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Fundamentar - Internacional https://fundamentar.com Thu, 28 Mar 2024 10:56:55 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es ¿Por quién doblan las campanas? El capitán, progenitor del desastre https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6450-por-quien-doblan-las-campanas-el-capitan-progenitor-del-desastre https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6450-por-quien-doblan-las-campanas-el-capitan-progenitor-del-desastre Dolor. Con más de tres mil muertes diarias por covid, Brasil es hoy epicentro de la pandemia.

a actual crisis política brasileña es tal vez la más profunda que ha atravesado la administración Bolsonaro. Más grave que la renuncia de Moro, más que la Rebelión de los gobernadores del año pasado. Como aquéllas, ésta también es producida y acelerada por el avance del Covid; pero la diferencia es que ahora los números de la catástrofe en muertos y contagiados han comenzado a restarle apoyos clave a Bolsonaro. El revés del empresariado, el Congreso, la opinión pública, y una parte de las Fuerzas Armadas, deja al presidente sin soportes y con la necesidad de reestructurarse y reestructurar su cerco de poder. 

Las renuncias de Eduardo Pazuello (Salud), Ernesto Araújo (Exteriores) y Fernando Azevedo (Defensa), desencadenaron el reacomodamiento del secretario de Gobierno, el jefe de Gabinete, Justicia y Procuraduría de la República y coadyuvaron al reemplazo de la cúpula castrense, lo que marca la celeridad de la crisis. Ésta asume un nivel más profundo en la medida en que las divisiones al interior del Ejército en torno a la politización de su papel en la actual administración se hacen visibles, incluso con los nuevos nombramientos en las Fuerzas. Con la catástrofe sanitaria como telón de fondo asistimos a una doble vertiente de la crisis institucional: una política y otra castrense.

En particular, el papel del Congreso sorprende por su audacia en las últimas semanas, si se piensa en que ya había aprestos de un cuestionamiento del apoyo a Bolsonaro, apoyo que representa la virtual reedición del presidencialismo de coalición en un gobierno que había prometido desterrar esta política. El proyecto de despojar a Bolsonaro de la capacidad de establecer políticas sanitarias y de ser el propio Congreso quien las efectivizara, y viceversa, la intención de Bolsonaro de reunir en sus manos todo el poder decisorio, constituyó el primer mojón de un creciente divorcio entre los Poderes Ejecutivo y Legislativo. El divorcio con el Poder Judicial ya lleva un tiempo, y con seguridad será agudizado por la restitución de los derechos políticos a Lula da Silva. 

Las salidas de Pazuello y de Araújo son parte de un proceso de desvinculación del “centrao” con el gobierno, algo inédito dado que los presidentes de Diputados y Senadores forman parte de la base de apoyo política del gobierno. Justamente, la intención de estos reemplazos es retener el soporte del centrao así como reforzar el control de las FF.AA. En este sentido, el nombramiento de Carlos França como canciller es un guiño a la moderación y el pragmatismo, pero subordinada al olavismo bolsonarista.

Este recambio de figuras en el Gabinete no es solo expresión cabal de la crisis política impulsada por el descalabro sanitario. El nudo gordiano de la actual coyuntura es la mencionada disputa, ahora abierta, entre dos visiones contrapuestas al interior de las FF.AA. sobre su papel en el proceso político actual: una visión institucionalista, que defiende el no involucramiento político del sector castrense, enfrentada a un proyecto que sostiene las decisiones políticas provenientes del Planalto. El proyecto para declarar el estado de emergencia –para derogar las cuarentenas sanitarias mediante el uso tanto del Ejército como de las fuerzas policiales–, desató los temores de un autogolpe en el plano político. Esto fue interpretado por el sector militar como una ruptura al profesionalismo defendido tanto por Azevedo como por las renunciadas cabezas de las tres Armas, en un contexto en el que la imagen del Ejército comienza a acompañar cuesta abajo la decreciente opinión pública sobre Bolsonaro y su manejo de la pandemia.

Todo esto ocurre en un nuevo aniversario del Golpe de Estado de 1964, reivindicado por Bolsonaro, su vicepresidente y parte de su gabinete. Aunque hay algunas pequeñas señales, la oposición sigue dividida en una crisis de hegemonía. Hasta ahora están desagregados y sin proyectos comunes. De este lado de la frontera esperamos que si no los une el amor, los una el espanto.

*Doctora en Relaciones Internacionales. Profesora de Problemática de las Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR. @DovalGisela

**Investigador en el Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI) de Rosario. Analista internacional de Fundamentar y columnista radial. @eordon73

FUENTE: Perfil

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hola@fundamentar.com (Gisela Pereyra Doval* / Emilio Ordóñez**) Opinión Wed, 07 Apr 2021 16:14:59 -0300
30 años después https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6428-30-anos-despues https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6428-30-anos-despues 30 años después

Chile se encamina a celebrar el plebiscito constitucional para encontrar una salida institucional y política al proceso de movilizaciones populares más grande de su historia. Brasil y Colombia apoyan su política exterior en una base endeble: la reelección de Donald Trump.

Chile comienza a concretar el cambio.

Hoy se celebrará el plebiscito constitucional en Chile. El país trasandino irá a las urnas después del estallido social inaugurado en octubre de 2019 tras un aumento en las tarifas del metro que catalizaron un descontento social contenido por décadas. Se habló largo y tendido de los motivos de las protestas, la respuesta del Estado (que fundamentalmente fue represiva), y las lecturas políticas del proceso.

Los partidos políticos de Chile anuncian acuerdo para plebiscito - Noviembre 2019

Hace menos de un año, el 15 de noviembre de 2019, las fuerzas políticas chilenas llegaban a un acuerdo para abrir el proceso constituyente y así darle una respuesta política al sacudón social que lo puso todo en discusión en octubre. Concretamente, el acuerdo implicaba que se llamaría a un plebiscito para que la población vote si efectivamente aprueba o rechaza una nueva Constitución y, en caso de que gane el “Apruebo”, decidir qué órgano será el encargado de redactarla: si una Convención Mixta de parlamentarios actuales y constituyentes electos, o una Convención Constituyente totalmente electa por los chilenos y las chilenas.

Este plebiscito tenía fecha para abril de 2020, pero ya sabemos lo que pasó. Se retrasó para hoy, 25 de octubre de 2020. Ante la inminencia del proceso, las formaciones políticas se embarcaron en una campaña electoral por el “Apruebo” y por el “Rechazo” mientras que, conforme se acercaba la fecha, se reactivaron las protestas que la pandemia había dejado en pausa.

Hay varios puntos a tener en cuenta. La Constitución que rige hoy en Chile fue dictada en el 1980 por la dictadura de Augusto Pinochet. Debido a la tutela que tuvieron las Fuerzas Armadas en el proceso de democratización chileno, la Carta Magna sufrió algunos ajustes, pero no una reforma integral como la que tendrá lugar si el “Apruebo” triunfa. La Constitución vigente exige mayorías calificadas altísimas para poder motorizar cambios en materia social, por lo que una reforma le daría un marco jurídico al Estado que posibilite realizar esos cambios de un modo más sencillo.

Lo otro es el componente simbólico. Esta es la Constitución de Pinochet. La reforma permitiría quitar uno de los vestigios más importantes (sino el más) de la dictadura chilena, al menos en términos institucionales. Está claro que no eliminará el pinochetismo, hoy presente en algunos sectores sociales y políticos, y en figuras del gobierno de Piñera como el Ministro del Interior, Víctor Pérez. Pero sí permitiría quitar institucionalmente la marca indeleble de aquel pasado oscuro.

No es una buena semana para apoyarse en encuestas después de lo que vimos en Bolivia, pero se descuenta que el “Apruebo” va a ganar. Y al parecer, también ganará la opción de la Convención Constituyente, que permitirá elegir a la totalidad de los responsables de reformar la Constitución con un dato no menor:  en ella regirá la regla de la paridad de género, por lo que posiblemente, será la primera Constitución en la historia que será redactada por un cuerpo conformado por mujeres y hombres en partes iguales.

Descontado el resultado, el tema es ver por cuánto. La legitimidad del proceso dependerá de la diferencia a favor que tenga el “Apruebo”. Algunos dicen que la adhesión será mayor al 60% pero, de nuevo, las encuestas no vienen acertando mucho. El otro dato que hay que mirar es la participación. El voto no es obligatorio en este referéndum, lo que otorga la posibilidad una participación electoral amplia. Chile tiene una particularidad con este tema: mientras que en el regreso de la democracia hubo un 89% de participación, esta bajó hasta un 50% en la segunda vuelta de 2017, cuando Piñera ganó la Presidencia. El récord fue en las municipales de 2016, con un histórico 36% de participación. VER

Esto es un síntoma (perdón por la palabra) clarísimo del proceso que vive Chile desde hace unos años y que se cristalizó con las protestas. Hay una deslegitimación generalizada de la política. Lo digo con otras palabras para que se entienda: en el ballotage de 2017 la mitad de la gente se quedó en su casa, no fue a votar. Evidentemente, esto demuestra un sentimiento de desinterés mezclado con resignación ante la falta de resultados que la política le da a las demandas sociales.

Por esto, el nivel de participación será importantísimo. Y también por esto es muy difícil arriesgar predicciones sobre la capitalización política del proceso. El movimiento chileno hoy no tiene una identidad político – partidaria marcada. No es un movimiento de izquierda, sino que es bastante transversal. Por lo que, luego del proceso constituyente, la incógnita estará en develar quién será el que conduzca esta nueva etapa.

Una última reflexión antes de contarles qué pasa después de mañana, y que está vinculado con el párrafo anterior. Si bien no fueron masivas y tan rupturistas como las de ahora, en 2011 hubo un importante proceso de movilización estudiantil en Chile que no logró cambios estructurales importantes, ni produjo una derrota significativa de la derecha. Hoy no tenemos ninguna certeza de que Chile deje atrás su modelo estructuralmente neoliberal, pero sí podemos decir que es probable que la nueva Constitución consagre más derechos que los que garantiza la actual Ley Fundamental.

