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Fundamentar - Artículos https://fundamentar.com Fri, 29 Mar 2024 09:22:04 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es No hay dos sin tres https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6765-no-hay-dos-sin-tres https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6765-no-hay-dos-sin-tres Las Tres Sombras de Godin

Resultados domingueros previsibles. El intento opositor de establecer algunas reglas mínimas para sobrellevar un proceso de internas sin que todo vuele por los aires, a la vez que reivindica la intentona de una nueva jugada cortesana en una provincia definitivamente esquiva a sus intereses. Una carta que se explica por sí misma aunque su autora reclame “comprensión de texto”, en un programa de televisión que alcanza niveles récord de audiencia para una señal de cable. Todas estas circunstancias explican buena parte del devenir político de los últimos días en una Argentina que, de a poco, profundiza su modo campaña. Revisemos.

Si ponemos el rewind (generación Z, abstenerse) y miramos a la distancia, el escenario parecía ideal: un gobierno con problemas evidentes de cohesión interna, datos de pobreza e inflación en alza y el desgaste que supondrían cuatro años de gestión. Cualquier consultor político que se precie y que resulte contratado para dirigir la campaña de un espacio opositor, se frotaría las manos ante el cúmulo de oportunidades imaginadas de cara al proceso electoral. Pero nada es tan lineal y sencillo en un país como la Argentina. Y las certezas que algunos parecían dar como definitivas unos pocos meses atrás, comienzan a desvanecerse de la misma manera que la idea de un otoño frío y seco.

La lógica que había surgido desde comienzos de año parecía más o menos sencilla para el mundillo de Juntos por el Cambio: con un oficialismo debilitado por las razones antes expuestas, sólo quedaba definir los nombres de quiénes serían los protagonistas encargados de devolver a la fuerza amarilla al gobierno de los argentinos. Pero pasaron cosas: su propia interna ha escalado a niveles casi desconocidos para el gran público, la figura de Javier Milei ha crecido de manera no prevista, y las elecciones provinciales, por ahora, no son (ni por asomo) lo que se esperaba desde el PRO.

En ese sentido, el proceso electoral de los estados subnacionales ya alcanza a un tercio de los mismos (ocho) y de las cuales pueden sacarse tres conclusiones: a diferencia de las legislativas pandémicas de 2021 prevalecen los oficialismos; excepto el caso de Jujuy, Juntos por el Cambio (o sus colectoras) ha sido ampliamente derrotado y Libertad Avanza, no se hace visible en las urnas.

Históricamente, en años de comicios por cargos ejecutivos, el sistema electoral argentino convive con dos escenarios paralelos que se retroalimentan entre sí: mientras se desarrollan las elecciones provinciales, la campaña nacional toma forma. Muchas veces de manera separada e independiente, pero en esta oportunidad, la falta de definición de las candidaturas, principalmente en el Frente de Todos, ha propiciado que cada votación sea puesta bajo la lupa de manera protagónica.

El dato original de este 2023 muestra al espacio opositor buscando respuestas por fuera de los límites que impone un proceso electoral: la definición cortesana que terminó obligando a Juan Manzur a bajarse de una candidatura a vice gobernador de Tucumán y a poner en lista de espera al deseo reeleccionista de Sergio Uñac en San Juan; ha tentado a algunos protagonistas a probar suerte en el máximo tribunal, negando lo que dicen las constituciones provinciales y con interpretaciones forzadas de la Carta Magna sancionada en 1853. Si ya se limitó el derecho al sufragio en dos provincias, algunos imaginan que tal vez pueda haber una tercera. 

https://twitter.com/insfran_gildo/status/1658635077843025920

Es el caso de la novedad de la semana, donde un dirigente opositor formoseño no tuvo mejor idea que presentar un amparo para que la Corte impida la candidatura del actual gobernador de Formosa Gildo Insfran. El litigante no tuvo el mejor de los viernes: una vez que el máximo tribunal le dio vista al Procurador, éste desestimó el pedido por considerar que los supremos no tienen competencia en el asunto. Por lo demás, si los cuatro de la calle Talcahuano decidieran repetir el espíritu de hace un par de semanas atrás, generarían dos hechos simultáneamente vergonzosos: un verdadero escándalo político y un aún más desechable antecedente jurídico dado que la Constitución de esa provincia, no impone límite de reelecciones y, además, deslegitimaría a un ciudadano que gobierna ese territorio desde hace, nada más y nada menos, que dieciocho años, elegido a través del voto ciudadano.

Ya no basta con judicializar leyes que son sancionadas de manera legítima por el Congreso de la Nación o decretos del Poder Ejecutivo que corresponden a su derecho de gestionar. A partir de algunas “primicias” que transcienden en la corporación mediática, buena parte del sistema político se empieza a preguntar hasta donde estará dispuesto a llegar el cuarteto de jueces supremos.

En nombre de la república y las alternancias parte de la política se vuelve a denigrar a sí misma, negando la esencia de la voluntad popular y buscando por fuera de ella lo que las mayorías no parecen otorgar.

En este contexto, los dos espacios más importantes siguen atravesando coyunturas disímiles a la vez que semejantes y que podrían ser sintetizadas en la existencia de profundos procesos internos, pero que empiezan a dar señales de cierto ordenamiento que imponga algunas reglas relativamente claras.

Para el caso del Pro, a pocas horas de haberse conocido los resultados en las provincias de Tierra del Fuego, La Pampa, Salta y San Juan, la conducción partidaria nacional intentó dar una señal hacia afuera, pero fundamentalmente hacia adentro, al decidir que el precandidato para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires será definido por un mix de encuestas y que en la provincia más grande del país, cada pre candidato presidencial llevará el suyo propio para la gobernación.

El espacio fundado por Mauricio Macri enfrenta un serio problema para la elección de CABA y que tiene nombre propio: Martín Lousteau. El actual senador cuenta con una buena proyección en las encuestas y nadie puede confirmar del todo que el triunfo interno del PRO esté asegurado. Llevar dos candidatos por el mismo partido suponía una partición del voto que sólo le convendría al creador de la tristemente célebre Resolución 125.

Del otro lado, en el Frente de Todos, y más allá de los reiterados argumentos del ministro de Economía Sergio Massa pidiendo unidad para una mejor gestión, la centralidad política de la semana le volvió a corresponder, por una doble acción, a Cristina Fernández de Kirchner. En primer término por la carta publicada en sus redes, el mismo día y unos minutos después que se celebrara el congreso partidario en el micro estadio de Ferro, donde se había pedido por una “Cristina presidenta”. En la misiva digital volvió a ratificar lo anunciado el 6 de diciembre, cuando se conociera el fallo condenatorio de la causa “Vialidad”, desistió de participar como candidata (para cualquier cargo) del proceso electoral de este 2023. El sacudón político para quienes habían activado el operativo clamor no fue menor.

https://twitter.com/CFKArgentina/status/1658585951789109250

El segundo hecho refiere a la presencia de la vicepresidenta, por primera vez luego de seis años, en un set de televisión. En esta oportunidad, en el programa Duro de Domar que alcanzó la friolera para un canal de cable, de casi once puntos de rating. Si a ese número le agregamos el seguimiento en redes y en diversos canales de You Tube, es probable que su presencia televisiva la hayan seguido no menos de 1.500.000 ciudadanas y ciudadanos: un número nada desdeñable para una supuesta muerta política que desde hace veinte años incide en el juego de las grandes ligas.

Más allá de las apuestas previas de muchos de sus partidarios, Cristina obvió las grandes definiciones que refieren a candidaturas. No fustigó al presidente y a sus funcionarios más cercanos (no es poco), reivindicó por primera vez en mucho tiempo a éste, como un gobierno infinitamente mejor que el de Mauricio Macri y se la notó sensibilizada cuando le tocó hablar de la situación de su hija y del recuerdo de su compañero Néstor Kirchner. Pidió salir rápido de ese lugar, y no se privó de hablar de un escenario de tercio electoral, tal vez su definición política más importante.

La ex presidenta confirma lo que muchos encuestadores han dejado traslucir desde hace algunos meses: ya no existe un escenario antitético de uno contra uno, donde Juntos por el Cambio y el Frente de Todos disputarían el premio mayor, sino que el supuesto libertario Javier Milei tallará de manera determinante en agosto y octubre. Según ella, si ya no son dos sino tres, la clave para el oficialismo pasa por llegar al ballotage. Los nombres propios, más allá de las ansiedades y las múltiples interpretaciones, te los debo. No falta demasiado para ello, pero por ahora, este analista supone que Cristina insistirá con la idea de un programa que aglutine al peronismo, pero que fundamentalmente, “re enamore” al electorado.

Y del otro lado, en parte, parecen haber recogido el guante. La convocatoria del presidente Alberto Fernández al acto del 25 de mayo que organiza el cristinismo, celebratorio de los veinte años de la llegada al poder del kirchnerismo, puede ser una buena forma de fomentar algunos puntos de encuentro que vayan más allá de un acuerdo de unidad o de la celebración de las PASO.

Eran dos provincias condicionadas por decisión cortesana y algunos pretenden que ahora sean tres. Cerrábamos 2022 con la hipotética disputa entre peronistas y cambiemistas para las elecciones presidenciales de este año, pero apareció un nuevo protagonista que, ahora parece ser, nadie quería del todo. Multiplicidad de actores, complejidad de perspectivas. Nadie la tiene del todo fácil.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 21 May 2023 08:55:42 -0300
Comparaciones odiosas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6752-comparaciones-odiosas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6752-comparaciones-odiosas Julio Nazareno - Presidente de la CSJN entre 1993 y 2003

“Las comparaciones son odiosas” afirmaba mi abuela, pero qué sería del análisis político sin la posibilidad de comparar procesos y contextos. Es más, podríamos ampliar la pregunta sobre la ciencia política y su capacidad comparativa desde sus inicios hasta aquí. ¿O acaso, por ejemplo, no hacía ejercicio comparativo el bueno de Aristóteles cuando nos explicaba qué modelo de gobierno era mejor para una comunidad? ¿Y no hacía lo propio el siempre denostado Nicolás Maquiavelo cuando definía las cualidades que debía tener el príncipe para hacerse del poder y conservarlo? La comparación, bien ejecutada, puede servirnos para conocer el pasado, pero también nuestro presente de cada día y, por qué no, trazar algunas líneas de futuro.

Desde comienzos de año, el oficialismo nacional ha puesto en marcha el tratamiento de juicio político sobre los cuatro integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, siguiendo los procedimientos que establece la Constitución Nacional. Inmediatamente surge la tentación por comparar este proceso con el último juicio de estas características, llevado adelante a partir de 2003 bajo la presidencia de Néstor Kirchner. En un punto deben reconocerse que las expectativas resultan realmente disímiles, pero de antemano debemos reconocer que los contextos también lo son. De ello se tratan las siguientes líneas: de revisar (en parte) ambos procesos, para, en definitiva, tener real dimensión del tiempo político que vive el país.

