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Fundamentar - Artículos https://fundamentar.com Sat, 20 Apr 2024 07:36:15 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Como piedra en el agua https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6437-como-piedra-en-el-agua https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6437-como-piedra-en-el-agua Como piedra en el agua

Ey, vivo mi vida por risas y penas,
con momentos malos y con cosas buenas.
Yo soy el cantante y mi negocio es cantar,
y a los que me sigan
ey mi canción, voy a brindar.
Voy a brindar, ey mis mejores pregones,
hoy te dedico, mis mejores pregones
Si no me quieren en vida cuando muera no me lloren.
Andrés Calamaro.

Difícil semana para el análisis político tradicional. A comienzos de ella, suponíamos que el eje podía estar en la importancia que cobra el Congreso a finales de este 2020, en los dimes y diretes del gobierno y la oposición o en la idea de justicia que subyace en el cobro de un impuesto que graba a las riquezas personales más suculentas del país. Todo ello se esfumó como arena seca en la mano, cuando el día martes recibimos la noticia que las grandes mayorías nunca hubiésemos deseado escuchar.

El mundo pareció detenerse y ya no hubo tiempo para nada más. Como cuando éramos niños (y no tanto) y disfrutábamos de jugar a hacer “sapitos” con una piedra en el agua, el fenómeno Maradona podría pensarse por la manera que, mediante saltitos, nos iba interpelando a cada uno de nosotros mientras seguía su derrotero vital, a la vez que producía ondas que modificaba el estado natural de las cosas. En su muerte no fue la excepción, y como resulta obvio, tuvo impacto en el devenir cotidiano de la política.

Resultaba inocuo abordar cuestiones como la discusión por la Interrupción Voluntaria del Embarazo, la expectativa por la cada vez más cercana posibilidad de una vacunación masiva contra el Covid 19 o la siempre “alejada” cuestión de la reforma en la elección del Procurador General de la Nación. ¿Qué sentido tendría abordar esos “temas de agenda” cuando el conjunto masivo de la sociedad, golpeada por el dolor, mira para otro lado?

Rápido de reflejos, el presidente de la Nación ofreció la Casa Rosada como espacio para la despedida del pueblo a su ídolo. Mal que les pese a varios de los inquilinos del poder político que gobernaron la Argentina hasta el 10 de diciembre de 2019, en la idiosincrasia argenta, muy pocos lugares pueden representar tan acabadamente la idea de un espacio común. La vecindad con la Plaza de Mayo, centro político y social por excelencia en las últimas ocho décadas, completa el resto del cuadro. 

Pero hay que decirlo. El gobierno de Alberto Fernández cometió un error. Al aceptar las condiciones de la familia de Maradona, no supo prever lo que estaba muy a la vista: diez horas resultaba muy poco tiempo para despedir al ídolo popular. La Casa de Gobierno no puede quedar sujeta a la voluntad individual de una familia. Representa un espacio estatal y como tal, todo lo que allí suceda no puede quedar expuesto a que, en una instancia de excepcional dolor popular, las condiciones sean puestas por terceros. 

A partir de esa decisión inicial se explican los disturbios post mediodía que, más temprano que tarde, salieron a criticar voceros de la oposición, y que derivaron en la represión en la Plaza de Mayo y en la “invasión” de la Casa Rosada. Pero con una clara diferencia: mientras la policía comunal a cargo del Jefe de Gobierno reprimía fiel a su costumbre, al interior del Patio de las Palmeras, se contuvo a los manifestantes con otros métodos, hasta que la situación decantó de manera tranquila. La imagen no fue feliz ni mucho menos, pero una cosa es contener a un grupo de personas que invaden el homenaje al ídolo y otra muy distinta reprimir sin demasiado sentido a unos pocos metros del lugar. Allí radica una diferencia de grado.

Pero además hubo un segundo aspecto que marcó, de manera tangible, la figura de Maradona, que no es nueva y deviene desde que el propio protagonista se animó a cuestionar ciertos poderes, lo cual profundizó a partir de su retiro. El apoyo explícito a las figuras de Hugo Chávez, Evo Morales y Fidel Castro, su identificación con el Che Guevara, su identificación y afinidad ideológica con el peronismo, siempre fungieron como un elemento disruptivo en sectores sociales que rechazaban ese alto perfil del ídolo. Como si para hablar de algunas cuestiones, sólo estarían habilitados los “especialistas”. El “me gusta Maradona futbolista, no el que habla de cosas que lo exceden y para las cuales no se preparó”. Subyace en ese enfoque parte de una forma de ver el mundo que impone que el zapatero debe ocuparse de sus zapatos.

La pregunta que se impone es: ¿Cuáles serían los zapatos de los personajes como Maradona? A veces no alcanza la explicación del mundo y de nuestras vidas con una pelotita y nada más. Si un tal Aristóteles nos enseñó hace, nada más y nada menos, que 2500 años atrás, que el hombre es, ante todo, un animal político, sería legítimo preguntarse porqué a Diego no le alcanzaría esa definición. Antes que deportista era ciudadano y como tal, tenía el mismo derecho que usted y yo, querida lectora, querido lector, a expresar sus ideas, buenas o malas, equivocadas o no. 