Cierro con los datos sobre lo que ocurrirá de aquí en más. Si gana el “Apruebo”, se abre un período de entre 9 y 12 meses para redactar la nueva Constitución, y anteriormente se deberán elegir a los Constituyentes. Y luego habrá un último proceso electoral de carácter obligatorio que será ratificatorio: se preguntará si se aprueba o no la Constitución ya reformada.

En otro octubre, allá por 1988, los chilenos votaron en un plebiscito por el retorno de la democracia, cuando el “No” triunfó con el 56% ante el 44% del “Sí”, frente la pregunta por la continuidad de la dictadura de Pinochet. 32 octubres más tarde, Chile vota en otro plebiscito para sacarse de encima el principal corsé institucional que aquel les dejó a los casi 20 millones de chilenas y chilenos.

Duque y Bolsonaro arriesgando de más

Que las elecciones en los Estados Unidos van a influir en la política internacional, es obvio. Muchísimo más en nuestro continente, donde se intentan hacer lecturas sobre qué sucederá si Trump o Biden ganan el martes 3 de noviembre y qué implicancias habrá en América Latina. Sin embargo, si hay dos dirigentes que ya pusieron todos huevos en una sola canasta y que apostaron fuertemente por un resultado, ellos fueron Iván Duque y Jair Bolsonaro.

Si bien Colombia y Estados Unidos sellaron una asociación estratégica hace más de 20 años, y el país cafetero se convirtió en el aliado incondicional de Washington en Sudamérica, varias figuras cercanas al Presidente Iván Duque han apostado inequivocadamente por un triunfo de Donald Trump. Los centros que se tiran son mutuos: el Presidente estadounidense ha arremetido contra el opositor colombiano Gustavo Petro emparentándolo con Biden, en un intento de ganar el voto latino en Florida, el más importante de los Estados pendulares.

https://twitter.com/realDonaldTrump/status/1314998881126625280

También ha abogado por la liberación del ex Presidente Álvaro Uribe, jefe político de Duque, quien enfrenta un proceso de investigación en libertad luego de pasar algunas semanas en prisión domiciliaria. Más allá de la injerencia de Estados Unidos sobre un proceso judicial de otro país (que parece escandalizarnos solo a unos pocos), es clara la simbiosis de los sectores gobernantes en ambos países.

En el caso de Colombia, dos congresistas oficialistas han decidido jugar abiertamente a favor de Trump en las próximas elecciones, algo que no sería posible sin el visto bueno del Presidente Duque. María Fernanda Cabal pertenece al partido gobernante Centro Democrático. Además de subir fotos con tapabocas con la leyenda “Trump 2020”, ha escrito notas de opinión inmiscuyéndose de lleno en la campaña estadounidense, como si eso fuese parte del mandato que le otorgaron los colombianos que votaron por ella.

Lo mismo sucede con Juan David Vélez, otro congresista oficialista que representa a los colombianos en el exterior. También se ha hecho eco de las agresiones de Trump contra Petro, además de apoyar las declaraciones del mandatario norteamericano sobre los acuerdos de paz.

https://twitter.com/juandavelez/status/1309559591605276680

En el caso de Brasil, es mucho más fácil captar esas señales. No hay que buscar declaraciones de diputados, o funcionarios de segunda línea. Con las del propio Bolsonaro alcanza y sobra. El Presidente brasileño ha manifestado su plan de ir a la ceremonia de reelección de Trump, algo totalmente irresponsable no sólo por tomar partido en la campaña electoral de otro país (ya lo hizo aquí en Argentina apoyando a Mauricio Macri), sino por los costos que puede implicar para Brasil un triunfo de Joe Biden.

Biden ya ha manifestado su intención de hacerle rendir cuentas a Brasil sobre el desastre ambiental en la Amazonia y el Pantanal, algo que Bolsonaro ha tomado como una amenaza. La falta de prudencia de Bolsonaro puede generar cortocircuitos con una posible administración demócrata. El panorama es aún más grave debido a que hoy Brasil apoya su estrategia de inserción internacional casi exclusivamente en el alineamiento con los Estados Unidos.

Eso no fue todo. Bolsonaro desautorizó en la semana a su propio Ministro de Salud y entró en un conflicto interno con el gobernador de San Pablo, Joao Doria, por su negativa tajante a utilizar la vacuna china contra el COVID-19 producida por Sinovac. El alineamiento ciego que Bolsonaro ejercita con Trump llega al punto de poner en juego la provisión de la vacuna, si es que China concluye sus ensayos de forma satisfactoria y comienza a producirla

Colombia y Brasil son dos ejemplos de la sobre ideologización que tiñe el diseño de su política exterior. Cada mandatario tiene el derecho de gobernar como lo crea conveniente; para eso fueron electos. Pero el riesgo es demasiado alto, teniendo en cuenta que la relación privilegiada deja de ser con los Estados Unidos y pasa a ser con Donald Trump, quien puede ser corrido de la Casa Blanca en algunas semanas, lo que implicaría un proceso de rediseño de la política exterior brasileña y colombiana que puede ser traumático y muy complejo de llevar adelante. Y más aún si los demócratas ganan y ejercen la memoria histórica que los norteamericanos saben ejercer tradicionalmente.

Haceme el favor de prestarle atención a esto

  • Vox convocó a una moción de censura contra Pedro Sánchez y quedó votando sólo. Casado y el Partido Popular los abandonan y rompen el bloque de derecha en España. VER
  • Israel sigue cosechando normalización de relaciones con países árabes: ahora fue el turno de Sudán. VER
  • Negocian un “cese al fuego” en Libia. VER
  • México pidió la renuncia de Luis Almagro como secretario General de la OEA tras su rol en el golpe de Estado en Bolivia. VER
  • Guerra en Nagorno – Karabaj: incumplimiento del alto al fuego y mediación de Estados Unidos. VER

Bonus

Ya hablamos de Bolivia y de la impresionante victoria de Luis Arce Catacora, el Presidente electo. Seguramente asumirá en los primeros 15 días de noviembre. Les dejo una lectura y un video de los festejos, que se desataron recién después del viernes cuando concluyó el recuento oficial, que arrojó una victoria del MAS con el 55% de los votos.

https://www.youtube.com/watch?v=8GlnLeaCSCU

Lo otro que te quiero dejar es un video de campaña de Donald Trump enfocado hacia los electores latinos de Florida, donde le meten salsa, yate y una canción re contra pegadiza que estuve cantando durante gran parte de la noche del viernes. Como si esa fuese la vida que llevan los latinos en Estados Unidos, ¿no?. Pero hay que decirlo, la canción es tremenda.

 https://www.youtube.com/watch?v=bTiNRYHlIkI

Último: el 2020 es un mal año para hacer planes. Ya deberíamos saber eso a esta altura del partido. Bueno, en Polonia quisieron desactivar una bomba de la Segunda Guerra Mundial que estaba sumergida en el agua. Y sí: explotó. Obvio. ¿Quién los habrá mandado?

https://www.youtube.com/watch?v=Kv5KeeBvNOE

Que sirva como ejemplo para repensar alguna decisión importante que estés por tomar en este año del mal.

Hasta la semana que viene.

(*) Analista Internacional de Fundamentar.com

 

 

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hola@fundamentar.com (Santiago Toffoli (*)) Opinión Sat, 24 Oct 2020 21:17:06 -0300
De pivote a proxy. El occidentalismo rígido de la política exterior bolsonarista https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6388-de-pivote-a-proxy-el-occidentalismo-rigido-de-la-politica-exterior-bolsonarista https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6388-de-pivote-a-proxy-el-occidentalismo-rigido-de-la-politica-exterior-bolsonarista De pivote a proxy. El occidentalismo rígido de la política exterior bolsonarista

La aparición de la figura de Jair Bolsonaro en la escena internacional, aunque controvertida, no es un fenómeno aislado ni puede considerarse como una excentricidad asociada a un proceso político social específico. Más bien, su surgimiento y estadía se enmarcan en una coyuntura internacional en la que predomina –no sin contestación– el ascenso al poder de fuerzas políticas de derecha.

Aunque en algunos aspectos Bolsonaro establece rupturas con respecto al contenido habitual de la diplomacia brasileña, uno de los puntos de continuidad más claros con modelos más tradicionales es la relación preferente con Estados Unidos, con distinta intensidad pero siempre presente. La articulación de relaciones bilaterales preferentes, así como el carácter “especial” atribuido a ellas, está en el corazón del americanismo como uno de los ejes de la política exterior brasileña, el cual reconocerá matices en diferentes etapas históricas. La contraparte del americanismo brasileño, por el lado estadounidense, fue la importancia otorgada a Brasil como llave del subcontinente.

Sin embargo, en este periodo, la relación bilateral asume un carácter inédito, bajo el supuesto de que la singularidad que adoptan estos vínculos se fundan en factores que exceden lo meramente político. Para ello, construimos la categoría de Estado proxy, el cual, a nuestro entender, responde a la política externa de Bolsonaro.

El juicio político a Dilma Rousseff en 2016 constituyó, en los hechos, el cierre de la etapa universalista de la política exterior brasileña. Tras el interregno de Michel Temer en el que la presencia y la intensidad del despliegue exterior brasileño se redujeron notablemente, sobre todo en comparación con el periodo de la diplomacia presidencial activa y altiva de Luiz Inácio Lula da Silva, el gobierno de Bolsonaro imprimió un perfil inédito a la formulación de la política exterior brasileña mediante la adopción de un occidentalismo rígido que vincula inextricablemente la orientación externa de Brasilia a los intereses nacionales de Washington. Adicionalmente, la pandemia de coronavirus, que colocó a Brasil como uno de sus epicentros mundiales con sus conocidas repercusiones en lo local, ha reforzado esta orientación externa, agregando una nueva dimensión de vinculación con la potencia hegemónica que confirma estas tendencias y produce, al mismo tiempo, nuevas rupturas con las antiguas tradiciones de política exterior.

Brasil pivote: la clase media mundial
La idea de Estado pivote se remonta a la geopolítica de fines del siglo XIX y comienzos del XX y es un término acuñado por Halford John Mackinder cuando, en 1904, escribe El pivote geográfico de la historia. Para Mackinder, un área pivote era un territorio que, quien lo controlara, podía dominar el mundo desde allí.

