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Fundamentar - Artículos https://fundamentar.com Wed, 24 Apr 2024 12:34:49 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Cuestión de Actitud https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6414-cuestion-de-actitud https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6414-cuestion-de-actitud Cuestión de Actitud

Es sólo una cuestión de actitud
y no quejarse más del todo, por cierto
es sólo una cuestión de actitud
atreverse a atravesar el desierto
Hay un pozo profundo en la esquina del sol
si caes la vida te muele a palos
tengo rabia que todo se pase y adiós
mis peleas por estar a tu lado
Fito Páez

Existe un sector de la sociedad argentina en general y de la santafesina en particular que cree que todo refiere a una cuestión de actitud. Algo así como que los problemas políticos, económicos y sociales se solucionan con la mera decisión de hacerlo y que no importan los límites que nos impone la propia realidad.

Así las cosas, por ejemplo, el desempleo no se resuelve porque las autoridades no quieren tomar las tres o cuatro medidas elementales que todos sabemos que se deben tomar. No importa determinar si hay personal calificado para cierto tipo de producción, si hay mercado para colocarla o, si la competencia en determinados rubros permitiría la aparición de nuevos actores económicos. Algo parecido sucede con la pandemia del Covid 19: teniendo en cuenta que muchos eligen no ver lo obvio, otros creen que basta con algunos cuidados mínimos o con más inversión pública para la compra de tecnología, dispositivos y recursos humanos. Y finalmente, están los negadores seriales que, al mejor estilo Highlander - El inmortal, creen que a ellos el virus no los condiciona.

La extensión de la pandemia y la respectiva aplicación de las restricciones que todos conocemos, permite plantear que han existido distintos momentos en su desarrollo y, fundamentalmente, en la consideración del fenómeno. Desde el inicio se remarcó las buenas posibilidades (con límites) del sistema de salud rosarino y santafesino, la poca cantidad de casos que durante meses se registraron en la región y la contraposición de lo que sucedía en AMBA, permitía visualizar un escenario diferente que se combinaba, a no dudarlo, con alta dosis de responsabilidad social que servía de manera determinante para tener la situación “controlada”.

Mientras nos preparábamos para el pico, siempre supimos que la mal llamada cuarentena era víctima de su propio éxito. A medida que constatábamos el escaso nivel de contagio de la región se empezó a dar por sentado que lo peor ya había pasado. El conglomerado Buenos Aires tenía una especificidad que el resto del país había logrado evitar, pero de la mano de mucha irresponsabilidad de cierta dirigencia política y parte de la ciudadanía, el escenario cambió. Lo hemos señalado desde siempre: el lógico deterioro de la situación económica de sectores a los cuales no les alcanzaba con la ayuda estatal, combinado con la necesidad política de Juntos por el Cambio de licuar su responsabilidad de la mala gestión que llevó adelante hasta diciembre de 2019, más la inestimable ayuda de lo más concentrado de la corporación mediática, que necesita imperiosamente un gobierno nacional claramente debilitado para imponerle su histórico, inalterable y remanido pliego de condiciones, hizo el resto.

Así, pudimos ver anticuarentenas (políticos y de los otros), terraplanistas de toda laya y pelaje y antivacunas que creen haber encontrado sus quince minutos de fama que alguna vez bien haya descrito el genial Andy Warhol, y que posibilitaron el enrarecimiento de un clima que difiere, y mucho, de lo que sucedía allá por finales de marzo de este año. Aparecieron marchas de todo tipo, concentraciones promovidas desde sectores que creen que sólo basta con la actitud. Y sucedió lo obvio, el incremento de casos de manera exponencial en Rosario y la región. Será cuestión de revisar la situación en profundidad, pero invito a los amigos lectores que revisen tres datos incontrastables: a) cuáles son los grupos etarios que más han crecido en el nivel de contagio, b) desde cuándo se produce la aceleración de los casos en Rosario y c) qué fuerza política o qué sector social tiene más contagiados en el último tiempo.

