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"Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene.
Por primera vez vas a robar algo más que puta guita.
Cuando la noche es más oscura,
se viene el día en tu corazón".

Juguetes perdidos - Patricio Rey y sus redonditos de ricota.

En contadas ocasiones una semana política puede condensarse de manera tan visceralmente definitiva sobre una misma personalidad, definiendo el juego en un sentido o en otro, pero con la inestimable capacidad de saber salirse del molde de todo lo que está preestablecido. Siguiendo con la lógica mundialista que nos alcanza, Cristina Fernández de Kirchner se parece a esos jugadores que soportan la peor de las presiones pero que en un solo movimiento desvían el sentido del juego de manera decisiva. Que se parezca o no a un muchachito nacido en barrio Las Heras, que desde hace algunos lustros reside en Europa, pero que se resulta más rosarino que el Carlito, es una elucubración que sólo cabe en la imaginación de los futboleros más atribulados. Cristina en el centro de la escena por enésima vez. Entre partido y partido catarí, pasen y vean.

Esta vez la semana política comenzó el domingo cuando un par de medios que nada tienen que ver con la corporación periodística, dieron a conocer una serie de mensajes y audios de Telegram que mostraban la impúdica relación que han sabido construir unos cuantos jueces federales, servicios de inteligencia, una fracción del poder político, un empresario que viola la ley argentina desde hace varias décadas y lo más granado de la conducción del grupo Clarín.

Lo informado derivó en un tembladeral político y judicial. Lo que inicialmente no pocos medios trataban de ignorar, con la cadena nacional del día lunes del presidente Alberto Fernández, quedaron obligados a dar cobertura. Si bien es cierto que los audios y mensajes tienen nulo valor jurídico, no menos real que ello resulta que tienen una decisiva incidencia política. Lo que se conoció el domingo anterior, con la única desmentida de Marcelo D’alessandro, ministro de Seguridad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quien afirmó que los datos estaban editados, no recibió ninguna desmentida del resto de los protagonistas. La foto de directivos de Clarín recibiendo a los visitantes en el aeropuerto de San Carlos de Bariloche muestra no sólo la hospitalidad de los organizadores del encuentro sino la impunidad (¿además de idiotez?) de mostrarse en público.

Mientras los “huemules” (así es el nombre del grupo) se desvelan por conocer a los autores de la filtración, el conjunto de los argentinos nos enterábamos de cómo unos cuantos funcionarios públicos discutían medidas que suponían la violación de la ley. No sólo está en juego el delito de dádivas sino que, a partir de la información sobre el viaje que había dado a conocer el diario Página 12 hace un par de meses atrás, los protagonistas dialogaban sobre la emisión de facturas apócrifas para el pago del vuelo como así también del hospedaje. Uno de los jueces resulta, a la sazón, juez en lo penal y económico. No deja de resultar un interesante oxímoron que un funcionario que debe investigar y juzgar al delito económico forme parte de una organización que altera pagos.

Pero más allá del valor jurídico del asunto, de quienes resulten los autores de la filtración (y con qué fines), el hecho deja al descubierto dos factores elementales de cómo se mueve parte de la política argentina de este tiempo.

El primero refiere a la necesidad de que descartemos definitivamente y para siempre, esa falaz teoría de que en el mundillo PRO existen halcones y palomas. Si alguien nos quiere convencer que el larretismo representa a esa noble ave que representa a la paz, se equivoca de cabo a rabo. La provocativa propuesta de gobernar con el 70% de los argentinos, dejando de lado al resto que representaría el kirchnerismo, se suma de manera directa con el hecho de uno de sus ministros formando parte de un nuevo ejemplo de Lawfare y con el propio Horacio Rodríguez Larreta defendiendo a su funcionario. Para muestra basta un botón diría mi abuela, y el ex interventor de PAMI en tiempos de Fernando de la Rúa viene sumando acciones como para hacerse un saco del mejor estilo inglés.

El segundo factor refiere a una nueva confirmación de que Juntos por el Cambio llegó a la política nacional para romper todos los códigos de convivencia política con sus adversarios. El silencio de amarillos y radicales (con la sola excepción de la inefable Margarita Stolbizer, quien pidió la renuncia del ministro), muestra que nada los conmueve a la hora de la defensa corporativa. Que un sistema político, ante semejante escándalo, tenga como máxima aspiración a que los propios sólo hagan silencio como forma de cuestionamiento interno, refleja el nivel de deterioro de las relaciones institucionales.