La primera diferencia (menor) que surge en estos casi veinte años radica en la forma en que la sociedad fue notificada al respecto: mientras Néstor Kirchner comunicó la novedad mediante una cadena nacional, método siempre valorado por el kirchnerismo como trascendente método comunicacional, el actual presidente Alberto Fernández lo hizo vía redes, en la mañana del 1º de enero, como un signo de los tiempos virtuales que corren. Aún nos intentábamos sacar de encima la resaca de una fiesta de noche vieja, cuando nos desayunábamos con la buena nueva presidencial. De allí en más se puso en marcha un procedimiento que le permitió ganar en centralidad al propio Fernández.

Pero si debiéramos ir por aquellas diferencias estructurales más notorias podríamos trabajar sobre tres ejes.

El primero de ellos refiere a la calificación de Corte adicta. El máximo tribunal que se comenzó a desmontar a partir del 2003 recibió esa calificación una década antes, cuando el menemismo era la fuerza política más importante. Se la podía definir de adicta al poder político, pero también resultaba funcional al entramado económico que había sabido construir Carlos Menem, en una era de transformaciones que, a la larga, perjudicó a la mayoría de los argentinos.

Esa Corte, funcional a los intereses comentados, era severamente cuestionada de manera transversal por la población, por diversos actores de la sociedad civil, por una parte de cierto empresariado y por el común de los 'mass media'; llegando al final del gobierno de Fernando de la Rúa con un descrédito notorio. El nivel académico de algunos de sus integrantes era severamente cuestionado, lo cual se retroalimentaba con un estilo provocador a la vez que bizarro de quien era su presidente, el riojano Julio Nazareno.

Los fallos eran definitivamente funcionales a los intereses del menemato y de sus aliados corporativos, lo que derivó que, con el tiempo, la sensación de hartazgo social se hiciera masiva, al punto que, lo que no había logrado aunar Eduardo Duhalde con el mismo tipo de juicio en 2002, la capacidad decisoria del santacruceño del 22% de los votos, se apalancara en un fuerte apoyo ciudadano.

El proceso no fue uniforme. Quien primero renunció fue el ya nombrado Nazareno. Eduardo Moliné O’Connor y Antonio Boggiano fueron destituidos en el año 2003 y 2005, respectivamente. Mientras que Adolfo Vázquez y Guillermo López fueron los últimos en presentar la dimisión.

Pero lo realmente valedero del caso no fue la eyección progresiva de la corte adicta, sino el procedimiento selectivo que se plasmó en el ya famoso Decreto 222/03 y que, sus bases conceptuales, perduran hasta hoy en la institucionalidad argentina. El sistema de objeciones que la sociedad civil puede plantear sobre cada candidato, resultaron en una novedad que aportó un soplo de aire fresco en una decisión que históricamente quedaba circunscripta a los pasillos de la Casa Rosada y del Congreso de la Nación.

Vale preguntarse por la valoración de la actual Corte. Lejos de ser acusada de adicta, la misma no deja de ser funcional al poder económico de este tiempo. Sus recientes fallos más famosos y la definición ideológica de su vicepresidente que niega la posibilidad de que ante cada necesidad exista un derecho, así lo confirman.

Si en 2003, oposición y poder mediático acompañaron el deseo de borrar de un plumazo el bochorno que suponían esos jueces, el año 2023 muestra la ominosa promiscuidad de una defensa corporativa que se sintetiza en la designación en comisión de quienes hoy la conducen, en su vinculación con lo más granado de la concentración económica y en la relación vergonzosa de un jefe de asesores del presidente del máximo tribunal, asesorando a un ministro de Justicia en el marco de un juicio donde este último es parte.  

El segundo eje refiere a los contextos. Además del ya mencionado hartazgo social y la renovación política que representaba la figura de Néstor Kirchner, el año 2003 se anclaba en un período de una marcada atomización partidaria, la cual se plasmó en un sistema electoral que avaló una forma extraña de neo lemas y que servía como solución de las enormes distancias internas de los partidos más importantes.

Néstor Kirchner supo interpelar a un sistema político que necesitaba renovarse y pese a la supuesta debilidad del 22% de los votos obtenidos, recreó una serie de procedimientos que le dieron mucha más potencia que aquello que las urnas habían señalado.

Dos décadas después, aunque algunos nombres se repitan, el escenario no es el mismo. El oficialismo enfrenta una coyuntura donde muchas diferencias internas se saldan a la luz del día, restándole potencia de gestión y de construcción política.

La oposición, por su lado, tiene diálogo directo con una parte del Poder Judicial que supo cooptar en el período 2015 – 2019. Las relaciones cercanas y estrechas surgen a la vista, sin una reacción social masiva que las cuestione. Al cansancio e indignación de comienzo de siglo, hoy, le corresponde una indiferencia que debe preocuparnos, en un contexto donde la supuesta irreverencia política, le pertenece a una extrema derecha que dice querer modernizar al país, llevándolo a un estado social pre moderno. Valga la contradicción.

El tercer y último eje refiere a lo que el futuro puede deparar.

Venimos comentando en esta columna semanal, la dificultad concreta del oficialismo para lograr su cometido de renovar las sillas de los supremos. “No dan los números” para que la Cámara de Diputados, que hasta ahora actúa como receptora de las denuncias, se convierta en acusadora, y por lo tanto pueda dar traslado a la de Senadores para que el juicio se sustancie.

En este sentido la historia también muestra alguna referencia a tener en cuenta. En 2002 el presidente interino Eduardo Duhalde, presentó la formalidad del pedido de inicio de juicio político sobre la totalidad de los integrantes de la Corte y fracasó. Pero la potencia de ese planteo, sirvió como antecedente para que un año después, variando la estrategia de efectuar pedidos de juicio individuales, luego de dos años, el resultado fuera otro.

Vale preguntarse: ¿los cuatro acusados, en esta etapa inicial, actuarán en un mismo bloque defensivo? Habrá que ver cómo actúa Ricardo Lorenzetti, quien tiene pendiente un viejo pedido de juicio político de la Coalición Cívica, y que ha sabido hacer conocer su ira por cómo fue eyectado por Carlos Rozenkrantz y por cómo fue elegido el santafesino Rosatti, tanto en la presidencia como en el Consejo de la Magistratura.

Y también vale saber por el accionar de Juan Carlos Maqueda, viejo lobo de mar del peronismo, que exactamente veinte años atrás tuvo la valiente actitud de recomendarle la renuncia a Nazareno, para oxigenar al máximo tribunal.

Estas dudas se sustancian en una interna cortesana que existe y es real, aunque persista el sordo ruido, que tan abnegadamente tratan de imponer el poder mediático más concentrado y una oposición a la cual también le pueden aparecer algunas grietas futuras, si el espacio conducido por Elisa Carrió insiste en la acusación contra el rafaelino Lorenzetti.

El proceso será largo. El tema ocupará buena parte del centro de la escena en 2023, generando desgaste político que habrá que ver cómo sobrellevan los cuatro supremos cuando comiencen a conocerse los fundamentos de las múltiples denuncias que han servido de justificación para la veintena de demandas solicitadas.

Mientras las encuestas siguen señalando al Poder Judicial con los peores indicadores en cuanto a la “calidad” de su servicio, en paralelo, la sociedad argentina no parece decididamente preocupada ante este tipo de avances y retrocesos institucionales.

Tal vez sea hora de ser mucho más asertivos en la demostración de cómo influyen ciertas defensas corporativas en el día a día de cada uno de nosotros. El ejemplo de jueces fallando en el sentido de no considerar a la telefonía celular y a internet como un servicio público sujeto al control tarifario estatal, representa un caso emblemático para nuestra cotidianeidad.

Ninguna batalla se pierde antes de darla. Y la masa crítica que hoy falta, puede ser el sustento de otro tiempo. Con el agregado de una composición diferente del Congreso, la cual será definida en este año electoral, la comparación con el 2003, veinte años después, tal vez no quede tan alejada de nuestra realidad.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 05 Feb 2023 10:53:50 -0300
Propuestas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6751-propuestas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6751-propuestas Propuestas

Te propongo simplemente que me quieras.
Yo no te propongo ni el sol ni las estrellas,
tampoco yo te ofrezco un castillo de ilusión.
Yo tengo para darte tan solo cosas buenas,
triviales y sencillas las cosas de este amor...
Sandro

Llegamos al último fin de semana de enero de 2023 luego de haber atravesado una semana donde en la Argentina se escucharon propuestas políticas de todo tipo. Una cumbre internacional y el inicio del juicio político a la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la Cámara de Diputados, le dieron marco a afirmaciones verdaderamente disímiles: desde acuerdos continentales sustanciosos a bloqueos institucionales disfrazados de indignación republicana pasando por la inefable idea de proponer la detención de un dignatario extranjero en suelo argentino. Todo sazonado con la dosis justa de calor y, ahora, de humedad veraniega. Pasen y vean, mientras esperamos a los mosquitos que ya aparecerán.

El inicio de la semana tuvo a la Séptima Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en el centro de la escena nacional. No tanto por las múltiples miradas que se sintetizan en estos espacios y sobre las cuales este analista, respetuosamente, prefiere no abordar por falta de conocimiento de cierto juego de las relaciones internacionales, sino porque los encuentros de este tipo siempre permiten lecturas posibles para el espacio local. Si a eso le sumamos la patológica tendencia de la argentina mediática a revisar hechos, acciones y proyectos políticos externos con la lógica local, el combo resulta completo.

No deja de tener algo de razón el propio presidente uruguayo Luis Lacalle Pou cuando afirma que no debemos tener una visión hemipléjica de las relaciones internacionales. La frase fue celebrada en el ámbito interno por la derecha argentina que se rasga las vestiduras por la situación de los derechos humanos en algunos países de la región, pero celebraba la llegada de un Xi Jinping, líder del Partido Comunista, y a la sazón del Estado chino, para la cumbre del G20 en noviembre de 2018. Indignaciones a tiempo y a la carta.

La ausencia de Nicolás Maduro (y los motivos que adujo), fue celebrada como un triunfo político por buena parte del mundillo PRO que imagina un diciembre de 2023 al frente del Ejecutivo y con una actitud muy distinta frente al heredero de Hugo Chávez Frías.

Una reunión como la que se llevó adelante en Buenos Aires a comienzos de semana, siempre deja elementos para el análisis de la política local y mucho más si el país donde se desarrolla, se predispone al inicio (formal) de un proceso electoral de proporciones que podría traer la novedad de reducir el margen de incidencia política de no pocos dirigentes. En el 2023 en la Argentina, no sólo se juega quien gobernará los destinos de sus ciudadanos durante cuatro años sino, también, las condiciones de la sobrevida de varios protagonistas. Ex presidentes (y presidentas) incluidos.

Si Alberto Fernández sale fortalecido en el plano internacional luego de la reunión, no es un dato inocuo para la política local. Si la vicepresidenta se reúne en su despacho del Senado de la Nación con un par de dignatarios de la región, pero además Cristina Fernández de Kirchner y Luis Ignacio Lula Da Silva no se encuentran por “problemas de agenda” (retórica política llevada a su máxima expresión), también son datos que se traducen en el día a día de lo local. Es cierto que los extranjeros no votan pero la talla de un dirigente y la posibilidad de afianzar procesos políticos locales, también se cimentan con el roce internacional.

