Lunes, 28 Julio 2014 17:00

“El Conflicto Israelí”

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Escribir sobre el conflicto palestino-israelí ofrece a cualquier escritor, un objeto de estudio harto complejo e inconmensurable. El tema nos llega y nos duele. El tema nos moviliza. Así pues, se mezcla en nuestro almuerzo familiar, en el fútbol y en la política. O un poco en cada una de ellas. 

Escribir sobre el conflicto palestino-israelí ofrece a cualquier escritor, un objeto de estudio harto complejo e inconmensurable. En él se mezclan oportunamente los análisis de los intelectuales más renombrados de occidente y oriente, los políticos más importantes de la región, los partidos políticos más disímiles, los colegas del trabajo, los amigos, la familia, el vecino de la cuadra que tiene un apellido judío o árabe. En fin. Si algo tiene de particular escribir sobre el conflicto palestino-israelí, es que lejos de parecer un tema distante, nos toma como rehenes en nuestras cosmovisiones más encumbradas, quizá por los dolores de la guerra que se nos acerca en una foto, otro poco quizá por ideología, por ascendencia familiar, o por lo que fuere. El tema nos llega y nos duele. El tema nos moviliza. Así pues, se mezcla en nuestro almuerzo familiar, en el fútbol y en la política. O un poco en cada una de ellas.

Mientras algunos gobiernos de la región siguen acusando a EEUU de estar detrás de los ataques, lejos de poder sostener esta hipótesis otrora por demás de contundente, pareciera vislumbrarse otra: Israel parece decidido a actuar en solitario

Recientemente, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí, reprochó a Brasil que “desproporcionado es perder 7 a 1 en un Mundial”, en respuesta a la crítica que Brasil hiciera a Israel por el uso “desproporcionado” de la fuerza militar en Franja de Gaza. Mientras eso sucedía, en Austria, un grupo de turcos invadía el campo de fútbol para agredir a jugadores israelíes que jugaban un partido amistoso con un club francés, al mismo tiempo que el Embajador israelí en Estados Unidos, pedía el Nobel de la paz a las fuerzas de Israel “por su contención” en el conflicto. Todo se mezcla con todo y todo se ensucia de todo. Incluso la prensa internacional hace que pareciera lícito proceder de este modo.

La reciente invasión militar de Israel a Franja de Gaza tiene como pretexto -siempre hay un pretexto- el secuestro y asesinato de tres jóvenes israelíes que se encontraron sin vida al sur de Cisjordania. Pese a que no existe conexión territorial entre Cisjordania y Gaza, una al nordeste y otra al suroeste -ambas separadas por el Estado de Israel-, el Gobierno de Netanyahu responsabilizó al movimiento Hamas de estar involucrado en el asesinato y ordenó un despliegue militar contundente.

Lejos de la parafernalia juridicista, con la que históricamente la Cancillería israelí escudaba sus ataques militares, Netanyahu no ahorró palabras para justificarse frente a la comunidad internacional y prometió: "Hamas pagará por esto".

El escenario resulta complejo y sobre todo violento.

¿QUÉ ESCONDE LA INVASIÓN MILITAR?

En Israel, los gobiernos conservadores del pasado, habían hecho suya la máxima de “golpear para después negociar”, siempre y cuando fuese Washington el juez que dictaminara la sentencia. ¿Qué sucedió entonces? ¿De dónde parecería provenir la intransigencia del gobierno actual en “golpear para después seguir golpeando”?

Mientras algunos gobiernos de la región siguen acusando a EEUU de estar detrás de los ataques, lejos de poder sostener esta hipótesis otrora por demás de contundente, pareciera vislumbrarse otra, que aunque menos estimulante que la primera, resultaría cuanto menos, más estremecedora: Israel parece decidido a actuar en solitario.

EEUU evidenció no poder controlar el desarrollo de las negociaciones entre Tel Aviv y la Autoridad Nacional Palestina -gobernada por una facción moderada que controla Cisjordania-. Pese a que el representante palestino, Mahmud Abbas, hiciera una serie de concesiones significativas para conseguir la paz, la administración de Netanyahu se mantuvo intransigente, demandando para sí el dominio total de los territorios ocupados por Israel.

Se trataría de un territorio ocupado por al menos 350.000 colonos, que desde 1993, se fueron instalando en casas fabricadas en territorio palestino (Cisjordania y Jerusalén este) con protección del gobierno de Israel. Pese a los reiterados pedidos y resoluciones de Naciones Unidas exhortando a cesar en esta acción, Tel Aviv pretende jugar todas las fichas para hacer posible una segunda máxima. La máxima de los “hechos consumados”. Aquella versión del derecho internacional que sostiene que “los Estados poderosos hacen lo que quieren, y los débiles lo que deben”.

Lo que la invasión militar esconde, es la imposibilidad de Tel Aviv de seguir avanzando en territorio palestino a través del status quo -ese que siempre cooperó para que Israel se saliera con las suyas-.

Los tiempos de la negociación iniciada en julio del 2013 han caducado -dos veces-, la reciente reconciliación entre Hamas y Al-Fatah (históricamente enfrentadas) tenía previsto realizar elecciones en enero de 2015, algo que hubiese fortalecido la representatividad política de los palestinos, pero que hubiese frustrado años de diplomacia israelí. Diplomacia que tuvo como objetivo primordial enemistar a las dos facciones palestinas y ser fiel a su tercera máxima “divide y vencerás”.

Lejos de la parafernalia juridicista, con la que históricamente la Cancillería israelí escudaba sus ataques militares, Netanyahu no ahorró palabras para justificarse frente a la comunidad internacional y prometió: "Hamas pagará por esto". 

Resulta difícil que en un contexto actual de reacomodamiento internacional, de bloques emergentes con poder relativo, y de ascenso de nuevas potencias, las máximas de la diplomacia israelí lleguen a buen puerto.

Washington parece no controlar a su aliado, la comunidad internacional se inclina por no sostener los hechos consumados que no respeten las fronteras de 1967, mientras los dirigentes palestinos aúnan criterios políticos para un gobierno de unidad. El tiempo se agota, continúan muriendo palestinos y las máximas caen.

Se habrá notado que el título de este artículo lleva el nombre de “el conflicto israelí”. Me permitirá el lector esta reserva, pues según se analice no parece haber un conflicto entre dos partes, mientras un Estado Palestino reconozca al Estado de Israel, pero éste no reconozca el derecho de los palestinos a tener su propio Estado.

Hasta entonces, no dejará de perder actualidad lo que alguna vez escribiera Rodolfo Walsh a su vuelta por Palestina en 1974: “La insurrección de los palestinos frente a los ocupantes de su patria será tan legítima como el alzamiento del ghetto de Varsovia contra los nazis.” 

 

(*) Analista internacional de la Fundación para la Integración Federal

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