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Fundamentar - Artículos Este portal pretende hacer un aporte a la cualificación del debate político y económico en la Argentina. Ponemos ideas en discusión que pretenden servir para que surjan otras visiones que enriquezcan el análisis. https://fundamentar.com/articulos/opinion/itemlist/tag/Habermas 2024-05-18T11:30:17-03:00 Joomla! - Open Source Content Management La Amenaza de un Imperialismo Teutón 2014-09-04T16:02:13-03:00 2014-09-04T16:02:13-03:00 https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/4068-la-amenaza-de-un-imperialismo-teuton PERRY ANDERSON(*) hola@fundamentar.com <div class="K2FeedImage"><img src="https://fundamentar.com/media/k2/items/cache/b457c0017d1721e3652b5a778416af89_S.jpg" alt="La Amenaza de un Imperialismo Teutón" /></div><div class="K2FeedIntroText"><p> <em>La crisis europea pone al descubierto divisiones internas que hacen tambalear el proyecto com&uacute;n. El cuestionado rol hegem&oacute;nico de Alemania, que impone severas medidas de austeridad y disciplina fiscal, provoca en los otros pa&iacute;ses de la Uni&oacute;n fuertes desequilibrios y despierta desconfianzas y temores respecto a las ambiciones de la mayor econom&iacute;a de la regi&oacute;n.</em></p></div><div class="K2FeedFullText"><p> Al ver los nombres de algunos galardonados con el Premio Nobel de la Paz &ndash;Menahem Begin, Henry Kissinger y Barack Obama&ndash;, uno recuerda las palabras del novelista Gabriel Garc&iacute;a M&aacute;rquez, para quien el nombre correcto de esta recompensa ser&iacute;a &ldquo;Premio Nobel de la Guerra&rdquo;. El laureado en 2012 muestra un perfil un poco menos belicoso, pero igualmente propicio para la s&aacute;tira. Dichosa Uni&oacute;n Europea, gratificada con lo que podr&iacute;a llamarse el &ldquo;Premio Nobel al Narcisismo&rdquo;. Se puede contar con Oslo para superarse. Era de esperar que en 2013 el Comit&eacute; del Nobel hiciera lo conveniente: otorgarse el premio a s&iacute; mismo.</p> <p class="blubox-jck" style="text-align: center;"> No s&oacute;lo Habermas abraz&oacute; el Tratado, sino que se convirti&oacute; en su vocero. Descubri&oacute; ahora que el Tratado es nada menos que la carta de un progreso sin precedentes en la marcha hacia la libertad humana, que fortalece los cimientos de una soberan&iacute;a europea que reside a la vez en los ciudadanos y en los pueblos (y no en los Estados) de la Uni&oacute;n, que es una matriz luminosa de donde surgir&aacute; el Parlamento del mundo futuro</p> <p> Sin embargo, el honor otorgado a Bruselas y Estrasburgo &ndash;que se lo disputaban&ndash; es ciertamente oportuno. Durante los primeros a&ntilde;os del siglo XXI, las vanidades europeas fueron in crescendo. Se hac&iacute;an manifiestas en la afirmaci&oacute;n de que la Uni&oacute;n ofrec&iacute;a a la humanidad el &ldquo;parang&oacute;n&rdquo; universal del desarrollo social y pol&iacute;tico, seg&uacute;n la expresi&oacute;n lanzada por el historiador brit&aacute;nico Tony Judt y retomada por otros tantos pilares de la sabidur&iacute;a europea. Desde 2009, los desgarros en la eurozona desmintieron cruelmente estos desbordes de autosatisfacci&oacute;n. Pero &eacute;stos, &iquest;han desaparecido? Resulta prematuro pensarlo, si uno se atiene a un ejemplo notable: el reciente libro del fil&oacute;sofo alem&aacute;n J&uuml;rgen Habermas sobre la Uni&oacute;n Europea, continuaci&oacute;n de su Ach, Europa (2008). El n&uacute;cleo de esta obra, un art&iacute;culo titulado &ldquo;La crisis de la Uni&oacute;n Europea a la luz de una constitucionalizaci&oacute;n del derecho internacional&rdquo;, ilustra de la mejor manera posible lo que es la introversi&oacute;n intelectual. Sus cerca de sesenta p&aacute;ginas contienen un centenar de referencias, tres cuartas partes de las cuales remiten a autores alemanes; entre &eacute;stos, el propio autor y tres de sus socios &ndash;a los que agradece su ayuda&ndash; superan la mitad.</p> <p> Las citas restantes aluden exclusivamente a autores anglo-estadounidenses; a la cabeza (una de cada tres menciones), su admirador brit&aacute;nico, el polit&oacute;logo David Held, que se destac&oacute; en el caso Gadafi. No se admite ninguna otra cultura europea en esta ingenua exhibici&oacute;n de provincianismo.</p> <p> El tema del art&iacute;culo es aun m&aacute;s chocante. En 2008, Habermas hab&iacute;a criticado duramente el Tratado de Lisboa por no aportar ning&uacute;n remedio al d&eacute;ficit democr&aacute;tico de la Uni&oacute;n y por no ofrecer ning&uacute;n horizonte moral y pol&iacute;tico. Su adopci&oacute;n, escrib&iacute;a, s&oacute;lo pod&iacute;a &ldquo;ahondar el abismo que separa a las elites pol&iacute;ticas de los ciudadanos&rdquo;, sin ofrecer a Europa orientaci&oacute;n positiva alguna. Lo que hac&iacute;a falta, al contrario, era un refer&eacute;ndum a escala europea que proveyera a la Uni&oacute;n una armonizaci&oacute;n social y fiscal, medios militares y, sobre todo, una presidencia elegida por voto directo, que, por s&iacute; sola, salvar&iacute;a al continente de un futuro &ldquo;dictado por la ortodoxia neoliberal&rdquo;. Al notar hasta qu&eacute; punto este entusiasmo de Habermas en favor de una expresi&oacute;n democr&aacute;tica de la voluntad popular (que nunca hab&iacute;a siquiera m&iacute;nimamente expresado en su propio pa&iacute;s) contrastaba con sus posiciones tradicionales, consider&eacute; que una vez ratificado el Tratado de Lisboa terminar&iacute;a sin dudas adhiriendo al mismo discretamente.