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Fundamentar - Artículos https://fundamentar.com Fri, 19 Apr 2024 05:18:10 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es UP https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6768-up https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6768-up UP

Tirá, tirá para arriba, tirá.
Si no ves la salida, no aflojes mi amor,
no aflojes, vos, tirá.
Tirá, tirá para arriba, tirá,
no hay horas perdidas, no importa, mi amor,
no importa, vos, tirá…
Miguel Mateos

En la genial “UP, una aventura de altura”, película que fue coproducida entre Disney y Pixar, su protagonista Carl Fredriksen aparece en el medio de un conflicto por los derechos de su propiedad. En su soledad, no se le ocurre mejor idea que alejarse de la misma, atando un sinnúmero de globos a su pequeña casa y salir a recorrer el mundo, deseo tan antiguo como su propia edad. Al filme siempre me gustó pensarlo como una alegoría para hacer aquello que nos gusta pese a los años que portamos, las ausencias y algunas presencias, inicialmente, no deseadas.

En la semana que acaba de culminar, al Frente de Todos se le puso fecha de vencimiento y en lo nominal, el oficialismo ha preferido encarar el próximo tiempo electoral con otra impronta: “Unión por la Patria” (UP). Sería legítimo suponer que a ningún genio de la publicidad política se le ocurra la idea de vincular la sigla con el significado del inglés en un movimiento que se define como nacional y popular.

Pero más allá de esta chicana de ocasión, la primera pregunta de rigor deviene en que si este proceso electoral ya iniciado, actuará como los globos de la recordada película, permitiendo que el oficialismo suba en la consideración primero interna y luego general o, como con el personaje del niño explorador Russell, habrá que acostumbrarse a convivir con presencias no deseadas. Recorrido por una semana proyectada desde hace un tiempo, pero, seguramente, no deseada en sus resultados. Pasen y vean. Sean todos y todas bienvenidos.

En el plano nacional, desde comienzos del año político, se sabe que, además de las fechas de la celebración de las elecciones PASO y generales, el miércoles 14 de junio y el sábado 24 del mismo mes, se habían transformado en mojones que sintetizarían buena parte del escenario político de 2023. Inscripción de alianzas y frentes primero, y definición de candidaturas después, las rutinas dirigenciales y el seguimiento de las mismas por parte de analistas, operadores mediáticos y militantes han estado centradas en descubrir las señales de lo que podría suceder por estos días.

En material electoral, en el recorrido de los últimos meses podemos sintetizar tres etapas para el oficialismo: la del intento de derogación de las PASO, la discusión por una candidatura de síntesis y, finalmente, la aceptación a regañadientes del tándem cristinista massista de que el 13 de agosto habrá que hacer debutar un sistema de elección de candidatos con competencia interna para cargos ejecutivos nacionales.

https://twitter.com/unionxlapatria/status/1669088968594292736

La primera de esas etapas transcurrió durante 2022. Parte del oficialismo planteaba públicamente que las PASO debían ser derogadas o, cuanto menos, suspendidas en su realización. Las razones, que hemos expuesto en este artículo respondían al más puro pragmatismo político: a la vez que se ordenaba el proceso electoral desde la conducción política del Frente de Todos, se potenciaba el riesgo de atomización en el espacio de Juntos por el Cambio, ya que la intensidad de la interna amarilla era tan notoria, que no eran pocos los que imaginaban que la oposición terminaría fragmentada, al punto de que cada referente armara su propio “kiosquito” electoral y de esa manera habilitaba un seguro triunfo oficialista.

Esa propuesta encontró límites en el Congreso de la Nación. En la oposición, que dos años antes había pedido derogarlas y que entendía que ahora ese proceso interno podía ser canalizado en términos institucionales; y en el propio oficialismo donde no pocos legisladores veían con malos ojos modificar el sistema electoral de acuerdo a las conveniencias electorales de cada coyuntura.

Ya en 2023, la segunda etapa vino de la mano del argumento defendido con especial ahínco por el massismo, de que era necesario evitar las internas en el Frente de Todos encontrando un candidato que actuara como síntesis del proceso. Las razones argumentativas eran más o menos sencillas. Había que evitar un doble desgaste: el de un proceso interno que puede (y suele) dejar heridos en el camino y el de los hipotéticos titulares del día lunes siguiente a las elecciones donde, en un escenario de tercios, el mejor de los candidatos oficialistas apareciera tercero o cuarto.

Salidos Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández del menú de ofertas (en ese orden temporal y por diversas razones), ese nombre de síntesis no ha surgido pese a la presión ejercida por sus propaladores, quienes además contaban con el apoyo de unos cuantos gobernadores y referentes de la CGT.

Y por último, la transición de estos diez días, entre la conformación de los frentes y la nominación de candidatos, da por seguro que las internas son un hecho y que, buena parte del oficialismo no la ha procesado de la mejor manera, lo cual se demuestra con dos hechos por demás de evidentes: el comunicado del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires conducido por Máximo Kirchner y la referencia de la vicepresidenta en un acto en la provincia de Santa Cruz.

https://twitter.com/BonaerensePJ/status/1669108017814437888

Más allá de los dimes y diretes, de lo dicho o no en las reuniones internas, de los tonos utilizados o de la prosapia de cada uno de los protagonistas, lo cierto es que la política argentina cada vez queda más expuesta en su bonaerización (para profundizar en el abordaje del tema, leer este artículo de la colega María Esperanza Casullo).

La discusión por los pisos electorales en la conformación de las listas de diputados es un buen ejemplo de ello. Recordemos que, de acuerdo a la ley electoral nacional, cada frente debe resolver cómo se reparten las candidaturas a los llamados cargos plurinominales en cada provincia. El número que se elija, puede resultar limitante para aquellos que no lo superen ya que se podrían quedar sin la representación ante el electorado en las generales.

Uno de los ejes de la disputa interna bonaerense estuvo centrada si ese piso debía ser de 40 (propuesta cristinista) o de 20 puntos (idea del sciolismo). Como es de rigor, se partieron diferencias y el número quedó en 30. Pero lejos de reivindicar la idea del acuerdo, el comunicado ya señalado y las declaraciones de la ex presidenta vinieron a enrarecer aún más el clima y, de paso, proyectarlo al conjunto nacional, donde, vale decirse, el escenario es otro.

Santa Fe es un buen ejemplo por un doble motivo. Ese límite que comentamos será de 10 puntos y con reparto en la lista por sistema D’hont, lo cual garantiza de manera más o menos adecuada la proporcionalidad representativa para todos los sectores.

El otro motivo se impone desde una lógica de estricta muñeca política: los cuatro precandidatos a gobernadores (y sus respectivas vices) se sumaron a un encuentro en la sede del Partido Justicialista en la ciudad de Santa Fe, donde trataron de mostrar que el concepto de “unidad en la diversidad” aún tiene vigencia por estos arrabales del mundo. El acuerdo de llevar adelante un proceso interno ordenado, donde tres de los cuatros protagonistas se podrían referenciar como hijos de la generación “diezmada”, se contrapone, también, con lo que sucede en el famoso frente de frentes donde las vertientes jóvenes de un radicalismo que sueña con sentar en el sillón del Brigadier López a uno de los suyos, parecen no ceder en una disputa que no duda de hablar de narco política y de gastos de dudoso origen en los movimientos de campaña.

https://twitter.com/PJ_SantaFe/status/1669721552567390208

La otra novedad de la semana radicó en las declaraciones de la vicepresidenta que, como nunca, se involucró públicamente en el barro de la disputa interna por la conformación de las listas. Quienes siguen esta columna dominguera, recordarán que hace un par de semanas nos animábamos a pensar en una Cristina alejada de esas cuestiones menores y proyectando, de alguna manera, más allá de los apoyos circunstanciales, en erigirse en una referencia que actuara desde un liderazgo innegable.

Parece que nos hemos equivocado. Las razones del cambio tal vez deban buscarse en una realidad política donde ya no se puede imponer cierto orden desde la fortaleza innegable de los números. Ni Eduardo De Pedro, ni Sergio Massa parecen despegarse en el lote de candidatos. Sin apoyo explícito de un nombre propio (actitud que resultaría extraña para la forma en que la vicepresidenta ha construido su carrera política) todo parece indicar que estamos ante una disputa de varios “iguales”.

No son pocos los que imaginan que la bendición (¿o crucificción?) llegará para imponer el nombre propio de Axel Kicillof para la disputa de las presidenciales, situación no deseada en ningún sentido por el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires. Si ello es así, podríamos hablar de una sorpresa final, pero bastante limitada por cierto.

Miguel Mateos supo componer una canción que se transformó en un himno para los que superamos la barrera de los 50. Cantada a voz en cuello, a los gritos y en plena celebración vital de las fiestas ochentosas, “Tirá para arriba” sigue siendo esa síntesis de melodía y letra que nos interpela desde lo que nos falta, lo que no nos sale o todo aquello que la vida de alguna manera, nos limita, pero que igual debemos seguir intentando. No son tiempos fáciles para quienes eligen el compromiso por una idea política. Cierta dirigencia parece encerrada en algún chiquitaje inconducente. Vos tirá para arriba, no aflojes. El ejemplo de Jujuy y de lo que nos puede esperar, está a la vuelta de la esquina.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 18 Jun 2023 10:04:52 -0300
A la pelota, divididos. https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6767-a-la-pelota-divididos https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6767-a-la-pelota-divididos A la pelota, divididos.

“No se pasa el tiempo,
al menos para mí.
Ya tomé pastillas,
y sigo sin dormir,
miro a los costados y nada que amarrar,
ya no existen lazos,
alguien hizo track, track, track”

“Trakc, Track” - Fito Paez

Cuenta la leyenda del rock argento, que sobre finales de los ’80, fallecido el genial Luca Prodan, alguien le preguntó a Ricardo Mollo, si los ex Sumo estaban divididos. El guitarrista de lo que luego fue definida como la “aplanadora del rock”, tuvo la suficiente inteligencia para contestar “Divididos, Las Pelotas…”, jugando así con la nominalidad de dos bandas que tienen un tronco formativo común y que se han transformado, treinta años después, en referentes insoslayables.

A la inversa, la política argentina de este tiempo demuestra cotidianamente que la idea de unidad debe ser seriamente relativizada. Esta semana que acaba de culminar tuvimos el claro ejemplo de los dos frentes políticos más importantes, atravesados por una serie de disputas que llevaron a algunos voceros a plantear la idea de ruptura. Sobre la mañana de este frío domingo otoñal (por fin), todo parece indicar que, finalmente, la sangre no llegará al río. Pasen y vean. Crónica de finales anunciados pero no reales. Son todos y todas bienvenidos.

En el año 2009 el Congreso de la Nación sancionó una reforma de su régimen electoral incluyendo las elecciones PASO para dirimir las candidaturas de cada partido o frente. La normativa copia el modelo santafesino, el cual fue puesto en práctica desde 2007 y que ha tenido resultados verdaderamente auspiciosos: los candidatos de las generales son elegidos por el conjunto de la ciudadanía y no por quien tiene más poder interno de cada partido; no pone trabas excesivas a la participación partidaria y los procesos internos suelen ser relativamente ordenados y armónicos porque la conformación de listas plurinominales (diputados o concejales) se conjugan con el sistema D’hont de reparto, lo cual restringe la posibilidad de peleas feroces porque luego, muchos de los protagonistas, pasan a engrosar una lista común de cara a la sociedad. Como toda regla tiene su excepción, en nuestra querida Santa Fe, la feroz disputa interna del frente de frentes de estos días, entre Carolina Losada y Maximiliano Pullaro, vendría a confirmarla.

Por diversos motivos más extensos de explicar para esta columna, a nivel nacional nunca se produjeron elecciones PASO para resolver las diferencias internas. Si hubiera que buscar una rápida definición podría decirse que las fortalezas de cada una de las candidaturas presidenciales, desde 2011 a 2019, estaban lo suficientemente consolidadas en el plano interno como para que fuera necesario abrir el juego al conjunto de la ciudadanía. Por ello, a nivel nacional y para cargos ejecutivos, este tipo de elección ha sido calificado por muchos (y muchas) analistas, como una gran encuesta nacional que anticipa el escenario de lo que vendrá.

