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Fundamentar - Artículos https://fundamentar.com Thu, 18 Apr 2024 09:02:34 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Justicia brasileña prorroga indagación contra Jair Bolsonaro https://fundamentar.com/internacional/item/6651-justicia-brasilena-prorroga-indagacion-contra-jair-bolsonaro https://fundamentar.com/internacional/item/6651-justicia-brasilena-prorroga-indagacion-contra-jair-bolsonaro Justicia brasileña prorroga indagación contra Jair Bolsonaro

Durante varios meses, la Comisión Parlamentaria investigó la gestión del Gobierno con la pandemia del coronavirus.

El Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil comunicó este martes que se extienden por 60 días más la investigación contra el presidente Jair Bolsonaro, por posibles noticias falsas con relación a la administración de vacunas contra la Covid-19 difundidas por el mandatario durante el contexto epidemiológico.

De acuerdo con el Poder Judicial, el juez del Tribunal Supremo de Brasil Alexandre de Moraes decidió prorrogar la causa abierta por la Comisión Parlamentaria sobre la crisis del coronavirus ante la necesidad de proseguir las investigaciones, en los términos solicitados por la Policía Federal y la Ley interna del Tribunal Supremo.

Vale recordar que el jefe de Estado brasileño cometió decenas de trasgresiones, entre ellas las noticias falsas divulgadas que relacionaban el uso de las dosis anticovid con la probabilidad de contraer enfermedades de transmisión sexual como VIH/SIDA.

“Es una acción consciente y confesada, hay más de 200 videos adjuntos a los expedientes en los que el presidente de la República, de forma metódica, ensayada, preparada, organizada, utilizando las herramientas del Estado, hizo que los brasileños se protegieran menos”, señaló el senador Alessandro Vieira.

En este sentido, la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI), asumió la investigación de caso contra el mandatario, indagando durante un período de seis meses sobre el desempeño del gobierno federal en la crisis sanitaria.

Así pues, la junta de 11 senadores verificó graves anomalías que la indujeron a enunciar nueve imputaciones contra el presidente Jair Bolsonaro, entre ellas, crimen contra la humanidad, violar las medidas de prevención sanitaria, genocidio contra los pueblos indígenas y remedios fraudulentos contra la enfermedad.

 

FUENTE: teleSUR

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Dana Vazquez

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hola@fundamentar.com (Pedro Arrospidegaray) Internacional Wed, 15 Jun 2022 10:39:39 -0300
Recuerdos https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6554-recuerdos https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6554-recuerdos Recuerdos

Hay recuerdos que no voy a borrar,
personas que no voy a olvidar.
Hay aromas que me quiero llevar,
silencios que prefiero callar.

Fito Paez

La tapa de Clarín que no sucedió, el vacunatorio vip masivo que nunca se comprobó, el dólar (el oficial y el ilegal) por la nubes, la cuarentena más larga del mundo en modo Bersuit Vergarabat y que nos asemejaría a Venezuela, los 14 millones de vacunas Pfizer que podrían haber llegado en enero de 2021, el veneno de la vacuna Sputnik V, la foto que nunca debería haber existido, la cepa Delta que irrumpiría en el proceso electoral, son todos recuerdos de un tiempo inédito en la vida de los argentinos, que algunos, desde la estrecha mirada que le permite su ombligo, olvidaron que el mundo sufría una pandemia inédita en un siglo. En modo veda electoral, poco diremos de lo que fue la última semana que termina, a sabiendas de que el domingo a la noche, una vez que se cuenten los votos, este artículo quedará viejo. Pero algo podemos imaginar (o suponer) de lo que viene. Repasemos.

Argentina llega a las vísperas de la primavera atravesada por un proceso electoral que, elaborado de manera trabajosa entre oficialismo y oposición, pudo ser demorado producto de los límites que supo imponer el Covid. A contramano de lo que alguna vez afirmó el temerario Eduardo Duhalde, las elecciones son aquí y ahora. Mal que les pese al ex presidente y a sus casi inexistentes seguidores, la posibilidad de que una comunidad se exprese en las urnas tiene dos expresiones que resultan irreemplazables.

La primera de ellas es pública. Tiene consecuencias visibles y no visibles. Lo que el electorado decide queda a la vista. Es una foto que condiciona y define el presente y el tiempo por venir. Los datos duros que suponen la cantidad de votos de los distintos candidatos (o pre) están al alcance de la mano. Pueden ser revisados una y otra vez y, lo que no es menor, pueden ser interpretados de múltiples maneras. Y sobre todo en un contexto de elecciones internas donde las listas de diputados (o concejales para el caso de Santa Fe), quedan configuradas de manera conjunta y proporcional de acuerdo a lo que elijen los ciudadanos. 

Desde esa perspectiva, un proceso electoral ordena. Define, a partir de la lógica de vencedores y vencidos, quienes pasan a ser los protagonistas inmediatos de un tiempo que, si bien puede preverse, también deja espacio para la novedad política.

La segunda expresión de una comunidad expresándose en las urnas es, si se quiere, interna. O, dicho desde la lógica de la politología, privada. En el acto de emitir el voto, suponemos (idealmente) que hay un momento específico donde el ciudadano reflexiona sobre sus preferencias. Sobre lo que espera del futuro, pero también sobre todo aquello que deseaba en la elección anterior y que, sabrá analizar, si se cumplió o no, porqué y de qué modo. En definitiva, la emisión del sufragio supone el siempre sano ejercicio de la memoria.

En ese mirar para atrás, buena parte de las sociedades que integramos, perviven con la sensación de que la pandemia supuso un tiempo suspendido. Las restricciones a la circulación, impuestas por los gobiernos de turno, serían algo así como una etapa donde se nos habría quitado la libertad de trabajar como queremos, de los encuentros y de los abrazos. Y ante ello, corresponde el castigo que habilita el voto a distintas opciones. Consciente, inconsciente o hasta ilusoriamente, algunos ciudadanos se comportan como si ese tiempo transcurrido pudiera recuperarse.  

También existe otro conjunto de argentinos que parten de la premisa que estos 18 meses de pandemia son, si quiere, irrecuperables. Y de alguna manera, también expresan el enojo que, se supone, se traducirá en las urnas. Pérdida de puestos de trabajo, limitaciones en los procesos de escolarización, son algunos de los procesos que llegaron con el combo del Covid y a partir del cual todos los gobiernos del mundo han sufrido cuestionamientos.

Todos los “recuerdos” que comentábamos en el párrafo inicial derivaron en un conjunto de dichos y hechos que transformaron la acción política. Las tapas de los diarios mostrando una idea de unidad y los discursos en modo profesor de Alberto Fernández representan una etapa previa que, rápidamente, comprendimos como impracticables. Las miserias políticas se hicieron carne, y aquello que mágicamente creíamos posible no pasó de ser una mera conjetura que la realidad se encargó de poner en su lugar.

La acción política resultó limitada. Pero lo que (algunos) no quisieron, (otros) no pudieron (y los menos) no pudieron comprender, fue que toda acción humana quedaba limitada. Los voceros anti cuarentena primero y los anti vacunas después, pretendieron obviar la potencia del coronavirus. La soberbia y prepotencia humana de estos sectores supuso tres hechos que justificaban su accionar: que el virus no existía, que se lo podía enfrentar con los cuidados que cada uno estableciese para sí y que las vacunas resultan veneno para el cuerpo humano.

Esas ideas representan de una manera muy acabada un darwinismo social donde el sálvese quien pueda reina en todos los formatos posibles. Fenómeno que no es nuevo en sí mismo ya que algunas corrientes políticas y hasta filosóficas aplican esas ideas como base de su estructura de pensamiento. Lo nuevo aquí es que también apareció un darwinismo político que ya no refería a dejar a trabajadores en la calle o a profundizar condiciones de empobrecimiento de amplios sectores de la sociedad en nombre de cierta modernidad, sino que alcanza a la idea de quien vivía y quien moría. La prevalencia de la ley de la selva donde solo sobreviven los más fuertes marcó el presente político de muchos.

Pero, y aquí podemos entrar en conflicto con la tan mentada veda electoral, hay que decir que muchos de esos escenarios apocalípticos no sucedieron. Argentina llega a estas elecciones primarias, abiertas, obligatorias y simultáneas con un cuadro sanitario óptimo; con buena parte de su población objetiva vacunada, que no se convirtió en mutante ni padeció efectos secundarios gravosos; con la cepa Delta contenida, con el beneficio de la duda sobre si puede llegar una tercera ola; con una amplia variedad de vacunas distribuidas a lo largo y ancho del país; con el vacunatorio vip perdido entre la farragosa burocracia judicial y con una macro economía que ya muestra mejores indicadores que a finales de 2019.

A partir de ello no faltará quien se ilusione y dé por hecho el final de la crisis del Covid para el tiempo de las elecciones generales. Ese pensamiento no podría ser tomado en serio ya que existe una pandemia que puede ser proyectada en tres vertientes. La epidemiológica; donde no debemos de dejar de prestar atención a aquellos países que, de alguna manera, celebraron anticipadamente el final de la misma; las consecuencias ya que los efectos síquicos y sociales de la pandemia podrán verse más temprano que tarde y la acción de los gobiernos que deberán seguir ejecutándose sobre las dos anteriores. Los oficialismos que en la Argentina llegaron al poder sobre diciembre de 2019, ya no podrán pensarse a partir de los límites de un período determinado, sino que, seguramente, en el futuro puedan ser definidos como los gobiernos de la pandemia. Con ello deberán convivir.

La política sirve para dirimir modelos sociales. Y las elecciones, de alguna manera, resultan su instrumento. La pregunta parece reversionada desde marzo de 2020 hasta aquí, pero la esencia es la misma: tener en claro a quien protejo, a quien cuido y a quien beneficio.

En este tiempo social que vivimos, también existen grupos sociales, que piensan a la pandemia como un tiempo que no vuelve. Que reconocen que resulta cierto que los besos y los abrazos que no dimos, los encuentros que no tuvimos parten de momentos que ya no transitaremos. Pero que, de alguna manera, la política y todo su accionar concomitante, se justifica si defiende la vida. Este articulista, que no quiere dejar de atesorar para sí ciertos recuerdos, supone, que este tiempo vivido, que aún no terminó ni mucho menos, tal vez deba ser entendido como parte de un aprendizaje más. Como esa cultura que conocemos en un viaje, como esa charla mano a mano con el afecto que nos necesita y que necesitamos, como un atributo que nos permite valorar aquello que poseemos en bienes materiales y de los otros. Aunque a la señora lectora o al señor lector le parezca mentira, las elecciones también tienen que ver con esto, con la posibilidad concreta de mirar a nuestro alrededor y ponderar qué se hizo mal, qué se hizo bien y en qué contexto. El domingo a la noche empezaremos a descubrir qué nos quieren decir ciertas mayorías.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sat, 11 Sep 2021 17:04:13 -0300
Política Exterior. Destacados de la semana https://fundamentar.com/nacional/item/6551-politica-exterior-destacados-de-la-semana https://fundamentar.com/nacional/item/6551-politica-exterior-destacados-de-la-semana Política exterior argentina de la semana

Te presentamos los hechos más importantes de esta semana de la política exterior argentina desde una mirada analítica.

Reunión anual del Consejo de las Américas

El canciller Felipe Solá participó el jueves pasado de la reunión anual del Consejo de las Américas, que este año se congrega bajo el lema "Argentina: Perspectivas Económicas y Políticas". El encuentro fue moderado por Susan Segal, titular y CEO de Americas Society/Council of the Americas. Participaron, además del Canciller, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; el ministro de Economía, Martín Guzmán, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, la precandidata a diputada nacional de Juntos por la Ciudad de Buenos Aires María Eugenia Vidal, el precandidato a diputado nacional bonaerense por el espacio "Dar El Paso" de la alianza Juntos Facundo Manes y la senadora nacional mendocina del Frente de Todos Anabel Fernández Sagasti. Todo esto teniendo en cuenta que las elecciones primarias PASO se realizarán el 12 de septiembre.

https://twitter.com/CancilleriaARG/status/1430935594687938562

En su discurso, Felipe Solá afirmó: “La recuperación económica post-pandemia necesita de inversiones productivas, con foco en la inversión en la salud, en la industria automotriz, en la energía y en la economía del conocimiento. Vemos en Estados Unidos, con quien tenemos una nueva relación, un aliado fundamental en este proceso”. Destacó además que “la Argentina tiene la necesidad de lograr estabilidad económica, y este es un objetivo que persigue desde un primer momento nuestro gobierno y nuestro presidente, Alberto Fernández, implementando políticas públicas que favorezcan la producción y el trabajo, para así avanzar hacia un desarrollo sostenible con inclusión social”. El ministro recordó que las políticas de estado centrales para la Argentina son: la promoción y protección de los DDHH, la igualdad de género, el desarme y la no proliferación, y la lucha contra toda forma de colonialismo. Por último, reafirmó su compromiso con la senda de la integración y el diálogo político con toda la región, a la vez que con la reanudación de las negociaciones con el Reino Unido a fin de encontrar una solución pacífica en la Cuestión Malvinas.

https://twitter.com/ASCOA/status/1430849625947312130

 

Misión humanitaria en Haití

La misión humanitaria de la Comisión Cascos Blancos, dependiente de la Cancillería argentina, continúa brindando asistencia sanitaria en el Hospital con nivel de atención tipo 1 que emplazó en la comuna de Corail el 25 de agosto para aumentar la capacidad local ante la emergencia sanitaria tras el sismo. Allí, por instrucción del canciller Felipe Solá y en sintonía con la tradición política argentina de cooperación con los países de la Comunidad del Caribe, los voluntarios del organismo especializados en salud realizan atención ambulatoria de emergencia y brindan servicios de pediatría, clínica médica general, obstetricia y traumatología. Asimismo, la misión humanitaria argentina está trabajando en la articulación con los países y organismos internacionales presentes en Haití para fortalecer la respuesta sobre el terreno.