</p> <p style="text-align: center;"> <img alt="" src="https://fundamentar.com/archivos/articulos/articulos/imagen/JurgenHabermas.jpg" style="width: 700px; height: 466px;" title="Jürgen Habermas" /></p> <p> <strong>NARCISISMO EXACERBADO</strong></p> <p> Esta previsi&oacute;n se vio superada por la realidad. No s&oacute;lo Habermas abraz&oacute; el Tratado, sino que se convirti&oacute; en su vocero. Descubri&oacute; ahora que, lejos de ahondar un abismo entre las elites y los pueblos, el Tratado es nada menos que la carta de un progreso sin precedentes en la marcha hacia la libertad humana, que fortalece los cimientos de una soberan&iacute;a europea que reside a la vez en los ciudadanos y en los pueblos (y no en los Estados) de la Uni&oacute;n, que es una matriz luminosa de donde surgir&aacute; el Parlamento del mundo futuro. La Europa de Lisboa, al conducir un &ldquo;proceso de civilizaci&oacute;n&rdquo; que pacifica las relaciones entre Estados, al limitar el uso de la fuerza a la represi&oacute;n de aquellos que violan los derechos humanos, abre el camino que conduce de nuestra actual &ldquo;comunidad internacional&rdquo; &ndash;indispensable, aunque a&uacute;n imperfecta&ndash; a la &ldquo;comunidad cosmopolita&rdquo; de ma&ntilde;ana, una especie de Uni&oacute;n ampliada que abarcar&iacute;a hasta la &uacute;ltima alma del planeta.</p> <p> Con estos impulsos extasiados, el narcisismo de las d&eacute;cadas pasadas, lejos de debilitarse, alcanz&oacute; un nuevo paroxismo. Que el Tratado de Lisboa se refiera a los Estados de Europa y no a los pueblos; que haya sido adoptado para eludir la voluntad popular expresada en tres refer&eacute;ndums; que consagre una estructura que no tiene la confianza de aquellos que est&aacute;n sometidos a ella, y que, lejos de ser un santuario de los derechos humanos, la Uni&oacute;n que codifica est&eacute; involucrada en actos de tortura y de ocupaci&oacute;n, sin que sus representantes m&aacute;s ilustres digan una sola palabra: todo ello desaparece en una autocelebraci&oacute;n satisfecha.</p> <p> Ning&uacute;n esp&iacute;ritu individual equivale jam&aacute;s a una mentalidad colectiva. Actualmente laureado con tantos premios europeos como medallas ten&iacute;a un mariscal brejneviano, Habermas es sin duda en parte v&iacute;ctima de su propia eminencia: encerrado, al igual que el fil&oacute;sofo estadounidense John Rawls antes que &eacute;l, en un universo mental colmado casi exclusivamente de admiradores y disc&iacute;pulos, es cada vez menos capaz de dialogar con posiciones que se alejan de las suyas en m&aacute;s de algunos mil&iacute;metros. A menudo saludado como el sucesor contempor&aacute;neo de Immanuel Kant, corre el riesgo de convertirse en un moderno Gottfried Wilhelm Leibniz, construyendo a golpes de eufemismos imperturbables una teodicea en la cual los perjuicios de la desregulaci&oacute;n financiera convergen en los beneficios del despertar del cosmopolitismo, y en la que Occidente abre el camino de la democracia y de los derechos humanos hacia el &uacute;ltimo ed&eacute;n de una legitimidad universal.</p> <p class="blubox-jck" style="text-align: center;"> En Europa, se puso en marcha otra l&oacute;gica con la reunificaci&oacute;n de Alemania y el proyecto de uni&oacute;n monetaria de Maastricht, y luego el Pacto de Estabilidad, ambos tallados seg&uacute;n las exigencias alemanas. La moneda com&uacute;n ser&iacute;a puesta bajo la tutela de un banco central de concepci&oacute;n hayekiana, que no tendr&iacute;a que rendir cuentas ni a los electores ni a los gobiernos, sino que apuntar&iacute;a al &uacute;nico objetivo de la estabilidad de los precios.</p> <p> En este punto, Habermas representa un caso particular, tanto por su distinci&oacute;n como por la corrupci&oacute;n que lo afect&oacute;. Pero la propensi&oacute;n a convertir a Europa en el objetivo del mundo, sin saber demasiado sobre la vida cultural y pol&iacute;tica que all&iacute; se produce, no desapareci&oacute;; y no son las tribulaciones de la moneda &uacute;nica las que lograr&aacute;n hacerla tambalear.</p> <p> Resulta in&uacute;til insistir sobre la confusi&oacute;n en que la crisis del euro precipit&oacute; a la Uni&oacute;n. Europa est&aacute; presa de la recesi&oacute;n m&aacute;s severa y m&aacute;s larga jam&aacute;s sufrida desde la Segunda Guerra Mundial. Para entender sus causas, es necesario tomar conciencia de la din&aacute;mica subyacente que est&aacute; en marcha en la crisis del euro. Para decir las cosas sencillamente: la crisis es producto del encuentro de dos fatalidades, independientes una de la otra. La primera es la implosi&oacute;n generalizada del capital ficticio con el que los mercados funcionaron a trav&eacute;s del mundo durante el largo ciclo de financiarizaci&oacute;n iniciado en los a&ntilde;os 80, a medida que las ganancias de la econom&iacute;a real se contra&iacute;an bajo el efecto de la competencia internacional y que las tasas de crecimiento se reduc&iacute;an de una d&eacute;cada a otra.</p> <p> Los mecanismos de esta desaceleraci&oacute;n, internos al propio capitalismo, fueron magistralmente descriptos por Robert Brenner en su imponente historia del capitalismo desde 1945. Por su parte, sus efectos en el crecimiento exponencial de las deudas privadas y p&uacute;blicas, apuntalando no s&oacute;lo las tasas de ganancia, sino tambi&eacute;n la viabilidad electoral, fueron recientemente analizados por Wolfgang Streeck. La econom&iacute;a estadounidense ilustra esta trayectoria con una claridad paradigm&aacute;tica. Pero su l&oacute;gica vale para el sistema en su conjunto.</p> <p> En Europa, sin embargo, se puso en marcha otra l&oacute;gica con la reunificaci&oacute;n de Alemania y el proyecto de uni&oacute;n monetaria de Maastricht, y luego el Pacto de Estabilidad, ambos tallados seg&uacute;n las exigencias alemanas. La moneda com&uacute;n ser&iacute;a puesta bajo la tutela de un banco central de concepci&oacute;n hayekiana, que no tendr&iacute;a que rendir cuentas ni a los electores ni a los gobiernos, sino que apuntar&iacute;a al &uacute;nico objetivo de la estabilidad de los precios. Dominando la nueva zona monetaria, estar&iacute;a la econom&iacute;a alemana, hoy ampliada a los pa&iacute;ses del Este, con, justo en sus fronteras, un enorme yacimiento de mano de obra barata. Los costos de la reunificaci&oacute;n fueron elevados y empujaron a la baja el crecimiento de Alemania. Para compensar esto, el capitalismo alem&aacute;n puso en marcha una pol&iacute;tica de represi&oacute;n salarial sin precedentes, que los sindicatos alemanes debieron aceptar bajo la amenaza de una creciente deslocalizaci&oacute;n hacia Polonia, Eslovaquia o m&aacute;s all&aacute;.