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Fundamentar - Artículos https://fundamentar.com Thu, 28 Mar 2024 17:22:52 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Dudas asertivas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6730-dudas-asertivas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6730-dudas-asertivas Dudas asertivas

Hermana duda,
pasarán los años,
cambiarán las modas,
vendrán otras guerras,
perderán los mismos.

Y ojalá que tú,
sigas teniéndome a tiro,
pero esta noche,
hermana duda,
dame una tregua

Jorge Drexler

La semana que culmina dejó en el tintero un par de contradicciones que refieren, indudablemente, al tiempo político y social que vivimos. En la Argentina, mientras el oficialismo convoca a un diálogo sobre el que la oposición cambiemista ha insistido hasta el hartazgo y ahora, elegantemente rechaza; en “las Europas”, más concretamente en el corazón del imperio británico, su comunidad (racionalista si las hay) se conmueve por la pérdida de una figura que representa una ficción, pero que sintetiza, vaya sino, un sentimiento de unidad indudable. Desde nuestro presidencialismo constitutivo, una monarquía podrá parecernos un anacronismo irreductible, pero más allá de los cuentos de hadas y del provocativo glamour de las realezas, las muestras de congoja expresadas en suelo inglés y en buena parte del mundo, suponen que ciertas colectividades siguen siendo “deseadas”. Algo de esto último parece resultar cuestionado, o por lo menos, digno de ser revisado por este rincón del mundo. Pasen y vean.

En el artículo del fin de semana anterior nos referíamos a que, a partir del atentado contra Cristina Fernández de Kirchner, el país se enfrentaba a una encrucijada. La tercera desde el retorno democrático de 1983. De manera muy naif, imaginábamos el proceso como esos caminos ruteros que, cuando finaliza la calzada por la que circulamos, nos obligan a girar hacia la izquierda o hacia la derecha (el articulista no puede dejar de pensar en la famosa Ruta del Desierto de La Pampa que una vez concluida, yendo en sentido este – oeste, nos obliga a girar hacia Mendoza o hacia la puerta de entrada de la Patagonia. Sigamos con el análisis político que para las vacaciones de verano todavía falta…).

Suponíamos que, más temprano que tarde, aparecerían algunos lineamientos, muy embrionarios si se quiere, de nuevas formas de relacionamiento político. Como suele sucedernos en no pocas ocasiones, la prevalencia de ciertas miserias ha demostrado nuestro error, ya que, con distintos artilugios, excusas y argumentos, la convocatoria al diálogo político ha sido relativizada por el espacio encarnado en Juntos por el Cambio.

A poco más de una semana de los hechos ocurridos en el barrio porteño de Recoleta, comienza a confirmarse que el atacante de Cristina Fernández de Kirchner no actuó solo ni mucho menos, sino que existió cierta logística e inteligencia puesta al servicio del atentado. Hasta ahora todo pareciera indicar que el grupo que lo acompañó resulta una síntesis de advenedizos inexpertos constituidos por un espíritu de odio y con algunos vasos comunicantes con sectores marginales de la vida política del país. Como diría el relator futbolero que desea gritar goles, “solamente por ahora”.

Si hace siete días atrás desechábamos el ejercicio contra fáctico de pensar qué podría haber sucedido en el país si la bala salía de la pistola Bersa que mal accionó Fernando Sabag Montiel, nada impide que ejercitemos nuestra imaginación planteando, por lo menos, tres hipotéticos escenarios futuros que depararía la realidad política argentina de este tiempo.

Al escenario imaginado número uno lo definiremos como “Modelo Europeo” y resulta, a fuerza de ser sinceros, el más deseado. Se sintetizaría en una mesa de diálogo de la que participarían todas las fuerzas políticas, los referentes más importantes de los movimientos sociales, de las autoridades religiosas sin distinción de credo, y la dirigencia sindical y empresarial en su conjunto. Se establecerían límites muy concretos a cierta violencia discursiva y de la otra, apostando a un proceso electoral en 2023 armónico, como una aspiración, si se quiere, chiquita. En términos de resultados, quien caiga derrotado tal vez termine como una fuerza atomizada, pero la existencia de cierta concordancia mínima no resultaría un dato menor.

Al escenario dos, lo definiremos como “Setentista”. Lo suponemos como poco probable, y en este caso el sistema político estallaría por los aires. Se iniciaría un proceso de recrudecida violencia entre bandos, donde la única opción legítima es la eliminación del otro. Si prestamos atención a ciertos discursos de los últimos tiempos, planteados por personajes si se quiere menores, que fungen de outsiders, y que refieren a cárcel o balas para quienes reivindicamos ciertas ideas e historia política, no podemos cuanto menos que estar preocupados. Aquí, no sólo los discursos se radicalizan sino que la acción deja de ser política en términos de reconocimiento del otro como sujeto de derechos y buena parte de la sociedad no participa de la disputa.