https://twitter.com/felipe_sola/status/1431355746550263809

Al respecto, la presidenta de Cascos Blancos, Marina Cardelli -quien encabeza la misión humanitaria- señaló: “Mientras profundizamos el trabajo junto a nuestros voluntarios en el Hospital que instalamos en Corail, estamos avanzando en la articulación con otros organismos y países para fortalecer la capacidad de respuesta internacional en favor del pueblo haitiano. Trabajamos fieles al compromiso solidario que asumió la Argentina para alcanzar la unidad y una mayor integración con nuestros países hermanos”. Cardelli señaló, en referencia a la segunda etapa de la misión: "En esta segunda etapa el foco está puesto en la atención en el Hospital Néstor Kirchner, con la intención de que a través de la articulación con los actores presentes podamos colaborar en la reconstrucción de este emblema de la solidaridad regional. Para la atención de las comunidades cercanas, la misión llevará adelante una donación de insumos médicos y medicamentos”.

https://twitter.com/CascosBlancos/status/1431381610218332169

https://twitter.com/Cardelli_m/status/1432526870818533376

 

Plataforma continental argentina

La semana pasada el Gobierno argentino tomó conocimiento de una medida del Gobierno de Chile relativa a espacios marítimos. Esta medida pretende proyectar la plataforma continental al Este del meridiano 67º 16´ 0, lo cual claramente no condice con el Tratado de Paz y Amistad celebrado entre ambos países en 1984. El límite exterior de la plataforma continental argentina en esta zona se refleja en la Ley Nacional 27.557, aprobada el 4 de agosto de 2020 por unanimidad en ambas Cámaras del Congreso de la Nación y promulgada por el Poder Ejecutivo el 24 de agosto de ese mismo año. Dicha ley recoge en una norma interna la presentación oportunamente efectuada por el Gobierno argentino sobre dicha zona ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental (CLPC). Esa presentación se ajusta en todo al Tratado de Paz y Amistad y fue aprobada sin cuestionamientos por dicha Comisión con los efectos de establecer un límite marítimo definitivo y obligatorio de conformidad con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR).

https://twitter.com/FilmusDaniel/status/1431818876896038916

En el comunicado de prensa, la Cancillería sostuvo: “La medida intentada por Chile pretende apropiarse de una parte de la plataforma continental argentina y de una extensa área de los fondos marinos y oceánicos, espacio marítimo que forma parte del Patrimonio Común de la Humanidad de conformidad con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Consecuentemente, la citada pretensión chilena no es aceptable para la República Argentina y plantea una situación que corresponderá resolver a través del diálogo en defensa de los derechos argentinos; de acuerdo a la histórica hermandad de nuestros pueblos y el derecho internacional.”

https://twitter.com/felipe_sola/status/1431751906024697865

La decisión de Piñera implica cuestionar esa aprobación doce años después en la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU. El gobierno chileno alega que ese principio bioceánico no existe y por ello actualizó su Carta Náutica sumando 200 millas más hacia el este del límite continental. "Lo que Chile ha hecho es defender su soberanía y defender sus legítimos intereses declarando su plataforma continental al sur del mar de Drake y el Cabo de Hornos", afirmó Piñera, en respuesta a un comunicado argentino que el sábado acusó a este país de apropiarse de dicha zona. "Nadie se apropia de lo que le pertenece", agregó, por su parte, el canciller Andrés Allamand, quien rechazó la acusación argentina. Las autoridades chilenas indicaron que este litigio será resuelto mediante el diálogo y que no acudirán a ninguna instancia internacional para tratarlo, ya que el gobierno argentino también manifestó su intención de resolverlo de forma bilateral.

https://twitter.com/FilmusDaniel/status/1431709459424944130

 

(*) Analista de Fundamentar.

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hola@fundamentar.com (Camila Elizabeth Hernández (*)) Argentina Wed, 01 Sep 2021 16:11:36 -0300
A contramano https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6546-a-contramano https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6546-a-contramano A contramano

Nunca me ha llamado la atención
lo de Eva y la manzana,
y porque de Eva soy hermana,
y tentarse es cosa humana
le dijeron, "no comás",
y ella, ¡zas, se la comió!

Francisco Canaro

Estas líneas se escriben a minutos del discurso presidencial en la ciudad de Olavarría, donde el presidente Alberto Fernández asumió que la foto que marcó un quiebre en la semana política del país, nunca debió haber existido. Los alcances de la imagen que se conocieron el jueves y la explicación presidencial posterior, aún no alcanzan a percibirse de manera definitiva, pero más allá de las suposiciones y elucubraciones de ocasión, lo cierto y real es que, como siempre, una imagen vale más que mil palabras. Y esta vez no fue la excepción. Repasemos.

La semana se había desarrollado desde la lógica que supone una campaña para opositores y oficialistas. Para los primeros, entre las disputas que muestran las severas diferencias que, si bien han demorado en hacerse públicas, pandemia mediante, se muestran desde hace algunas semanas, en toda su plenitud, al punto de no evitar, de parte de las principales voces del radicalismo, el disimulo de intentar jubilar al ex presidente Mauricio Macri recientemente llegado a la Argentina, luego de una larga estadía europea. Para los segundos, el desafío es otro. De la mano del inédito y masivo proceso de vacunación que se lleva adelante en el país, y con la consiguiente mejora en todos los indicadores sanitarios, el oficialismo empezó a plantear una serie de propuestas políticas, sociales y económicas que, evidentemente, sirvan para imponer otra agenda que ya no tenga en el centro de la escena a todo lo que refiere al Covid.

“Vender futuro” es la frase que ha tenido un amplio recorrido en portales y análisis de ocasión para entender la agenda que tratará de llevar adelante el gobierno nacional. Subsidios para la compra de insumos informáticos con la consiguiente capacitación para la formación de jóvenes programadores dentro del plan Argentina Programa; créditos de hasta $150.000 a tasa cero para monotributistas con un interesante período de gracia para el pago; mejora sustancial en los indicadores de la producción industrial (4% más arriba que en abril de 2019); inflación que por cuarto mes consecutivo muestra una tendencia a la baja (con un piso alto); y acuerdos salariales que se vienen homologando por encima del 45%, reflejaron una semana que trató de mostrar a un gobierno que empezaba a dialogar desde otro lugar con diversos sectores sociales.

No es casual la referencia a temas que no parecen estar en la agenda pública. La referencia presidencial a la discusión que alguna vez tendremos que dar los argentinos en aquello que refiere a la legalización de la marihuana, es parte de un mismo eje. La foto del acto capitalino de Javier Milei, donde se agolparon muchos jóvenes que se definen como libertarios no ha dejado de llamar la atención en ámbitos oficiales y no oficiales.

Desde hace un tiempo, algunos dirigentes lúcidos (que existen y son de carne y hueso) vienen comentando por lo bajo sobre la necesidad de interpelar a esos sectores etarios que poco tienen que ver con los grupos juveniles que, allá por el Bicentenario (pongamos, si se quiere, una fecha antojadiza), supo seducir el kirchnerismo. Algunas entrevistas presidenciales en formatos mediáticos no tradicionales van en ese sentido. Punto para la política comunicacional del gobierno.

Pero, como aprendimos en aquella entrañable letra de Vox Dei a mediados de los 80’, “todo concluye al fin, nada puede escapar”, lo que parecía ser la semana del inicio real de la campaña para el gobierno, terminó más temprano que tarde. En un oficialismo ya habituado a pegarse tiros en el pie, durante el jueves conocimos la fotografía que muestra al presidente de la nación y su pareja en una cena familiar con más de doce personas, situación no permitida allá por julio de 2020 en la región metropolitana de Buenos Aires, que se encontraba bajo la situación del aislamiento preventivo.

De allí en más, los cuestionamientos de todo tipo y que no pueden evitarse. Así como no puede taparse el sol con la mano, cuando una crisis política se desata, por más nimio que sea el detalle que lo potencia, sólo cabe enfrentarlo. El gobierno pareció reaccionar de manera algo demorada. La respuesta matinal del viernes del Jefe de Gabinete y del propio presidente en la tarde del viernes parecieron tener gusto a poco.

Ante la situación, una duda de rigor, ¿Qué postura debe tomarse desde quienes abrevamos en lo que habitualmente llamamos movimiento nacional y popular ante la situación? Desde este portal no esquivamos la discusión y decimos lo nuestro.

Los oficialismos argentinos, a diferencia de lo que sucedió en buena parte del mundo occidental, se enfrentaron, en el comienzo, en la peor etapa y en las últimas semanas de la pandemia, con permanentes intentos desestabilizadores de la oposición que sirvieran para complicar el escenario sanitario. Una vez más hay que decirlo claramente: la irrupción del Covid sirvió a los sectores de Juntos por el Cambio para, en nombre de la libertad, ocultar una crisis interna que es producto de la mala gestión del período 2015 – 2019 y que ahora se refleja con toda crudeza en las profundas diferencias del presente proceso electoral.

En ese contexto, y con la debilidad estructural heredada, con más de 100.000 muertos y con el dato a favor de ser uno de los países que, con una población media, más ha vacunado a sus habitantes, uno de los atributos del presidente era el intento de cuidado de los argentinos. La “foto” no modifica esa situación. Podrá verse debilitada la figura individual de Alberto Fernández o del gobierno todo, pero, así como la imagen del cumpleaños de Fabiola Yañez no puede ser eliminada de la realidad, todo el esfuerzo institucional, político y sanitario no puede ser desconocido.

La respuesta opositora del pedido de juicio político parece de manual. Ahora bien, si esa sanción estuviera justificada, vale preguntarse cuantos de los actuales acusadores no deberían ser incluidos en el mismo formato sancionatorio: tractorazos, banderazos por la libertad, marchas por Vicentín, fueron todos hechos políticos llevados adelante con la inestimable ayuda de quienes hoy vociferan a quienes quieran escucharlos, sobre la violación de Fernández y su familia a una normativa vigente en aquel momento. Habría que pensar, en qué medida, el país no se quedaría acéfalo de la oposición legislativa.

La segunda pregunta de rigor es a quién beneficia o, dicho en otros términos, quien recoge los restos del enojo que ha generado la situación. Y, en este sentido, el escenario parece abierto ya que, si bien quienes mayor visibilidad tendrán en los días que vienen serán los dirigentes que tributan en Juntos por el Cambio, es discutible que aquellos mismos protagonistas que fueron rechazados mayoritariamente por el electorado, hace apenas dos años, puedan obtener ganancia en el río revuelto. Esto es así por dos motivos básicos: porque ese espacio se ha recostado de manera muy evidente sobre su núcleo duro y porque no se ha planteado una renovación real de cuadros dirigentes que sean el resultado de las discusiones que deja la salida del poder.

Es válido preguntarse qué puede proponer a la sociedad una fuerza política que ocultó las reuniones de un presidente de la nación con jueces que luego emitían fallos que posibilitaban la persecución de dirigentes opositores y empresarios; que legitimó el burdo intento de terminar condonando la deuda millonaria del Correo Argentino, que miró para otro lado cuando se modificó una ley vía decreto y que servía a los intereses de familiares y amigos de funcionarios a los fines de blanquear dinero que estaba en cuentas en el exterior, que omitió explicarle a los argentinos que su jefe político figuraba en investigaciones internacionales que mostraban los movimientos en cuentas off shore no declaradas y que pretendió imponer por la fuerza de nombrar dos jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en comisión y sin los acuerdos que dispone la Constitución Nacional. Todos estos, hechos que pueden ser vistos como una forma predatoria de ejercicio del poder.

El riesgo es mayor aún. La antipolítica está al acecho. Si el oficialismo comenzó a intentar interpelar a sectores juveniles y si la oposición que representa Juntos por el Cambio dejó entrar en sus listas personajes que no pasan un test de bonomía humana, es porque el riesgo a los extremos que supone la derecha autodefinida como libertaria es real y existe.

Ante el escenario podríamos tomar dos posturas. Una posibilidad es quedarnos en el enojo que supone enterarnos de la existencia de una reunión que no debería haberse realizado, cuestionar ferozmente al gobierno y golpearnos el pecho por la ofensa recibida, siendo funcionales a lo que ya conocemos (2015 – 2019) y al delirio que suponen algunos personajes.

La otra posibilidad es partir del hecho de no negar lo sucedido, aceptar de que se cometió un error que molesta pero que su protagonista es la misma autoridad que comanda un gobierno que se enfrentó a un fenómeno doblemente desconocido: la pandemia de Covid y un proceso desestabilizador que no tiene referencias históricas. Y toda esa acción gubernamental se consolidó con el fin más supremo que tenemos los seres humanos. Cuidar la vida. Adivine señor lector, señora lectora, de qué lado estará este articulista más allá de las tentaciones de ocasión. Espero encontrarnos del mismo lado. Salud.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 15 Aug 2021 10:09:45 -0300
Federico Merke: "Si hay una palabra que define la situación cubana hoy es escasez" https://fundamentar.com/internacional/item/6529-federico-merke-si-hay-una-palabra-que-define-la-situacion-cubana-hoy-es-escasez-escasez-de-cosas-escasez-de-servicios-escasez-de-ideas https://fundamentar.com/internacional/item/6529-federico-merke-si-hay-una-palabra-que-define-la-situacion-cubana-hoy-es-escasez-escasez-de-cosas-escasez-de-servicios-escasez-de-ideas Manifestaciones en Cuba

Federico Merke sostiene que las recientes protestas en Cuba responden a demandas básicas de electricidad, alimentos y medicamentos más que a un reclamo por democracia. Enmarca las protestas en la salida de la vieja generación de revolucionarios y la llegada de una dirigencia sin carisma que no tiene "una narrativa de hacia dónde va la revolución".

Doctor en Ciencias Sociales, Federico Merke es director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés e investigador del Conicet. Habla de las recientes protestas en Cuba y dice que responden a demandas básicas de electricidad, alimentos y medicamentos más que a un reclamo por democracia. "Son demandas por pan", sostiene. Merke enmarca los reclamos en la salida de escena de la vieja generación de revolucionarios de la isla comunista y en la llegada de una dirigencia representada en el presidente Miguel Díaz Canel, de quien dice, "no ha demostrado tener carisma ni una narrativa de cuál es el horizonte hacia dónde va la revolución".  

Merke explica las protestas en el contexto de un país golpeado por la persistencia del embargo económico de los Estados Unidos, la profunda crisis en Venezuela y los estragos de la pandemia. "En Cuba hay desconcierto. Hay un temor muy fuerte en la élite cubana en el sentido de que 'si nos sentamos a escuchar los reclamos podemos perder poder'”.