</p> <p> <strong>ALEMANIA IMPONE AUSTERIDAD</strong></p> <p> Para Europa del Sur, las consecuencias econ&oacute;micas eran totalmente previsibles. Por una parte, con el aumento de la producci&oacute;n manufacturera y la baja relativa del costo del trabajo, las industrias exportadoras alemanas se volvieron m&aacute;s competitivas que nunca, apoder&aacute;ndose de una porci&oacute;n creciente de los mercados de la eurozona. Por otra, en su periferia, la p&eacute;rdida correspondiente de competitividad de las econom&iacute;as locales se vio anestesiada por una afluencia de capitales baratos con tasas de inter&eacute;s fijadas de forma virtualmente uniforme en toda la uni&oacute;n monetaria, conforme a reglas impuestas por Alemania.</p> <p> Cuando la crisis general de sobrefinanciarizaci&oacute;n nacida en Estados Unidos golpe&oacute; a Europa, la credibilidad de esta deuda perif&eacute;rica se desmoron&oacute;, haciendo temer una reacci&oacute;n en cadena de Estados en bancarrota. Pero mientras en Estados Unidos planes masivos de salvataje p&uacute;blicos pod&iacute;an conjurar la quiebra de bancos, de compa&ntilde;&iacute;as de seguros y de firmas insolventes, y la emisi&oacute;n de moneda por parte de la Reserva Federal pod&iacute;a frenar la contracci&oacute;n de la demanda, dos obst&aacute;culos hac&iacute;an imposible la puesta en marcha en la eurozona de una soluci&oacute;n provisoria similar. No s&oacute;lo los estatutos del Banco Central Europeo (BCE), consagrados en el Tratado de Maastricht, le prohib&iacute;an formalmente recomprar la deuda de los pa&iacute;ses miembros, sino que adem&aacute;s no hab&iacute;a una Schicksalsgemeinschaft &ndash;esa &ldquo;comunidad de destinos&rdquo; de la naci&oacute;n weberiana &ndash; que uniera a gobernantes y gobernados en un orden pol&iacute;tico com&uacute;n, en la cual los primeros pagar&iacute;an muy caro su total ignorancia de las necesidades existenciales de los segundos. En el simulacro europeo de federalismo, no hab&iacute;a lugar para una &ldquo;uni&oacute;n de transferencia&rdquo; basada en el modelo estadounidense. Por esa raz&oacute;n, cuando la crisis golpe&oacute;, la cohesi&oacute;n de la eurozona no pod&iacute;a provenir del gasto social, sino s&oacute;lo del diktat pol&iacute;tico: la implementaci&oacute;n por parte de Alemania, al frente de un bloque de peque&ntilde;os Estados n&oacute;rdicos, de programas de austeridad draconianos &ndash;impensables para sus propios ciudadanos&ndash; dirigidos a los pa&iacute;ses del Sur, ya incapaces de recuperar competitividad mediante una devaluaci&oacute;n.</p> <p style="text-align: center;"> <img alt="" src="https://fundamentar.com/archivos/articulos/articulos/imagen/Merkel_-_UE.jpg" style="width: 700px; height: 585px;" title="Angela Merkel" /></p> <p> Sometidos a esta presi&oacute;n, los gobiernos de estos &ldquo;peque&ntilde;os&rdquo; pa&iacute;ses cayeron como moscas. En Irlanda, en Portugal y en Espa&ntilde;a, los reg&iacute;menes en el poder a comienzos de la crisis fueron barridos en elecciones que instalaron sucesores con tendencia a aumentar la dosis de remedios dr&aacute;sticos. En Italia, la erosi&oacute;n interna y las intervenciones externas se combinaron para reemplazar un gobierno surgido del Parlamento por un gobierno de &ldquo;t&eacute;cnicos&rdquo;, sin pasar por elecciones. En Grecia, un r&eacute;gimen impuesto por Berl&iacute;n, Par&iacute;s y Bruselas redujo el pa&iacute;s a una condici&oacute;n que recuerda la de Austria en 1922, cuando un alto comisionado fue nombrado en Viena por la Entente &ndash;bajo el estandarte de la Sociedad de las Naciones (SDN)&ndash;, para administrar a su conveniencia la econom&iacute;a del pa&iacute;s. El hombre elegido para ese puesto fue el alcalde de derecha de Rotterdam, Alfred Zimmerman, partidario de reprimir la tentativa holandesa de seguir los pasos de la revoluci&oacute;n alemana de noviembre de 1918. En Viena, donde permaneci&oacute; en funciones hasta 1926, &ldquo;critic&oacute; incansablemente al gobierno, subrayando sus carencias, exigi&oacute; cada vez m&aacute;s ahorros, cada vez m&aacute;s sacrificios, a todos los sectores de la poblaci&oacute;n&rdquo;, y, presionando al gobierno para que &ldquo;estabilice su presupuesto en un nivel considerablemente m&aacute;s bajo&rdquo;, afirm&oacute; &ldquo;que el control se mantendr&iacute;a hasta que se alcanzara ese resultado&rdquo;.</p> <p> En todos los pa&iacute;ses en los que fueron aplicadas, las medidas tendientes a restaurar la &ldquo;confianza&rdquo; de los mercados financieros en la fiabilidad de los gobiernos locales fueron de la mano de recortes de los gastos sociales, de la desregulaci&oacute;n de los mercados y de la privatizaci&oacute;n de bienes p&uacute;blicos: es decir, el repertorio neoliberal est&aacute;ndar, combinado con una presi&oacute;n fiscal mayor. Para blindarlas, Berl&iacute;n y Par&iacute;s decidieron imponer la exigencia del equilibrio presupuestario en la Constituci&oacute;n de los diecisiete pa&iacute;ses miembros de la eurozona; una noci&oacute;n durante mucho tiempo rechazada en Estados Unidos como una idea fija de una derecha loca.</p> <p> <strong>UNA NUEVA HEGEMON&Iacute;A</strong></p> <p> Las pociones elaboradas en 2011 no curar&aacute;n los males de la eurozona. Los spreads de las tasas de inter&eacute;s de las deudas soberanas no volver&aacute;n a los niveles anteriores a la crisis. Y la deuda que se acumula no es solamente p&uacute;blica, lejos de eso: seg&uacute;n algunas estimaciones, los cr&eacute;ditos bancarios dudosos alcanzar&iacute;an los 1,3 billones de euros. Los problemas son m&aacute;s profundos, los remedios m&aacute;s d&eacute;biles y aquellos que los administran m&aacute;s fr&aacute;giles de lo que los c&iacute;rculos de dirigentes admiten. Cuando es evidente que el fantasma de las cesaciones de pagos no ha desaparecido en absoluto, los trucos chapuceados por la canciller alemana Angela Merkel y el entonces presidente Nicolas Sarkozy corren el riesgo de no durar.</p> <p class="blubox-jck" style="text-align: center;"> Francia, cuyo arsenal nuclear y cuyo asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organizaci&oacute;n de las Naciones Unidas (ONU) ya no tienen mayor relevancia, deber&iacute;a revisar otro tanto sus pretensiones. Alemania deber&iacute;a tratar a Francia como Otto von Bismarck trataba a Baviera en ese otro sistema federal que fue el II Reich: gratificando al socio inferior con favores simb&oacute;licos y consuelos burocr&aacute;ticos.