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Fundamentar - Artículos https://fundamentar.com Thu, 28 Mar 2024 09:29:30 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Todos de Frente https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6754-todos-de-frente https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6754-todos-de-frente Todos de Frente

"Algo cambió, nosotros no.
Recuerda aquellas tardes
que en el aire había algo especial,
a muchos les cambió la cabeza
y otros siguen igual"
Nosotros no - Los rancheros

El protagonismo de la semana se lo llevó el Frente de Todos. Más allá del contexto económico que deja un nuevo rebote inflacionario del 6%, del juicio político a los integrantes de la Corte Suprema Justicia de la Nación que de a poco se va sustanciando y de las consecuencias del triunfo interno de la Unión Cívica Radical frente al PRO en la provincia de La Pampa, la centralidad temática le correspondió a un oficialismo que pareciera haber entendido, por fin, que nadie se salva solo. Radiografía de un nuevo acuerdo político. Pasen y vean. Como cada fin de semana, todos y todas están invitados.

La reunión convocada para el día 16 de febrero en la sede partidaria del PJ había tenido sus vaivenes. El presidente Alberto Fernández finalmente había aceptado la conformación de una mesa política que contuviera al conjunto de una dirigencia que tiene a la gestión, por un lado, y al armado electoral de este año por otro, como referencias cotidianas. Esa era la diferencia central respecto de la convocatoria. Qué se discutía y hasta donde parecía ser el activo principal a la hora de aceptar o no el convite.

En ese devenir, y dando por segura la ausencia de Cristina Fernández de Kirchner, las primeras dudas sobre la potencia política de la reunión comenzaron a surgir cuando se informó que el ministro de Economía Sergio Massa y el presidente del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires, Máximo Kirchner, no concurrirían a la misma. Para los voceros del tigrense, era necesario insistir en su preocupación exclusiva en la gestión de la economía, mientras que algunos voceros mediáticos cristinistas (conocida es la reticencia del jefe de La Cámpora a hablar a través de los medios), justificaban la ausencia a partir de entender que la reunión no tenía mucho sentido si no se discutía honestamente sobre la marcha del gobierno.

Algo cambió. Si las declaraciones previas actuaron como método de presión para una negociación posterior o si, efectivamente, los quejosos cedieron ante el riesgo de cierto aislamiento político, sólo los protagonistas lo saben verdaderamente. Lo real y concreto es que todos terminaron adentro, y de una reunión sobre la que se operaba su vaciamiento, se terminó imponiendo un documento oficial que, como siempre sucede en estos casos, a la vez que ceden, todos ganan algo dado que expresa lo que cada sector tenía para decir.

Sobre la base de un documento que se negoció previamente, y a partir de que los propios participantes reconocieron que pudieron decir las cosas de frente (la reunión no dejó de llamar la atención por su duración), surgió ese eterno juego analítico mediático sobre quien ganó y quien perdió.

No fueron pocos los análisis que marcaron cierta ventaja cristinista ya que el documento toma el concepto de “proscripción” de la vicepresidenta. Sacando de la escena los análisis justificados sobre el gesto con el que los participantes llegaban al encuentro (una verdadera berreteada digna de un mejor rigor), esa idea opera sobre la necesidad de una Cristina candidata: para quienes la defienden deseando su candidatura presidencial 2023 y para quienes la denostan, porque necesitan subirla al centro del ring como forma de deslegitimación política del peronismo en su conjunto. Algo que la ex presidenta supo exponer cuando respondió públicamente al fallo que la condenó en primera instancia.

Olvidan los portadores de esta idea de una prevalencia cristinista, que en el mismo documento aparecen las elecciones PASO como un horizonte posible para resolver las desavenencias internas y que buena parte del entramado K y del conjunto de los gobernadores justicialistas, proponían lisa y llanamente su derogación cinco meses atrás, con el interés específico de complicar aún más el internismo cambiemista y de paso, centrar las decisiones sobre el armado de las listas, en el dedo “benefactor” de cada mandatario provincial, siempre muy recelosos del cuidado de sus territorios. Algo supimos decir en este mismo portal, y, al igual que un vaso de agua al sediento, hoy a nadie se le niega dirimir las diferencias en una interna, más allá de los nombres propios.

La pregunta de fondo, más allá de los aciertos y errores, de las ilusiones y los deseos y de lo que digan las autopercepciones y las encuestas, es si alguien cree, en serio, que en materia de relevancia política, el contexto 2023 difiere de manera tajante al del 2019.

Nos explicamos. La virtuosa jugada de Cristina Fernández de mayo de 2019, cuando decidió bajarse de la fórmula pero sin bajarse del todo, reconocía, implícitamente, los propios límites de la acción política del kirchnerismo de entonces, cuando debía sacarse de encima el yugo macrista al frente del gobierno. Nació así el concepto de la “unidad en la diversidad”, como síntesis de un tiempo político particular que necesitaba de todos.

¿Es Cristina, acaso, la dirigente que más mide? Tal vez sea así. Dicen que el gobernador Axel Kicillof exhibió encuestas bonaerenses que ubican a la ex presidenta varios cuerpos delante del resto de los hipotéticos candidatos. El problema con esto es que Buenos Aires no es necesariamente el resto del país y el operativo clamor que el cristinismo de paladar negro ha puesto en marcha, sólo se produce desde los decididamente convencidos y no más allá de ese límite.

“Si la tocan a Cristina qué kilombo se va a armar” cantaban sus más convencidos militantes y resulta que a la dirigente más lúcida de este siglo XXI, le atentaron contra su vida, la condenaron con un juicio vergonzoso, y la argentinidad siguió con su cotidianeidad de siempre. La práctica política y la construcción y conservación de los liderazgos, son procesos mucho más complejos que aquello que cada uno de nosotros imagina. Un verdadero llamado de atención que algunos deberían poner bajo perspectiva.

Tampoco los gobernadores las tienen todas consigo. Si la llegada de Juan Manzur a la Jefatura de Gabinete le significaba la esperanza que uno propio alcanzara una verdadera proyección nacional de cara al 2023, la lógica de la administración, el internismo exacerbado y algunas flaquezas propias ubicaron al tucumano en un lugar muy alejado de cierta centralidad política. Omar Perotti y Juan Schiaretti, como siempre, juegan exageradamente la suya, Alberto Rodríguez Saá parece haberse recostado sobre la proyección del cordobés heredero del recordado Juan Manuel De la Sota y el resto de los gobernadores peronistas no alcanzan una proyección nacional que siquiera, permita ubicar sus rostros allende los límites de cada una de sus provincias.

También Alberto Fernández cuenta con sus propios límites, a partir de las dificultades en la gestión de gobierno, pandemia, guerra y sequía mediante. Algo de eso parece reconocer cuando afirma que si un compañero ofrece mejores expectativas electorales, él está dispuesto a bajarse de una hipotética pre candidatura que, en serio, nadie está en condiciones de creerse con el derecho de bloquear.

https://twitter.com/p_justicialista/status/1626545895683633152

La hipótesis de trabajo de este analista es que el escenario está abierto. Para la interna del oficialismo, los nombres propios de las candidaturas pueden ir mutando de acuerdo a cada emisor del mensaje político. ¿Gran acuerdo de unidad o elecciones PASO que respete cierto margen de convivencia interna y que deje la menor cantidad de heridos posibles? Nada está del todo claro por ahora, pero las diferencias existen y son reales.

Pero además, la idea del escenario sin una definición taxativa se sustenta, cómo no, en una oposición realmente atomizada a la hora de la construcción de una candidatura y en mucho menor medida de un renovado liderazgo.

Mauricio Macri opera como un estratega intramuros, teniendo como mayor aspiración política el condicionamiento que le pueda imponer a cada uno de los tres dirigentes de su propio espacio, que dicen querer proyectarse en una elección nacional. Tiene un techo muy bajo y varios de sus laderos más cercanos han empezado a tributar, indistintamente, cerca de Horacio Rodríguez Larreta o de Patricia Bullrich y su silencio de las últimas semanas parece indicar que no será de la partida.

El actual jefe de gobierno convive con el día a día de la gestión que, a la vez que puede fortalecer, también puede debilitar entre discusiones (y justificaciones) que no siempre se pueden tener bajo control. Vaya el ejemplo de las diferencias sobre el uso de pistolas Taser y de imágenes de policías enfrentando a delincuentes a los sillazos.

Patricia Bullrich cada vez se muestra más visceralmente acérrima en sus convicciones. Compite mercado político con Javier Milei (que en los últimos días se dio el gusto de reunirse de manera virtual con el neo fascista Jair Bolsonaro) y por lo tanto, sólo le queda acelerar con los ojos ciegos bien abiertos, como aquel viejo himno ricotero.

Y finalmente, la Unión Cívica Radical esta semana le tomó cierto gusto a envalentonarse a partir del triunfo interno en La Pampa, de la mano de Martín Berhongaray sobre el candidato de PRO, Martín Maquieyra. Allí se referenciaron no pocos dirigentes nacionales para darse ánimo de que los territorios siguen teniendo su importancia a la hora de cierta construcción política y que no todo se define en los sets de televisión porteños.

En resumen, si en el oficialismo las cosas no están nada definidas, los opositores no le van en zaga, como diría mi abuela. En la canción de Los Rancheros, se reivindicaba cierto espíritu juvenil que permanecía inalterado por el paso del tiempo, más allá de la adultez. Eso especial que en el pasado les había cambiado la cabeza a algunos y que los llevó a imponer la novedad histórica de un gobierno peronista de coalición, podía pensarse que permanece inalterado. En la semana, parece que los 33 pudieron decirse todo de frente. No es poco. Tampoco es definitivo.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 19 Feb 2023 11:06:49 -0300
Construcciones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6753-construcciones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6753-construcciones Construcciones

"Para construir un bello sueño es preciso, además,
ser lo bastante espabilado -cuando se da vuelta la fortuna-
para salir de entre las ruinas y hacer otro inmediatamente."

Para construir un bello sueño - Joan Manuel Serrat.

La semana trajo un abanico de novedades que dan por confirmado que el año electoral ha comenzado. Cambios en la jefatura de gabinete a nivel nacional, la “novedad” de la supuesta jubilada Elisa Carrió que anunció su pre, pre, pre candidatura a la presidencia de la Nación (no hay error de tipeo) y la salida del tercer ministro de Seguridad en Santa Fe en el lapso de dos años, le pusieron al sistema político, más calor del que de por sí trae Febrero. Octubre está en el horizonte y todos intentan construir su plataforma de despegue. Con distintas herramientas y métodos. Pasen y vean. Sean todos y todas bienvenidos.

El comienzo de la semana llegó con  una novedad que el presidente Alberto Fernández se guardó para sí mismo: en Tucumán confirmó la salida del Jefe de Gabinete Juan Manzur para hacerse cargo de la campaña electoral en su nuevo rol de candidato a vice gobernador de Osvaldo Jaldo.

Con la salida del sanmiguelino se produce la retirada de un hombre que, a sugerencia de Cristina Fernández de Kirchner, dejaba la gobernación tucumana para darle mayor espesura política a un gobierno que atravesaba una tradicional crisis luego de una dura derrota electoral. De paso, su arribo representaba un guiño para el conjunto de gobernadores peronistas, siempre muy activos a la hora de reclamar más peso en la toma de decisiones del ámbito nacional.

Poco de ello sucedió. La figura de Manzur se fue desdibujando con el correr de los meses, quedando atrapado en la vorágine de la administración que implica una Jefatura de Gabinete.

La noticia no dejó de tener impacto político y a partir de allí comenzó la habitual danza de nombres. Juan Manuel Olmos, actual segundo del tucumano, hombre de confianza del presidente y con diálogo aceitado con todos los sectores del justicialismo; Daniel Scioli un todo terreno que ha tenido la enorme virtud de mostrar siempre un espíritu político propositivo y Agustín Rossi, hombre de indudable referencia en el peronismo nacional desde 2005 hasta aquí; fueron los que han aparecido nominados.

