Lunes, 14 Febrero 2011 13:53

¿Hacia un Mejor Sistema de Partidos?

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congreso_pj_santa_feLas preguntas que quedan flotando tras el congreso del peronismo santafesino. Las razones del acuerdo. Las posibilidades y las limitaciones que se abren a futuro en el escenario político provincial

 

Las preguntas que quedan flotando tras el congreso del peronismo santafesino. Las razones del acuerdo. Las posibilidades y las limitaciones que se abren a futuro en el escenario político provincial

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congreso_pj_santa_feEl último congreso del justicialismo santafesino trae una serie de novedades y abre un gran interrogante que, más allá de la vorágine con que se está desarrollando lo que ya es el proceso electoral, resulta interesante poder responder: la decisión tomada por casi 400 congresales de la provincia, de competir como parte de un mismo proceso interno ¿fortalece el sistema de partidos local? Antes de intentar responder a esa duda repasemos las novedades de los últimos tiempos.

El acuerdo surge por la necesidad de ambas partes. Por un lado, hasta la realización del congreso, la configuración del entramado reutemista–obeidista se encontraba en una posición de extrema debilidad ya que ambos referentes provinciales, aunque por distintas razones, se hallaban sin posibilidades de protagonizar la coyuntura que se presenta en estos días. El ex corredor, por motu propio parece haberse llamado a silencio, una vez más, dejando a su suerte (y a la interpretación prestidigatadora de sus gestos y omisiones) a todo el nudo de referentes que en algún momento supo tener. Esta no es una novedad en sí misma, pero no por vieja una novela no deja de llamar la atención: resulta patético en términos políticos, leer algunos operadores periodísticos y laderos personales de Lole, traducir los silencios y las desapariciones del escenario del ex gobernador.

Por el lado del obeidismo, la temprana deserción como precandidato de su conductor, dejó en estado de desamparo también a buena parte de su tropa que comienza a mirar con buenos ojos a los otros precandidatos que no tengan algo que ver, necesariamente, con el sector de Agustín Rossi.

Para ambos sectores el dilema no era menor. A la luz de los hechos, ambos dirigentes parecieran estar de salida en el armado santafesino: por cuestiones vitales resulta difícil imaginarse al par de ex gobernadores conduciendo formalmente los destinos de la ciudadanía santafesina como lo han hecho hasta hace un tiempo. Podrán jugar en el gran escenario nacional si el peronismo federal (incluido Mauricio Macri en el espacio) lograra acceder a la primera magistratura, pero si esto no llegara a hacerse realidad, es probable que ambos terminen ocupando diferentes lugares en un congreso nacional que no los tendrá como protagonistas excluyentes ni mucho menos.

Ante esta orfandad que no es nueva (recordemos que hace varios meses los senadores justicialistas pertenecientes al espacio dieron el ok a la reforma de la ley electoral provincial como forma de supervivencia) lo que menos convenía a la estructura reutemista–obeidista era ir a una elección por sí solos. Con precandidatos que no mueven el amperímetro y con líderes que parecieran estar de salida, resulta obvia la necesidad del acuerdo.

Desde el lado del rossismo, también existía la idea de participar en una interna pejotista. No por las mismas razones que para Carlos Reutemann o Jorge Obeid, ya que, a diferencia de estos, el oriundo de Vera parece ser un dirigente en alza y que además está instalado hace tiempo en el escenario provincial como un protagonista con una interesante proyección, sino porque buena parte del justicialismo de base viene reclamando la unidad como estrategia de triunfo de cara a julio de este año, cuestión que también era pretendida por la conducción nacional y porque, resulta obvio reconocerlo, no significa lo mismo ir por afuera que por adentro de una estructura política como la justicialista. En esta historia nadie desconoce lo que resulta obvio y evidente.

Explicadas entonces las necesidades del acuerdo, corresponde contestar ahora si la decisión del último fin semana sirve para fortalecer el sistema de partidos. Y ante esta disyuntiva vale el mito de Jano, aquel dios de la mitología romana quien tenía dos caras mirando a ambos lados de su perfil.

Podríamos contestar que sí. Que efectivamente el acuerdo alcanzado, a partir de diálogos y conversaciones constantes durante la semana previa, sirvió para que el final de la misma el Partido Justicialista pueda mostrar a la sociedad santafesina una prolijidad que hacía mucho tiempo que no se percibía en sus filas, como así también una previsibilidad que pone algo de orden en un sistema tan atomizado. Más allá de los documentos y homenajes, puede decirse que ningún ciudadano podrá darse por sorprendido si el lunes 23 de mayo, el conjunto del justicialismo aparece en una foto, unido, de cara a enfrentar al adversario socialista dos meses después.

Pero también podríamos decir que esta supuesta buena noticia tiene sus límites muy cercanos en el tiempo, por un factor central en toda estructura político partidaria: la ideología. Efectivamente, la densidad de las diferencias ideológicas entre militantes y dirigentes que tuvieron su momento fulgurante allá por los noventa, promoviendo achique del estado, pragmatismo extremo y una conducción política que evitaba (y aún evita) el debate y el diálogo con los diferentes niveles de la militancia; en nada se parece con una propuesta que se ha hecho fuerte desde su opuesto: trabajo militante aún en las peores circunstancias, reivindicación del rol del estado como promotor del desarrollo, apertura al diálogo con muchos sectores históricamente ninguneados por la corporaciones y coherencia con algunas ideas centrales básicas que, aunque parezca llamativo después de los discursos noventistas, en mucho se parecen a los principales valores del mejor peronismo de los años 40'.

Pero además, cabe decir que esta situación no es nueva en el Movimiento Nacional Justicialista. Data por lo menos desde los años 60', aunque la chatura de la última década del siglo pasado parecía indicarnos que el peronismo nada nuevo podría decir en el futuro, y mucho menos reinventarse desde otras coyunturas y circunstancias.

Por lo tanto, si bien el sistema partidario, con el aporte justicialista del último 5 de febrero, pareciera tomar cierta deseable normalidad en el corto y mediano plazo, la densidad de las diferencias, nos hacen dudar de que podamos imaginar un escenario estable, en lo que Fernand Braudel llamaría, la larga duración. Habrá que esperar entonces los resultados electorales venideros. Como en toda democracia, aunque a la nuestra se la acuse de formalismo excesivo, serán anticipatorios de los próximos tiempos que se avecinan.

 

(*) Licenciado en Ciencia Política. Analista Político de la Fundación para la Integración Federal

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