Este modelo electoral (los santafesinos lo tenemos muy bien aprendido), trae desde sus raíces otra verdad que supone un desafío en sí mismo: una elección no es igual a la otra. Ni en dos años, pero tampoco en dos meses, que es el tiempo que separan las PASO de las generales. Vaya un ejemplo reciente como muestra: en 2019, a partir de recursos diversos, Mauricio Macri pudo recuperar, entre “internas” y generales nada más y nada menos que ocho puntos. Número que le sirvió para ganar no pocos escaños en la Cámara de Diputados.

En resumen, y en esto no debemos dejar de insistir en el señalamiento, la política argentina en su conjunto, para cargos nacionales (ejecutivos y legislativos), no está acostumbrada a la disputa que se impusieron con el modelo de las PASO.

En 2023 el escenario ha cambiado. Para el caso de los dos frentes coalicionales más importantes, por motivos varios, ninguno de los sectores internos que lo componen, pueden prevalecer per se, imponiendo determinado nombre propio para ciertas candidaturas.

En un punto, dejando de lado el plano ideológico, tanto el Frente de Todos como Juntos por el Cambio, parecen actuar en modo espejo, reflejando los mismos problemas de cada lado del sistema partidario: los primeros porque han tenido severas diferencias en la gestión desde 2019 hasta aquí (fundamentalmente a partir de la derrota electoral de 2021) y los segundos porque han mal procesado la pésima experiencia macrista.

En ambos casos, a la hora de las definiciones del armado electoral, cada uno de los frentes han tenido una enorme dificultad para funcionar en modo coalición presentando, si se hace un poco de proyección futura, un serio riesgo de atomización partidaria para quien no resulte electo para gobernar la Argentina a partir de diciembre de 2023.

https://twitter.com/horaciorlarreta/status/1666772480164343810

En este sentido, la semana que culmina ha sido rica en matices. Por el lado de Juntos por el Cambio, la oferta pública del lado de Horacio Rodríguez Larreta, Elisa Carrió y Gerardo Morales a que el gobernador de Córdoba Juan Schiaretti, pase a formar parte de ese espacio con pre candidatura propia, generó un verdadero terremoto político que se conjugaba con la palabra sisma como sinónimo.

No sólo que la jugada condicionaba al sector de Patricia Bullrich y de un Mauricio Macri cada vez menos prescindente y más volcado en apoyo de su ex ministra de Seguridad, sino que también alcanzaba al conjunto de la provincia de Córdoba, bastión románticamente épico del mundo amarillo, ya que condicionaba a la vez que ponía en ridículo la candidatura a la gobernación de Luis Juez, hombre que se ha hecho fuerte denunciando al delasotismo y a sus herederos políticos.

Más allá de los amagues y de las quejas públicas, no fueron pocos los que levantaron el pie del acelerador y en el medio de ese berenjenal aceptaron el ingreso a Juntos por el Cambio de un tal José Luis Espert, hombre que tenía formalmente vedada su llegada desde hacía no menos de un mes, situación que se fundamentaba (sin decirse) en que el ex aliado de Javier Milei, le disputa la clientela partidaria a la “Piba”, al decir del inefable Hugo Moyano.

Con el diario del lunes, y pese a que no son pocos los que afirman que el jefe de gobierno porteño perdió la apuesta por el ingreso del gobernador cordobés al espacio, a este analista le da por pensar que la propuesta larretista se pareció más al ingreso de un Caballo de Troya, antes que a un deseo sustanciado de una ampliación coalicional. La suposición es simple: hasta esta semana la decisión por el futuro de Espert estaba congelada en términos partidarios. Ver en Twitter el saludo de Bulrrich a la decisión partidaria de aceptación, bajo una formalidad reglamentaria, confirma la elucubración del suscripto.

Del otro lado, tampoco se andan con chiquitas, como diría mi abuela. La semana había comenzado con la expectativa de la reunión que un conjunto de gobernadores realizarían en el Consejo Federal de Inversiones y que se había adelantado para que tuviera el suficiente efecto político dado que la fecha inicial (14 de junio), coincidía con el cierre de las alianzas electorales.  

El encuentro no pasó desapercibido ya que el comunicado de rigor se sintetiza desde la “exigencia” en dos deseos centrales: el pedido de una candidatura presidencial de consenso (varios de los que allí estaban dejan entrever que prefieren a Sergio Massa) y que esa fórmula tenga un principio federal.

Interesante el ejemplo de estos trece gobernadores que firmaron el documento (además del físicamente siempre poco presente Omar Perotti quien dijo coincidir en un todo con lo allí esbozado); ya que en el plano nacional piden por un nivel de acuerdo en la estrategia electoral que no se tiene a la hora de diagramar las elecciones provinciales. Cada uno de los jefes territoriales, desde el derecho que le consagran los marcos legislativos provinciales, define fechas y estrategias electorales “a piaccere”. El fenómeno no es nuevo y cumple con la doble misión de alambrar sus provincias a la vez que se despegan del escenario nacional que no siempre conviene, lo cual no es bueno y malo en sí mismo sino la “real politik” en su máxima expresión.

Los dichos de Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja, afirmando que no hay tiempo para recibir en la provincia a cuatro pre candidatos porque hay que gestionar, hace que uno se pregunte cómo se han llevado adelante los procesos electorales que en cada provincia se han plasmado en lo que va del año.

https://twitter.com/SergioMassa/status/1667661936295571459

Por el lado del cristinismo parecen haberse dejado de lado las declaraciones rimbombantes. Por lo menos en el recorrido de los últimos siete días. Eduardo “Wado” De Pedro sigue caminando la provincia de Buenos Aires y a la distancia no se sabe muy bien si eso obedece a una estrategia coordinada para ser candidato allí; si lo único verdaderamente válido para el sector es conservar la fortaleza política desde el territorio más grande del país, preparándose para cuatro años en el llano o; si hay un poco de cada uno de estos argumentos. Por lo pronto, y como ya nos arriesgamos a señalar desde hace algunas semanas atrás en esta columna, Cristina Fernández de Kirchner sigue sin dar bendiciones públicas que sean definitivas y mucho menos, definitorias.

Desde el massismo, durante la semana que culminó ayer con el Congreso del Frente Renovador en Tortuguitas, pareció inaugurarse la política de los estados de ánimo. Desde el viaje a China que la dirigencia que conduce el tigrense, insiste de manera cada vez más visible en la necesidad de un candidato de consenso y de unidad. Lo que nadie se ha animado a decir hasta ahora, es que ese nombre sea el del ministro de Economía.

Menudo problema representaría su nombre en una boleta: con algo más del 8% de inflación mensual que Massa no sólo no ha podido bajar, sino que todos los meses sube un poquito más, sería verdaderamente un milagro de la alquimia electoral transferirles a los votantes (y ser efectivos) todo aquello que pudo evitar Massa con su gestión. Si una campaña, desde un oficialismo, se construye con la combinación de lo logrado con una propuesta de futuro, cuesta imaginar cómo se transferiría lo que NO FUE.

Por otro lado, y como segundo factor de distorsión política, resulta dificultoso suponer que, si el gobierno de Alberto Fernández fue un problema para muchos cuadros, militantes y ciudadanos sin participación política que se definen en el cristinismo, Sergio Massa venga a sintetizar un estadio superior de progresía política.

Las definiciones sobre el hartazgo del ministro por el proceso interno en ciernes, tendría algún asidero en tanto y en cuanto su proyección política estuviera por encima del conjunto de los otros pre candidatos. Pero ninguna encuesta asevera tal circunstancia.

El resultado del acto del sábado parece confirmar los propios límites del espacio. La declaración que pide por la unidad pero que acepta las PASO, sin el arrebato infantil de una renuncia al ministerio al que Massa llegó hace algo menos de un año, le pone madurez al proceso y demuestra que una cosa son las puestas en escena y otra muy distintas las decisiones contantes y sonantes.

Si el temor a las internas radica en que los candidatos del oficialismo, en términos individuales, no superen el tercer o cuarto puesto, habrá que trabajar colectivamente en la previa en acuerdos que, de alguna manera, descarten ese tipo de análisis. Las PASO per se, también permiten ser revisadas como resultado de conjunto: causalmente, los precandidatos que han decidido serlo, referencian al Frente de Todos como una decisión política virtuosa tomada en 2019. Las diferencias no parecen ser tan profundas. Y los resultados de una interna pueden ser reinterpretados de acuerdo a ciertas convicciones validadas en cierta cotidianidad.

Se trata, en definitiva, de aprender a convivir con la PASO, con su esencia y sus consecuencias. Todo parece indicar que a nadie le gusta lo que muestra el teatro en el escenario, pero todo el mundo sabe que nadie tiene vida propia como plateista. Por eso, y no exento de la aceptación a regañadientes de no pocos dirigentes, el país se enfrenta a procedimientos electorales (y sus consecuencias) desconocidos hasta hoy. Por ahora, nadie se atreve a hacer “track, track, track”…

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 11 Jun 2023 15:48:37 -0300
Cuidado con la curva https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6766-cuidado-con-la-curva https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6766-cuidado-con-la-curva Cuidado con la curva

Sabido es que en el tránsito urbano, cuando se conduce responsablemente, se llega a la curva frenando y se sale de ella acelerando. Podrá utilizarse la segunda o la tercera marcha, dependiendo de cada motor, pero es indudable que el ejercicio supone una básica noción del uso del tiempo. En política, fundamentalmente la de las ligas mayores, el recurso temporal es una herramienta que puede transformarse en un activo que define situaciones en un sentido o en otro. La ambigüedad es parte de esa razón de ser: decir sin decir del todo es una condición sine qua non de muchas estrategias.

Si una imagen puede valer más que mil palabras, resulta evidente que el acto del 25 de Mayo, donde se recordaba (entre otras tantas cosas) la llegada al poder en 2003 de un ignoto Néstor Carlos Kirchner, dejó múltiples señales que todos pudimos ver. Pero a veces, no todo lo que está expuesto refiere a la sustancia de las cosas. Coyuntura de un acto con la estela de 20 años de historia, pero con la enorme vigencia de un 2023 lleno de curvas y contra curvas. Sin, necesariamente, acelerar a fondo, pasen y vean. Están todos y todas invitadas.

Sobre una Plaza de Mayo reducida en tamaño, con la épica que pueda aportar un día de lluvia y con un escenario que miraba a un cabildo que doscientos trece años atrás había repetido la imagen de un clima desapacible y un pueblo movilizado; Cristina Fernández de Kirchner en particular y el peronismo en general, se dieron el gusto (definitivamente constitutivo) de movilizar a varios cientos de miles de ciudadanas y ciudadanos, interesados por la palabra de la lideresa más importante que estos cuarenta años de democracia supieron parir. Le pese a quien le pese y le guste a quien le guste. El convite dejó cuatro ejes insoslayables. Repasemos.

https://twitter.com/CFKArgentina/status/1661839360365305892

Uno. Una ponderación renovada. La Vicepresidenta volvió a insistir en la calle, con algo que cuarenta y ocho horas antes había señalado en un set de televisión: “que el actual gobierno, pese a las diferencias y discusiones internas, era infinitamente mejor que lo hubiera sido un segundo mandato de Mauricio Macri”. Usó al número que representa la medición en dólares del Producto Bruto Interno de 2015 comparativamente con 2019 y aportó los valores de 2022 como una verdad irrefutable. 

El dato debe ser pensado como una base desde donde interpelar a la ciudadanía, fundamentalmente a aquellos a los que se debe re enamorar si se quiere contar con alguna chance electoral para la tríada de fechas electorales (agosto, octubre y en lo que hoy parece como inevitable, el ballotage de noviembre); pero también como un parte aguas del que Cristina no puede escapar del todo, al haber sido la mentora fundamental de esta experiencia novedosa llamada Frente de Todos.

Dos. La centralidad de siempre. Ella será una referencia insoslayable en el armado de cara a lo que viene en el universo oficialista. Tanto en lo que parece ser una cada vez más confirmada PASO, como en las elecciones generales. Esto es así por peso específico propio, ese que se resume en que ningún dirigente del oficialismo o de la oposición, reúne tanta aceptación detrás de su figura. Como ejemplo basta un botón: no fueron pocos los funcionarios del gobierno que no reportan a ella en el día a día de la gestión, pero que sí se hicieron presente en la masiva convocatoria del jueves.

https://twitter.com/wadodecorrido/status/1661885600524382208

Tres. Sin bendiciones públicas. En línea con lo anterior y pese a ciertas ansiedades reinantes de algunos que vienen muy rápidos y que al decir de un tal Carlos “Indio” Solari están a tiro de que se les suelte el patín, la ex presidenta parece no moverse en la inmediatez de ciertas urgencias. Todo el mundo espera de su parte la nominación de un candidato, hecho que por ahora no llega, y que, irresponsablemente y a contramano de cierto espíritu general, este analista empieza a dudar de que llegue. Nos explicamos con dos argumentos.