</p> <p> Su alianza, es cierto, nunca fue equilibrada. &ldquo;No se descarta que el poder alem&aacute;n adopte una forma m&aacute;s brutal, que se expresar&iacute;a a trav&eacute;s de los mercados y no desde las altas esferas o el directorio del Banco Central&rdquo;, escrib&iacute;amos antes de que estallara la crisis. Alemania, que, m&aacute;s que cualquier otro Estado, fue la mayor responsable de la crisis del euro debido a su pol&iacute;tica de represi&oacute;n salarial interna y de capitales baratos hacia afuera, fue tambi&eacute;n el principal arquitecto de los intentos de hacer pagar la factura a los m&aacute;s d&eacute;biles. En este sentido, ha llegado la hora de una nueva hegemon&iacute;a. Y con ella, ha llegado puntualmente el primer manifiesto descarado de un vasallaje de Alemania sobre la Uni&oacute;n.</p> <p> En un art&iacute;culo publicado en Merkur, la revista de opini&oacute;n m&aacute;s influyente de la Rep&uacute;blica Federal, el jurista de Constanza Christoph Sch&ouml;nberger explicaba que el tipo de hegemon&iacute;a que Alemania est&aacute; destinada a ejercer en Europa nada tiene que ver con el deplorable &ldquo;eslogan de un discurso antiimperialista a lo Gramsci&rdquo;. Debe entenderse en el sentido constitucional tranquilizador otorgado por el jurista Heinrich Triepel, es decir la funci&oacute;n tutelar que corresponde al Estado m&aacute;s poderoso en el seno de un sistema federal, a semejanza de Prusia en la Alemania de los siglos XIX-XX.</p> <p> La Uni&oacute;n Europea equivale precisamente a este modelo: un consorcio esencialmente intergubernamental reunido en un Consejo Europeo cuyas deliberaciones son forzosamente &ldquo;insonorizadas&rdquo; y del que s&oacute;lo la ciencia ficci&oacute;n podr&iacute;a imaginar que se convertir&iacute;a un d&iacute;a en la &ldquo;flor azul de la democracia, liberada de todo residuo institucional terrenal&rdquo;. Pero en la medida en que los Estados representados en el Consejo Europeo son extremadamente desiguales en tama&ntilde;o y en peso, ser&iacute;a irrealista creer que podr&iacute;an coordinarse en pie de igualdad. Para funcionar, la Uni&oacute;n necesita que el pa&iacute;s m&aacute;s importante en poblaci&oacute;n e ingresos asegure la cohesi&oacute;n y direcci&oacute;n del grupo. Europa necesita la hegemon&iacute;a alemana, y los alemanes deben dejar de mostrarse t&iacute;midos en su ejercicio. Francia, cuyo arsenal nuclear y cuyo asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organizaci&oacute;n de las Naciones Unidas (ONU) ya no tienen mayor relevancia, deber&iacute;a revisar otro tanto sus pretensiones. Alemania deber&iacute;a tratar a Francia como Otto von Bismarck trataba a Baviera en ese otro sistema federal que fue el II Reich: gratificando al socio inferior con favores simb&oacute;licos y consuelos burocr&aacute;ticos.</p> <p> &iquest;Aceptar&aacute; Francia tan f&aacute;cilmente verse rebajada al estatuto de Baviera en el seno del II Reich? Queda por verse. La opini&oacute;n de Bismarck sobre los b&aacute;varos es muy conocida: &ldquo;A mitad de camino entre un austr&iacute;aco y un ser humano&rdquo;. Bajo la presidencia de Sarkozy, la analog&iacute;a quiz&aacute;s no hubiera parecido ins&oacute;lita, teniendo en cuenta que Par&iacute;s se apegaba a las prioridades de Berl&iacute;n. Pero hoy, tal vez convenga mejor otra comparaci&oacute;n, m&aacute;s contempor&aacute;nea. La ansiedad que muestra la clase pol&iacute;tica francesa por permanecer siempre asociada a los proyectos alemanes en la Uni&oacute;n, recuerda cada vez m&aacute;s otra &ldquo;relaci&oacute;n especial&rdquo;: la de los brit&aacute;nicos que se aferran desesperadamente a su papel de ayudante de campo de Estados Unidos.</p> <p> Cabe preguntarse cu&aacute;nto tiempo m&aacute;s podr&aacute; perdurar la subordinaci&oacute;n francesa sin el menor esbozo de protesta. Las fanfarronadas de Volker Kauder, secretario general de la Uni&oacute;n Dem&oacute;crata Cristiana (CDU) de Alemania, afirmando que &ldquo;hoy Europa habla en alem&aacute;n&rdquo;, est&aacute;n m&aacute;s dirigidas a provocar resentimiento que docilidad. Sin embargo, desde hace muchos a&ntilde;os, debido particularmente a las notables distorsiones del sistema electoral franc&eacute;s, ning&uacute;n pa&iacute;s produjo una clase pol&iacute;tica tan escrupulosamente conformista en sus perspectivas como Francia. Esperar una mayor independencia econ&oacute;mica o estrat&eacute;gica de Fran&ccedil;ois Hollande, ser&iacute;a la victoria de la esperanza sobre la experiencia. Por la misma raz&oacute;n, no hay otro pa&iacute;s donde el abismo entre la opini&oacute;n popular y las exhortaciones oficiales siga siendo tan profundo.</p> <p> Hollande lleg&oacute; al poder a la manera de Mariano Rajoy en Espa&ntilde;a, sin fervor alguno de sus electores, como la &uacute;nica opci&oacute;n disponible; podr&iacute;a verse tambi&eacute;n r&aacute;pidamente debilitado, una vez establecido el ajuste. En el seno del sistema neoliberal europeo, del que se convirti&oacute; en el intendente franc&eacute;s, s&oacute;lo Grecia vivi&oacute; hasta el momento turbulencias populares de envergadura, aunque Espa&ntilde;a sufre temblores premonitorios. En otras partes, las elites todav&iacute;a no escucharon a las masas. Es cierto que no existen garant&iacute;as de que incluso los sufrimientos m&aacute;s duros hagan estallar la reacci&oacute;n de los pueblos antes que paralizarlos, tal como demostr&oacute; la pasividad de los rusos bajo el catastr&oacute;fico gobierno de Boris Yeltsin. Pero los pueblos de la Uni&oacute;n no est&aacute;n tan desmoralizados y, por poco que sus condiciones de vida contin&uacute;en deterior&aacute;ndose, su paciencia podr&iacute;a ser m&aacute;s limitada. En el trasfondo de todos los escenarios, hay una realidad sombr&iacute;a: aun cuando la crisis del euro pudiera ser resuelta sin que sufran los m&aacute;s d&eacute;biles &ndash;hip&oacute;tesis muy poco probable&ndash;, la contracci&oacute;n subyacente del crecimiento continuar&iacute;a.