En una reinterpretación más contemporánea, Estado pivote tiene dos acepciones que responden a visiones más negativas u optimistas. La primera se refiere a lo que se llamó también efecto dominó y alude a un Estado lo suficientemente importante como para desestabilizar a toda una región e, incluso, al sistema internacional en su conjunto en caso de una crisis. En principio, la inestabilidad correspondería con una amenaza externa (lógica Este-Oeste). No obstante, en la actualidad, el desorden provendría desde adentro. La acepción más positiva de Estado pivote tiene que ver con lo que Paulo Schilling y Henry Kissinger llamaban Estado llave y que alude a la idea de que el Estado en cuestión tiene la capacidad de influir en el resto de los Estados de su región en orden de sus acciones y de establecer la agenda. La imagen de llave remite a lo necesario para abrir la puerta de la región. Pero también es importante decir que Brasil “compró” el discurso de ser clave para Estados Unidos y actuó en consecuencia, aunque (casi) siempre esperó una contraprestación a cambio: un pivote debe beneficiarse de la alianza con Estados Unidos. Este será el sesgo predominante en el despliegue de la política exterior brasileña al menos hasta 2016. El gobierno de Lula fue particularmente interesante en este sentido pues, a pesar de estar enmarcada en un modelo universalista de política exterior, la relación bilateral no sufrió grandes consecuencias, sino todo lo contrario, ascendiendo a Brasil a la categoría de potencia emergente.

En este sentido, como pivote, Brasil ha asumido en el pasado una especie de papel de clase media del sistema internacional en vistas de sus tendencias de desarrollo, sus estructuras socioculturales y, por sobre todas las cosas, sus potencialidades. Ahora bien, lo que resulta significativo de ser la clase media internacional es la percepción que estos países tienen de sí mismos y, en consecuencia, de sus aspiraciones. En este sentido, hay países que, aunque en cuanto a índices cuantificables tienen cifras elevadas, tienen una autopercepción que los une a los Estados menos desarrollados y, viceversa, Estados que se tienen en muy alta estima aunque no estén en los lugares más altos de los listados internacionales. Aquellos Estados que tienen mayor conciencia de su pertenencia a la clase media internacional son los más capaces para proyectar su “poder” tanto para desplegar su liderazgo regional como para ejercer influencia en el sistema internacional. Sin embargo, para poder consolidar su estatus y ejercer su papel en los reclamos de poder mundial, a nivel internacional los Estados medios deben pactar alianzas. En este punto hay la posibilidad de que la clase media pacte alianzas con dos tipos de Estados: la “élite” (ya que la clase media aspira a ser parte de la misma), que aceptará la alianza siempre y cuando esté dispuesta a una cierta difusión de poder en la jerarquía internacional, o que, en el caso de un rechazo del reacomodo o de rigidez del sistema, pactará con el “sector proletario” de la sociedad internacional. De elegir esta última opción, la clase media puede estructurar, junto con el proletariado, acciones comunes para desplazar a la élite en beneficio de ambos. En el caso de los Estados pivote, se negocia con la élite. Sin embargo, desde el ascenso de Bolsonaro, observamos una nueva tendencia: el surgimiento de Brasil como Estado proxy.

Brasil proxy: el occidentalismo rígido de Bolsonaro
El nuevo americanismo en clave de occidentalismo rígido se corporiza en el intento de desvinculación de tratados internacionales, como el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular de la Organización de las Naciones Unidas o el Acuerdo de París sobre cambio climático; la voluntad de destruir o reformular los organismos económicos y políticos regionales sin proyectar vocación de liderazgo en estos procesos; la estigmatización del arco progresista local, regional y mundial a partir de un discurso pretendidamente desideologizado (la persecución a los partidos de izquierda y a actores como movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales); la virtual anulación de Itamaraty como generador y decisor de política exterior, y el enfoque adoptado por Bolsonaro para enfrontar la pandemia del covid-19, que excede los límites de la política pública sanitaria para transformarse en una dimensión más del tránsito de Estado pivote a Estado proxy.

La idea detrás de esta nueva forma de vinculación frente a la potencia regional es introducir a Brasil en una lucha civilizacional en la que está en juego “el alma de Occidente”, a tono con la prédica liderada por el presidente estadounidense Donald Trump, y Brasil debe formar parte de esta lucha. El enfoque civilizacional, así entendido, permea todas las áreas de acción de la política brasileña y se trasluce en diversos puntos de agenda tanto a nivel regional como internacional. Lo interesante es que el enfoque dado por Bolsonaro a estos puntos de agenda no solo fueron coincidentes discursiva y pragmáticamente con los de Estados Unidos, sino que la “correa de trasmisión” hacia los actores recipiendarios mostró su eficacia mediante la adopción de discursos similares en países vecinos. Por ejmeplo, la securitización de la agenda inmigratoria trumpista no solo encontró eco en Brasil sino que se tradujo, con sus matices, en la agenda interna argentina y uruguaya. El tratamiento de la crisis política venezolana, con su coletazo en la cuestión migratoria regional, es otro ejemplo claro en el abordaje de los tiempos de la crisis, adoptando un discurso nacionalista e intervencionista, u otro más sosegado, según la lectura de los tiempos de la crisis promovida por Washington. De la misma manera, la estrategia actualmente adoptada por Bolsonaro para abordar la actual pandemia se inserta en estas líneas de acción. En este sentido se verifica una unidad de discursos y acciones entre Brasil y Estados Unidos tanto en lo referente a la modalidad de confinamiento social como al controvertido uso de la cloroquina como tratamiento para el coronavirus, conformándose una “dimensión sanitaria” en la relación entre ambos países. A su vez, presenta coincidencias con algunos aspectos del occidentalismo rígido, como el cuestionamiento a la Organización Mundial de la Salud sobre el papel de coordinador de los esfuerzos globales de combate a la enfermedad, o en la inserción de este discurso en una dicotomía izquierda/derecha funcional, tanto a la variable macro como a la disputa política interna.

Lo sustancial al mencionar estos ejemplos es, precisamente, remarcar su contrario: la ausencia de una “correa de transmisión hacia arriba”, hacia los repartidores supremos, en clave puigiana. Acorde con la vocación reformista y de liderazgo mostrada por Brasil en la década de 2010, hubo momentos en que el país elevó sus pretensiones en nombre de la región y en búsqueda de usufructuar el carácter autopercibido de potencia regional. En este sentido, la identificación de Bolsonaro con las posiciones de Trump, imbuida de este carácter civilizatorio de época, tienen un doble efecto: desvincula a Brasil de la agenda regional y erosiona su papel como referente “hacia arriba”, puesto que renuncia voluntariamente a hacer uso de aquél diferencial de poder proveniente del reconocimiento de Estados Unidos como pivote regional para acrecentar su prestigio regional e internacional, haciendo de los vínculos entre Washington y la región un camino de una sola dirección, hacia abajo. La renuncia al diferencial de poder involucra también la ausencia de búsqueda de beneficios para Brasil. En definitiva, esta renuncia daba lugar a un altruismo inteligente en las relaciones bilaterales entre Brasil y Estados Unidos; la unidireccionalidad de las demandas y la adopción acrítica de la agenda estadounidense, englobada en la adopción de una concepción civilizatoria que permea tanto la política interna como las vinculaciones externas –incluidas las regionales– son los elementos que comportan el carácter específico de la agenda exterior bolsonarista y que ha llevado a Brasil de ser un Estado pivote a convertirse en un Estado proxy.

Esto no implica en ningún caso que la política estadounidense hacia Sudamérica dependa exclusivamente de Brasil, sino que se plantea la funcionalidad del Estado proxy con respecto a las políticas de Estados Unidos hacia la región que, por lo demás, son coherentes con las impulsadas a nivel mundial, que se vuelven a un rechazo de cualquier esquema de gobernanza global y priorizan las relaciones bilaterales. El Estado proxy solo funge como representante de los lineamientos básicos de Estados Unidos y procura su difusión regional, mientras que Washington se reserva total autonomía en su formulación de la agenda regional e, incluso, en el cambio de los lineamientos “hacia abajo” que el Estado proxy puede transmitir.

Esta forma inédita que adopta la intensidad del vínculo de Brasil con la potencia difumina los límites entre la formulación de una política exterior autónoma y la simple aceptación de los postulados provenientes del Norte, de manera que, lejos de racionalizar el carácter subordinado autopercibido de Brasil en materia de inserción externa, se asume in totum la línea política llevada adelante por Trump. De esta forma, Brasil dejaría de constituir un aliado con autonomía para ordenar la región, para convertirse en un representante directo de los intereses y postulados de Estados Unidos.

El nudo del tránsito de Estado pivote a Estado proxy es que esta relación de intercambios mutuos, como presupuesto de la formulación de una política exterior autónoma, permanecerá difusa. En este sentido, no se trata solo de una estrategia de convergencia con la agenda del hegemón regional, sino de una virtual subsunción de agendas, en la cual los objetivos del hegemón y del subordinado se unifican.

Básicamente lo que cambia es que, aun en el caso en que podamos calificar la política exterior de Bolsonaro como americanista, su orientación toma la agenda estadounidnese como propia y la transmite a la región “a su cargo” desde un lugar de guía moral, pero sin obtener nada a cambio ni ordenarla con base en su interés nacional. Visto de esta manera, proxy es la ausencia de objetivos propios.

Para Bolsonaro y su círculo cercano, el alineamiento irrestricto con Estados Unidos es la única opción viable. El problema surge aquí porque objetivos y alternativas de acción se confunden estableciendo una línea borrosa en la persecución del interés nacional que, en última instancia, es la razón de ser del diseño y formulación de toda política pública; es decir, la libertad de acción en la esfera internacional debe o debería estar condicionada por el interés nacional. En este caso, el interés nacional, establecido por los diversos modelos de autonomía o desde los dos modelos tradicionales (americanismo y universalismo), involucra la supervivencia del Estado y la defensa de sus intereses en un marco que confunde nociones tradicionales con un enfoque existencial en el cual el carácter moral brasileño está en riesgo y hay que defenderlo de los enemigos, en particular de la izquierda.