Se podrá acusar de temeraria la afirmación, pero mientras vemos que un medio de comunicación porteño que jugó abiertamente a deslegitimar la cuarentena tuvo a varias de sus estrellas infectadas (Grupo América), que otros que en Rosario la relativizaban retacearon la información pública de sus trabajadores contagiados, y que, por estas horas, algunos dirigentes de Juntos por el Cambio aparecen pidiendo cautela y cuidado ante la infección propia, podemos arrogarnos una mirada cuestionadora de los juegos que pusieron en práctica algunos de estos protagonistas.

Y así llegamos al último fin de semana en Santa Fe, donde la autoridad provincial determinó el retorno de algunas restricciones que afectan a sectores específicos. La imagen fue clara: el gobernador de la provincia y el intendente de la ciudad más importante anunciaron de manera conjunta lo que nadie quería escuchar. Las críticas no tardaron en aparecer ya que, a diferencia de las ya famosas exposiciones del trío Larreta – Kicillof – Fernández que muestran gráficos, números y tendencias comparativas y que en algunas oportunidades han atendido a la prensa, aquí el método fue otro. Se explicó el contexto, se fundamentaron las razones, pero dejaron que vía redes se conociera el detalle de las nuevas limitaciones. Puede ponderarse una forma u otra, pero en definitiva todo se refiere a una cuestión de gustos.

Lo que sí corresponde marcar en el debe, es el conjunto de medidas que piensan instrumentarse en ambos niveles del Estado para contener el deterioro económico de los próximos catorce días para los sectores alcanzados. Tal vez y solo tal vez, si la comunicación fuera más clara y contundente no existirían tantos resquicios desde donde operar políticamente de aquellos sectores que juegan, decididamente, al deterioro de la imagen de los oficialismos. Si en el medio se cuenta a los muertos de a cientos o miles poco parecería importar.      

Y en el haber, los hombres y mujeres del sur de la provincia deberíamos ponderar que nuestra situación poco ha tenido que ver con lo que ha sucedido en este tiempo en AMBA. Acierta el intendente rosarino cuando afirma que en Santa Fe en general y en Rosario en particular, hemos podido manejarnos con una movilidad que se ha distinguido de otros lugares. No es lo mismo el aislamiento social preventivo y obligatorio que el distanciamiento. Si el poder disfrutar de un paseo o de un encuentro con algún amigo o familiar en un bar, supone un espacio de regocijo personal, no resulta excesivo ponderarlo en su justa medida, aunque ahora parezca que nada de lo realizado alcanza.

El cuidado de papá Estado tiene un límite. El sistema de salud está al borde de la saturación y no es cierto que lo hecho hasta aquí no sirva de nada. Al contrario, ha servido y mucho, para evitar miles de contagios y con ello cientos de muertes, de amigos, familiares, de vecinos. No es sólo una cuestión de actitud. No es sólo creernos que siendo responsables podemos evitar al virus. Algunas afirmaciones de estos días llevan la marca en el orillo de su negación: si los promotores de la libertad y de las no restricciones creen que tomando los recaudos pertinentes alcanza, ¿cómo explican el aumento de los contagios? Si los que se sienten jóvenes y eternos creen en su inmunidad, ¿cuánto tiempo tardarán en entender que sus afectos más cercanos y directos (padres, abuelos, hermanos) comenzarán a sufrir el Covid? No es sólo actitud. Es responsabilidad y empatía por el otro. Una pandemia siempre es una buena oportunidad para terminar de comprenderlo. Quedate en casa.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Tue, 08 Sep 2020 10:54:28 -0300
Callar al silencio https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6401-callar-al-silencio https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6401-callar-al-silencio Callar al silencio

Cantor para cantar si nada dicen tus versos
Ay, ¿Para qué vas a callar al silencio?
Si es el silencio un cantor lleno de duendes en la voz
(Trullenque – Carabajal)

Es necesario pensar la post pandemia. Como un horizonte de esperanza, como un destino deseado. La “normalidad” que conocimos tardará mucho en regresar (si es que lo hace), pero resulta elemental tratar de construir una referencia de futuro. Aunque nos quede lejos en el tiempo. Pero también hay un aquí y ahora que nos exige múltiples complejidades que desentrañar, enormes recorridos que desandar.