</p> <p> &nbsp;</p> <p> (*)&nbsp;Historiador. Autor del ensayo El Nuevo Viejo Mundo, Akal, Madrid, 2012.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>FUENTE:</strong> <a href="http://www.eldiplo.org/notas-web/la-amenaza-de-un-imperialismo-teuton/#n_4" target="_blank">El Diplo</a></p></div> <div class="K2FeedImage"><img src="https://fundamentar.com/media/k2/items/cache/b457c0017d1721e3652b5a778416af89_S.jpg" alt="La Amenaza de un Imperialismo Teutón" /></div><div class="K2FeedIntroText"><p> <em>La crisis europea pone al descubierto divisiones internas que hacen tambalear el proyecto com&uacute;n. El cuestionado rol hegem&oacute;nico de Alemania, que impone severas medidas de austeridad y disciplina fiscal, provoca en los otros pa&iacute;ses de la Uni&oacute;n fuertes desequilibrios y despierta desconfianzas y temores respecto a las ambiciones de la mayor econom&iacute;a de la regi&oacute;n.</em></p></div><div class="K2FeedFullText"><p> Al ver los nombres de algunos galardonados con el Premio Nobel de la Paz &ndash;Menahem Begin, Henry Kissinger y Barack Obama&ndash;, uno recuerda las palabras del novelista Gabriel Garc&iacute;a M&aacute;rquez, para quien el nombre correcto de esta recompensa ser&iacute;a &ldquo;Premio Nobel de la Guerra&rdquo;. El laureado en 2012 muestra un perfil un poco menos belicoso, pero igualmente propicio para la s&aacute;tira. Dichosa Uni&oacute;n Europea, gratificada con lo que podr&iacute;a llamarse el &ldquo;Premio Nobel al Narcisismo&rdquo;. Se puede contar con Oslo para superarse. Era de esperar que en 2013 el Comit&eacute; del Nobel hiciera lo conveniente: otorgarse el premio a s&iacute; mismo.</p> <p class="blubox-jck" style="text-align: center;"> No s&oacute;lo Habermas abraz&oacute; el Tratado, sino que se convirti&oacute; en su vocero. Descubri&oacute; ahora que el Tratado es nada menos que la carta de un progreso sin precedentes en la marcha hacia la libertad humana, que fortalece los cimientos de una soberan&iacute;a europea que reside a la vez en los ciudadanos y en los pueblos (y no en los Estados) de la Uni&oacute;n, que es una matriz luminosa de donde surgir&aacute; el Parlamento del mundo futuro</p> <p> Sin embargo, el honor otorgado a Bruselas y Estrasburgo &ndash;que se lo disputaban&ndash; es ciertamente oportuno. Durante los primeros a&ntilde;os del siglo XXI, las vanidades europeas fueron in crescendo. Se hac&iacute;an manifiestas en la afirmaci&oacute;n de que la Uni&oacute;n ofrec&iacute;a a la humanidad el &ldquo;parang&oacute;n&rdquo; universal del desarrollo social y pol&iacute;tico, seg&uacute;n la expresi&oacute;n lanzada por el historiador brit&aacute;nico Tony Judt y retomada por otros tantos pilares de la sabidur&iacute;a europea. Desde 2009, los desgarros en la eurozona desmintieron cruelmente estos desbordes de autosatisfacci&oacute;n. Pero &eacute;stos, &iquest;han desaparecido? Resulta prematuro pensarlo, si uno se atiene a un ejemplo notable: el reciente libro del fil&oacute;sofo alem&aacute;n J&uuml;rgen Habermas sobre la Uni&oacute;n Europea, continuaci&oacute;n de su Ach, Europa (2008). El n&uacute;cleo de esta obra, un art&iacute;culo titulado &ldquo;La crisis de la Uni&oacute;n Europea a la luz de una constitucionalizaci&oacute;n del derecho internacional&rdquo;, ilustra de la mejor manera posible lo que es la introversi&oacute;n intelectual. Sus cerca de sesenta p&aacute;ginas contienen un centenar de referencias, tres cuartas partes de las cuales remiten a autores alemanes; entre &eacute;stos, el propio autor y tres de sus socios &ndash;a los que agradece su ayuda&ndash; superan la mitad.</p> <p> Las citas restantes aluden exclusivamente a autores anglo-estadounidenses; a la cabeza (una de cada tres menciones), su admirador brit&aacute;nico, el polit&oacute;logo David Held, que se destac&oacute; en el caso Gadafi. No se admite ninguna otra cultura europea en esta ingenua exhibici&oacute;n de provincianismo.</p> <p> El tema del art&iacute;culo es aun m&aacute;s chocante. En 2008, Habermas hab&iacute;a criticado duramente el Tratado de Lisboa por no aportar ning&uacute;n remedio al d&eacute;ficit democr&aacute;tico de la Uni&oacute;n y por no ofrecer ning&uacute;n horizonte moral y pol&iacute;tico. Su adopci&oacute;n, escrib&iacute;a, s&oacute;lo pod&iacute;a &ldquo;ahondar el abismo que separa a las elites pol&iacute;ticas de los ciudadanos&rdquo;, sin ofrecer a Europa orientaci&oacute;n positiva alguna. Lo que hac&iacute;a falta, al contrario, era un refer&eacute;ndum a escala europea que proveyera a la Uni&oacute;n una armonizaci&oacute;n social y fiscal, medios militares y, sobre todo, una presidencia elegida por voto directo, que, por s&iacute; sola, salvar&iacute;a al continente de un futuro &ldquo;dictado por la ortodoxia neoliberal&rdquo;. Al notar hasta qu&eacute; punto este entusiasmo de Habermas en favor de una expresi&oacute;n democr&aacute;tica de la voluntad popular (que nunca hab&iacute;a siquiera m&iacute;nimamente expresado en su propio pa&iacute;s) contrastaba con sus posiciones tradicionales, consider&eacute; que una vez ratificado el Tratado de Lisboa terminar&iacute;a sin dudas adhiriendo al mismo discretamente.</p> <p style="text-align: center;"> <img alt="" src="https://fundamentar.com/archivos/articulos/articulos/imagen/JurgenHabermas.jpg" style="width: 700px; height: 466px;" title="Jürgen Habermas" /></p> <p> <strong>NARCISISMO EXACERBADO</strong></p> <p> Esta previsi&oacute;n se vio superada por la realidad. No s&oacute;lo Habermas abraz&oacute; el Tratado, sino que se convirti&oacute; en su vocero. Descubri&oacute; ahora que, lejos de ahondar un abismo entre las elites y los pueblos, el Tratado es nada menos que la carta de un progreso sin precedentes en la marcha hacia la libertad humana, que fortalece los cimientos de una soberan&iacute;a europea que reside a la vez en los ciudadanos y en los pueblos (y no en los Estados) de la Uni&oacute;n, que es una matriz luminosa de donde surgir&aacute; el Parlamento del mundo futuro. La Europa de Lisboa, al conducir un &ldquo;proceso de civilizaci&oacute;n&rdquo; que pacifica las relaciones entre Estados, al limitar el uso de la fuerza a la represi&oacute;n de aquellos que violan los derechos humanos, abre el camino que conduce de nuestra actual &ldquo;comunidad internacional&rdquo; &ndash;indispensable, aunque a&uacute;n imperfecta&ndash; a la &ldquo;comunidad cosmopolita&rdquo; de ma&ntilde;ana, una especie de Uni&oacute;n ampliada que abarcar&iacute;a hasta la &uacute;ltima alma del planeta.