Entonaba Sandro, el de América, “yo no te propongo ni el sol ni las estrellas”, y algo de esa asepsia propositiva parece reinar en buena parte de la oposición argentina (supuestos progresistas incluidos), que en el contexto del juicio político a la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha decidido no habilitar el tratamiento de ningún proyecto de ley en la Cámara de Diputados.

El juego no deja de contar con cierta perversidad discursiva: mientras unos se quejan del no tratamiento de ciertas leyes, otros plantean la idea de que en Extraordinarias sólo se ofrece tratar leyes marginales.

La justificación al palo: en el medio hay 800.000 personas que en el país no pueden acceder a una jubilación y ocho universidades esperan para ser creadas. Se nota que algunos dirigentes y el electorado que representan no necesitan (supuestamente) de la presencia de un Estado que garantice algunos derechos.

En un punto, el juicio a la Corte por momentos bordea el bizarrismo. Opositores afirmando que el contenido de la demanda que se ha comenzado a sustanciar en el Congreso es “político”. Y sí Mabel, y sí Roberto, la constitución así parece haberlo entendido. Para demandas formales, están los tribunales que tan bien se representan en la vergüenza de buena parte de la Justicia Federal, aunque en muchas ocasiones, los jueces de Comodoro Py hayan inventado (e inventan), procedimientos procesales propios.

El juicio a la Corte servirá, más allá de los resultados, para mostrar ciertas formas de relacionamiento del poder, ese que no se vota pero que existe y es real. Causales para el juicio sobran y de hecho se han sustanciado en una veintena de intentos, con demanda incluida de la propia Coalición Cívica que sigue liderando la border Elisa Carrió, quien parece decidida a “llevarse puesto” a nuestro coterráneo Ricardo Lorenzetti.

El contexto propuesto por la oposición que integran Juntos por el Cambio y el Interbloque Federal supone la negación de la política. Como no están de acuerdo con el proceso, que en esta coyuntura lleva a una inexorable permanencia de los cuatro (amigos) del Liverpool, intentan obturar el mismo y de paso, cualquier tipo de discusión que se precie sobre otros temas. El riesgo es enorme: no sólo por lo que no se legisla sino por lo que puede quedar como antecedente de cara al futuro mediato. La defensa ya es claramente corporativa y no cabe agregar demasiado al respecto.

Pero también hubo tiempo para otras “novedades” políticas que, dicho honestamente, no tienen nada de nuevo (valga la contradicción) ya que las internas del gobierno no vinieron con las lluvias de la última semana. Cambiaron algunos métodos y no mucho más.

El supuesto enojo de Eduardo “Wado” de Pedro, ministro del Interior de la Nación, a partir de no haber sido invitado a una reunión sobre el tema Derechos Humanos en el contexto de la CELAC, dada su historia personal, se parece y mucho a un berrinche de estudiantina. Lo más gravoso del asunto es que lo hizo desde un off the record, recurso que el kirchnerismo supo detestar en su momento porque le parecía una forma perniciosa de la política argentina.

En aquellas circunstancias (oh década ganada, qué lejos has quedado), la distancia con los formadores de opinión, en muchas ocasiones devenidos en meros operadores, le permitía contar con dos factores determinantes: la iniciativa y la sorpresa política. Había en ello una virtud, ya que circunscribía lo decisional al ámbito pertinente y no al globo de ensayo que supone hacer correr ciertas versiones.

Si De Pedro lo hizo (nadie lo ha confirmado ni negado), si las intenciones referían a generar aún más ruido político interno o a la falta de experiencia cuando se juega en las grandes ligas de la política, es parte de un proceso donde el cristinismo celebra una encuesta publicada por el multimedios que antes era acusado de mentir (y miente), que afirma que la vicepresidenta es la dirigente con mayor intención de votos (17%), seguida por Javier Milei (15%). 

La encuesta, y los números, son engañosos. No hablamos de un partido del reiniciado fútbol argentino donde sólo valdría sacar más puntos que el adversario. Si la encuesta fuera cierta, lo que debe preocuparnos es la atomización que expone, antes que la definición sobre quién tiene un voto más o un voto menos. Con candidatos que no superen los 20 puntos, el escenario de ballotage es inexorable y la variopinta lista de candidatos amarillos más la del supuesto libertario Milei (perdón Kurt Wilckens), totalizan más del 50% de los votos. Celebrar ese primer lugar, se parece más al cuidado de la quintita propia antes que a la visión estratégica de lo que demanda la Argentina en pleno siglo XXI para ser un país más justo e igualitario.

En la previa de febrero, mes de retorno de la actividad judicial y del comienzo de la sustanciación del juicio a la Corte, en Argentina pudimos escuchar ideas que refieren a grandes propuestas a partir de la Asamblea de la CELAC y su contexto. La oposición argentina, a diferencia de Sandro, el de América, ni siquiera supo ofrecer algo que pueda seducir más allá del prejuicio y del preconcepto. Y buena parte del oficialismo sigue decidido a jugar al juego que parece que mejor juega y más le gusta: tirarse tiros en los pies. Seguramente habrá más novedades para este boletín.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 29 Jan 2023 20:26:41 -0300
Antón Pirulero https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6750-anton-pirulero https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6750-anton-pirulero Antón Pirulero

Antón, Antón,
Antón Pirulero,
cada cual, cada cual
atiende su juego,
y el que no, y el que no,
una prenda tendrá.
(Anónimo)

Huelga decirlo, pero para quienes pasamos la barrera que suponen las cinco décadas de edad, fuimos criados con una serie de canciones infantiles que no se caracterizaban siempre por el sentido de lo colectivo o de lo diverso. Antón Pirulero (dejamos aquí un interesante post que viene a zanjar la cuestión de si es “Antón” o “Al Don”), siempre resultó una creación que hacía gala de un marcado individualismo ya que, si cada uno no atendía su juego, tendría una prenda.

Podría afirmarse que estas líneas pueden servir de excusa para evitar una necesaria sesión de psicoanálisis, pero lo real y concreto es que, cuando se observan algunos posicionamientos políticos del oficialismo nacional (y provincial), uno no puede dejar de observar cómo perseveran ciertas lógicas individuales antes que las del conjunto. Promediando enero, la ausencia de un liderazgo que aglutine resulta cada vez más evidente. Capítulo número mil de un proceso que transforma a la idea de la diversidad en un juego donde prevalecen las mezquindades de los distintos protagonistas. Pasen y vean. Están todos y todas invitadas.

Desde hace unas cuantas semanas Alberto Fernández aparece más activo en temas y regiones que había dejado de abordar en el pasado no tan lejano. Comenzó el año con el anuncio del inicio del proceso de juicio político a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, ha recorrido un par de provincias, y ha dado a conocer una serie de videos donde, a la vez que cuestiona la gestión macrista, realza lo hecho por su administración en este tiempo. Los últimos spots se parecen, y mucho, a los de un presidente/candidato: discute con cierto decir opositor, muestra un futuro cercano de esperanza y fogonea una autovalorización que el macrismo parece destinado a esmerilar.

La estrategia presidencial se ancla en una temporada turística récord, de argentinos que vacacionan en el país pero también de aquellos que se corren hasta Brasil; en una gestión económica conducida por Sergio Massa que evitó el abismo y pone cierta perspectiva en una baja real de la inflación; en una actividad industrial que en algunos sectores muestra los mejores números desde hace quince años; en un conjunto de obras estructurales que son vitales para el tiempo que viene y en un protagonismo regional que se complementa con el éxito lulista de octubre de 2022. Si toda esta hiperactividad obedece al deseo íntimo presidencial de ir por la reelección o de evitar el vacío de poder sintetizado en la historia de un pato rengo, es algo que sólo Alberto Fernández y el tiempo (fundamentalmente) podrán definir.

https://twitter.com/alferdez/status/1616534217072017428

Cristina Fernández de Kirchner por su parte, aparece cada vez más determinada a mostrar el comportamiento mafioso de buena parte de la justicia federal que anida en Comodoro Py y que, en esta semana, volvimos a tener un ejemplo de su eficaz accionar cuando el juez Sebastián Ramos decidió archivar (en menos de dos semanas) la causa contra el ministro de Seguridad y Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires Marcelo D’alessandro, por los audios que lo involucraban en una relación bochornosa con Silvio Robles, el jefe de asesores de Horacio Rosatti. La vicepresidenta sigue mostrándose muy lúcida para reflejar la red de complicidades que operan en ese antro llamado tribunales federales y el día viernes advirtió de que están llevando a la institucionalidad argentina a un callejón sin salida.

La gran pregunta para este 2023 es si esa lógica política mueve el amperímetro electoral. Con una inflación del 95% para el año que pasó, con una expectativa (con todo el viento a favor) de bajar ese número al 60% para los próximos doce meses, queda la duda persistente si la sociedad en su conjunto pone en valor esa justa disputa que lleva adelante la dirigente peronista con más votos.

https://twitter.com/CFKArgentina/status/1616437324421668864

Sergio Massa por su parte tuvo una semana con matices. Al anuncio de la recompra de deuda por U$s1000 millones, medida que le permitió quitar presión a un dólar ilegal que había aumentado casi un 10% en muy pocos días, le siguió una sobreexposición de su figura que recibió el cuestionamiento del multimedios más poderoso de la Argentina. Algunas cosas no parecen casuales: desmontar una pequeña corrida cambiaria tiene sus costos, para Massa incluido.

La situación es clara: el gobierno articula poder como puede, con medidas de distinto tipo y, excepto honrosas excepciones, no aparece un conjunto de dirigentes que le ponga el cuerpo al asunto. Si al presidente se le pedía audacia para emprender disputas que de antemano se sabían perdidas (el juicio a la Corte es un claro ejemplo de ello), hoy, no aparecen muchas de esas voces bancando la parada. Si retoma una siempre necesaria y sana costumbre de recorrer el país, vale preguntarse cuántos son los dirigentes locales que están dispuestos a acompañarlo en la recorrida.

Para muestra basta un botón decía mi abuela, y en la semana que pasó los santafesinos tuvimos un buen ejemplo de lo dicho en el párrafo anterior. El gobierno nacional anunció una partida de $1300 millones para la provincia de Santa Fe para paliar los efectos de la sequía. Rápido de reflejos, el diputado Roberto Mirabella, hombre de estrechísima confianza del gobernador Omar Perotti y uno de los dirigentes que suenan como delfín del primer mandatario provincial para sucederlo en el cargo a partir de diciembre de este año, se ocupó vía Twitter de agradecer pero a la vez señaló una crítica por la ausencia de un plan integral. Uno lee el mensaje y no entiende bien si lo escribe un oficialista o un opositor.

https://twitter.com/mirabellarob/status/1616162172190474245

En ese ejemplo menor, insignificante si se quiere, radica parte de una pregunta que parece rondar en ciertos ámbitos que no son, precisamente, los que componen el famoso y nunca del todo identificado círculo rojo: ¿Quién defiende al gobierno?, y ampliando la perspectiva, ¿Quién defiende al peronismo en su conjunto?