La combinación del cronograma electoral argentino más la llegada del Coronavirus al país, marcaron un tiempo distinto para una administración que hoy, sigue resultando relativamente nueva, aunque la luna de miel de la que goza todo gobierno en sus inicios, nos parezca que haya sucedido en otra vida.

Numéricamente, el Frente de Todos ha gobernado el país con más tiempo de pandemia y (su consiguiente cuarentena) que sin ella. Sabido es que lo que inicialmente tuvo un respaldo notable, al punto de que algunos se preguntaban por el destino de la grieta, en pocas semanas mutó a un malestar de una parte minoritaria de la sociedad que era propalada de manera insistente por los medios concentrados de comunicación en una desproporción que abrumaba (y abruma).

Habrá que ver en el futuro si esta gestión de Alberto Fernández no será definida como el gobierno de la pandemia ya que sus consecuencias resultan poco claras de cara al futuro. Es legítimo preguntarse si habrá una “vuelta a la normalidad” o si en realidad, más allá de los vaivenes del descubrimiento de la vacuna, deberemos descifrar cómo será esa normalidad. ¿Nueva? Seguramente. No hacemos ningún alarde de inteligencia si planteamos que el escenario es difuso. 

Otro elemento es claro. Los indicadores económicos han empeorado. Lo hemos dicho reiteradamente en esta columna: el deterioro no es exclusivo de la Argentina ya que la caída del PBI a nivel mundial marca un dato incontrastable, pero lo que marca la especificidad de nuestro país refiere a la crisis que precede a la pandemia y que los argentinos supimos conseguir en el período 2015 – 2019. Acierta el presidente en la chicana de la semana cuando afirma que hemos vivido una pandemia, pero sin virus.

Duele decirlo, pero en un extraño sentido los últimos siete días han sido (lamentablemente) “novedosos”. El crecimiento exponencial de casos de contagio como así de fallecidos, ha mostrado un par de situaciones que merecen distinguirse. 

La primera de ellas es el silencio opositor. Como si el agravamiento de la situación sanitaria obligara a pensar dos veces antes de realizar declaraciones irresponsables, lo concreto que otra vez pudimos entender que, a veces, no tiene sentido “callar al silencio”. Varios dirigentes opositores, opinadores seriales anticuarentena, medios hegemónicos que privilegian “la libertad” ante todas las cosas, han reconfigurado un discurso que muestra dos aristas: la doble cara de Jano que protagonizan y los equivocados que estaban cuando se criticaba de manera furibunda la cuarentena establecida allá por marzo de este año. 

La segunda situación es la necesidad de cambiar la línea comunicacional del Estado (y ya no hablamos de gobierno). Y esto vale para las tres instancias: nacional, provincial y municipal. Teniendo en cuenta que el nivel del relajamiento social ha sido notorio, es hora de re estructurar el discurso oficial. Sea en televisión, radios, diarios y redes. Tal vez el momento indica que es tiempo de segmentar socialmente ciertos mensajes para que sean efectivos. Algunos nuevos spots han comenzado a trascender durante el fin de semana. Era hora. 

https://www.youtube.com/watch?v=RQKPH-zwHJA

La cuarentena light impuesta hace algunas semanas en la región metropolitana de Buenos Aires, si bien no resultó un fracaso absoluto, sí puede decirse que no cumplió los objetivos planteados. La supuesta estrategia del sector tuitero de la oposición ya dejó demostrado donde nos lleva y habrá que ver cómo conviven y se procesan las diferencias de gestión entre la provincia de Buenos Aires y la ciudad. Allí hay una evidente y natural disputa política que debe tenerse en cuenta: lo que se defina en ese escenario impacta directamente en provincias como Santa Fe y Córdoba. En su momento Daniel Gollán, ministro de Salud de la gestión de Axel Kicillof declaró que, “si se abría el AMBA, estallaban Rosario y Córdoba”. A la luz de los datos de la última semana, lo que parecía temerario, debería ser re conceptualizado.

