Jueves, 19 Diciembre 2013 10:26

Guerra Criminal en Rosario

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El narcotráfico salió de su silencioso cauce. En Rosario, redes de familias manejan un negocio teñido de sangre. Como telón de fondo, la corrupción policial que, hasta ahora, sólo ha aceitado los canales para la expansión del fenómeno.

Claudio “El Pájaro” Cantero caminó unos metros con el vaso de whisky en la mano y se acomodó para mear. Eran poco más de las tres de la madrugada del domingo 26 de mayo. El jefe de la banda Los Monos estaba en la puerta del bar Infinity Night de Villa Gobernador Gálvez, casi en el límite de Rosario, con un grupo de su máxima confianza. Se encontraba en territorio enemigo pero se sentía seguro: desde principios de la década pasada, cuando el clan de los Cantero consolidó su hegemonía en la zona sur de Rosario, ningún rival había siquiera amagado con arrebatarle su poder. A sus espaldas, una Eco Sport negra frenó de golpe. Sus laderos alcanzaron a distinguir a Facundo “Macaco” Muñoz y a Milton Damario entre los que viajaban en la camioneta. No tuvieron tiempo de reaccionar. Uno de ellos se bajó, apuntó su pistola 9 mm y gatilló unas diez veces.

El “Pájaro” recibió al menos tres disparos. Dos de ellos le atravesaron el cuerpo de lado a lado. Al herido lo cargaron en un Fiat Uno y lo llevaron al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez. Falleció a las 6.30 de la mañana. La muerte del líder marcó un antes y un después en la historia criminal de Rosario, una ciudad en la que la tasa de crímenes violentos se duplicó en los últimos cuatro años.

Con el asesinato del “Pájaro” se desató la guerra: en menos de treinta horas hubo otros tres asesinatos con el sello narco. En los meses que siguieron, una treintena de miembros de la banda que controlaba a sangre y fuego la venta de drogas en gran parte del territorio rosarino terminó tras las rejas y unos cuantos están prófugos.

UN "SIMPLE" ERROR DE CÁLCULO

La banda de Los Monos consolidó su poder en los barrios La Granada y Las Flores, en la zona sur de Rosario, a principios de los noventa. En ese entonces el jefe era “el Ariel” Cantero, padre del “Pájaro” y de “Guille” Cantero. Durante años la banda mantuvo una sangrienta disputa con Los Garompas que ocupó gran parte de las crónicas policiales de la época.

Con varios de sus enemigos muertos y otros tantos tras las rejas, el clan familiar amplió su estructura y extendió su dominio a gran parte de la ciudad. También diversificó el negocio: venta de drogas, crímenes por encargo, usura y extorsión. Un ex jefe de la división antidrogas de la provincia cuenta que todo aquel que quisiera poner un búnker en la zona sur debía contar con la venia de la banda. “Tienen fusiles con mira telescópica, ametralladoras FMK3, granadas y chalecos antibalas”, detalló.

Hace algunos años, “el Ariel” delegó el mando en su hijo mayor. Pese a su timidez, el “Pájaro”, dueño de una envidiable capacidad analítica, logró tejer alianzas tácticas con diferentes grupos de poder: policías, barrabravas y empresarios. Con el crecimiento de la estructura se dividieron los roles: grupos de sicarios, soldaditos que controlaban los búnkers de droga y “contadores” encargados de reingresar el efectivo en la economía formal.

El “Fantasma” Paz era uno de los “contadores”. Se había ganado la confianza del clan de los Cantero gracias a diez años de relaciones. Su hermana Mercedes era la novia del “Pájaro”. A Paz le decían el “Fantasma” porque trabajaba entre las sombras. En su 27 años había logrado eludir a la Justicia con tal eficacia que hasta el día de su muerte su nombre no figuraba en ningún expediente.

El hombre entre las sombras intentó el juego propio. La ecuación parecía sencilla: con los millones de pesos que había recibido para la compra de Mercedes Benz en tres concesionarias de la ciudad pagó la seña de los autos y utilizó el resto en la adquisición de 80 kilos de pasta base en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. En menos de dos meses –calculó– habría recuperado la inversión y completaría el pago de los vehículos.

A principios de septiembre del año pasado, el “Fantasma” recibió un mensaje de texto de su contacto en Bolivia: “Cambiaron los bichos verdes del norte y nos cagaron la carga”. En la localidad salteña de Salvador Mazza el cargamento había sido incautado por el Escuadrón 54 de Gendarmería.

Como la entrega de los vehículos se demoraba, Los Monos apretaron a los dueños de las concesionarias para que se los entregasen. Ahí se enteraron de la maniobra del “Fantasma”.

