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Domingo, 08 Agosto 2021 10:33

Balas de plata

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A cara o cruz,
así se gana
o se pierde un amor.

A cara o cruz,
hoy un te quiero,
y mañana un adiós.

José Vélez

Si habitualmente las campañas electorales pueden ser vistas, incluso para quienes solemos prestarles mucha atención por cuestiones profesionales, como formatos aburridos y, a veces, hasta repetitivos, la santafesina del Frente de Todos viene aportando una serie de datos novedosos que, no casualmente, ha ocupado, hasta aquí, la atención de la Matrix de la política nacional. Repasemos.

En términos de campaña, la semana comenzó puntualmente. Los dos espacios que compiten en la interna, hicieron su presentación de listas el día lunes. Las formas no pudieron ser más disímiles. El espacio que lidera Agustín Rossi, eligió la simbología del Monumento Nacional a la Bandera, en un espacio abierto, a plena luz del día, con un sol que entibiaba y con el común de los rosarinos circulando en sus rutinas habituales. Tal como defienden las teorías minimalistas, los estrategas de la campaña del actual ministro de defensa, parecen haber apostado al “menos es más” y con ello trataron de mostrar un perfil estético de campaña, que no es nuevo en el hombre oriundo de Vera en particular, ni en la política argentina en general y que, evidentemente, ha llegado para quedarse. Las características volvieron a repetirse en la presentación en la ciudad de Santa Fe, teniendo como protagonista al viejo Puente Colgante.

Del otro lado, en la lista oficialista, el estilo fue otro. Se eligió a la ciudad de Funes y se apostó al recurso de la tecnología, dada la necesidad de transmitir los mensajes de apoyo que llegaban desde algunos de los despachos oficiales capitalinos a  los candidatos que referencian en la figura de Omar Perotti y que tuvo en la aparición del presidente de la nación, el dato más significativo de la jornada. Pidió debate de ideas y señaló el aprecio personal por el ahora adversario político. Las PASO, con su característica de que las listas plurinominales de la general quedan conformadas de manera conjunta y la necesidad de la unidad política, explican el tono presidencial.

Con el devenir de la semana, la duda que comenzó a instalarse desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, refería a si habría foto que involucrara a la actual vice presidenta y a los candidatos de la lista Celeste y Blanca. Más allá de las dudas, operaciones y apuestas de rigor, el hecho se terminó confirmando relativamente rápido en las oficinas del reabierto Instituto Patria, al que Cristina Fernández de Kirchner volvió luego de las restricciones impuestas por la pandemia.

A no dudarlo, fue la segunda novedad y el dato de la semana, con un mensaje claro y que, de alguna manera, intenta actuar como ordenador de dónde está parado cada uno. Puede inferirse que, si bien el mundillo de la política tenía en claro cómo se habían movido las fichas en las últimas semanas, tal vez el gesto de la actual presidenta del Senado deba entenderse como dirigido a los votantes propios que, por variados motivos, no terminan de digerir el proceso interno que se vive.

Sin pretensión de representatividad, de lo charlado en el “ambiente”, las dudas del kirchnerista santafesino refieren, fundamentalmente, en el perfil del aliado elegido y sobre quién se privilegió esa alianza. Hay un pasado reciente en la figura del actual gobernador de Santa Fe que no convence: voto a favor del pago de la deuda a fondos buitres, aval para el allanamiento del domicilio de la ex presidenta (siendo Senadora), dispuesto por el inefable Claudio Bonadío, acompañamiento de la decisión macrista de nombrar dos jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en comisión, son todos hechos que, el votante K aceptó a regañadientes en la elección de 2019 en nombre de la “unidad en la diversidad”, dado que, entre otras cuestiones no menores, el socialismo gobernante de aquel entonces había coqueteado, y bastante, con la cercanía al mundo de Juntos por el Cambio.

Pero también hay un presente que deja gusto a poco en el día a día de la gestión. Más allá de las virtudes de Billetera Santa Fe y del boleto gratuito; los posicionamientos políticos referidos a la cuestión Vicentín, o la discusión por la presencialidad escolar en el exacto momento que Alberto Fernández sufría una derrota político institucional a manos de Carlos Rosenkrantz y asociados, han generado un malestar que confirma, de alguna manera, las sospechas de 2019 sobre la figura del rafaelino.

La foto en el Instituto Patria demuestra claramente dos situaciones dignas de revisar. La primera es aquel perfil que intentaba mostrar a Perotti como un dirigente independiente del poder porteño. Si el formato “Hacemos Santa Fe” surgió como una referencia que intenta ser un modelo propio y que tiene mucho de parecido con lo que se ha construido en la provincia de Córdoba, rápidamente quedó desarmado con la rauda escapada a Buenos Aires para la foto de rigor. “Fueron al pie” diríamos en el juego de Truco y no queda mucho más por agregar.

El segundo hecho a revisar es el concepto que comenzó a circular en los últimos días de contar con una Cristina pragmática, que no dudó en un acuerdo que dejara afuera a uno de los referentes más respetados del mundillo K. Quien descubra ese perfil como una novedad tiene dos problemas potenciales: o es un recién llegado al país o no tiene la más mínima lectura política de la biografía de la ex presidenta.