Social, sanitaria, económica y políticamente Argentina atraviesa un momento complejo. En medio de mucho fuego de artificio comunicacional, la gran incógnita es saber que, si los gobiernos decidieran volver atrás en la flexibilización sanitaria, la población brinde, como en el comienzo de la cuarentena, una respuesta acorde. ¿Llegará ese momento? Tal vez con responsabilidad, empatía y solidaridad no resulte imposible. Nada indica que los días por venir no nos resulten cercanamente dolorosos. Pero tal vez, si le damos mayor protagonismo al silencio y cada uno de nosotros se asume socialmente responsable, los días difíciles por venir sean un poco (y sólo un poco) más sencillos de sobrellevar.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Mon, 27 Jul 2020 20:06:23 -0300
Escucharnos entre el ruido https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6383-escucharnos-entre-el-ruido https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6383-escucharnos-entre-el-ruido Escucharnos entre el ruido

El hombre tiene miedo de ver la verdad,
de ver que él era algo que no podía definir..
de ver que al fin su sexo pudo ser o no ser
que no era absoluto, que podía ser la flor...
(“Escúchame entre el ruido". Moris, 1970)

Como pocas veces ha sucedido en el último tiempo, la semana que pasó se llenó de ruido. Tal vez porque alguna comunicación oficial no fue la más acertada, tal vez porque el tiempo de la cuarentena hace mella en diversas personas, tal vez porque ciertos actores creen encontrar un resquicio desde donde socavar la buena imagen presidencial, o tal vez, por una mezcla de cada una de estas razones. Los últimos días de mayo transcurrieron con una multiplicidad de voces que se parecieron más a griterío generalizado, antes que al dinamismo que supone la vida en una sociedad democrática. Tal vez sea hora de empezar a escucharnos entre ese ruido.

Separemos las cosas. En una sociedad que vive en una libertad fundamentada y sostenida desde hace varias décadas, la cuarentena representa un problema en sí mismo. No es ésta una situación exclusiva de nuestro país ni mucho menos, pero dados ciertos comportamientos sociales y culturales, típicos de cierta argentinidad al palo, quedarse encerrados en casa, no se parece en nada a esa vida que deseamos vivir.

No debería tener mucho sentido ahondar en esta columna si la cuarentena provoca o no angustia y de qué tipo, ya que las condiciones materiales de vida, pero así también el carácter individual de cada uno de nosotros, nos predispone de manera diversa ante un fenómeno absolutamente desconocido para el ser humano occidental post moderno. Dicho esto (y pudiendo aceptar algunos espíritus angustiados), lo que sí podría definirse como mayoritariamente común es la sensación de preocupación e incertidumbre que nos abarca a todos. Por si hemos perdido algo, o si por el hecho de que eso no esté TAN garantizado para el futuro inmediato, se me concederá una verdad de Perogrullo: la cuarentena ha trastocado nuestras vidas.

Protesta de colectiveros de la UTA en Rosario. Llevan más de 3 semanas de paro | foto: Rosario3
Protesta de colectiveros de la UTA en Rosario. Llevan más de 3 semanas de paro | foto: Rosario3

Pero en su esencia, su imposición desde aquel 20 de marzo, la tornó definitivamente eficaz. Estamos atravesando una pandemia sin precedentes donde nadie sabe muy bien a ciencia cierta por qué caminos transitar. La multiplicidad de opciones que tomaron las decenas de países que componen nuestro planeta así lo certifican. Sanitariamente, la cuarentena tenía un objetivo central: evitar la mayor cantidad posible de muertes. Podrán tomarse todas las referencias posibles, las variables que nos gusten, las estadísticas que encuadren en nuestros preconceptos, pero lo real y concreto es que aquella medida dispuesta en la previa del comienzo del otoño, fue, repito, EFICAZ.