Pero si hablamos de deterioro, no podemos dejar de poner sobre la mesa el fallo condenatorio a Cristina Fernández de Kirchner en la causa Vialidad. La forma en que se estructuró el juicio, el absurdo que supone que los jefes de gabinete no tengan responsabilidad alguna en la administración fraudulenta, la increíble absolución de Julio De Vido siendo ministro del área a la vez que se castiga a la actual vicepresidenta, muestra tres cuestiones definitivas: que, efectivamente, la condena estaba escrita hace tres años, que el adelanto de los  argumentos del fallo están flojitos de papeles y que sólo interesaba la proscripción política de la dos veces presidenta de los argentinos.

Ante esto, Cristina fue por más. A minutos de conocerse la condena, pidió la pelota y demostró por qué es la lideresa más importante de estos, casi, cuarenta años de vida democrática. Engarzó, cual orfebre relojero, su condena con los audios y mensajes conocidos 48 horas antes. Ya no habló de Lawfare sino, lisa y llanamente, de mafia. Identificó a uno por uno de los protagonistas del viaje a la mansión de Joe Lewis en Lago Escondido y su historia judicial reciente. No se privó de cuestionar a su compañero de vida sobre alguna concesión efectuada a Clarín, puso en el centro de la escena a Héctor Magnetto y anunció su renunciamiento a ninguna candidatura de ningún tipo para que el peronismo no quede condicionado por la condena de primera instancia.

Más allá de la emoción a flor de piel de la protagonista, la decisión provocó una evidente desubicación en propios y extraños. Para estos últimos, porque con esa jugada se quedan sin un argumento de peso para una campaña electoral que todo parece indicar no se desandará por caminos de concordancia y armonía política. Cualquier parecido con movimiento ajedrecístico de mayo de 2019, cuando decidió bajarse de una candidatura sin bajarse del todo, es parte de su imaginación querido lector, estimada lectora.

https://twitter.com/CFKArgentina/status/1600233714679586817

Para los propios, la decisión también agrega una dificultad extra en el recorrido del año electoral. Con el pleno del cristinismo jugando a un operativo clamor que no tendrá efecto, no fueron pocos a los que les llegó una sensación de desamparo político. Si fue una respuesta producto de la emoción o de algo meditado previamente parece una pregunta menor ante la idea de pensar si, en definitiva, una condena tan definitivamente amañada resultó un éxito o un fracaso para los intereses corporativos.

Nos explicamos. Cristina ha decidido sacarse el sayo de una candidatura que siempre, guste o no, condiciona, por los factores externos o internos, por el perfil del candidato o candidata y también, por el de los adversarios. Con ella fuera de esas responsabilidades, vale preguntarse quién le impedirá “ser” a partir de poder contar con estas libertades porque, y aquí nadie debe confundirse, un renunciamiento no supone abandono de la política.

Pero la incomodidad de la decisión excede al propio peronismo y alcanza también al conjunto de ese conglomerado que podríamos definir como movimiento nacional y popular. Los titulares y no pocos analistas domingueros (excepcionalmente, hoy escribimos un domingo) intentan responder o desentrañar quiénes pueden ser los candidatos peronistas del 2023 para la presidencia. Y la verdad, eso parece una duda menor.

La gran pregunta que deja lo sucedido en los últimos siete días refiere a qué tipo de candidato se prefiere desde este lado, para dar qué tipo de batallas políticas, con qué elementos a mano y con cuáles a construir. Entre tantas cosas, si de algo debe servir la experiencia del Frente de Todos a partir del gobierno de 2019, es tener en claro cuál es el horizonte aspiracional en pleno siglo XXI, con qué herramientas y métodos, para que ciertas diferencias naturales no ralenticen a un gobierno a partir de lo que cada uno supone que debe hacerse.

Menuda tarea para el movimiento nacional y popular. “Este asunto está ahora y para siempre en tus manos” nos dice el septuagenario que supo conquistar a bandas inconsolables, de perros sin folleto y brujas de alma sencilla. Y aunque ella va a seguir estando, algo similar nos parece decir Cristina. Habrá que hacerse cargo. Tal vez así, la noche se haga día… 

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 11 Dec 2022 19:50:03 -0300
En partido https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6728-en-partido https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6728-en-partido En partido

Hay que salir a pelear,
hay que salir a luchar.
Hay que volver a encontrar,
todas las cosas divinas,
defender el lugar.