Descartado el apoyo del cristinismo a Eduardo “Wado” De Pedro, cuestión que se ha hecho por demás de evidente durante este fin de semana largo, con pintadas y afiches en las calles más un video de lanzamiento del actual ministro del Interior y que se suma a su cercanía corporal en el escenario del jueves; vale preguntarse si ella no intentará ponerse por encima de la situación de una interna nunca deseada en su propio espacio. Como mojones valen recordar los intentos por derogar las PASO, y los persistentes intentos de lograr un candidato de unidad.

La historia suele demostrarlo. No resulta raro para cierto ABC de la política y por cierta práctica persistente desde los primeros tiempos kirchneristas, que un líder (lideresa en este caso) no apueste decidida y públicamente por un precandidato de la interna. “Vayan y jueguen” suele ser la mejor de las bendiciones que a veces reciben aquellos que quieren contar con el decidido apoyo del líder.

https://twitter.com/danielscioli/status/1662214568926666753

La presente especulación se explica desde la lógica de una Cristina Fernández de Kirchner que tal vez se imagine a partir de diciembre de 2023 como jefa insoslayable de la coalición de gobierno (si se triunfara en las generales) o de la oposición (si la derrota fuese el resultado que dispongan la mayoría de los argentinos).

En ese contexto deben sumarse a Daniel Scioli, quien insiste en su precandidatura, y a Agustín Rossi, quien prepara su lanzamiento vía streaming para este lunes 29 de mayo. Para completar el cuadro, quien debe comenzar a sentir cierto alivio es Axel Kicillof que, a diferencia de la opinión de Máximo Kirchner, no quería ir por el premio mayor que supone la presidencia, sino quedarse a disputar su reelección en la provincia de Buenos Aires, cosa que, todo parece indicar, sucederá en los hechos.

En resumen y planteando una pregunta de rigor dada la configuración actual del peronismo, ¿quién estaría en condiciones de discutir la centralidad de Cristina Fernández de Kirchner si ella estuviera frente al escenario de una derecha que, triunfante en octubre o noviembre, vendría por el plexo de derechos que ha sabido consagrar el peronismo a lo largo de la historia? En el horizonte no aparece ningún nombre con semejante peso específico. 

https://twitter.com/RossiAgustinOk/status/1662098563910840322

Cuatro. Hacerse cargo. Durante mucho tiempo, la actual oposición mediática y política parecía tener como único horizonte de crítica a la figura de la vicepresidenta. El “Cristina, Cristina, Cristina” se transformó en una chicana que se supo construir de este lado del mostrador. A la vez que se la detestaba, el amarillismo de Cambiemos (con todo el rigor de la palabra) la ponía en el centro de la escena como síntesis de todos los males. Un infantilismo político que sólo encuentra semejanza en la denostación permanente a la historia y esencia del peronismo.

De un tiempo a esta parte, cuando las diferencias en el oficialismo se hicieron más evidentes, y ante sus límites de gestión, la referencia al “Cristina, Cristina, Cristina” pareció mudarse de vereda. Florecieron sus exégetas, los que reinterpretaron la historia de la década ganada, los que tienen la “posta anticipatoria” de lo que serán sus movimientos políticos y los que construyen la imagen de una Cristina perfecta y sin errores.

A todos ellos pareció hablarles, también, el día jueves. Reconoció que la década ganada no había sido Disneylandia y ante la insistencia de su candidatura que no será (“una más y no jodemos más”) abrevó en un piadoso silencio. Cerró el discurso con una frase lapidaria también para los propios: “no exigirles a los otros, lo que uno no está dispuesto a realizar por uno mismo”, reversión en modo lluvia, de aquel tomar el bastón de mariscal que supo expresar hace algunos meses atrás, primero en una cena privada y luego de manera pública. Si fuera válida una reinterpretación comparativa, es como aquella madre que les dice a sus hijos que no le pidan más a ella y que salgan al mundo y maduren.

En la continuidad inmediata del acto, y de lo que pudo verse en redes y en algunas declaraciones televisivas, no fueron pocos (sí, tal vez los menos) lo que sintieron que, de cara al futuro, el acto no les había agregado demasiado. Tal vez la base de ese desasosiego radique en la insistencia de un cristinismo que maximizó al extremo la centralidad de la Vicepresidenta: más como una necesidad propia que como una estrategia dispuesta desde la conducción política.

También queda pendiente lo que ella ha sabido esbozar como el programa que debería discutir el oficialismo antes de que emerjan las candidaturas. Planteó varios lineamientos, con el agregado sobresaliente de la cuestión del litio y cómo pararse frente a eso. “No tener la concepción de Potosí”, donde los poderosos de turno engrosen sus ganancias con una dinámica extractiva que le otorgue migajas al conjunto de los argentinos, parece ser una buena síntesis.

Pero el punto en cuestión es que tal vez hoy no se cuente con el tiempo material para la discusión interna de ese programa. La vecindad electoral apremia y tal vez, la única esperanza radique en que el mismo pueda discutirse de cara a la sociedad en el marco de la campaña inminente. Ante las presiones internas que le exigen ciertas definiciones, Cristina Fernández de Kirchner parece conducir a otra velocidad. Tal vez algunos, con sus pretensiones, no vean la curva que parece lejos y a la distancia.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 28 May 2023 09:36:09 -0300
No hay dos sin tres https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6765-no-hay-dos-sin-tres https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6765-no-hay-dos-sin-tres Las Tres Sombras de Godin

Resultados domingueros previsibles. El intento opositor de establecer algunas reglas mínimas para sobrellevar un proceso de internas sin que todo vuele por los aires, a la vez que reivindica la intentona de una nueva jugada cortesana en una provincia definitivamente esquiva a sus intereses. Una carta que se explica por sí misma aunque su autora reclame “comprensión de texto”, en un programa de televisión que alcanza niveles récord de audiencia para una señal de cable. Todas estas circunstancias explican buena parte del devenir político de los últimos días en una Argentina que, de a poco, profundiza su modo campaña. Revisemos.

Si ponemos el rewind (generación Z, abstenerse) y miramos a la distancia, el escenario parecía ideal: un gobierno con problemas evidentes de cohesión interna, datos de pobreza e inflación en alza y el desgaste que supondrían cuatro años de gestión. Cualquier consultor político que se precie y que resulte contratado para dirigir la campaña de un espacio opositor, se frotaría las manos ante el cúmulo de oportunidades imaginadas de cara al proceso electoral. Pero nada es tan lineal y sencillo en un país como la Argentina. Y las certezas que algunos parecían dar como definitivas unos pocos meses atrás, comienzan a desvanecerse de la misma manera que la idea de un otoño frío y seco.

La lógica que había surgido desde comienzos de año parecía más o menos sencilla para el mundillo de Juntos por el Cambio: con un oficialismo debilitado por las razones antes expuestas, sólo quedaba definir los nombres de quiénes serían los protagonistas encargados de devolver a la fuerza amarilla al gobierno de los argentinos. Pero pasaron cosas: su propia interna ha escalado a niveles casi desconocidos para el gran público, la figura de Javier Milei ha crecido de manera no prevista, y las elecciones provinciales, por ahora, no son (ni por asomo) lo que se esperaba desde el PRO.

En ese sentido, el proceso electoral de los estados subnacionales ya alcanza a un tercio de los mismos (ocho) y de las cuales pueden sacarse tres conclusiones: a diferencia de las legislativas pandémicas de 2021 prevalecen los oficialismos; excepto el caso de Jujuy, Juntos por el Cambio (o sus colectoras) ha sido ampliamente derrotado y Libertad Avanza, no se hace visible en las urnas.

Históricamente, en años de comicios por cargos ejecutivos, el sistema electoral argentino convive con dos escenarios paralelos que se retroalimentan entre sí: mientras se desarrollan las elecciones provinciales, la campaña nacional toma forma. Muchas veces de manera separada e independiente, pero en esta oportunidad, la falta de definición de las candidaturas, principalmente en el Frente de Todos, ha propiciado que cada votación sea puesta bajo la lupa de manera protagónica.

El dato original de este 2023 muestra al espacio opositor buscando respuestas por fuera de los límites que impone un proceso electoral: la definición cortesana que terminó obligando a Juan Manzur a bajarse de una candidatura a vice gobernador de Tucumán y a poner en lista de espera al deseo reeleccionista de Sergio Uñac en San Juan; ha tentado a algunos protagonistas a probar suerte en el máximo tribunal, negando lo que dicen las constituciones provinciales y con interpretaciones forzadas de la Carta Magna sancionada en 1853. Si ya se limitó el derecho al sufragio en dos provincias, algunos imaginan que tal vez pueda haber una tercera. 

https://twitter.com/insfran_gildo/status/1658635077843025920

Es el caso de la novedad de la semana, donde un dirigente opositor formoseño no tuvo mejor idea que presentar un amparo para que la Corte impida la candidatura del actual gobernador de Formosa Gildo Insfran. El litigante no tuvo el mejor de los viernes: una vez que el máximo tribunal le dio vista al Procurador, éste desestimó el pedido por considerar que los supremos no tienen competencia en el asunto. Por lo demás, si los cuatro de la calle Talcahuano decidieran repetir el espíritu de hace un par de semanas atrás, generarían dos hechos simultáneamente vergonzosos: un verdadero escándalo político y un aún más desechable antecedente jurídico dado que la Constitución de esa provincia, no impone límite de reelecciones y, además, deslegitimaría a un ciudadano que gobierna ese territorio desde hace, nada más y nada menos, que dieciocho años, elegido a través del voto ciudadano.

Ya no basta con judicializar leyes que son sancionadas de manera legítima por el Congreso de la Nación o decretos del Poder Ejecutivo que corresponden a su derecho de gestionar. A partir de algunas “primicias” que transcienden en la corporación mediática, buena parte del sistema político se empieza a preguntar hasta donde estará dispuesto a llegar el cuarteto de jueces supremos.

En nombre de la república y las alternancias parte de la política se vuelve a denigrar a sí misma, negando la esencia de la voluntad popular y buscando por fuera de ella lo que las mayorías no parecen otorgar.

En este contexto, los dos espacios más importantes siguen atravesando coyunturas disímiles a la vez que semejantes y que podrían ser sintetizadas en la existencia de profundos procesos internos, pero que empiezan a dar señales de cierto ordenamiento que imponga algunas reglas relativamente claras.

Para el caso del Pro, a pocas horas de haberse conocido los resultados en las provincias de Tierra del Fuego, La Pampa, Salta y San Juan, la conducción partidaria nacional intentó dar una señal hacia afuera, pero fundamentalmente hacia adentro, al decidir que el precandidato para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires será definido por un mix de encuestas y que en la provincia más grande del país, cada pre candidato presidencial llevará el suyo propio para la gobernación.

El espacio fundado por Mauricio Macri enfrenta un serio problema para la elección de CABA y que tiene nombre propio: Martín Lousteau. El actual senador cuenta con una buena proyección en las encuestas y nadie puede confirmar del todo que el triunfo interno del PRO esté asegurado. Llevar dos candidatos por el mismo partido suponía una partición del voto que sólo le convendría al creador de la tristemente célebre Resolución 125.

Del otro lado, en el Frente de Todos, y más allá de los reiterados argumentos del ministro de Economía Sergio Massa pidiendo unidad para una mejor gestión, la centralidad política de la semana le volvió a corresponder, por una doble acción, a Cristina Fernández de Kirchner. En primer término por la carta publicada en sus redes, el mismo día y unos minutos después que se celebrara el congreso partidario en el micro estadio de Ferro, donde se había pedido por una “Cristina presidenta”. En la misiva digital volvió a ratificar lo anunciado el 6 de diciembre, cuando se conociera el fallo condenatorio de la causa “Vialidad”, desistió de participar como candidata (para cualquier cargo) del proceso electoral de este 2023. El sacudón político para quienes habían activado el operativo clamor no fue menor.

https://twitter.com/CFKArgentina/status/1658585951789109250

El segundo hecho refiere a la presencia de la vicepresidenta, por primera vez luego de seis años, en un set de televisión. En esta oportunidad, en el programa Duro de Domar que alcanzó la friolera para un canal de cable, de casi once puntos de rating. Si a ese número le agregamos el seguimiento en redes y en diversos canales de You Tube, es probable que su presencia televisiva la hayan seguido no menos de 1.500.000 ciudadanas y ciudadanos: un número nada desdeñable para una supuesta muerta política que desde hace veinte años incide en el juego de las grandes ligas.