Desde las distintas posturas sobre el tema, parece políticamente correcto afirmar que la díada salud/economía es falsa. Y es verdad. Pero en lo que no se insiste demasiado es en que esa veracidad se complementa con el hecho de que todas las economías del mundo caen (y caerán) en niveles, hasta ahora, desconocidos. Como bien pudo escucharse durante el “ruido” del fin de semana, lo que perjudica a la economía y deteriora nuestra calidad de vida, no es la cuarentena sino la pandemia. Y esta, a su vez, es consecuencia del virus. Elijan el modelo de país que quieran, con el modelo sanitario que mejor los represente y verán que a la hora de mirar la economía en el presente (y fundamentalmente) en el futuro, nadie sabe muy bien por dónde va la cosa.

Por lo tanto, resulta legítimo preguntarse qué estamos discutiendo en este contexto en la Argentina. Y aquí se me permitirá la digresión de que, para saber qué discutimos, identifiquemos a quienes son los que plantean los cuestionamientos desde el anticuarentenismo (el término no existe, pero mis estimados lectores sabrán disculparme dado que, si 300 supuestos intelectuales nos pretenden hacer discutir sobre la infectadura, no pretendo ser menos en la creación de conceptos con “punch”).

Protesta de la Red de Trabajadores Precarizados en Rosario | Imagen: El Quid De La Cuestión
Protesta de la Red de Trabajadores Precarizados en Rosario | Imagen: El Quid De La Cuestión

Podríamos decir que existen dos grandes grupos que reniegan de la cuarentena. El primero de ellos es el que está atravesado por el matiz ideológico. Causalidades de la vida, donde mayormente impera es en la ciudad de Buenos Aires. Síntesis perfecta de la mayor presencia del virus y de una ciudad que, siendo la más rica del país, resulta en esencia conservadora y clasista. Podrán atraernos sus luces, su magnificencia y enorme variedad de propuestas, pero en el fondo subyace una estructura social que lejos está de definirse como socialmente solidaria. En su seno pululan reaccionarios, libertarios, individualistas, y personajes que se creen autosuficientes. Eso se refleja, irremediablemente, en los grandes medios que, no casualmente, responden a la lógica de una concentración obscena que se proyecta al conjunto del país. Si no fuera por que resultan penosas, las imágenes vistas el día sábado desde el Obelisco podrían ser definidas como divertidas, típicas de algún sketch inspirado en la genialidad del dúo Capusotto–Saborido. Pero no lo es. Y ese rejunte, el cual no puede ser llamado colectivo, deberá ser observado con atención por el propio gobierno, no tanto porque pueda convencerlo de nada sino para que, fundamentalmente, su estropicio ideológico no se propague al conjunto social cual virus Covid 19.

Y hay un segundo grupo al que los gobiernos de todos los niveles del Estado, deberían prestar especial atención. Aquel que está integrado por los sectores que han sido efectivamente afectados por la caída de la economía: profesiones liberales, actividades vinculadas con el esparcimiento, grupos de la salud que se encuentran en situación de precarización laboral; son todos parte de un mismo problema al que, según las regiones, la respuesta no puede ser unívoca. Es sabido que el mayor problema sanitario reside en la zona metropolitana de Buenos Aires y nada tiene que ver con lo que ocurre en buena parte del resto del país. Así las cosas, tal vez algunos gobiernos como el de Rosario y de Santa Fe, dejaron de estar atentos a esos reclamos. No porque las administraciones no estén necesariamente pensando en cómo resolver esas tensiones, sino porque ante la multiplicidad de reclamos que vimos en nuestra región durante el fin de semana, pareció que nadie estaba escuchando a estos sectores. Tal vez sea hora de la convocatoria a estos grupos, dejando deslizar cierta planificación que los incluya, alivianando temores e incertidumbres naturales.