Al tercer escenario lo llamaremos “Vamos viendo”. Es el más actual y tal vez sea el más realista de todos y en él, si se quiere, nada es definitivo, ya que el juego está totalmente abierto. Existen dos grandes bloques de poder, uno que cuenta a su favor con las corporaciones mediáticas, un sector del Poder Judicial que ha formado parte del Lawfare, grupos políticos que, hacia afuera, intentan diferenciarse entre halcones y palomas (sin éxito) y una minoría intensa que se imagina en un escalón moral superior desde su forma de vida. El otro bloque cuenta con el manejo del Estado a nivel nacional, una lideresa que comienza a aglutinar detrás de sí al conjunto de manera cada vez más determinante, una serie de referencias institucionales no menores (gobernadores, sindicatos y legisladores) y, a otra minoría intensa muy predispuesta a entender la práctica política en las calles.

En este escenario se llega al proceso electoral como se pueda y su resultado, como señalamos línea más arriba, deriva en la atomización de la fuerza política que cae derrotada.

Si es el peronismo, los gobernadores tratarían de aceitar relaciones con el poder central para no perder fortaleza política, buena parte de la dirigencia sindical profundizaría su sempiterna disposición a cortarse sola y el conjunto de la militancia política que le da vida quedaría desprotegida y sin una referencia del todo clara. Esto no sería una novedad en sí misma ya que ocurrió de manera evidente en el período 2016 / 2018, pero el riesgo radica en una derecha envalentonada que ya no se conforme con despedir periodistas o perseguir judicialmente (y con prácticas de espías) solamente a algunos dirigentes opositores.

Si el derrotado es Juntos por el Cambio, el estado de las cosas haría que cada una de las tres fuerzas que la componen se focalice en la acción de gobierno de aquellos espacios que lograran mantener. Sería el probable inicio del trámite jubilatorio de Mauricio Macri y no pocos dirigentes opositores quedarían confinados al rol de comentaristas de la realidad desde las corporaciones mediáticas que, a no dudarlo, seguirán estando “vivitas y coleando”.

En esta coyuntura, tal vez y sólo tal vez, el peronismo construiría tal masa crítica que podría permitirle sentar ciertas bases de desarrollo político que por falta de consistencia institucional  (por ejemplo la minoría en la Cámara de Diputados) y política (las diferencias internas entre setiembre de 2021 y agosto de 2022) han sido bloqueantes para el gobierno de Alberto Fernández.

Al igual que en el escenario dos, el resto de la sociedad estaría (y está) en otra cosa, donde no le presta atención a una pelea que no le interesa y que se expresa en el extremo de que buena parte de ese sector (habrá que esperar las primeras encuestas) da por sentado que el atentado contra la vicepresidenta es algo armado. Desde ciertos análisis esto aparece como una virtud en sí misma y es “la política” la responsable de no dar cuenta del asunto. Y acá nos paramos con la referencia de este hilo de twits planteados por Daniel Feierstein y del que sugerimos leer atentamente.   

https://twitter.com/DanielFeiers/status/1568054370285010944

En el “Vamos viendo”, la dirigencia en su conjunto no puede articular ningún acuerdo definitivo, lo cual se refuerza en ese mirar para otro lado de un sector no precisamente minoritario de la sociedad que dice no entender la política porque en definitiva, “son todos iguales”.

En este último sentido, los dirigentes de Juntos por el Cambio no las tienen todas consigo. Durante muchísimo tiempo avivaron una disputa política que creó un ida y vuelta con sus partidarios donde sólo queda ir, como en una recta de circuito automovilístico, cada más a fondo. Una muestra la tuvimos en los casos de aquellos dirigentes que se salieron de cierto molde y expresaron alguna forma de solidaridad con la vicepresidenta a partir del ataque sufrido. Sólo basta ver las interacciones (violentas) en redes para entender los estrechos límites en los que se mueve cierta dirigencia que cree, que “el cliente siempre tiene la razón”.

Para pensar junto a la almohada: si, como señala Feierstein, el mundo que conocimos se desvanece entre nuestros dedos, vale preguntarse: ¿si no es a través de la política, cómo se pueden construir los sueños colectivos? Tal vez, desde ciertas corrientes ideológicas nos expliquen que esas aspiraciones ya no tienen demasiado fundamento, ya que sólo vale el hombre en un sentido individual del término y no junto a su entorno.