Pese a que, hasta la mañana del sábado, aún no hay confirmación oficial, todo parece indicar que el santafesino cuenta con todos los boletos para la llegada a lo que sería el cargo más importante de su recorrido político.

Si Fernández optara por su designación, elegirá antes que nada a un militante. Rossi puede ser eyectado de un cargo ministerial de cierta relevancia y en pocos días estar sentado en una charla con vecinos de un barrio rosarino asolado por la pobreza y/o la violencia narco. Ha sabido reinventarse para seguir siendo protagonista en el plano nacional, mantiene buen diálogo con todos y resulta un hombre respetado por la militancia peronista que le reconoce un recorrido de lealtad y trabajo permanente.  

Si la llegada de Manzur se justificaba por las razones antes expuestas, situación que no se plasmó en los hechos, a partir del hipotético nombramiento del hombre nacido en Vera, puede esperarse una efectiva cristalización de ese deseo no alcanzado desde setiembre de 2021. Y eso será así, más allá de los gustos del algunos sectores o dirigentes.

El que no la ha tenido todas consigo en un momento donde debería estar mucho más dedicado a la construcción política de su candidato Roberto Mirabella, fue el gobernador santafesino Omar Perotti.

A tener que tragarse lo que puede ser el “sapo” del Chivo, (no olvidar nunca que la relación entre un jefe de gabinete y los gobernadores es estratégica para cualquier aspiración política de un oficialismo), se le agregó un nuevo pedido de renuncia a un ministro de Seguridad de la provincia. El tercero en poco más de dos años para ser más precisos.

Dicen, los que dicen que saben, que el detonante para echar a Rubén Rimoldi, radicó en el brutal asesinato del joven Lorenzo “Jimi” Altamirano en la mismísima puerta de ingreso del club Newell’s Old Boys. Las características del crimen, lo poco que ha podido mostrar la policía en materia investigativa hasta el momento y el anuncio ministerial de medidas judiciales que no se produjeron, aceleraron el proceso de salida de un ministro que había sido nombrado hace apenas seis meses, y que el mayor recuerdo que dejará, será el de haber protagonizado un papelón institucional con una subalterna, en sede parlamentaria, sobre la que no tenía conducción política alguna.

Perotti empieza a actuar con una lógica futbolera típicamente argentina: esa que muestra a los presidentes de los clubes que tienen problemas con el descenso y que cada cuatro meses cambian de director técnico, no aceptando que ciertos procesos llevan tiempo y, fundamentalmente, que los jugadores no se caracterizan por su habilidad deportiva. En Santa Fe la policía es parte del problema, y el que así no lo entienda estará partiendo de un error de base.

https://twitter.com/MCorach/status/1623498460178575360

El problema de Perotti, además de haber sido elegido para solucionar los problemas de sus comprovincianos, es que prometió “Paz y Orden” en 2019 como idea fuerza de campaña. Y de ciertos slogans no se vuelve tan fácilmente cuando se está en la gestión.

La pelea con Aníbal Fernández, definitivamente inconducente, esconde algo de verdad de ambas partes. Si bien las otras provincias no tienen el problema que se ha transformado en el drama de Rosario, cierto es que a situaciones especiales le corresponderían respuestas institucionales especiales y que no alcanzan con el cambio de nombre ministerial ni tampoco para que el control federal se circunscriba al centro rosarino.

Y además, como si todo esto fuera poco, el problema no es nuevo. Tiene más de una década de vigencia y si a alguien lo dejara tranquilo poner una fecha, habría que anclarla en el asesinato de Martin “Fantasma” Paz, a la luz pública, en una mañana sabatina en la zona de Entre Ríos y 27 de Febrero. A Perotti se lo puede acusar de ineficiente y de cierta negligencia, pero ciertas connivencias deben buscarse en otro lado.

Leer y escuchar a algunos dirigentes con responsabilidades políticas en la década anterior, sin sonrojarse y sugiriendo lo que el gobierno actual debe hacer, se parece y mucho, a una hipocresía hecha y derecha. Valga las cercanías y los acuerdo políticos frentistas.

https://twitter.com/maxipullaro/status/1623791753940676609

Jueces involucrados en serias sospechas, funcionaros judiciales eyectados de sus cargos, investigaciones que se mantuvieron en el seno de los tribunales ordinarios cuando debían ser sustanciadas en el fuero federal, punta de ovillos de denuncias que no se profundizaron y que alertaban sobre cierta connivencia con un sector de la política, son el combo previo a lo que hoy vive Rosario, demostrando que con fotos “supremas” no alcanza.

En el medio, Pablo Javkin, que luego de tres años ni siquiera ha dado inicio a la solución de algunos de los problemas más importantes de Rosario (transporte público, estado de las calles, etc.), en el intento de construcción de su precandidatura a gobernador, trata de mostrarse como la voz de los vecinos de una ciudad sobre la que poco hicieron sus antiguos socios políticos para que, efectivamente, no resultara estigmatizada. Por momentos su rol parece quedar opacado al de un mero comentarista de la realidad. Lo que no se comprende del todo es por qué, teniendo un plan para la inseguridad (como decía tener en la campaña de hace cuatro años) y teniendo un diálogo relativamente fluido con el gobernador, eso no se ha aplicado en el control policial de la calle. Cosas que este analista no alcanza a “descular”.

Y si hablamos de socios y socias supuesta y antiguamente progresistas de Javkin, no dejó de llamar la atención en el plano nacional, la afirmación de Elisa Carrió auto postulándose para competir por la presidencia de la Nación. Todo tan verificable como el humo que la sequía de La Niña nos legó.

La oriunda del Chaco busca incidir en la formación de listas que coloque a su alicaída Coalición Cívica en ciertos lugares expectantes del espectro de Cambiemos. También la incidencia en ciertas definiciones previas a los procesos electorales, supone una idea de construcción. Aunque en el caso de Carrió eso se parece bastante a una contradicción en si misma.

Las preguntas del cierre refieren a si el oficialismo tendrá margen para espabilarse y construir un nuevo sueño. Si una oposición jugando al desgaste permanente no resulta funcional a todo aquello que se declama como deseoso. ¿En qué punto ciertas construcciones no son funcionales a la destrucción de sueños y derechos? Todo está por verse. Todo está por construirse.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 12 Feb 2023 10:31:34 -0300
Comparaciones odiosas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6752-comparaciones-odiosas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6752-comparaciones-odiosas Julio Nazareno - Presidente de la CSJN entre 1993 y 2003

“Las comparaciones son odiosas” afirmaba mi abuela, pero qué sería del análisis político sin la posibilidad de comparar procesos y contextos. Es más, podríamos ampliar la pregunta sobre la ciencia política y su capacidad comparativa desde sus inicios hasta aquí. ¿O acaso, por ejemplo, no hacía ejercicio comparativo el bueno de Aristóteles cuando nos explicaba qué modelo de gobierno era mejor para una comunidad? ¿Y no hacía lo propio el siempre denostado Nicolás Maquiavelo cuando definía las cualidades que debía tener el príncipe para hacerse del poder y conservarlo? La comparación, bien ejecutada, puede servirnos para conocer el pasado, pero también nuestro presente de cada día y, por qué no, trazar algunas líneas de futuro.

Desde comienzos de año, el oficialismo nacional ha puesto en marcha el tratamiento de juicio político sobre los cuatro integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, siguiendo los procedimientos que establece la Constitución Nacional. Inmediatamente surge la tentación por comparar este proceso con el último juicio de estas características, llevado adelante a partir de 2003 bajo la presidencia de Néstor Kirchner. En un punto deben reconocerse que las expectativas resultan realmente disímiles, pero de antemano debemos reconocer que los contextos también lo son. De ello se tratan las siguientes líneas: de revisar (en parte) ambos procesos, para, en definitiva, tener real dimensión del tiempo político que vive el país.

La primera diferencia (menor) que surge en estos casi veinte años radica en la forma en que la sociedad fue notificada al respecto: mientras Néstor Kirchner comunicó la novedad mediante una cadena nacional, método siempre valorado por el kirchnerismo como trascendente método comunicacional, el actual presidente Alberto Fernández lo hizo vía redes, en la mañana del 1º de enero, como un signo de los tiempos virtuales que corren. Aún nos intentábamos sacar de encima la resaca de una fiesta de noche vieja, cuando nos desayunábamos con la buena nueva presidencial. De allí en más se puso en marcha un procedimiento que le permitió ganar en centralidad al propio Fernández.

Pero si debiéramos ir por aquellas diferencias estructurales más notorias podríamos trabajar sobre tres ejes.

El primero de ellos refiere a la calificación de Corte adicta. El máximo tribunal que se comenzó a desmontar a partir del 2003 recibió esa calificación una década antes, cuando el menemismo era la fuerza política más importante. Se la podía definir de adicta al poder político, pero también resultaba funcional al entramado económico que había sabido construir Carlos Menem, en una era de transformaciones que, a la larga, perjudicó a la mayoría de los argentinos.

Esa Corte, funcional a los intereses comentados, era severamente cuestionada de manera transversal por la población, por diversos actores de la sociedad civil, por una parte de cierto empresariado y por el común de los 'mass media'; llegando al final del gobierno de Fernando de la Rúa con un descrédito notorio. El nivel académico de algunos de sus integrantes era severamente cuestionado, lo cual se retroalimentaba con un estilo provocador a la vez que bizarro de quien era su presidente, el riojano Julio Nazareno.

Los fallos eran definitivamente funcionales a los intereses del menemato y de sus aliados corporativos, lo que derivó que, con el tiempo, la sensación de hartazgo social se hiciera masiva, al punto que, lo que no había logrado aunar Eduardo Duhalde con el mismo tipo de juicio en 2002, la capacidad decisoria del santacruceño del 22% de los votos, se apalancara en un fuerte apoyo ciudadano.

El proceso no fue uniforme. Quien primero renunció fue el ya nombrado Nazareno. Eduardo Moliné O’Connor y Antonio Boggiano fueron destituidos en el año 2003 y 2005, respectivamente. Mientras que Adolfo Vázquez y Guillermo López fueron los últimos en presentar la dimisión.

Pero lo realmente valedero del caso no fue la eyección progresiva de la corte adicta, sino el procedimiento selectivo que se plasmó en el ya famoso Decreto 222/03 y que, sus bases conceptuales, perduran hasta hoy en la institucionalidad argentina. El sistema de objeciones que la sociedad civil puede plantear sobre cada candidato, resultaron en una novedad que aportó un soplo de aire fresco en una decisión que históricamente quedaba circunscripta a los pasillos de la Casa Rosada y del Congreso de la Nación.

Vale preguntarse por la valoración de la actual Corte. Lejos de ser acusada de adicta, la misma no deja de ser funcional al poder económico de este tiempo. Sus recientes fallos más famosos y la definición ideológica de su vicepresidente que niega la posibilidad de que ante cada necesidad exista un derecho, así lo confirman.

Si en 2003, oposición y poder mediático acompañaron el deseo de borrar de un plumazo el bochorno que suponían esos jueces, el año 2023 muestra la ominosa promiscuidad de una defensa corporativa que se sintetiza en la designación en comisión de quienes hoy la conducen, en su vinculación con lo más granado de la concentración económica y en la relación vergonzosa de un jefe de asesores del presidente del máximo tribunal, asesorando a un ministro de Justicia en el marco de un juicio donde este último es parte.  

El segundo eje refiere a los contextos. Además del ya mencionado hartazgo social y la renovación política que representaba la figura de Néstor Kirchner, el año 2003 se anclaba en un período de una marcada atomización partidaria, la cual se plasmó en un sistema electoral que avaló una forma extraña de neo lemas y que servía como solución de las enormes distancias internas de los partidos más importantes.