Si, unos quinientos supuestos empresarios que dicen gustar del riesgo inversor capitalista, actúan en tándem con la Embajada de los EE.UU. y salen a cuestionar un pedido de juicio político contra la Corte Suprema de Justicia de la Nación, instancia jurídica consagrada en la mismísima Constitución Nacional, luego de que la propia oposición argentina haya presentado una veintena de juicios políticos al presidente de la Nación y nadie se ofendiera demasiado; y sólo se escuchan unas pocas voces que se paren frente al dislate de una embajada metiéndose en asuntos internos, cabe preguntarse el porqué de un silencio nacional y popular tan atronador.

El Frente de Todos surgió como producto de la urgencia que suponía sacarse de encima el lastre que representaba para el país la continuidad de un gobierno como el de Cambiemos en el período 2015 – 2019. La inteligencia de Cristina Fernández de Kirchner fue determinante y la idea de la “unidad en la diversidad” pareció sintetizar un espíritu de época que, con el surgimiento de los problemas más importantes de la gestión, no pareció prevalecer.

En el después no hubo una construcción que permitiera “pasar de pantalla”. ¿Falta de generosidad o de amplitud de los principales dirigentes? Esta podría ser una línea de abordaje para entender por qué hoy el Frente de Todos devino en la suma de “diversos con un sello común”, y no mucho más que eso.

La gran pregunta que subyace cuando se amplía la mirada es si este es un problema forjado en la propia génesis del Frente de Todos o es, en realidad, una característica sobresaliente del sistema político argentino en los años 20’ de este siglo XXI. Realmente resulta difícil de definir en este espacio, pero lo real y concreto es que nadie la tiene sencilla en este juego de distintos. Ni oficialistas, ni opositores. Estos últimos aparecen enfrascados en una virulencia interna que sólo es ralentizada cuando se trata de bloquear en forma sistemática al oficialismo, con crítica a la Asamblea de la CELAC incluida, ofreciendo el triste espectáculo político de pretender limitar la presencia en el país, de mandatarios que no son del gusto amarillo.

https://twitter.com/juntoscambioar/status/1612883168872304642

¿Las PASO podrían superar esta encerrona donde cada cual atiende su juego? Es una posibilidad. Lo planteamos hace tres meses atrás, cuando sosteníamos desde este grupo de trabajo que ese formato de internas creadas en la gestión kirchnerista había llegado para quedarse. Una de las virtudes de esa forma de ordenar la vida interna de los partidos es que, la disputa (y el consiguiente resultado) puede servir para fortalecer la vida de cada uno de ellos. Si bien esto no es un cálculo matemático de una exactitud definitiva, la alternativa de un proceso interno tal vez pueda reordenar y dar nueva significancia a algunos liderazgos.

Queda saber si el peronismo se decide por este método o si, por el contrario, prevalece la unidad de un nombre común. Cualquier método será posible, pero lo que queda cada vez más claro, para lo que el futuro depare, es que deberá reconsiderarse la idea conceptual del Antón Pirulero.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 22 Jan 2023 11:13:22 -0300
El banquito y el ring https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6748-el-banquito-y-el-ring https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6748-el-banquito-y-el-ring El banquito y el ring

El recordado Ringo Bonavena, hombre guapo tanto dentro como fuera del ring, con veleidades de artista pero con la enorme sabiduría de los hombres sencillos y de barrio, supo decir que “cuando suena la campana, te sacan el banquito y te quedas solo”. A esa lógica parecen responder los movimientos políticos de la última semana del año de las dos principales figuras institucionales del país. Con escenarios y estilos distintos, pero con un vértice común, un sistema de Justicia putrefacto, Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner generaron un par de hechos que marcaron la agenda del sistema político en su conjunto. Queridos lectores, estimadas lectoras, no esperen balances anuales ni mucho menos. No encontrará aquí resúmenes de este 2022 que nos deja, ni nada que se le parezca. Primero porque el calendario anual poco tiene que ver con la finalización de los procesos políticos; y segundo, porque nuestra cotidianidad resulta lo suficientemente atractiva para caer en algunas redundancias. Pasen y vean. Están todos y todas invitados.

Alberto Fernández jugó al factor sorpresa y el lunes dio a conocer vía redes, la decisión que había tomado durante el fin de semana respecto del fallo cortesano que favorece a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en materia de coparticipación federal en el tema de seguridad.

Recordemos que la semana anterior, un conjunto de gobernadores habían insistido en desconocer el fallo judicial, ya que le resta fondos al resto de las provincias y afecta a cualquier atisbo de federalismo sobre el que se constituyó al andamiaje institucional argentino. El combo venía armado con la recusación de los cuatro jueces que integran la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

La jugada parecía demasiado riesgosa para el poco rédito que podía esperarse. La Corte es el último peldaño de apelación del país y más allá de que un pedido de recusación resulte jurídicamente posible, se da por descontado que cualquier tipo de revisión cortesana no se saldría de los fundamentos que se conocieron hace un par de martes atrás.

En definitiva, ante un pleito que involucraba al Estado nacional contra uno subnacional, el no cumplimiento de una decisión judicial expone a su máximo responsable, a quedar a tiro de una denuncia penal. Los muchachos y muchachas le golpeaban la espalda al presidente, le tenían el saco para la pelea, pero cuando sonaba la campana, todos mirarían para otro lado. Una cosa es una disputa política y otra muy distinta terminar con un juicio por intentar una quimera judicial.

https://twitter.com/alferdez/status/1607377552040935424

Sabrá Alberto Fernández si ese fue el espíritu que lo llevó a tratar de romper con el clima político que se había creado post reunión con los gobernadores, pero debe decirse que la propuesta que hizo conocer a la sociedad a través de redes, resultó de una agudeza política digna de destacar ya que, a la vez que no incumple el fallo, no altera el presupuesto (el monto que supone el cumplimiento de lo dispuesto por los cortesanos, no está incluido en el presupuesto 2023), emite papeles de un valor nominal muy bajo (con lo cual Horacio Rodríguez Larreta no podrá hacer el uso que había imaginado para su candidatura presidencial), utiliza la misma forma de pago que estos jueces convalidaron para las deudas con San Luis y Santa Fe, mantiene el reclamo por la recusación de los cuatro jueces y le pasa la pelota al Congreso Nacional con el tratamiento de una modificación a la Ley de Presupuesto.

En el cristinismo, la jugada fue vista como un nuevo caso Vicentín. La propia vicepresidenta no se privó de dejar alguna frase para la chicana política (“agrupación amague y recule”) en su discurso que dio en la inauguración del polideportivo Diego Armando Maradona en la ciudad de Avellaneda. La comparación parece injusta, ya que en política, no tiene mucho sentido insistir con escenarios de una derrota institucional segura, aunque nos asista la razón.

La pregunta la dejamos por aquí: ¿un gobierno debilitado, por factores de poder internos y externos, por errores propios y virtudes ajenas, puede hacer una acumulación política desde un lugar perdidoso? No sirve el ejemplo de un tal Néstor Kirchner promoviendo la recusación de la Corte del menemato desde la debilidad del 22% de los votos, ya que en aquellos tiempos, vaya detalle, el Congreso Nacional tenía una composición que permitía imaginar la posibilidad concreta de un juicio político a Julio Nazareno y sus acólitos.

Es también la propia Cristina Fernández de Kirchner la que decide no subirse al ring de ciertas peleas. Inteligentemente, unas semanas atrás reconoció que más allá de los deseos, una hipotética candidata con una condena en primera instancia, no era el mejor ejemplo para (ya que estamos charlando en términos boxísticos) la pelea de fondo del año próximo.

En el discurso del miércoles algunos parecieron entender que volvía sobre sus pasos y que ahora iba a intentar incidir sobre el juego político venidero. Eso es falso. Nadie se sube a un lugar del que nunca se bajó. Lo dijimos en este mismo espacio hace algunas semanas atrás: por historia militante, por compromiso con el espacio que supo construir y por la densidad política que representa su figura, la vicepresidenta va a incidir en lo que viene más allá de las candidaturas, aunque el cristinismo de paladar negro no se resigne y trate de reinterpretar cada frase en un sentido o en otro. No se trata de una canción de Patricio Rey sobre las que hay que tratar de “descular” ciertos enigmas: se trata de una decisión política ya tomada y sobre la que parece no tener retorno.

https://twitter.com/CFKArgentina/status/1607857178488061954

Ese desasosiego del cristinismo obedece a un pecado original: haber hecho, en el último tiempo, la construcción política del pleno, esa de jugarse una única ficha a una candidatura que vuelva a tener a “la jefa” como un parte aguas ya no del peronismo, sino del electorado en su conjunto. Debe reconocerse: cuando el pleno se acierta puede ser la mejor de las sensaciones, pero cuando se falla, el ánimo de desamparo resulta definitivo.

No se termina de entender por qué desde el cristinismo se jugó esa ficha dorada. El escenario no es muy disímil de lo que ocurría en 2019. Si los límites de hace 43 meses impusieron la necesidad de elegir a un moderado sobre el que no pocos se sienten desilusionados porque no fue lo que ellos pretendían que fuera (grave error que suele ocurrirnos a los militantes: confundir deseo político con realidad); si el techo bajo de Cristina tenía como resultado consiguiente e hipotético, un triunfo que no necesariamente le permitiría gobernar en los términos que ella lo deseaba; si el electorado argentino viene eligiendo a candidatos que habitan la ancha avenida del medio, porque no gusta de ciertas estridencias a la hora de la acción política (los casos de Pablo Javkin y Omar Perotti, por estos arrabales del mundo, resultan un buen ejemplo); hay en todo ello un error de enfoque mayúsculo. Pero cuidado, más allá de ciertas desorientaciones, y de que no se haya armado ningún “kilombo” cuando la tocaron, Cristina no está jubilada ni mucho menos.

En este contexto, con un  peronismo algo atribulado, sale la tercera pregunta de rigor: ¿se puede construir una candidatura presidencial en unos pocos meses? La historia reciente del Frente de Todos parece indicar que sí. Más allá de quién decida serlo, deberá entender que, además de la mejora de los indicadores socio económicos, adentro del ring, viene el paquete de una mafia judicial, política y periodística de proporciones. Esa misma que, en plena interna visceral, entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, no se priva de tener representantes muy activos de cada uno de los lados de esa grieta.

Desterrada la idea de halcones y palomas (deseamos que desde este lado algunos dirigentes asuman el concepto), Marcelo D’alessandro es al jefe de gobierno porteño, lo que Gerardo Milman es a la actual presidenta del PRO. Con pruebas contundentes de la pertenencia a una mafia, mientras del primero se espera sobre la mañana tempranera de viernes su renuncia, por vinculaciones muy estrechas con un asesor del presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación Horacio Rosatti; al segundo lo pasaron a cuarteles de invierno a partir de su vinculación con el intento de magnicidio sobre Cristina Fernández de Kirchner, pero también por tener armada una red apócrifa de asesores y aportantes. Habrá que ver cómo actúa el mundo amarillo frente al pedido de los legisladores del FDT, para que el ex vice ministro de Seguridad de la Nación sea expulsado de la cámara por inhabilidad moral.