Fito Paez

En la lógica de los deportes, sobre todo en esos que nos gustan a los argentinos, en muchas ocasiones, en algún momento del desarrollo del juego se presentan situaciones en donde el que parece encaminarse a una segura y a veces dolorosa derrota, por determinadas circunstancias entiende que apareció una oportunidad de empardar las cosas y de que no todo está perdido. Va de suyo la importancia de la cuestión psicológica en los deportes de elite y también en la práctica amateur, pero un gol casual en un 2 a 0, un par de triples seguidos en un caliente partido de básquet o la posibilidad de quebrar el saque en el tenis, supone un aliciente que pone “en partido” a los vapuleados. Tal vez de esa manera pueda sintetizarse la semana política que acaba de concluir en el país, donde un alegato judicial que parecía estar construido para un fiscal que podía (y debía) florearse, terminó siendo un instrumento de una construcción política que hasta hace unos pocos días (tal vez horas), parecía improbable. De eso se trata nuestra última columna de agosto. Repasemos.

La semana comenzó con la expectativa de qué tipo de pena solicitarían los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola en la llamada causa “Vialidad” a Cristina Fernández de Kirchner y al resto de los implicados en la misma. Luego de nueve días continuados de un alegato que, a diferencia de lo que pasó con toda la sustanciación del juicio, contó con una cobertura permanente de la cadena nacional de medios hegemónicos de la Argentina, el dato de doce años de prisión y la inhabilitación perpetua para el ejercicio de cargos públicos para la actual vicepresidenta, sirvió como argumento de celebración para buena parte del llamado círculo rojo macrista, sus voceros comunicacionales y sus funcionales dirigentes partidarios.

La voracidad procesal quedó demostrada en la decisión del Tribunal en cuestión, quien le denegó la posibilidad de la ampliación de la declaración indagatoria que pidió la principal acusada para el día martes, a partir de una serie de argumentaciones efectuadas por el dúo Luciani – Mola.

https://www.youtube.com/watch?v=aNtbi1tSiWo

A partir de ello, Cristina Fernández de Kirchner se ocupó de dar a conocer aquello que no se le permitió en sede judicial. Vía redes, y durante no menos de 90 minutos, por enésima vez ocupó el centro de la escena política del país. El argumento opositor de que su alocución no fue jurídica sino política, además de parecerse a un pretexto adolescente, esconde el hecho de que buena parte del proceso resulta del segundo tipo antes que del primero.

El alegato fiscal tiene dos consecuencias: una referida a lo estrictamente judicial y la otra de raíz política. En la primera de ellas, y de acuerdo a lo expresado por Luciani, la presidenta de entonces no podía desconocer lo que sucedía en la obra pública de Santa Cruz, ya que la supuesta relación corrupta entre funcionarios y empresarios estaba fundada en un tipo de asociación ilícita de la que Fernández habría sido la jefa.

Esto depara varios análisis conexos. El primero es que el cúmulo de supuestas obras no realizadas y de atraso o sobreprecios en las que sí se realizaron (base del argumento judicial) fueron desmentidas por los propios testigos que aportó la fiscalía.

El segundo es que una organización estatal que ponga en funcionamiento cualquier tipo de obra pública, si uno de los funcionarios desarrolla un hecho de corrupción, resulta sospechosa de estar conformada en un modo de asociación ilícita. En ese sentido, la respuesta de un tal Miguel Angel Pichetto, ex candidato a vicepresidente de Mauricio Macri, afirmando que un gobierno democrático, con todos los organismos de control funcionando, nunca puede ser acusado de esa figura legal; habla por sí solo del desvarío del fiscal futbolista.

El tercero es que no aparece en las supuestas tres toneladas de prueba (Luciani afirmando que los expedientes fueron efectivamente pesados se parece más a un bufón de la corte antes que a un digno funcionario judicial), ninguna vinculación entre Lázaro Báez y Fernández de Kirchner. Ni carta, ni mensajes de texto, ni mails, ni depósito en dinero en cuentas nacionales o del exterior, cruzadas o propias. Nada. Rara asociación ilícita formada sin el ejercicio de ningún tipo de vínculos.

https://twitter.com/CFKArgentina/status/1562394416752517120

El cuarto, y como broche final, lo cierra el hecho de que en el alegato se aportaron elementos de otras causas que nada tenían que ver con este juicio y que, además, habían sido desechadas por otras instancias judiciales. No son pocos los que afirman sobre la prohibición de este procedimiento en un alegato final, que, según los expertos, debe presentarse como una especie de síntesis de las pruebas demostradas en el juicio.

