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Fundamentar - Fundamentar https://fundamentar.com Thu, 28 Mar 2024 09:18:36 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Emilio Ordóñez: “La dimensión sanitaria es una política de poder” https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6408-emilio-ordonez-la-dimension-sanitaria-es-una-politica-de-poder https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6408-emilio-ordonez-la-dimension-sanitaria-es-una-politica-de-poder Emilio Ordóñez: “La dimensión sanitaria es una política de poder”

El analista internacional de Fundamentar Emilio Ordóñez, reflexionó sobre los aspectos geopolíticos que están detrás de la carrera por conquistar la primera vacuna contra la Covid-19. En diálogo con el diputado nacional Germán Martínez en el programa Argentina Unida contra el Coronavirus que se emite por AM 1330 de Rosario, el reconocido intelectual analizó los escenarios presentes y futuros de la disputa global.

Según Ordóñez, lo que está detrás de todo esto, se resume en una palabra: influencia. “Hay 140 vacunas en proceso de pruebas en sus diferentes fases, alrededor de 26 en la etapa intermedia y sólo 6 corriendo la carrera por ser LA vacuna o una de las vacunas que tengan éxito contra la covid-19. Los Estados, en alianza con ciertos laboratorios importantes, van eligiendo, a partir de ciertas características como por ejemplo la capacidad tecnológica o el modelo de contención de la covid, países para ir probando estas vacunas. El objetivo, básicamente, es que estos Estados que obtengan la vacuna en alianza con estas empresas farmacéuticas sean merecedores de prestigio internacional al ser los primeros en poder combatir el coronavirus”.

“En el caso de Argentina, que tiene una gran capacidad de investigación y un cuerpo de investigadores especializados en inmunología de primer nivel, son al menos 4 las vacunas que se están probando. Tal como sucede en otras áreas de la política internacional, uno no vende, por ejemplo, limones a un solo país; uno diversifica sus mercados de exportación. Acá lo que se hace es más o menos parecido: diversificar la oferta de vacunas posibles, esperando que una de ellas o varias sean las más exitosas, de manera tal de mantener relaciones ya no con uno, sino con los países involucrados, de forma tal de obtener en el menor tiempo posible posiciones de privilegio a la hora de repartir estas vacunas. En el caso de Argentina, lo que hace es ganar la capacidad de obtener vacunas más rápido. Mientras que estos países, replicando estas políticas a nivel global, obtienen mayor presencia y mayor prestigio en el caso de éxito”, concluyó el internacionalista.

A continuación, Emilio Ordóñez explicó que “hay algo que me gusta llamar dimensión sanitaria. Uno tiende a pensar correctamente en las políticas sanitarias como una política de gestión pública, asociada directamente a las capacidades del Estado. Y en este último tiempo, ya no sólo el Estado está reclamando su lugar en el contexto de la pandemia, sino que hasta los propios organismos de crédito como el FMI alientan a la inversión masiva en el Estado, y sobre todo en cuestiones de salud”. Ordóñez agregó que “esto es importante para entender que la dimensión sanitaria ya no es solamente una política de Estado en el mismo nivel que las otras. La dimensión sanitaria es básicamente una política de poder a esta altura...de poder blando, es decir, todo lo que no sea militar, el poder blando es cultural, es películas por ejemplo, y también ahora mismo es una política sanitaria mundial. Entonces, una vacuna que tenga razonable éxito en comparación con otras que tengan éxito relativo, y esto se mide no sólo en la capacidad de destruir al virus en el momento, sino en generar inmunidad a largo plazo en aquel que es vacunado, bueno, esto genera mayor capacidad de delinear el mundo que se viene, luego de que la covid baje un poco su intensidad. O sea, quien tenga la mayor capacidad de contener al virus -porque está asumido que va a haber rebrotes y ya lo estamos viendo en Europa-, así como quien obtenga la vacuna comparativamente más efectiva, estos dos elementos van a determinar de alguna manera quién va a pisar más fuerte a la hora de delinear el orden global que se viene”.