Más allá de las apuestas previas de muchos de sus partidarios, Cristina obvió las grandes definiciones que refieren a candidaturas. No fustigó al presidente y a sus funcionarios más cercanos (no es poco), reivindicó por primera vez en mucho tiempo a éste, como un gobierno infinitamente mejor que el de Mauricio Macri y se la notó sensibilizada cuando le tocó hablar de la situación de su hija y del recuerdo de su compañero Néstor Kirchner. Pidió salir rápido de ese lugar, y no se privó de hablar de un escenario de tercio electoral, tal vez su definición política más importante.

La ex presidenta confirma lo que muchos encuestadores han dejado traslucir desde hace algunos meses: ya no existe un escenario antitético de uno contra uno, donde Juntos por el Cambio y el Frente de Todos disputarían el premio mayor, sino que el supuesto libertario Javier Milei tallará de manera determinante en agosto y octubre. Según ella, si ya no son dos sino tres, la clave para el oficialismo pasa por llegar al ballotage. Los nombres propios, más allá de las ansiedades y las múltiples interpretaciones, te los debo. No falta demasiado para ello, pero por ahora, este analista supone que Cristina insistirá con la idea de un programa que aglutine al peronismo, pero que fundamentalmente, “re enamore” al electorado.

Y del otro lado, en parte, parecen haber recogido el guante. La convocatoria del presidente Alberto Fernández al acto del 25 de mayo que organiza el cristinismo, celebratorio de los veinte años de la llegada al poder del kirchnerismo, puede ser una buena forma de fomentar algunos puntos de encuentro que vayan más allá de un acuerdo de unidad o de la celebración de las PASO.

Eran dos provincias condicionadas por decisión cortesana y algunos pretenden que ahora sean tres. Cerrábamos 2022 con la hipotética disputa entre peronistas y cambiemistas para las elecciones presidenciales de este año, pero apareció un nuevo protagonista que, ahora parece ser, nadie quería del todo. Multiplicidad de actores, complejidad de perspectivas. Nadie la tiene del todo fácil.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 21 May 2023 08:55:42 -0300
Vallas, límites y encerronas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6764-vallas-limites-y-encerronas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6764-vallas-limites-y-encerronas Carcel de Caseros

"Un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña
Como veía que resistía, fue a llamar otro elefante.
Dos elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña
Como veían que resistía, fueron a llamar otro elefante."
Marianne Dubuc

Si resulta de manera inexorablemente cierto que la política tiene una dinámica tan autónoma que nos lleva a afirmar que en su lógica, muchas veces no aplican las reglas de las matemáticas para saber quiénes salen ganando o perdiendo de ciertos escenarios, no es menos real que, en términos políticos, la segunda semana de mayo no comenzó el día lunes sino el martes, cuando el conjunto de los argentinos conocimos la acordada que suspendió las elecciones en las provincias de Tucumán y de San Juan. La decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación generó un verdadero tembladeral que sorprendió, incluso, a sus más férreos defensores: no tanto por el contenido (materia absoluta y definitivamente discutible), sino por los tiempos que propiciaron la limitación de sanjuaninos y tucumanos de poder votar en este domingo 14 de mayo. En causas que tienen varios meses de tramitación, tomar una decisión apenas cinco días antes de un hecho tan importante, supone una provocación sin mayor sentido. Tal vez debamos pensar al hecho como una especie de dardos envenenados que funcionan como respuesta a un deterioro evidente en la legitimación cortesana. Acciones que tienen mucho de capricho y autodefensa con un buen ataque. Pasen y vean. Están todos y todas invitados.

Se había llegado al comienzo de la tarde del martes con dos hechos dignos de destacar. El primero refería a las declaraciones del presidente de la Corte, Horacio Rosatti, en el marco de las reuniones de la AmCham (Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina), en materia de política económica, donde se animó a plantear una serie de definiciones sobre el modelo de acumulación imperante, su relación con la Constitución Nacional y con la emisión monetaria. Lo interesante del asunto es que invocó el artículo 75, inciso 19, que refiere “a la defensa del valor de la moneda”, pero hay un detalle: todo ese articulado, corresponde a las atribuciones del Congreso y no a las del Poder Judicial. Parece que el hombre, de a poco, comienza a blanquear algunas intenciones de ser candidato o, vaya a saber uno, si cree estar por encima del propio legislativo.

El segundo hecho sucedió en el seno de la Comisión de Juicio Político que se sustancia en la Cámara de Diputados de la Nación, cuando Héctor Marchi, el ex administrador de la Corte, denunció que el presidente del máximo tribunal podría haber negociado, a través de su mano derecha Sergio Robles, una sentencia que lo terminaba favoreciendo por contratos para la Cámara de Casación. Clientelismo vip con balanza adulterada y venda corrida.

Si un elefante en un bazar puede ser escondido con muchos elefantes en el mismo espacio, los escándalos institucionales que suponen que un juez opine sobre política monetaria a la vez que se conoce una denuncia sobre ciertas prácticas delictivas que habría desarrollado, nada mejor que propiciar una decisión que sacuda el escenario político argentino. Que en el camino se lleven puestas las decisiones institucionales de dos provincias y el derecho superior de votar de sus habitantes, termina siendo, para el trío con sede en el cuarto piso de la calle Talcahuano, un detalle menor.

Foto: FOLA

Y aquí vale tener en cuenta que este tribunal se ve a sí mismo como un límite a los “excesos” de la vida social, económica y política de la Argentina. La gran pregunta es, en esta democracia que hemos sabido parir, dónde está el dique de contención a ese poder con resabios monárquicos que puede obturar, incluso, el más sagrado de los derechos civiles de una comunidad.

La respuesta no es sencilla por razones múltiples. En un sistema social complejo, con una sociedad dinámica compuesta por minorías políticas intensas, comienza a resultar dificultoso establecer algunos principios mínimos de cierta convivencia racional. El supuesto limitador, quien se cree con un destino manifiesto especial, con dudosa legitimidad de origen, comienza a ser severamente cuestionado por una parte no menor de ese entramado social.

Esta Corte Suprema de Justicia de la Nación se comporta como la estructura superior de conducción del partido judicial. Produce hechos políticos apalancados en cierta juridicidad y, desde el martes, parece no escatimar en recursos propios de las “chicanas” de la política que buena parte de la sociedad suele condenar.

No sólo cuestionaron la decisión suprema aquellos que están de un lado de la grieta: más allá de auto referenciación de Patricia Bullrich, no fueron pocos los constitucionalistas y comunicadores que mostraron sorpresa por el momento en el que se dictó la medida, como así también por no haber resuelto la cuestión de fondo, aquella que refiere a definir si Juan Manzur y Sergio Uñac quedaban o no habilitados para participar de los comicios. Frenar una elección legitimada por la institucionalidad de ambas provincias y dejar en suspenso la decisión final se parece más a un intento de daño cortoplacista que a la decisión de corregir aquello que pueda estar mal en las interpretaciones constitucionales de los protagonistas.

Las consecuencias políticas fueron variadas. Desde la celebración en modo de euforia de la dirigencia de Juntos por el Cambio, hasta el cuestionamiento vía redes de la vice presidenta Cristina Fernández de Kirchner y la utilización de la cadena nacional del presidente Alberto Fernández.

Pero la más notable redundó en la decisión del ex jefe de gabinete de declinar su candidatura a vice gobernador pidiendo a la vez, que el máximo tribunal levante la medida inicial por resultar abstracta. En el caso de San Juan, y a propio pedido de esta provincia, el máximo tribunal habilitó las elecciones a intendentes, diputados departamentales y miembros de los concejos deliberantes de los 19 departamentos.

Mientras que para los primeros la decisión final ya carece de sentido, para los segundos, donde el escenario político del oficialismo tiene algunas complejidades, ya que su gobernador había impuesto el sistema de lemas y, de alguna forma, necesita los votos de su opositor José Luis Gioja para prevalecer triunfador, lo que resuelva el trío Rosatti–Rosenkrantz–Maqueda, tendrá un definitivo peso en lo que pueda suceder en las tierras sanjuaninas.

En su momento, cuando desde un grupo de gobernadores se fantaseó con la idea de ampliar la CSJ hasta llegar al número de 25 integrantes, uno por provincia, para limitar la capacidad decisoria (muchas veces arbitrarias) de los actuales supremos, Sergio Uñac decidió no formar parte de esa movida porque sabía que tenía un reclamo pendiente en sede judicial. Se trataba de no agitar fantasmas para no recibir un vuelto no deseado. Su precaución parece no haber alcanzado, y sabrá la almohada del gobernador y sus allegados más cercanos si, efectivamente, se arrepintió de esa mesura.

Eduardo Gil. FOLA

La cautelar, además de caracterizarse por su falta de razonabilidad, también ha dejado señales (preocupantes) para el futuro. En un contexto donde el juicio político en Diputados cada vez demuestra más decididamente su acierto, con la bochornosa situación en la obra social de los judiciales y con los vínculos cada vez más expuestos con algunos sectores de la oposición amarilla, vale preguntarse (e imaginarse) hasta dónde estarán dispuestos a llegar los supremos. Lo dejamos al libre albedrío de nuestros fieles lectores y lectoras.

Y la otra pregunta/duda que nos gustaría dejar planteada es reconocer en qué medida, la cuestión “judicial” no representa una especie de síntesis del cúmulo de problemas que ha atravesado el oficialismo en estos 40 meses de gestión y que le han acarreado no pocas diferencias internas.

El Frente de Todos llegó al poder con un claro triunfo en primera vuelta electoral pero circunscripto a una situación legislativa institucional de empate, que lo ha condicionado en el día a día de la gestión pero, fundamentalmente, en todos aquellos temas que refieren a la posibilidad de realizar cambios que requieren  de mayorías especiales. Como se dice en el barrio habitualmente, “no tiene los números”: Por nombrar sólo un par de casos: el Procurador General de la Nación, Eduardo Casal, sigue el interinato impuesto desde los tiempos de Mauricio Macri, cuando éste supo imponer la salida de la Alejandra Gils Carbó (una funcionaria ejemplar) con métodos que fueron denunciados en su momento y junto con ello, esta misma Corte Suprema no ha podido completar el número de cinco para cubrir la vacancia que dejó la salida de Elena Highton de Nolasco.

En reiteradas ocasiones, como un mantra que se repite sin demasiada reflexión, en buena parte del oficialismo se abusa de una crítica interna que en el fondo no viene de la mano de propuestas superadoras. La referencia a la historia, a cómo se solucionaron diferencias de cierta institucionalidad en el pasado, a la permanente recurrencia de la idea de movilización popular como forma de presión, suponen un romanticismo más frustrante que esperanzador.

Si Néstor Kirchner pudo parir el famoso Decreto 222 que oxigenó la designación de los jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación; si Cristina Fernández de Kirchner pudo recuperar YPF y Aerolíneas Argentinas; promover la Ley de Servicios Audiovisuales; la Asignación Universal por Hijo o dar por concluido el nefasto capítulo de las AFJP, fue porque contaron con una base suficiente en el Congreso de la Nación y con una oposición desarticulada que no daba “pie con bola”. Esto no supone negar la importancia de la movilización, pero resulta justo recordar que en aquellos tiempos no existían pedidos masivos en las calles por ninguno de esos temas.

En un modelo constitucional como el que ha abrazado el peronismo en los últimos 20 años, la política transformadora, esa que queda en los anales de la historia, sólo puede realizarse contando con ciertas mayorías. En esta coyuntura, esas diferencias a favor, no existen. Por eso cobra un enorme valor el juicio político al máximo tribunal: porque, como comentáramos hace algunos meses atrás en este mismo espacio, el ejemplo de la demanda contra la corte adicta de Carlos Menem, no fue un proceso que se inició y se desarrolló de una sola vez, sino que tuvo un recorrido previo sobre el que Kirchner pudo activar políticamente de manera inequívoca.

En el devenir de estos días, esa comisión a veces ninguneada, a veces menospreciada y en otros casos desvalorizada, ha comenzado a demostrar que, desde cierta institucionalidad también pueden quedar expuestas situaciones bochornosas y hasta delictivas. Y desde ese lugar debemos entender los fallos del último martes, suspendiendo sendos comicios a escasos cinco días de su realización y que dejan la evidente marca de una encerrona política.