</p> <p> Con estos impulsos extasiados, el narcisismo de las d&eacute;cadas pasadas, lejos de debilitarse, alcanz&oacute; un nuevo paroxismo. Que el Tratado de Lisboa se refiera a los Estados de Europa y no a los pueblos; que haya sido adoptado para eludir la voluntad popular expresada en tres refer&eacute;ndums; que consagre una estructura que no tiene la confianza de aquellos que est&aacute;n sometidos a ella, y que, lejos de ser un santuario de los derechos humanos, la Uni&oacute;n que codifica est&eacute; involucrada en actos de tortura y de ocupaci&oacute;n, sin que sus representantes m&aacute;s ilustres digan una sola palabra: todo ello desaparece en una autocelebraci&oacute;n satisfecha.</p> <p> Ning&uacute;n esp&iacute;ritu individual equivale jam&aacute;s a una mentalidad colectiva. Actualmente laureado con tantos premios europeos como medallas ten&iacute;a un mariscal brejneviano, Habermas es sin duda en parte v&iacute;ctima de su propia eminencia: encerrado, al igual que el fil&oacute;sofo estadounidense John Rawls antes que &eacute;l, en un universo mental colmado casi exclusivamente de admiradores y disc&iacute;pulos, es cada vez menos capaz de dialogar con posiciones que se alejan de las suyas en m&aacute;s de algunos mil&iacute;metros. A menudo saludado como el sucesor contempor&aacute;neo de Immanuel Kant, corre el riesgo de convertirse en un moderno Gottfried Wilhelm Leibniz, construyendo a golpes de eufemismos imperturbables una teodicea en la cual los perjuicios de la desregulaci&oacute;n financiera convergen en los beneficios del despertar del cosmopolitismo, y en la que Occidente abre el camino de la democracia y de los derechos humanos hacia el &uacute;ltimo ed&eacute;n de una legitimidad universal.</p> <p class="blubox-jck" style="text-align: center;"> En Europa, se puso en marcha otra l&oacute;gica con la reunificaci&oacute;n de Alemania y el proyecto de uni&oacute;n monetaria de Maastricht, y luego el Pacto de Estabilidad, ambos tallados seg&uacute;n las exigencias alemanas. La moneda com&uacute;n ser&iacute;a puesta bajo la tutela de un banco central de concepci&oacute;n hayekiana, que no tendr&iacute;a que rendir cuentas ni a los electores ni a los gobiernos, sino que apuntar&iacute;a al &uacute;nico objetivo de la estabilidad de los precios.</p> <p> En este punto, Habermas representa un caso particular, tanto por su distinci&oacute;n como por la corrupci&oacute;n que lo afect&oacute;. Pero la propensi&oacute;n a convertir a Europa en el objetivo del mundo, sin saber demasiado sobre la vida cultural y pol&iacute;tica que all&iacute; se produce, no desapareci&oacute;; y no son las tribulaciones de la moneda &uacute;nica las que lograr&aacute;n hacerla tambalear.</p> <p> Resulta in&uacute;til insistir sobre la confusi&oacute;n en que la crisis del euro precipit&oacute; a la Uni&oacute;n. Europa est&aacute; presa de la recesi&oacute;n m&aacute;s severa y m&aacute;s larga jam&aacute;s sufrida desde la Segunda Guerra Mundial. Para entender sus causas, es necesario tomar conciencia de la din&aacute;mica subyacente que est&aacute; en marcha en la crisis del euro. Para decir las cosas sencillamente: la crisis es producto del encuentro de dos fatalidades, independientes una de la otra. La primera es la implosi&oacute;n generalizada del capital ficticio con el que los mercados funcionaron a trav&eacute;s del mundo durante el largo ciclo de financiarizaci&oacute;n iniciado en los a&ntilde;os 80, a medida que las ganancias de la econom&iacute;a real se contra&iacute;an bajo el efecto de la competencia internacional y que las tasas de crecimiento se reduc&iacute;an de una d&eacute;cada a otra.</p> <p> Los mecanismos de esta desaceleraci&oacute;n, internos al propio capitalismo, fueron magistralmente descriptos por Robert Brenner en su imponente historia del capitalismo desde 1945. Por su parte, sus efectos en el crecimiento exponencial de las deudas privadas y p&uacute;blicas, apuntalando no s&oacute;lo las tasas de ganancia, sino tambi&eacute;n la viabilidad electoral, fueron recientemente analizados por Wolfgang Streeck. La econom&iacute;a estadounidense ilustra esta trayectoria con una claridad paradigm&aacute;tica. Pero su l&oacute;gica vale para el sistema en su conjunto.</p> <p> En Europa, sin embargo, se puso en marcha otra l&oacute;gica con la reunificaci&oacute;n de Alemania y el proyecto de uni&oacute;n monetaria de Maastricht, y luego el Pacto de Estabilidad, ambos tallados seg&uacute;n las exigencias alemanas. La moneda com&uacute;n ser&iacute;a puesta bajo la tutela de un banco central de concepci&oacute;n hayekiana, que no tendr&iacute;a que rendir cuentas ni a los electores ni a los gobiernos, sino que apuntar&iacute;a al &uacute;nico objetivo de la estabilidad de los precios. Dominando la nueva zona monetaria, estar&iacute;a la econom&iacute;a alemana, hoy ampliada a los pa&iacute;ses del Este, con, justo en sus fronteras, un enorme yacimiento de mano de obra barata. Los costos de la reunificaci&oacute;n fueron elevados y empujaron a la baja el crecimiento de Alemania. Para compensar esto, el capitalismo alem&aacute;n puso en marcha una pol&iacute;tica de represi&oacute;n salarial sin precedentes, que los sindicatos alemanes debieron aceptar bajo la amenaza de una creciente deslocalizaci&oacute;n hacia Polonia, Eslovaquia o m&aacute;s all&aacute;.</p> <p> <strong>ALEMANIA IMPONE AUSTERIDAD</strong></p> <p> Para Europa del Sur, las consecuencias econ&oacute;micas eran totalmente previsibles. Por una parte, con el aumento de la producci&oacute;n manufacturera y la baja relativa del costo del trabajo, las industrias exportadoras alemanas se volvieron m&aacute;s competitivas que nunca, apoder&aacute;ndose de una porci&oacute;n creciente de los mercados de la eurozona. Por otra, en su periferia, la p&eacute;rdida correspondiente de competitividad de las econom&iacute;as locales se vio anestesiada por una afluencia de capitales baratos con tasas de inter&eacute;s fijadas de forma virtualmente uniforme en toda la uni&oacute;n monetaria, conforme a reglas impuestas por Alemania.