A modo de cierre
El surgimiento del fenómeno Bolsonaro, además de una consecuencia de condiciones internas que permiten su ascenso, es un correlato de la derecha en la política internacional, coronada por la asunción de Trump al frente de la Casa Blanca. La contestación de este fenómeno por parte de las fuerzas de izquierda a nivel internacional se da mediante un “choque de concepciones” por medio de las cuales se pone en juego el consenso liberal surgido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial: el orden internacional liberal. En este debate se cuestionan tanto los axiomas tradicionales de la política mundial como los nuevos temas surgidos al calor del proceso de globalización. De esta manera, la relación especial trasatlántica entre Estados Unidos y Europa, el ideal kantiano de que las democracias no pelean entre sí, el wilsonianismo que define buenos y malos gobiernos (en el caso de Estados Unidos durante el gobierno de Trump, al menos), la temática del cambio climático, entre otras nociones, conforman un relato en permanente debate.

En esta discusión es que se enmarca el cambio inédito de la orientación política exterior de Brasil durante el gobierno de Bolsonaro. Tanto la noción del papel que debe desempeñar Brasilia en la región y en el mundo –presupuesto válido también en un escenario posterior a la pandemia– como la particular percepción por parte del Presidente brasileño, conforman el fundamento principal del tránsito hacia lo que hemos llamado Estado proxy. Es por esto que este tránsito puede muy bien ser entendido como una forma de adaptación y asimilación de la política externa brasileña al “choque de concepciones” a nivel mundial que adoptaría, en el caso brasileño, las formas de un americanismo intenso en lo regional y un occidentalismo rígido en lo internacional.

Una última cuestión se refiere a la perspectiva de futuro de esta estrategia de inserción. El tránsito hacia el Estado proxy supone una percepción de Brasil en la primera línea de defensa de un mundo occidental teóricamente en peligro, la cual no parece haber cambiado con el advenimiento del coronavirus ni con la crisis sanitaria generada por la ausencia efectiva de políticas impulsadas por el gobierno de Bolsonaro, ya que la “dimensión sanitaria” fue integrada efectivamente al conjunto de ideas que posibilitaron este tránsito. Sin embargo, el proceso de reconfiguración del orden internacional acelerado por los efectos del covid-19 ha generado señales poco auspiciosas en términos de la participación activa de Brasil en un escenario posterior a la pandemia.

En este sentido, la iniciativa de Trump de reformular el G-7 dada a conocer a finales de mayo de 2020, dejando a Brasilafuera de la misma e incluyendo a otras potencias medias como Australia, Corea del Sur  y la India, representa un llamado de atención en torno a los grados reales de inserción futura de Brasilia. Esto se suma a otros gestos de igual calibre, como el cierre de aeropuertos a vuelos provenientes de Brasil o las declaraciones de Trump comparando los efectos de la discutida política sanitaria sueca con la llevada adelante por Bolsonaro, lo que confirma tanto la unidireccionalidad de las demandas transmitidas por medio de la “correa de transmisión” como la discrecionalidad de Washington para cambiar el sentido de dichas demandas.

Como sea, la apuesta brasileña por profundizar su condición de Estado proxy continúa tanto en gestos como en políticas. Aun en medio de los cambios que propone la pandemia, en Brasil, el americanismo volvió para quedarse.

 

FUENTE: Foreign Affairs

(*) Doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina. Es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y profesora de Problemática de las Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR.

(**) Analista internacional de Fundamentar. Investigador en el Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI).

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hola@fundamentar.com (Gisela Pereyra Doval (*) y Emilio Ordóñez (**)) Opinión Fri, 19 Jun 2020 09:56:21 -0300
Un retorno eterno https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6385-un-retorno-eterno https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6385-un-retorno-eterno Un retorno eterno

Las primeras protestas de gran envergadura que se dieron desde el inicio de la pandemia, no tuvo nada que ver con el coronavirus, sino con la más antigua de las opresiones: la de los blancos sobre los negros. Colombia y otra tormenta política. Bonus con la ciclotimia de la OMS, las torcidas contra Bolsonaro y cambio de rumbo en Libia.

Lo mismo de siempre

La mayoría de las personas hubiese apostado que los conflictos sociales que se desatarían luego del cambio global propiciado por el coronavirus, estarían ligados a las consecuencias de la crisis sanitaria mundial, como por ejemplo las dificultades económicas derivadas de la pandemia o la falta de acceso a la salud de millones de personas, que ha quedado inevitablemente de manifiesto.

Pero no fue así. Las movilizaciones sociales más grandes que ha visto el mundo desde el inicio de la pandemia fueron en la primera potencia mundial y a raíz de un conflicto que tiene siglos de antigüedad: el racial.

Con el correr de los días, las manifestaciones por el cobarde asesinato de George Floyd se extendieron por todo el territorio de Estados Unidos y subieron en su intensidad. Imaginen que la Casa Blanca apagó sus luces frente a las protestas en el Parque Lafayette, que queda en frente; justo al lado de la Iglesia Saint John donde Trump al día siguiente posó con una Biblia para sacarse algunas fotos, luego de despejar violentamente el espacio de manifestantes.

El asesinato de Floyd cristalizó otros descontentos sociales presentes en la desigual y segregada sociedad estadounidense, donde los negros no solo son víctimas de la arbitrariedad policial, sino que son los que más caen en el sistema carcelario, los que mayor tasa de pobreza representan, los que menos se gradúan en las universidades y los que aún sufren la imposibilidad de ocupar ciertos espacios de poder.

Sin el registro visual del asesinato de Floyd, hubiese sido difícil que la mecha se prenda de esa manera. Pero el video de 9 minutos hizo prácticamente obligatoria la contestación social. Y esto también muestra la periodicidad de estos horribles homicidios. De hecho, hace menos de 2 meses, Ahmaud Arbery fue acribillado por un matón blanco amante de las armas y su padre, que lo perseguían porque estaba corriendo en un barrio de un pueblo de Georgia. Ahmaud salía a correr todos los días, y ese día no volvió. Acá hay una crónica que relata el ensañamiento racial que movilizó el hecho ⇒ VER

Por otro lado, el descontento social también se agrava porque Donald Trump ocupa la Casa Blanca. Trump aumentó la tensión racial en los Estados Unidos, no solamente con sus amenazas de campaña sobre el muro que pondría en la frontera sur, sino porque se ha negado a condenar marchas supremacistas, como las de Charlottesville en 2017, ha indultado a militares racistas y ha hecho una irrestricta defensa de las fuerzas de seguridad en sus ataques contra negros. En este video, se muestra como fueron esas manifestaciones de hace 3 años, donde se propugnaba por una unidad de la derecha segregacionista.

https://www.youtube.com/watch?v=RIrcB1sAN8I

El Presidente, además de ensayar una tibia condena del estrangulamiento seguido de muerte de Floyd, puso el foco en las protestas y no en el hecho que las originó. Esta semana, insistió en referenciarse como el “Presidente de la Ley y el Orden”, al igual que Richard Nixon en el convulsionado 1968, cuando fue candidato y luego ganó, tras las movilizaciones enormes que siguieron al asesinato de Martin Luther King.

Sin embargo, hay una diferencia: Trump tiene que reelegir, no elegir como Nixon aquella vez. Su radicalización obedece a la intención electoral de fidelizar su base, siempre teniendo en cuenta que es muy importante que un candidato enfoque claramente su mensaje, y el destinatario de ese mensaje. Dicho de otra manera: Trump sabe a quién les habla y qué decirles, frente un candidato opositor, el demócrata Joe Biden, que camina por la cornisa y oscila entre condenar el asesinato de Floyd y aseverar que “los policías deberían disparar a las piernas y no al corazón de alguien desarmado”. ¿O pensaron que Trump era el único despreciable?

En esa confusión discursiva de Biden, Trump puede sacar una pequeña ventaja, a sabiendas que en Estados Unidos, al ser voluntario el deber cívico de votar, es importante que los tuyos sean más que los del rival, pero más importante aún es que los tuyos vayan efectivamente a votar el día de la elección.

¿A que hay que prestarle atención? Primero, a las grietas dentro de la Administración. Todos cerrarán filas detrás de Trump conforme se acerquen las elecciones, pero suenan algunas voces de disenso sobre la forma que tiene Donald de manejar esta crisis, que se le suma a la sanitaria. El Secretario (o sea, Ministro) de Defensa, Mark Esper, dijo que no le parecía que haya que sacar a los militares a la calle, luego de la amenaza de Trump a los gobernadores. Y no son pocos los legisladores republicanos que no están felices con la deriva represiva.

Por otro lado, la estrategia demócrata. Obama empieza a tomar un perfil más notorio en la campaña, tratando de aumentarle el hándicap a un Biden falto de claridad y de carisma. Algunos dicen que una mujer afroamericana será la compañera de fórmula de “Sleepy Joe”: suenan la senadora Kamala Harris y la ex primera dama, Michelle Obama.

Por último, y para cerrar el tema, me encantaría decirles que esto tendrá una salida que conquiste derechos para la comunidad negra. Pero si vemos los asesinatos de Floyd, de Eric Garner, de Ahmaud Arbery, de Rodney King, y tantos otros negros asesinados porque sí y sin condena posterior, uno reconfirma lo que ya sabe: la historia de Estados Unidos está escrita con sangre, por más que este endulzada por Hollywood, la NBA y Disneylandia. Los gringos son los mejores entreteniendo, pero en su ADN social tienen ese gusto inexplicable por las armas, la violencia y los aires de supremacía.

Tropas extranjeras, espionaje y muerte

Colombia tiene, desde hace años, una alianza multidimensional con los Estados Unidos de América. En ese marco, una fuerza de elite del Ejército norteamericano llegó esta semana al país cafetero para “colaborar en la lucha contra el narcotráfico”. Los legisladores de la oposición le pidieron explicaciones al Ejecutivo comandado por el presidente Iván Duque.

Esto no es lo único que denuncia la oposición colombiana. Gustavo Petro, ex candidato a la presidencia por la izquierda, sostiene que Colombia se convierte cada vez más en el teatro de operaciones de una posible avanzada militar contra Venezuela.

