nos demuestra el caso de Santiago Maldonado? Hay varias cosas para señalar. La primera y más obvia es que probablemente los mismos que marchamos cada 24, lo hacemos este viernes 1 de setiembre.

Una hora después de comenzar a desandar esta nueva marcha, ya no somos tan pocos. El número de personas movilizadas ha crecido. Como si el fin de la jornada laboral hubiere facilitado las cosas. Por cuestiones familiares nos adelantamos. Superamos columnas. El panorama siempre es más o menos el mismo, jóvenes por doquier. Alcanzamos a quienes encabezan la marcha a la altura de la Catedral. Escucho respetuoso sus consignas como buscando una respuesta que hoy no tengo. El día ya atardecido y el viento ponen el clima de un sentimiento que no entiendo del todo. ¿Nostalgia? No. Seguro que no.

Nos acomodamos a un costado, atrás, como para ver llegar a los marchantes y poder apreciar la totalidad del lugar. En los 24, es un clásico, queda chico. Cada año me pregunto lo mismo: ¿porque no tomar el espacio “abierto” del Monumento para poder demostrar plenamente el peso específico de cada encuentro? Y no hay caso. Esta vez no será la excepción.

A los pocos minutos el Patio Cívico comienza a desbordarse. 18.50hs recibo un mensaje de uno de mis hijos. Está parado sobre la esquina de Pte. Roca y San Luis y me cuenta que aún sigue pasando gente. Lo confirmo. La marcha es masiva. Los medios lo confirmarán al día siguiente, dirán 40 mil personas. Vaya número para una ciudad como Rosario, en un viernes a la tarde que sólo puede permitirse semejante movilización para el hecho cultural que, por excelencia, nos distingue: el fútbol.

La otra cosa que comienzo a responderme, insisto, es que al clima del encuentro lo percibo distinto. Tal vez sea yo. Pero creo que la cosa pasa por otro lado. Por el lado de que somos protagonistas de un reclamo que nos asusta ahora. Hoy. En este presente. Y comienzo a entender en carne propia, aunque sea en una infinitésima parte, cómo era aquel tiempo en que mayoritariamente la sociedad miraba para otro lado. Y empiezo a comprender. Comprendo cuando leo, veo y escucho a medios ocultando, subidos a operaciones de cuerpos encontrados que rápidamente y gracias a la tecnología que en los 70’ no existían, quedan desarmadas. Comprendo cuando veo a ciudadanos preocupados más por negar lo obvio que por exigir la aparición con vida de un hermano. Comprendo cuando se evita el tema, cuando el gobierno aprovecha a los idiotas útiles de siempre (o los servicios, elija ud. señor lector) y pone el eje en los hechos de violencia que encaran unos pocos.

Decidimos volver. El Pasaje Juramento se sigue llenando de de personas de a pie. Insisto, no es el clima de otras marchas, pero los ciudadanos están. Si. Estos mujeres y hombres venidos de todos los barrios de la ciudad, (y mi compañera y yo también), son ciudadanos. Eso nadie nos lo podrá negar. Ponen el cuerpo, batallan, interpelan, piden, sueñan, luchan.

Ya es noche. El viento no es frío pero insiste en acompañar. Tomamos Buenos Aires. Nos volvemos a parar en la esquina. Las columnas siguen avanzando. Alcanzamos Santa Fe. Vamos detrás de cuatro chicas, dos de ellas tomadas de la mano y con la naturalidad de este tiempo, hablan de la cantidad de gente que asistió.

Busco el auto para cumplir con esas obligaciones familiares y regocijarnos, luego, con un poco de teatro que alimente el alma. Seguramente lo disfrutaré. Y será una linda noche. Ojalá, desde donde esté, Santiago haya podido percibir algo del calor de tantos miles de argentinos movilizados. Y ojalá también aparezca. Con vida lo llevaron, con vida lo queremos.

 

(*) Analista político de Fundamentar

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