Consultado sobre el trabajo conjunto entre Argentina y México para producir la vacuna de la universidad de Oxford y el laboratorio AstraZeneca para América Latina, el analista dijo que “la iniciativa de Argentina y México reaviva una potencial alianza, esa alianza que en algún momento se intentó reconstruir en la década pasada y que tuvo algunos frenos por causas tradicionales de comercio como la venta de automóviles, ahora se renueva ante la emergencia sanitaria regional. Ambos países lo que provocan con esta alianza es reafirmar lo que se llama el principio de la solidaridad. Es decir, la producción de las vacunas tanto para nivel interno como a nivel continental, en una parcería de política sanitaria, al contrario de lo que se llama el nacionalismo de las vacunas, que es ‘yo produzco mis vacunas para mi población, y si sobre stock, ahí veo si lo vendo o si lo exporto gratuitamente’. El ejemplo de este nacionalismo de las vacunas es justamente Estados Unidos. Al principio de la pandemia habrás visto noticias sobre robos de vacunas, robos de barbijos… lo que denotó es que no existía tal comunidad internacional al respecto por lo menos de lo sanitario porque se robaban entre aliados inclusive. No había sociedad internacional en la forma en que habitualmente lo conocemos. Con el principio de solidaridad que como ejemplo ponen Argentina y México, lo que hacen es oponer un modelo contra otro. Por lo tanto, es perfectamente dable que aquella sociedad entre Argentina y México, que fue por tanto tiempo de mediana a baja intensidad, pueda de alguna manera empezar a generar la masa crítica-política para extenderlo a otras áreas y proponer también algún tipo de contención a otros modelos, como el caso brasileño, no sólo en su enfoque sanitario, sino también en su enfoque político”.

Para escuchar la entrevista completa podés ingresar acá -->VER

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hola@fundamentar.com (Pedro Arrospidegaray) Opinión Sun, 23 Aug 2020 14:56:56 -0300
Cómo desarrollar una vacuna contra la COVID‑19 para todos | Mazzucato y Torreele https://fundamentar.com/economia/item/6367-como-desarrollar-una-vacuna-contra-la-covid-19-para-todos https://fundamentar.com/economia/item/6367-como-desarrollar-una-vacuna-contra-la-covid-19-para-todos Cómo desarrollar una vacuna contra la COVID‑19 para todos | Mazzucato y Torreele

En las primeras semanas de 2020, la gente comenzó a darse cuenta de que la COVID‑19 podía ser la muy temida pero previsible «Enfermedad X»: una pandemia global causada por un virus desconocido. Tres meses después, la mayor parte de la población mundial está confinada, y resulta claro que, en los niveles local, nacional e internacional, nuestra salud depende de la de nuestros vecinos.

Para la protección de las sociedades contra la COVID‑19 será clave contar con sistemas sanitarios fuertes, una adecuada capacidad de testeo y una vacuna eficaz y de acceso universal. Pero para que nadie quede excluido, además de una inversión colectiva de un nivel inédito, también se necesita un importante cambio de metodología.

Investigadores de universidades y empresas de todo el mundo trabajan a toda prisa para desarrollar una vacuna. Y los avances actuales son alentadores: ya hay 73 vacunas candidatas en investigación o en desarrollo preclínico, y cinco que ya pasaron a la fase de ensayo clínico.

Este esfuerzo masivo sólo es posible gracias a una sustancial inversión pública, que incluye a los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos y a la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI). Esta última, una organización sin fines de lucro con financiación pública, se creó después de la epidemia de ébola que golpeó África occidental en 2014‑16, con el objetivo de impulsar la investigación y el desarrollo de vacunas aplicables durante un brote contagioso.

Hasta ahora, la CEPI ha recibido de varios gobiernos financiación adicional por 765 millones de dólares (dentro de una meta de 2000 millones) para el desarrollo de una vacuna contra la COVID‑19. La Autoridad para la Investigación y el Desarrollo Biomédico Avanzado (perteneciente al Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos) ha hecho importantes inversiones en proyectos para el desarrollo de una vacuna junto con Johnson & Johnson (450 millones de dólares) y Moderna (483 millones de dólares). Y la Unión Europea buscará movilizar más fondos públicos mediante una conferencia virtual de donantes que tendrá lugar el 4 de mayo.

Pero la inversión sola no basta. Es necesario que todo el proceso de innovación en vacunas, desde la I+D hasta la distribución, se rija por reglas de acción claras y transparentes basadas en objetivos y métricas referidos al interés público. Eso, a su vez, exige una clara alineación entre el interés público nacional y el global.