Sobre la posición de la Argentina en relación a Cuba, Venezuela y Nicaragua, Merke asegura que el Gobierno de Alberto Fernández no ignora lo que sucede en esos tres países, pero su política aparece sujeta a las demandas internas de la coalición del Frente de Todos, dominada por el kirchnerismo. "Hay una tensión entre la Argentina que tiene que cumplir con sus responsabilidades internacionales, esto es defender y promover los derechos humanos, y un gobierno que tiene que satisfacer las preferencias de un sector de su coalición", sostiene. elDiarioAr lo entrevistó por videollamada.

-¿Cómo caracterizarías la política exterior del gobierno del Frente de Todos? Parece dominada en alguna medida por la agenda política de la coalición, pero aún así resulta difícil de clasificar. Hay un costado sensible, además, que empieza a afectar una de las credenciales más importantes que tiene la Argentina en materia exterior que es su posición en relación a los derechos humanos. También aparece como cuestión de si el Gobierno está defendiendo lo que deberían ser los intereses estratégicos permanentes de la Argentina…

-Es muy difícil precisar en dos líneas cuál es la orientación internacional de la Argentina. Argentina supo tener orientaciones internacionales más definidas que la que estamos viendo. Y tengo la sensación de que la política exterior argentina, no hablo para este gobierno sino de la democracia para acá, siempre estuvo muy atada a dos ciclos, al ciclo electoral y al ciclo económico. Cuando digo el ciclo electoral estoy pensando en gobiernos que llegan y que representan coaliciones distintas al gobierno anterior. Como el caso de Macri con Cristina Fernández, pero no el caso de Cristina Fernández con Néstor Kirchner. Entonces, si el ciclo electoral me dice que llega un gobierno con una coalición doméstica distinta, uno esperaría una nueva orientación internacional. Eso es lo que esperábamos en la transición de Mauricio Macri a Alberto Fernández. Hay una nueva coalición que llega al poder con nuevas ideas. El ciclo económico también me dice que cuando la Argentina está mal con su economía eso afecta negativamente su política exterior. ¿Qué significa estar mal? Significa inflación alta, deuda externa impagable, ya sea o que estás en default o que estás al borde del default, déficit fiscal, pero en particular también el tipo de cambio, cuando tenés una brecha muy grande entre un cambio de mercado negro y un cambio de mercado oficial.

-Todas características que se dan en este momento...

-Exactamente. Estas son todas restricciones económicas internas y externas. ¿Qué es lo que pasa con el ciclo electoral? Llega una nueva coalición, pero es una coalición muy amplia. Y esta es creo que de las coaliciones más amplias que hemos tenido de la democracia para acá porque no es un kirchnerismo 2.0, o eso era lo que decían que no iba a ser, sino que es una coalición panperonista, que tenía una pata kirchnerista pero también tenía una pata albertista y tenía una pata de gobernadores peronistas del interior que no necesariamente eran kirchneristas. O sea, era una coalición con peronistas no kirchneristas e incluso con kirchneristas no peronistas. Un espectro que va de (Guillermo) Nielsen a (Juan) Grabois, para ponerlo con nombres y apellidos. Y es muy difícil para una coalición de esta naturaleza definir una orientación internacional. Porque lo que yo estoy viendo es que Alberto Fernández cuando se trata de política exterior no está mirando toda esa coalición sino que está mirando la pata más fuerte de su coalición que es el kirchnerismo. Entonces está haciendo una política exterior siempre mirando de reojo al bloque o el sector más cercano al kirchnerismo, a La Cámpora, a Cristina Fernández de Kirchner. 

-¿Qué consecuencias está teniendo esto en las relaciones internacionales de la Argentina?

-Tiene dos o tres consecuencias concretas para mí. Una, que en materia de derechos humanos hay una mirada muy sesgada. Alberto Fernández supo muy bien lo que pasaba en Chile y pidió que Chile no fuera violenta cuando estallaron los conflictos en Chile. Alberto Fernández supo muy bien lo que pasaba en Colombia y le pidió a Iván Duque que aflojara con la represión. Pero Alberto Fernández se abstiene en la situación ante Nicaragua. Dice que en Venezuela las cosas están un poco mejor. Y dice no conocer lo que está pasando en Cuba. Entonces uno puede identificar una correlación entre gobiernos más de derecha y gobiernos más de izquierda. Entonces ahí hay un sesgo, y ese sesgo tiene que ver con un sector de la coalición del Frente de Todos que siente que hay que proteger a Venezuela, que hay que proteger a Nicaragua y que hay que proteger a Cuba. Y que la contradicción fundamental no es entre tradición de derechos humanos y violación de derechos humanos en estos países sino entre criticar gobiernos de izquierda que son anti imperialistas y gobiernos de derecha. O sea, mirar lo que pasa en estos países a través de la relación con Estados Unidos: “No vamos a quedar del lado de Estados Unidos, no vamos a hacerle el juego a la derecha”. A eso se agrega una historia que tiene el kirchnerismo de cooperación, con Venezuela fundamentalmente. En menor medida con Cuba pero fundamentalmente con Venezuela. Y con Cuba hay una cooperación pero también hay una relación personal, porque la hija de Cristina Kirchner ha estado en Cuba y Cristina Kirchner ha viajado frecuentemente a Cuba. Entonces ella también tiene una suerte de compromiso con el régimen que no va a poner en juego en este conflicto. Entonces ahí hay una tensión entre la Argentina que tiene que cumplir con sus responsabilidades internacionales, esto es defender y promover los derechos humanos, y el gobierno que tiene que satisfacer las preferencias de un sector de su coalición. Entre lo primero y lo segundo termina optando por lo segundo.  

-Este fenómeno de ideologización de las relaciones internacionales alcanza a la región en general... 

-Exactamente. Creo que es una tendencia general. E incluso no solamente de América latina si no diría en la constelación occidental para llamarlo de alguna manera. Estoy incluyendo también a los países prósperos del Norte global. Lo que yo estoy mirando en ese sentido es cómo la política, quizás parece como cacofónico, lleva a la politización de la política exterior. Cuando hablamos de política exterior no estamos hablando de política exterior si no que estamos hablando de política interna. Me parece que hay un escenario de mayor polarización interna en las sociedades, que se ha dado en América latina entre izquierdas y derechas pero también en el Norte. No es tanto izquierda derecha sino más bien gobiernos populistas nacionalistas versus gobiernos más del centro internacionalistas. Y la política exterior pasa a formar parte del repertorio de los temas por los cuales vamos a pelear al definir identidades políticas. Las identidades políticas internas hoy cada vez más están influidas por cómo se posicionan frente a la globalización, ya sea el canal económico o el canal más cultural, migraciones, multilateralismo, etcétera. Estamos muy en una etapa de primacía de la política interna en donde la política exterior termina comida por esos debates.

-La respuesta que está dando hoy EE.UU. a la crisis en Cuba ¿responde un poco a esto? El gobierno demócrata de Biden no ha podido desarmar la arquitectura de Trump en relación al reforzamiento de las sanciones a Cuba por cuestiones de orden interno y electoral...

-Exacto. Biden en las primeras semanas deshizo muchos decretos que había elaborado Trump en las últimas semanas de su gobierno, pero no deshizo las nuevas regulaciones que impuso Trump en relación al embargo. Ahí no ha habido un cambio sino que ha habido continuidad. Y eso le está costando a Biden porque en su coalición interna tiene un sector más progresista, más cercano a Bernie Sanders, a Alexandria Ocasio-Cortez, que está exigiendo desandar las medidas de Trump. Y Biden todavía no lo hizo. Eso es interesante. ¿Por qué no lo hizo?  Acá hay dos respuestas que se pueden ensayar. Una es la base electoral americana cubana que hay en el Sur de Estados Unidos. Principalmente en Miami, en Florida. Que es una región donde pueden ganar republicanos y demócratas. Por pocos votos se juegan muchas elecciones allí. Entonces quizás todavía Biden no quiere irritar a esas bases. Pero el otro punto es que Biden está teniendo una política exterior de suma cero entre la libertad y el autoritarismo. La narrativa de Biden de hacia dónde va la política internacional es un conflicto entre el mundo libre y el mundo no libre, cuyos representantes más claros son Estados Unidos y China.  

-Va más allá de la región...

-Claro. Entonces Biden coloca democracia y derechos humanos muy en el centro de su política exterior. Esto es muy loable, pero hay un serio riesgo acá. ¿Por qué? Porque Estados Unidos rara vez tuvo una estrategia hacia América Latina identificada, clara. Normalmente la relación de Estados Unidos hacia América latina fue la operacionalización de una estrategia global hacia una región. En la Guerra Fría la estrategia global era luchar contra el comunismo: entonces miran América latina en función de “si están con nosotros o no están con nosotros” en la lucha contra el comunismo. A partir del 11 de septiembre, miramos “si están con nosotros o no” en la lucha contra el terrorismo. Y ahora están empezando a mirar a la región en términos de si está o no con Estados Unidos en el conflicto contra China. Entonces, en esa narrativa a Biden le cuesta cooperar con un país que no es democrático y que viola los derechos humanos. El puede estar mirando una contradicción entre hacer una coalición del mundo libre y tenderle un puente a un país que no está en el mundo libre. No sé si esto es algo muy táctico o qué pero claramente no está ayudando. No está ayudando porque Biden no está volviendo a la estrategia de Obama. Obama al final de su mandato inicia una tarea de normalización de las relaciones y desanda restricciones que había en la relación con la isla. El embargo es un tema muy complicado, porque el embargo ni siquiera es una ley. El embargo es un sistema de leyes y de regulaciones que se fueron acumulando con el tiempo. Entonces, desandar el embargo no depende de un presidente en los Estados Unidos, depende del Congreso. Ahí tenemos una batalla muy fuerte. Pero eso no quita que el presidente no pueda intervenir con regulaciones más específicas. Por ejemplo remesas,  viajes, conexión aérea con Cuba, inversiones. Que los americanos puedan visitar la isla. Trump cerró mucho el flujo y Biden no lo está abriendo. Y Obama no lo hizo en clave de democracia y derechos humanos. Obviamente Obama fue a la isla habló de democracia y derechos humanos, pero yo creo que la postura de Obama fue más realista, fue decir: “Cuba es un irritante en la relación entre Estados Unidos y América latina”. Entonces una forma de remover ese irritante es normalizar la relación con Cuba. Que implicaba además, también en clave realista, reconocer que el embargo nunca tuvo éxito. No funcionó. Hace casi 50 años que está el embargo y no logró el objetivo que se esperaba, que era cambiar el régimen cubano. Entonces es muy de política interna el embargo y la relación con Cuba. Es muy de revanchismo por parte de los cubanos americanos que quieren ver al régimen desaparecer y muy de cálculo político por parte de las élites políticas norteamericanas que no quieren perder el voto cubano.

- ¿Qué está pasando en Cuba? Ya no solo con las protestas, sino con la respuesta del régimen. A la represión del domingo y lunes, sigue un momento en el cual el gobierno busca aliviar  un poco la situación de los cubanos con medidas de liberalización para el ingreso de medicamentos,  alimentos, de productos de higiene, demandas de la vida cotidiana. Incluso hubo un giro en el discurso, porque el presidente Díaz Canel llegó a hacer hasta un pedido de disculpas. Se interpretó que hubo una intervención de Raúl Castro para descomprimir la situación. ¿Estás viendo eso? 

-La reacción yo creo que puede ser positiva para aplacar un poco la protesta pero no es suficiente para resolver los problemas que tiene Cuba. Me parece que son medidas de apuro hechas para tener un impacto inmediato. El problema de Cuba es que tiene problemas mucho más de fondo. Que dependen en parte de Cuba y en parte no dependen de Cuba, como la pandemia, el embargo. Cuba depende mucho del turismo internacional, que no está llegando a la isla. Cuba depende mucho de las remesas que están llegando en menor cantidad. Remesas de cubanos en Estados Unidos. Y eso es vital, porque muchos cubanos viven de las externalidades que genera el turismo y viven de los parientes, los primos, que tienen en Estados Unidos. Diría que casi un predictor de cómo le va a un cubano en Cuba es si tiene o no parientes en Estados Unidos que les mandan dólares. Entonces, esos dos elementos en el corto plazo no van a desaparecer. Hay otro elemento que está muy mal que es la energía eléctrica. Cuba está con cortes de luz, están racionando la provisión de energía eléctrica. Eso en el corto plazo dudo que se resuelva. Hay otro elemento que es la importación de alimentos. Casi el 70% de los alimentos en Cuba son importados. Y algunos alimentos este año han aumentado un 40% en el mercado global. Esos alimentos Cuba se los compra a Estados Unidos muchos de ellos y los tienen que pagar en efectivo, dólar constante y sonante. Fuera del sistema bancario porque no hay un clearing ahí.

-Por fuera del embargo...

-Exacto. El embargo exime alimentos y medicamentos. Ese es otro problema, Cuba está teniendo problemas para adquirir medicamentos esenciales para tratar la pandemia y otras cosas. No sé el número exacto pero debe estar en un 30%, 40% son medicamentos importados. Muchos de ellos también de Estados Unidos. Eso lo veo difícil. en Cuba el año pasado cayó 11 puntos el PBI y lleva ya varios años en recesión. El otro problema que tiene Cuba es Venezuela. Venezuela supo ser un protector del régimen y un gran donante de ayuda a Cuba principalmente a partir del petróleo barato o regalado a cambio de médicos cubanos que iban a Venezuela. Ese trueque está casi roto. Está llegando mucho menos petróleo del que llegaba tres años atrás, cuatro años atrás, y eso era importante para Cuba. Y todavía no estoy viendo a China jugar fuerte. Creo que China es muy reticente a pisar fuerte en Cuba, o sea cooperar, defender, etcétera, quizás por dos motivos. Uno porque reconoce que está muy cerca de Estados Unidos. Pero Estados Unidos juega fuerte en Taiwán. Así que no sería muy sorprendente que hicieran algo similar. Y el otro motivo es que hay una desconfianza de China hacia la burocracia cubana en términos de cómo administrar el capitalismo. O sea, para un burócrata chino, Cuba todavía no entiende cómo funciona el capitalismo. El temor de China es que Cuba todavía no tiene capacidad para ofrecer compromisos creíbles acerca de cómo iniciar un proceso de reformas.

-¿Es esto lo que de cierta forma explica por qué Cuba no pudo avanzar hacia un tipo de reformas al estilo Vietnam, como se proponía Raúl Castro?