El clima de época, con la dosis justa de cinismo, descreimiento y supra valorización de lo individual, justifica el horror de que el asesinato que no fue, pueda haber sido ficcionado. Nuestra sobre información, nuestra virtualidad imaginada en el “1984” de George Orwell, nuestra insatisfacción permanente, anclada en el consumismo de que todo debe ser conseguido aquí y ahora, resulta el sustento de ciertos enojos sociales. El “pienso, luego existo” de Descartes, se transformó en pleno siglo XXI en la idea de una duda justificadora, paradójicamente, asertiva si se quiere, de que nuestros peores miedos, fantasmas y suposiciones pueden ser reales. Sólo queda encontrar quien lo explicite en redes y en el boca a boca de cierta ignorancia. La duda, en definitiva, no sirve como elemento de desarrollo personal, sino en el oxímoron que permite confirmar nuestras creencias, sin importar el nivel de fundamento.

Ante esto último la política como práctica humana se enfrenta a un doble (y enorme) desafío: brindar certezas y reversionar un “yo” comunitario. Aquí y en el primer mundo. Más allá de los apoyos en las calles a quien ha sufrido el peor atentado en democracia. Más allá de las muestras de dolor por la desaparición física de una reina imperial.

 (*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 11 Sep 2022 08:54:25 -0300
Odio, estrategia y paciencia https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6397-odio-estrategia-y-paciencia https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6397-odio-estrategia-y-paciencia Odio, estrategia y paciencia

Con el odio acabaremos,
la picana le pondremos
y, si llora o si se queja,
le arrancaremos las orejas.
Viendo cómo se retuerce
cómo nos divertiremos
con el odio acabaremos.
(Nacha Guevara)

Las imágenes del “banderazo por la república” del 9 de julio en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en Rosario hablaron por sí solas. El ataque a periodistas y equipos técnicos del canal C5N en Buenos Aires y la amenaza a periodistas del diario La Capital de Rosario, mostraron una dosis de violencia y maltrato que nos eximen de mayores comentarios. Hay que ver los rostros enajenados de los violentos para resumir el hecho en una simple palabra: odio.

El odio político no es un fenómeno excepcionalmente argentino ni mucho menos. Pero en estas tierras conocemos una serie de matices que tienen una raigambre de larga data y que explican que el asunto no es nuevo ni desconocido para esta sociedad. El siglo XX ha sido un decálogo de situaciones donde la violencia era la acción que se justificaba a partir de ese odio, muchas veces anclado a su vez, en una concepción social que desprecia al diferente: al negro, al puto, al pobre. Si la violencia es la negación de la política, podemos decir que, en muchos períodos de nuestra historia, a los argentinos nos faltó política.

En términos numéricos el banderazo por la república fue una expresión raquítica. Bastó que un sólo medio (Infobae) se tomara el trabajo de mostrar con un drone el volumen de la convocatoria, para confirmar la pobreza del acto ya que mostraba unas pocas cuadras de vehículos en caravana y un grupo bastante disperso de personas sobre el Obelisco. Algo parecido ocurría a la misma hora en Rosario, pero algunas “estrategias comunicacionales” reflejaban un volumen de movilizados que parecían muy superior a lo real.

Un elemento que debe señalarse como limitante de la propuesta movilizatoria tiene que ver con su aspecto difuso (algo que no le es ajeno al Pro como estrategia de construcción política). No quedó del todo claro si la convocatoria era anticuarentena, en defensa de la mafia conducida por Padoan y Nardelli en Vicentín, en reclamo por la vigencia de la libertad de expresión, en la reivindicación de la justicia comandada de Comodoro Py, por la independencia de Mendoza o por todos estos elementos a la vez.

Marcha en Rosario contra la expropiación de Vicentin | El Ciudadano
Marcha en Rosario contra la expropiación de Vicentin | El Ciudadano

Si tomáramos en serio el “agite” cambiemita, deberíamos decir que la acción política resultó una contradicción en sí misma: reclamar por la libertad de expresión con gritos, insultos y golpeando a periodistas que piensan distinto no parece ser la mejor manera de honrar a la república. Pero es indudable que el rol de los medios hegemónicos ha sido determinante en la visibilización de la convocatoria. Haciendo virtud de la necesidad, mostraron como determinante político algo que no es y soslayaron lo que sí sucedió. Seamos honestos: nada nuevo bajo el sol. Es seguro que ese clima que se propala desde los grandes medios no va a cambiar. Si el presidente Alberto Fernández pensó que la tregua con el periodismo de guerra “blanckiano” era un hecho, puede suponerse que estamos ante una expresión de deseos antes que un dato de la realidad.