Va de suyo que estos actores con los que el oficialismo se enfrenta poseen una enorme capacidad de daño, al decir del juglar catalán más famoso, ya que “juegan con cosas que no tienen repuesto” y aunque por momentos, como en la vieja canción infantil, los elefantes parezcan balancearse sobre la tela de una araña y, creyendo que resiste, inviten a jugar a otros elefantes. Con el riesgo que ello conlleva.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 14 May 2023 12:04:20 -0300
Woodoku https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6763-woodoku https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6763-woodoku Woodoku

En el juego del Woodoku, al que este analista confiesa ser aficionado, la gracia consiste en llenar casilleros que nos van asignando más puntaje. En un tablero de ochenta y un cuadrados, pequeñas piezas de hasta cinco bloques deben ir incorporándose en línea para, una vez completado determinado sector, sumar puntos a la vez que dejamos el espacio libre. De alguna forma, una analogía con los tiempos que comienzan a transitarse en la política argentina en general y en la santafesina en particular: mientras se acerca el tiempo de las definiciones y el tablero de operaciones, candidaturas y resultados electorales comienza a despejarse, vale descubrir quiénes son los que, verdaderamente, podrán sumar algo al gran juego de este ya avanzado 2023. La primera semana de mayo, otra vez, fue rica en matices que bien valen unas líneas al respecto. Pasen y vean. Están todos y todas invitadas.

El federalismo argentino que consagra la Constitución Nacional sancionada en 1853, habilita a que cada provincia elija sus propios sistemas electorales y de representación en tanto y en cuanto, ellos no sean contradictorios con lo dispuesto en la Carta Magna en cuanto a valores y principios. Eso supone la posibilidad concreta de que cada Estado subnacional elija la unicameralidad o la bicameralidad legislativa, la representación por cupos más o menos acotadas, su propio sistema de votación, su instrumento y las fechas de las elecciones, decisión ésta última que en la mayoría de los casos depende de la voluntad política del gobernador. Conviven así en la Argentina, multiplicidad de variantes que complejizan los abordajes.

En ese contexto hay dos consecuencias inalterables en el tiempo. La primera refiere a la tendencia, podría decirse que natural de parte de gobernadores y candidatos, a “alambrar” las provincias para que lo nacional no complique la coyuntura de esos territorios. La segunda radica en la innumerable cantidad de medios, analistas y hasta dirigentes políticos que ven como una señal de debilidad de los oficialismos nacionales, que los mandatarios provinciales elijan desacoplar los comicios locales de los federales (en este 2023 son dieciocho). Basta echar un vistazo en los procesos de las últimas décadas para comprender que lo que para algunos es debilidad, refiere en realidad a una práctica definitivamente asentada.

Ese entramado, que se visualiza en el conjunto de veinticuatro sistemas electorales provinciales más el nacional, impone, en años electorales, la convivencia de un paralelismo que a veces puede resultar, para algunos, desgastante: mientras la mayoría de las provincias suelen elegir a sus autoridades con varios meses de anticipación, la elección nacional queda más cercana al proceso de recambio de autoridades de cada 10 de diciembre de los años impares.

Para sumar confusión a aquellos ciudadanos desprevenidos a los cuales no le interesan estos asuntos, el sistema político en su conjunto (dirigentes, partidos, comunicadores y analistas), suele tomar cada resultado comarcal como un anticipo de lo que sería la elección nacional. Los que peinan canas recordarán aquel viejo caso de una elección en Perico, provincia de Jujuy, durante 1997, donde el menemismo que había resultado triunfador intentaba proyectarlo a la totalidad del país, luego de una magra cosecha de votos en el total país.

De alguna manera, este tablero de Woodoku que comienza a activarse se proyecta en dos sentidos: en el de las propuestas y en el de los resultados. Para el primero de ellos la semana que pasó fue rica en episodios.

https://twitter.com/mariuvidal/status/1654257899823087617

A nivel nacional, en Juntos por el Cambio, más concretamente en el PRO, la noticia más importante fue la decisión de María Eugenia Vidal de bajarse de una pre candidatura a presidenta que había anunciado algunos meses atrás. ¿Novedad? Definitivamente, no. Quienes siguen esta columna semanal y nuestra participación radial en AM1330, sabrán que hemos relativizado aquel lanzamiento de la ex gobernadora de Buenos Aires.

Las razones sobran pero podrían sintetizarse en tres: su mala gestión en la provincia de Buenos Aires, su escasa visibilidad como diputada nacional en los dos últimos años y la existencia de nombres internos previamente instalados como los de Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, con otra espesura y bagaje político. Por lo demás, es de dudosa efectividad el estilo madre sobreprotectora, impoluta y abnegada, en tiempos de un partido que profundiza públicamente su viraje a la derecha, tapando bajo la alfombra de la protección de la corporación mediática, la violencia que subyace en ciertas propuestas.

No menos relativa es la posibilidad de que la renunciante pueda aparecer como la síntesis de la interna partidaria que la ubique en una candidatura única para la jefatura de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Pero habrá que esperar. Los caminos de la política argentina son, como los del Señor, inescrutables.

Por el lado de los supuestos libertarios, no dejó de llamar la atención la decisión de su máximo referente, de no sostener ninguna candidatura provincial más allá de los cuatro casos de CABA, Buenos Aires, Tucumán y La Rioja. Los magros resultados electorales conseguidos hasta aquí, los que se proyectan en las inminentes elecciones de este fin de semana y la escasa visibilidad de los que pintan como propuestas comarcales libertarias de mediano plazo, forzaron la decisión de Javier Milei de evitar un armado nacional que le impondría otras condiciones.

Ante esto, no fueron pocos los analistas que pusieron el eje en los límites que eso puede representar en la candidatura presidencial del hombre que fantasea con una dolarización. El problema es estructural: desde un bloque con unos pocos diputados propios, más allá de cierta propalación mediática, sin estructuras partidarias que sostengan una candidatura a lo largo y ancho del país (o por lo menos en las provincias más pobladas), resulta muy difícil institucionalizar una propuesta.

Algo de esto entendió Mauricio Macri en su momento cuando parió Cambiemos a partir del acuerdo con la Unión Cívica Radical. Los territorios también siguen siendo importante en la política del siglo XXI, aunque a veces algunos crean que en los medios y las redes está la verdad final de las cosas. Las luces de la Reina del Plata pueden enceguecer: una elección nacional requiere de una vocación de poder que intrínsecamente supone salirse de ciertas seguridades inmodificables.

Pero si hablamos de situaciones sin variantes, el Frente de Todos a nivel nacional parece llevarse las palmas. No son pocos los dirigentes que comienzan a pedir públicamente un encuentro entre los popes del espacio a fin de ordenar el proceso electoral que, a no dudarlo, ya comenzó.

Más allá del diálogo de las segundas líneas para ese encuentro, no dejó de llamar la atención la  afirmación de un experimentado y gatuno periodista porteño que anunció la “primicia” de una Cristina candidata presidencial. Al no haber correlato de ningún tipo, el tema quedó relegado al micromundo de la política y de las redes. Si el comunicador se comió una operación o actuó de operador, sólo él lo sabe, pero al respecto cabe decir que, a lo largo del tiempo, la vicepresidenta ha sabido mantener un estilo donde no suele adelantar decisiones de ningún tipo, con o sin impacto, vía off the record. Uno imagina que a esta altura de los acontecimientos, no cambiará de formas.

El tiempo de definiciones no se reduce a lo comentado hasta aquí. Más allá de los vaivenes y dudas en CABA y en la provincia de Buenos Aires, tanto para oficialistas como para opositores, en Córdoba y Santa Fe también empiezan a individualizarse los nombres propios. Mientras en la provincia mediterránea estamos a poco menos de 24 horas del cierre de listas, por estos lares queda una semana para que descubramos, quién va con quién en este juego del poliamor político. 

Por lo pronto, Carolina Losada confirmó el día lunes su precandidatura como gobernadora, la cual vendrá acompañada de Federico Angelini como vice, hombre de estrecha confianza de Mauricio Macri y cercano a Patricia Bullrich (¿pedirá también él, licencia en la conducción partidaria?). Su presentación al mejor estilo PRO, por imagen escenográfica, discursiva y hasta de vestimenta, tuvo un segundo acto que la llevó a afirmar que, en caso de ser gobernadora, vivirá en Santa Fe. Se le podría regalar un aplauso si no fuera porque la Constitución Provincial ya lo consagra como una obligación.

No tardaron en recordárselo desde lo más granado del sistema político santafesino, opositores internos incluidos, a quienes les respondió “sin querer queriendo” al decir del Chavo del 8, que ella llegaría al poder sin tener vínculo alguno con la narco criminalidad. No se supo, públicamente, qué pudo haber afirmado algún precandidato nacido en Hughes, aunque podemos suponerlo, junto con la idea de una interna que en ese espacio parece que será subidita de tono.

En el otro sentido del llenado de casilleros del tablero entra el de los resultados que se sucederán este domingo en tres provincias argentinas: La Rioja, Jujuy y Misiones. En las tres, a contramano de lo que sucedía con las elecciones en tiempos de pandemia y de acuerdo a los datos previos, prevalecerían los oficialismos.

En la primera de ellas se da por descontado el triunfo de Ricardo Quintela. La duda radica en si, efectivamente, Martín Menem, candidato que ha sido apoyado públicamente por Javier Milei, logra desplazar a Juntos por el Cambio al tercer lugar, lo cual no sería una buena noticia para la coalición conformada por radicales y amarillos.

A poco más de 700 kilómetros de allí, en la provincia de Jujuy, con un peronismo partido en tres y mientras la izquierda aspira a ocupar el segundo lugar, todo parece indicar que prevalecerá Carlos Sadir, ministro de Economía de la administración que conduce Gerardo Morales, quien espera una victoria contundente que le permita proyectarlo de manera más decidida en el plano nacional, en un contexto donde su pre candidatura no ha ganado en espesura política.

Cruzando el país en sentido oeste – este, Misiones confirmaría el triunfo de Hugo Passalacqua, ex gobernador, hombre de Carlos Rovira, quien parece tener la provincia lo suficientemente amurallada como para el seguir siendo un jefe político que prevalece desde hace veinte años. De todas formas, los partidos deben jugarse y ninguno está ganado de antemano.

Los múltiples tableros electorales comienzan a completarse. Con pre candidaturas de los distintos espacios que, probablemente y por primera vez desde su implementación a nivel nacional, disputen elecciones PASO con resultado incierto; pero también con datos definitivos en provincias argentinas que, al final del mes en curso, habrá aportado el resultado de poco menos de la mitad de las mismas. Una foto que merecerá ser revisada, pero que no necesariamente sirva de adelanto de lo que pueda suceder en el país entre agosto y octubre de este año.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 07 May 2023 11:51:04 -0300
Intenciones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6762-intenciones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6762-intenciones Intenciones

La cama en el dormitorio, el inodoro en el baño y las ollas en la cocina. Ese orden básico y elemental que aplicamos para nuestras vidas, también debería ser terreno de la economía y de la política. Pero es sabido que los potenciales del deber ser y la realidad en un país como el nuestro, casi nunca van de la mano. "Pasan cosas", al decir de un ex presidente, y esta última semana de abril no fue la excepción, ya que abundaron las acciones que reflejan el intento de ordenar una coyuntura que, con la honrosa excepción de un outsider, no viene con viento a favor para nadie. Repasemos.

En el fin de semana anterior nos preguntábamos si, efectivamente, la corrida cambiaria había cesado. Rápidamente, el día lunes comprendimos que no. El dólar ilegal rozando los $500 del día siguiente fue un título que la corporación mediática no quiso perderse del todo, pese a que nunca alcanzó ese número.

A partir de allí el oficialismo pareció reaccionar. Con un conjunto de declaraciones que incluyeron un hilo de tweets del ministro Sergio Massa (la más emblemática fue la de la presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau), pero también, y fundamentalmente, con decisiones económicas que tenían una sustanciación política, la especulación que elevó $100 la cotización en unos pocos días, pareció ceder.

La fuerte intervención del Estado en el valor de los dólares financieros; el anuncio coincidente con el Fondo Monetario Internacional de que se está revisando el acuerdo suscripto en marzo de 2022 (el equipo del ministro viaja a Washington); la reactivación del swap con China para el pago de importaciones en yuanes, con la posibilidad de evitar la utilización de algo más de U$D 1000 millones; el aumento de las tasas de plazo fijo y la amenaza de la ampliación de denuncias penales a sectores que hacen su enero con la especulación (que no son precisamente cuevas); parecieron ser suficientes para frenar la corrida y hacer que la cotización se retrotraiga unos $30. El negocio ya estaba hecho en un contexto donde a la hora de tomar decisiones gubernamentales, siempre debe elegirse por el menos malo de los caminos.