El primer y más importante paso es adoptar un sentido de misión que ponga las inversiones públicas y privadas al servicio de un objetivo común claro: el desarrollo de una o más vacunas eficaces contra la COVID‑19 que puedan producirse rápidamente a escala global y ponerse a disposición de todas las personas en forma gratuita. Esto demanda reglas firmes en lo referido a la propiedad intelectual, la fijación de precios y la fabricación, en cuyo diseño y fiscalización se deben valorar la colaboración y solidaridad internacional en vez de la competencia entre países.

En segundo lugar, para acelerar los avances y así maximizar el impacto sanitario, es necesario orientar el ecosistema de innovaciones hacia el uso de la inteligencia colectiva. La ciencia y la innovación médica prosperan y progresan cuando los investigadores intercambian y comparten el conocimiento en forma abierta, lo que les permite basarse en los éxitos y fracasos ajenos en tiempo real.

Pero el modelo científico privatista actual, en cambio, promueve la competencia y el secretismo, pone la aprobación regulatoria en los países ricos por encima de la accesibilidad y del impacto sanitario en el nivel mundial, y alza barreras a la difusión de la tecnología. Y si bien los fondos de licencias voluntarias (fondos de patentes) como el que Costa Rica propuso a la Organización Mundial de la Salud pueden ser útiles, corren el riesgo de ser ineficaces, en la medida en que se permita a empresas comerciales privadas mantener el control de tecnologías y datos fundamentales (que se desarrollaron gracias a la inversión pública).

Además, es esencial una orientación colectiva para seleccionar e implementar las vacunas potenciales más prometedoras. De lo contrario, la autorización de comercialización puede ir para la candidata con mejores recursos en vez de la más adecuada.

En tercer lugar, los países deben tomar la delantera en crear y reforzar capacidades de fabricación, en particular en el mundo en desarrollo. Aunque para contar con una vacuna eficaz contra la COVID‑19 tal vez haya que esperar entre doce y dieciocho meses, hay que hacer ahora mismo un esfuerzo concertado para preparar las infraestructuras y capacidades públicas y privadas que se necesitarán para producir en poco tiempo los miles de millones de dosis necesarias.

Como todavía no sabemos cuál de las vacunas resultará más eficaz, es posible que debamos invertir en una amplia variedad de activos y tecnologías. Esto supone un riesgo tecnológico y financiero que sólo puede superarse con la ayuda de estados emprendedores respaldados por la financiación colectiva orientada al interés público, provista por ejemplo por bancos nacionales y regionales de desarrollo, el Banco Mundial y fundaciones de beneficencia.

Por último, cualquier programa de desarrollo de vacunas debe incluir desde el primer momento condiciones que garanticen un acceso global, equitativo y asequible. De ese modo la inversión pública se estructurará no tanto como una mera subvención o corrección de fallos del mercado, sino más bien como una fuerza configuradora del mercado proactiva y orientada al interés público.

El precio de las vacunas para la COVID‑19 debe reflejar tanto la importante contribución pública a su desarrollo cuanto la urgencia y magnitud de la crisis sanitaria global. Debemos trascender las declaraciones de principios y los compromisos genéricos, para introducir en cambio condiciones concretas que permitan la gratuidad de las vacunas en el lugar de uso. Las autoridades también deben considerar la aplicación de licencias obligatorias para que los países puedan hacer un uso óptimo de las herramientas y tecnologías disponibles.

Es fundamental contar con mecanismos de compra colectivos que garanticen una distribución justa y un acceso global equitativo a las nuevas vacunas que vayan desarrollándose. El objetivo principal debe ser evitar que las economías avanzadas monopolicen el suministro global o no dejen lugar para la demanda de los países más pobres.

Ante la crisis de la COVID‑19 el modelo habitual no sirve. En momentos en que todo el mundo se moviliza contra la pandemia, con llamados a la formación de una alianza global, conferencias de donantes, reuniones del G20 y la próxima Asamblea Mundial de la Salud de este año, tenemos una oportunidad que no podemos desaprovechar. Estos esfuerzos colectivos deben incluir normas de acción claras y fiscalizables para que todas las partes se comprometan a seguir un enfoque integral para la innovación sanitaria basado en el interés público, que es contar con una vacuna eficaz para la COVID‑19 que pueda ponerse en poco tiempo a disposición de todos en forma gratuita.