Ese cúmulo de elementos le dio carnadura a la respuesta política que se consolidó en los días venideros. Más allá de los intereses judiciales de la propia acusada, no fueron pocos los dirigentes que entendieron que la jurisprudencia que dejarían asentada los argumentos de Luciani ponen en riesgo cualquier decisión de derecho administrativo que se tome desde todo tipo de organización estatal.

Desde hace tiempo, la consigna “si la tocan a Cristina, qué kilombo se va a armar”, funcionaba como una definición política de sus partidarios. Del otro lado de la grieta, en muchas ocasiones, se ponía la mirada en un tono burlón, lo cual se parecía a una provocación sin sentido. La respuesta inicial se conoció en la noche del martes: primero como reacción a esa decena de “vecinos” de Recoleta donde tiene su departamento porteño la vicepresidenta, que se movilizaron cacerola en mano para celebrar el pedido de condena de Luciani y el segundo como muestra de apoyo que se extendió al conjunto de las provincias argentinas.

Ciudadanos y ciudadanas, integrantes de múltiples organizaciones sociales y políticas de todo tipo o sin pertenencia a ningún espacio, supieron movilizarse de cara a defender a una dirigente que sigue siendo una referencia insoslayable. Ese fenómeno que empezó a consumarse, se vinculó al conjunto de todo la dirigencia oficialista (y en algunos opositores) que en algunos casos por convicción y en otro por la fuerza irremediable de los hechos, se sumó a la ola de apoyos.

La respuesta política e institucional del peronismo deviene en un reordenamiento impuesto por su propio ADN: desde su nacimiento en aquel mítico 17 de Octubre de 1945 que perseguía la liberación de su líder, pero además por comprensión ideológica histórico – conceptual que da por hecho que el conflicto es inherente a cierta cotidianidad. En esta coyuntura puntual, Lawfare mediante, el oficialismo movió sus fichas: no sólo por lo que pudo reflejarse en redes sino, y esto es fundamental, por lo que pudo verse en las calles.

https://twitter.com/p_justicialista/status/1562822350508158976

En el Frente de Todos nadie pareció resultar indiferente. Al apoyo de los 500 intendentes de días pasados, se sumaron dirigentes de distinto peso en el respaldo a Cristina Fernández pero también, de alguna manera, como autodefensa de cara al futuro.

Incluso Omar Perotti, descontador de sueldos de docentes, estatales y trabajadores de la salud, algo impropio y vergonzante para un dirigente político que se autodefine como peronista; y más allá de su militancia equilibrista inconmovible, se vio obligado a brindar un apoyo a través del comunicado emitido por el Partido Justicialista. Con la tibieza de siempre, pero, debe reconocerse, mal no le ha ido hasta ahora con sus modos. Huelga decirlo.

El propio presidente de la Nación se hizo visible en el tema. Fustigó  los postulados que suponen los fiscales. Visitó algún medio de “la corpo” y dio nota a algún medio amigo. Es cierto que una frase que no cae bien terminó siendo el argumento de aquellos que en la previa, (desde el propio oficialismo) se quejaban de esa visita, y que, de alguna manera, pareció darles la razón. Pero eso es sólo lo que subyace en la superficie.

Si hay algo que el resultado de 2015 dejó asentado, que unos cuantos parecieron reconocer entonces y no pocos parecieron olvidar por estos días, es que no alcanza con hablarle a los propios. La disputa política o la batalla cultural (conceptualícelo como usted quiera estimado/a lector/a) se dan en todos los frentes. Y esto no resulta así porque los más elementales manuales de comunicación política lo digan o porque seamos inocentes pensando de que, en tiempos de grietas viscerales, podrá convencerse de algo distinto a quien está del otro lado de la pantalla o del receptor. Esto es así porque a la burla, la falta de respeto y la mala información se le responde de frente y poniendo en valor todo aquello que se construye políticamente. Si somos mejores, también debemos demostrarlo jugando de visitantes. Bien por el dirigente que se anima a ir a TN pese a todo. Mal por quedar embarullado en una declaración que sirvió para sacarla de contexto.

https://twitter.com/alferdezprensa/status/1562817617756299264

Del otro lado, en Juntos por el Cambio, la reacción inicial al alegato de Luciani pareció de festejo en nombre de la república, las instituciones y “coso”. Se pareció (y lo es) a una defensa corporativa que, a partir de las declaraciones presidenciales, derivó en un nuevo pedido de juicio político que intentó mostrar una unidad que hace rato no existe.