El apoyo oficialista a Sergio Massa fue lo suficientemente extendido como para demostrar que el tigrense, más allá o más acá de su hipotética candidatura, representa el último umbral que el peronismo no debe dejar que se traspase, si aspira a contar con alguna chance de ser competitivo en las elecciones de agosto y octubre de este año.

Ese sostén también incluye al cristinismo, espacio en el que a inicios de la semana, muchos de sus habituales interlocutores, políticos y mediáticos, tenían una gran expectativa de que la presentación del día jueves de Cristina Fernández de Kirchner en el Teatro Argentino de La Plata, se transformara en el puntapié inicial de la nominación de algún candidato. Incluso, los más exultantes (nunca falta gente con imaginación y entusiasmo en justas y proporcionales dosis) la imaginaban autoproclamándose. Nada de ello ocurrió.

El encuentro tenía mucho de simbólico por el lugar ya que fue el escenario de anuncios de candidaturas del pasado, por la fecha (elección de 2003) y tenía como excusa el lanzamiento de la escuela de formación política Néstor Kirchner. La invitación en la previa a lo más granado de la dirigencia del Frente Renovador y a la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, quien la semana anterior dio señales de ir por una disputa interna en la provincia de Buenos Aires, reflejaba que el tono no resultaría hostil hacia el interior del oficialismo.

La vicepresidenta volvió a ocupar el centro de la escena con un método que, indudablemente, la hace sentir muy cómoda. Se movió a sus anchas, expuso durante más de dos horas sin recurrir a lectura de ningún tipo, mostró datos en pantallas que, indudablemente, guarda en su cabeza; no se privó de retar a los propios (“cuando dije que cada uno debía tomar el bastón de mariscal no era para usarlo para pegarle a algún compañero”); hizo algún recorrido por la década ganada pero, aquí la novedad, habló de problemas nuevos que requieren otras soluciones. El caso del aumento del empleo registrado pero con salarios que han quedado debajo de la línea de pobreza, es un buen ejemplo de ello.

Más allá de los detalles, dos conclusiones parecieron prevalecer luego del acto: trató de mostrarse como la ordenadora del tiempo electoral que viene en el justicialismo y subió, desde el comienzo, al ring de la disputa política a Javier Milei.

La primera conclusión se resume en que no sólo brilló por su gris de ausencia la nominación de alguna candidatura, sino que pareció importarle poco las diferencias de ir por unas elecciones PASO o por un renovado proceso de unidad de donde surjan los nombres propios. Lo trascendente debería ser ir por un programa de gobierno que le de coherencia al tiempo que viene. Da la sensación que en el pedido de lo que debería venir en el futuro, subyace lo que falta en el presente y que le ha generado tantas diferencias visibles y no visibles, al oficialismo.

Al diputado poco afecto al trabajo legislativo lo nominó como un discípulo de Domingo Cavallo, poniendo bajo la lupa las consecuencias de lo que dejó la convertibilidad en la Argentina de comienzos del milenio y trazando una línea comparativa con los límites y efectos desastrosos que acarrearía una dolarización en el país. Puso ejemplos de Estados independientes que aplicaron las medidas, su realidad actual, y marcó palmariamente la inviabilidad de la propuesta para un país de desarrollo medio como el nuestro.

Queda la duda si la nominación del (supuesto) libertario responde a que, efectivamente, el crecimiento de su figura ya alcanza a territorios donde, históricamente, el peronismo en general y el kirchnerismo en particular eran “intocables” y por lo tanto se trata de retomar un diálogo más aceitado con esa porción del electorado o, si la estrategia cristinista de evitar nombrar a lo más granado del mundillo PRO, obedece a bajarle el precio a una fuerza que está envuelta en una interna cada vez más intensa. La respuesta, como cada fin de semana, querides lectores, deberán buscarla ustedes como forma de tarea de trabajo práctico (sin fecha de entrega). Si este analista debiera arriesgar una hipótesis, da por sentado que hay un poco de cada uno de los argumentos, sobre todo y si tenemos en cuenta que algunos encuestadores comienzan a plantear un escenario electoral de tercios.

De la vereda amarilla de enfrente, respondieron con un encuentro entre los popes del partido en la casa de San Isidro del ex ministro de trabajo Jorge Triacca. La reunión fue sintetizada con una imagen que se parece mucho a aquellas fotos familiares de comienzo del siglo XX donde la posición de los cuerpos, la ropa elegida y los gestos de cada rostro no tenían nada de natural.

Aquí también subyace la idea del encuentro para tratar de ordenar un proceso electoral interno que no sólo viene amañado para la disputa presidencialista sino que se extiende al conjunto del país, donde, en un formato de regla de tres simple inversa, a medida que los procesos electorales de las provincias se acortan, las diferencias se profundizan. Del par de elecciones que se produjeron hasta aquí, desde Juntos no pudieron mostrar ningún triunfo contundente que les permita afirmar, vía propaladora de la corporación mediática mediante, que "la gente” vuelve a elegir el cambio.

Además de la inminente (y evidente) renuncia de María Eugenia Vidal a una precandidatura presidencial que nunca levantó vuelo, el otro dato destacado que surge de este tiempo PRO, es la dificultad de Mauricio Macri de poder prevalecer como un primus inter pares al interior del partido que creó a su imagen y semejanza.

Y ante esto queda una digresión que debería leerse como nota al pie. En el anuncio del ex presidente de bajarse a una candidatura, no fueron pocos los que parecieron tentarse ante la comparación por la semejanza de lo realizado por Cristina Fernández de Kirchner en mayo de 2019. Nada más alejado de la realidad: mientras esta última mantiene la centralidad de su poder que genera la expectativa del conjunto del peronismo, el ex mandamás de Boca Juniors no puede imponer los criterios de selección de la vida interna del partido. Además, mientras la vice presidenta hace caso omiso al reclamo de su sector para que sea candidata (cualquier aparición en las boletas de agosto y octubre sería bienvenida), el hijo de Franco no es reclamado por nadie para que se postule. Fin del comentario anexo.

Si el clima interno adolece de calma y empatía, el anuncio de José Luis Espert de intentar integrar Juntos por el Cambio trajo más ruido de lo esperado, más allá, valga la paradoja, del silencio proista. La bienvenida de radicales y lilitos a un hombre que hasta hace pocos meses atrás defenestraba a la coalición refleja la contraposición de intereses: el economista e insultador serial llega para rapiñar parte de un electorado bonaerense donde nadie se puede poner de acuerdo del todo y donde la tensión se traslada al conjunto de municipios y partidos. En sintonía con ese deterioro, el crecimiento de Milei abre un espacio de incertidumbre que no alcanza solamente al peronismo en su conjunto. Otra vez, y si ese escenario de tercios se confirma, nadie puede estar seguro de qué lugar del podio ocupará cada quien.

Dos máximas populares tal vez resuman la semana: “al chancho nunca se lo come antes de cazarlo” y “el camino del infierno está lleno de buenas intenciones”. Póngale, querido lector, estimada lectora, el nombre propio a cada una de ellas y disfrute de un buen domingo y del mejor de los días del trabajador y de la trabajadora que se pueda. “Salú”…

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 30 Apr 2023 11:04:14 -0300
Necesario pero no suficiente. La secuela. https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6761-necesario-pero-no-suficiente-la-secuela https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6761-necesario-pero-no-suficiente-la-secuela Necesario pero no suficiente. La secuela.

Dicen los que creen saber que las segundas partes nunca fueron buenas. Allí está la historia del cine para demostrar lo contrario: “El Padrino II” o “Batman, el caballero de la noche” son buenos ejemplos de ello. O viniéndonos más acá, en tiempos de streaming y televisión por demanda, fluyen las series con múltiples temporadas que brillan por su calidad y capacidad de conmovernos. Elija usted la que quiera, querido lector, estimada lectora, pero quién le podría restar un innegable valor artístico a Breaking Bad, Peaky Blinders o After Life, por nombrar algunas de las preferidas de este columnista.

En política sucede algo parecido. No son pocos los casos de segundas gestiones que resultan mejores que las primeras: podremos pararnos en el lugar ideológico que nos plazca y veremos que, cuando existen reelecciones, sobran casos de administraciones que mejoran lo hecho en el “primer tiempo”.

La decisión de Alberto Fernández de no participar de su intento de reelección, parece, de alguna manera, la segunda versión de aquel “necesario pero no suficiente” que supo imponer el Frente de Todos en 2019, para alzarse con una victoria que permitió eyectar a Mauricio Macri del ya enclenque sillón de Rivadavia. Pasen y vean: recorrido por una noticia que no por previsible ha dejado de tener el impacto político de rigor. Como sucede cada siete días, son todos bienvenidos.

La semana había comenzado con los estertores de la decisión larretista de promover las elecciones “concurrentes”. Sus consecuencias, que seguramente se extenderán en el mediano plazo, intentaron ser diluidas por la corporación mediática con la cobertura del Foro Llao Llao a desarrollarse en el mítico hotel de San Carlos de Bariloche. Organizado por empresarios de la talla de Marcos Galperín, estos tipos de encuentros de los que la derecha suele sentirse a sus anchas, y de los que se parecen (y mucho) a una toma de examen, suponía la presencia de los pre candidatos presidenciales de Juntos por el Cambio y Javier Milei. Con la suficiente amplificación de rigor, lo interesante del caso es lo que deja de cara a los días por venir cuando aparece la idea de la repregunta.

Indudablemente el menos favorecido terminó siendo el supuesto libertario, quien insistió con su idea de la dolarización y no dejó de preocupar a los popes empresariales, ya que aquella vieja pregunta que se formulaba el inefable Raúl Granados en los mediodías de la televisión rosarina “¿Dónde está la plata?”, sigue más vigente que nunca. Más allá de la pérdida de soberanía que supone la adopción de otra moneda, esa medida necesita de un respaldo monetario que, hoy, la Argentina no tiene.

No fueron pocas las voces, consultoras del establishment incluidas, que pusieron en duda la solidez de la propuesta del diputado poco afecto a su trabajo legislativo, quedando al desnudo una marcada incapacidad para la visualización de escenarios reales. Es probable que desde el mundo libertario se imaginen, al igual que erróneamente lo hacía Mauricio Macri, a partir de lo que sería su llegada al poder en la Argentina, que un triunfo electoral en 2023, serviría para poner en línea al conjunto de las variables macroeconómicas, per se. Siempre es dable recordarlo: nuestra derecha vernácula padece de una evidente ceguera para reconocer en la historia fracasos que derivan en peores condiciones de vida para la comunidad: el corsé ideológico como fuente de toda razón y justicia.

Pero parte del oficialismo parece estar en otra sintonía. Como si no fuera suficiente con aquellas cuestiones que, desde la buena fe, el gobierno no puede resolver, en paralelo se refuerza en una serie de disputas internas que sintetizan la enésima versión de un tiro en el pie. La justa salida de Antonio Aracre, a la sazón jefe de asesores del presidente de la Nación Alberto Fernández, se parece mucho a un episodio sin sentido y que podría haberse evitado, sobre todo a la luz de las consecuencias de una corrida cambiaria que no queda del todo claro si se ha frenado. A la extrema debilidad macroeconómica, algunos funcionarios (incluidos los que dicen que funcionan), le agregan una disputa que debería empezar a ceder a partir de la decisión presidencial de no ir por la reelección.

De acuerdo a las declaraciones de múltiples actores, el hecho supone la condición necesaria para que el peronismo se ordene en el corto plazo, de cara a las elecciones de este 2023. Algo parecido a lo imaginado en 2019, cuando resultaba imprescindible la presencia de Cristina Fernández de Kirchner para suponer un triunfo político, pero no suficiente para ejercer un gobierno que llegara a buen puerto.

Hace casi cuatro años, y mal que le pese a cierto relato cristinista, la decisión de “bajarse sin bajarse del todo”, no fue un acto de generosidad: fue la puesta en práctica de un notable pragmatismo político que sintetizaba los límites que enfrentaba la figura política más trascendente de este siglo XXI. Eran muy pocos los que dudaban del triunfo electoral de la ex presidenta, pero en el reverso de la trama, las dudas radicaban en cómo podía llevarse adelante un gobierno con una crispación tan definitiva, de parte de un sector del electorado y del otro poder, el que nadie vota, pero que existe.