A partir de ello es legítimo preguntarse qué hacer con ese clima que se intenta recrear desde voces minoritarias en las calles, pero con mucho sustento en medios y redes sociales. Más allá del acoso permanente y monotemático de las voces opositoras, el gobierno conserva una serie de recursos y herramientas que, si bien no son excluyentes, son muy relevantes.

Resulta necesario hacer foco en la gestión profundizando lo que ya se vislumbra como la post pandemia. La reforma judicial, la presentación del proyecto de interrupción legal del embarazo y la reconstrucción económica son, entre otros, temas muy importantes que le permitirá mantener y profundizar la iniciativa política. Más allá de algunos olvidos cuestionables (todo el entramado de Pymes, cooperativas y representantes de trabajadores no cegetistas), el armado político del acto del 9 de Julio en Olivos, sumando a gobernadores, sindicalistas y empresarios marca que hay otro perfil dirigencial con el que sentarse a construir la etapa que viene.

El poder ejecutivo debe modificar la estrategia comunicacional de medios. A la vez que habilita “nuevas voces” de funcionarios de distinto nivel y de distinta referencia (a no olvidarse que el éxito de octubre se debió a una construcción política con muchos matices) y a riesgo de algunas diferencias que puedan aparecer, debe resguardarse más a la figura política presidencial. No tiene mucho sentido práctico que Alberto Fernández brinde entrevistas casi a diario con periodistas que, muchas veces, ni siquiera están a su mismo nivel intelectual. El ego periodístico de haberle arrancado una primicia al presidente (o un enojo) refiere a una cuestión individual que poco debe importar en la comunicación gubernamental y estatal. No casualmente las democracias más consolidadas cuentan con voceros y exponen a la máxima figura presidencial en conferencias de prensa previamente articuladas.

Además, se debe trabajar con una comunicación de redes desde lo propositivo. Puede resultar muy dignificante para compañeros que “bancaron” lo peor del macrismo que Alberto Fernandez dé un retuit a ciertos mensajes, pero a veces se pagan costos políticos innecesarios. El formato del dirigente que cada tanto saludaba a argentinos que no tienen responsabilidades políticas, lo acerca y humaniza en el medio de la crisis sanitaria. Si bien es cierto que la imagen positiva no es la de finales de marzo, si se mira la película completa y con (casi) cuatro meses de cuarentena, el presidente sigue teniendo una imagen positiva nada despreciable.

Finalmente... ¿y nosotros?, ¿qué podemos hacer ante la andanada de insultos, miserias y devaneos de los odiadores seriales en plena cuarentena? Es cierto que muchas veces nos sentimos agobiados y decepcionados. Nuestra singularidad, de mucha base hogareña, nos limita e interpela a situaciones que, hasta ahora, nos resultaban desconocidas. Será cuestión de seguir teniendo paciencia, que, como decía mi abuela, no hay que ceder ni un tranco de pollo frente a algunos que, a no dudarlo, aunque suene fuerte, son enemigos. Es tiempo de convicciones muy firmes y mensajes muy claros. Para nosotros y para los que nos rodean. Estos días (que pasarán), así lo exigen.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Mon, 13 Jul 2020 19:58:28 -0300
Alimentando Odios https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6076-alimentando-odios https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6076-alimentando-odios Alimentando Odios

Una ola de xenofobia y desprecio por las minorías alcanza a los dos países más importantes del sur de América.

Más violento o no, según el caso, no es un fenómeno novedoso que refiera a Brasil y Argentina. Mucho menos nació al calor de la victoria de Jair Bolsonaro del último domingo de octubre, sino que tiene profundas raíces que se extienden a décadas, tal vez desde tiempos coloniales.

Para el caso argentino, una vez consolidada la figura de Estado que supo parir el modelo agroexportador, el primer sujeto de desprecio fue el gaucho, por vago y antisistema. Luego, comenzado el siglo XX, el enojo se posó sobre los anarquistas y sindicalistas que, anclados en una incipiente tradición anti capitalista, fueron perseguidos y vilipendiados, incluso mediante la famosa Ley de Residencia de 1904. Le siguieron los descamisados y “cabecitas negras” del primer peronismo, los movimientos hippie libertarios de los 60’, los “zurdos” del 70’ y una vez concluida la masacre de la dictadura, la democracia no supo desestructurar a aquellos sectores que ven en los negros, pobres y asistidos sociales a la raíz de los problemas argentinos. Tal vez sea una de sus principales rémoras. Como dirá un famoso hombre del fútbol, que supo blanquear su imagen de violador y corruptor de menores, la base está.