Si nos vamos al fondo de los tiempos, la discusión, su resultado final (y el devenir posterior de la vida política de un tal Julio Cobos) por la ya famosa Resolución 125, esconde un ejemplo de pragmatismo: cuando el reclamo de las patronales del campo fue in crescendo, la presidenta de entonces no tuvo ninguna duda en transformar una mera resolución en una ley que modificaba en varios aspectos de la normativa inicial con el fin de lograr la legitimidad política necesaria.

Si nos venimos más cerca en el tiempo, la elección de Alberto Fernández como número uno de la fórmula, su corrimiento al segundo lugar, los acuerdos alcanzados en el marco de la campaña para ganar las elecciones de 2019 y lo que hace a su cotidianidad en el Senado, marcan claramente que el pragmatismo de Cristina no es una actitud de las últimas semanas. Tal vez, lo que debamos aprehender muchos analistas de la realidad política argentina es que el pragmatismo no tiene porqué ser sinónimo de transfugueada que no tiene reparo de ningún tipo.

Ahora bien, la pregunta es, ¿por qué un espacio político que cuenta con los resortes de poder de la administración nacional y provincial, necesita mostrar en el término de cuatro días, y a poco de comenzado la campaña electoral, a las dos máximas figuras del entramado oficialista apoyando a determinados candidatos? Ampliando la duda, ¿porqué se usaron las “balas de plata” que suponen las figuras de Alberto y Cristina en esta coyuntura?

Las respuestas pueden ser tan variadas como análisis planteemos. Pero podemos inferir dos factores, dignos de tener en cuenta. El primero refiere a los números de las encuestas que han trascendido y que, pese a que esos datos siempre deben ser relativizados, vienen a confirmar que, efectivamente, a la hora de la previa del cierre de listas, el dirigente que mejor medía era Agustín Rossi. De las dos encuestas conocidas de manera pública hasta aquí, es él quien prevalece claramente en el proceso interno.   

Pero, además, la cercanía del sector perottista al entramado K, de alguna manera, lo condiciona de cara al futuro. Para el mediano plazo, si el gobernador santafesino se imaginaba como un hombre con perfil propio, que podía seducir a aquellos sectores que miran, no digamos con odio, pero sí con cierto recelo a todo lo que tiene que ver con el kirchnerismo, los movimientos de las dos últimas semanas, han puesto en duda ese imaginario.

Su gran riesgo, además de una derrota, es que una victoria tan vinculada a todo aquello de lo que Perotti ha intentado correrle el cuerpo en su vida política, a la vez que lo potencie le sirva de limitante. Pero además, sin posibilidad de una reelección y sin una figura política de su sector con peso específico propio que le otorgue previsibilidad política post 2023, una derrota interna el 12 de setiembre puede resultar un cimbronazo que complejice el día a día de la gestión, teniendo en cuenta además, que los poderes ejecutivo y legislativo no han tenido la mejor de las relaciones desde el 10 de diciembre de 2019 hasta aquí.

Para el oficialismo, que se encuentra en la disyuntiva de aquellos equipos de futbol poderosos que si le ganan al recientemente ascendido nadie se los reconoce demasiado pero que, si pierde, recibe reproches de todo tipo; tiene varios puntos a su favor. Administra los recursos del Estado en dos niveles y referencia a las máximas figuras políticas desde su lado. Su victoria sería vista como algo natural.

La otra posibilidad, la de un triunfo de Agustín Rossi abre escenarios, por ahora, desconocidos. Tiene en su historia política éxitos y fracasos de todo tipo, pero nadie puede omitir su triunfo electoral de 2017, como su aporte insoslayable al de 2019. De allí las diferencias por el reconocimiento a su espacio en esta coyuntura electoral. Es un hombre respetado y con una estructura territorial nada desdeñable para haber quedado en “el llano”.

Las certezas que sí dejaría una victoria del ex jefe de la bancada K de diputados, tiene que ver con la posibilidad concreta de transformarse en el referente insoslayable del peronismo local para el tiempo que viene, pero a la vez, sería un llamado de atención para un oficialismo que en sus cuadros medios, a nivel nacional, no termina de procesar lo sucedido y se debate entre acatar la buena nueva dispuesta por la “jefa política” y evitar la crítica a un hombre que, con vuelo político propio, ha sido uno de los dirigentes más leales y preclaros que haya podido ofrecer el kirchnerismo a nivel nacional.

Si José Vélez nos contaba que “a cara o cruz, hoy te quiero y mañana un adiós”, era parte de los sentimientos que produce el amor, algún trasnochado podrá pensar que la frase aplica para este tiempo político santafesino. Pero lamento contradecirlo. Nada es para siempre, ya que, en política, antes que las fotos, lo que tiene más valor es el desarrollo de la película. Y en eso, no hay ni actores protagónicos ni de reparto que no hayamos conocido, como actúan. La historia reciente está al alcance de la mano.

(*) Analista político de Fundamentar

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