El desarrollo de una vacuna eficaz y de acceso universal para la COVID‑19 es una de las tareas más cruciales del tiempo en que nos tocó vivir. Y sobre todo, es la prueba definitiva para saber si el resultado de la cooperación global entre el sector público y el privado (que las autoridades presentan como esencial) será maximizar el suministro de bienes públicos o las ganancias privadas.

(*) Mariana Mazzucato, Professor of Economics of Innovation and Public Value and Director of the UCL Institute for Innovation and Public Purpose (IIPP), is the author of The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy (Allen Lane 2019).

(**) Els Torreele is Executive Director of the Médecins Sans Frontières Access Campaign.

FUENTE: Project Syndicate

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hola@fundamentar.com (Mariana Mazzucato (*), Els Torreele (**)) Economía Wed, 06 May 2020 10:49:05 -0300
Las patentes y la pandemia | Stiglitz, Jayadev y Prabhala https://fundamentar.com/economia/item/6366-las-patentes-y-la-pandemia https://fundamentar.com/economia/item/6366-las-patentes-y-la-pandemia Las patentes y la pandemia | Stiglitz, Jayadev y Prabhala

Imaginemos un mundo donde una red global de profesionales médicos vigila la aparición de nuevas cepas de un virus contagioso, actualiza periódicamente la formulación de una vacuna comprobada y luego pone esa información a disposición de empresas y países de todo el mundo. Imaginemos además que este trabajo tiene lugar sin que haya que preocuparse por cuestiones de propiedad intelectual y sin que monopolios farmacéuticos exploten a una población desesperada para maximizar sus ganancias.

Puede parecer una fantasía utópica, pero de hecho es una descripción de la forma en que se produce la vacuna contra la gripe desde hace cincuenta años. En el marco del Sistema Mundial de Vigilancia y Respuesta a la Gripe de la Organización Mundial de la Salud, expertos de todo el mundo se reúnen dos veces al año para analizar y discutir los últimos datos referidos a nuevas cepas del virus de la gripe y decidir cuáles deben incluirse en la vacuna de ese año. El SMVRG, una red de laboratorios que abarca 110 países y que funciona casi exclusivamente con financiación estatal (y algunos aportes de fundaciones), es un ejemplo cabal de lo que Amy Kapczynski (de la Escuela de Derecho de Yale) denomina «ciencia abierta».

El SMVRG no busca ganancias, sino proteger la vida humana, y eso le confiere una capacidad única para reunir, interpretar y distribuir conocimiento aplicable al desarrollo de vacunas. Quizá esta modalidad se aplicaba sin pensar mucho en ella, pero hoy sus ventajas se están volviendo cada vez más evidentes.

En la respuesta a la pandemia, la comunidad científica mundial ha mostrado una notable disposición a compartir conocimiento sobre posibles tratamientos, coordinar ensayos clínicos, desarrollar nuevos modelos en forma transparente y publicar los resultados de inmediato. En este nuevo clima de cooperación, es fácil olvidar que las empresas farmacéuticas comerciales llevan décadas privatizando y monopolizando bienes comunes de conocimiento con prácticas como tratar de extender su control sobre fármacos vitales por medio de reclamos de patentes infundados, triviales o secundarios y presionar a las autoridades para evitar la aprobación y producción de medicamentos genéricos.

Con la llegada de la COVID‑19, se ha vuelto dolorosamente obvio que ese monopolio cuesta vidas. El control monopólico de la tecnología usada en la detección del virus obstaculizó la pronta introducción de más kits de testeo, así como las 441 patentes de 3M donde aparecen las palabras «respirator» (mascarilla) o «N95» han puesto trabas a nuevos productores dispuestos a fabricar mascarillas de grado médico a gran escala. Peor aún, tres de los tratamientos más prometedores para la COVID‑19 (el remdesivir, el favipiravir y el lopinavir/ritonavir) tienen patentes vigentes en la mayor parte del mundo. Esto es un obstáculo a la competencia y una amenaza a la asequibilidad y el suministro de nuevos fármacos.

Tenemos que elegir entre dos futuros. En el primero, seguimos como siempre, dependiendo de las grandes farmacéuticas, y esperando que algún tratamiento potencial para la COVID‑19 pase los ensayos clínicos, y que aparezcan otras tecnologías de detección, testeo y protección. En este futuro, las patentes darán el control sobre la mayoría de esas innovaciones a proveedores monopólicos que al fijar precios altos obligarán a los sistemas sanitarios a racionar los tratamientos. Sin una firme intervención pública, se perderán vidas, sobre todo en los países en desarrollo.