-Yo creo que hay algo de eso, sí. Sí. Ahí yo desconozco por dónde pasa, pero es una burocracia que tiene alto capital humano pero que todavía le ha costado mucho pensar en términos de más innovación, de integrarse a la globalización, integrarse a cadenas de valor. Principalmente con los Estados Unidos, con América Central, con Europa, con Asia. Con China, por ejemplo, Cuba tiene comercio, no es que no lo tiene. Pero me parece que hay mucha resistencia en la burocracia cubana a iniciar esas reformas bajo el temor de que al final del camino te encuentres con presiones para abrir el sistema político. O sea, China y Vietnam, que son dos países con sistemas que han podido abrir la economía pero al mismo tiempo tener cerrada la política. Yo no sé cuánta confianza tiene el régimen cubano de que eso sea viable y sostenible en un régimen como el cubano. Y a mí me parece que eso es clave porque yo no estoy viendo, con la información que tengo que es muy incompleta, aclaro, pero yo no estoy viendo en Cuba en este momento en la sociedad cubana demandas de democracia. Estoy viendo demandas de pan. 

-Son demandas muy básicas...

-Demandas de electricidad. Demandas de medicamentos. Demandas de internet. Demandas de “dame un poco más de libertad para comprar y vender en el mercado”. Son cosas muy básicas. Es un problema, yo creo que si hay una palabra que define la situación cubana hoy es escasez. Escasez de cosas, escasez de servicios y escasez de ideas. Para mí es la palabra que resume la situación cubana. Entonces, hay una enorme frustración por parte de la sociedad frente a la escasez. Y quién no se va a frustrar frente a la escasez. Por eso China es adicta al crecimiento. China es adicta al crecimiento porque sabe que si no hay crecimiento la legitimidad del régimen empieza a colapsar. 

-Sobre la escasez de ideas que mencionás, ¿está fallando la respuesta del régimen frente los desafíos que se plantean desde la declinación de Venezuela? Hay una situación de  desconcierto frente a lo que está pasando...

-Hay desconcierto. Tenemos que tener en cuenta que toda esta situación, repito, parte por problemas cubanos pero parte por problemas externos -el embargo, la pandemia, Venezuela básicamente- coincide con la salida de Raúl Castro y el ingreso de Díaz Canel.

-El recambio generacional, ya sin los Castro... 

-Sin los Castro. Y la opinión compartida es que Díaz Canel es un tecnócrata del régimen, es un burócrata en el mejor sentido de la palabra, que conoce muy bien cómo funciona la máquina del Estado cubano, pero no tiene o no ha demostrado tener el carisma para inspirar. Tampoco ha demostrado tener una narrativa de cuál es el horizonte hacia dónde va la revolución. Entonces hay un temor muy fuerte en la élite cubana de que “si nos sentamos a escuchar los reclamos podemos perder poder”. Entonces solo “vamos a escuchar los reclamos que estén dentro de la revolución; los reclamos que a mí no me gustan no están dentro de la revolución y están financiados por Estados Unidos”. Y al cubano promedio yo creo que eso le molesta muchísimo. Porque dice “a mí no me financia nadie, yo voy a la panadería y no hay pan, es así. Y eso no me lo financia el imperialismo, eso es culpa de esta gente que no está resolviendo problemas muy básicos”.

-¿Ves muy lejos al gobierno argentino de estar leyendo adecuadamente esta realidad en Cuba?

-Volvemos al comienzo de la conversación. Porque es una coalición muy amplia. Creo que hay actores dentro de este gobierno que entienden cuál es la situación cubana y saben que Cuba necesita reformas y son conscientes de que Cuba viola los derechos humanos. Eso creo que lo entienden. Ahora, ¿qué es lo que se está diciendo? Lo que se dice es muy pobre, es lo que dijo Alberto Fernández y no sé si hubo algún comunicado de Cancillería..

-No, no recuerdo que haya habido un comunicado.

-Ha sido muy pobre porque no tienen mucho para decir. Porque no quieren quedar pegados al imperialismo y a Estados Unidos. Entonces me parece que lo de Cuba encuentra al gobierno poco preparado. Claramente ha estado poco preparado para reaccionar frente a esta situación, que ya un poco se veía venir con la aparición del movimiento de San Isidro. En donde hubo mucha represión, muchos presos políticos, ahí se movilizaron muchos intelectuales cubanos, artistas, más de 500, 600 que han estado involucrados en firmar cartas, en expresiones muy concretas, donde piden mejores servicios, mejores bienes, un poco más de libertad, y eso fue reprimido, lo que generó a su vez más insatisfacción, más frustración. A mí me parece que ahí el gobierno cubano tendría que entablar algún canal de diálogo. El problema es que Cuba no reconoce la existencia de una sociedad civil independiente y librepensadora como sucede en una democracia. Entonces tiene miedo a reconocer la existencia de ese actor. Temen que al reconocerlo el régimen esté perdiendo poder y legitimidad.

-La relación de la Argentina con Estados Unidos está en cierto modo en medio de esta cuestión. Por un lado, como decís, se intenta desmarcarse públicamente de las posiciones de Estados Unidos respecto de conflictos como los de Venezuela, Cuba e incluso Nicaragua. Pero hay un canal paralelo en la relación, que muestra por ejemplo que antes de abandonar el Grupo de Lima Argentina llama a la Casa Blanca y anticipa la decisión; explora con una visita de Sergio Massa o cultiva una línea para que Biden termine de liberar la donación de vacunas, cosa que está ocurriendo en estas horas. ¿Ves este tipo de doble juego?

-Sí, creo que sí. Mi sensación es que cuando Argentina dice lo que dice o hace lo que hace en relación a Venezuela, Nicaragua o Cuba principalmente está atendiendo demandas de preferencias internas de la Argentina. No lo hace como una forma de retar a Washington. La consecuencia es que probablemente lo irrite, pero no creo que en el gobierno de Alberto Fernández esté ese sentimiento. No veo un sentimiento anti-americano. No veo una postura dura frente a Washington. Y lo que veo es que en paralelo a este ruido que genera democracia y derechos humanos, Cuba, Nicaragua, Venezuela, Lima, etcétera, en paralelo hay un intento de acercamiento que yo lo veo muy gráfico en la gestión de Jorge Argüello, el embajador en Washington. Yo creo que Jorge Argüello está haciendo un trabajo muy fino, muy complejo de tender vínculos con Estados Unidos a través de la conversación en el G-20, la conversación en lo que es cambio climático y la transición energética, la cooperación en el tema de vacunas y obviamente la cuestión del default, la negociación con el Fondo Monetario en donde el rol que pueda jugar Estados Unidos ahí es importante. No decide pero sí tiene mucha capacidad para influir en las decisiones del Fondo. Después está la agenda clásica, la de la lucha contra el terrorismo, los temas de no proliferación nuclear. Ahí hay una agenda histórica que casi no se altera. Entonces yo te diría que hay una agenda positiva con Estados Unidos. Siento por momentos que podría ser más explotada de lo que lo es. A veces lo veo al embajador Argüello un poco, no sé si solo pero sí en una actitud que no refleja la actitud promedio desde Casa Rosada. Pienso en un funcionario norteamericano que se entrevista con Jorge Argüello pero al otro día lee el diario y lee los tweets de Felipe Solá y lee la carta que firman los senadores kirchneristas en el Congreso diciendo que no hay que pagar la deuda. Y leo una entrevista a Martín Guzmán… A quién le cree.. ¿A todos, a un promedio? Ahí hay como un ruido que me parece que el gobierno tiene que trabajar más en reducir.

- ¿Cómo estás viendo la relación con el Brasil de Bolsonaro? El gobierno argentino parece estar haciendo una apuesta parecida a la que hizo con el correísmo. Es decir, esperar la vuelta de Lula y el PT. La apuesta en Ecuador no funcionó...

-Le cuesta mucho a la Argentina tratar con Brasil. Le cuesta mucho. Hay un intento en Cancillería de abordar temas de baja intensidad que hacen a la cooperación histórica, como manejo de fronteras, las cuestiones comerciales, ciencia y tecnología, educación. Hay una agenda histórica con Brasil. Yo creo que con Brasil deberemos tener quizás una de las agendas bilaterales más densas ¿no? Que involucra a más agencias del Estado. Entonces hay un intento por abordar esa agenda y me parece que (Daniel) Scioli está haciendo ese papel. Me parece que la designación de Scioli como embajador en Brasil fue muy acertada porque es alguien que viene de un peronismo claramente no identificado como kirchnerista. Y es alguien que puede tender puentes ahí. Eso en el plano del día a día diplomático. En el plano oficial no veo ninguna conversación ahí. Hay sí algo nuevo para mí en la relación entre Argentina y Brasil, que es haber hecho del otro un tema de política interna. Argentina Y Brasil tenían una suerte de contrato no escrito en donde no había una intervención en asuntos internos. No opinábamos sobre la decisión del presidente en relación a dejar o no prisionero a alguien. Eran temas de Brasil. Y me parece que eso se ha roto porque Bolsonaro encuentra en la Argentina un tema ideal para alimentar sus bases de apoyo. Porque él identifica a Alberto Fernández con Cristina Fernández y a Cristina Fernández con Evo Morales y con Chávez y con Maduro, y con el papa Francisco y con lo que él llama el “marxismo cultural”. Un poco lo que hablamos sobre la politización de la política exterior. Entonces cuando Bolsonaro habla de Argentina no está hablando de política exterior, está haciendo política interna. Y de este lado este gobierno también ha intervenido muy a favor de Lula. No nos olvidemos. Entonces también desde acá se percibe que hay un Brasil bueno y un Brasil malo. Esa es un poco la imagen que se construye. Y el Brasil bueno es el Brasil de Lula y el Brasil malo es el Brasil de Bolsonaro. Entonces la tarea de la Argentina es esperar la salida del Brasil de Bolsonaro y que vuelva el Brasil de Lula. Pero más allá del Brasil de Bolsonaro y el Brasil de Lula está Brasil. O sea, en política exterior claramente que las diferencias ideológicas pueden aceitar o inhibir las relaciones, pero hay temas que van más allá de lo ideológico: cómo administrás la frontera, cómo vamos a negociar con la Unión Europea, cómo podemos agilizar el Mercosur. Entonces, Bolsonaro se va a ir, tarde o temprano se va a ir, y Lula también se va a ir, y cuando se vayan Bolsonaro y Lula van a seguir estando…

...los intereses permanentes de los dos países.

-Exactamente. Entonces, en tanto y en cuanto Argentina y Brasil tengan un Mercosur, estén negociando acuerdos con terceros, participen conjuntamente en distintas organizaciones internacionales, Argentina está condenada a cooperar con Brasil. Yo entiendo el disgusto y el rechazo que el gobierno puede sentir hacia Bolsonaro. Yo empatizo y simpatizo, pero lo digo desde mi cómodo sillón de académico, cuando estás frente a una responsabilidad tenés que tratar de encontrar canales de cooperación con un socio como es Brasil más allá de tus simpatías. Pero ahí también hay una cuestión de política interna, del cómo puede pegar internamente en las bases del Frente de Todos que Alberto Fernández se reúna con Bolsonaro o con algún funcionario brasileño. Ahora, dicho esto yo creo que la solución no pasa por esperar a que Bolsonaro se vaya, porque yo tengo la sensación que Argentina es cada vez menos relevante para Brasil. Hemos perdido espacios de influencia en Brasil. Importamos menos de lo que pensamos que importamos. Tendemos a vernos como un eje franco-alemán en América del Sur y Brasil no ve lo mismo. Brasil ha tenido una agenda más expansiva, ya sea durante los años del PT hacia el Sur global, ya sea ahora con Bolsonaro hacia el Norte global, principalmente Estados Unidos, y China claramente. Como sea, hemos perdido espacios en la conversación de política exterior con Brasil.

-En igual proporción a la pérdida de importancia relativa de la Argentina como un actor regional...

-Exacto. Entonces eso no se va a resolver sin Bolsonaro y volviendo Lula. No creo que eso se resuelva. Me parece que ahí hay una pérdida de incentivos. Los políticos argentinos que construyeron la relación con Brasil eran políticos que conocían Brasil. Que viajaban a Brasil. Que habían estado exiliados en Brasil. O brasileños que habían estado exiliados en Buenos Aires. Antes de ser presidente, antes de asumir, Raúl Alfonsín va a la inauguración de un nuevo gobernador, no me acuerdo si fue en Río Grande do Sul. Había un intercambio de las élites políticas que hoy no lo estoy viendo. Creo que el político promedio de las nuevas generaciones entiende poco a Brasil. Esa mística del eje argentino brasileño que se crea en el espíritu Alfonsín-Sarney y después el Mercosur. Como con (Eduardo) Duhalde, que siempre fue muy cercano a esta alianza con Brasil. Yo no lo estoy viendo en los políticos que gravitan hoy. Están mirando China, Asia, porque el mundo se amplió bastante más. Entonces hemos perdido también políticos con intereses en Brasil.