Tal vez en este contexto, todos tengamos miedo de ver la verdad. Pero si los gobiernos y nosotros, en tanto ciudadanos, nos escuchamos entre el ruido, probablemente podamos sobrellevar mejor nuestra carga.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Mon, 01 Jun 2020 18:19:14 -0300
Repechando la cuesta https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6349-repechando-la-cuesta https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6349-repechando-la-cuesta Repechando la cuesta

La semana anterior no podría haber empezado peor para el gobierno. En una nota publicada por el siempre impoluto Diario La Nación, uno de sus “investigadores” estrella daba a conocer que el Estado nacional había realizado una compra de alimentos con sobreprecios. El responsable: el Ministerio de Desarrollo. Rápido de reflejos, en el transcurso de la misma mañana y sin demasiado espacio para que la cosa escale demasiado, el ministro Daniel Arroyo salió a intentar aclarar el porqué de esa compra sospechada. Las razones, atendibles o no, marcaron dos situaciones bien concretas. La primera refiere a las dificultades que tiene el Estado argentino para imponer condiciones a jugadores que nunca dejan de pensar en sacar grandes tajadas, ni siquiera en el medio de una pandemia. La segunda refleja que la rápida respuesta de la administración Fernández, saliendo a responder, anulando la licitación y habilitando (finalmente) la salida de más de una docena de funcionarios vinculados a la contratación; posibilitó (más temprano que tarde) desactivar mediáticamente la cuestión en un par de días.

Pero el reproche ético no estuvo solamente de lado de la administración pública. En esta semana que pasó también nos enteramos que existen unas 950 cuentas sin declarar en el exterior de parte de argentinos que, obviamente, residen en el país. Cómo es obvio y de rigor, la cobertura mediática fue mucho menor que las compras con sobreprecios de Desarrollo Social. ¿Casualidades de la vida? Vaya uno a saber.

Así fue que pudimos escuchar en coro a las voces amarillas que reclaman por la república y adyacencias. Tienen un problema muy marcado: necesitan ocupar espacio en la agenda pública a como dé lugar. Mientras se enojan porque “Cristina está desaparecida y no habla”, reivindican haberse bajado la dieta de algunos legisladores y el hallazgo científico de los investigadores del Malbrán que hasta hace no mucho apostaban a desfinanciar. Todo muy coherente y clarito.

Pero también durante la última semana hubo una especie de mutación. Se llegó a comienzos de la misma, con la sensación de que el gobierno levantaría o flexibilizaría la cuarentena. Los diálogos en off de funcionarios con algunos hombres de prensa (y algunos vulgares operadores) así lo trasuntaba. Las presiones ejercidas desde hace un par de semanas sobre ministros y secretarios del Poder Ejecutivo Nacional, pero así también sobre gobernadores e intendentes, parecían haber hecho mella. Se llegó, incluso, a debatir en la pública (ágora diríamos los politólogos) cuáles serían las actividades que acordarían empresarios y sindicalistas de flexibilizar y que presentarían en una reunión con el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero.

Nada de eso sucedió. De hecho, de esa reunión los protagonistas salieron bastante desilusionados, y rápidamente, durante la mañana siguiente el presidente aclaró en un raid de entrevistas a medios radiales y televisivos, que la cuarentena no se modificaba. No conforme con eso, en pocas horas involucró en la decisión al conjunto de gobernadores, con datos y explicaciones sanitarias de la coyuntura. Real o no, impuesto o no, nadie sacó los pies del plato y rápidamente los mandatarios provinciales salieron a respaldar la medida. Los datos eran más que contundentes.