Si el común de los mortales nos movilizamos cuando creemos que nos cercenan un derecho, opinamos de todo aquello público que nos importa en redes, en mesas de café, en grupo de amigos, no se ve el inconveniente en que un muchacho nacido en una villa de Fiorito también lo haga. Se me dirá su palabra escalaba en otro nivel, a veces desmedido, y yo diré que es cierto. Tanto, como es nuestra responsabilidad de ciudadanos saber comprender y aceptar aquellos mensajes públicos que se emiten desde aquellos protagonistas que, aparentemente, estarían fuera del escenario de la política “grande”.

Incluso después de muerto, Diego siguió teniendo injerencia en algunos hechos sociales. En esa expansión radial, desde su punto y centro hacia el resto, configuró e intervino en ciertas cotidianeidades de la política y de la sociedad. 

Como en el juego del sapito y la piedra en el agua, alteraba el orden de las cosas produciendo pequeñas y grandes olas que a cierto poder siempre irritó y que, irremediablemente, pasaba a formar parte de un lago mucho mayor que lo (nos) contenía. 

Pero mientras tiene fuerza, la piedra que va a los saltos y produce cambios, en algún momento queda sin resto y se hunde. Si su estructura es sólida, pasarán centenares de años, tal vez miles, hasta que el agua termine de horadarla. Algo parecido puede decirse de Diego Armando Maradona: si el agua del lago es el tiempo, habrá que ver cuánto de su fuerza irrefrenable será necesaria para que nos olvidemos del ídolo, de sus logros, sus alegrías y su dolor.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 29 Nov 2020 19:52:51 -0300
Dolor y Después https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6436-dolor-y-despues https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6436-dolor-y-despues Dolor y Después

Yo no sé lo que es el destino,
Caminando fui lo que fui
Allá Dios, que será divino
Yo me muero como viví, 
yo me muero como viví

Silvio Rodríguez

¿Por qué lloro desde el mediodía de ayer? ¿Por qué me sumergí en un silencio de radio, de redes, de amigos? ¿Por qué sólo quiero escuchar y ver sin tener que rendir cuentas a nadie? ¿Cómo explicar ese sentimiento? 

Nunca lo conocí. Lo más cerca que estuve de él fueron unos 20 mts que me separaban de su mesa del viejo bar Capote, en Urquiza y Corrientes, en su aventura futbolística por mi querido NOB. Y no me animé.

Como todos, me enojé y me amigué con él. Seguramente mi amor por el fútbol, mi pasión por asistir a una cancha y sentirme parte de algo colectivo que me supera, sean parte de la explicación.

Pero también hay algo de romanticismo. Algo del héroe que admiramos por dar esas discusiones que, políticamente incorrectas, a todos nos gustaría imponer. Quijote de batallas irremediablemente perdidas, personaje adorado de victorias y derrotas que nos hermanaba.

Si al prócer quisieron que lo reconociéramos con la pluma y la palabra, al Diego le debíamos cambiar el sustantivo por una pelota y la palabra.

Nunca me imaginé ser como él. Mis sueños, desde mi Tablada natal, siempre fueron muy modestos. Quise al Diego futbolista, pero, cuando comprendí las injusticias (que hipócritamente algunos llaman) naturales de este mundo, amé al Diego personaje. Con sus contradicciones, con sus errores...

Ya sé que sólo fue un deportista. Ya sé que mi vida material y la de los míos, no fue ni mejor ni peor con su presencia. Pero también sé que los ídolos populares activan utopías dormidas, sed de justicia somnolienta, reflejos de una vida mejor.

Diego es el personaje irreverente. El que les escupía el asado a los que querían ser dueños de algo que los excedía, el que nunca quiso disfrazar lo que no era sentándose en mesas ajenas. El de la sensibilidad a flor de piel. El que definía con una sola frase de la calle, situaciones que al resto de los mortales nos llevaban minutos de charla. Igual que en el fútbol.

Se muere un tipo que sintetizó en un solo cuerpo, muchas de las peleas de este tiempo. Contra la Fifa, amigo de Chávez, de Fidel y admirador de el Che. Querido por las Madres, las Abuelas y por la irreverencia hecha fútbol. Bancador de Cristina.

Nos deja alguien a quien hemos amado. Alguien que, como no le pasa a ningún poderoso, se equivocó y pagó. Teniendo el mundo a sus pies eligió ser él mismo, auténtico y con todas sus contradicciones a cuestas. Ya no importa el futbol. Importa este dolor a lo largo y ancho del planeta. 

Sinceramente tenía razón el Negro Fontanarrosa, ese canaya de ley, cuando afirmó “no me importa qué hizo Diego con su vida, me importa lo que hizo con la mìa”.

Si yo fuera Maradona, viviría como él. De noche y de día. Y es cierto, la vida es una tómbola. Te quiero Diego…

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Thu, 26 Nov 2020 13:45:10 -0300