Y también crecen las acusaciones sobre el escándalo de espionaje que salió a la superficie hace algunas semanas, donde dirigentes de la oposición y del propio gobierno, periodistas y notorias personalidades de la sociedad civil fueron espiadas ilegalmente por el Ejército. En ese marco, el miércoles se anunció que el ex presidente, senador y padre político de Duque, Álvaro Uribe Vélez, será investigado. De momento, todos coinciden en que si alguien tenía el control de esa red de espionaje, ese es Uribe. Si se confirma que personas allegadas a Duque fueron blanco de esas operaciones, se avecina una crisis en la alianza gobernante entre el presidente y la figura política más importante de los últimos 20 años.

Ah, una cosa más. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmaron el tratado de paz con el Estado en 2016, y pasaron a la legalidad, formando su partido político. Desde esa fecha, fueron asesinados más de 200 dirigentes de la fuerza política. Y sí, todavía hay gente que se pregunta por qué a algunos ex guerrilleros se les mete en la cabeza la loca idea de volver a la lucha armada.

Bonus track (hoy no hay futbol. O sí)

Vengo pensando hace un tiempo qué pasará en Brasil cuando la oposición salga a manifestarse, dado el cariño por las armas que tienen los bolsonaristas y la piedra libre que tiene la policía. Como Bolsonaro y sus seguidores tienen un perfil negacionista de la pandemia, son los únicos que salen, formando una minoría intensa y movilizada. El domingo pasado, ocurrieron las primeras manifestaciones del año en contra de Bolsonaro. Y fueron encabezadas por las torcidas, las hinchadas brasileñas de los clubes de futbol. En San Pablo, fueron los hinchas de Palmeiras, San Pablo y Santos, los que conducidos por la torcida del Corinthians, Gaviões da Fiel, marcharon en defensa de la democracia y en contra de Bolsonaro.

También hubo novedades para aquellxs que les interesa Medio Oriente. En Libia, como en todos los lugares donde se metieron las potencias, a la intervención extranjera le siguió un baño de sangre y una guerra fratricida entre compatriotas. El Gobierno de Acuerdo Nacional, reconocido por ONU y apoyado militarmente por Turquía, recuperó el control de Trípoli, la capital, tras ganarle algunas posiciones al Ejército liderado por Jalifa Haftar. Algunos detalles de ese conflicto, aquí ⇒ VER

La ultima y me voy, que este finde hay reencuentros: el miércoles, la Organización Mundial de la Salud (OMS) volvió a reanudar los tests clínicos con hidroxicloroquina, luego de haber descartado de plano a la droga por posibles efectos colaterales. Nobleza obliga, Trump tiene razón en algo: que poco confiables son algunos organismos multilaterales. Si la OMS sufre semejante ciclotimia, ¿Quién puede garantizar una buena gestión de la pandemia a futuro?

Por organismos multilaterales también me refiero a la Organización de Estados Americanos (OEA), que denuncia a Maduro, fue cómplice del golpe a Evo y despotrica contra Nicaragua, pero al ver los terribles sucesos de Estados Unidos, como diría mi madre, no dicen ni “mu”.

Hasta la semana que viene.

(*) Analista internacional de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Santiago Toffoli (*)) Opinión Fri, 05 Jun 2020 19:32:09 -0300
Supón que no hay virus https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6347-supon-que-no-hay-virus https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6347-supon-que-no-hay-virus Empleados del cementerio de la localidad de Vitoria, en España, trasladan el ataúd de una persona que murió de coronavirus.

Era muy tentador hacer una referencia al video más gracioso que nos ha regalado la cuarentena. De todas maneras, si hay presidentes que actúan como si no hubiese pandemia, esos son Jair Bolsonaro, y en menor medida, Lenin Moreno y Sebastián Piñera. Vamos allá.

Empecemos por Brasil. Hacia el fin de semana pasado y a contramano de lo que hace la gran mayoría de los mandatarios, Bolsonaro fogoneó una caravana en la ciudad balnearia de Camboriú, en el marco de una campaña oficial llamada “Brasil no puede parar”, donde se vio a sus seguidores en autos, tocando bocina, instando a los demás que salgan a la calle. En otras ciudades, se replicaba una imagen que se volvió familiar en estos días: cacerolazos en contra del primer mandatario, fundamentalmente en las ciudades grandes.

Enemigo del aislamiento social, Bolsonaro quedó aislado políticamente. No tiene estructura partidaria. A las críticas del gobernador de San Pablo, Joao Doria, se sumó el de Río de Janeiro, Wilson Witzel, también ex aliado del Presidente. Los gobernadores del Nordeste, más cercanos al PT en su mayoría, ya organizan políticas en conjunto para hacer frente a la crisis del coronavirus, en una región que es social y económicamente mucho más vulnerable que el sur gaúcho o el centro mineiro, paulista y carioca.

Por otra parte, se sumaron más voces contrarias al modo que tiene Bolsonaro de abordar la crisis, y que hacen pensar que el bloque de poder que lo llevó a la presidencia se está resquebrajando. El Ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta y el propio vicepresidente, Hamilton Mourao, manifestaron a viva voz su desacuerdo con el ‘siga siga’ del presidente. También hubo detracciones por parte del presidente del Supremo Tribunal Federal (que es como nuestra Corte Suprema), José Antonio Dias Toffoli, que además de tener un gran apellido (?) juega en contra de Bolsonaro hace rato: su voto fue decisivo para que Lula salga de la cárcel y ahora mostró su preocupación por la falta de medidas del gobierno.

Durante toda la semana pasada hubo rumores de que el vicepresidente Mourao estaba reuniéndose con las Fuerzas Armadas para evaluar qué hacer con Bolsonaro ante una eventual destitución. Algunos ya afirman que la presidencia del ex capitán del Ejército está tutelada por los sectores castrenses. Pero los militares tampoco tienen una posición homogénea: por nombrar dos ejemplos, el senador Olimpio y el general Villas Boas, dos militares de peso e influencia en Brasil, dejan entrever críticas y elogios a Bolsonaro, respectivamente.

Jair Bolsonaro y Hamilton Mourao
Jair Bolsonaro y Hamilton Mourao

Con el correr de los días, el presidente brasileño fue bajando el tono pero sin moverse de su intransigencia: pasó de la amenaza de firmar un decreto para obligar a la gente a salir a trabajar, a decir en cadena nacional que al virus hay que tomarlo en serio.

Hablando de gente que no cambia, una breve referencia a Sebastián Piñera. El Presidente chileno dispuso el jueves que los empleadores podrán abstenerse de pagar los sueldos durante la cuarentena. Imagínense qué hubiese pasado en las calles si no estuviesen rebalsadas de militares y con el virus dando vueltas. En la misma sintonía, el Ministro de Salud Jaime Mañalich empezó a presentarse como el ala oficial del gobierno que critica las medidas de aislamiento. Una perlita de este ministro: hace algunas semanas, dijo que el virus podía mutar y convertirse en buena persona. ¿No me creés? Tomá:

https://www.youtube.com/watch?v=fNaYdyVEFxw

Algo que muestra la inacción de los gobiernos de Brasil y Chile es esta foto de los vuelos que transitaban el espacio aéreo sudamericano el martes 31 de marzo a las 12 del mediodía:

12:00hs del martes 31 de abril
12:00hs del martes 31 de abril

Cerrando la primera parte de este resumen y dejando atrás el intento de sacar alguna sonrisa con el título, tenemos que hablar de Ecuador, donde la situación es dramática. Es el segundo país con más afectados, y el que más infectados per cápita tiene en el continente. Recordemos que Ecuador tiene menos de 20 millones de habitantes. En estos días, se vieron imágenes de la ciudad de Guayaquil (paradójicamente la más pudiente del país andino), en donde los cadáveres se apilaban en las calles. Su alcaldesa, Cinthia Viteri, ordenó comprar containers para refrigerar los cuerpos de los fallecidos. Una película de terror.

https://twitter.com/CynthiaViteri6/status/1245093239385972743

Si bien es rápido para implementar paquetazos acorde a lo pedido por el FMI, Lenin Moreno no apareció en toda la semana hasta el miércoles, luego de que trascendieran rumores de que estaba en las Islas Galápagos. Bueno, “apareció” es una forma de decir. Solo se limitó a tuitear en contra de las fake news. El jueves, en una cadena nacional, pareció estar más amigado con la realidad y se mostró preocupado por el colapso sanitario que tiene su epicentro en Guayaquil pero que rápidamente se extiende al resto del país.

“America First”

El viernes, Estados Unidos se convirtió en el país con más infectados en el mundo. El martes ya tenía más muertos que China. Alrededor de la mitad de los enfermos vive en el Estado de Nueva York. Con la crisis del coronavirus dejando al desnudo su sistema de salud tremendamente expulsivo, el mismo día que EE.UU. pasaba al frente en número de contagiados, Donald Trump acusaba a Nicolás Maduro por el delito de narcotráfico poniendo, a través de la DEA, precio a su captura: 15 millones de dólares. Al mismo tiempo, hacia el fin de semana, comenzaba a bajarle el tono al enfrentamiento con China. No es aconsejable tener tantos frentes abiertos.

Si bien es un poco cliché decir que “a los yanquis solo les importa el petróleo”, a los yanquis les importa mucho lo que pasa con el petróleo. Con el coronavirus haciendo desastre en su territorio, Trump siguió haciendo política relacionada al “oro negro”. Sigamos los acontecimientos de esta semana.

Luego de que el viernes el precio del crudo bajara un 5% y se ubicara en el valor más bajo desde 2003, la petrolera estatal rusa Rosneft vendía todos sus activos en Venezuela. Rosneft es una de las empresas más importantes de Rusia. Su director ejecutivo, Igor Sechin, es un hombre de extrema confianza del presidente Vladimir Putin. Rosneft tiene inversiones en Venezuela desde los tiempos de Chávez y trabaja codo a codo con PDVSA, la estatal bolivariana. Cuando Estados Unidos comenzó a implementar sanciones a empresas que trabajasen con el gobierno de Maduro, Rosneft se vio afectada. A raíz de la caída del precio del petróleo, la empresa rusa decidió desprenderse de los activos en Venezuela para no seguir sufriendo las sanciones, que hacen mella en sus cuentas en un contexto bastante caótico. Pero el dato importante es el siguiente: las acciones fueron vendidas a otra empresa estatal rusa, que operará en Venezuela y que no ha trascendido el nombre.