El 2022 va concluyendo. Como siempre, la política argentina se mostró activa, dinámica y a veces perturbadora. Se han traspasado barreras que muchos argentinos creíamos que nunca se pasarían. Aquel acuerdo suscripto hace 39 años, el que suponía cierto respeto por las formas y el fondo de las cosas, ha comenzado a crujir. Con precandidatos que prometen “bala” como gran solución al problema de la inseguridad, con dirigentes que miran al costado en un intento de magnicidio, con la violencia mediática a un click de distancia, con una región como Rosario azotada por crímenes y atentados (ahora a medios); el ánimo no resulta el mejor para los festejos.

Queda el mundial como regocijo, y desde la individualidad que supone este grupo de trabajo, la satisfacción de más de 50 análisis publicados, más allá del cansancio, de vacaciones o imposibilidades varias. Podemos seguir diciendo en lo que creemos, desde nuestra pequeñísima verdad relativa, pero desde el inoxidable honor de seguir siendo fieles a nosotros mismos. Vaya el deseo del mejor de los años para lectores y lectoras. Salud! (en siete días nos volveremos a encontrar).

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Fri, 30 Dec 2022 22:46:40 -0300
Estado de sopor https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6745-estado-de-sopor https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6745-estado-de-sopor De la serie "La Nada en el Vacío"

"A veces estoy tan bien, a veces tan down.
Calambres en el alma,
Cada cual tiene un trip en el bocho,
difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo."
Promesas en el bidet - Charly García

La política argentina llega a la última quincena del año con un escenario de variadas indefiniciones que, ilusoria o inocentemente, algunos quieren adjudicar al mundial de fútbol de Qatar. En un país visceralmente futbolero, la performance de la Selección Argentina nos ha colocado en un lugar inusual para estos días del año. Ya se acerca nochebuena, ya se acerca navidad y nadie parece haber estado del todo preocupado por los encuentros ni por cómo estará el clima en los días festivos. Mucho menos por el devenir y los acontecimientos políticos que aparecen cada vez más en una lógica enmarañada que sólo interesa a unos pocos. Todo parece estar alcanzado por una especie de estado de sopor que, como define la Real Academia Española, se define como “el embotamiento de los sentidos y la torpeza de movimientos”. Para la primerísima de nuestras preocupaciones quedan pocas horas para las definiciones. Para las otras, bastante más. Si usted tiene ganas y tiempo, entre sufrimiento, cábalas y angustias varias, pase y vea.

El “renunciamiento” de Cristina Fernández de Kirchner activó varias respuestas esperables. La primera de ellas, tradicional en el manual de gestión de la política kirchnerista cuando se toma una decisión que altera el tablero, devino en el silencio vicepresidencial y, a la vez, activó algo que podía esperarse de antemano: la conformación de algunas mesas políticas que tienen como foco principal las elecciones de 2023. Picaron en punta un conjunto de gobernadores (para hacer honor a su exitosa carrera, el santafesino Omar Perotti no fue de la partida) y un grupo de sindicalistas que suelen mostrarse muy amigables con ciertos espacios de poder. El sentido del encuentro se sustenta en la necesidad de encontrar un candidato, si se puede propio, que les garantice una mayor visibilidad y algunas certezas de cara a lo que viene.

Fenómeno raro el de los gobernadores que mientras imaginan una candidatura nacional, apuestan por la eliminación de las PASO para elegir a dedo a sus “pollos” y por una separación de las elecciones nacionales de las provinciales a los fines de blindar sus territorios.

Fenómeno raro el de este conjunto de sindicalistas que, mientras varios de ellos resultaron decididamente complacientes con las intenciones macristas del período 2015 – 2019, hoy pugnan por una representación institucional en listas de legisladores, a la par que plantean la queja de no haberla logrado en las últimas elecciones, como sí le sucedió a quienes tributan en el kirchnerismo. La pregunta es simple: ¿por qué un líder (o lideresa) te regalaría la promesa de una representación de un espacio del que nunca te sentiste parte? La respuesta es más sencilla aún.

El Partido Justicialista se encuentra en estado de discusión. No de ebullición porque para eso se necesita de una militancia que, luego de la definición cristinista, está como en el tango “sin saber que trole hay que tomar para seguir”. Sin un candidato definido previamente, la semana registró dos hechos que reflejan esa falta de definiciones de las que hablábamos al comienzo: el acto presidencial por la celebración de los tres años de gobierno, lo cual no derivó precisamente en un extendido reconocimiento oficialista y la buena nueva del número inflacionario de noviembre que llegó al 4,9%.

https://twitter.com/INDECArgentina/status/1603465007026606096?cxt=HHwWoMC4mbW708AsAAAA

No deja de ser paradojal la situación ya que ese número mensual que en otros países representaría un problema, en la Argentina deja una mueca de cierta conformidad. Como siempre, cualquier hecho político, y la inflación lo es, debe ser analizada desde el contexto que la enmarca: coquetear sistemáticamente con un alza de precios que ronda entre el 6% y el 7%, no es una buena señal para nadie. Completa el cuadro el dato de una baja sustancial en el índice de alimentos, construido en base a mucha “perseverancia” sobre los formadores de precios.

Con ese dato alentador a cuestas, la oposición política y la corporación mediática (que son más o menos lo mismo) se encargaron a partir de mismísimo jueves de empezar a poner dudas sobre el método de medición, parangonándola, sin ningún tipo de denuncia de los trabajadores y académicos del Indec, con los tiempos de Guillermo Moreno. Si la baja persistiese (habrá que prestarle especial atención a diciembre que históricamente resulta un mes “caliente”) estos sectores podrían encontrarse ante un nuevo y doble problema: el cambio de ánimo social con una inflación que pueda mostrar una tendencia a la baja y la emergencia de Sergio Massa como un referente en donde buena parte del peronismo estaría dispuesto a pedirle (sino rogarle) por una candidatura presidencial. Qué hará el tigrense es una cosa que sólo él debe tener en claro. Si es que lo tiene.

Ese estado de sopor se completa con la situación de un congreso nacional paralizado en cuanto a la sanción de leyes. Lo excepcional del asunto es que ello no responde exclusivamente a lo que podríamos definir como las naturales diferencias que surgen en un esquema de poder tan marcadamente polarizado entre dos fuerzas antagónicas, y que, en algunas ocasiones concluiría con un escenario de empate permanente que articula un constante bloqueo del propio sistema político.

Como en algunas crisis de pareja, aquí las razones se sustentan en la presencia de un tercero (o tercera) en discordia: el Poder Judicial y la Corte Suprema de Justicia de la Nación que lo gobierna. La apelación sistemática a juzgados para dirimir cuestiones que le corresponden a la dimensión de la política, la recurrencia a tecnicismos que garanticen supuestos intereses generales, la aceptación gustosa de buena parte del sistema de justicia de auto habilitarse el rol de árbitro en pleitos que exceden al mundo del derecho y la promiscua relación construida entre una parte de la dirigencia política, jueces, fiscales, servicios de inteligencia y medios de comunicación, han derivado en un momento histórico donde la política le pide permiso a la justicia, permiso “para ser”. El estropicio generado en el Consejo de la Magistratura sobre el que esta semana tuvimos un nuevo capítulo, no ha hecho más que confirmar el deterioro comentado: ese propio organismo paralizado, siete universidades sin haber sido creadas, autoridades de la Cámara de Diputados sin nombramiento efectivo y la ley de humedales sin tratamiento efectivo, son consecuencia de ese desandar.

Serko
Serko

La política argentina no se detuvo ni entró en ese estado de sopor por culpa del mundial, sino porque ha terminado siendo víctima de su propio devenir. A la hora de la verdad, y de acuerdo a los resultados, buena parte del quehacer opositor no se define en la sede la Unión Cívica Radical, del PRO, del municipio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ni en la de la Fundación FIFA con sede itinerante en Qatar, sino en el cuarto piso de la calle Talcahuano 550, hábitat natural de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, mismo organismo que, de yapa, esta semana tomó la decisión de no revisar uno de los casos sobre los que Milagro Sala ha recibido condena, y por lo tanto, la misma ha quedado firme. De paso, con esa decisión agregó un nuevo foco de conflicto interno en el Frente de Todos, ya que algunas voces han comenzado a pedirle al presidente de la Nación por un indulto al que Alberto Fernández ha rechazado históricamente.

El mundial y el año comienzan a despedirse. Vivimos las últimas horas y días de cada uno de ellos. Pero, mientras en el primero las definiciones son inexorables, este 2022 le hereda a su sucedáneo un cúmulo de situaciones no resueltas que, seguramente, marcarán la cotidianidad de los próximos 365 días. Carlos Alberto García Moreno canta que cada uno tiene un trip en el bocho y que así es muy difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo. Nada muy distinto a cierta dirigencia política. Salud Selección Argentina, y que en su juego y resultado, encontremos una verdadera alegría que, a la vez que colectiva, sea definitiva.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sat, 17 Dec 2022 16:28:55 -0300
Hacerse cargo https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6744-hacerse-cargo https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6744-hacerse-cargo Hacerse cargo

"Este asunto está ahora y para siempre en tus manos, nene.
Por primera vez vas a robar algo más que puta guita.
Cuando la noche es más oscura,
se viene el día en tu corazón".

Juguetes perdidos - Patricio Rey y sus redonditos de ricota.

En contadas ocasiones una semana política puede condensarse de manera tan visceralmente definitiva sobre una misma personalidad, definiendo el juego en un sentido o en otro, pero con la inestimable capacidad de saber salirse del molde de todo lo que está preestablecido. Siguiendo con la lógica mundialista que nos alcanza, Cristina Fernández de Kirchner se parece a esos jugadores que soportan la peor de las presiones pero que en un solo movimiento desvían el sentido del juego de manera decisiva. Que se parezca o no a un muchachito nacido en barrio Las Heras, que desde hace algunos lustros reside en Europa, pero que se resulta más rosarino que el Carlito, es una elucubración que sólo cabe en la imaginación de los futboleros más atribulados. Cristina en el centro de la escena por enésima vez. Entre partido y partido catarí, pasen y vean.

Esta vez la semana política comenzó el domingo cuando un par de medios que nada tienen que ver con la corporación periodística, dieron a conocer una serie de mensajes y audios de Telegram que mostraban la impúdica relación que han sabido construir unos cuantos jueces federales, servicios de inteligencia, una fracción del poder político, un empresario que viola la ley argentina desde hace varias décadas y lo más granado de la conducción del grupo Clarín.

Lo informado derivó en un tembladeral político y judicial. Lo que inicialmente no pocos medios trataban de ignorar, con la cadena nacional del día lunes del presidente Alberto Fernández, quedaron obligados a dar cobertura. Si bien es cierto que los audios y mensajes tienen nulo valor jurídico, no menos real que ello resulta que tienen una decisiva incidencia política. Lo que se conoció el domingo anterior, con la única desmentida de Marcelo D’alessandro, ministro de Seguridad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, quien afirmó que los datos estaban editados, no recibió ninguna desmentida del resto de los protagonistas. La foto de directivos de Clarín recibiendo a los visitantes en el aeropuerto de San Carlos de Bariloche muestra no sólo la hospitalidad de los organizadores del encuentro sino la impunidad (¿además de idiotez?) de mostrarse en público.