Néstor Kirchner supo interpelar a un sistema político que necesitaba renovarse y pese a la supuesta debilidad del 22% de los votos obtenidos, recreó una serie de procedimientos que le dieron mucha más potencia que aquello que las urnas habían señalado.

Dos décadas después, aunque algunos nombres se repitan, el escenario no es el mismo. El oficialismo enfrenta una coyuntura donde muchas diferencias internas se saldan a la luz del día, restándole potencia de gestión y de construcción política.

La oposición, por su lado, tiene diálogo directo con una parte del Poder Judicial que supo cooptar en el período 2015 – 2019. Las relaciones cercanas y estrechas surgen a la vista, sin una reacción social masiva que las cuestione. Al cansancio e indignación de comienzo de siglo, hoy, le corresponde una indiferencia que debe preocuparnos, en un contexto donde la supuesta irreverencia política, le pertenece a una extrema derecha que dice querer modernizar al país, llevándolo a un estado social pre moderno. Valga la contradicción.

El tercer y último eje refiere a lo que el futuro puede deparar.

Venimos comentando en esta columna semanal, la dificultad concreta del oficialismo para lograr su cometido de renovar las sillas de los supremos. “No dan los números” para que la Cámara de Diputados, que hasta ahora actúa como receptora de las denuncias, se convierta en acusadora, y por lo tanto pueda dar traslado a la de Senadores para que el juicio se sustancie.

En este sentido la historia también muestra alguna referencia a tener en cuenta. En 2002 el presidente interino Eduardo Duhalde, presentó la formalidad del pedido de inicio de juicio político sobre la totalidad de los integrantes de la Corte y fracasó. Pero la potencia de ese planteo, sirvió como antecedente para que un año después, variando la estrategia de efectuar pedidos de juicio individuales, luego de dos años, el resultado fuera otro.

Vale preguntarse: ¿los cuatro acusados, en esta etapa inicial, actuarán en un mismo bloque defensivo? Habrá que ver cómo actúa Ricardo Lorenzetti, quien tiene pendiente un viejo pedido de juicio político de la Coalición Cívica, y que ha sabido hacer conocer su ira por cómo fue eyectado por Carlos Rozenkrantz y por cómo fue elegido el santafesino Rosatti, tanto en la presidencia como en el Consejo de la Magistratura.

Y también vale saber por el accionar de Juan Carlos Maqueda, viejo lobo de mar del peronismo, que exactamente veinte años atrás tuvo la valiente actitud de recomendarle la renuncia a Nazareno, para oxigenar al máximo tribunal.

Estas dudas se sustancian en una interna cortesana que existe y es real, aunque persista el sordo ruido, que tan abnegadamente tratan de imponer el poder mediático más concentrado y una oposición a la cual también le pueden aparecer algunas grietas futuras, si el espacio conducido por Elisa Carrió insiste en la acusación contra el rafaelino Lorenzetti.

El proceso será largo. El tema ocupará buena parte del centro de la escena en 2023, generando desgaste político que habrá que ver cómo sobrellevan los cuatro supremos cuando comiencen a conocerse los fundamentos de las múltiples denuncias que han servido de justificación para la veintena de demandas solicitadas.

Mientras las encuestas siguen señalando al Poder Judicial con los peores indicadores en cuanto a la “calidad” de su servicio, en paralelo, la sociedad argentina no parece decididamente preocupada ante este tipo de avances y retrocesos institucionales.

Tal vez sea hora de ser mucho más asertivos en la demostración de cómo influyen ciertas defensas corporativas en el día a día de cada uno de nosotros. El ejemplo de jueces fallando en el sentido de no considerar a la telefonía celular y a internet como un servicio público sujeto al control tarifario estatal, representa un caso emblemático para nuestra cotidianeidad.

Ninguna batalla se pierde antes de darla. Y la masa crítica que hoy falta, puede ser el sustento de otro tiempo. Con el agregado de una composición diferente del Congreso, la cual será definida en este año electoral, la comparación con el 2003, veinte años después, tal vez no quede tan alejada de nuestra realidad.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 05 Feb 2023 10:53:50 -0300
El banquito y el ring https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6748-el-banquito-y-el-ring https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6748-el-banquito-y-el-ring El banquito y el ring

El recordado Ringo Bonavena, hombre guapo tanto dentro como fuera del ring, con veleidades de artista pero con la enorme sabiduría de los hombres sencillos y de barrio, supo decir que “cuando suena la campana, te sacan el banquito y te quedas solo”. A esa lógica parecen responder los movimientos políticos de la última semana del año de las dos principales figuras institucionales del país. Con escenarios y estilos distintos, pero con un vértice común, un sistema de Justicia putrefacto, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner generaron un par de hechos que marcaron la agenda del sistema político en su conjunto. Queridos lectores, estimadas lectoras, no esperen balances anuales ni mucho menos. No encontrará aquí resúmenes de este 2022 que nos deja, ni nada que se le parezca. Primero porque el calendario anual poco tiene que ver con la finalización de los procesos políticos; y segundo, porque nuestra cotidianidad resulta lo suficientemente atractiva para caer en algunas redundancias. Pasen y vean. Están todos y todas invitados.

Alberto Fernández jugó al factor sorpresa y el lunes dio a conocer vía redes, la decisión que había tomado durante el fin de semana respecto del fallo cortesano que favorece a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en materia de coparticipación federal en el tema de seguridad.

Recordemos que la semana anterior, un conjunto de gobernadores habían insistido en desconocer el fallo judicial, ya que le resta fondos al resto de las provincias y afecta a cualquier atisbo de federalismo sobre el que se constituyó al andamiaje institucional argentino. El combo venía armado con la recusación de los cuatro jueces que integran la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

La jugada parecía demasiado riesgosa para el poco rédito que podía esperarse. La Corte es el último peldaño de apelación del país y más allá de que un pedido de recusación resulte jurídicamente posible, se da por descontado que cualquier tipo de revisión cortesana no se saldría de los fundamentos que se conocieron hace un par de martes atrás.

En definitiva, ante un pleito que involucraba al Estado nacional contra uno subnacional, el no cumplimiento de una decisión judicial expone a su máximo responsable, a quedar a tiro de una denuncia penal. Los muchachos y muchachas le golpeaban la espalda al presidente, le tenían el saco para la pelea, pero cuando sonaba la campana, todos mirarían para otro lado. Una cosa es una disputa política y otra muy distinta terminar con un juicio por intentar una quimera judicial.

https://twitter.com/alferdez/status/1607377552040935424

Sabrá Alberto Fernández si ese fue el espíritu que lo llevó a tratar de romper con el clima político que se había creado post reunión con los gobernadores, pero debe decirse que la propuesta que hizo conocer a la sociedad a través de redes, resultó de una agudeza política digna de destacar ya que, a la vez que no incumple el fallo, no altera el presupuesto (el monto que supone el cumplimiento de lo dispuesto por los cortesanos, no está incluido en el presupuesto 2023), emite papeles de un valor nominal muy bajo (con lo cual Horacio Rodríguez Larreta no podrá hacer el uso que había imaginado para su candidatura presidencial), utiliza la misma forma de pago que estos jueces convalidaron para las deudas con San Luis y Santa Fe, mantiene el reclamo por la recusación de los cuatro jueces y le pasa la pelota al Congreso Nacional con el tratamiento de una modificación a la Ley de Presupuesto.

En el cristinismo, la jugada fue vista como un nuevo caso Vicentín. La propia vicepresidenta no se privó de dejar alguna frase para la chicana política (“agrupación amague y recule”) en su discurso que dio en la inauguración del polideportivo Diego Armando Maradona en la ciudad de Avellaneda. La comparación parece injusta, ya que en política, no tiene mucho sentido insistir con escenarios de una derrota institucional segura, aunque nos asista la razón.

La pregunta la dejamos por aquí: ¿un gobierno debilitado, por factores de poder internos y externos, por errores propios y virtudes ajenas, puede hacer una acumulación política desde un lugar perdidoso? No sirve el ejemplo de un tal Néstor Kirchner promoviendo la recusación de la Corte del menemato desde la debilidad del 22% de los votos, ya que en aquellos tiempos, vaya detalle, el Congreso Nacional tenía una composición que permitía imaginar la posibilidad concreta de un juicio político a Julio Nazareno y sus acólitos.

Es también la propia Cristina Fernández de Kirchner la que decide no subirse al ring de ciertas peleas. Inteligentemente, unas semanas atrás reconoció que más allá de los deseos, una hipotética candidata con una condena en primera instancia, no era el mejor ejemplo para (ya que estamos charlando en términos boxísticos) la pelea de fondo del año próximo.

En el discurso del miércoles algunos parecieron entender que volvía sobre sus pasos y que ahora iba a intentar incidir sobre el juego político venidero. Eso es falso. Nadie se sube a un lugar del que nunca se bajó. Lo dijimos en este mismo espacio hace algunas semanas atrás: por historia militante, por compromiso con el espacio que supo construir y por la densidad política que representa su figura, la vicepresidenta va a incidir en lo que viene más allá de las candidaturas, aunque el cristinismo de paladar negro no se resigne y trate de reinterpretar cada frase en un sentido o en otro. No se trata de una canción de Patricio Rey sobre las que hay que tratar de “descular” ciertos enigmas: se trata de una decisión política ya tomada y sobre la que parece no tener retorno.

https://twitter.com/CFKArgentina/status/1607857178488061954

Ese desasosiego del cristinismo obedece a un pecado original: haber hecho, en el último tiempo, la construcción política del pleno, esa de jugarse una única ficha a una candidatura que vuelva a tener a “la jefa” como un parte aguas ya no del peronismo, sino del electorado en su conjunto. Debe reconocerse: cuando el pleno se acierta puede ser la mejor de las sensaciones, pero cuando se falla, el ánimo de desamparo resulta definitivo.

No se termina de entender por qué desde el cristinismo se jugó esa ficha dorada. El escenario no es muy disímil de lo que ocurría en 2019. Si los límites de hace 43 meses impusieron la necesidad de elegir a un moderado sobre el que no pocos se sienten desilusionados porque no fue lo que ellos pretendían que fuera (grave error que suele ocurrirnos a los militantes: confundir deseo político con realidad); si el techo bajo de Cristina tenía como resultado consiguiente e hipotético, un triunfo que no necesariamente le permitiría gobernar en los términos que ella lo deseaba; si el electorado argentino viene eligiendo a candidatos que habitan la ancha avenida del medio, porque no gusta de ciertas estridencias a la hora de la acción política (los casos de Pablo Javkin y Omar Perotti, por estos arrabales del mundo, resultan un buen ejemplo); hay en todo ello un error de enfoque mayúsculo. Pero cuidado, más allá de ciertas desorientaciones, y de que no se haya armado ningún “kilombo” cuando la tocaron, Cristina no está jubilada ni mucho menos.

En este contexto, con un  peronismo algo atribulado, sale la tercera pregunta de rigor: ¿se puede construir una candidatura presidencial en unos pocos meses? La historia reciente del Frente de Todos parece indicar que sí. Más allá de quién decida serlo, deberá entender que, además de la mejora de los indicadores socio económicos, adentro del ring, viene el paquete de una mafia judicial, política y periodística de proporciones. Esa misma que, en plena interna visceral, entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, no se priva de tener representantes muy activos de cada uno de los lados de esa grieta.