Con voz en off incluida, el video presidencial conocido el viernes a las 10 am vía redes, se estructuró sobre tres ejes: 1) la centralidad de las imágenes sobre la figura de Néstor Kirchner; 2) la necesidad de dejar de lado la “lapicera” para ordenar la interna peronista (tiro por elevación a la vicepresidenta quien le ha reclamado públicamente a su compañero de fórmula por el uso de la misma para poner en caja a la economía argentina); y 3) el intento de que Fernández (Alberto) sea el garante de ese intento de ordenamiento.

Con la movida, la reunión del Consejo del Partido Justicialista, ofició de encuentro formal antes que como instancia de profundización de las discrepancias. Si la reunión del 16 febrero sirvió como catalizador de ciertas diferencias, lo que se tradujo, por ejemplo, en su extensa duración (cinco horas), la del 21 de abril, en poco menos de 45 minutos bastó para poner fecha para la realización del congreso partidario.

La primer gran pregunta que aparece en este fin de semana para el peronismo y que seguramente marcará el termómetro de los días por venir, refiere a si habrá PASO (como intenta consolidar el "albertismo") o si podrá alcanzarse un nombre para candidato a presidente que tenga el consenso de todos.

Se escucharán argumentos en un sentido y en otro. Es cierto que las elecciones internas pueden servir para potenciar a un partido político, dinamizarlo y poner en valor muchas ideas. Pero su puesta en práctica supone el riesgo, y algo de eso no deja de preocupar en el mundillo Pro, de que sucedan conflictos que, a la larga, resultan irreconciliables.

Algo parecido puede decirse de la hipótesis de un acuerdo cerrado entre bambalinas que no sepa reflejar las diferencias que existen en el seno de un partido y que posterguen esa potenciación que señalábamos en el párrafo anterior y que, con el devenir de la gestión, quedan irremediablemente expuestas.

Si revisamos la historia de las PASO (el laboratorio electoral santafesino ya cuenta con una historia nada desdeñable de quince años, donde existen ejemplos de todo tipo) y si, como opinan muchos futboleros de ley, lo único que importa es ganar, internas o consenso pueden servir en igual medida.

Desde el inicio digamos que es necesario empezar a trabajar en clave electoral. La primera tarea para los que, de alguna manera, estamos de este lado, es transmitir la “re” pregunta sobre la propuesta de la derecha. El cómo hacer las cosas siempre es un buen disparador para sacar de la zona de confort a los discursos pre elaborados con mucho de silicona de campaña. Si, por ejemplo, se eliminan las retenciones, ¿qué deja de financiarse con ese dinero?; si se eliminan los planes de trabajo, ¿qué contención se les da a ciudadanos que integran el lote del 40% de pobres de la Argentina?; si se promueve la dolarización, ¿cómo se consigue el respaldo monetario para semejante desquicio?

La segunda tarea deberá radicar en saber hablarle a cada argentino de la realidad que lo circunda. Las redes pueden ser un instrumento que, bien usado, puede dirigir el relato a cada usuario. Las medidas de la macroeconomía afectan en la cotidianidad de cada uno de nosotros: no es lo mismo un dólar barato o caro, un modelo industrial que hoy enfrenta enormes problemas de restricción externa a que se lo deseche por uno agro – mineral – extractivo. La comunicación política, de profesionales pero también de los dirigentes, debe saber interpelar, desde la generalidad a cada una de nuestras individualidades.

Es cierto que en ese transitar para descubrir la forma de comunicar las consecuencias de lo que propone la derecha vernácula, pueda perderse parte de la iniciativa política (lo necesario), a lo cual habría que agregarle lo suficiente: una propuesta política que seduzca más allá de algunos internismos exasperantes.    

De alguna forma, el peronismo en su conjunto se vuelve a enfrentar al mismo dilema de hace 48 meses atrás: el riesgo de una atomización donde prevalezcan los cacicazgos al mejor estilo de la previa y posterior crisis de 2001, o la apuesta a acuerdos mínimos que vayan a lo esencial de sus mejores valores. Aunque más no sea para acordar cómo poner en práctica el no estar de acuerdo. Oxímoron mediante.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 23 Apr 2023 11:58:44 -0300
¿Lo que viene? https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6760-lo-que-viene https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6760-lo-que-viene ¿Lo que viene?

"Compren venda' nueva', que hay momia e' la justicia
De justa tiene poca, se viste de codicia
Hay mucho medio pelo con el ego amarillista
Matarían a un hermano por ser tapa de revista"
Wos - Que se mejoren

“Lo que viene, lo que viene, lo que viene”, anunciaba el relator icónico de los '90, y todos suponíamos que en ese excelente programa al que los porteños y habitantes del conurbano bonaerense podían acceder libremente, y que en el resto del país los futboleros debíamos pagar para ver, venía lo mejor. A partir de algunos hechos producidos en la primera semana del mes de abril, vale preguntarse si lo que viene en el próximo tiempo político en la Argentina, es peor de lo que hemos vivido en la coyuntura de los últimos años. Pasen y vean, antes que el amarillismo nos tiña a todos. Sean todos y todas bienvenidos.

Dos hechos de la semana anterior disparan el título de este artículo: los golpes lanzados contra el ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni y los comentarios desprovistos de toda empatía humanista de un par de periodistas (?) contra la vicepresidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner y su hija Florencia Kirchner, desde un canal de televisión que no son pocos los que afirman que tiene como uno de sus principales accionistas al ex presidente Mauricio Macri.

Los hechos pueden resultar verdaderamente disímiles entre sí, pero tienen el hilo común de estructurarse sobre las bases de la violencia, física y mediática. En el primero de los casos todo se sintetiza más o menos así: un asalto en un colectivo, en el conurbano bonaerense, de madrugada, donde los habitantes de ese micro mundo sólo pueden ser trabajadores que seguramente van por un empleo mal pago y que termina de la peor manera con el chofer asesinado. A partir de allí el justo y lógico reclamo de seguridad de los colectiveros, con paro incluido. Bronca que se acumula e impotencia que no cede.

Sergio Berni ha construido su carrera política en los márgenes de lo bizarro y del perfil del funcionario que camina el territorio. Sus métodos no son precisamente los mejores, pero, a decir verdad, por el tiempo que sobrevive en la función pública, primero como secretario de Seguridad del segundo mandato de Cristina y luego como ministro de Axel Kicillof, el hombre se supo ganar un lugar de supuesta consideración.

Sus métodos de gestión por momentos bordean lo payasesco. Sabrán recordar los rosarinos el show montado en el año 2014 (hoy se cumple un nuevo aniversario) con aquella primera llegada de fuerzas federales para reforzar una seguridad que empezaba a dar señales de desmadre en la región, o la relación que supo construir con la ex intendenta de la ciudad Mónica Fein, baile chamamecero mediante.

A partir de la experiencia del Frente de Todos, no se privó de ser crítico, públicamente, del presidente Alberto Fernández, renegó de su condición de kirchnerista y en algún momento hasta fantaseó con una candidatura presidencial que tuvo el mismo vuelo que el de una rana salida fuera del agua. Siempre supo ufanarse de su conocimiento de la calle. Fue agresivo con pares, cerca de la misoginia con la ex ministra Sabrina Frederic y ha sabido entender que la gestión no se hace en un escritorio sino, otra vez, caminando el territorio. Rara avis de un funcionario que siempre pareció flotar como un electrón libre de ciertas jefaturas políticas. Es probable que tal vez por ello se haya ganado el resquemor de no pocos colegas y el silencio solidario de estos días.

Pero esta vez parece que le falló el termómetro ya que salió al encuentro de los choferes que reclamaban por seguridad y fue recibido de la peor manera. “Yo vengo a poner la cara” afirmó el militar retirado, y da la sensación que con eso ya no alcanza, sobre todo cuando hay vidas en juego. Algo de eso también vivieron en carne propia el gobernador de Santa Fe Omar Perotti y el intendente de Rosario Pablo Javkin, cuando en el año 2021 se hicieron presentes en una marcha que también pedía por lo mismo que los trabajadores de la línea 620.

Más allá del personaje en cuestión, nada justifica la violencia, aunque puedan entenderse ciertas reacciones. El problema no está exclusivamente allí, sino también en el abordaje que el sistema político (y en él también quedan incluidos los medios. Perdón David Easton) le dio al hecho. Desde el silencio inicial hasta pasar por ciertas justificaciones en los golpes recibidos de alguien que estaba indefenso, no pocos dirigentes y opinadores parecieron mirar para el costado.

El hecho pareció ser la representación de ciertos límites que no deberían cruzarse. Y aquí viene la segunda pregunta de ocasión: ¿fue una piña a Berni o fue una piña, como les gusta decir a muchos analistas que nos quieren hacer creer que orinan agua bendita, a “la política”?

Quedó flotando en el ambiente la opción B: que el horno no está para bollos, que existe un cansancio social que se basa en la idea de frustración y que la política discute cosas que a la sociedad no le interesan. Efectivamente, inflación, inseguridad y pobreza no son factores que pasen desapercibidos para una ciudadanía donde muchos de sus habitantes no resignan sus legítimas aspiraciones de tener una vida digna.

No faltaron las comparaciones con el 2001. Pero el "que se vayan todos” fue otra cosa. Excepto algunos casos esporádicos de dirigentes políticos echados de cines o restaurantes, el enojo de ese tiempo no se transformó en una violencia física como la que hemos visto en el último tiempo, intento de magnicidio a Cristina incluido. Si en aquel momento la dirigencia política en su conjunto era cuestionada, el que se fueran todos suponía la infantil ilusión de que lo que viniera, por el sólo hecho de ser nuevo, sería mejor. En esa coyuntura no existió la tentación de antaño de recurrir a las fuerzas militares, y sin haberse ido casi nadie, la Argentina pudo salir de aquella crisis a partir de ser muy cuidadosos con la idea de la violencia como solución de fondo, al punto que las muertes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán obligó al presidente interino Eduardo Duhalde, a adelantar el llamado a elecciones.

Hoy, eso no parece estar tan claro. La violencia ejercida contra Berni y su posterior relativización de parte de buena parte del sistema político, se entronca directamente con la pedrada al despacho de la vicepresidenta en el Senado de la Nación y con su intento de magnicidio que, algunos, ilusoriamente, suponen que se agota en la banda de Los Copitos.

Cierta violencia política puede y debe ser entendida y comprendida cuando la protagonizan ciudadanos o ciudadanas supuestamente hastiados. Pero nunca compartida ni justificada. La actitud de buena parte de la oposición parece ir en otro sentido, apalancada en un engranaje que, insistimos, no es nuevo. Se construyó desde hechos supuestamente menores como las tapas de la revista Noticias que mostraba el goce masturbatorio de una dirigente política a la que se detestaba y llega hasta las “novedades” de esta semana: piñas y patadas contra un ministro y violencia verbal, otra vez, contra Cristina y su hija.

Ese malestar y desasosiego social, supuestamente se estaría canalizando en la figura de Javier Milei que llegó, entre otras cosas, para complicar la fortaleza electoral de Juntos por el Cambio. Fascista en los hechos, machirulo de formación, vago por naturaleza (revisen su inasistencia crónica al trabajo parlamentario), no son pocos los encuestadores que empiezan a dar como consolidado un escenario de tercios donde la figura de este libertario versión siglo XXI vendría en ascenso.

Milei ha sabido construir las dosis justa de violencia para transformarse en la opción política de no pocos ciudadanos: los suficientes como para hacerlo diputado. Desde los discursos mediáticos, hasta llegar a la forma en que se ha mostrado en los recorridos durante y post campañas electorales, la eliminación del otro es una opción más que concreta. No hay opción de debate político. Por eso, por ejemplo, su silencio a partir de los hechos del 1º de setiembre en La Recoleta y del último lunes a Berni.

Una adenda como al pasar. En el sentido de lo expuesto, el jefe de Libertad Avanza complica las chances electorales de Juntos por el Cambio a partir de la apropiación de una acción y una locuacidad política que le disputa el territorio lindero más afín a Patricia Bullrich. En la foto compleja que supone entender las PASO de la derecha, teniendo como principales protagonistas a Horacio Rodríguez Larreta, Bullrich y Milei (cuesta imaginarse a María Eugenia Vidal siendo de esta partida), los escenarios pueden variar de acuerdo a quien se imponga en esa interna. De ganar el jefe de gobierno porteño, ¿los partidarios de la ex ministra de Trabajo de Fernando de la Rúa (hablando de castas políticas perpetuadas) fluirán con su voto hacia el armado libertario? De prevalecer la presidenta del PRO ¿limita las opciones de Milei para las elecciones de octubre? Preguntas que en pocos meses serán respondidas.