- Esto lleva un poco a la idea de la decadencia del pensamiento estratégico en la Argentina…

-Absolutamente, sí. Es un signo de la declinación argentina. Yo trato de despersonalizar este problema y decir que esto es culpa de que tenemos unos políticos mediocres. Trato de evitarlo, porque no creo que necesariamente esa sea la explicación. Me parece que la declinación de la Argentina no genera presiones e incentivos para tener una dirigencia política preocupada por el mundo. La declinación te vuelve parroquial. Recuerdo los años del ascenso de Brasil con el PT y vos veías a la dirigencia brasileña preguntándose, de golpe: ¿Qué se espera de Brasil? Estamos creciendo: ¿Cuáles son nuestras responsabilidades como potencia emergente? Y empezaron a viajar. Yo tenía colegas que decían nunca viajaron tanto como en los años del PT. Entonces eso generaba una presión en la dirigencia, sobre cuál es su rol. Porque era un Brasil que asomaba la cabeza. En una dirigencia que declina, nadie se pregunta cuál es nuestro rol. ¿Cuál es la pregunta que nos hacemos? Cómo nos ven. Y la verdad es que no te ven. Porque estás cada vez más abajo. También nosotros estamos escasos de ideas. Ayer leía una columna de Federico Zapata en Panamá Revista sobre el biodesarrollismo. Y creo que apunta lo que para mí sería el hueso del problema político argentino: tenés dos grande coaliciones en la Argentina, una coalición más nacionalista estatista que la vimos en parte, con diferencias con Alfonsín,  Néstor Kirchner, Cristina Fernández y ahora en parte con Alberto Fernández Y una coalición más aperturista internacionalista que la vimos con Menem y con Cambiemos, también con diferencias. Y toda coalición tiene una mirada de mundo porque tiene intereses distintos frente al mundo. La coalición nacionalista estatista está conformada por industriales, por sindicalistas, por sectores que ven en la protección una necesidad. La coalición aperturista está conformada por servicios, por el agro, por profesionales urbanos que ven en la apertura una oportunidad. Entonces Federico Zapata lo que dice es acá hay que pensar en una diagonal en donde la coalición, él no lo llama con estos nombres pero es el nombre que yo le doy, que la literatura le da, la coalición internacionalista tiene que incorporar al sector popular.  Y la coalición más estatista nacionalista tiene que incorporar al capitalismo, al capitalismo innovador y moderno. Uno podría decir que el albertismo en el momento cero era un intento de eso. Si vos tomas la mejor versión del albertismo yo creo que era una aspiración del peronismo de incorporar el capitalismo abierto. Eso se ha desdibujado con la pandemia y con las tensiones que tiene la Argentina. Pero esas son las dos diagonales que deberían darse para conformar una coalición que Zapata llama una coalición exportadora, federal y popular. A mí me parece muy interesante.

-En el contexto de la lucha por la hegemonía global, el ascenso de China, ¿Qué mundo dirías que está formateando la pandemia? 

-Veo tres cuestiones. La más urgente es la pandemia, cómo vamos a salir de la pandemia. Porque estamos, muchos países están muy mal. Nos ha afectado muy negativamente. Pero incluso los países centrales han tenido problemas. Los Estados han puesto mucha plata en la pandemia, para mitigar la pandemia, pero cuando baje el agua van a tener que poner una misma cantidad para reconstruir la post pandemia. Entonces me parece que ese es el tema más urgente en donde yo veo un gran problema de cooperación global entre el centro y la periferia y una división muy grande entre los que tienen recursos para hacer frente a la pandemia y los que no tienen recursos. No es lo mismo Noruega y el Reino Unido que Haití. Haití tiene cero vacunados. Entonces, ahí hay un problema de ampliación de la brecha. O sea, la pandemia lo que va a hacer es ampliar aún más la brecha de riqueza. La desigualdad. Eso es lo más urgente.

-¿Qué viene después de la pandemia?

-Otras dos cosas. Cómo acomodar el ascenso de China, que es una tarea principalmente de Estados Unidos pero en buena medida también de Occidente, cómo Occidente se va a acomodar al ascenso de China. Y no estoy viendo buenas señales en ese sentido, porque veo un Biden con una mentalidad de suma cero entre el mundo libre y China, y no me parece que esto augure buenas noticias. Porque Occidente se tiene que acomodar al ascenso de China. Cuando digo eso estoy queriendo decir que Occidente no puede frenar a China. O sea, la contención China no va a funcionar. Porque China ya es lo que se temía que fuera 15, 20 años atrás. Entonces por eso digo “acomodarse” al ascenso de China. Acomodarse en reglas de juego. Acomodarse en seguridad internacional. Acomodarse a un diálogo más multicultural en temas de democracia y derechos humanos. No es un tema menor. La discusión de los valores. Cómo el orden liberal internacional se acomoda a un Estado que ha hecho un uso selectivo de ese orden liberal internacional. Y el tercer desafío, que es el que más me preocupa a mí como padre ya, ni siquiera como académico, es el cambio climático. El cambio climático tiene la urgencia de la pandemia y la dimensión estructural del ascenso de China y Estados Unidos. Veo una conciencia mayor de lo que implica el cambio climático. Se ve en la conversación pública. La pandemia creo que ha traído eso. Una mayor conciencia de lo que pueden implicar los daños ambientales. Y mucha plata que está empezando a ponerse en reducir las emisiones de carbono. Lo que sacó el Plan Verde de la Unión Europea, la discusión que se está dando en Estados Unidos con la agenda climática de Biden. Ahora tenemos la Conferencia sobre Cambio Climático en Glasgow para discutir cómo nos está yendo con esto. Y creo que ahí el gran desafío del cambio climático es el enorme financiamiento que hay que poner en marcha para transitar una economía carbono cero. Esa plata el Sur global no la tiene. Esa plata en buena medida va a tener que venir del Norte. No pienso solamente en Estados si no en inversión privada. Y creo que hay oportunidades, no es costo. Hay mucha oportunidad que tiene el capitalismo de reinventarse a partir de incorporar la sustentabilidad como negocio. No como un deber moral, porque ya vimos que hasta acá el deber moral no funcionó. Pero cuando los capitalistas ven el negocio, ahí aparece.

FUENTE: elDiarioAR

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Elizabeth Hernández

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hola@fundamentar.com (Walter Curia ) Internacional Mon, 19 Jul 2021 13:48:46 -0300
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En el naufragio una canción
cruza el asombro,
para abrazarte una vez más
después de todo.
Sin la respuesta caminar
codo con codo
en este tiempo en que no hay tiempo,
todo es distinto y es igual
de cualquier modo.

Teresa Parodi

En un repaso rápido y poco reflexivo podría pensarse que los números y la política caminan por sendas definitivamente enfrentadas. Opuestas. A tal punto que en un caso la referenciaríamos como un elemento constitutivo de las ciencias exactas, mientras que en el otro la incluiríamos en el mundillo de lo social (si se quiere a veces pasible de ser pensada desde la ciencia), más vinculada a situaciones subjetivas que devienen de lo ideológico, lo emocional y alejada de cualquier pretensión de exactitud.

En realidad, si afinamos la mirada en el sentido correcto, notaremos que los números y la política están íntimamente ligados, donde si bien el primero existe por sí mismo independientemente de cualquier otra abstracción que nos desvele, la segunda supone una dependencia intrínseca del primero, ya que toda acción política que se precie busca legitimarse a partir de la posibilidad de contar con los números a favor. Elecciones, encuestas, votaciones legislativas son ejemplos claros de su vinculación. Esta semana que termina, tuvo, otra vez, a los números y a la política perfectamente complementados. Repasemos.

A mitad de semana el país alcanzó el número de 100.000 fallecidos a causa del Covid. Dicho de esa manera, corremos el riesgo de deshumanizar los datos de una crisis sanitaria que para el país no tiene precedentes. Detrás de ese conteo, hay familiares, amigos, compañeros y compañeras de vida que se extrañan en la cotidianeidad de cada día que se inicia. Quiero ser respetuoso, a riesgo de perder rigor en el análisis político y a los fines de evitar el cinismo, tan propio de ciertos discursos que nos habitan en el Ágora de este siglo XXI.

Existe una tendencia en la naturaleza humana de darle más importancia a lo que llamamos números redondos. Desde celebrar con especial énfasis los cumpleaños o aniversarios que terminan en 0, hasta llegar a festejar las actividades productivas que alcanzan cifras importantes que tienen varios números “neutros” incorporados. ¿Cambia algo, por ejemplo, la desaparición física de 99.990 personas antes que el de 100250? Más allá de los afectos de los fallecidos, en términos sociales no. Sí ha servido, en esta semana que se fue, para el regodeo, podría decirse que impune, de un relato construido desde abril de 2020 que, de alguna manera, buscaba la espectacularidad antes que el cuidado de cada uno de nosotros. Pero no hablamos de cuidado de agentes externos a nosotros que, como el enfermero en el hospital, se encarga de asistirnos a partir de una salud resentida. Hablamos de la mínima empatía que, se supone, debe tenerse en tiempos de crisis sociales definitivamente desgarradoras.

Detrás de los números que comentamos hay una historia que, si se quiere, comenzó idílicamente allá por la segunda quincena de marzo de 2020, cuando la totalidad de los diarios nos contaban que al virus lo derrotábamos entre todos. Rápidamente, y sacudiéndose la modorra por tanto humanismo declamado y que, en definitiva, para algunos podía representar un mal sueño, los argentinos nos fuimos acostumbrando a una disputa (en todos los frentes) que ha tenido distintos nombres o terminología. Si uno debiera realizar el abstract (resumen) de cualquier trabajo científico que se precie y que refiera a este tiempo debería, involucrar a palabras como: barbijos, alcohol, cuarentenas, restricciones, infectaduras, libertad, veneno, geopolítica, curvas de contagio, semáforo epidemiológico, ASPO, DISPO, toques de queda y así podríamos seguir por horas.

Pero lo que estuvo presente como elemento innato en cada cuestionamiento a las políticas sanitarias, refirió, queriendo o no, a la negación del problema. Dirigentes políticos, comunicadores, irresponsables que pululan los medios de comunicación, artistas, deportistas, empresarios, comerciantes, que cuestionaban las restricciones tenían (y tienen) en su base discursiva la apelación a la responsabilidad individual, como si el virus tuviera el detalle de detectar cuan productivo e interesante era un encuentro social para que decidiera reproducirse o no.

Lo que distinguió al caso argentino respecto de los cuestionamientos que suelen recibir los oficialismos a partir de la crisis es que, mientras en el mundo occidental, las oposiciones exigían que los gobiernos fueran más cuidadosos, por estos arrabales del mundo, se exigía la libertad de que cada uno hiciera lo que se le viniera en gana.

Por ejemplo, en Estados Unidos, Gran Bretaña y Brasil sus máximas figuras políticas se negaban a aceptar y entender la magnitud de la crisis. Sacando el caso patológico de Jair Bolsonaro, tanto Donald Trump como Boris Jhonson, terminaron entendiendo que la única alternativa posible a su sobrevida política dependía de superar la crisis del Coronavirus a través de la vacunación. Mientras que al primero no le alcanzó para corregir su desidia inicial y terminó derrotado (algo que sólo un iluso o un visionario podían imaginar allá por finales de 2019), el segundo hoy se debate entre propiciar o no una vuelta a una normalidad que la cepa Delta se encarga de recordarle que no será como la hemos conocido. Lo que unió a las derechas internacionales fue la negación del virus. Lo que se encargó de que mostraran facetas diferentes fue la gravedad de la misma y la presencia o no, en cargos ejecutivos.

Con el diario del lunes todos somos técnicos, y así como varios descubrieron esta semana la sapiencia de un tal Lionel Scaloni quien le dio una alegría futbolera al pueblo argentino después de 28 años, otros parecen haberse enterado, a partir de los 100.000 fallecidos, que estábamos en presencia de una crisis sanitaria sin precedentes.

Tomadores de dióxido de cloro televisivos, violentos de cotillón que se reivindican libertarios, antivacunas que desde sus plataformas vitales son sostenidos publicitariamente por los grandes laboratorios, dirigentes políticos que se quejan de la no llegada de un tipo de vacuna que ellos mismos bloquearon con la votación por unanimidad de ciertas leyes, e intelectuales muy sesudos que esta vez han omitido contarnos lo que pasa, en serio, en el primer mundo; todos nos dieron lecciones de cómo sobreactuar sobre el dolor social.

A fuerza de repetirnos no podemos olvidar las convocatorias a marchas, cacerolazos y demás estratagemas que pretendían socavar la legitimidad de un gobierno que había ganado las elecciones y que había llegado para corregir los errores y horrores de una administración que se pensaba superadora de todo lo malo que representaba el kirchnerismo.

Como estrategia política se han omitido los contextos. Si la vacuna era la solución al problema del virus, no se ha explicado desde esas oposiciones que las vacunas recién han comenzado a masificarse en su producción (tengamos en cuenta que en el concierto internacional de las naciones la mayoría de los países aún no han accedido a las vacunas) en los dos o tres últimos meses; que la bonhomía de la potencia económica militar más importante de las que la humanidad recuerde, regalando vacunas a distintos países, es el resultado de haber acumulado vorazmente un stock que supera en varias veces a su población y que, actualmente, el riesgo más grande radica no sólo en los sectores poblacionales que insisten con la no inoculación sino en que, en un mundo de una constante y permanente movilidad, la inacción de hoy en regiones y continentes absolutamente desprovistas de las condiciones materiales de vida mínimamente dignas, es la pandemia de mañana en los países desarrollados. Si algo demostró el virus Corona es que no habitamos un mundo justo.

Argentina es un país de desarrollo medio y como tal, sus posibilidades de contener o paliar los efectos del virus, con tasas de desempleo y pobreza crecientes para el período 2015 – 2019, con un nivel de endeudamiento nunca antes visto por su rapidez, y con una economía golpeada y recesiva, eran mínimas. Hay una distancia sideral entre lo que se afirma mirando la foto de los 100.000 fallecidos y lo que se omite cuando uno deja de mirar el conjunto de los fenómenos sociales y políticos que contiene este tiempo.

Es seguro que el oficialismo ha cometido errores. Nadie, en su sano juicio, en ningún país del mundo y teniendo responsabilidades de gestión puede suponer que no tomó decisiones que, tal vez, no correspondían. Una deficiente comunicación y aperturas que tal vez deberían haberse demorado un tiempo más pueden ser señaladas como parte del problema.

Pero ha tenido dos grandes aciertos. Por un lado, entendió como nadie la magnitud de la crisis en el momento adecuado (más allá de alguna declaración poco feliz de algún funcionario), lo que permitió preparar el sistema para evitar las situaciones que se vivieron en países de todo tipo: vimos  imágenes de cementerios desbordados y nos hemos enterado de comités de bioética ejercitando la práctica frecuente de decidir a qué ser humano se le conectaba o no un respirador que lo aferrara a la vida.

Por otro lado, apostó por vacunas que se salían del circuito tradicional que imponía la geopolítica internacional y permitió mostrar una referencia que, en otros países demoró mucho en llegar. Ejemplificar con países hermanos como Chile, que habiendo inoculado al 50% de su población seguía teniendo alta contagiosidad (algunos dicen que por haber elegido una vacuna de baja efectividad) o Uruguay que tiene una población 15 veces menor que la Argentina, en un contexto de escasez mundial de vacunas, puede pensarse desde la mala fe o desde el error conceptual de comparar elementos que no tienen mucho en común.