Desterrada la idea de halcones y palomas (deseamos que desde este lado algunos dirigentes asuman el concepto), Marcelo D’alessandro es al jefe de gobierno porteño, lo que Gerardo Milman es a la actual presidenta del PRO. Con pruebas contundentes de la pertenencia a una mafia, mientras del primero se espera sobre la mañana tempranera de viernes su renuncia, por vinculaciones muy estrechas con un asesor del presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Horacio Rosatti; al segundo lo pasaron a cuarteles de invierno a partir de su vinculación con el intento de magnicidio sobre Cristina Fernández de Kirchner, pero también por tener armada una red apócrifa de asesores y aportantes. Habrá que ver cómo actúa el mundo amarillo frente al pedido de los legisladores del FDT, para que el ex vice ministro de Seguridad de la Nación sea expulsado de la cámara por inhabilidad moral.

El 2022 va concluyendo. Como siempre, la política argentina se mostró activa, dinámica y a veces perturbadora. Se han traspasado barreras que muchos argentinos creíamos que nunca se pasarían. Aquel acuerdo suscripto hace 39 años, el que suponía cierto respeto por las formas y el fondo de las cosas, ha comenzado a crujir. Con precandidatos que prometen “bala” como gran solución al problema de la inseguridad, con dirigentes que miran al costado en un intento de magnicidio, con la violencia mediática a un click de distancia, con una región como Rosario azotada por crímenes y atentados (ahora a medios); el ánimo no resulta el mejor para los festejos.

Queda el mundial como regocijo, y desde la individualidad que supone este grupo de trabajo, la satisfacción de más de 50 análisis publicados, más allá del cansancio, de vacaciones o imposibilidades varias. Podemos seguir diciendo en lo que creemos, desde nuestra pequeñísima verdad relativa, pero desde el inoxidable honor de seguir siendo fieles a nosotros mismos. Vaya el deseo del mejor de los años para lectores y lectoras. Salud! (en siete días nos volveremos a encontrar).

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Fri, 30 Dec 2022 22:46:40 -0300
La política sitiada https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6741-la-politica-sitiada https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6741-la-politica-sitiada Asedio de Antioquia

Entre los vaivenes de las internas de los dos frentes políticos más importantes que existen a nivel nacional, lo cual se proyecta y afecta a múltiples ámbitos institucionales; las estrategias gubernamentales que tratan de poner dique a una inflación que no baja del 6% mensual y las novedades judiciales sobre el intento de magnicidio a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, donde una serie de decisiones parecen entorpecer cualquier atisbo que permita echar luz sobre los aportantes económicos y, tal vez, sobre los vínculos con cierta dirigencia política; en la semana se agregó el dato de una nueva acordada de la Corte de Suprema de Justicia de la Nación que falló en contra de una decisión política tomada por el Senado confundiendo, otra vez, gordura con hinchazón, al meterse en un terreno que no le es propio y que activa, por enésima vez, un conflicto de poderes sobre el cual vale la pena poner cierta perspectiva analítica. Sean todos bienvenidos y bienvenidas.

La Corte, en un escrito dispuesto por tres de sus cuatro integrantes, al fallar a favor de la demanda planteada por el senador Luis Juez, vuelve a meterse en arenas movedizas que no hacen más que aportar a su ya evidente desprestigio.

Brevemente recordemos el caso: en el mes de mayo, mientras se discutía la conformación del Consejo de la Magistratura, el oficialismo del Senado apostó por su división. El hecho sirvió para lograr la segunda minoría y de esa manera obtener un representante más en ese cuerpo colegiado. La estrategia que podrá discutirse de acuerdo al gusto de cada uno, pero que resulta definitivamente legítima en términos políticos, no era del todo nueva ya que, en pleno gobierno macrista, el legislador Pablo Tonelli, con la misma estrategia, resultó beneficiado con la partición del bloque de Juntos por el Cambio.

En su momento Luis Juez recurrió a distintas instancias judiciales que le negaron razón ya que, de acuerdo a lo interpretado por la primera y segunda instancia, la forma de elección de los consejeros que representaban al cuerpo legislativo, era exclusiva responsabilidad de éste último. La Corte viene a cuestionar esos fundamentos. Pero al hacerlo, como diría mi abuela, se mete, otra vez, en camisa de once varas, ya que para justificar los tres votos supremos recurre a una serie de artilugios que refieren más a una racionalidad que resulta propia del mundo del derecho, antes que de la dinámica política: impone fechas limitantes, plazos y acciones que deberían haberse cumplido y que refieren más a la formalidad de ciertos contratos antes que al libre juego de las mayorías y minorías.

Los cortesanos se meten, otra vez, en un terreno pantanoso donde toman decisiones que los exceden (ya lo habían hecho cuando repusieron una ley que había sido derogada legítimamente por el Congreso Nacional hacía 15 años) para el que, además, no están preparados y de yapa, crean un nuevo conflicto entre poderes que a nadie conviene, ya que al supuesto beneficiado, el cargo por el que realizó este malgasto de recursos judiciales, se le vence en escasos diez días. Más allá de su ambición desmedida de poder, con esta decisión, el trío Rossatti – Rosenkrantz – Maqueda agregan un nuevo capítulo al viejo fenómeno de dejar a la política sitiada por otros poderes fácticos y no fácticos en plena vigencia democrática.

El principal antecedente remonta a la década de los 90’, donde el dominio de la dimensión económica se extendía al conjunto de las relaciones sociales. El anclaje argumentativo en la Argentina, más allá de la oleada internacional, se fundaba en la crisis que impuso la primera hiperinflación de finales del gobierno de Raúl Alfonsín y en la segunda que atravesó los inicios del gobierno de Carlos Menem.

El mercado se hizo rey, nada podía discutirse por fuera de los límites que éste imponía, a riesgo de perder ciertos “beneficios” y, de alguna manera y por decisión propia, la política, se corrió del centro de la escena.

No hablamos de que no hubo discusión ni mucho menos, ya que la Argentina, por lo menos en lo formal, siguió resultando una sociedad democrática. Nos referimos a que el período se llenó de protagonistas que reivindicaban, justamente, la autolimitación de la actividad política frente a lo que resultaba inexorable y sagrado: la verdad que (supuestamente) imponen los números.

Con el fracaso del Consenso de Washington, la emergencia regional de renovadas ideas de las que Argentina no estuvo exenta y que el kirchnerismo interpretó como nadie, la política se animó a ir más allá de ciertos límites, estableciendo nuevos contratos sociales con comunidades que habían visto peligrar la paz social. En ese derrotero, las “nuevas izquierdas” supieron mejorar la calidad de vida de las grandes mayorías a la vez que ganarse enemigos que, con el paso del tiempo, supieron desarrollar presencia en cada uno de los sistemas partidarios nacionales. Si para la primera década del siglo parecía imposible la re emergencia de ciertas ideas de derecha, la segunda ya confirmó algunos éxitos que se proyectan al presente.

Ese resurgir que hoy intenta convencernos sobre las ventajas de un individualismo extremo, camuflado de un falso emprendedurismo que nos permitiría construir una sociedad más justa, se montó sobre la recurrencia permanente a la judicialización de la política, donde las minorías que no toleraban los nuevos derechos que se iban consagrando en la vida social, interpelaban al Poder Judicial como reaseguro de que nada cambiara. En el caso argentino, desde lo más chico (Futbol para Todos, por ejemplo) a lo más grande (Ley de Servicios Audiovisuales, Ley de Matrimonio Igualitario, Ley de Educación Sexual Integral y más acá en el tiempo Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo), todo quedó sujeto a decisiones judiciales.

La voluntad de las mayorías, esas que se lograban con consenso, discusiones y el reflejo de múltiples matices que muestran las sociedades de nuestro tiempo, quedaban (y quedan) supeditada a la decisión de un señor o señora a los que nadie había (y ha) votado y que, además, insisto con la idea, están formados y formateados para entender de ciertos tecnicismos que supone un entramado legal pero muy poco para comprender la lógica de ciertas disputas. La política tiene una esencia autónoma, la cual permite ir por utopías con estrategias que el derecho no comprende ya que la razón de ser de éste, con la recurrencia a plazos y leyes escritas, termina resultando un acto limitante y, si se quiere, conservador.

La interpretación que imponen los cortesanos está plagada de argumentos desde la formalidad del derecho, las cuales son cuestionadas en este caso por el Frente de Todos pero que impone un doble riesgo. El primero, y que refiere al mediano plazo, se relaciona con que nada indica que el acuerdo tácito de hoy entre la oposición amarilla y los supremos, sea eterno. Por lo tanto, con condiciones cambiantes, algo que está en el ADN de la política, lo que hoy puede ser a favor, mañana puede ser en contra. El segundo, imaginado en el largo plazo, supone que la jurisprudencia que se está construyendo, podrá determinar en el futuro riesgos mayores. El hecho bochornoso que supone que el presidente de la Corte haya notificado al presidente del Consejo de la Magistratura (a la sazón la misma persona) de cesar en el cargo a un consejero para nombrar a otro, puede resultar un juego de niños comparado con los riesgos que supone para un sistema democrático, las veleidades de un funcionario que se pretende erigir como referencia insoslayable del constitucionalismo argentino.

Si por un momento, sólo un momento al decir de Vicentico, pudiéramos imaginar la solución a esta encerrona institucional la misma radicaría en dos lugares en los cuales la política, en el sentido más puro del término, sería protagonista.

La primera de ellas, impone la necesidad de remoción de esta Corte. Sobran los motivos para el juicio político de cada uno de sus integrantes pero, y esto cabe reconocerse, los “números” no están, ni lo estarán en el futuro inmediato.

La segunda, supone la posibilidad de construir nuevos acuerdos políticos que limite la recurrencia permanente a la judicialización de la política. En este caso, lo que no prevalece es un espíritu que imponga ciertas autolimitaciones. Con una derecha desbocada, que mira para otro lado en la investigación por un intento de magnicidio que roza a algunos de sus referentes, parece una ilusión de principiantes pretender acuerdos que requerirían de una madurez que no abunda.

Por este tiempo, el pesimismo manda. Otra vez, han encorsetado a la política. La intentan reducir a cierto institucionalismo formal y limitante disfrazado de un republicanismo de dudoso valor de Justicia. Ese que supone el sentido de vivir en comunidad.   

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sat, 12 Nov 2022 11:11:20 -0300
A rodar https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6737-a-rodar https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6737-a-rodar A rodar

"Y a rodar mi amor,
yo no sé dónde va,
yo no sé dónde va mi vida
Yo no sé dónde va, pero tampoco creo que sepas vos.
Quiero salir, sí­, yo quiero vivir,
y quiero dejar, una suerte de señal…"

A rodar mi vida - Fito Páez

“A río revuelto, ganancia de pescadores” afirma el dicho popular. Y, lentamente, la política argentina parece entrar en clave 2023 con el dato significativo de que, a exactamente un año de lo que será la elección general, no queda del todo claro cuáles serán los nombres propios que protagonizarán la compulsa que, irremediablemente, modificará el actual escenario post pandemia.

La última semana de octubre tuvo de todo, “como en botica”: presentación de libro, centralidad del Congreso de la Nación, la discusión a la distancia sobre la supresión de las PASO y un acuerdo económico internacional nada desdeñable. Pasen y vean.

La semana comenzó bien arriba. Mauricio Macri presentó su libro “Para qué” acompañado del provocador Pablo Avelutto en un contexto donde volvió a demostrar su referencia y, de alguna manera, su condición de jefe político al lograr que lo más granado de Propuesta Republicana se hiciera presente allí en la Sociedad Rural, con Horacio Rodríguez Larreta incluido.

Emulando a la actual vicepresidenta, quien supo ganar centralidad política recorriendo el país con la presentación de “Sinceramente”, Macri va por su segundo libro. Si en el anterior la apuesta se sintetizaba en una hipotética candidatura, en este el escenario ya no está tan claro en cuanto a las intenciones.