El mismo problema se repetirá con cualquier posible vacuna para la COVID‑19. A diferencia de la vacuna de Jonas Salk para la polio, que se liberó en forma casi inmediata, hoy la mayoría de las vacunas que llegan al mercado están patentadas. Por ejemplo, la vacuna conjugada PCV13, que protege contra varias formas de neumonía y se administra a los bebés, cuesta cientos de dólares, porque es propiedad monopólica de Pfizer. Y aunque Gavi (la alianza mundial para la vacunación) subsidia parte del costo de las vacunas en los países en desarrollo, muchas personas todavía no pueden acceder a ella. En la India, cada año se registran más de 100 000 muertes infantiles evitables por neumonía, mientras la vacuna le genera a Pfizer ingresos por aproximadamente 5000 millones de dólares al año.

En el segundo futuro posible, nos damos cuenta de que el sistema actual (donde monopolios privados obtienen ganancias a partir de conocimiento que en su mayor parte es producido por instituciones públicas) es inadecuado. Como sostienen hace mucho estudiosos y activistas por la salud pública, los monopolios matan, al negar acceso a medicamentos vitales que en un sistema alternativo (como el que hace posible todos los años la producción de la vacuna para la gripe) hubieran estado al alcance de la población.

Ya hay voces que se alzan para pedir modalidades alternativas. Por ejemplo, hace poco el gobierno de Costa Rica pidió a la OMS la creación de un fondo de licencias voluntarias («fondo de patentes») para la fabricación de tratamientos para la COVID‑19, que permita a múltiples proveedores suministrar nuevos fármacos y diagnósticos a precios más accesibles.

No es una idea nueva. A través de su Fondo de Patentes de Medicamentos, las Naciones Unidas y la OMS llevan años tratando de aumentar el acceso a tratamientos para el VIH/sida, la hepatitis C y la tuberculosis, y ahora han extendido el programa a la COVID‑19. Los fondos de patentes, los premios a la innovación y otras ideas similares son parte de una agenda más amplia que busca cambiar el modo de desarrollo y distribución de medicamentos vitales. El objetivo es reemplazar un sistema basado en el monopolio por otro basado en la cooperación y el conocimiento compartido.

Algunos dirán que la crisis de la COVID‑19 es un caso aparte, o que la amenaza del licenciamiento obligatorio ya es un instrumento suficiente para obtener una conducta apropiada de parte de las farmacéuticas. Pero dejando a un lado a los investigadores personalmente involucrados que no buscan ganancias inmediatas, no está claro que las grandes farmacéuticas entiendan sus responsabilidades. No olvidemos que ante la crisis actual, la primera reacción de Gilead, que fabrica el remdesivir, fue solicitar que se lo califique como «medicamento huérfano», lo que le hubiera conferido una posición monopólica más fuerte y exenciones impositivas multimillonarias. (Después del escándalo que se generó, la empresa retiró la solicitud.)

Llevamos demasiado tiempo creyéndonos el mito de que el régimen de propiedad intelectual actual es necesario. El éxito comprobado del SMVRG y de otras aplicaciones del modelo de «ciencia abierta» muestra que no es así. En momentos en que la COVID‑19 sigue matando gente, debemos preguntarnos si es prudente y moral un sistema que cada año condena en silencio a millones de seres humanos a sufrir y morir.

Es hora de aplicar otra modalidad. De los ámbitos académicos y políticos ya han surgido muchas propuestas prometedoras para la generación de innovaciones farmacéuticas socialmente útiles en vez de meramente rentables. Hoy es el mejor momento para poner estas ideas en práctica.

(*) Joseph E. Stiglitz, a Nobel laureate in economics and University Professor at Columbia University, is the author, most recently, of People, Power, and Profits: Progressive Capitalism for an Age of Discontent.

(**) Arjun Jayadev is Professor of Economics at Azim Premji University and Senior Economist at the Institute for New Economic Thinking.

(***) Achal Prabhala is a fellow at the Shuttleworth Foundation and coordinator of the accessibsa project, which campaigns for access to medicines in India, Brazil, and South Africa.

FUENTE: Project Syndicate

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hola@fundamentar.com (Joseph Stiglitz (*), Arjun Jayadev (**), Achal Prabhala (***)) Economía Tue, 05 May 2020 23:10:21 -0300