Viernes, 26 Noviembre 2010 13:18

Rio Revuelto

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upp2La escalada de violencia que brotó en Río de Janeiro entre grupos de narcotraficantes y las fuerzas de seguridad, que ya arrojó un saldo de 35 muertos, tiene raíces profundas e intenta ser una muestra de fuerza del crimen organizado frente a las políticas que han minado su poder

 

La escalada de violencia que brotó en Río de Janeiro entre grupos de narcotraficantes y las fuerzas de seguridad, que ya arrojó un saldo de 35 muertos, tiene raíces profundas e intenta ser una muestra de fuerza del crimen organizado frente a las políticas que han minado su poder

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violencia_en_rio03En Río de Janeiro conviven dos imágenes completamente opuestas pero que hacen a la realidad actual de uno de los conglomerados urbanos más grandes del continente.

Por un lado, Río se erige sin duda alguna como una de las ciudades más bellas del vecino Brasil, con un importante crecimiento económico vinculado principalmente con el turismo siendo el principal destino elegido por los visitantes del mundo en toda América Latina.

Esta imagen contrasta con otra relacionada con el incremento exponencial de la violencia urbana que ha experimentado la ciudad en los últimos años y que le ha adjudicado un posicionamiento menos grato en los rankings internacionales: la de ser una de las más peligrosas del mundo con uno de los mayores índices diarios de criminalidad (20 asesinatos por día, con más de 20 mil contabilizados entre enero de 2007 y septiembre de 2009). Esta situación se corresponde con el crecimiento que también han tenido los barrios marginales conocidos como "favelas" que ascienden a los 1.020 (de las cuales más de 200 se establecieron en los últimos cinco años) y su estrecha relación con los grupos de narcotraficantes que se disputan el control de los mismos.

En relación a esto, las noticias de enfrentamientos entre las diferentes facciones narcos ha sido una imagen permanentemente emanada desde Río hacia el resto del continente y el mundo entero. En estos últimos días volvió a estar en el centro de los principales medios mundiales, por las mismas circunstancias; no obstante, lo característico de la coyuntura actual es que los dos sectores narcos más poderosos de la ciudad y los alrededores: "Comando Rojo" y "Amigo de los Amigos", otrora enfrentados, aparecen actuando de manera conjunta y generando disturbios en diferentes puntos de la urbe.

El modus operandi elegido por estos grupos, que actúan en respuesta a las políticas de seguridad y combate de la delincuencia urbana que desde el año 2007 se desarrollan en Río para extender el control estatal sobre estos espacios dominados por el crimen organizado, se corresponde con la toma y el incendio de vehículos, luego de ser desalojados sus ocupantes.

El exponente principal de la política de seguridad estatal, que implica un cambio radical en la forma de controlar el accionar de estos grupos parte del reconocimiento de que el crimen no debe combatirse con mayor violencia. Así fue como en el 2008 comenzaron a funcionar las Unidades Policiales Pacificadoras (UPP) un proyecto impulsado por el gobernador del Estado, Sergio Cabral, que cuenta con un fuerte apoyo de Lula da Silva, previendo la posibilidad de extenderlo al resto del país.

Sin embargo, el accionar de las UPP tiene una primera instancia de militarización por la cual la policía militar controla la zona eliminando los principales puntos de venta de la droga. Una vez concluida esta fase, es cuando la nueva fuerza pública con un "rostro más humano" ingresa a la favela y comienza a prestar servicios a la comunidad, siendo una de sus actividades principales la de avanzar en el desarrollo de obras de infraestructura en las mismas.

Desde su creación las UPP controlan más de 14 favelas en las cuales muchos de los altos mandos narcotraficantes fueron detenidos y expulsados, y muchos otros obligados a migrar a otras zonas más alejadas, que se convirtieron en los principales epicentros de las acción policial en los últimos días. Desde el domingo pasado, la policía mantiene un enfrentamiento con estos grupos que se tradujo en el ingreso de los uniformados en las mismas –en colaboración con el Ejército Nacional– con el objeto de tomar posesión de ellas, extendiendo asimismo la presencia de las fuerzas del orden a toda la ciudad que ya cuenta con más de 17.500 efectivos en sus calles, bajo el estado de "alerta permanente".

Este es el panorama por el que atraviesa Río de Janeiro, una ciudad que se encuentra convulsionada frente a una situación que la viene azotando desde varios años atrás, pero que es también uno de los males endémicos que tiene que enfrentar el país. Esta situación, a la que muchos medios y sectores gubernamentales califican de "guerra", mantiene en vilo a toda la ciudadanía que pese a las recomendaciones oficiales no se atreve a continuar con su rutina normalmente. Muchos otros se lamentan que los enfrentamientos se desarrollen "justo ahora", ahora que Río trabaja para ofrecer una buena imagen al exterior de cara al mundial de fútbol que se desarrollará en 2014 en Brasil y en el que actuará como sede y a los Juegos Olímpicos de 2016.

Lo cierto es que consideraciones al margen, los números dados a conocer destacan que más de 90 vehículos fueron afectados por los incendios generados por las bandas que responden a los narcotraficantes, mientras que más de 190 personas se encuentran detenidas por los operativos policiales y más de 30 fallecieron a consecuencia de los enfrentamientos.

Es que Río está revuelto y tiene que avanzar en la pacificación y adopción de medidas para disminuir el poder que han ganado los narcotraficantes que se erigen como un poder paralelo en estos espacios en los cuales el Estado estuvo ausente durante varios años. Pero es una cuestión que debe pensarse a partir del establecimiento de políticas de largo plazo que, sin desatender las necesidades inmediatas, impliquen una creciente presencia estatal por medio de la extensión de los servicios de salud y educación, infraestructura y otras iniciativas que contribuyan a elevar el nivel de vida de los que habitan en las favelas cariocas. El gobierno de Cabral parecía haber encontrado el camino, pero no contaba con la actuación conjunta de los grupos narcos que se unieron para dar batalla a una política de seguridad que estaba dando resultados concretos, con el claro objetivo de provocar su debilitamiento.

 

(*) Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal

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