Mientras los “huemules” (así es el nombre del grupo) se desvelan por conocer a los autores de la filtración, el conjunto de los argentinos nos enterábamos de cómo unos cuantos funcionarios públicos discutían medidas que suponían la violación de la ley. No sólo está en juego el delito de dádivas sino que, a partir de la información sobre el viaje que había dado a conocer el diario Página 12 hace un par de meses atrás, los protagonistas dialogaban sobre la emisión de facturas apócrifas para el pago del vuelo como así también del hospedaje. Uno de los jueces resulta, a la sazón, juez en lo penal y económico. No deja de resultar un interesante oxímoron que un funcionario que debe investigar y juzgar al delito económico forme parte de una organización que altera pagos.

Pero más allá del valor jurídico del asunto, de quienes resulten los autores de la filtración (y con qué fines), el hecho deja al descubierto dos factores elementales de cómo se mueve parte de la política argentina de este tiempo.

El primero refiere a la necesidad de que descartemos definitivamente y para siempre, esa falaz teoría de que en el mundillo PRO existen halcones y palomas. Si alguien nos quiere convencer que el larretismo representa a esa noble ave que representa a la paz, se equivoca de cabo a rabo. La provocativa propuesta de gobernar con el 70% de los argentinos, dejando de lado al resto que representaría el kirchnerismo, se suma de manera directa con el hecho de uno de sus ministros formando parte de un nuevo ejemplo de Lawfare y con el propio Horacio Rodríguez Larreta defendiendo a su funcionario. Para muestra basta un botón diría mi abuela, y el ex interventor de PAMI en tiempos de Fernando de la Rúa viene sumando acciones como para hacerse un saco del mejor estilo inglés.

El segundo factor refiere a una nueva confirmación de que Juntos por el Cambio llegó a la política nacional para romper todos los códigos de convivencia política con sus adversarios. El silencio de amarillos y radicales (con la sola excepción de la inefable Margarita Stolbizer, quien pidió la renuncia del ministro), muestra que nada los conmueve a la hora de la defensa corporativa. Que un sistema político, ante semejante escándalo, tenga como máxima aspiración a que los propios sólo hagan silencio como forma de cuestionamiento interno, refleja el nivel de deterioro de las relaciones institucionales.

Pero si hablamos de deterioro, no podemos dejar de poner sobre la mesa el fallo condenatorio a Cristina Fernández de Kirchner en la causa Vialidad. La forma en que se estructuró el juicio, el absurdo que supone que los jefes de gabinete no tengan responsabilidad alguna en la administración fraudulenta, la increíble absolución de Julio De Vido siendo ministro del área a la vez que se castiga a la actual vicepresidenta, muestra tres cuestiones definitivas: que, efectivamente, la condena estaba escrita hace tres años, que el adelanto de los  argumentos del fallo están flojitos de papeles y que sólo interesaba la proscripción política de la dos veces presidenta de los argentinos.

Ante esto, Cristina fue por más. A minutos de conocerse la condena, pidió la pelota y demostró por qué es la lideresa más importante de estos, casi, cuarenta años de vida democrática. Engarzó, cual orfebre relojero, su condena con los audios y mensajes conocidos 48 horas antes. Ya no habló de Lawfare sino, lisa y llanamente, de mafia. Identificó a uno por uno de los protagonistas del viaje a la mansión de Joe Lewis en Lago Escondido y su historia judicial reciente. No se privó de cuestionar a su compañero de vida sobre alguna concesión efectuada a Clarín, puso en el centro de la escena a Héctor Magnetto y anunció su renunciamiento a ninguna candidatura de ningún tipo para que el peronismo no quede condicionado por la condena de primera instancia.

Más allá de la emoción a flor de piel de la protagonista, la decisión provocó una evidente desubicación en propios y extraños. Para estos últimos, porque con esa jugada se quedan sin un argumento de peso para una campaña electoral que todo parece indicar no se desandará por caminos de concordancia y armonía política. Cualquier parecido con movimiento ajedrecístico de mayo de 2019, cuando decidió bajarse de una candidatura sin bajarse del todo, es parte de su imaginación querido lector, estimada lectora.

https://twitter.com/CFKArgentina/status/1600233714679586817

Para los propios, la decisión también agrega una dificultad extra en el recorrido del año electoral. Con el pleno del cristinismo jugando a un operativo clamor que no tendrá efecto, no fueron pocos a los que les llegó una sensación de desamparo político. Si fue una respuesta producto de la emoción o de algo meditado previamente parece una pregunta menor ante la idea de pensar si, en definitiva, una condena tan definitivamente amañada resultó un éxito o un fracaso para los intereses corporativos.

Nos explicamos. Cristina ha decidido sacarse el sayo de una candidatura que siempre, guste o no, condiciona, por los factores externos o internos, por el perfil del candidato o candidata y también, por el de los adversarios. Con ella fuera de esas responsabilidades, vale preguntarse quién le impedirá “ser” a partir de poder contar con estas libertades porque, y aquí nadie debe confundirse, un renunciamiento no supone abandono de la política.

Pero la incomodidad de la decisión excede al propio peronismo y alcanza también al conjunto de ese conglomerado que podríamos definir como movimiento nacional y popular. Los titulares y no pocos analistas domingueros (excepcionalmente, hoy escribimos un domingo) intentan responder o desentrañar quiénes pueden ser los candidatos peronistas del 2023 para la presidencia. Y la verdad, eso parece una duda menor.

La gran pregunta que deja lo sucedido en los últimos siete días refiere a qué tipo de candidato se prefiere desde este lado, para dar qué tipo de batallas políticas, con qué elementos a mano y con cuáles a construir. Entre tantas cosas, si de algo debe servir la experiencia del Frente de Todos a partir del gobierno de 2019, es tener en claro cuál es el horizonte aspiracional en pleno siglo XXI, con qué herramientas y métodos, para que ciertas diferencias naturales no ralenticen a un gobierno a partir de lo que cada uno supone que debe hacerse.

Menuda tarea para el movimiento nacional y popular. “Este asunto está ahora y para siempre en tus manos” nos dice el septuagenario que supo conquistar a bandas inconsolables, de perros sin folleto y brujas de alma sencilla. Y aunque ella va a seguir estando, algo similar nos parece decir Cristina. Habrá que hacerse cargo. Tal vez así, la noche se haga día… 

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 11 Dec 2022 19:50:03 -0300
La política sitiada https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6741-la-politica-sitiada https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6741-la-politica-sitiada Asedio de Antioquia

Entre los vaivenes de las internas de los dos frentes políticos más importantes que existen a nivel nacional, lo cual se proyecta y afecta a múltiples ámbitos institucionales; las estrategias gubernamentales que tratan de poner dique a una inflación que no baja del 6% mensual y las novedades judiciales sobre el intento de magnicidio a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, donde una serie de decisiones parecen entorpecer cualquier atisbo que permita echar luz sobre los aportantes económicos y, tal vez, sobre los vínculos con cierta dirigencia política; en la semana se agregó el dato de una nueva acordada de la Corte de Suprema de Justicia de la Nación que falló en contra de una decisión política tomada por el Senado confundiendo, otra vez, gordura con hinchazón, al meterse en un terreno que no le es propio y que activa, por enésima vez, un conflicto de poderes sobre el cual vale la pena poner cierta perspectiva analítica. Sean todos bienvenidos y bienvenidas.

La Corte, en un escrito dispuesto por tres de sus cuatro integrantes, al fallar a favor de la demanda planteada por el senador Luis Juez, vuelve a meterse en arenas movedizas que no hacen más que aportar a su ya evidente desprestigio.

Brevemente recordemos el caso: en el mes de mayo, mientras se discutía la conformación del Consejo de la Magistratura, el oficialismo del Senado apostó por su división. El hecho sirvió para lograr la segunda minoría y de esa manera obtener un representante más en ese cuerpo colegiado. La estrategia que podrá discutirse de acuerdo al gusto de cada uno, pero que resulta definitivamente legítima en términos políticos, no era del todo nueva ya que, en pleno gobierno macrista, el legislador Pablo Tonelli, con la misma estrategia, resultó beneficiado con la partición del bloque de Juntos por el Cambio.

En su momento Luis Juez recurrió a distintas instancias judiciales que le negaron razón ya que, de acuerdo a lo interpretado por la primera y segunda instancia, la forma de elección de los consejeros que representaban al cuerpo legislativo, era exclusiva responsabilidad de éste último. La Corte viene a cuestionar esos fundamentos. Pero al hacerlo, como diría mi abuela, se mete, otra vez, en camisa de once varas, ya que para justificar los tres votos supremos recurre a una serie de artilugios que refieren más a una racionalidad que resulta propia del mundo del derecho, antes que de la dinámica política: impone fechas limitantes, plazos y acciones que deberían haberse cumplido y que refieren más a la formalidad de ciertos contratos antes que al libre juego de las mayorías y minorías.

Los cortesanos se meten, otra vez, en un terreno pantanoso donde toman decisiones que los exceden (ya lo habían hecho cuando repusieron una ley que había sido derogada legítimamente por el Congreso Nacional hacía 15 años) para el que, además, no están preparados y de yapa, crean un nuevo conflicto entre poderes que a nadie conviene, ya que al supuesto beneficiado, el cargo por el que realizó este malgasto de recursos judiciales, se le vence en escasos diez días. Más allá de su ambición desmedida de poder, con esta decisión, el trío Rossatti – Rosenkrantz – Maqueda agregan un nuevo capítulo al viejo fenómeno de dejar a la política sitiada por otros poderes fácticos y no fácticos en plena vigencia democrática.

El principal antecedente remonta a la década de los 90’, donde el dominio de la dimensión económica se extendía al conjunto de las relaciones sociales. El anclaje argumentativo en la Argentina, más allá de la oleada internacional, se fundaba en la crisis que impuso la primera hiperinflación de finales del gobierno de Raúl Alfonsín y en la segunda que atravesó los inicios del gobierno de Carlos Menem.

El mercado se hizo rey, nada podía discutirse por fuera de los límites que éste imponía, a riesgo de perder ciertos “beneficios” y, de alguna manera y por decisión propia, la política, se corrió del centro de la escena.

No hablamos de que no hubo discusión ni mucho menos, ya que la Argentina, por lo menos en lo formal, siguió resultando una sociedad democrática. Nos referimos a que el período se llenó de protagonistas que reivindicaban, justamente, la autolimitación de la actividad política frente a lo que resultaba inexorable y sagrado: la verdad que (supuestamente) imponen los números.

Con el fracaso del Consenso de Washington, la emergencia regional de renovadas ideas de las que Argentina no estuvo exenta y que el kirchnerismo interpretó como nadie, la política se animó a ir más allá de ciertos límites, estableciendo nuevos contratos sociales con comunidades que habían visto peligrar la paz social. En ese derrotero, las “nuevas izquierdas” supieron mejorar la calidad de vida de las grandes mayorías a la vez que ganarse enemigos que, con el paso del tiempo, supieron desarrollar presencia en cada uno de los sistemas partidarios nacionales. Si para la primera década del siglo parecía imposible la re emergencia de ciertas ideas de derecha, la segunda ya confirmó algunos éxitos que se proyectan al presente.