Teresa Parodi, con su enorme talento y su maravillosa calidez nos consuela con la idea de caminar codo con codo, en este tiempo que es distinto y es igual, de cualquier modo. Es igual porque a veces tenemos la sensación de que los días se repiten sin que las novedades nos traigan un alivio y porque, queda claro, que este mundo sigue siendo un lugar injusto. Y es distinto porque aquellos que ya no están, o aquellos que aún no pueden recuperarse plenamente, nos recuerdan, aunque muchas veces lo hayamos olvidado, nuestra fragilidad e insignificancia, más allá de la contundencia (o no) de los números.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 18 Jul 2021 10:00:13 -0300
Los oficialismos también ganan en pandemia https://fundamentar.com/nacional/item/6513-los-oficialismos-tambien-ganan-en-pandemia https://fundamentar.com/nacional/item/6513-los-oficialismos-tambien-ganan-en-pandemia Elecciones en pandemia

La pregunta que genera insomnio a oficialistas y opositores: ¿la pandemia afecta negativamente a los gobiernos de turno en elecciones? Spoiler: no tanto como se esperaba. Análisis detallado de todas las nacionales celebradas desde marzo de 2020 hasta la fecha. La región del mundo importa. Dos pintorescas yankees y recuelectorales para tres meses.

Hola, ¿cómo estás?

Quiero contar una infidencia, aunque ya te la adelanté hace dos semanas. Hace más de un mes me llegó un mensaje del Secretario General del Partido preguntando si tenía el dato de cuántos gobiernos habían ganado o perdido elecciones en pandemia. Lo responsabilizo a él públicamente porque, como no lo tenía, lo tuve que obtener. Así fue como me puse a armar una base de datos con todas las elecciones nacionales (legislativas y/o presidenciales, no incluye locales o regionales) celebradas desde que la OMS decretó la pandemia de Covid-19 (que ya vendría a ser -21). Mi intuición inicial era que los oficialismos no habían perdido tanto en el mundo como se pensaba y se había tuiteado por ahí, pero tenía que constatarlo con los datos, no con opinión. Con sugerencias de una Gringa, crucé los resultados con el nivel de competitividad electoral (qué tan peleadas son las elecciones en un país determinado) y planeo hacerlo también con el grado de desarrollo humano (para chequear la dimensión económica). 

Este es el primer avance de lo que aspira a ser el primer paper académico surgido de los intercambios que tenemos vos y yo desde hace algunos meses. Así que, si te surgen ideas, sugerencias o intuiciones sobre el tema, por favor hacémelas llegar. Cuando esté terminado o más avanzado, prometo ir contándote más y, obviamente, darte los créditos correspondientes. En el segundo semestre de 2021 se vienen algunos encuentros de politólogos y politólogas que solemos llamar congresos, así que será un buen termómetro para medirnos ante la comunidad nerd organizada.

De modo que hoy comienzo con una breve síntesis de qué sabemos sobre el tema hasta ahora: ¿qué factores inciden en el comportamiento electoral? ¿qué ayuda a ganar a los oficialismos? Después te voy a mostrar el panorama global general de las elecciones nacionales para, posteriormente, meterme en detalle sobre esos resultados: ¿qué pasó en los distintos continentes? ¿hay diferenciación regional del desempeño de los oficialismos? ¿qué pasó donde las elecciones suelen ser más peleadas? ¿y dónde menos?

Ahora sí, vamo’ a analiza’.

¿Qué sabemos sobre el tema?

La gente vota porque vivimos en democracia. Es muy de Perogrullo, pero es bueno recordarlo. Y, como muchas cosas en la vida, es una decisión que tomamos basada en una elección: elegimos hacerlo por uno u otro candidato, por una u otra lista, por uno u otro partido, por una u otra coalición. Este proceso está cruzado por distintas cuestiones, como puede ser la ideología, la clase social y, como muchos estudios han abordado en las últimas décadas, por el desempeño del gobierno de turno. Al hacerlo, cada uno y cada una evalúa hacia atrás lo que los gobernantes (no) hicieron: eso se llama voto retrospectivo. Priman las acciones y los hechos. También incide, a veces, lo que nos imaginamos que pueden llegar a (no) hacer los que compiten en base a sus propuestas de campaña: eso se llama voto prospectivo. Priman los programas y las declaraciones de campaña.

Este proceso de evaluación, que es muy personal, puede estar asociado a un comportamiento más racional en lugar de a ciertos valores políticos determinados. Votamos a favor o en contra del gobierno de turno porque sus políticas, decisiones y programas nos redituaron en beneficios concretos y/o simbólicos. Desde esta perspectiva, que no siempre es la que prevalece a la hora de decidir, votamos con un mix de cabeza y bolsillo, antes que con corazón e ideología. Hay voto ideológico, sí. Abundan textos, libros y teorías al respecto. Pero, en un contexto mundial donde el virus o las medidas para enfrentarlo no son de izquierda ni de derecha, sino efectivas y eficientes, la ciudadanía puede discriminar su apoyo en elecciones a partir de la reacción que tuvo cada gobierno nacional frente a la pandemia. Contagiados, muertos, ayudas económicas, cierres de fronteras, cuarentenas y vacunas pasan a ser parámetros importantes a partir de los cuales definimos nuestro voto. Esto no quiere decir que sean los únicos, pero hoy en día sí se han vuelto muy importantes.

A eso se suma otra agenda interesante que distintos equipos de trabajo han impulsado: la ventaja de los oficialismos. Se presume que los gobiernos de turno tienen más herramientas que la oposición para ganar elecciones, ya sea porque juegan los mismos gobernantes o bien porque ungen candidatos y candidatas (los llamamos incumbents). Esto se debe a que gobernar es una vidriera: inaugurás obras, lanzás planes y programas, tenés reuniones con líderes mundiales, (des)armás acuerdos regionales, contás con medios masivos de comunicación favorables (aunque a veces con varios en contra) y, sobre todo, tenés fierros. Me refiero a recursos humanos, materiales y financieros: militancia, territorio y fondos.

En este escenario, a las oposiciones les cuesta más ganarle al que está sentado en el sillón de las decisiones. Corren con desventaja, que no es lo mismo que arrancar perdiendo. No exageremos, vivimos en una democracia y no en una grieta. Por eso, siempre puede haber situaciones excepcionales que hagan virar el sentimiento popular en otra dirección en el medio de un proceso electoral. Crisis económicas, sociales, políticas y/o institucionales, divisiones del oficialismo, desgaste por mandatos continuados o, quién lo hubiera imaginado, una pandemia. Esto abre el interrogante que vinimos a responder juntos: ¿la pandemia afectó el desempeño de los oficialismos en el mundo?

Quiero ser claro y directo en algo. Acá no vamos a responder si los oficialismos ganaron más o menos elecciones que en el mundo pre Covid-19. Sobre eso habrá que seguir trabajando (y te invito a hacerlo si tenés datos o ganas de sumarte). Pero lo que sí podemos saber hoy, 24 de junio de 2021, es si en más de un año de este bicho maldito los oficialismos ganaron más elecciones que las que perdieron.

La big picture mundial

La base de datos incluye todas las elecciones nacionales celebradas desde 21 de febrero de 2020 hasta la fecha (no incluye la de Etiopía del lunes pasado porque el proceso de asignación de bancas será bastante largo). Si bien la pandemia fue decretada por la OMS el 11 de marzo de 2020, para armar la base tomé en cuenta todas las elecciones registradas por IDEA International cuando el Covid-19 ya era una realidad, y la completé con otras que registré personalmente. Si abren el archivo linkeado más arriba van a encontrar:

  • el país;
  • la fecha, ordenada de la primera hasta la última;
  • el continente;
  • si el oficialismo ganó o perdió: acá tomo en cuenta si en elecciones presidenciales y generales el oficialismo sacó más votos y más bancas, y en elecciones legislativas si sacó más bancas;
  • el tipo de elección: legislativas (que en sistemas presidenciales son aquellas de renovación intermedia del órgano legislativo, y en sistemas parlamentarios y semipresidenciales son aquellas de renovación total de la asamblea denominadas elecciones parlamentarias), presidenciales (cuando se compite solamente por el máximo cargo en sistemas presidenciales y semipresidenciales), y generales (cuando se renuevan conjuntamente cargos legislativos y el presidencial).
  • Las otras columnas con numeritos las explico más adelante, así que guardate estos bullets en la memoria.

Así la cosa, la big picture es esta:

Fuente: elaboración propia en base a IDEA International y fuentes primarias.

En todo el mundo, tres de cada cuatro elecciones celebradas en pandemia fueron ganadas por los oficialismos: 60 victorias  (76%) versus 19 derrotas (24%). Esto muestra, en cierta medida, que los oficialismos se mantienen fuertes y competitivos aun en pandemia. La tendencia se mantiene indistintamente del tipo de elección, aunque en aquellos países donde hubo elecciones generales las proporciones se acercaron más al mitad y mitad. 

Hay más. Como en la vida electoral del Señor hay matices, es bueno desagregar por continentes:

Fuente: elaboración propia en base a IDEA International y fuentes primarias.

Regionalmente hablando, hay partes del mundo donde la fortaleza es notable (Asia y África), otras donde las victorias se asemejan a la media mundial (Europa), y otras que pueden ser consideradas más competitivas en pandemia (América y Oceanía). En estas últimas dos regiones del mundo, parece ser que la pandemia le cuesta a los oficialismos de turno. 

Si vamos el detalle del tipo de elección celebrada en cada continente puede haber una punta más:

Fuente: elaboración propia en base a IDEA International y fuentes primarias.

La tabla anterior muestra que la tendencia a la victoria del oficialismo se sostiene en la mayor parte del mundo, replicando la diferenciación regional que marqué antes. Lo que sí llama un poco la atención son dos cosas. La primera es que, en todas las elecciones generales que se celebraron en América, los oficialismos perdieron: en orden, República Dominicana, Bolivia, Estados Unidos, Ecuador y Perú. Los cinco países tuvieron agendas de discusión pública muy variadas y con disputas internas propias de cada uno. A los que, además, se sumó la pandemia. De modo que el Covid-19 no volteó gobiernos, pero sí pudo haber sumado su condimento en la región. Sobre este punto es interesante traer como contrapunto esta nota de The Economist que me acercó muy amablemente Fede Merke, en la que el autor vaticina derrotas de los oficialismos en la región, apoyándose en las crisis históricas que nos inundaron. En parte le pegó porque las elecciones generales le dan la razón. Sin embargo, las elecciones legislativas revierten y compensan el tanteador. En esa bolsa, claro, encontramos una mezcla de renovación parcial de asambleas (Venezuela, El Salvador y México), con sistemas parlamentarios en los cuales el Gobierno nace del Congreso (por ejemplo Guyana, Surinam, Jamaica, Belice y cinco más). Esto es algo que por ahí no sabías: en América Latina hay mucho sistema político heredado de la Europa colonial. Con La Gente Vota se aprende algo nuevo cada quince días.

Lo segundo es que algo similar ocurrió en Oceanía. La única elección donde se renovó el Poder Legislativo junto al Ejecutivo fue Palau, con victoria oficialista. En las otras tres, con sistemas parlamentarios, solo Nueva Zelanda renovó la confianza en su gobierno: en Vanuatu y Samoa (ya conocés la picante historia) hubo rechazo. Ya sé que me vas a decir: de todos los mencionados, solo Nueva Zelanda tiene algún peso regional destacado en el continente, las demás son islitas pedorras. Yo te digo que acá no discriminamos a ninguna islita pedorra donde se pueda votar y fiscalizar en la arena. 

Las condiciones de competencia electoral


Hasta acá todo muy lindo, pero en la escuela de politólogos nos enseñaron que los argumentos (hipótesis) tienen que ser controlados: en palabras sencillas, cruzados por otras variables que podrían incidir en el resultado que estoy buscando, y que tenemos que considerar como posibles efectos directos.

Si lo que estamos analizando es el desempeño electoral de los gobiernos de turno, ¿qué pasa en aquellos países donde las condiciones no son iguales para oficialistas y opositores? Si la ventaja del oficialismo es una realidad en democracia, es posible (y es real) que haya países donde los gobiernos, además de contar con fierros, persiguen, atentan, menoscaban y minimizan abiertamente las posibilidades de que la oposición les gane. Para evaluar esta dimensión, me centré en la base de datos de V-Dem, un proyecto mundial que evalúa el grado de democracia en cada país a través de múltiples indicadores. Si te copa jugar con gráficos andá directo acá donde te resumen buena parte de la metodología de trabajo.

De este proyecto gigante tomé en cuenta dos indicadores. En la base vas a ver el valor asignado a cada país en las columnas bajo la siguiente etiqueta:

  • V-Dem Elect Dem Index: toma en cuenta la dimensión electoral de la democracia, y mide de una escala de 0 (muy bajo) a 1 (muy alto) el grado en el que se respeta la justicia y libertad de las elecciones, el voto universal, la limpieza del proceso y la convicción ciudadana de que se respete el resultado de las urnas. También captura si en períodos no electorales hay libertad de expresión política.
  • V-Dem Lib Dem Index: toma en cuenta la dimensión liberal de la democracia, y mide, con la misma escala que el anterior, la protección de derechos individuales y de las minorías, el abuso de las autoridades gubernamentales, y la tiranía de la mayoría sobre las minorías. 

Tengo hecho el cálculo y las tablas para la dimensión liberal de la democracia, pero para este informe me centré solamente en la dimensión electoral de modo que podamos ver en qué medida las condiciones de la competencia electoral inciden o no en la victoria de los oficialismos en pandemia. El resultado te sorprenderá:

Fuente: elaboración propia en base a IDEA International y fuentes primarias. La cantidad de elecciones son menos (71 en esta tabla versus 80 en las anteriores) porque no existen datos de V-Dem para 9 países. Cosas de la vida politológica.

Armé cuatro categorías para agrupar los valores asignados a cada país y poder discriminar entre tipos de democracia electoral. A primera vista, a medida que las elecciones son más competitivas (alta y media-alta), como consecuencia de condiciones más igualitarias para oficialistas y opositores, crecen las derrotas de los primeros, pero igualmente mantienen una ventaja importante. Las elecciones celebradas en condiciones menos competitivas (media-baja y baja), donde los oficialismos no solo son fuertes sino que también persiguen y encarcelan, muestran una goleada importante. Ahí no hay pandemia que salve a la oposición. La mayoría de estos regímenes políticos de baja calidad democrática se encuentran en Asia y África (no hay remate). Esto parece otra Perogrullada, pero no es tan así: la clasificación y control por el nivel de democracia electoral abona a la evaluación inicial, en la cual los oficialismos ganan más que lo que pierden.