El comentario de Elisa Carrió afirmando que fue espiada por la Policía Federal que conducía Patricia Bullrich, la negativa de Facundo Manes a firmar el pedido de juicio político a Fernández, el silencio inicial y las respuestas oscilantes de Mauricio Macri respecto de la promiscua relación entre José López, su “hermano de la vida” Nicolás Caputo y su compañero de la otrora comisión directiva de Boca Juniors Jorge Sánchez Córdova, a la sazón director del Banco Finansur, entidad de donde salió parte del dinero de los bolsos del ex funcionario y que Cristina Fernández denunciara con inestimable agudeza; demuestra, una vez más, que más allá de cierta protección mediática; en la oposición amarilla las cosas no están ordenadas ni mucho menos.

Y todo volvió a cambiar en la mañana del sábado cuando la calle donde se domicilia Cristina Fernández apareció vallada por la policía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, impidiendo que los partidarios de la vicepresidenta se movilizaran hasta la puerta de su casa. La brutalidad política de Horacio Rodríguez Larreta, se entronca de manera directa con la ignorancia de clase que porta el fiscal en cuestión.

¿Acaso imaginaban que a un movimiento político que ha sufrido fusilamientos, proscripciones, destierros, desapariciones y derrotas políticas fenomenales pero que siempre se ha sabido reconstruir, lo iban a sojuzgar un juicio amañado y unas vallas de hierro defendidas por un centenar de policías? ¿Acaso suponían que a la lideresa más importante desde la muerte del General Juan Domingo Perón hasta nuestros días, podrían condicionarla con elementos tan básicos?

https://twitter.com/horaciorlarreta/status/1563693248027283462

La presentación sin preguntas del Jefe de Gobierno porteño en la noche del sábado, el parcial acompañamiento de dirigentes de su propio espacio, y si se quiere, la expresión corporal de algunos de ellos demostraron más temprano que tarde, que las consecuencias de algunas provocaciones no son gratis para sus ideólogos. ¿Fin del sueño presidencialista para el funcionario de PAMI en tiempos de la Alianza? Pregunta para la almohada.

En “Salir al sol” la canción del epígrafe que supo componer Fito Páez, en algún párrafo pide “conéctense de una vez y van a ver que es posible”. Algo de eso subyace en la respuesta que el peronismo pergeñó en las calles y que va más allá de cierta institucionalidad. Si en algún momento de la semana se pensó en una gran convocatoria que sintetice el apoyo a Cristina Fernández con cientos de miles de ciudadanas y ciudadanos en el epicentro que supone la Plaza de Mayo, por ejemplo en un 17 de octubre, en las últimas horas prevaleció la idea de una movilización permanente. Como una forma de reencuentro interno, como una muestra al conjunto de la sociedad y como una respuesta inequívoca a cierta derecha que en su delirio conceptual, supone que una victoria en 2023 le daría un cheque en blanco para cualquier forma de desordenamiento de nuestras vidas. Sin haberlo construido tan claramente en la previa, el oficialismo está en partido. Y vaya sino. El condimento político y épico ya lo tiene. Sólo debe corregir un par de variables macroeconómicas. No es poco precisamente. Tampoco es imposible.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 28 Aug 2022 11:05:08 -0300
Esperanza https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6302-esperanza https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6302-esperanza Esperanza

Acaba de salir Lula de la cárcel y mientras camina los primeros pasos me pregunto si tendremos espacio para la esperanza.

Sabrán perdonar mis docentes que intentaron formarme en el arte del análisis político, entre revisiones de estructuras y super estructuras, entre sistemas y dimensiones, entre contratos, hegemonías y significantes vacíos. ¿Será momento para que en los arrabales del capitalismo tardío abracemos la esperanza? Sabrán perdonar los lectores, acostumbrados al dato duro y al intento de análisis sistémico si hoy nos preguntamos por la esperanza.