De sus últimos movimientos, todo parece indicar que el hijo de Franco intentará mostrarse como el gran referente de Juntos por el Cambio, una especie de parteaguas que tenga poder real antes que formal y que sirva como condicionante de un hipotético gobierno amarillo a partir de diciembre del año próximo. La figura de “El padrino” del dúo Puzo – Coppola, al que todos acudían para buscar su bendición, no deja de tener cierta justeza.

Para una hipotética candidatura, Macri necesitaría de un fenómeno de amnesia colectiva que haga olvidar los enormes desaciertos de su gobierno. No se trata sólo de cuestionar aquello que la administración del Frente de Todos no esté haciendo bien o, decididamente, esté haciendo mal, sino que el alto porcentaje de imagen negativa que ha sabido cosechar, no permite ni el más mínimo despegue de su figura. Una cosa es propalar ciertas ideas que puedan parecernos “modernas” (pre modernas para el interpretar del suscripto), que vengan acompañadas con un buen packaging, y una buena dosis de impunidad mediática, y otra muy distinta es que el vocero y representante de una clase social que siempre se las ha ingeniado para servirse de un Estado al que denostan, sea además el responsable de varios récords de una pésima gestión económica para el conjunto de los argentinos, pretendiendo ser candidato en una elección general.

Sí se le debe conceder a Macri la capacidad para instalar ciertos discursos. No tanto por su sagacidad política que, a no equivocarse, vaya si la tiene; sino por la enorme capacidad de crear agenda que en el país tiene buena parte de la derecha.

Tanto es así, que sus diatribas contra Aerolíneas Argentinas, empresa a la que quiere desguazar en nombre de una supuesta revolución de los aviones con las que intentó favorecer a sus amigos en el período 2015 – 2019, tuvo eco en cierta prensa “progre” que empezó a hacer el ejercicio comparativo, con el único rigor que suponen los tiempos mediáticos, de la existencia de diversas empresas del Estado de diferentes países del mundo que, aparentemente, serían más eficientes que las nuestras. Como al pasar, también el Inadi fue blanco de críticas por la cantidad de empleados con los que cuenta en su plantilla.

Algo se le debe reconocer al neoliberalismo profundamente “derechoso” de este tiempo: cierta inteligencia que hace que, si en finales de los ’80 y comienzos de los ’90, los discursos que deslegitimaban el rol del Estado venían de parte de sus propios voceros (el dúo Neustad – Grondona fue el más famoso), no dejó de llamar la atención que por estos días, algunos de los que supuestamente están de este lado, el nuestro, pusieran bajo la lupa el sentido y funcionamiento de unos cuantos organismos estatales y la supuesta rigidez de no pocos convenios colectivos de trabajo. La vida te da sorpresas, cantaba el borracho que se tropezó con Pedro Navaja. La política (y los medios) no está exceptuada de ello.

En el oficialismo, por su parte, juntaron en los últimos siete días, noticias de las buenas y de las otras, esas que se sustentan en un cúmulo de diferencias cada vez más expuestas. En este sentido parecen sobresalir dos grandes discusiones; la suspensión de las PASO y la entrega o no de un bono o de una suma fija al conjunto de los trabajadores que sirva para mejorar sus bolsillos.

De la primera de esas diferencias nos referimos en esta misma columna hace apenas un par de semanas atrás. El escenario no ha variado demasiado, sólo que, ahora sí, una vez terminado el tratamiento del proyecto de ley del Presupuesto 2023, el diputado rionegrino Luis Di Giácomo, presentó el proyecto de suspensión y con ello, el conjunto del sistema político comenzó a discutir su viabilidad.

Al interior del oficialismo hay dos posturas claramente expuestas: la del conjunto de gobernadores peronistas que, en acuerdo con el cristinismo, plantean la suspensión a los fines de, por un lado, elegir las candidaturas de acuerdo al interés de cierta dirigencia y por otro, para complicar la interna de Juntos por el Cambio, que necesita a las PASO como el agua para ordenar su sobrevida política para lo que viene.

La otra postura es la del presidente y de buena parte del Frente de Todos que se representa en la Cámara de Diputados que no tienen ningún interés en terminar propiciando una medida que contradice los planteos de un oficialismo que supo sancionar la ley en 2009. En la semana que pasó la presión por la suspensión fue in crescendo, al punto que el propio ministro del Interior, Eduardo Wado De Pedro, actuando como una especie de vocero del conjunto de gobernadores, declaró que al presidente lo querían convencer de la no derogación.

El juego parece estar abierto. A tal punto, que otra de las novedades que trajo la semana en el contexto de PASO sí o no, vino de la mano de una serie de off the record que indican que el presidente cada vez aparece como más convencido de ir por su reelección, con el agregado de declaraciones de Máximo Kirchner que terminaron enfriando cierto incipiente operativo clamor que pedía por una candidatura de la ex presidenta, al afirmar que “creía que Cristina no sería candidata”.

Con respecto a la idea de un bono o una suma fija las diferencias también parecen estar a la orden del día, con dos referencias insoslayables: por un lado el cristinismo, algunos dirigentes sindicales que tributan en la CGT y los de la CTA; por el otro, la conducción cegetista que hasta el momento había dejado supeditada cualquier mejora a lo que pudiera definirse en las paritarias, ya que una suma fija suele no tener componentes remunerativos y ello atenta contra el interés gremial. Nada está definido aunque todo parece indicar que el presidente ha dado algunas nuevas instrucciones. Tal vez noviembre traiga alguna novedad.

De alguna manera paradojal, las mejores noticias para el oficialismo, esas que refieren a poder contar con algunas certezas en el mediano plazo, vinieron de la mano de la dimensión económica, esa que hasta hace algunas semanas atrás se asomaba al abismo.

En la tarde del viernes el ministro Sergio Massa informó sobre un acuerdo con el Club de París para refinanciar una deuda de U$s2000 millones. Esto se suma a la media sanción que en la madrugada del miércoles obtuvo el Presupuesto 2023 en la Cámara de Diputados.

Massa, Martínez y Moreau durante la sesión en la que se aprobó el presupuesto 2023
Massa, Martínez y Moreau durante la sesión en la que se aprobó el presupuesto

Como ya habíamos señalado algunas semanas atrás, existían señales muy claras para su aprobación. La oposición no podía darse el lujo de votar un rechazo que le serviría al gobierno de un argumento muy potente de las trabas que se ponían en la gestión, a la vez que se le daba al funcionario de turno una discrecionalidad enorme ya que, por segundo año consecutivo, se debían repartir recursos con el diseño presupuestario del 2021.

Junto con ello, teniendo en cuenta que el 2023 es un año electoral, período en el que abundan el anuncio y la realización de obras, resultaría muy dificultoso para cualquier legislador que quiera ser reelegido, volver a su territorio y explicar que aquella obra que se financia con fondos nacionales (razón de ser de muchas gobernaciones e intendencias a la hora de poder contar con obras estructurales), no podría realizarse por diferencias de tono político – partidario.

A todo ello se complementa el estilo que en este año supo imponer la actual jefatura de bloque del oficialismo en tándem con la presidenta del cuerpo, Cecilia Moreau, mujer que reporta directamente a Sergio Massa. Imperó el diálogo con el resto de los bloques, se articularon un conjunto de partidas que modificaron el proyecto inicial y que, más allá de la derrota oficialista en el tema ganancias del Poder Judicial (algo previsible), algunos quisieron mostrar la sensación de que todos ganaron. La contundencia de los números de su aprobación (180 a favor, 22 en contra y 49 abstenciones) refleja un nivel de consenso que no se lograba desde hace unos diez años.

El rosarino Páez nos contaba allá lejos y hace tiempo que él no sabía dónde iba su vida (ni la nuestra). Algo parecido puede exponer el sistema político argentino que, a un año de la elección general, no tiene claramente definido quienes serán sus protagonistas. Esa incertidumbre, también se refleja en cierta cotidianeidad. En la coincidencias y en las desavenencias. De oficialistas y opositores. Como el futuro, todo un palo…

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sat, 29 Oct 2022 18:31:32 -0300
PASO, gracias. https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6734-paso-gracias https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6734-paso-gracias PASO, gracias.

Borja, como te ahogues te mato.
Termínate primero el melón,
y luego las tres horas de la digestión.
Hay que ver qué mal rato,
pero el niño no me quiere comer.
Borja, corazón,
te lo he dicho cienes y cienes de veces,
dobla esa toalla
¡Qué hartura de playa!

“Como te digo una Co te digo la O”
Joaquín Sabina

El título elegido para el artículo prefiere jugar con cierta ambivalencia. En nuestro diálogo cotidiano que sirve para agradecer por un convite a la vez que se lo desecha, o en la reivindicación de una forma de ordenar a un sistema político que (casi) naturalmente tiende a la atomización. En el epígrafe, convive la representación de muchos protagonistas de la política nacional y local, que acomodan discursos y acciones de acuerdo a las conveniencias del momento. El problema es que el terreno en disputa refiere a una forma de elegir a los candidatos del electorado argentino. Nada más, nada menos.

Más allá de cierta artificialidad en la discusión (cuestión que abordaremos líneas más abajo), vale decir que las elecciones PASO (no olvidar, Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) nacieron del laboratorio electoral santafesino que en la últimas tres décadas supo destacarse con la búsqueda de opciones que, supuestamente, sirvan para mejorar la representación.

Primero fue la Ley de Lemas, instaurada allá por el año 1991, en pleno despegue menemista, el cual se pensó como un sistema que evitaría las oscuras elecciones de las internas partidarias, que se reducían a una definición que se apalancaba en beneficio de aquellos que contaran con más “aparato”: recursos económicos, espacios institucionales de participación y militancia. Se trataba así de salir de un sistema donde el clientelismo político se proyectaba en su máxima expresión. Quienes no se cuecen en el primer hervor, analista incluido, recordarán los escándalos y denuncias que rodeaban a cada elección interna de cada partido político.

No debemos pecar de inocentes ni de moralistas impostados: todo sistema electoral vigente en cualquier sociedad democrática, es la síntesis más acabada de un momento y de una coyuntura específica del juego de las mayorías y minorías parlamentarias que definen cómo, cuándo y para qué votar. No creada en la Argentina, la Ley de Lemas santafesina (o Ley de doble voto simultáneo) fue pensada en un contexto que servía a los intereses del peronismo gobernante de aquel entonces, que luego de ocho años de gestión se encontraba desgastado de cara a la sociedad y que halló en un outsider como Carlos Reutemann la fortaleza política suficiente como para imponerse y gobernar la provincia durante cuatro períodos más.

Su diseño, su implementación y su escasísimo apego a cierta cultura nacional que dice que el que más votos obtiene, gana una elección, transformaron a un sistema que ha tenido versiones exitosas en otras partes del mundo, en una experiencia nefasta. La Ley de Lemas santafesina estaba pensada para la trampa. Así lo entendió el electorado y de allí la paradoja de que fuera precisamente un gobernador de signo peronista el que prometiera (y cumpliera) su eliminación.

Poco más de quince años después de la sanción de la Ley de Lemas, Jorge Obeid y su ministro de Gobierno Roberto Rosúa idearon el sistema de las PASO, el cual toma alguna referencia del sistema electoral estadounidense pero que se refuerza con ideas propias: se vota de manera coincidente en un mismo día para las internas de todos los partidos, de forma abierta participando todos los ciudadanos, lo cual debe cumplirse obligatoriamente siguiendo los principios generales de la Constitución Nacional.

Respecto de lo que venía sucediendo en el escenario santafesino, el salto de calidad fue notable, cuestión que nunca fue justamente reconocida al duo Obeid – Rosua. Se terminaron las denuncias de “truchadas” como las de candidatos ignotos que se potenciaban porque tenían apellidos iguales a dirigentes reconocidos, las candidaturas de personajes políticos que iban en varias listas de manera simultánea y el malestar y la bronca que se generaba cuando en la elección triunfaba quien había sacado menos votos que el candidato mejor posicionado.