Y decimos que la base está porque todos aquellos que hemos pasado cierta edad, sabemos perfectamente de qué hablamos cuando nos referimos al “enano fascista” que tenemos los argentinos. Al calor de unos cuantos derechos consagrados, las generaciones más jóvenes probablemente desconozcan el término, pero no viene nada mal recordarlo. En ese tiempo, de consagración de derechos para minorías antes excluidas, existía (casi naturalmente), un consenso básico sobre lo que era políticamente correcto decir en lo público. Incluso algunas nobles profesiones estaban profundamente estigmatizadas porque muchos de sus trabajadores arreglaban todo con un paredón y unas cuantas balas. Pero no pasaba de allí.

Al calor de cierto fracaso y de límites que encontró ese, casi único, momento de consagración de derechos, reapareció lenta pero sostenidamente un discurso que parece haber corrido el eje de cierto sentido común consensuado por estos lares. Lo que distinguía a la experiencia latinoamericana de la europea, esto es, gobiernos de centro izquierda que gobernaban en pos de la reivindicación de ciertos logros sociales, se terminó. Concluyó. Bajo el paraguas que brinda la llegada de Trump al poder, no resulta raro ni excepcional el triunfo de fuerzas de centro de derecha, derecha o directamente fascistas a través de elecciones “libres” y transparentes.

En el caso argentino, inicialmente, ese cambio se expresó en la transformación de la matriz económica. De un modelo que trataba de tener a todos adentro a como diera lugar con aciertos y errores incluidos (a eso, deformadamente, algunos le llaman "populismo") se ha avanzado hacia un esquema donde se privilegia a las minorías más ricas porque, supuesta e inocentemente, éstas, si se consolida su ganancia invertirán y arriesgarán en inversiones que generarían un saludable efecto de derrame.

Pero eso también fracasó. El deterioro económico generalizado de las mayorías es más que notable, y todo parece indicar, de acuerdo a voces oficiales y de las otras, que lo peor no llegó. El 2019 será un año muy duro en
materia económica y queda enmarcado por ser electoral. De los tópicos que se propuso y prometió al electorado el gobierno argentino no tendrá nada para mostrar en ese aspecto. Si a Mauricio Macri había que evaluarlo por la evaluación de la pobreza a partir del séptimo mes de su mandato (apagón estadístico mediante) se nos dirá que “pasaron cosas”. Si el barco de la unión de los argentinos fungía como máxima aspiración colectiva, el séquito de trolls pagados con fondos públicos y la calificación a diestra y siniestra de ladrones, choriplaneros, vagos y desestabilizadores de todos aquellos que pensamos distinto, parece haberlo hecho naufragar antes de que zarpara.

En este escenario, con estos elementos y con el viento de cola que supone las oposiciones argentinas cada vez más atomizadas, ¿qué le queda al gobierno por hacer? Poco. Tal vez el espejo de Brasil le sirva y mucho. Comenzará inexorablemente (y ojalá nos equivoquemos) un tiempo donde el “distinto” será el problema. Ya vimos los primeros esbozos a partir de los cuatro extranjeros detenidos el día del tratamiento del presupuesto 2019 en la Cámara de Diputados. La estigmatización política y mediática que sufrieron estos ciudadanos habla por sí sola de aquello a que nos enfrentamos. La afirmación del presidente, una semana después, de que es necesario modificar los marcos normativos que refieren a las cuestiones migratorias dado que el país tiene leyes demasiado benignas, olvidando lo que consagra nuestra Constitución Nacional desde el mismísimo Preámbulo, refuerza la idea de que el problema es "el otro". Los títulos de algún diario de alcance nacional del día siguiente afirmando que el gobierno endureció su política migratoria pasando de cuatro a ciento cincuenta deportados del país, le pone la frutilla al postre del asunto.

En un contexto de crisis económica severa como se padece y se extiende en el futuro de la Argentina, siempre aparecen culpables equivocados. La idea de que “vienen a sacarnos el trabajo” se hace carne y se profundiza. La historia, como siempre, nos da ejemplo y habla por sí sola. La Europa de la primera mitad del siglo XX, se construyó a base de discriminación y xenofobia. Argentina tiene su base. Los vientos que vienen desde nuestro amado Brasil acompañan. La crisis nos hará más pobres y miserables en todos los sentidos. Y el fracaso es evidente. Los recursos del miedo están ahí, a la mano. El oficialismo no tiene mucho para ofrecer. Alimentar odios será el recurso. Sólo hay que saber mirarlo.

(*) Analista político de Fundamentar.com

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez(*)) Opinión Fri, 02 Nov 2018 15:29:24 -0300