</p> <p> Cuando la crisis general de sobrefinanciarizaci&oacute;n nacida en Estados Unidos golpe&oacute; a Europa, la credibilidad de esta deuda perif&eacute;rica se desmoron&oacute;, haciendo temer una reacci&oacute;n en cadena de Estados en bancarrota. Pero mientras en Estados Unidos planes masivos de salvataje p&uacute;blicos pod&iacute;an conjurar la quiebra de bancos, de compa&ntilde;&iacute;as de seguros y de firmas insolventes, y la emisi&oacute;n de moneda por parte de la Reserva Federal pod&iacute;a frenar la contracci&oacute;n de la demanda, dos obst&aacute;culos hac&iacute;an imposible la puesta en marcha en la eurozona de una soluci&oacute;n provisoria similar. No s&oacute;lo los estatutos del Banco Central Europeo (BCE), consagrados en el Tratado de Maastricht, le prohib&iacute;an formalmente recomprar la deuda de los pa&iacute;ses miembros, sino que adem&aacute;s no hab&iacute;a una Schicksalsgemeinschaft &ndash;esa &ldquo;comunidad de destinos&rdquo; de la naci&oacute;n weberiana &ndash; que uniera a gobernantes y gobernados en un orden pol&iacute;tico com&uacute;n, en la cual los primeros pagar&iacute;an muy caro su total ignorancia de las necesidades existenciales de los segundos. En el simulacro europeo de federalismo, no hab&iacute;a lugar para una &ldquo;uni&oacute;n de transferencia&rdquo; basada en el modelo estadounidense. Por esa raz&oacute;n, cuando la crisis golpe&oacute;, la cohesi&oacute;n de la eurozona no pod&iacute;a provenir del gasto social, sino s&oacute;lo del diktat pol&iacute;tico: la implementaci&oacute;n por parte de Alemania, al frente de un bloque de peque&ntilde;os Estados n&oacute;rdicos, de programas de austeridad draconianos &ndash;impensables para sus propios ciudadanos&ndash; dirigidos a los pa&iacute;ses del Sur, ya incapaces de recuperar competitividad mediante una devaluaci&oacute;n.</p> <p style="text-align: center;"> <img alt="" src="https://fundamentar.com/archivos/articulos/articulos/imagen/Merkel_-_UE.jpg" style="width: 700px; height: 585px;" title="Angela Merkel" /></p> <p> Sometidos a esta presi&oacute;n, los gobiernos de estos &ldquo;peque&ntilde;os&rdquo; pa&iacute;ses cayeron como moscas. En Irlanda, en Portugal y en Espa&ntilde;a, los reg&iacute;menes en el poder a comienzos de la crisis fueron barridos en elecciones que instalaron sucesores con tendencia a aumentar la dosis de remedios dr&aacute;sticos. En Italia, la erosi&oacute;n interna y las intervenciones externas se combinaron para reemplazar un gobierno surgido del Parlamento por un gobierno de &ldquo;t&eacute;cnicos&rdquo;, sin pasar por elecciones. En Grecia, un r&eacute;gimen impuesto por Berl&iacute;n, Par&iacute;s y Bruselas redujo el pa&iacute;s a una condici&oacute;n que recuerda la de Austria en 1922, cuando un alto comisionado fue nombrado en Viena por la Entente &ndash;bajo el estandarte de la Sociedad de las Naciones (SDN)&ndash;, para administrar a su conveniencia la econom&iacute;a del pa&iacute;s. El hombre elegido para ese puesto fue el alcalde de derecha de Rotterdam, Alfred Zimmerman, partidario de reprimir la tentativa holandesa de seguir los pasos de la revoluci&oacute;n alemana de noviembre de 1918. En Viena, donde permaneci&oacute; en funciones hasta 1926, &ldquo;critic&oacute; incansablemente al gobierno, subrayando sus carencias, exigi&oacute; cada vez m&aacute;s ahorros, cada vez m&aacute;s sacrificios, a todos los sectores de la poblaci&oacute;n&rdquo;, y, presionando al gobierno para que &ldquo;estabilice su presupuesto en un nivel considerablemente m&aacute;s bajo&rdquo;, afirm&oacute; &ldquo;que el control se mantendr&iacute;a hasta que se alcanzara ese resultado&rdquo;.</p> <p> En todos los pa&iacute;ses en los que fueron aplicadas, las medidas tendientes a restaurar la &ldquo;confianza&rdquo; de los mercados financieros en la fiabilidad de los gobiernos locales fueron de la mano de recortes de los gastos sociales, de la desregulaci&oacute;n de los mercados y de la privatizaci&oacute;n de bienes p&uacute;blicos: es decir, el repertorio neoliberal est&aacute;ndar, combinado con una presi&oacute;n fiscal mayor. Para blindarlas, Berl&iacute;n y Par&iacute;s decidieron imponer la exigencia del equilibrio presupuestario en la Constituci&oacute;n de los diecisiete pa&iacute;ses miembros de la eurozona; una noci&oacute;n durante mucho tiempo rechazada en Estados Unidos como una idea fija de una derecha loca.</p> <p> <strong>UNA NUEVA HEGEMON&Iacute;A</strong></p> <p> Las pociones elaboradas en 2011 no curar&aacute;n los males de la eurozona. Los spreads de las tasas de inter&eacute;s de las deudas soberanas no volver&aacute;n a los niveles anteriores a la crisis. Y la deuda que se acumula no es solamente p&uacute;blica, lejos de eso: seg&uacute;n algunas estimaciones, los cr&eacute;ditos bancarios dudosos alcanzar&iacute;an los 1,3 billones de euros. Los problemas son m&aacute;s profundos, los remedios m&aacute;s d&eacute;biles y aquellos que los administran m&aacute;s fr&aacute;giles de lo que los c&iacute;rculos de dirigentes admiten. Cuando es evidente que el fantasma de las cesaciones de pagos no ha desaparecido en absoluto, los trucos chapuceados por la canciller alemana Angela Merkel y el entonces presidente Nicolas Sarkozy corren el riesgo de no durar.</p> <p class="blubox-jck" style="text-align: center;"> Francia, cuyo arsenal nuclear y cuyo asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organizaci&oacute;n de las Naciones Unidas (ONU) ya no tienen mayor relevancia, deber&iacute;a revisar otro tanto sus pretensiones. Alemania deber&iacute;a tratar a Francia como Otto von Bismarck trataba a Baviera en ese otro sistema federal que fue el II Reich: gratificando al socio inferior con favores simb&oacute;licos y consuelos burocr&aacute;ticos.