La experiencia fue tan ponderada que el propio gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, allá por 2009, en plena vigencia política del Grupo A, supo ingeniárselas para reformar el sistema electoral argentino y que la flamante experiencia santafesina se aplicar a nivel nacional en 2011.

Con el paso del tiempo, y para las elecciones provinciales, Santa Fe volvió a ser noticia por la implementación de la Boleta Única, descripción que dejaremos de lado, puesto que en este mismo portal hemos analizado el tema en reiteradas ocasiones y que no interesa demasiado a los fines del presente artículo.

De alguna manera, la discusión planteada a la luz pública con la hipótesis (y sólo eso) de la eliminación de las PASO para las elecciones de 2023, supone cierta artificialidad, algo así como una discusión que, por lo menos por ahora, roza cierta abstracción. Recordemos que en el sistema jurídico argentino, cualquier reforma electoral debe ser impuesta por el Congreso de la Nación. Para ello, inicialmente, se necesita de un proyecto de ley que, más allá de los amagues del diputado rionegrino Luis Di Giácomo, aún no se ha presentado.

En el sentido más político del asunto debe decirse que en una de las cámaras, la de Diputados, no  se cuenta con la mayoría suficiente para derogarla. El oficialismo no tiene una postura coincidente, en Juntos por el Cambio se necesita a las PASO para una sobrevida política ordenada y la veintena de diputados restantes, se dividen en partes más o menos semejantes entre quienes quieren eliminarlas o mantenerlas.

No deja de darse una situación paradojal: aquellos opositores que en 2021 militaban su derogación, hoy vociferan a los cuatro vientos que si no se mantienen, la república estaría en riesgo. Este tema, y la permanente y sobreabundante descalificación a todo lo que tenga ver con el kirchnerismo, parecen ser los únicos elementos que marcan cierta coincidencia en los cambiemistas.

Desde una parte del peronismo, que se condensa en gobernadores y referentes de La Cámpora han comenzado a exponer taxativamente su eliminación. Los primeros, por los costos de las mismas en un contexto económico que no es el mejor y los segundos porque, según los dichos de uno de sus principales figuras (Andrés Larroque), el sistema no se usa para lo que inicialmente habría sido pensado.

En una interpretación más fina debe decirse que es otra la razón que esconde el intento de eliminación de parte del oficialismo: la feroz interna de Juntos por el Cambio. Sin una elección que defina ganadores y perdedores cambiemistas, esa coalición corre riesgo real de una atomización definitiva. El radicalismo comienza a tensionarse entre Gerardo Morales y Facundo Manes, el Pro parece mostrar la prevalencia de tres precandidatos de la talla de Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich y la Coalición Cívica, por su parte, mira el convite desde lejos.

Pero la realidad es más esquiva que una simple resta de espacios políticos que estarían alejándose de toda idea de unidad. Ampliamos el concepto en formato de pregunta: en el actual contexto de la política argentina, con minorías tan intensas, las cuales se estructuran en dos grandes bloques, ¿alguien puede suponer certeramente que, de manera automática, el debilitamiento de un espacio producirá el fortalecimiento del otro?

Para decirlo con nombres propios con una nueva pregunta, en un escenario favorable al oficialismo y en formato de ejemplo: ¿alguien puede estar seguro, en octubre de 2022, que si la entente de Juntos quedara diseminada en tres candidaturas, esto potenciaría a un peronismo que por momentos parece re comenzar con un proceso de desgaste interno con pases de factura que refiere en mucho a cuestiones que poco tienen que ver con la gestión efectiva?

Es de dudosa certeza, que en la polarización actual, sumada a los problemas de gestión gubernamental, el peronismo pueda proyectarse al 40% de los votos que saque una diferencia de más de 10% al segundo y eso redunde en un triunfo en primera vuelta. Una cosa son los acuerdos o desacuerdos de cierta dirigencia y otra muy distinta lo que suelen decir los ciudadanos cuando se expresan de manera masiva en el día de la elección.

Las razones que han sabido expresar quienes desean la derogación son esencialmente dos: que resultan costosas para este momento de la vida económica del país y, como señalamos más arriba, que no se utilizan de la manera para las que habían sido pensadas.

De lo primero debe decirse que es un concepto que no debe dejar de preocuparnos por un doble aspecto: que la expresión popular que supone el voto, no deba realizarse porque resulte muy onerosa y que esa afirmación la sostenga un (o unos cuantos) dirigente del peronismo que ha sido a lo largo de la historia, sin lugar a dudas, la fuerza política que más ha sufrido las persecuciones, proscripciones y hasta desapariciones, no resiste la menor ponderación.

De lo segundo, si las PASO no han sido utilizadas como corresponde es porque muchos dirigentes, incluso aquellos que votaron ese marco legal en 2009, siempre apuestan por la imposición de candidaturas que se sostienen con el dedo del líder iluminado de turno. En ese sentido, no es casual que sean precisamente los gobernadores, quienes luego de la figura presidencial, son los referentes políticos que más resortes institucionales manejan, quienes advoquen por la eliminación de las internas. Siempre resulta más fácil negociar desde una mesa de café, que con el resultado definido por millones de electores.

En su devenir de los últimos trece años, las primarias han redundado en varias virtudes y en alguna dificultad no menor para dirigentes, candidatos, jefes de campaña y analistas en general.

Del lado de las primeras digamos que ordenan el espacio político: cada quien sabe que depende de lo que diga la sociedad en su conjunto, en un momento establecido de antemano; reduce los acuerdos de cúpula que imponen candidaturas definidas entre cuatro paredes; obliga a “hablarle” al conjunto de la ciudadanía y no a la minoría intensa de cada partido que en muchas ocasiones ni siquiera cuentan con padrones filiatorios actualizados, y, en las listas de candidaturas plurinominales (diputados y concejales), al quedar conformadas de acuerdo a la proporción de los votos obtenidos, obliga al diálogo y a cierta mesura política interna.

Del lado de las segundas, las PASO suponen una etapa de un proceso electoral que debe ser mirado como un conjunto, donde las estrategias comunicacionales, de campaña y de gestión deben ser revisadas entre la interna y la general. Todo esto agrega una complejidad extra a un sistema político que, desde hace décadas, no se caracteriza por su sencillez. De allí que algunos también se tienten con su eliminación.

Así las cosas, y más allá de dirigentes que, como en la canción del andaluz Sabina, un día dicen una cosa y mañana pueden decir la otra; las PASO han quedado atravesadas por una lógica política que desdeña lo estructural que supone un sistema electoral. Si el articulista tuviera que hacer una apuesta, se jugaría un pleno (no mucho más que un café) porque este sistema se mantendrá en el tiempo. O, por lo menos, no serán eliminadas para las elecciones de 2023. Pero hay una cosa que nunca debe olvidarse: el realismo mágico que supone “Cien años de soledad” del genial Gabriel García Márquez, no casualmente tuvo su éxito editorial inicial en la Argentina de finales de los 60’. Algunas costumbres son incombustibles al paso del tiempo.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sat, 15 Oct 2022 17:37:10 -0300
Dudas asertivas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6730-dudas-asertivas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6730-dudas-asertivas Dudas asertivas

Hermana duda,
pasarán los años,
cambiarán las modas,
vendrán otras guerras,
perderán los mismos.

Y ojalá que tú,
sigas teniéndome a tiro,
pero esta noche,
hermana duda,
dame una tregua

Jorge Drexler

La semana que culmina dejó en el tintero un par de contradicciones que refieren, indudablemente, al tiempo político y social que vivimos. En la Argentina, mientras el oficialismo convoca a un diálogo sobre el que la oposición cambiemista ha insistido hasta el hartazgo y ahora, elegantemente rechaza; en “las Europas”, más concretamente en el corazón del imperio británico, su comunidad (racionalista si las hay) se conmueve por la pérdida de una figura que representa una ficción, pero que sintetiza, vaya sino, un sentimiento de unidad indudable. Desde nuestro presidencialismo constitutivo, una monarquía podrá parecernos un anacronismo irreductible, pero más allá de los cuentos de hadas y del provocativo glamour de las realezas, las muestras de congoja expresadas en suelo inglés y en buena parte del mundo, suponen que ciertas colectividades siguen siendo “deseadas”. Algo de esto último parece resultar cuestionado, o por lo menos, digno de ser revisado por este rincón del mundo. Pasen y vean.

En el artículo del fin de semana anterior nos referíamos a que, a partir del atentado contra Cristina Fernández de Kirchner, el país se enfrentaba a una encrucijada. La tercera desde el retorno democrático de 1983. De manera muy naif, imaginábamos el proceso como esos caminos ruteros que, cuando finaliza la calzada por la que circulamos, nos obligan a girar hacia la izquierda o hacia la derecha (el articulista no puede dejar de pensar en la famosa Ruta del Desierto de La Pampa que una vez concluida, yendo en sentido este – oeste, nos obliga a girar hacia Mendoza o hacia la puerta de entrada de la Patagonia. Sigamos con el análisis político que para las vacaciones de verano todavía falta…).

Suponíamos que, más temprano que tarde, aparecerían algunos lineamientos, muy embrionarios si se quiere, de nuevas formas de relacionamiento político. Como suele sucedernos en no pocas ocasiones, la prevalencia de ciertas miserias ha demostrado nuestro error, ya que, con distintos artilugios, excusas y argumentos, la convocatoria al diálogo político ha sido relativizada por el espacio encarnado en Juntos por el Cambio.

A poco más de una semana de los hechos ocurridos en el barrio porteño de Recoleta, comienza a confirmarse que el atacante de Cristina Fernández de Kirchner no actuó solo ni mucho menos, sino que existió cierta logística e inteligencia puesta al servicio del atentado. Hasta ahora todo pareciera indicar que el grupo que lo acompañó resulta una síntesis de advenedizos inexpertos constituidos por un espíritu de odio y con algunos vasos comunicantes con sectores marginales de la vida política del país. Como diría el relator futbolero que desea gritar goles, “solamente por ahora”.

Si hace siete días atrás desechábamos el ejercicio contra fáctico de pensar qué podría haber sucedido en el país si la bala salía de la pistola Bersa que mal accionó Fernando Sabag Montiel, nada impide que ejercitemos nuestra imaginación planteando, por lo menos, tres hipotéticos escenarios futuros que depararía la realidad política argentina de este tiempo.

Al escenario imaginado número uno lo definiremos como “Modelo Europeo” y resulta, a fuerza de ser sinceros, el más deseado. Se sintetizaría en una mesa de diálogo de la que participarían todas las fuerzas políticas, los referentes más importantes de los movimientos sociales, de las autoridades religiosas sin distinción de credo, y la dirigencia sindical y empresarial en su conjunto. Se establecerían límites muy concretos a cierta violencia discursiva y de la otra, apostando a un proceso electoral en 2023 armónico, como una aspiración, si se quiere, chiquita. En términos de resultados, quien caiga derrotado tal vez termine como una fuerza atomizada, pero la existencia de cierta concordancia mínima no resultaría un dato menor.

Al escenario dos, lo definiremos como “Setentista”. Lo suponemos como poco probable, y en este caso el sistema político estallaría por los aires. Se iniciaría un proceso de recrudecida violencia entre bandos, donde la única opción legítima es la eliminación del otro. Si prestamos atención a ciertos discursos de los últimos tiempos, planteados por personajes si se quiere menores, que fungen de outsiders, y que refieren a cárcel o balas para quienes reivindicamos ciertas ideas e historia política, no podemos cuanto menos que estar preocupados. Aquí, no sólo los discursos se radicalizan sino que la acción deja de ser política en términos de reconocimiento del otro como sujeto de derechos y buena parte de la sociedad no participa de la disputa.