A modo de resumen, hay indicios para considerar que los oficialismos se mantienen fuertes en elecciones, a pesar de la pandemia de Covid-19. Ni el tipo de elecciones celebradas ni el grado de democracia electoral de cada país permiten encontrar un cambio en esta tendencia. Lo que sí es claro es que hay una diferenciación regional: hay partes del mundo donde se empareja la cancha (Oceanía y América), mientras que en otras se mantiene una ventaja clara (Europa) o abrumadora (África y Asia).

Una yapa. Como ya vengo hace un rato hablando del tema, queda para que pidas delivery: la tabla de las oleadas, donde separo por semestres de acuerdo a la fecha de celebración de las elecciones, las cuales coinciden más o menos con las oleadas de Covid-19 que afectaron a los distintos países. Adiviná el resultado y te llevás datos gratis.

Fe de erratas

En la entrega anterior, distintos amigos, amigas y colegas me advirtieron sobre algunos puntos que se me escaparon u obvié, y que quiero enmendar acá. Porque leyendo se entiende la gente:

  • Mencioné que solamente Paraguay y México tienen la reelección prohibida en la región: resulta que Colombia también desde 2015, dando marcha atrás a la Constitución de 1991. Uribe la había incluido para las elecciones del 2006. Gracias, Aleti Martínez.
  • Un lector anónimo me contó una mágica sobre México. MORENA, además de crecer en cantidad de Estados que gobierna, ganó la mayoría en 19 de los 32 congresos locales. Esto es mucho muy importante porque México funciona similar a Estados Unidos en materia federal y legislativa: hay leyes específicas que se aprueban en un Estado, pero en otro no. Por ejemplo, todo lo que sea ampliación de derechos (aborto, matrimonio igualitario, legalización de la marihuana, etc.). La joda mexicana está en que si una ley X se aprueba en la mitad más uno de los Estados (17), automáticamente se vuelve una ley nacional y los demás Estados la tienen que promulgar. Por esa razón, contar con la mayoría legislativa en 19 congresos es muy importante: pesa tanto como tenerla a nivel nacional. Only in México, qué lindo que es el federalismo. Gracias, lector anónimo.
  • Cuando mencioné la primera elección en Argentina bajo pandemia lo hacía en referencia al nivel provincial: Sofi Santamarina, brillante colega y fan electoral, me alertó que ya se había votado en Río Cuarto a nivel local. Gracias, Sofi.
  • Otra colega, que llamaremos Sra. Jamón York, no solo se re copó leyendo sino que también me recordó que Venezuela tiene sistema electoral mixto para la elección legislativa. Yo te había contado que creía que no me fallaba la memoria y que eran solo dos a nivel nacional. Bueno, corregido. Acá podés ver las últimas elecciones celebradas, justamente, en pandemia, con mucho boicot, escasa participación, poca transparencia y un poco del sistema electoral.

Elecciones pintorescas

A mí no me copa mucho la política electoral norteamericana porque me parece aburrida, pero las dos pintorescas de hoy van dedicados al norte poderoso:

  • Me enteré por el newsletter Decision Desk HQ que las elecciones locales de consejos escolares en Estados Unidos se pusieron picantes. Vos te preguntarás ¿por qué? ¡¿UN CONSEJO ESCOLAR?! ¡¿ESTAMOS TODOS LOCOS?! Parece que la grieta entra en todos lados: dado que cerca de 12 Estados quieren prohibir la Teoría Crítica de la Raza y que creció la discusión sobre el cierre de escuelas en pandemia, se llegó a armar un PAC conservador nacional que va a dar pelea. Vienen por todo.
  • El martes pasado se votó en elecciones primarias para la Alcaldía de Nueva York. Vos te preguntarás (también) ¿y por qué importa una interna local de la capital cosmopolita del mundo? Porque por primera vez en la historia usarán el voto alternativo. El elector puede ordenar todas las candidaturas en una boleta, desde el más preferido hasta el menos. Se cuentan los votos en la primera instancia y, si hay uno que llega al mínimo necesario (generalmente, 50% de los votos), gana. Si eso no pasa, se elimina el que sale último y se redistribuyen los votos otra vez, hasta que alguien quede en pie. Acá te lo explican más detallado. Y acá podes encontrar una infografía completa sobre candidatos y candidatas de cada partido.

Recuelectorales

  • El proyecto Reformas Políticas LATAM sacó un hermoso hilo con todos los estudios sobre sistemas electorales mixtos para la competencia legislativa. Si te quedaste con ganas de más cosas nerds luego de leer sobre México hace quince días, esta es tu oportunidad. Acá te dejo cómo quedó la asignación final de bancas en las legislativas y acá por distrito.
  • La entrega de hoy circuló mucho sobre comportamiento electoral y ventajas del oficialismo. Acá te dejo una nota sobre el impacto de la vacunación en la imagen presidencial, la cual me sirvió mucho para pensar el nius de hoy. Acá, tres papers cortos de tres colegas que respeto (y de quienes aprendí) muchísimo sobre el voto en Argentina: Germán Lodola, María Celeste Ratto y María Laura Tagina. En otro, María Celeste se extiende a toda América Latina. Este siempre me gustó: María Victoria Murillo, Virginia Oliveros y Milan Vaishnav dicen que el giro a la izquierda en América Latina no fue producto de la ideología sino del voto económico. La última es uno de los pocos trabajos sobre ventaja del oficialismo en Argentina a nivel subnacional. Sobre otros países junté algunas cosas, así que si te interesa pedime (hay de Ghana ¡WTF!). Y si querés más, no te pierdas este libro de Noam Lupu, la misma Virginia y Luis Schiumerini.

Un abrazo electoral, cuidate y nos vemos en dos semanas,

(*) Facundo Cruz es politólogo, coordinador Académico Departamento de Gobierno de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Es profesor e investigador en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y bloggero.

FUENTE: Cenital

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Elizabeth Hernández

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hola@fundamentar.com (Facundo Cruz (*)) Argentina Mon, 28 Jun 2021 14:27:30 -0300
Amor a la Patria https://fundamentar.com/nacional/item/6499-amor-a-la-patria https://fundamentar.com/nacional/item/6499-amor-a-la-patria Patria argentina

A primera vista, la idea de que uno puede sentir amor por el lugar donde vive parece difícil de explicar. Más aún si no hablamos de un lugar cercano, como nuestra cuadra, nuestro barrio o nuestra ciudad, sino de nuestro país. ¿Se puede sentir amor por algo así de grande?

A primera vista, la idea de que uno puede sentir amor por el lugar donde vive parece difícil de explicar. Más aún si no hablamos de un lugar cercano, como nuestra cuadra, nuestro barrio o nuestra ciudad, sino de nuestro país. ¿Se puede sentir amor por algo así de grande? Se puede. A muchos de nosotros y nosotras nos pasa. Personalmente, el amor a ese espacio difícil de abarcar es amor al lugar que hizo posible mi propia historia y la de la gente que quiero. El lugar no es simplemente un pedazo de tierra sino una forma de vivir en él, junto con otra gente.

Por supuesto, querer mi historia no es celebrar todo lo que hice ni todo lo que me pasó. Y querer nuestro lugar no significa el deseo de conservar todos los aspectos de la forma en que las argentinas y los argentinos vivimos. Para algunas personas, el amor a la Patria implica la defensa de las cosas tal como están. Para mí es más bien al revés, amor al lugar es cuidar lo que tenemos pero también conlleva la esperanza por lo que puede ser, amor a lo que se puede construir.

Estamos lejos de que todas y todos podamos participar de un reparto justo de los frutos del esfuerzo común. Somos una sociedad diversa, plural y todavía desigual. Pero lo que nos pasa nos pasa a todos, en mayor o en menor medida, lo hayamos elegido o no. Formamos una nación, es decir: somos un pueblo con un destino común.

Hablar de “destino” puede sonar a que independientemente de lo que hagamos, no podemos modificar el futuro. No creo que sea así. Lo valioso de sentirse parte de un país es que expresa siempre una voluntad, una afirmación, algo que uno elige a conciencia. Los abuelos, las abuelas, las madres y los padres de algunos de nosotros llegaron y siguen llegando de otros países. Nuestra experiencia nos deja claro que nadie está atado a ningún lado y que se puede elegir dónde vivir. El amor a la Patria es querer y decidir que la vida sea acá, y que esa vida sea mejor.

Nuestra historia es de alegrías intermitentes. A veces nos describen como nostálgicos de un pasado que parece mejor, y como sujetos impacientes, apurados por disfrutar antes de que venga la próxima crisis. En estos años se acumularon motivos para confirmar esta caricatura de nuestro carácter: políticas irresponsables que nos metieron en una recesión profunda, una pandemia que vino a profundizarla.

La circulación del coronavirus nos impidió encontrarnos seguido con la gente que queremos. Tenemos miedo de contagiarnos desde hace más de un año. Los contagios nos impiden vivir y trabajar como lo hacíamos, y eso impacta de lleno sobre el sustento de cada familia, de cada argentino y de cada argentina. Algunas personas aún conviven con la frustración de haber apostado a un “cambio” en 2015 que resultó ser una vuelta al pasado amargo del hambre, el desempleo, la marginalidad y el sálvese quien pueda. Pero los responsables del atraso y el saqueo le echan la culpa de su insensibilidad y su incompetencia al país y a su pueblo.

En el marco de una Argentina que ya estaba en terapia intensiva, sobrevino una pandemia. El sistema de salud estaba devastado -a nivel nacional pero especialmente en la provincia de Buenos Aires-, y tuvimos que destinar muchos recursos para reconstruirlo y fortalecerlo. Instalamos doce hospitales modulares, sumamos miles de camas de terapia intensiva y distribuimos respiradores y equipamiento sanitario en todo el país. Recibimos más de 18 millones de vacunas, aplicamos más de 13 millones de dosis, y más de 10 millones de personas ya fueron vacunadas. Argentina es uno de los 20 países que más vacunas recibieron.

Por decisión del presidente Alberto Fernández, la gestión del Gobierno nacional tiene como prioridad la salud y la vida de todas y todos los argentinos. Esa prioridad también se refleja en la inversión pública y privada en laboratorios de la Argentina, que ya comenzaron a producir la vacuna Sputnik, así como en múltiples empresas de insumos y equipamiento sanitario, que permitieron, por ejemplo, producir respiradores nacionales que se distribuyen en todo el país con criterio federal y equitativo.

En nuestra historia abundan los capítulos en los que el destino de la Argentina era decidido por élites. Voto calificado, fraude patriótico, dictaduras y en la última etapa, estafas electorales, han sido las herramientas por las que algunos grupos minoritarios pudieron poner las instituciones al servicio de modelos concentrados e inequitativos. Pocas veces las grandes mayorías pudieron ser parte de un proyecto de desarrollo.

La insistencia de las elites en recurrir a esas políticas nos impidió sostener el crecimiento y el desarrollo nacional, arrastró muchas veces a la Argentina a una historia de muerte y dolor que hoy supimos dejar atrás para construir un sistema que siempre da una oportunidad y en el que las diferencias se dirimen sin violencia. Esto es el fruto de la determinación y el esfuerzo, hecho con mucho cuidado, mucha paciencia y en un camino no exento de frustraciones.

Reconstruimos la legalidad desde un pasado de crímenes organizados por el Estado, estableciendo con mucha firmeza y sin revanchismos que la vida es un valor sagrado y que nadie está al margen de la ley. Y nos paramos firmes frente a quienes quieren hacer de los tribunales una herramienta de persecución política. Este pacto de convivencia democrática es siempre frágil, recibe ataques en toda América Latina y enfrenta enormes desafíos en otros países del mundo. Cuando pienso por qué quiero a nuestro país tengo especialmente presente esta historia, que es reciente, pero tiene raíces muy fuertes.

Esta forma de habitar nuestro lugar tiene una característica que, me parece, deja una enseñanza importante. Somos un país federal, una unión de provincias que participan de un gobierno común pero conservan parte de su autonomía. La historia de nuestro federalismo, como la de todos los países federales, es una historia de conflictos internos. En las federaciones de la América hispana los tuvimos antes de las constituciones, Estados Unidos los tuvo cien años después. Pero creo que en esos largos conflictos se aprendió que se vive mejor formando una Nación común, más grande y más diversa, que constituyendo naciones separadas, más homogéneas pero más chicas.

Es una apuesta difícil: unirse en algo más grande y conservar la autonomía siempre da lugar a tensiones y conflictos de autoridad. Lo que me gusta de esta historia es la apuesta a sumarse a algo más grande, la confianza en que, a pesar de las tensiones y las diferencias, se puede construir algo mejor. El federalismo es la forma que eligieron quienes fundaron nuestra Patria, para sostener un orden libre y sin privilegios, justo, soberano y sin reyes. Amar este lugar es tratar de ser fiel todos los días a esa apuesta ambiciosa, y honrarla todos los días con la dedicación y el compromiso de construir una Argentina Unida.

El sostenimiento de la unión no puede ser a costa de anular las diferencias. La solución de nuestros conflictos nunca salió y no va a salir de la exclusión de una de las partes. Para que la Nación sea más que la suma de sus partes es necesario que todos cedamos algo. Necesitamos revisar nuestras prácticas para renovar y fortalecer un pacto de convivencia que proyecte en el tiempo lo mejor de nuestra historia.

(*) Eduardo Enrique de Pedro es un abogado y político argentino, es ministro del Interior de la Nación Argentina desde el 10 de diciembre de 2019.

FUENTE: Panamá Revista

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Elizabeth Hernández 

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hola@fundamentar.com (Eduardo de Pedro (*)) Argentina Mon, 07 Jun 2021 18:34:28 -0300
Capitalismo social https://fundamentar.com/internacional/item/6463-capitalismo-social https://fundamentar.com/internacional/item/6463-capitalismo-social La importancia de incorporar los valores democráticos al capitalismo en tiempos de pandemia

La pandemia del COVID-19 ha afectado el stock de capital físico y humano. La crisis, sin embargo, ha impulsado la variable muchas veces ignorada del capital social, elevando su rol como una fuente clave de crecimiento económico. 