Donald Trump | Kevin Lamarque | REUTERS
Donald Trump | Kevin Lamarque | REUTERS

La novela siguió con una llamada del lunes realizada por Donald Trump a su par ruso, y de la cual no trascendió mucho. Sólo se supo que hablaron de Venezuela, del virus, y de la preocupación por la baja internacional del precio del crudo. Con pandemia y todo, hay geopolítica para los pibes y las pibas, amigx. Bueno, perdón la ñoñada. No abunda la acción con el encierro.

La cosa no termina ahí. El martes, el gobierno de EE.UU. dio a conocer una nueva propuesta para ‘solucionar’ la crisis venezolana. En ella, afirma que el camino que ofrece es la celebración de elecciones libres sin la participación de Nicolás Maduro, ni la de Juan Guaidó. Incluso sugirió que el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV, el chavismo) compita electoralmente, siempre en un marco de transparencia y garantías electorales. La OEA, como era de esperarse, salió rápido a respaldar el ofrecimiento de la diplomacia estadounidense que se portó horrible con Guaidó, que quedó descartado de la nueva estrategia. Al presidente de la Asamblea Nacional le pasó como a muchos esta cuarentena, que esperaron un mensajito de su chongue pero el celu sigue ahí, muerto.

Algo un poco más grave pasó el miércoles: Estados Unidos, volviendo a la retórica de la lucha contra el narcotráfico, movilizó parte de su flota al mar Caribe, cerca del mar territorial venezolano. No es muy descabellado pensar en estas jugadas en el tablero internacional del gobierno norteamericano. No solo deben desviar la atención de la impactante cantidad de muertos en tan poco tiempo. Los buenos índices económicos que EE.UU. mantenía antes de la coronacrisis eran el principal aliado de los planes de reelección del presidente. Ahora, con el récord de pedidos de subsidios de desempleo en una semana (¡6.6 millones!), la economía norteamericana, y por ende, las aspiraciones electorales de Trump, comienzan a tambalear.

Desunión Europea

Más de 10.000 muertos en España. Italia no tiene respiro. Boris Johnson tiene coronavirus. Europa es un caos y encima, empezó a pasar lo esperable: hay desacuerdo en las soluciones planteadas.
Italia y España con el apoyo de Irlanda, Grecia, y algunos países del sur del continente buscan una intervención económica fuerte por parte de la Unión. La idea es que se emitan bonos (llamados ‘corona bonos’) y que los Estados puedan utilizarlos según sus necesidades. La bandera de esta propuesta la llevó el presidente español, Pedro Sánchez, que se encontró con dos negativas importantes: Alemania y Holanda.

Con las cuentas mucho más holgadas, sistemas sanitarios más sofisticados y la crisis más dominada, los países del norte de Europa se pusieron en contra de esta intervención colectiva al rescate de los débiles y atribuyeron los problemas del sur a la falta de disciplina fiscal. Algo así como una remake de lo que pasó en la crisis del euro post 2008, donde los alemanes le dijeron a Grecia, España y Portugal, que vayan y se arreglen como puedan. Ahora el primer ministro holandés le sugirió a Sánchez que vaya a revisar sus números si quiere solucionar la crisis. A hacer las cuentas, chaval.

Por si fuera poco, otro conflicto se avecina. El que aprovechó el caos para hacer una movida interesante fue Viktor Orbán. Para los que no lo conocen, Orbán es el primer ministro de Hungría. Mandatario de ultraderecha, anti inmigrante, está en el poder desde hace 10 años. El lunes, el parlamento húngaro votó una ley para otorgarle facultades extraordinarias sin límite temporal, que van desde la posibilidad de gobernar por decreto hasta una ordenanza que permite encarcelar con 5 años de prisión a aquellos que difundan “falsas noticias”.

Viktor Orban
Viktor Orban

La deriva autoritaria de Orbán preocupa al resto de la UE, que ve cómo crece, en su tan democrático terreno, un gobierno similar a cualquier autocracia tercermundista del siglo XX. Y aunque haya preocupación en el resto de los países, no pueden hacer mucho. Hungría tiene el respaldo de Polonia, República Checa y Eslovaquia. Estos 4 Estados conforman el Grupo de Visegrado al interior de la UE y pueden bloquear cualquier medida en contra del mandatario húngaro, desde sanciones a la expulsión del bloque.

Bonus track

Dejo una interesante entrevista a Mario Rovere, médico argentino, sobre la relación entre el neoliberalismo y los sistemas sanitarios. Da para leer mil libros sobre esto, pero esta nota es un buen punto de partida (Ver acá).

También me pareció oportuno dejar algunas fotos que encontré en la web de Reuters, que siempre cuelgan imágenes impresionantes. Porque si no parece que la política internacional es súper abstracta, y no es así.

La primera es de Yakarta, la capital de Indonesia. ¿No les hace acordar a Soy Leyenda?

YAKARTA, INDONESIA | FRANSISKA NANGOY
YAKARTA, INDONESIA | FRANSISKA NANGOY

La segunda no es en ningún país de África, ni de Asia, ni de América Latina. Es una foto de Las Vegas, el imperio del vicio. Ahí, la medida que tomaron fue pintar cuadrados en el piso para que la gente duerma distanciada los unos de los otros.

LAS VEGAS | STEVE MARCUS | REUTERS
LAS VEGAS | STEVE MARCUS | REUTERS

Da para pensar en cosas más profundas que en sacar cacerolas para defender las ganancias exorbitantes de los empresarios, ¿verdad?

Nos leemos el viernes.

(*) Analista de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Santiago Toffoli (*)) Opinión Fri, 03 Apr 2020 10:26:59 -0300
Abril 2020: 90 días de Coronavirus https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6345-abril-2020-90-dias-de-coronavirus https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6345-abril-2020-90-dias-de-coronavirus Uno de los varios muertos que yacieron durante horas en las calles de Guayaquil (Ecuador)

Cortamos la semana (sí, es Miércoles aunque en pandemia todos los días parezcan el mismo), y comenzamos un nuevo mes entre extensión de cuarentena, anuncio de recientes medidas por parte del gobierno nacional, y el aumento de casos de Coronavirus que no da respiro.

Mientras la gran mayoría de los argentinos cumple su aislamiento social, preventivo y obligatorio, viéndose sobre-estimulados (de repente todos nos convertimos en influencers e instagramers, compartiendo recetas, rutinas y tutoriales), el mundo afuera sigue girando.

A decir verdad, lo que menos falta en la situación que atravesamos es la información (tal vez sobra, ¿ no?). Tampoco faltan los análisis. En mayor o menor medida todos estamos en la misma, la vivimos a diario, y encerrados tenemos más tiempo para (sobre) informarnos, pero también para analizar y pensar la realidad que vivimos, así que ahí vamos...

Algunos datos actualizados

Día a día seguimos los números. De más está aclarar su importancia a los fines de ilustrar la realidad, sin embargo, debemos recordar que aquello que representan son seres humanos, atravesados por una misma realidad global de características aún inconmensurables. Aún así, los miramos para seguir el curso de la pandemia.

Al día de hoy, EEUU ya superó los 4 mil fallecidos por Covid-19, y hace rato es ya el país con el mayor número de casos positivos (189.293) aunque parezca increíble que se posicione muy por encima de China, país donde comenzó todo.

Por su parte, Europa sigue sin respiro. España arranca el mes con el triste récord de muertes por la pandemia: 849 personas fallecieron en sólo un día, pese a haber ingresado a una fase de estabilización.

En Italia, las cifras continúan siendo desesperantes (727 personas fallecidas en sólo un día). Pese a ello, se registra un descenso significativo en los decesos. Reino Unido por su parte, alcanza también el récord con el mayor aumento de víctimas fatales en solo día y llegó a los 29.474 casos positivos. Francia es otro país que alcanzó igual récord con una cifra similar.

En América Latina, el ranking de países con mayores contagios lo encabeza Brasil, con 3417 personas infectadas, 250 de los cuales han fallecido. En segundo lugar tenemos a Chile con casi 2000 infectados, siendo reemplazado en su segundo lugar por Ecuador, en cuanto al número de víctimas fatales. Ambos países son en la actualidad los más afectados por la enfermedad. Detrás de Chile le siguen en cantidad de casos confirmados; República Dominicana, Panamá, México y Argentina.

Por su parte, países como Perú, Colombia, Uruguay, Bolivia, Venezuela y Cuba registran menores casos de contagio en comparación con los anteriores, pero las cifras siguen creciendo en la región.

Trabajadores del municipio de Quito realizan la desinfección de varias unidades de transporte de pasajeros que moviliza a los ciudadanos por la capital ecuatoriana | José Jácome / EFE
Trabajadores del municipio de Quito realizan la desinfección de varias unidades de transporte de pasajeros que moviliza a los ciudadanos por la capital ecuatoriana | José Jácome / EFE

El desafío del liderazgo

En estos momentos lo que se pone en juego es la capacidad de gestión de los gobiernos de cada uno de los países, puesto que con el ritmo vertiginoso de los acontecimientos, se comprobó que ningún Estado, por más poderoso que fuese, estaba en condiciones de enfrentar una pandemia (aún así Corea del Sur y Alemania obtuvieron tasas de letalidad del virus mucho menores). Nadie se hubiese imaginado esta realidad cuando el coronavirus era interpretado allá en diciembre como una enfermedad china.

De manera que no es novedad que esta crisis global puso en evidencia la falta de respuestas de la mayoría de los países afectados, un poco por subestimación, y otro poco por la magnitud del contagio y lo novedoso de esta nueva cepa, pero también por las propias falencias de los servicios de salud.

De este lado del hemisferio podemos decir que con el ejemplo de los casos europeos venimos un poco con el diario del lunes. Aún así, casos como el de Brasil, y en menor medida EEUU, (Trump ya se desdijo nuevamente, logró reconocer la gravedad del asunto y, preocupado, anunció nuevas medidas restrictivas), reflejan una clara subestimación del alcance de la enfermedad.