La presión no ha cedido ni mucho menos. Libertarios (si es que ese espécimen realmente tiene existencia palpable), economistas (buena parte de ellos creen que pueden hablar de cualquier cosa, incluso de lo que debe hacerse en una pandemia), referentes de Juntos por el Cambio (Miguel Ángel Pichetto alegremente afirmó que “si la cuarentena se extendía más allá del 13 de abril los efectos pueden ser letales”), empresarios (a los cuales lo sobrepasa el interés económico antes que nada) y operadores mediáticos de los grandes jugadores comunicacionales, han insistido en el despropósito de “no volver a trabajar”.

¿Cómo ha respondido el gobierno ante esto? Haciendo política. El encuentro del primer mandatario con intendentes bonaerenses de Juntos por el Cambio, la convocatoria a empresarios, sindicalistas, gobernadores e incluso a los propios sanitaristas sobre los que tanto se apoya Alberto Fernández refleja eso. Nadie podrá decir que no ha sido escuchado. Nadie podrá decir que el presidente y sus funcionarios se encierran en sí mismos. Así debe entenderse la conferencia de prensa en la noche del viernes: luciendo sus dotes de profesor universitario explicó la complejidad del asunto, volvió a mostrarse seguro, tranquilo y afable más allá de que eso reste alguna prolijidad en la comunicación. Explicó y aportó una novedad no menor: aquellas excepcionalidades que se reclaman desde localidades más pequeñas, serán resueltas a partir de lo que aporten (y de la forma que lo hagan) los gobernadores.

Los números son claros y aunque las comparaciones sean (supuestamente) siempre odiosas, los ejemplos de países desarrollados como Italia, España, Francia y Estados Unidos y los más cercanos de Brasil y Chile, actúan como acicate para que los argentinos en su gran mayoría (aunque siempre hay excepciones), apoyen el proceso de cuarentena que se inició allá lejos y hace tiempo: el 20 de marzo. Pero con los números no siempre alcanza. Sobre todo, si la comunicación falla y si las cosas se imponen en soledad. El gobierno comenzó la semana trastabillando, construyó agenda, hizo política y llegó al fin de semana con un amplio consenso para ampliar la cuarentena. Repechó la cuesta. No es poco. De seguro, esta historia continuará…

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Mon, 13 Apr 2020 20:11:38 -0300
Avanzada https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6341-avanzada https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6341-avanzada Paolo Rocca, CEO de Techint.

Finalmente, la cuestión (por ahora) fue zanjada. La decisión comunicada a la población en la noche del último domingo por el presidente Alberto Fernández, fue resuelta. La extensión de la cuarentena hasta el 12 de abril intentó poner el cierre (en el calendario semanal pero también en el conjunto del sistema social), a las presiones que se habían comenzado a suscitar desde mediados de la semana anterior, cuando, en forma de pinza y de manera coordinada, reaparecieron voces que se han profundizado durante el lunes y que cuestionaban “la dureza” de la cuarentena sanitaria impuesta en el país.

Los planteos, esta vez, no vinieron desde las voces de la política. Es legítimo preguntar qué espacios existes en el medio de una pandemia -que algunos erróneamente llaman guerra y para lo cual sugiero la lectura de este excelente artículo (VER ACÁ)-, para la discusión político partidaria. La verdad que muy pocos. A sabiendas o no, ya lo definió Mario Negri cuando le endilgó el título de comandante de todos nosotros al presidente de la nación. En un contexto de este tipo, el Poder Ejecutivo suele manejar la suma de los resortes estatales y, además, en este caso, se ha llevado adelante una buena comunicación política que, lejos de ser perfecta, muestra al primer magistrado claro y calmo, pero a la vez serio y contundente, apoyado en un saber técnico de excelencia. En este sentido, si la oposición no entiende que en estos contextos poco puede aportar en la urgencia del día, queda cercana al ridículo.

Algo de eso le sucedió al ex presidente Mauricio Macri cuando planteó la idea de que el populismo era peor que el Corona virus. A la vuelta de esas declaraciones y como si nada hubiere sucedido, reapareció en escena la anterior semana, reclamando por los argentinos varados en el exterior. Poco espacio queda allí para la construcción política.