La pandemia del COVID-19 ha afectado el stock de capital físico y humano. Las empresas han pospuesto o cancelado los proyectos de inversión, y las habilidades de los trabajadores despedidos o cesanteados se han deteriorado. La crisis, sin embargo, ha impulsado la variable muchas veces ignorada del capital social, elevando su rol como una fuente clave de crecimiento económico. 

Popularizado en los años 1990 por el politólogo de la Universidad de Harvard Robert Putnam, el capital social se refiere a “las características de las organizaciones sociales, como las redes, las normas y la confianza que facilitan la acción y la cooperación en beneficio mutuo”. Se trata de un concepto un tanto nebuloso que comprende los valores compartidos, las convenciones conductuales y las fuentes de confianza mutua e identidad común que permiten que una sociedad funcione. Cuanto más capital social tenga un grupo, mayor su voluntad y su capacidad para actuar de manera colectiva en búsqueda de objetivos valiosos. En otras palabras, el capital social es la goma que aglutina a las comunidades y a las naciones. En las condiciones correctas, las interacciones sociales repetidas y mutuamente beneficiosas conducen a un crecimiento económico más rápido, a mejores resultados sanitarios y a una mayor estabilidad.

En el caso de la pandemia, el capital social ofreció la primera línea de defensa contra el virus cuando todavía no había vacunas y tratamientos médicos efectivos. En este sentido, los individuos que tomaron medidas para prevenir el contagio ofrecieron un bien público. Cada acto consciente destinado a reducir la exposición al virus redujo la probabilidad de infección para el resto de la comunidad. En la jerga de los economistas, quienes redujeron su morbilidad y sus interacciones sociales internalizaron una externalidad negativa que, de otra manera, le habrían impuesto a la sociedad. Un sentimiento de apego a un grupo mayor induce a la gente a tolerar los altos costos individuales de los comportamientos cautelosos. Un cuerpo importante y cada vez más voluminoso de investigación académica ha demostrado que el distanciamiento social espontáneo es más probable en lugares con culturas cívicas mejor desarrolladas. Por ejemplo, una comparación entre países europeos determinó que “un aumento de la desviación estándar en capital social condujo a entre el 14% y el 40% menos de casos de COVID-19 per capita acumulados desde mediados de marzo hasta fines de junio de 2020, así como entre el 7% y el 16% menos de muertes adicionales”.

Asimismo, los lugares con un alto capital social tienden a ser más vibrantes desde un punto de vista económico y a tener mayor conciencia cívica que los lugares donde la gente está aislada. No sorprende entonces que, en las primeras etapas de la pandemia, el virus se propagara más rápidamente en ciudades densamente pobladas como París, Nueva York, Londres y Milán, porque nadie era consciente de lo que se venía. Pero tan pronto como la necesidad de cambios conductuales se volvió evidente, los habitantes de zonas de mayor conciencia cívica adoptaron medidas de distanciamiento social inclusive antes de que se impusieron restricciones formales, y respondieron mucho mejor a las subsiguientes directivas estatales. El capital social también desempeñó un papel esencial a la hora de impulsar a las economías durante meses de confinamiento y trabajo remoto. Si bien las tecnologías digitales ayudaron a la gente a mantenerse conectada, fue el capital social lo que mantuvo vivas esas conexiones. Los empleados que trabajaban desde casa siguieron siendo productivos porque habían generado una sensación de confianza recíproca, identidad compartida y propósito común con sus colegas. Y, sobre esa base, muchos pudieron desarrollar relaciones laborales (digitales) absolutamente nuevas.

En la mayoría de los casos, las empresas terminaron expandiendo su capital social interno durante la pandemia. Al haber perdido su capacidad de controlar a sus empleados de manera directa, terminaron empoderándolos. Con más flexibilidad para manejar su tiempo y vida fuera del trabajo, muchos empleados pudieron asumir aún más responsabilidades y ofrecer una producción de mayor calidad. Según una encuesta entre países realizada por el Boston Consulting Group, el 75% de los participantes mantuvo o mejoró su productividad a pesar de las restricciones de la pandemia. En el entorno laboral híbrido de hoy, el capital social es claramente uno de los factores más importantes detrás de esos resultados. A diferencia de su contraparte física (fábricas, equipos y demás), el capital social no se deteriora con el uso –todo lo contrario-. Pero al igual que cualquier otra forma de capital, hay que mantenerlo y mejorarlo, y esto será especialmente así en la fase post-pandemia. En circunstancias normales, nuestras conexiones y relaciones evolucionan y se expanden con el tiempo. Sin embargo, sin medidas apropiadas para reactivar y reabrir las redes sociales, meses de confinamiento y restricciones podrían extenuar algunas relaciones o resultar en segregación grupal. Debido a lo que Putnam llama “capital social vinculante”, la gente podría volverse muy apegada a un grupo específico y terminar sucumbiendo al sectarismo o al tribalismo. Por cierto, el populismo y el nacionalismo son formas degeneradas de capital social, y han resurgido en algunos lugares durante la pandemia.

Los gobiernos y las corporaciones deberían entonces intentar construir más “capital social de puente” apalancándose en la sensación de responsabilidad, solidaridad y altruismo desarrollada durante la crisis del COVID-19. Esta forma de capital social vincula a la gente en diferentes grupos y será necesaria para prevenir la próxima pandemia y combatir el cambio climático. Pero la conciencia cívica por sí sola no será suficiente. Habrá que convencer a los individuos de internalizar las externalidades negativas de sus acciones. Con ese objetivo en mente, los gobiernos deberían extender más autonomía a los ciudadanos, volviéndose menos controladores y reguladores y más catalizadores y facilitadores. Y las empresas, por su parte, deberían buscar maneras de fomentar una cultura de confianza recíproca, invertir más en la transición digital y explorar nuevas maneras de organizar el trabajo.

Visto en estos términos, el COVID-19 podría dejar un legado positivo: una base más firme de capital social para apuntalar la responsabilidad y el altruismo que el mundo necesitará para enfrentar los desafíos por delante.

(*) Edoardo Campanella es un economista en el UniCredit Bank, becario en el Centro para la Gobernanza del Cambio en la IE University de Madrid, y co-autor (con Marta Dassù) de "Anglo Nostalgia: The Politics of Emotion in a Fractured West"

FUENTE: Project Syndicate

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Elizabeth Hernández

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hola@fundamentar.com (Edoardo Campanella (*)) Internacional Wed, 28 Apr 2021 13:53:04 -0300
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Inventa un mañana, intenta otra vez
Si, ahora que ya sabes cómo puede ser
Y ya no se lo niegues, pero esta vez
Inventa un mañana, que no sea ayer.
Gustavo Nápoli - La Renga

Este espacio de análisis se sostiene con la idea concreta de poner bajo la lupa los hechos políticos de cada semana, tratando de desentrañar (modestamente) los elementos estructurales que lo contienen. Muchos de los acontecimientos que solemos comentar, en reiteradas ocasiones se agotan en el cortísimo plazo de unos días, a veces horas. El recorrido temático de mediados de abril nos permite afirmar que varias de las situaciones que trascurrieron en los últimos siete días, tendrán una proyección en meses y tal vez años. Veamos. 

Lo primero que debe decirse, por más obvio que parezca, es que, en la Argentina de estos días, la pandemia del Coronavirus actúa como un factor ordenador y disciplinador del día a día de la política. No sólo se refleja en las medidas sanitarias tomadas a lo largo y ancho del país, de cómo esto nos afecta en nuestras cotidianeidades de encuentros, distancia y aislamientos y de cómo el espacio de lo que resulta público ha quedado afectado; sino que la problemática del Covid ha mostrado que, a la hora de enfrentar ciertas crisis sociales, lo ideológico también permea algunas decisiones.

Pero no nos referimos a las cuestiones de las ideas como un elemento negativo. Queremos señalar el hecho de que ciertas cosmovisiones del mundo impactan de lleno en diversos posicionamientos de la agenda política. Si el gobierno propuso la adquisición de una vacuna con origen en Rusia, la respuesta del otro lado fue poner en duda la calidad de la misma. No tanto por lo que efectivamente podía sospecharse en términos sanitarios, sino por lo que representa Vladimir Putin para cierta dirigencia política.

Si la administración Fernández centralizó el reparto y la inoculación de manera gratuita, desde el principal espacio de la oposición sugirieron que cada provincia y municipio comprara de la manera que quisiera y que, aquellos que pudieran, pagaran las vacunas. Y el que no podía, subsidios. De costadito y como al pasar digamos que unos cuantos ni siquiera se habían tomado el trabajo de leer la ley que habilitaba la compra de vacunas, ya que allí está perfectamente establecido que los estados subnacionales pueden participar de las adquisiciones.

Resulta más que obvio que algunas de esas diferencias “ideológicas” se parecen más a chicanas que a potables diferencias de cómo encarar la gestión de la pandemia, pero en otras, efectivamente, subyacen formas de entender el mundo. Ya no se trata de desmontar nimiedades como el término “infectadura” o aquella que compara la cantidad anual de muertos con gripe común, sino de mostrar que conceptos como “inmunidad de rebaño” aplicados en determinados momentos de la pandemia reflejaban una idea de cómo se construye lo social.

Si la semana había comenzado con un comunicado (oooootro más) de Juntos por el Cambio, que dejaba entrever la aceptación de algunas restricciones, rápidamente, y a partir de la decisión presidencial de dar un nuevo marco regulatorio de circulación en el AMBA, el principal frente opositor pareció volver sobre sus pasos y salió a la arena pública a reclamar por una vuelta atrás. Cacerolazo con escupitajos a la policía en la puerta de la Quinta Presidencial de Olivos (con la presencia de la presidenta del Pro Patricia Bullrich) y llamados a la desobediencia civil y a la resistencia fueron la más importante respuesta de acción política, con Mauricio Macri incluido. Un presidente con mandato cumplido convocando a la población a no hacer caso de un decreto de necesidad y urgencia. Parece fuerte. Y lo es.

https://www.youtube.com/watch?v=FfdfAgZENms

Y a partir de aquí el nuevo terreno en disputa fue la educación. En una comunidad que indudablemente la tiene como un aspecto central de su vida, donde subyace su vinculación con el viejo pero persistente sueño de la movilidad social ascendente, el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tomó una bandera donde pretende erigirse en un referente de ciertos valores que, indudablemente, calan muy hondo en la sociedad argentina.

Con reclamo judicial de por medio, Horacio Rodríguez Larreta vio al decreto presidencial como una excelente oportunidad para recuperar empatía de parte de ese electorado amarillo más duro que tributa en las figuras de Bullrich (Patricia) y Macri. Desde esa mirada tan particular, la cuestión es toda ganancia para el ex interventor de PAMI. Si la Corte Suprema de Justicia de la Nación acepta el amparo solicitado, lo transforma en un referente insoslayable del frente opositor. Si los cortesanos deniegan el pedido, o miran para otro lado, alargando plazos y decisiones, podrá mostrarse como alguien preocupado por no dejar a “nuestros hijos sin futuro”.

En realidad, y esto hay que decirlo con todas las letras, el debate es falso por un par de motivos muy visibles. El primero de ellos se trasunta en la cuestión sanitaria. Que el conjunto del alumnado pierda unas pocas semanas de presencialidad escolar no le hace perder el futuro a nadie. Medidas ambas situaciones sociales (riesgo sanitario – asistencia a colegios) en un contexto de expansión de la pandemia, no debería insistirse demasiado con ciertos encuentros. Escuela incluida. Ciertos informes de innegable valor académico así lo demuestran --> VER

Pero, además, (y como segundo elemento) también está la historia que supo construir Juntos por el Cambio en su gestión educativa. En un espacio político que viene sosteniendo y justificando desde hace doce años en CABA y en el período 2015 – 2019 en la administración nacional, el deterioro de todo lo concerniente a la educación, resultan poco creíbles ciertas preocupaciones. Los mandatos macristas (con la gestión bonaerense de María Eugenia Vidal incluida) no sólo incluyeron frases poco felices como aquella que refería a “caer en la escuela pública” sino también acciones y omisiones concretas: presupuestos más acotados, paritarias no cerradas y promesas incumplidas (3000 jardines de infantes que nunca se construyeron). Y la frutilla del postre de estos días: mientras en Santa Fe se vacunó al 94% de los docentes, en CABA ese número no llega ni a su tercera parte.     

En realidad, lo que subyace en ciertas disputas políticas de entre semana, refiere a cómo se mira y se construye el largo plazo. Mientras el alcalde porteño privilegió la acción cortoplacista que le permitiría ganar visibilidad política para, en un futuro mediato, presentar una creíble candidatura presidencial, Alberto Fernández pasó a ocupar el centro de la escena con la aplicación de restricciones que, de alguna manera, vinieron a complementar lo determinado el 9 de abril.

https://www.youtube.com/watch?v=bxVaXK9GSKg

Indudablemente paga un costo político, y a la vez ordena el espacio interno. Pero, además, habrá que prestar atención en qué medida no termina fortalecido en tanto y en cuanto las imágenes del viernes a la noche en el AMBA muestran un inocultable acatamiento social a las nuevas restricciones. Con ellas, el primer mandatario eligió el camino (si se quiere) más difícil: el cuidado de la salud como argumentación central. No parece poco, aunque a alguno no les alcance.

La idea de resistencia o de desobediencia civil propuestas por distintos referentes, políticos, mediáticos, sindicales y gremiales, parece no haber encontrado eco mayoritario. Y pone en cuestionamiento, otra vez, la supuesta trascendencia de los medios de comunicación a la hora de modificar o permear comportamientos sociales y electorales. No decimos con esto que son inocuos e inofensivos. Nada de eso. Pero sí que, en muchas ocasiones, deberíamos relativizar su incidencia. Las elecciones de 2011, las de 2019 y este vacío social en las calles del conurbano y de la ciudad más rica de la Argentina del viernes a la noche, así lo marcan. También la corporación mediática quedó expuesta.

Tal vez, se trate de inventar un mañana. Tal vez, el incordio de hoy sea el bienestar de mañana. Y la preocupación de algunos sea la promesa políticamente correcta pero que tiene mucho de hipocresía y falsedad. Tenemos la obligación de pensar un mañana. Pero, como nos enseña Gustavo Nápoli, no sea ayer. Es imperativo.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sat, 17 Apr 2021 22:12:34 -0300