Hoy el objetivo de aplanar la curva de contagio es el foco de las medidas de aislamiento adoptadas. Sin embargo, no todos los países están adoptando medidas igual de restrictivas en materia de circulación de personas, razón por la cual países como México aún no establecieron la cuarentena obligatoria, pero al menos López Obrador ya no aconseja que, pese a la pandemia, los ciudadanos sigan yendo a comer a los restaurantes para no dañar todavía más la economía del país. En sintonía con ello, AMLO declaró la emergencia sanitaria y una serie de medidas restrictivas por todo el mes de abril.
Brasil, es el caso más resonante/vergonzante. Mientras el Ministro de Salud desaconseja que la sociedad siga las recomendaciones del propio presidente Jair Bolsonaro, éste se dedica a subestimar la realidad de su país con el mayor número de contagiados de la región, en un completo acto de irresponsabilidad.

El presidente argentino, Alberto Fernández, durante el anuncio de la extensión del aislamiento social obligatorio
El presidente argentino, Alberto Fernández, durante el anuncio de la extensión del aislamiento social obligatorio

Países como Argentina, Bolivia, Colombia, El Salvador, Panamá y Venezuela tienen hoy una cuarentena total. Por su parte, en Chile, Perú, Guatemala y Honduras rige el toque de queda nocturno. Además, la mayoría de los países cerraron sus fronteras terrestres, marítimas y aéreas, prohibiendo la entrada de ciudadanos extranjeros.

Hasta aquí, un escueto panorama de la gestión de la crisis. Ahora bien, la capacidad de liderazgo de los mandatarios, también es un factor interesante a tener en cuenta, en momentos en los que predomina la incertidumbre porque día a día pareciera que todo puede cambiar, pero también por las consecuencias económicas que traerá la pandemia, cuando por fín la anotemos en los registros de la historia reciente.

En este sentido, el Covid-19 puede tener como resultado colateral, una reconfiguración del liderazgo que nos haga replantear quien es quien es el escenario político a nivel interno e internacional. ¿O acaso Alberto Fernández no viene ganando apoyo de sectores no tan afines a su ideología partidaria?

De todos modos, es necesario evaluar este factor con la prudencia del que intenta analizar un acontecimiento que aún está ocurriendo (casi una osadía). Así, lejos de pretender una conclusión final, se remarca la importancia de que además de liderazgos “fuertes” los tomadores de decisiones sepan conducir con responsabilidad los asuntos que hoy nos afectan a todos. Que los mensajes se transmitan con claridad, pero también con la garantía de los expertos en la materia, en manos de los cuales hoy está la salud y la integridad de todos.

(*) Analista de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Lourdes Ábrigo (*)) Opinión Wed, 01 Apr 2020 20:41:48 -0300
Sobre dioses y golpes https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6311-sobre-dioses-y-golpes https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6311-sobre-dioses-y-golpes La autoproclamada presidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez, junto a Luis Fernando Camacho y los Santos Evangelios

El golpe de Estado en Bolivia ya es una realidad y el 12 de noviembre el movimiento golpista dio un paso más, con la autoproclamación de la senadora opositora Jeanine Áñez como presidenta interina.

Es importante hacer un recorrido por todos los pasos que han llevado al estado de cosas actual, donde las Fuerzas Armadas y la Policía están en las calles sosteniendo el golpe y la autoproclamación de Áñez mediante la represión, mientras las organizaciones indígenas, campesinas y de trabajadores se encuentran en estado de movilización permanente.

Pero también es crucial comprender que el golpe de Estado en Bolivia implica reflexionar y tomar nota sobre dos cuestiones que, a priori, parecían pertenecientes a tiempos pasados. La primera es la centralidad, el protagonismo y la capacidad de arbitraje que tienen las Fuerzas Armadas en la política latinoamericana. La segunda es sobre el discurso de fundamentalismo religioso que tienen las principales figuras del movimiento golpista.

Tanto la cuestión militar como la supuesta contradicción religiosa que subyace en la lucha por el poder político representan ejes que no estamos acostumbrados a ponderar en los análisis de las tensiones políticas.

A pesar de que América Latina tiene una larga y triste historia de golpes de Estado, es necesario tener en cuenta que las Fuerzas Armadas tienen, en la mayoría de los países de nuestro continente, un prestigio y una cuota de poder que no tienen aquí en la Argentina, debido a la brutalidad de la última dictadura y los procesos posteriores de Memoria, Verdad y Justicia en el período democrático.

https://www.youtube.com/watch?v=3POyhLPXs9s

A partir de este diagnóstico, uno podía suponer que las gravísimas interrupciones al orden constitucional en este Siglo XXI estarían más ligadas a golpes “blandos” o “parlamentarios”, como los que sufrieron Fernando Lugo en 2012 en Paraguay o Dilma Rousseff en 2016 en Brasil.

Pero en las últimas semanas, las FF.AA. han recobrado un preocupante protagonismo en la política de nuestros países: en Perú, el presidente Martín Vizcarra pudo mantenerse en cargo gracias al apoyo de las FF.AA.; en Chile, el gobierno de Sebastián Piñera no dudó en sacar al Ejército a la calle y otorgarle la tarea de reprimir las masivas manifestaciones que se suceden en contra del modelo económico chileno; en Ecuador, también fueron parte de la represión de las manifestaciones contra el gobierno de Lenín Moreno, que se pudo mantener en el cargo gracias al apoyo castrense. Además, en Venezuela y en Brasil las FF.AA. son parte integrante de los respectivos gabinetes de Nicolás Maduro y de Jair Bolsonaro, aunque con sus diferencias ideológicas, claro está.

El golpe en Bolivia adquirió una naturaleza distinta a las últimas interrupciones del orden democrático. El presidente Evo Morales denunció un golpe cívico – político – policial debido a que la oposición política en ese país desconoció los resultados de las elecciones y luego se negó a entablar un diálogo con el gobierno. Además, grupos paramilitares perseguían a funcionarios, militantes y familiares de personas ligadas al oficialismo, al tiempo que la policía se amotinaba en varias de las ciudades más importantes de Bolivia.

El golpe de gracia al gobierno de Evo lo dieron las Fuerzas Armadas, cuando mediante una declaración de su Comandante en Jefe, “sugirieron” la renuncia del presidente para “pacificar el país”. Claro está que cuando la Policía no responde al gobierno y las FF.AA. recomiendan que el Jefe de Estado renuncie, ya no hay nadie que garantice ni el cumplimiento de las directivas del Ejecutivo ni la seguridad del binomio presidencial, como finalmente ocurrió.

https://www.youtube.com/watch?v=5zU4AvM_aeU

Quizás podría haber sido diferente la historia si las Fuerzas Armadas de Bolivia respetaban la Constitución del Estado Plurinacional y abogaban por mantener la institucionalidad política y el resguardo de la integridad física del presidente y sus colaboradores más cercanos.

Por otro lado –y esto es aún más difícil de comprender- está el renovado discurso del fundamentalismo religioso que vociferan los golpistas. Hay muchos ejemplos de esto. El dirigente cívico de Potosí, Marco Pumari, dijo que “Camacho le hizo leer la Biblia a los herejes”; el propio Camacho aseguró haber llevado a Dios a la Casa de Gobierno, al tiempo que irrumpió en el Palacio Quemado con la Biblia en la mano y, poniéndola sobre la bandera boliviana, se puso a rezar luego de la renuncia forzada de Evo; se vieron imágenes de banderas wiphala quemadas, en un claro gesto de agresividad contra los pueblos indígenas de Bolivia. Incluso la presidenta autoproclamada blandió la Biblia asegurando que Cristo volvió al Palacio de Gobierno. La misma persona había acusado a los indígenas de ser satánicos, en numerosas oportunidades.

¿Qué significa toda esta parafernalia religiosa? A nuestro entender, no es un discurso que busque la construcción de una base moral para imprimirle a ciertos proyectos políticos un carácter mesiánico, como lo hizo el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, cuyo lema preferido es “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.

En Bolivia, uno supone que es parte de una estrategia de cohesión cultural del bloque anti Evo, siendo el presidente derrocado un fiel representante de la mayoría indígena del país, históricamente subalterna. La disputa en términos religiosos es un pretexto para darle una legitimidad moral y un sentido de misión al movimiento golpista, cuando en realidad lo que está verdaderamente en juego es el futuro de Bolivia en términos económicos y geopolíticos.

https://www.youtube.com/watch?v=mx4xpkgh02A

El conflicto cristiano – indígena, que data de hace más de 500 años, es parte de la batalla cultural que dio Evo Morales en sus 13 años de gobierno como forma de empoderar a la gran mayoría indígena que vive en Bolivia. También es una trinchera de la derecha y los poderes concentrados, fundamentalmente porque la batalla cultural es la que debe ganarse previamente para inclinar la cancha en la disputa fundamental, que es la económica y la geopolítica.

No obstante, no hay que confundir una trinchera de la batalla cultural con la verdadera contradicción que subyace entre los golpistas y el proyecto político encabezado por Evo Morales. La principal contradicción radica en que el gobierno de Evo llevó a cabo una verdadera refundación del Estado boliviano, empoderando a la mayoría indígena y poniendo a Bolivia en un umbral de dignidad impensado hace 20 años. La enorme reducción de la pobreza extrema, la amplitud de derechos adquiridos, y la búsqueda de igualdad y justicia social al interior del país es lo que envalentona a la derecha desde hace 13 años para correr a Evo de la presidencia.

El pecado de Evo no es atentar contra la moral cristiana, o ser un hereje, como plantean los delirantes que asaltaron el Estado boliviano. El pecado de Evo es haber llevado a cabo un proceso revolucionario y democrático de redistribución de la riqueza a favor de las grandes mayorías, históricamente vulneradas y pisoteadas por los sectores de la burguesía nacional, fieles representantes de las corporaciones y los intereses foráneos. Porque no hay que olvidar, que Luis Fernando Camacho, además de ser fanático de Cristo y perteneciente a la logia cruceña Caballeros del Oriente, es fanático del billete verde con la cara de Benjamin Franklin. Camacho es empresario del sector de los hidrocarburos, aquel que fue nacionalizado por Evo Morales para emprender el proceso de desarrollo encabezado por el Estado, y que cuadruplicó la economía boliviana en 13 años, bajó el desempleo, la pobreza extrema, y posibilitó que Bolivia crezca en medio de una coyuntura recesiva que azota a la mayoría de los países sudamericanos. Y todo eso, acompañado por un proceso de recomposición salarial que implicó que el salario promedio de Bolivia supere los de la mayoría de nuestros países, incluida la Argentina de Macri.

