Pero mirando más acá, en este submundo que representa nuestra región, es preciso observar algunos elementos interesantes; en primer lugar, momentos de reactivación de la conflictividad sociopolítica que están sucediendo en varios países. Conflictividad que meses atrás sólo fue suspendida en virtud de las medidas de aislamiento impuestas, pero que siempre se mantuvo latente.
Esta dimensión incluye también los próximos escenarios electorales y junto con la contienda política, consideraciones del orden de la seguridad; el papel de las Fuerzas de Seguridad y de las Fuerzas Armadas en el marco de un reforzamiento de su rol durante la gestión de la crisis por Coronavirus, a lo que se suman problemáticas bilaterales como la recientemente suscitada entre Argentina y Paraguay por el accionar del Ejército de éste último.
Que la pandemia aumentó la pobreza y el hambre no es novedad. Que trajo consigo la profundización de la desigualdad social y económica tampoco. El problema son las consecuencias aún difíciles de dimensionar, como sucede con la agudización de los conflictos sociales, sea que estos tomen la forma de protestas, de aumento de la polaridad política y la inestabilidad, de la violencia y la inseguridad, o sea que se registren como consecuencia del accionar de las propias fuerzas represivas del Estado.
En donde la conflictividad parte de las críticas hacia la gestión de la pandemia, el trasfondo está marcado por un desmantelamiento de la salud pública que se arrastra desde décadas, pero también por la precarización de las condiciones de vida de la mayoría de la población. Factores como el aumento de desempleo constituyen una gran preocupación, tal como se evidencia en países como Costa Rica, donde un 20% de la población ya es desempleada, indicador que también afecta particularmente a Perú y Chile.
En países como Panamá y El Salvador la gestión de la crisis devino en medidas que perjudicaron a la clase trabajadora, mientras en Honduras y Guatemala a las críticas contra el gobierno, se incorporó la variable de la corrupción en compras de insumos y utilización de presupuestos.
En aquellos países donde la pandemia profundizó la inestabilidad política, las gestiones actuales están viendo socavadas su legitimidad. Sino miremos al presidente de Chile, Sebastián Piñera, quien pese al accionar represivo de sus fuerzas, hace apenas unas semanas tuvo que enfrentarse a nuevas (aunque todavía tímidas) movilizaciones en su contra.
En Perú el Covid-19 también acentuó la crisis del régimen, aun cuando Vizcarra haya logrado zafarse del juicio político exprés derivado de su guerra contra un Congreso con representantes denunciados por corrupción
En Colombia los barbijos acompañan a manifestantes que toman las calles nuevamente. Primero porque los reclamos por la política social y económica de Duque nunca fueron abandonados, y segundo porque la violencia que afecta al país crece exponencialmente. Según datos de la Comisión de la Verdad, entre marzo y septiembre 119 líderes sociales han sido asesinados, con responsabilidades compartidas entre grupos paramilitares, la guerrilla colombiana y la propia Fuerza Pública que tampoco escatima en esfuerzos si de reprimir se trata. Al asesinato de un abogado detenido por las fuerzas policiales le siguieron 10 ejecuciones más durante las protestas iniciadas justamente contra el abuso policial.
En Ecuador, la pandemia también profundizó la oposición a Lenin Moreno, quien según datos de CELAG, alcanza un índice de desaprobación del 84%. Aquí también las protestas de sectores sindicales, organizaciones sociales y estudiantiles ganaron las calles hace una semana, y allí también fueron dispersados por las fuerzas de seguridad.
Escenarios electorales y contienda política
El 18 de octubre es finalmente la fecha de las próximas elecciones en Bolivia, después de que el Tribunal Supremo Electoral postergara la fecha desde el mes de Mayo y luego de varios días de manifestaciones de movimientos sociales y sindicales. Sin Áñez, que bajó su candidatura con el objetivo expreso de evitar que la dispersión de los votos le den el triunfo al MAS, la intención de voto de Arce ronda los 40 puntos según encuestas.
La expectativa también está puesta en el próximo plebiscito chileno del 25 de octubre, cuando 30 años después del fin de la dictadura se someta a votación de la población la posibilidad de poner fin a la constitución pinochetista. Las encuestas que prevén mayoría por el "Si" a una nueva Constitución transmiten esperanzas de que un año después de la explosión de protestas en el país, se alcancen las demandas por mayor democratización.
Más a largo plazo, con el rechazo del Consejo Nacional Electoral a la candidatura de Rafael Correa y la posterior inhabilitación por parte de la Justicia ecuatoriana, el ex presidente queda por fuera de la contienda presidencial del próximo año.
Fuerzas represivas toman protagonismo
El control de la ciudadanía en la crisis sanitaria devino en un mayor protagonismo de las fuerzas policiales y de las FFAA en varios países de la región. Esto se suma al papel ya preponderante que las FFAA tenían antes de la pandemia en países como Brasil, Bolivia, Colombia y el México de AMLO, que fue otorgando cada vez más funciones a la Guardia Nacional.
Policías sublevados por aumentos salariales en Buenos Aires, o policías asesinando ciudadanos peruanos en Lima demuestran este reforzamiento de su rol.
En otro orden de conflictividad, por actuaciones de las fuerzas militares, y en lo que podría ubicarse como un conflicto interno que devino en una controversia bilateral, semanas atrás el Ejército paraguayo asesinó a 2 menores documentadas como argentinas, en una operación que tenía como blanco al grupo guerrillero "Ejército del Pueblo Paraguayo", lo cual derivó en un pedido de esclarecimiento urgente por parte de la Cancillería argentina.
Esto es sólo una breve muestra del panorama regional para ayudar a ponernos en perspectiva, por si en algún momento llegamos a olvidar cuánto explican las dinámicas internacionales los sucesos que nos atraviesan.
(*) Analista internacional de Fundamentar