Al tercer escenario lo llamaremos “Vamos viendo”. Es el más actual y tal vez sea el más realista de todos y en él, si se quiere, nada es definitivo, ya que el juego está totalmente abierto. Existen dos grandes bloques de poder, uno que cuenta a su favor con las corporaciones mediáticas, un sector del Poder Judicial que ha formado parte del Lawfare, grupos políticos que, hacia afuera, intentan diferenciarse entre halcones y palomas (sin éxito) y una minoría intensa que se imagina en un escalón moral superior desde su forma de vida. El otro bloque cuenta con el manejo del Estado a nivel nacional, una lideresa que comienza a aglutinar detrás de sí al conjunto de manera cada vez más determinante, una serie de referencias institucionales no menores (gobernadores, sindicatos y legisladores) y, a otra minoría intensa muy predispuesta a entender la práctica política en las calles.

En este escenario se llega al proceso electoral como se pueda y su resultado, como señalamos línea más arriba, deriva en la atomización de la fuerza política que cae derrotada.

Si es el peronismo, los gobernadores tratarían de aceitar relaciones con el poder central para no perder fortaleza política, buena parte de la dirigencia sindical profundizaría su sempiterna disposición a cortarse sola y el conjunto de la militancia política que le da vida quedaría desprotegida y sin una referencia del todo clara. Esto no sería una novedad en sí misma ya que ocurrió de manera evidente en el período 2016 / 2018, pero el riesgo radica en una derecha envalentonada que ya no se conforme con despedir periodistas o perseguir judicialmente (y con prácticas de espías) solamente a algunos dirigentes opositores.

Si el derrotado es Juntos por el Cambio, el estado de las cosas haría que cada una de las tres fuerzas que la componen se focalice en la acción de gobierno de aquellos espacios que lograran mantener. Sería el probable inicio del trámite jubilatorio de Mauricio Macri y no pocos dirigentes opositores quedarían confinados al rol de comentaristas de la realidad desde las corporaciones mediáticas que, a no dudarlo, seguirán estando “vivitas y coleando”.

En esta coyuntura, tal vez y sólo tal vez, el peronismo construiría tal masa crítica que podría permitirle sentar ciertas bases de desarrollo político que por falta de consistencia institucional  (por ejemplo la minoría en la Cámara de Diputados) y política (las diferencias internas entre setiembre de 2021 y agosto de 2022) han sido bloqueantes para el gobierno de Alberto Fernández.

Al igual que en el escenario dos, el resto de la sociedad estaría (y está) en otra cosa, donde no le presta atención a una pelea que no le interesa y que se expresa en el extremo de que buena parte de ese sector (habrá que esperar las primeras encuestas) da por sentado que el atentado contra la vicepresidenta es algo armado. Desde ciertos análisis esto aparece como una virtud en sí misma y es “la política” la responsable de no dar cuenta del asunto. Y acá nos paramos con la referencia de este hilo de twits planteados por Daniel Feierstein y del que sugerimos leer atentamente.   

https://twitter.com/DanielFeiers/status/1568054370285010944

En el “Vamos viendo”, la dirigencia en su conjunto no puede articular ningún acuerdo definitivo, lo cual se refuerza en ese mirar para otro lado de un sector no precisamente minoritario de la sociedad que dice no entender la política porque en definitiva, “son todos iguales”.

En este último sentido, los dirigentes de Juntos por el Cambio no las tienen todas consigo. Durante muchísimo tiempo avivaron una disputa política que creó un ida y vuelta con sus partidarios donde sólo queda ir, como en una recta de circuito automovilístico, cada más a fondo. Una muestra la tuvimos en los casos de aquellos dirigentes que se salieron de cierto molde y expresaron alguna forma de solidaridad con la vicepresidenta a partir del ataque sufrido. Sólo basta ver las interacciones (violentas) en redes para entender los estrechos límites en los que se mueve cierta dirigencia que cree, que “el cliente siempre tiene la razón”.

Para pensar junto a la almohada: si, como señala Feierstein, el mundo que conocimos se desvanece entre nuestros dedos, vale preguntarse: ¿si no es a través de la política, cómo se pueden construir los sueños colectivos? Tal vez, desde ciertas corrientes ideológicas nos expliquen que esas aspiraciones ya no tienen demasiado fundamento, ya que sólo vale el hombre en un sentido individual del término y no junto a su entorno.

El clima de época, con la dosis justa de cinismo, descreimiento y supra valorización de lo individual, justifica el horror de que el asesinato que no fue, pueda haber sido ficcionado. Nuestra sobre información, nuestra virtualidad imaginada en el “1984” de George Orwell, nuestra insatisfacción permanente, anclada en el consumismo de que todo debe ser conseguido aquí y ahora, resulta el sustento de ciertos enojos sociales. El “pienso, luego existo” de Descartes, se transformó en pleno siglo XXI en la idea de una duda justificadora, paradójicamente, asertiva si se quiere, de que nuestros peores miedos, fantasmas y suposiciones pueden ser reales. Sólo queda encontrar quien lo explicite en redes y en el boca a boca de cierta ignorancia. La duda, en definitiva, no sirve como elemento de desarrollo personal, sino en el oxímoron que permite confirmar nuestras creencias, sin importar el nivel de fundamento.

Ante esto último la política como práctica humana se enfrenta a un doble (y enorme) desafío: brindar certezas y reversionar un “yo” comunitario. Aquí y en el primer mundo. Más allá de los apoyos en las calles a quien ha sufrido el peor atentado en democracia. Más allá de las muestras de dolor por la desaparición física de una reina imperial.

 (*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 11 Sep 2022 08:54:25 -0300
El juego de las diferencias https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6727-el-juego-de-las-diferencias https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6727-el-juego-de-las-diferencias El juego de las diferencias

Allá por la década del 80’, uno de los diarios que se publicaban en Rosario, tenía la particularidad de que en la página de los chistes que cubrían la contratapa, aparecía un dibujo / juego que tenía dos imágenes en principio iguales. La gracia consistía en descubrir las siete diferencias que existían entre ambas, lo que permitía que el preadolescente de entonces y que hoy escribe estas líneas, luego de pasar por la sección de deportes, se entretuviera unos minutos con esa publicación. La semana que culmina fue rica en movilizaciones sindicales, en la centralidad que supone la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en, si se quiere, lo que tenemos más a mano en nuestro pago chico del sur litoraleño. Como hace cuatro décadas atrás, si miramos con atención, las diferencias surgen a simple vista. Pasen, y más que nunca, vean.

Por donde se mire, la convocatoria del 17 de agosto fue contundente. Una vez más, el movimiento obrero argentino demostró su capacidad de movilización, lo cual no representa una novedad en sí misma, pero nunca viene mal tener a mano un ejemplo que confirme verdades, si se quiere, ya históricas. El hecho político sirve para llamar la atención de propios y extraños, confirmando que, en la Argentina, la calle sigue siendo un lugar de disputa que los sindicatos y los movimientos sociales no están dispuestos a regalar sin más.

La marcha, anunciada hace más de un mes atrás, hasta pocos días antes debió ser confirmada públicamente en su realización. Más allá de lo coyuntural del reclamo, cuestión que abordaremos en las líneas que siguen, no debe negarse que la movilización, más allá de las declaraciones dirigenciales de ocasión, cumplió el doble rol de llamarle la atención al gobierno, pero también a ciertos sectores de la oposición que en su proyección ilusoria del mediano plazo, imaginan soluciones poco coincidentes con los principios de una vida democrática. 

La coyuntura actual de la política presenta varias particularidades digna de señalar. Por un lado el oficialismo parece estar dando, luego de diez meses, algunas señales de armonía política que se sintetizan en la llegada de Sergio Massa al ministerio de Economía y la renovación parcial del gabinete nacional. Por el otro, la oposición encarnada en Juntos por el Cambio parece haber entrado en una zona de disputa interna con una ferocidad propia de amantes despechados.

En ese contexto, la CGT decide convocar a una marcha en la que, rápidamente, obtuvo el acompañamiento de la CTA y CTEP. Vale recordar que, en su afán por derrotar a lo que representaba y suponía para el futuro un hipotético nuevo gobierno de Mauricio Macri, el movimiento obrero en su conjunto (con la excepción de aquellos sindicatos que tributan en cierta izquierda) saludó y formó parte del armado y posterior existencia del Frente de Todos.

Ese último hecho, es obvio que condiciona cualquier movilización que se pretenda masiva y aglutinante a los fines de quejarse por el alza del costo de la vida. Por ello la dificultad para encontrar un lema convocante común. “Contra la inflación y los especuladores” no parece cumplir con cierto ABC de la política que supone que, cuando se sale a la calle, la consigna convocante debe ser clara, sobre todo si varios de los dirigentes que la proponen, tienen diálogo directo con esas patronales que fungen de formadores de precios.

Y, además, están las diferencias que algún bien intencionado podría referenciar como matices pero que, en el fondo, reflejan situaciones estructurales que han llevado a la existencia de, cuanto menos, tres centrales obreras.

El proceso no es nuevo. Cuando se estudia el largo plazo, resulta evidente que el movimiento obrero sale de la última dictadura cívico – militar fuertemente debilitado y con una atomización que se ha profundizado con el correr de las décadas. Debe decirse: si la convertibilidad de los 90’ favoreció al sector de servicios potenciando a los gremios que se desarrollan en ese rubro y llevó al borde de la desaparición a los que tenían cualquier tipo de referencia a la producción industrial, fundamentalmente los vinculados a las pequeñas y medianas empresas; la década ganada, con el resurgimiento de aquellos sectores desfavorecidos y su sentido de Justicia Social inmanente, no alcanzó a diseñar un mercado de trabajo más homogéneo, en nivel de ingresos, en derechos consagrados o en fortaleza sindical.

Y como es obvio, eso se refleja en los intereses de cada sindicato, en la historia reciente y no tan reciente de cada líder, y en lo que expresa cada uno de ellos a la hora de imaginar las respuestas más urgentes de este tiempo. Si resulta fuerte no poder articular una consigna común para la movilización de varias decenas de miles de ciudadanos, mucho más llamativo resulta escuchar las diferencias de qué hacer, por ejemplo, con la mejora en el ingreso para el conjunto de los trabajadores.

En una misma jornada radial podremos escuchar a Carlos Acuña, uno de los integrantes del triunviro que conduce la CGT, pelearse con periodistas que le repreguntan por la idea del pago de una suma fija, desechándola porque según el dirigente del Sindicato de Obreros y Empleados de Estaciones de Servicio, cada gremio debe discutir su paritaria, mientras que Hugo Yasky, ese enorme dirigente que, como diríamos en un estadio de fútbol, bancó los trapos en lo mejor del macrismo, reconoce que ese tipo de medida podría ser viable para la coyuntura de estos meses.

La ausencia de un liderazgo sindical fuerte de otrora, no permite siquiera la posibilidad de que la marcha común cierre con los discursos de los dirigentes más importantes. El riesgo del “error político” es tan grande, que todo se resume a un documento que se lee al final y que se comunica previamente al conjunto de la sociedad a través de redes y medios de comunicación.

Pero las diferencias no se agotan allí. También existen las de tipo regionales, donde para un mismo rubro o actividad, el nivel de ingresos de cada trabajador dependiendo de la provincia de la que se trate, resultan notorias y evidentes: por capacidad económica pero también (y esto es fundamental) por actitud política. El caso santafesino en el área de educación no deja de ser sintomático: mientras la provincia queda alcanzada por una serie de medidas de fuerza que harán que en el mes de agosto sólo se brinden clases en nueve de los veinte días hábiles, a partir de una obcecada actitud gubernamental de no reabrir paritarias en el mes de agosto, la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, ya anunció la reapertura de paritarias sobre comienzos del mes de agosto. Nunca está de más recordarlo: el capricho nunca sirve como herramienta política.