El “Guille” Cantero, hermano del “Pájaro”, habría dado la orden de ejecutar al traidor. Su hermano de crianza, “Monchi” Machuca, supuesto jefe de los sicarios de la banda, se habría encargado de reclutar a los ejecutores. La operación requería el trabajo de profesionales. “Monchi” convocó a Carlitos y al “Chino” –1,70 m, tez trigueña y pelo corto–, considerado “el sicario más importante que tiene la banda”, según uno de los testimonios de la causa judicial. La dupla ya había intervenido con éxito en varios asesinatos.

En la siesta del sábado 8 de septiembre las calles de la ciudad estaban desiertas. Acompañado por su mujer y su hijo de dos años, el “Fantasma” esperaba que el semáforo diera el verde en la esquina de Entre Ríos y el Bulevar 27 de Febrero, en el macrocentro rosarino. Al volante de su flamante BMW cupé blanca el hombre entre las sombras habrá pensado una salida a su encrucijada.

La metodología del sicariato está en auge: jóvenes que desde un auto o una moto vacían un cargador entero contra el cuerpo de una víctima.“En noviembre de 2013 hubo casi un asesinato por día en Rosario. Un 40 por ciento de estos homicidios tienen características de este tipo”

Junto a la ventanilla izquierda se detuvo una moto negra. A unos metros lo seguía un auto de apoyo. El “Chino” sacó una pistola y gatilló. El “Fantasma” alcanzó a reaccionar: puso en marcha el auto y dobló por el Bulevar 27 de Febrero mientras el sicario, de pie en medio de la calle, vaciaba el cargador de la 9 mm. El auto hizo casi tres cuadras, zigzagueó y se estampó contra tres vehículos estacionados. La sangre se desparramó por el tapizado del BM con olor a nuevo. Sobre el asiento del conductor quedó el cuerpo del “Fantasma”. Había recibido un tiro en el abdomen, otro en el pecho, otro en la espalda y dos más en los brazos. Una sexta bala había impactado en uno de los faros traseros del auto.

La metodología del sicariato está en auge: jóvenes que desde un auto o una moto vacían un cargador entero contra el cuerpo de una víctima. “En su momento no le dimos importancia porque no dimensionamos el tamaño que tenían estas organizaciones. Ahora prácticamente no hay un día en el cual no haya un hecho de muerte vinculado con estas bandas”, explicó el fiscal de Cámara Guillermo Camporini, uno de los funcionarios judiciales encargados de coordinar las investigaciones de los delitos que cometen estos grupos. “Ha habido algunos casos en los que para mostrar el contenido mafioso le ponen un tiro en la nuca o tres o cuatro tiros en la frente”, explicó Camporini. Y agregó: “En noviembre de 2013 hubo casi un asesinato por día en Rosario. Un 40 por ciento de estos homicidios tienen características de este tipo”.

DE DELFINES, PÁJAROS Y FANTASMAS

Una versión extrajudicial dice que antes de subirse a la moto y escapar en contramano, el asesino del “Fantasma” le puso sello a su crimen: golpeó dos veces la pistola contra el pecho a la altura del corazón y extendió su brazo derecho hacia el cielo.

En las mesas de póker en las que Delfín David Zacarías supo destacarse por sus enormes apuestas nadie preguntó jamás por el origen del dinero. Tampoco en las concesionarias en las que compró 24 vehículos o en las inmobiliarias en las que adquirió 36 inmuebles en un año sin siquiera estar inscripto en la AFIP. Delfín es así: ostentoso y despreocupado.

Una tarde el hombre fue a una financiera a cambiar cientos de billetes de baja denominación por dólares. La chica que lo atendió no hizo cuestionamientos. Se limitó a acomodar los billetes en la máquina para contarlos. Al supuesto narco le llamó la atención el artefacto: “¿A cuánto me vendés la máquina?”, le preguntó. “Le prohibieron volver a ese lugar”, contó una persona que lo conoció de cerca. “Era así de boludo”.

Otros lo definen como “dueño de una inteligencia anormal”. “Estaba por encima de todos. Pero era distinto, un buen tipo, un señorito inglés. Fue el primero en traer la materia prima y más tarde, cuando cualquier gil bajaba pasta de Bolivia, era el único que tenía contactos de precursores químicos en la creciente industria del narcotráfico”, contó una fuente al diario El Ciudadano.

Delfín supo amasar una fabulosa fortuna sin tener que gatillar un arma. Mientras en los barrios periféricos del sur santafesino cientos de jóvenes fueron acribillados en disputas por el reparto del territorio, la familia Zacarías se dedicó a la producción y venta a gran escala. “Eran los proveedores de Los Monos”, detalló un funcionario judicial.