Por ello la avanzada real vino por otro lado: twitteros famosos criticando de manera educada y de la otra (Alfredo Casero dixit), la forma en que se encaró la crisis sanitaria, editoriales y entrevistas de los medios más leídos a grandes empresarios que ponían en el centro de la escena la variable económica, las lógicas consecuencias del “parate” y el despido de 1450 trabajadores vinculados a la empresa Techint, perteneciente al empresario italo-argentino Paolo Rocca, actuaron como una suerte de paquete que intentaba cuestionar la decisión presidencial que se venía y que se terminó de confirmar en la noche del domingo.

El presidente Alberto Fernández anunció la expensión de la cuarentena hasta el 12 de abril | Télam
El presidente Alberto Fernández anunció la extensión de la cuarentena hasta el 12 de abril | Télam

Pero hubo un punto difícil de mensurar racionalmente y que resulta evidente por estas horas: la sociedad le dio la espalda a esa retahíla de quejas y lloriqueos interesados. Más allá de los límites que tiene y (fundamentalmente) tendrá la economía argentina, lo que se intentó poner en discusión fue la necesidad de saber cuál era el límite que podía tolerarse de freno a la actividad social que experimentamos por estos días.

Cuestionamientos solapados, aprietes concretos y chicanas “lopérfidas” tuvieron un severo problema: sus propias ideas, podríamos decir, históricas. Para estos personajes, partidarios de que todo lo que se produce en cualquier parte del mundo es mejor que lo que hacemos los argentinos, la crisis sanitaria les ha jugado en contra. Para la mayoría de los argentinos (allí están las primeras encuestas a mano), lo que sucede en muchos países desarrollados ha actuado como un reflejo de lo que no queremos sufrir por estos rincones del planeta. La desidia española e italiana, la desfachatez trumpiana y la idiotez inconmensurable de un tal Jair Bolsonaro, actúan como un acicate contrario a los intereses de aquellos que proponen alivianar la cuarentena porque si se muere la economía nos moriremos todos. El dato es simple: si debemos parecernos a esas “referencias”, donde el desprecio por el otro reina y comanda, “yo me quiero bajar”. Se dice siempre que el argentino promedio tiene una formación política diferente a ciudadanos de otros países. Eso, a veces, parece ser un problema para estos portavoces. Pero en tanto y en cuanto en el mundo desarrollado los muertos se cuenten de a miles, y sus líderes desprecien a sus propios pueblos, poco podrán hacer desde aquí sus históricos y renovados comunicadores.

En resumen, por estos días, llena de incertidumbre y algo de angustia por lo que vendrá, la sociedad argentina se enfrentó, otra vez, a que el procesamiento de sus diferencias no resultasen interpeladas por el sistema político en sí, sino por corporaciones y voceros a los cuales, como diríamos en mi Tablada natal, “se le ven los hilos”.

La lógica neoliberal se enfrenta a una potencial crisis de fe: si debemos dejar a cada uno librado a su suerte (en este caso contagio) es probable que la potencialidad del virus y la cantidad de probables infectados mine su base de desarrollo. El neoliberalismo necesita de la precarización y la informalidad como el Covid-19 necesita de cada uno de nosotros para desarrollarse.

Pero, y otra vez siempre hay un pero, si la solución de este tiempo llegara de la mano de un Estado activo que deba y pueda corregir las injusticias, inequidades y desigualdades que los herederos de Milton Friedman nos han propuesto en los últimos 50 años, resultará muy difícil de sostener los principios del self-made man en los tiempos venideros. Allí radica buena parte de la disputa de este tiempo, del que viene y que ya empieza a vislumbrarse. La crisis no sólo es sanitaria. Es fundamentalmente política. Paolo Rocca, sus pares y sus portavoces lo tienen perfectamente claro. Nosotros, como nunca, deberemos estar atentos.

(*) Analista político  de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez(*)) Opinión Tue, 31 Mar 2020 11:01:21 -0300