A cambio de una, quedan dos tareas en forma de preguntas para hacer e intentar responder en casa queridos lectores, estimadas lectoras (el fin de semana pasado trabajamos extra con dos artículos publicados, ahora le devolvemos la atención). La primera es si la convocatoria del último miércoles debilita al gobierno nacional o si, de alguna manera, en ese delicado equilibrio que supone la realización de una marcha sin consignas y con la ausencia de nombres propios sobre los que machacar, el llamado de atención que implica tener a miles de trabajadores en la calle no sirve de argumento de base para que el oficialismo se anime a más en ciertas disputas que, según los dichos de Pablo Moyano (y habría que ver su nivel de representatividad más allá del contorno de los camioneros), deben darse con los responsables del aumento de precios.     

Y la segunda pregunta, tal vez algo más estructural y que seguramente propiciará el enojo de algunos compañeros que sistemáticamente nos leen semana a semana, refiere a una cuestión tan antigua como la idea de expresarse en la calle en una sociedad democrática. Vale saber en qué medida, y el caso santafesino de estos días nos cae como anillo al dedo,  las justas demandas de trabajadores formales que se traducen en medidas de fuerza que rápidamente escalan en cantidad de días de paro cada vez más numerosos, no se traduce en una deslegitimación ante el resto de la sociedad que asiste preocupada ya no sólo a un proceso inflacionario que no cede sino también a una ausencia de acceso a servicios que, en pleno siglo XXI, se consideran esenciales.

Lo traducimos para que no se entienda mal: paros de tres días por semana, habiendo logrado que el gobierno santafesino ponga fecha a las paritarias, ¿juega a favor o en contra de todo aquello por lo que se lucha? Más allá del justo enojo de trabajadores de salud, de la docencia y estatales con las últimas decisiones gremiales, vale saber si no se condiciona cierto apoyo social, siempre necesario, a partir de un pedido para el que solo quedan, ahora, dos semanas. Dudas de un atribulado analista.

Pese a las dificultades para su realización, la marcha convocada inicialmente por el mundillo cegetista puede confirmarse como exitosa. Más allá de las diferencias de fondo y de ciertos vedetismos discursivos, el mensaje llegó claramente a los múltiples destinatarios. En buena hora. No es está nada mal para tiempos tan confusos y para cierto sindicalismo que en no pocas ocasiones, sólo atinó a mirarse el ombligo. Bienvenidos al juego común, a pesar de las diferencias.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sat, 20 Aug 2022 22:38:51 -0300
El Frente con (casi) Todos (adentro) https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6715-el-frente-con-casi-todos-adentro https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6715-el-frente-con-casi-todos-adentro El Frente con (casi) Todos (adentro)

Era el tiempo del cambio, el tiempo de la estampida.
El tiempo de la salida, el tiempo de esta canción.
Era el tiempo de ver el tiempo de otra manera.

Jorge Drexler

Para el Frente de Todos, el futuro ya llegó. Si es todo un palo como cantaban los repartidores de buñuelos de ricota, allá por finales de los 80’, será una situación que conoceremos en el mediano plazo. Podría pensarse, de acuerdo al desarrollo de los acontecimientos de los últimos meses, que la llegada de Sergio Massa como flamante ministro de Economía, se habría dado casi naturalmente, pero hay una historia construida atrás. Aquí y ahora, lo real es que el oficialismo ha dado inicio a una reconfiguración de su armado político y la última semana de julio fue pródiga en novedades que merecen ser revisadas. Pasen y vean.

Se llega al fin de semana con la sensación (y sólo eso) de que lo peor, en materia de corrida cambiara, ha pasado. Burdamente, algún medio vinculó a esa mejora con un supuesto “efecto Massa” que habría propiciado la tranquilidad de mercados y actores de la economía, lo cual sólo puede ser definido como humo comunicacional. Son tres los factores que trajeron algo de alivio económico – financiero a esta comarca:

1) El viaje a Washington de la ex ministra Silvina Batakis. Se reunió, entre otros, con Kristalina Georgieva, directora en jefe del Fondo Monetario Internacional y David Lipton, a cargo del Tesoro de los EE.UU. Si bien no se produjeron declaraciones festivas ni mucho menos, la liberación de algún crédito que se encontraba trabado se tradujo como una señal de indisimulable apoyo.

2) El dólar diferenciado para el campo. Si bien resulta prematuro analizar el éxito de su implementación, la medida sirvió para despejar el horizonte de una devaluación, que, inexorablemente, produciría un automático aumento de precios en el mercado interno con la consiguiente transferencia de ingresos que eso supone. Más allá de los cuestionamientos y el rechazo de los grandes jugadores de la producción primaria (Grobocopatel y sucedáneos), “el campo” no se reduce a la realidad excluyente de esos protagonistas, existiendo un buen número de productores que no pueden guardar su cosecha en el largo plazo ya que en algún momento deben reiniciar el ciclo productivo de lo que derivará en la siembra de la llamada cosecha fina durante el segundo semestre del año.

3) Colocación de deuda en el mercado interno. La expectativa inicial radicaba en la duda de saber si el gobierno podría renovar los vencimientos de bonos de esta semana. La aprobación fue con creces: al final del día miércoles, el Estado argentino se hizo de unos $150 mil millones extras en la colocación de esos instrumentos.

Esos tres factores, que se sucedieron en los tres primeros días de la semana, quedaron opacados cuando en esa misma jornada a la tardecita se daba como un hecho el arribo del ex intendente de Tigre como flamante “superministro”. Paradójicamente, los rumores se sucedían cuando la corrida había empezado a ceder, y mientras la ministra venía en pleno vuelo desde la capital estadounidense. Alguien habrá hecho notar el detalle al protagonista del día, ya que a la noche trató de despegarse del tema con una serie de twits, comentando que nadie le había hecho ningún ofrecimiento y que recién tenía previsto reunirse con el presidente de la Nación durante el fin de semana.

https://twitter.com/SergioMassa/status/1552441279996645377

Como sucede en el ajetreado fútbol argentino, cuando se confirma un técnico para echarlo a la semana siguiente, los anuncios producidos exactamente 24 horas después, aceleraron un conjunto de decisiones que marca un nuevo tiempo para el oficialismo. ¿Relanzamiento? ¿Renovación? Eso queda en el gusto de quien le preste atención al proceso, pero de esa serie de movimientos algunas circunstancias merecen señalarse.

La primera es que ese recambio de figuras ministeriales y de secretarios de Estado se hizo de la peor manera al interior del espacio y de cara a la sociedad. Al ya nombrado caso de Batakis, se debe agregar a Julián Domínguez quien unos días antes había negado un dólar diferenciado para el campo; a Daniel Scioli que fue “importado” desde la embajada en Brasil para que asumiera como ministro de Desarrollo Productivo, para luego “exportarlo” a su mismo lugar de origen; y al propio presidente del Banco Nación que se enteró en pleno acto oficial de la entidad crediticia que además de ser eyectado del cargo, tenía reemplazante.

Pueden ser muchas las explicaciones que justifiquen las salidas. En el caso de la ex ministra de Economía, podrá argumentarse que no tenía una espalda política que le permita sostener las dificultades que se avecinan en el país y, de alguna manera, todo quedará supeditado al éxito de la gestión massista, pero también debe decirse que hay una sociedad mirando el devenir de una gestión que, además de no encontrarle el “agujero al mate” en algunas áreas, genera altas dosis de incertidumbre política en la cotidianeidad de cada día.

La segunda circunstancia que debe señalarse es el nivel de fluidez que alcanzó el diálogo entre las tres patas de la mesa que conduce el Frente de Todos. Lo que hace apenas dos meses parecía una utopía, por estas horas se reconstruyó de manera notoria, teniendo en Sergio Massa al dirigente que fue articulando un diálogo que, en algún momento, estuvo roto.

Mientras el cristinismo ha optado por un prudente silencio público, a la vez que mantiene el conjunto de áreas de gestión (con la excepción del renunciante Domínguez), la totalidad de gobernadores peronistas han saludado (y en algunos casos pre anunciado) la llegada del actual presidente de la Cámara de Diputados al Palacio de Hacienda. Fue tan fuerte la apuesta por el cambio que, Omar Perotti, un hombre que jamás se muestra con apoyos visibles a terceros en escenarios de crisis, se adelantó a varios vía redes, saludando la llegada de un funcionario a un cargo del que aún no se sabía muy bien cual sería. Por su parte, mientras el sindicalismo de la CTA mira con cierto recelo las buenas nuevas, los gordos y no tan gordos de la CGT saludaron efusivamente el arribo de Massa.

https://twitter.com/omarperotti/status/1552659209287639042

Más allá de los ejercicios imaginativos de aquello que podamos suponer que ha actuado como factor definitivamente articulador (habrá que ver si también resulta homogeneizador), ha sido el abismo económico al que se enfrenta el país, en materia de corrida cambiaria, devaluación e inflación, y, a partir de esto, lo que se traduciría en una segura derrota electoral en 2023, lo que justifica y explica muchas acciones de los últimos días de julio. Y esto en un enfoque si se quiere, optimista, ya que de acuerdo a lo visto en las últimas semanas, la oposición cambiemista por momentos parecía desear un escenario de deterioro tal que justificara, por ejemplo, el adelantamiento de las elecciones.

En resumidas cuentas, la forma en que se desarrollaron los acontecimientos, las necesidades de los protagonistas y la manera en que se ha estructurado la gestión conducida por Alberto Fernández, da por seguro que a esta altura de las circunstancias la tríada que conduce el Frente de Todos, tiene su suerte atada de manera común a lo que suceda en la gestión.

El reparto horizontal del poder que se produjo al interior de los ministerios, con estructuras integradas por las distintas vertientes que abrevan en el oficialismo, actuó en muchas ocasiones como una circunstancia que ralentizaba la toma de decisiones en un sentido o en otro. La designación de un superministro que no es economista, más allá del nombre propio, y que ha llevado a varios a revisar la historia reciente (y no tanto) de personajes que revistan ambas características, supone la posibilidad de un ordenamiento vertical que en un proceso de crisis resulta mucho más ejecutivo en la acción política.

Y en relación con esto último quedan, de alguna manera, dos hipótesis, si se quieren, binarias. En la primera de ellas, imaginando que Massa reencauza ciertas expectativas sociales, se aleja definitivamente de un escenario devaluatorio y reduce progresivamente la inflación, ¿deberíamos pensar que vamos hacia una unidad reconfigurada que tenga en cuenta los distintos bloques de poder oficialistas, o nos dirigimos hacia un modelo que deje de lado el esquema de coalición que, a no dudarlo, no ha funcionado de la mejor manera? Todo esto con un detalle no menor: ese último formato, se parece mucho más a la historia de relacionamiento político que ha sabido construir el peronismo.

En la segunda de las hipótesis, donde al oficialismo le va mal, podría afirmarse que no habría un solo padre de la derrota, y, coincidente con los tiempos sociales novedosos que vivimos, podríamos hablar de paternidades múltiples. La pregunta que dejamos aquí para la tarea del hogar y que, como dice un querido compañero, nadie se plantea públicamente hoy, es si eso supone la jubilación política de algunos y algunas protagonistas de la época. Chárlelo con la almohada querido lector, estimada lectora.

“Era el tiempo del cambio y de ver el tiempo de otra manera…” canta el uruguayo Jorge Drexler. Algo de eso parecen haber entendido algunos protagonistas en el Frente de Todos. El desafío es enorme y las expectativas, a no dudarlo, tienen proa a 2023. Casi todos saludaron la novedad porque, en definitiva, se trata de evitar los tiempos de una estampida. Que así sea.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 31 Jul 2022 11:35:22 -0300