Ese resurgir que hoy intenta convencernos sobre las ventajas de un individualismo extremo, camuflado de un falso emprendedurismo que nos permitiría construir una sociedad más justa, se montó sobre la recurrencia permanente a la judicialización de la política, donde las minorías que no toleraban los nuevos derechos que se iban consagrando en la vida social, interpelaban al Poder Judicial como reaseguro de que nada cambiara. En el caso argentino, desde lo más chico (Futbol para Todos, por ejemplo) a lo más grande (Ley de Servicios Audiovisuales, Ley de Matrimonio Igualitario, Ley de Educación Sexual Integral y más acá en el tiempo Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo), todo quedó sujeto a decisiones judiciales.

La voluntad de las mayorías, esas que se lograban con consenso, discusiones y el reflejo de múltiples matices que muestran las sociedades de nuestro tiempo, quedaban (y quedan) supeditada a la decisión de un señor o señora a los que nadie había (y ha) votado y que, además, insisto con la idea, están formados y formateados para entender de ciertos tecnicismos que supone un entramado legal pero muy poco para comprender la lógica de ciertas disputas. La política tiene una esencia autónoma, la cual permite ir por utopías con estrategias que el derecho no comprende ya que la razón de ser de éste, con la recurrencia a plazos y leyes escritas, termina resultando un acto limitante y, si se quiere, conservador.

La interpretación que imponen los cortesanos está plagada de argumentos desde la formalidad del derecho, las cuales son cuestionadas en este caso por el Frente de Todos pero que impone un doble riesgo. El primero, y que refiere al mediano plazo, se relaciona con que nada indica que el acuerdo tácito de hoy entre la oposición amarilla y los supremos, sea eterno. Por lo tanto, con condiciones cambiantes, algo que está en el ADN de la política, lo que hoy puede ser a favor, mañana puede ser en contra. El segundo, imaginado en el largo plazo, supone que la jurisprudencia que se está construyendo, podrá determinar en el futuro riesgos mayores. El hecho bochornoso que supone que el presidente de la Corte haya notificado al presidente del Consejo de la Magistratura (a la sazón la misma persona) de cesar en el cargo a un consejero para nombrar a otro, puede resultar un juego de niños comparado con los riesgos que supone para un sistema democrático, las veleidades de un funcionario que se pretende erigir como referencia insoslayable del constitucionalismo argentino.

Si por un momento, sólo un momento al decir de Vicentico, pudiéramos imaginar la solución a esta encerrona institucional la misma radicaría en dos lugares en los cuales la política, en el sentido más puro del término, sería protagonista.

La primera de ellas, impone la necesidad de remoción de esta Corte. Sobran los motivos para el juicio político de cada uno de sus integrantes pero, y esto cabe reconocerse, los “números” no están, ni lo estarán en el futuro inmediato.

La segunda, supone la posibilidad de construir nuevos acuerdos políticos que limite la recurrencia permanente a la judicialización de la política. En este caso, lo que no prevalece es un espíritu que imponga ciertas autolimitaciones. Con una derecha desbocada, que mira para otro lado en la investigación por un intento de magnicidio que roza a algunos de sus referentes, parece una ilusión de principiantes pretender acuerdos que requerirían de una madurez que no abunda.

Por este tiempo, el pesimismo manda. Otra vez, han encorsetado a la política. La intentan reducir a cierto institucionalismo formal y limitante disfrazado de un republicanismo de dudoso valor de Justicia. Ese que supone el sentido de vivir en comunidad.   

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sat, 12 Nov 2022 11:11:20 -0300
Puesta en escena https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6622-puesta-en-escena https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6622-puesta-en-escena Puesta en escena

Buenos atracos, perfectos atentados,
bien iluminados.
Las monjas verdes revolucionarias,
para gran consumo.
Noticias de ayer, extra, extra…

Carlos Indio Solari

La política, la que se juega en las altas esferas, supone la construcción de un relato, el que se solidifica con imágenes y hechos que se desarrollan en el día a día, de alguna manera en formato de “campaña permanente”. Redes, medios de comunicación y, en los últimos años, influencers, operan en una realidad sobre la cual el dirigente / funcionario siempre debe estar muy atento. Los simbolismos son moneda corriente y se justifican en el permanente intento de la construcción de sentido. En la semana que pasó, por un par de días, Rosario se convirtió en el centro de las miradas de la política nacional por su condición de ciudad (y región) atravesada por la problemática del narcotráfico. El punto de discordia es que sus protagonistas no fueron políticos, sino jueces. Un hallazgo de la democracia que hemos sabido construir. Repasemos.

El dirigente político tiene su razón de ser en todo aquello que dice, que verbaliza, pero también en la acción, en lo que defiende con su discurso y con su cuerpo. Usa una multiplicidad de simbolismos en el día a día. Desde su aspecto físico, su forma de vestir, su dicción y hasta la forma en que se relaciona con interlocutores de todo tipo lo definen. Expresa ideas, una cosmovisión del mundo, una forma de interpretar la realidad que lo rodea.  Las formas suelen ser cuidadas, al punto de tener muy en claro qué se dice, para qué se dice y cómo se dice. El destino final es ganarse la confianza de la sociedad para, en una sociedad democrática, ser electo (o reelecto) a los fines de manejar cuotas de poder que le permitan imponer esa idea original. En resumen, para ese formato de político, las elecciones son el último escollo legitimante.

En la Justicia no funciona de ese modo. Es otra cosa (o debería serlo) según nos dicen los manuales más elementales de Educación Cívica. También cuenta con sus propios simbolismos, que, en plena era de la virtualidad, algunos resultan definitivamente anacrónicos.

Por ejemplo, en sociedades dinámicas, que se pretenden igualitarias, con multiplicidad de credos y valores, vale preguntarse hasta cuándo se puede seguir sosteniendo la imagen de una cruz en un ámbito que debería instrumentarse como secular, o la utilización de púlpitos desde donde el juez está por encima de todos como una síntesis de toda razón o, yendo más allá, en la utilización del término Su Señoría que refiere, indudablemente, a la idea del Señor, de tiempos que la modernidad supieron dejar atrás, hace nada más y nada menos que de doscientos años.

Esa simbología pareciera actuar como una especie de reserva moral que no se entiende muy bien de qué, ni de porqué algunos la protagonizan. Argentina vive un tiempo social en el que un grupo de señores (de los últimos 15 años, nunca tan “machirula” la composición cortesana) que se encuentran en la punta de la pirámide judicial, les gusta verse de una manera tal que actúan como protagonistas de esa reserva y desde sus púlpitos le comunican al conjunto de la comunidad, cuál es el camino que debería elegirse.

La ciudad de Rosario hace casi diez años que sufre el drama del narcotráfico en sus calles. Desde lo que podría definirse como el mojón inicial que fue el asesinato de Martín “Fantasma” Paz en una mañana sabatina, allí en la zona de 27 de febrero y Entre Ríos, hemos asistido a una situación de violencia permanente a la que, lamentablemente, nos hemos acostumbrado.

Tribunal Federal n° 2 de Rosario
Tribunal Federal n° 2 de Rosario

Desde los casos más estentóreos, la saga continuó con otros narcotraficantes famosos asesinados en las calles, de noche y también a plena luz del día, alguno que pretendía desarrollar negocios legales que servirían como actividades de lavado; con un jefe policial que era detenido por facilitar información reservada a narcos y que resultaba defendido por parte del oficialismo de entonces diciendo que era un preso político; con un Poder Judicial ordinario que era “abrazado” pero que hacia su interior contaba con un juez que viajaba a ver peleas de box a Las Vegas con el padre del primero de los asesinados; con el atentado a la casa de un gobernador, hecho inédito en la cuarentona democracia argentina, con la correspondiente denuncia y pedido de investigación pero que luego la misma víctima retiraba; con un ministro que aparecía en escuchas anunciando “acomodo” en concursos para la elección de jefes policiales y que luego esos funcionarios terminaban detenidos por proteger a bandas narco, antagónicas de las anteriores.

En el medio sucedía (y sucede) la “disputa por el territorio”. Pero eso sí, pasaba lejos de los barrios coquetos de Rosario y del polígono que definen los bulevares. Si en antaño el barrio de Tablada había sido reconocido a nivel nacional por el proyecto comunitario de la Vigil y por la magia futbolística de un tal Tomás Felipe Carlovich, la segunda década del siglo XXI lo proyectaba a todo el país por el inicio y desarrollo de un tiempo con un reguero de muertes y violencia que no terminó quedando circunscripta a sus zonas más marginales, sino que se extendió a toda la periferia rosarina.

En el mientras tanto y más allá de la cobertura mediática que empezó a contar crímenes en la misma cantidad de días que tiene el año, buena parte de la rosarinidad se autoconsolaba con el “no importa, se están matando entre ellos”. Pero, la idiotez conformista nunca es buena consejera, y como nos cantó hace algunas décadas atrás un ya viejo rockero, “el futuro llegó, hace un rato, todo un palo”.

Podrá preguntarse algún desprevenido o alguien que le empezó a prestar atención al tema desde cierta lejanía con la otrora segunda ciudad del país, cuál ha sido el rol de la Justicia Federal, cuántas investigaciones llevó adelante, cuántos juicios inició, cuántos fiscales y jueces se convirtieron en protagonistas de la cruzada contra el narcotráfico. Y costará encontrar respuestas positivas.

En el devenir de este proceso, el problema de la dirigencia rosarina es que siempre creyó que la inseguridad, con el mundo narco incluido, se resolvía con la llegada de más uniformados primero desde Santa Fe y luego desde Buenos Aires. Y los despachos judiciales con sede en calle Oroño, poco se involucraron en la persecución contra ese mundo del delito organizado y mucho empeño pusieron en el “chiquitaje” que suponen los soldaditos.

Hay que reconocerlo: fueron pocos los especialistas (bastante desoídos por cierto) que insistieron con que las causas de Los Monos y de Esteban Alvarado debían tramitarse en tribunales federales. Pero muchos miraron para el costado.

La pregunta entonces se cae de maduro. ¿A qué viene la Corte Suprema de Justicia de la Nación en pleno a Rosario, a un congreso que fue ideado por jueces vinculados al Lawfare? Voceros y analistas que no pueden ser acusados de oficialistas, no han entendido del todo las razones. Si refiere a la necesidad de respaldo institucional a los jueces de la región, no se termina de entender muy bien a qué, ya que no hubo autocrítica o llamado de atención de ningún tipo sobre lo que no se hace o se hace mal.

No deja de ser llamativa la convocatoria y las presencias. Pero tal vez haya que salirse de la explicación “judicial” y tengamos que involucrarnos en la política. El tono ceremonioso utilizado, los dichos de Lorenzetti sobre la necesidad de crear una super agencia que se dedique a las causas de narcotráfico, y las recomendaciones cortesanas al Poder Ejecutivo nos permite afirmar que el cuarteto que gobierna al Poder Judicial desde el cuarto piso de calle Talcahuano, se parece cada vez más a un agrupamiento político antes que a un grupo de hombres comunes que tienen la loable función de saber interpretar la Constitución Nacional.