Y no resulta un permiso casual ni inocente. Se trata de poder preguntarnos por las causas verdaderas de la alegría, de la empatía. Sabemos con estricta certeza, no somos tontos, de las enormes dificultades que nos esperan, pero también sabemos de dónde venimos. Sabemos del lafware, de que no es un fenómeno de un día ni dos. De que la mentira y la manipulación fueron parte central de este tiempo. De que el odio y el menosprecio se hicieron bandera. Si algo caracterizó a esta época fue la capacidad de la derecha de correr el “eje” del sentido común. Es como si ese odio acumulado les hubiera habilitado para que hoy, con total impunidad, escuchemos barbaridades discursivas que, en otro tiempo, momento y coyuntura, habrían ruborizado a propios y extraños. Existía un consenso de que algunas cosas no podían decirse por respeto o incluso, si se quiere, por el temor al qué dirán. Segunda pregunta al aire. ¿O acaso no nos hubiera resultado impensado en otras campañas electorales, que un candidato a vicepresidente dijera (y justificara) que era necesario quemar villas? 

Sabemos y somos plenamente conscientes, que la mentira se hizo dueña del discurso político mediático. Que ya no importó si nos mentían en la cara ante lo evidente y lo inexorable. ¿O qué representa sino afirmar, alegre y despreocupado, que en el país del desempleo duplicado se habían creado un millón de nuevos puestos de trabajo? Sabemos, y no nos comemos la curva, que resulta falso de falsedad absoluta que, como afirma un importante funcionario formado en una familia rica, el país esté listo y preparado para crecer, cuando se avecina un 2020 con una caída del PBI del 1,7%.

Sabemos, y no nos dejamos engañar, que la pléyade de empresarios que ayer aplaudían el ajuste, la eliminación de derechos de trabajadores y la meritocracia, hoy hace cola para pedir un Estado activo que, por ejemplo, aporte en la construcción de 40.000 viviendas o que baje tasas para poder producir. En pocos lugares del mundo como en la Argentina, los dueños del capital que produce, gusta de pegarse tiros en el pie. En largo plazo (y no tanto) terminan ganando menos y desvalorizando los activos de sus empresas, y luego salen corriendo a los brazos de modelos económicos que hasta no mucho consideraban anti naturales.

Sabemos, y cómo no, que las justificaciones académicas y hasta políticas de las limitaciones de hoy (cepo mediante) son las atrocidades del peronismo que dejaban en estado shock y horrorizados a los gurúes de la economía (chantas con trajes finos y no tan finos) en el pasado reciente. Personajes que podrían escribir, sin dudarlo, el horóscopo de cualquier pasquín que se precie y que nunca aciertan ninguno de sus pronósticos: cuando gobierna la heterodoxia, yerran sistemáticamente en las crisis que llegarán. Cuando gobiernan ellos y sus amigos yerran también, pero en la bonanza que nunca se hace masiva.

Sabemos, y tal vez pocas cosas sean tan ciertas, de la genuflexión de unos cuantos que se decían propios y para evitar algún carpetazo o por míseras treinta monedas de plata, traicionaron aquello que decían defender y hoy vuelven buscando el calorcito que da el sol del poder. Que de alguna manera para estos tristes personajes es lo mismo ser derecho que traidor como dice el genial Discepolín y la construcción que intentan cada día reverbera en el olvido, en el perdón y en las urgencias de muchos.  

Todo eso lo sabemos. Hemos convivido con ello en los últimos años, no sólo en los últimos cuatro. El proceso es más largo y no refiere exclusivamente a la Argentina. Pero deseo que me regalen la esperanza. Dejen que crea en esos millares de pibes que en la noche del 27 de octubre festejaban en el Monumento a la Bandera en Rosario; en que si pudimos estar de pie en este tiempo, sin doblegarnos y sin quebrarnos, tal vez encontremos algunas soluciones que reclama la hora. Abandonen cualquier intento de vernos decaídos por aquel hermano que no la pasa bien y que, seguramente, en el corto plazo poco podamos hacer por él. No esperen que olvidemos y que transemos aquellos valores que nos sostuvieron hasta hoy.

Allí está Lula, injustamente detenido y vilipendiado. Allí está un hombre que emociona, que nunca se entregó, aunque estuviera encerrado entre cuatro paredes. El personaje político que en cada entrevista que brindaba, contagiaba a sus interlocutores y a sus oyentes. Quiero que me dejen esa esperanza, la de sobreponernos a todo y a todos. La de intentar ser felices, en una comunidad organizada y con los otros, no sólo y encerrado en la comodidad de un buen pasar.

Quiero que me dejen la esperanza. El análisis, hoy te lo debo.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez(*)) Opinión Sat, 09 Nov 2019 09:34:47 -0300