El aire aparece viciado y turbio. Y en ese contexto vale preguntarse si el tiempo político que viene, hará que la violencia fundante de Los Copitos en las cuatro décadas de democracia, llegó para quedarse (lo de Berni vendría a confirmarlo) o si, ambas situaciones, resultarán esporádicas. Aunque las víctimas hasta ahora hayan estado de un solo lado, el riesgo es grande. “Prefiero decirte esto, antes que tu displicencia”, cierra Wos. Y con eso ya tenemos bastante.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 09 Apr 2023 18:37:04 -0300
La política y los contrastes https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6759-la-politica-y-los-contrastes https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6759-la-politica-y-los-contrastes La política y los contrastes

(En esta mañana de abril y como en cada uno de nuestros días,
eternas gracias a nuestros héroes de Malvinas)

Vivimos tiempos sociales de contrastes. Los ritmos musicales, la alta cocina y hasta las formas de organización empresarial se fusionan; las relaciones humanas transcurren entre la formalidad de lo establecido en tiempos idos y la flexibilidad y la espontaneidad de los más jóvenes; se reivindica el amor y la amistad  en sus múltiples variantes a la vez que, afortunadamente, se los desinstitucionaliza. La política, a su modo, no queda exceptuada de esas diferencias. Y mucho menos en un país como la Argentina, siempre tan dinámica en su realidad social y tan desestabilizadora a la hora de atravesar los distintos escenarios económicos. Al turismo interno récord, al crecimiento industrial y al desempleo con tendencia a la baja y acercándose (de a poco) a niveles de pleno empleo; le siguen el aumento de la pobreza, una inflación mensual que no bajaría del 7% y una tensión devaluatoria que parece no ceder. La última semana de marzo fue pródiga en los escenarios de contrastes para las dos coaliciones más importantes del país. Pasen y vean. Sean todos y todas bienvenidos.

La semana política, para comenzar, no pudo esperar al lunes. En la previa del mediodía del día domingo, el ex presidente Mauricio Macri, video mediante, daba a conocer su decisión de no ser candidato a ningún cargo electivo para el proceso electoral que se avecina en el país.

A partir de allí, la celebración de los propios y la indiferencia inicial del resto del sistema político. Los amanuenses digitales de ocasión ubicaron a la decisión de histórica y de una grandeza digna de destacar. No faltaron los opinadores y analistas que, al rigor de una publicación de domingo, no se privaron de agradecer la supuesta generosidad del hijo de Franco, a la vez que se arriesgaban a establecer comparaciones con la decisión que había tomado Cristina Fernández de Kirchner allá en mayo de 2019, cuando ungió a Alberto Fernández como el candidato de lo que luego se nominaría como el Frente de Todos. Si debiéramos encontrar una situación parecida la misma radica en que ambos dirigentes fueron conscientes de sus límites. Pero a partir de eso deben señalarse, al menos, dos diferencias.

La primera es que la actual vicepresidenta se bajó sin bajarse del todo. Su decisión, que en los hechos sirvió para ordenar a la tropa propia como así también al conjunto del peronismo, no la alejó de los lugares decisorios sino que la llevó a participar de manera activa de la campaña, actuando como garante ante un candidato que nadie tenía en los planes. Al día de hoy tiene un rol institucional, casi cuatro años después sus más leales partidarios piden por su candidatura presidencial, y nadie se imagina un 2023 donde ella no sea, de una u otra forma, protagonista.

Macri accionó otra cosa. Con su decisión, lo único que se confirma es que Juntos por el Cambio en general y el PRO en particular atravesarán un proceso interno que servirá para definir al candidato que se presentará en las generales del mes de octubre. Que esa disputa sea más o menos pacífica, dejando más o menos heridos es algo que el propio ex presidente no está en condiciones de garantizar. 

Intentó designar a su primo Jorge Macri como el continuador de Horacio Rodríguez Larreta al frente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El actual Jefe de Gobierno, por ahora, sólo anunció que el partido llevará un único candidato, aunque Fernán Quirós y Soledad Acuña por ahora no han bajado sus respectivas candidaturas.

Del otro lado, en el radicalismo que referencia a Martín Lousteau no parecen opinar lo mismo y nadie está muy seguro de cómo se ordenará la interna cambiemista. Las dudas son tales que no faltan quienes imaginan una rara alquimia en el sistema electoral porteño para que aparezcan ambos partidos en el cuarto oscuro, con desdoblamiento de fechas incluidas y hasta el agregado de la siempre bien ponderada Boleta Única.

En resumen, y más allá de cómo se procesen las diferencias, demasiado poco para un hombre que muchos han creído ver como el eterno jefe natural del espacio.   

La segunda diferencia radica en lo que cada ex presidente aporta para cada proceso electoral: si en 2019 Cristina traccionaba votos al conjunto del peronismo, en 2023 Macri parece resultar un alivio en su NO candidatura. A la vez que muchos propios se esmeraron en saludar su decisión, respiraron aliviados por no tener que convivir en una lista de campaña con el dirigente político que peor imagen tiene, hoy, de cara a la sociedad. Va de suyo que nadie le pidió que revea lo anunciado. 

Pero si hablamos de contrastes, la coalición opositora bebió el néctar que supone conseguir una victoria pírrica en el Senado de la Nación. Semanas atrás, supimos de la una nueva partición del oficialismo, apareciendo en escena el flamante bloque de Unidad Federal que llegó para responder a la estrategia política del gobernador cordobés (y eterno hombre expectante del círculo rojo) Juan Schiaretti. Con ese hecho, el peronismo perdió el quorum propio, lo cual motivó el festejo de nuestros republicanos de coterráneos.

En un intento por demostrar que el escenario político había cambiado, siendo minoría, los opositores forzaron la discusión sobre los temas a tratar y como no hubo acuerdo, la conducción de cada uno de los bloques opositores decidió retirarse del recinto y dejar a la sesión sin el quorum necesario. En las imágenes dos hechos fueron por demás de evidentes: que al interior del interbloque no había posición común sobre qué debía hacerse y que la retirada sirvió como limitante en el tratamiento de leyes muy sensibles como la de Alcohol Cero, el Fortalecimiento de la Justicia en Santa Fe, la Ley “Lucio” o el proyecto que evita la fe de vida de nuestros mayores.

Habrán sabido celebrar los senadores opositores la victoria sobre el oficialismo, pero la victoria pírrica se confirmó a las pocas horas cuando se conocieron las reacciones sociales, vía redes y medios, por el tipo de proyectos no tratados. Si lo sabrá un precandidato a gobernador santafesino que con unos provocadores afiches ganó algo de visibilidad en el mundillo de la política, pero que a los pocos días decidió silenciar su voz para no tener que responder sobre lo actuado en el Senado. Parece que la ternura de los escarpines no alcanzó para disimular algunos enojos.

Pero en el oficialismo también quedaron alcanzados por los contrastes. A un Alberto Fernández que al decir de muchos opinadores seriales se encontraría aislado, le siguió la imagen de una reunión de más de noventa minutos con el presidente de los Estados Unidos Joe Biden. Lo inusual del asunto es que el encuentro no sólo tuvo un período a solas, sino que fue seguida de una reunión con lo más granado de ambos gabinetes. Algo que ningún presidente argentino, de la democracia para aquí, había logrado.

Más allá de los alcances y el resultado de lo allí conversado (siempre es recomendable seguir la columna del internacionalista Emilio Ordoñez en el programa Todas Las Voces por la radio AM1330), no parece poco lo logrado para un presidente que enfrenta severos cuestionamientos internos y que muchos lo quieren ubicar en el rol del “pato rengo” a unos cuantos meses del vencimiento de su mandato.

A ese “éxito” en las relaciones internacionales se le contrapuso el número que se conoció sobre la pobreza en la Argentina para el segundo semestre de 2022: 39,2% dijo el Indec y el impacto no tardó en hacerse sentir ya que muestra es un crecimiento de casi 2 puntos para el mismo período en 2021. El número duele, como duele el dato inflacionario mensual de la Argentina. Emparentados de manera directa, pobreza e inflación se contraponen con sectores muy dinámicos de la economía.

Las preguntas huelgan por sí mismas y valen como tarea habitual para nuestros lectores y lectoras, ya no del fin de semana sino para el tiempo indefinido que viene. ¿Qué se hizo mal?, o para preguntarlo en otros términos, ¿qué no se hizo?

Más allá de los discursos de ocasión que tienen mucho de descripción, vale tener en cuenta los contextos que, en todo caso, en modo alguno pueden servir de justificadores. Argentina entró a la pandemia con una situación económica por demás de endeble heredada de la administración anterior: atravesado por la discusión con el Fondo Monetario Internacional por la deuda de 45.000 millones de dólares, el país no tenía “resto” para absorber las consecuencias económicas del Covid. La decisión de privilegiar la vida con los distintos tipos de aislamientos fue en el sentido correcto, más allá de los intentos deslegitimadores a los que se expusieron el conjunto de los oficialismos en la Argentina y en el mundo.

La guerra entre Ucrania y Rusia tampoco ayudó. En un país aún dependiente de la importación de energía los costos se elevaron a niveles impensados pocos meses antes y la economía nunca dejó de salir de ese círculo vicioso de falta de dólares que la condiciona para el desarrollo interno y también, como no, para poder poner en caja a los grupos de poder que en mercados oligopólicos imponen las condiciones al resto.

Debe asumirse la realidad más allá de los estilos dirigenciales: el Frente de Todos, más allá de la fortaleza de su triunfo de octubre de 2019, nunca pudo consolidarse como un espacio que pudiera dar esas disputas que no son, precisamente, inocuas.

Puede concederse que el estilo presidencial no ayudó. Algunas disputas resultan simbólicas, el ejemplo de Vicentín resulta sintomático, y dicen mucho de aquello que no se supo, no se pudo o no se quiso hacer. Basta ver las respuestas de los que, supuestamente, eran propios y de los extraños. En un país subdesarrollado, ciertas “peleas” no pueden llevarse adelante con relativo éxito sino viene de la mano de un poder político consolidado que esté dispuesto a darlas.

Dando por sentado también que la dirigencia política no estuvo a la altura de las circunstancias, vale preguntarse si, en este tiempo que vivimos, el conjunto social está dispuesto a acompañar la transformación que supone discutirle el poder a Ledesma, Clarín, Arcor, Mastellone, Siderar, Techint, Molinos Río de la Plata, etc. En una sociedad que no toleró la discusión por la ya vieja 125, como así tampoco la superación conceptual que suponían las retenciones móviles y que, en la coyuntura presente, permitirían que los productores paguen menos de retenciones, vale preguntarse hasta donde el dirigente puede proyectar disputas contra molinos de viento.

En una sociedad que parece girar a la derecha, con algo así como la mitad del electorado que prefiere opciones políticas que abominan de cualquier idea de igualdad o de reparto más o menos equitativo de la riqueza, nos preguntamos otra vez ¿cuál es el margen del dirigente que imagina una sociedad más justa basada en el accionar del Estado? ¿Cuánto hay de inocente y de inutilidad política en insistir en denunciar lo que ya todos sabemos, rememorando décadas ganadas que tenían otros condicionantes y. como no, otros contrastes?

Hoy, con casi el 40% de pobreza, todo parece carecer de sentido. Con disputas internas exacerbadas, con los límites de una fuerza política que nunca se hizo cargo del ya viejo slogan de la “unidad en la diversidad” y que, ahora parecemos desasnarnos, nunca discutió entre sus principales protagonistas el “cómo” salir de la encerrona en que había dejado el macrismo al país, en un contexto internacional que en nada se parecía a los primeros años del transgresor kirchnerismo; la derecha se imagina volviendo al poder de ese país que detesta.

Más allá de los contrastes de algunos de sus principales protagonistas, cuando se apliquen las fórmulas que prometen y la pobreza crezca de manera exponencial, el discurso de odio dirá que la responsabilidad será de los pobres. Cuando los nuevos marginados protesten, la represión aparezca y los muertos sean noticia, tal vez ahí también encontremos contrastes con este tiempo.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 02 Apr 2023 11:20:25 -0300