Los cortesanos con su pléyade de asesores a cuestas, el centenar de jueces que abrevan en la Asociación de Jueces Federales de la Argentina (AJUFE), los modos, las formas de la reunión, la presencia de no pocos representantes de la política opositora (defina usted querida lectora, estimado lector, donde lo ubica al gobernador Omar Perotti) y la cobertura de importantes medios nacionales que también formaron parte del Lawfare, le dieron al encuentro rosarino el perfil de una gran puesta en escena antes que un encuentro que sirva, honestamente, para mostrar una Justicia Federal que vaya en un sentido inverso de lo (no) hecho hasta aquí.

La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha decidido jugar a la política. Con la enorme ventaja de que no debe enfrentar ningún proceso electoral cada dos años. A la vista de todos, bien iluminados y para el gran consumo. Aunque en Rosario sigamos padeciendo el mirar para el costado de no pocos protagonistas de esta historia de muerte y dolor.

 (*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 15 May 2022 12:03:11 -0300
Relanzamiento https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6608-relanzamiento https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6608-relanzamiento Relanzamiento

De vez en cuando la vida,
nos gasta una broma.
Y nos despertamos sin saber qué pasa,
chupando un palo sentado,
sobre una calabaza.
Joan Manuel Serrat

A veces, en la vida, solemos proyectar decisiones que tomaremos en el futuro mediato y que, supuestamente, el resultado de las mismas, nos permitirían cumplir con nuestros más profundos deseos. Pero en otras circunstancias, como alguna vez bien lo definió un ex presidente, “pasan cosas” y ese tiempo que traería novedades, se adelanta y nos pone en una carrera que hubiéramos imaginado de otra forma y en otro momento.

Durante semanas, desde algunos medios y dirigentes que hacen del off the record una forma de práctica profesional, anunciaban a los cuatro vientos, que el gobierno nacional se preparaba para un relanzamiento con cambio de ministros y de esquemas de trabajo a partir de que había “funcionarios que no funcionaban” y de que la interna gubernamental producía cada vez un mayor desgaste. Desde esta sencilla columna nos permitíamos relativizar esas “certezas” dado que, cuando un tema se menea demasiado, el resultado que finalmente se plasma en la realidad, resulta inversamente proporcional al que se desea.

Llegados a finales de abril, superado el fin de semana largo de la Pascua, no hubo ni cambio de ministros ni grandes anuncios de reforma de las formas de gestión. Si se quiere, las diferencias siguen estando a mano en el oficialismo (en la oposición que encarna Juntos por el Cambio no le van en zaga), pero el cúmulo de situaciones producidas en los últimos días, nos permite afirmar que, tal vez, el relanzamiento se produjo en los hechos y que ya se inició, aunque varios sigan atravesados por disputas algo recurrentes.

Antes de continuar, una salvedad: en el presente artículo hablaremos de un cambio de aire desde el concepto del oficialismo y no exclusivamente del gobierno (al cual generalmente se lo refiere en cuanto a todo aquello que hace o dejan de hacer, mal o bien, los poderes ejecutivos), ya que las novedades de los últimos días suponen un conjunto de temas, de decisiones y actitudes que nos permiten incluir a múltiples actores que no siempre resultan relevantes para el análisis político.

A la hora de la gestión, dos temas se llevaron buena parte de la atención semanal. El primero, el día lunes, refirió al aumento de $12.000 para jubilados que cobran hasta dos jubilaciones mínimas, de $18.000 en dos cuotas para monotributistas categorías A y B y para los trabajadores informales. El acto desarrollado en el Salón Blanco de la Casa Rosada, y que contó con lo más granado del oficialismo nacional, mostró a un ministro de Economía que inicialmente parecía algo nervioso y un conjunto de rostros que reflejaban un “exceso” de seriedad, teniendo en cuenta el tipo de anuncio que se realizaba.

https://www.youtube.com/watch?v=H1ECagbwBuc

La novedad evidentemente trae algo de alivio a estos sectores más débiles y más afectados por el aumento inflacionario, lo cual viene a complementarse, por ejemplo, con el aumento del 80% (anualizado) para estatales nacionales. Y, además, da una señal para aquellos sectores internos que reclamaban poner dinero en el bolsillo de los que peor la pasan.

Hacia el jueves, la presentación en Vaca Muerta del gasoducto Néstor Kirchner, con la presencia del presidente de la Nación Alberto Fernández, el gobernador de Neuquén Omar Gutiérrez y el secretario de Energía de la Nación Darío Martínez (hombre que reporta directamente a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner), también sirvió como señal interna de que nada está definitivamente roto como para no celebrar la enorme apuesta estratégica de contar en el futuro mediato con el autoabastecimiento gasífero. De pasada, la presencia del gobernador local le dio al acto, el toque de institucionalidad con el que el primer mandatario siempre se siente muy a gusto.

En el camino y como al pasar, el primer mandatario se dio tiempo como para asistir a un acto en José C. Paz, acompañado del inoxidable Mario Ishi donde arengó a los asistentes afirmando que el “que quiere hacernos creer que en 2023 estamos perdidos, ¡un carajo estamos perdidos!”. Las afirmaciones vienen como respuesta a propios, no tan propios, extraños y no tan extraños: mientras que la oposición política y sus voceros mediáticos, siguen insistiendo en mostrar un desastre social que no existe en lo cotidiano de cada uno de nosotros, en parte del oficialismo y a partir del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional ha imperado cierta derrota autoproclamada para las elecciones presidenciales del año próximo.

https://www.youtube.com/watch?v=6hg7liJ7I-I

Pero si hay que hablar de hechos significativos de la semana, la atención se la lleva la jugada cristinista de partir en dos el bloque oficialista en el Senado para darle un formato de interbloque (sobre el que sectores no peronistas han hecho escuela), que vino a mostrar, la siempre vigente centralidad de la ex presidenta, y una agudeza que, en algunas circunstancias, la destaca sobre la vulgata de la dirigencia argentina y que confirma, por enésima vez, que dividiendo a veces se suma ya que no siempre política y matemáticas van de la mano.

El movimiento fue tan sencillo como eficaz. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, al imponer, de manera bochornosa, una ley que estaba derogada y que refería que el sector legislativo debía ser representado ante el Consejo de la Magistratura de la Nación por las distintas “minorías” que componen el Congreso Nacional, le terminaba asignando un puesto más a la oposición que encarna Juntos por el Cambio, fuerza política que ha hecho todo un recorrido en esto de actuar como interbloque o como bloques individuales a la hora del reparto de comisiones o de licuar sus profundas diferencias internas.

Más allá de las cuestiones técnicas (y no tanto) que refieren a qué hará la Corte y su presidente, si acepta o no los distintos recursos planteados, si tomará juramento a los representantes de ambas cámaras designados por sus presidentes; lo cierto es que la movida dejó dos resultados evidentes. Por un lado encrespó los nervios de una oposición que, de alguna manera, recibió un poco de su propia medicina, lo cual se demostró con la catarata de insultos y descalificaciones que esgrimieron sobre la figura de Cristina Fernández, trayendo como una brisa el recuerdo de la jugada de mayo de 2019 cuando declinó una candidatura sin declinarla del todo. Y, por otro lado, sirvió como instancia de identificación para una disputa interna que, muchas veces, no somos pocos los que creemos que, carece de sentido.

https://twitter.com/CFKArgentina/status/1515801951245582340

Envalentonado por el efecto de la división que sumó, el cristinismo fue por más y anunció que presentará un proyecto legislativo que servirá para aumentar el número de integrantes de la Corte de Suprema de Justicia de la Nación (CSJN). Más allá de los detalles, que poco se conocen (cantidad de miembros, formato de funcionamiento, división o no por salas, etc.); la saludable idea de proponer un proyecto que nos saque del gobierno judicial de cuatro profesionales del derecho que se imaginan a sí mismos como señores de un feudo antes que como verdaderos servidores públicos, deja flotando dos preguntas en la dimensión social.

La primera es si, verdaderamente, creemos que es tolerable el funcionamiento actual de la CSJN. El hecho de cómo fue abordado y definido el caso del Consejo de la Magistratura resulta ejemplificador: el máximo tribunal no tiene ni racionalidad ni sistematicidad en los casos que aborda, las causas pueden demorarse años y hasta décadas en su tratamiento y el común de la ciudadanía no termina de comprender muy bien cuál es el procedimiento para seleccionar los casos sobre los que se falla.

La segunda pregunta refiere a si la sociedad civil se hará cargo de la discusión que supone poner en cuestionamiento al vértice de uno de los poderes de la Nación. ¿Habrá un verdadero debate, al mejor estilo Ley de Servicios Audiovisuales, con foros de discusión a lo largo y ancho del país, con la opinión de académicos del derecho, pero también del conjunto de organizaciones que tienen a la Justicia como instancia de auxilio, plasmado en los medios tradicionales, en redes, y en portales, con perspectiva comparada y que sirva para pensar una Justicia adaptada al siglo XXI?

Como bien saben nuestros habituales lectores y lectoras, desde esta página solemos tener más dudas que certezas sobre el futuro, pero lo que es irrefrenablemente cierto, es que aquellos debates sobre el modelo de justicia que propuso la por entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner en 2011, tienen una enorme vigencia.

La semana que está culminando fue rica en hechos políticos. Buena parte de ellos protagonizados por un oficialismo que, de alguna manera (tal vez del todo no tradicional) supo ganarse la centralidad política, saliendo de un perfil defensivo que parecía permanente. El relanzamiento parece haberse dado en los hechos antes que con cierta previsión declarativa. Dicho en criollo: se discutió de lo que quiso el Frente de Todos y no de lo que le impusieron “los otros”.

La idea de unidad puede hacerse sustancia a partir de hacer de la necesidad virtud: si de los conflictos se sale por arriba, estos últimos días tuvimos varias pruebas que lo confirman. Con iniciativa y originalidad política tal vez resulte legítimo preguntarse si las novedades aquí comentadas, que tuvieron a un Poder Ejecutivo muy activo en lo urgente, y a una Cristina Fernández de Kirchner en un estado de mucha mayor visibilidad política a la hora de desarrollar ciertas disputas legislativas, no resultan en un modelo de gestión que, a la vez que trata de atender lo urgente y desarrolla ciertas agendas estructurales, deja a ciertas oposiciones, como canta el catalán del epígrafe, en un estado de “despertarse sin saber qué pasa”.

La voracidad de unos cuantos, traducida en fallos judiciales, presidencias de organismos colegiados que seguramente resultarán efímeras, insultos deslegitimantes como prácticas políticas y tractorazos capitalinos de aquellos a los que les va realmente muy bien, impone la obligación de dejar ciertos snobismos de lado, repensando la gestión y algunas prácticas. Cómo en el fútbol, cuando el equipo sale de una mala racha, alcanza varios triunfos y decimos que el director técnico parece haber encontrado el once ideal, en el oficialismo, tal vez hayan encontrado una estrategia que haga modificar ciertos escenarios. Ojalá no nos estemos equivocando.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 24 Apr 2022 13:28:01 -0300