</p> <p> Su alianza, es cierto, nunca fue equilibrada. &ldquo;No se descarta que el poder alem&aacute;n adopte una forma m&aacute;s brutal, que se expresar&iacute;a a trav&eacute;s de los mercados y no desde las altas esferas o el directorio del Banco Central&rdquo;, escrib&iacute;amos antes de que estallara la crisis. Alemania, que, m&aacute;s que cualquier otro Estado, fue la mayor responsable de la crisis del euro debido a su pol&iacute;tica de represi&oacute;n salarial interna y de capitales baratos hacia afuera, fue tambi&eacute;n el principal arquitecto de los intentos de hacer pagar la factura a los m&aacute;s d&eacute;biles. En este sentido, ha llegado la hora de una nueva hegemon&iacute;a. Y con ella, ha llegado puntualmente el primer manifiesto descarado de un vasallaje de Alemania sobre la Uni&oacute;n.</p> <p> En un art&iacute;culo publicado en Merkur, la revista de opini&oacute;n m&aacute;s influyente de la Rep&uacute;blica Federal, el jurista de Constanza Christoph Sch&ouml;nberger explicaba que el tipo de hegemon&iacute;a que Alemania est&aacute; destinada a ejercer en Europa nada tiene que ver con el deplorable &ldquo;eslogan de un discurso antiimperialista a lo Gramsci&rdquo;. Debe entenderse en el sentido constitucional tranquilizador otorgado por el jurista Heinrich Triepel, es decir la funci&oacute;n tutelar que corresponde al Estado m&aacute;s poderoso en el seno de un sistema federal, a semejanza de Prusia en la Alemania de los siglos XIX-XX.</p> <p> La Uni&oacute;n Europea equivale precisamente a este modelo: un consorcio esencialmente intergubernamental reunido en un Consejo Europeo cuyas deliberaciones son forzosamente &ldquo;insonorizadas&rdquo; y del que s&oacute;lo la ciencia ficci&oacute;n podr&iacute;a imaginar que se convertir&iacute;a un d&iacute;a en la &ldquo;flor azul de la democracia, liberada de todo residuo institucional terrenal&rdquo;. Pero en la medida en que los Estados representados en el Consejo Europeo son extremadamente desiguales en tama&ntilde;o y en peso, ser&iacute;a irrealista creer que podr&iacute;an coordinarse en pie de igualdad. Para funcionar, la Uni&oacute;n necesita que el pa&iacute;s m&aacute;s importante en poblaci&oacute;n e ingresos asegure la cohesi&oacute;n y direcci&oacute;n del grupo. Europa necesita la hegemon&iacute;a alemana, y los alemanes deben dejar de mostrarse t&iacute;midos en su ejercicio. Francia, cuyo arsenal nuclear y cuyo asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la Organizaci&oacute;n de las Naciones Unidas (ONU) ya no tienen mayor relevancia, deber&iacute;a revisar otro tanto sus pretensiones. Alemania deber&iacute;a tratar a Francia como Otto von Bismarck trataba a Baviera en ese otro sistema federal que fue el II Reich: gratificando al socio inferior con favores simb&oacute;licos y consuelos burocr&aacute;ticos.</p> <p> &iquest;Aceptar&aacute; Francia tan f&aacute;cilmente verse rebajada al estatuto de Baviera en el seno del II Reich? Queda por verse. La opini&oacute;n de Bismarck sobre los b&aacute;varos es muy conocida: &ldquo;A mitad de camino entre un austr&iacute;aco y un ser humano&rdquo;. Bajo la presidencia de Sarkozy, la analog&iacute;a quiz&aacute;s no hubiera parecido ins&oacute;lita, teniendo en cuenta que Par&iacute;s se apegaba a las prioridades de Berl&iacute;n. Pero hoy, tal vez convenga mejor otra comparaci&oacute;n, m&aacute;s contempor&aacute;nea. La ansiedad que muestra la clase pol&iacute;tica francesa por permanecer siempre asociada a los proyectos alemanes en la Uni&oacute;n, recuerda cada vez m&aacute;s otra &ldquo;relaci&oacute;n especial&rdquo;: la de los brit&aacute;nicos que se aferran desesperadamente a su papel de ayudante de campo de Estados Unidos.</p> <p> Cabe preguntarse cu&aacute;nto tiempo m&aacute;s podr&aacute; perdurar la subordinaci&oacute;n francesa sin el menor esbozo de protesta. Las fanfarronadas de Volker Kauder, secretario general de la Uni&oacute;n Dem&oacute;crata Cristiana (CDU) de Alemania, afirmando que &ldquo;hoy Europa habla en alem&aacute;n&rdquo;, est&aacute;n m&aacute;s dirigidas a provocar resentimiento que docilidad. Sin embargo, desde hace muchos a&ntilde;os, debido particularmente a las notables distorsiones del sistema electoral franc&eacute;s, ning&uacute;n pa&iacute;s produjo una clase pol&iacute;tica tan escrupulosamente conformista en sus perspectivas como Francia. Esperar una mayor independencia econ&oacute;mica o estrat&eacute;gica de Fran&ccedil;ois Hollande, ser&iacute;a la victoria de la esperanza sobre la experiencia. Por la misma raz&oacute;n, no hay otro pa&iacute;s donde el abismo entre la opini&oacute;n popular y las exhortaciones oficiales siga siendo tan profundo.</p> <p> Hollande lleg&oacute; al poder a la manera de Mariano Rajoy en Espa&ntilde;a, sin fervor alguno de sus electores, como la &uacute;nica opci&oacute;n disponible; podr&iacute;a verse tambi&eacute;n r&aacute;pidamente debilitado, una vez establecido el ajuste. En el seno del sistema neoliberal europeo, del que se convirti&oacute; en el intendente franc&eacute;s, s&oacute;lo Grecia vivi&oacute; hasta el momento turbulencias populares de envergadura, aunque Espa&ntilde;a sufre temblores premonitorios. En otras partes, las elites todav&iacute;a no escucharon a las masas. Es cierto que no existen garant&iacute;as de que incluso los sufrimientos m&aacute;s duros hagan estallar la reacci&oacute;n de los pueblos antes que paralizarlos, tal como demostr&oacute; la pasividad de los rusos bajo el catastr&oacute;fico gobierno de Boris Yeltsin. Pero los pueblos de la Uni&oacute;n no est&aacute;n tan desmoralizados y, por poco que sus condiciones de vida contin&uacute;en deterior&aacute;ndose, su paciencia podr&iacute;a ser m&aacute;s limitada. En el trasfondo de todos los escenarios, hay una realidad sombr&iacute;a: aun cuando la crisis del euro pudiera ser resuelta sin que sufran los m&aacute;s d&eacute;biles &ndash;hip&oacute;tesis muy poco probable&ndash;, la contracci&oacute;n subyacente del crecimiento continuar&iacute;a.</p> <p> &nbsp;</p> <p> (*)&nbsp;Historiador. Autor del ensayo El Nuevo Viejo Mundo, Akal, Madrid, 2012.</p> <p> &nbsp;</p> <p> <strong>FUENTE:</strong> <a href="http://www.eldiplo.org/notas-web/la-amenaza-de-un-imperialismo-teuton/#n_4" target="_blank">El Diplo</a></p></div>