A principios de septiembre, un helicóptero aterrizó frente al chalet de dos pisos con pileta de Funes, en el Gran Rosario. Delfín estaba con su esposa y su hijo. En pocos segundos, el lugar se llenó de policías. En la planta alta del chalet encontraron dos mil litros de precursores químicos que eran utilizados en el procesamiento de la pasta base y el estiramiento de la cocaína. La droga se secaba en un artefacto industrial importado de Alemania. En la planta baja se acopiaba la droga: había 300 kilos de cocaína listos para la venta –valuados en el mercado en 12 millones de euros–, dos rollos de súper aislante, utilizado para evitar la humedad.

LA RUTA DEL "DINERO CALIENTE"

El BMW Z4 en el que fue asesinado el “Fantasma” había sido registrado tres días antes del crimen a nombre de Daniel R., dueño de una firma metalúrgica de la zona sur de Rosario. Según declaró en la Justicia, el empresario prestó su nombre a cambio de una reducción de 400 mil pesos en la deuda que mantenía con el “Fantasma” por un intercambio de cheques.

Se trataba de una maniobra habitual: comprar bienes y anotarlos a nombre de testaferros. El negocio de la venta de droga genera una fabulosa acumulación de plata que requiere ser incorporada a la economía formal. Por la ausencia de controles, la inversión inmobiliaria y la compra de vehículos de alta gama suelen ser un refugio seguro para los “dineros calientes” del narcotráfico. “Hay otras actividades hacia las que la banda canalizaba parte del dinero, como los negocios de ropa de marca y la hotelería. Pero esa ruta es mucho más complicada de seguir”, contó el fiscal Camporini. “Incluso ahora nos enteramos que tendrían parte del pase de un jugador de fútbol”, agregó.

El negocio de la venta de droga genera una fabulosa acumulación de plata que requiere ser incorporada a la economía formal. Por la ausencia de controles, la inversión inmobiliaria y la compra de vehículos de alta gama suelen ser un refugio seguro para los “dineros calientes” del narcotráfico. 

Víctor Hugo, el empleado que vendió el BMW Z4, contó que en enero de 2012 el “Fantasma” Paz se había presentado en la concesionaria Natalio Automotores para averiguar por un modelo Z4. “No lo teníamos en exhibición en la agencia, sino en el galpón. Lo vimos y le dije que salía 330.000 pesos o 73.000 dólares. Era una partida económica, sin tapizados de cuero ni climatizador automático. Al otro día lo compró. Le dije que nosotros no recibíamos dinero en efectivo. Fue al banco Macro, donde depositó una seña de 20.000 pesos”, declaró el empleado.

El “Fantasma” volvió a la agencia veinte días después para completar el pago. La plata, en efectivo, estaba en el baúl de un VW Bora. “Yo lo acompañé hasta el banco donde depositó el dinero. Me dijo que no quería retirar el auto porque tenía que ver a nombre de quién lo ponía”, declaró el empleado.

El “Fantasma” tardó siete meses en retirar el BMW del galpón de la concesionaria. Semanas después, el 5 de septiembre, lo patentó a nombre del empresario. A los tres días murió desangrado al volante de ese auto. Su padre, Luis Paz, juró venganza. Y cumplió.

ACÁ NO HA PASADO NADA

La noche de su muerte, el “Pájaro” Cantero había ido con dos jóvenes de su círculo íntimo a bailar al boliche Yamper, en la zona sur de Rosario. Después cruzaron la Avenida de Circunvalación y se adentraron en zona enemiga: Villa Gobernador Gálvez, tierra de Luis Orlando “El Pollo” Bassi, ex barrabrava de Newell’s y presunto narco.

Uno de los tres disparos que recibió le entró por el hombro y le salió a la altura del corazón. Esa fue la bala que le causó la muerte.

“El que lo mató al ‘Pájaro’ fue ‘Macaco’ Muñoz, ese que es pata del ‘Pollo’”, le advirtieron a “Monchi” Machuca por teléfono. Así, el hermano de crianza del “Pájaro” Cantero supo que detrás del crimen estaba su enemigo.

El “Pollo” Bassi tenía más de un motivo para organizar el asesinato: la disputa por el control de la venta de drogas en la zona sur de Rosario y en Villa Gobernador Gálvez y un posible encargo de Luis Paz, padre del “Fantasma”.

El crimen del jefe de Los Monos fue una declaración de guerra. La primera venganza no tardó en llegar. Los allegados al líder sospecharon que el dueño del bar, Diego Omar “El Tarta” Demarre, había sido el entregador. El mediodía del lunes, al día siguiente del asesinato, el encargado del bar estaba declarando en Tribunales cuando recibió una llamada. El hombre se puso pálido. Una voz al otro lado del teléfono le avisaba que el “Tarta” Demarre había sido acribillado a balazos. La víctima, de 32 años, padre de cuatro hijos, ya había declarado en la causa y volvía a su casa con Betiana, su esposa, en una Peugeot Partner gris. Quedó encerrado entre un VW Bora blanco y dos motos. Un joven se bajó y disparó a través de la ventanilla del conductor con absoluta precisión. El cuerpo del “Tarta” recibió cinco tiros y quedó inmóvil con la cabeza gacha frente al volante. La mujer salió ilesa.

En la banda también sospecharon que Milton César, de 23 años, señalado como el brazo armado del “Tarta” Demarre, había sido el ejecutor del “Pájaro”. El joven tenía una enemistad de larga data con la familia Cantero: “Todo empezó en [el boliche] Mogambo hace como cuatro años”, contó Milton ante el juez que investiga la muerte del jefe de Los Monos. “Mi hermana Pamela se pelea con la mujer del ‘Guille’ Cantero, que se llama Vanesa. Se agarraron a piñas, yo me meto a separar y sacar a mi hermana. Ahí me peleo con Guille y desde ahí me quiere matar”.

Milton habría intentado saldar sus cuentas pendientes. Contó que se reunió con “Guille” Cantero en una estación de servicios y sellaron la paz. A la salida se fue manejando un Ford K. A través del techo corredizo de un Peugeot 307 se asomó “Guille”. “Me disparó varias veces. Se le trabó la pistola y siguió disparando”, dijo. Tiempo después, en el boliche en donde sería asesinado el “Pájaro”, Milton sobrevivió a otro ataque: “Yo salía del baño, se acerca un pibe de ojos claros, me puso un revólver en la sien y disparó”. El tiro le fracturó la mandíbula y le lesionó la tráquea. Al salir del hospital quedó detenido por el intento de asesinato de un ex barrabrava de Newell’s.

“Guille” Cantero nunca lo perdonó. “Le pegué con la mano y le hice pasar vergüenza”, contó Milton. Al salir de la cárcel, diez meses después de haber sido detenido, lo esperaban dos Hilux, un Bora negro y un Vectra gris. Según contó, habían sido enviados por Los Monos para asesinarlo.

El avance de la Justicia fue un duro golpe para Los Monos pero no su fin: varios funcionarios judiciales admiten que “Guille” sigue manejando los hilos tras las rejas. Los empleados del servicio penitenciario le permiten tener celulares y computadoras con las que se comunica con “Monchi”, el nexo de la banda en el exterior

Al enterarse de la muerte del “Pájaro”, Milton se guardó. En el barrio se corría el rumor de que le habían puesto precio a su cabeza: 500 mil pesos. La tarde del 28 de octubre, dos días después del crimen, una camioneta 4x4 Nissan en la que viajaban tres hombres, una mujer, un nene de 11 años y una nena de 9, se detuvo frente al semáforo de Avenida Francia y Acevedo. Dos motos frenaron a un costado. La camioneta recibió una lluvia de balas.

Pagaron justos por pecadores: en la Nissan no viajaba Milton, lo habían confundido con su hermano Nahuel, un año mayor. El joven y un amigo, de 33 años, murieron. La madre de los hermanos César quedó cuadripléjica y su marido resultó herido.

La guerra narco obligó a actuar a la Justicia, que seguía los pasos de la banda desde el asesinato del “Fantasma” Paz. “Había que empezar a correr adelante del conejo”, graficó el fiscal Camporini. A las pocas horas, más de un centenar de policías invadieron los barrios La Granada y Las Flores. No encontraron a los jefes de la banda, pero se sorprendieron al descubrir cómo vivían. “De afuera, las casas no eran una cosa espectacular, pero adentro llamaba la atención el lujo que tenían: jacuzzi, sistemas de calefacción y aire acondicionado, grifería de calidad, televisores con pantallas de 42 pulgadas, equipos de música enormes”, detalló Camporini.

En la causa hay más de treinta detenidos: entre ellos “Guille” Cantero y varias mujeres de la familia. El joven, de 25 años, era el sucesor natural de su hermano. El padre, “el Ariel”, y su hermano de crianza, “Monchi” Machuca, continúan prófugos. Con ellos cayeron nueve policías cómplices y otros tantos siguen siendo investigados.

El avance de la Justicia fue un duro golpe para Los Monos pero no su fin: varios funcionarios judiciales admiten que “Guille” sigue manejando los hilos tras las rejas. Los empleados del servicio penitenciario le permiten tener celulares y computadoras con las que se comunica con “Monchi”, el nexo de la banda en el exterior. Como reza un viejo dicho: “Se combate a narcotraficantes, no al narcotráfico”.

 

(*) Periodista.

FUENTE: ElDiplo
 

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