Habrá que tomar nota del componente religioso, que creíamos anacrónico en la lucha por el poder político. De ninguna manera esto busca ser un análisis anti clerical, o que insinúe la necesidad de erradicar a la religión de las sociedades latinoamericanas. Sino que hay que pensar por qué el fundamentalismo cristiano, ya sea que se presente en su faceta evangélica o en su faceta católica, les sirve como aglutinador moral a los representantes de los poderes concentrados, a los que atentan contra los derechos de las mayorías y a los enemigos de los pueblos de América.

Y habrá que plantear cómo lograr que la moral religiosa y los proyectos populares puedan ser amalgamados para que el pueblo no sea víctima del engaño brutal al que está siendo sometido por una elite que se presenta como emisaria del poder divino en la tierra pero que en la realidad son misioneros de los sectores de poder financieros y económicos que buscan lo que han buscado a lo largo de la historia: el sometimiento de los pueblos para el reaseguro de sus privilegios.

(*) Investigador del Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI)

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hola@fundamentar.com (Santiago Toffoli (*)) Opinión Wed, 20 Nov 2019 14:20:26 -0300
Con la Amazonia en llamas, Bolsonaro culpa a las ONG https://fundamentar.com/internacional/item/6239-con-la-amazonia-en-llamas-bolsonaro-culpa-a-las-ong https://fundamentar.com/internacional/item/6239-con-la-amazonia-en-llamas-bolsonaro-culpa-a-las-ong La Amazonia concentra el 52,5% de los incendios de 2019 en Brasil.

Contradijo a su ministro, quien adjudicó los incendios a causas naturales.

El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, cargó duramente contra las organizaciones no gubernamentales, dando a entender que podrían estar detrás de los incendios desatados en la Amazonia, los mayores registrados en los últimos años. Desde su llegada al poder el pasado primero de enero, el mandatario lleva adelante una política medioambiental basada en la defensa de la explotación de la selva en manos privadas, la legalización de la minería en reservas indígenas y la reducción de la fiscalización en áreas protegidas. Sus medidas generaron el rechazo de amplios sectores, incluyendo gobernadores de estados amazónicos, ex ministros de Medio Ambiente del país, e incluso la comunidad europea, con Francia, Alemania y Noruega al frente.

"Puede haber, sí, y no estoy afirmando, una acción criminal de esos ambientalistas para llamar la atención contra mi persona y contra Brasil, y esa es la guerra que nosotros enfrentamos", declaró ante periodistas Bolsonaro. Para reforzar su postura, el presidente dijo que su gobierno "ha cortado el dinero público que iba para las ONG" que operan en la región amazónica. "De esta forma, ese personal está sintiendo la falta de dinero", agregó el mandatario.

"El crimen existe. Ahora, tenemos que hacer lo posible para que ese crimen no aumente y establecer las responsabilidades si es que las hubiera", indicó Bolsonaro, quien insistió en que las ONG que operan en la Amazonia "representan intereses ajenos" a Brasil.

Según el estatal Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE), que contabiliza los incendios con la ayuda de imágenes satelitales, los focos de fuego en todo el país en lo que va de este año superan en un 83 por ciento a los del mismo período de 2018. En un informe difundido el martes, el instituto precisó que entre el 1º de enero y el 18 de agosto se registraron 71497 focos de incendio en el país, y que un 52,5 por ciento de los mismos se encuentran en la región amazónica.

Pero las consecuencias del incendio no solo se sienten en la Amazonia. En San Pablo, por ejemplo, oscureció a las tres de la tarde (ver foto 2). La mayor ciudad del país, además de los estados de Mato Grosso y Paraná, se vieron afectados por intensas nubes de humo causadas por los voraces incendios, que oscurecieron completamente el cielo varias horas antes del anochecer.

Para el actual ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, los motivos de los incendios masivos son estrictamente naturales: “Tiempo seco, viento y calor hicieron que los incendios aumentaran mucho en todo el país”, expresó en su cuenta de Twitter.

Las ONG, por el contrario, temen que el aumento de los incendios se deba a la acción de empresarios agrícola-ganaderos que, animados por las políticas de Bolsonaro, han decidido avanzar sobre la Amazonia para extender sus territorios. En la misma dirección, para el Instituto de Pesquisa Ambiental de la Amazonía (IPAM), el aumento de los incendios "tiene relación con la deforestación y no con una sequía más fuerte, tal como podría suponerse".

Duras críticas de Europa

La Unión Europea, que cerró un mes atrás un importante acuerdo económico con el Mercosur, bloque económico latinoamericano del cual Brasil es el socio principal, plantea ahora sus reparos frente al alarmante aumento en las cifras de deforestación e incendios. Lejos de calmar las aguas, Bolsonaro le recordó a una periodista europea que “el Amazonas es nuestro, no de ustedes”, y acusó al continente de querer apropiarse de las riquezas naturales de Brasil. “Brasil es como la virgen que desean todos los extranjeros pervertidos”, agregó, en el tono polémico que lo caracteriza.

El presidente considera que las voces internacionales que piden preservar el bosque están sumidos en una “psicosis medioambientalista”. Ante la tensión con Francia por la política de cambio climático y medioambiente, Bolsonaro canceló repentinamente una reunión del 29 de julio con el canciller francés Jean Le Drian. Prefirió ir a cortarse el pelo.

El aumento de tala de árboles en el pulmón verde del planeta ha llevado, además, a Noruega y Alemania a suspender partidas destinadas al Fondo Amazonia, dedicado a la protección ambiental en Brasil, y del que ambos países son los principales patrocinadores.

Noruega anunció el jueves pasado el bloqueo de 30 millones de euros para programas del Fondo, para el cual el país escandinavo aportó un 93,5 por ciento del total del presupuesto que esa estructura recibió entre 2008 y 2018. Alemania, por su parte, aportó un 5,7 por ciento, y la estatal brasileña Petrobras, el 0,5 restante. El gobierno alemán ya había bloqueado el pasado 10 de agosto unos 35 millones de euros de distintos programas, hasta tanto las cifras de deforestación volvieran a ser alentadoras, o al menos se estabilizaran.

Ambos países expresaron en más de una ocasión su agradecimiento al gobierno de Lula da Silva, responsable del inicio del proyecto del Fondo. Hoy, son fuertemente críticos ante un gobierno que no mantiene el comité directivo tripartito entre el Gobierno Federal, los gobiernos estatales y la sociedad civil, eliminado recientemente por el ministro Salles.

Por su parte, el Consorcio Interestatal de Desarrollo Sostenido de la Amazonia Legal, integrado por nueve gobernadores del territorio selvático, informó que pretende "dialogar directamente" con los países que financian el Fondo Amazonia.

Frente a un complejo escenario, Bolsonaro insistió en defender la soberanía de Brasil sobre la Amazonia, mandó a la canciller Angela Merkel a usar los fondos para "reforestar Alemania", y reprochó a Noruega por "matar ballenas" y "extraer petróleo del Polo Norte" a través de un tweet que luego debió borrar, ya que incluía, erróneamente, imágenes de caza tradicional de delfines en las Islas Faroe.

FUENTE: Página 12

EDICIÓN Y RELEVAMIENTO: Santiago Toffoli

 

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hola@fundamentar.com (Santi Toffoli) Internacional Thu, 22 Aug 2019 18:05:18 -0300
Por diestra y siniestra https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6238-por-diestra-y-siniestra https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6238-por-diestra-y-siniestra Sin ser más que candidato a la Presidencia, Alberto Fernández ya debe lidiar con Bolsonaro.

El delicado tablero regional ya empezó a moverse ante el posible cambio de gobierno en la Argentina. El resultado de las primarias del 11 de agosto provocó reacciones desde Brasil y Venezuela, en declaraciones inéditas hacia Alberto Fernández, que aún no tiene formalmente el poder para dirigir los destinos de nuestro país.

Aún no habían transcurrido veinticuatro horas del triunfo del Frente de Todos en las PASO, cuando el presidente de Brasil Jair Bolsonaro lanzó su primer dardo, inmiscuyéndose en la campaña electoral argentina. “No queremos hermanos argentinos huyendo a Brasil”, disparó, comparando a una eventual situación en Río Grande do Sul con lo que actualmente sucede en el Estado de Roraima, donde miles de venezolanos se asentaron en los últimos meses, dejando atrás la crisis económica y social que vive Venezuela. 

Aunque Alberto Fernández primero optó por responderle a Bolsonaro acusándolo de “misógino y racista”, luego prefirió bajarle el tono a la conversación, atendiendo a dos cuestiones:

En primer lugar, en el plano interno, la pelota ahora la tiene el Gobierno, y el peronismo se inclinó por mantener el perfil bajo en las postrimerías del triunfo electoral, capitalizando los errores en que incurrió el macrismo luego de la paliza en las primarias. 

En segundo lugar, Fernández ya tiene en mente la inevitable relación que tendrá con el mandatario brasileño si finalmente es ungido como Presidente de la Nación. Brasil no sólo es el principal socio comercial de la Argentina, sino que es el otro actor clave del Mercosur, en términos de construcción de la aún inconclusa Unión Aduanera, los compromisos externos al bloque, los convenios laborales y por sector económico, y un largo etcétera. Por otra parte, la relación de interdependencia entre ambos países trasciende lo económico y se traduce en convenios políticos que van desde la cooperación nuclear hasta el desarme militar.

Bolsonaro apoyó abiertamente al Presidente Macri en las elecciones.

Mark Twain decía que “nada necesita ser reformado tanto como las costumbres ajenas”. Si bien se han vuelto habituales las declaraciones insólitas del gobierno de Brasil, nadie creyó que a los dichos de Bolsonaro se le sumarían los del Ministro de Economía, Paulo Guedes, y del Canciller, Ernesto Araújo, referidos a las amenazas de salir del Mercosur y a la comparación del peronismo con el chavismo, respectivamente.

Lo extraño es que, a nivel doméstico, y dado que ya no encuentra eco en la gente, son pocos los que aún agitan el fantasma del “riesgo de convertirse en Venezuela”, salvo algunas excepciones en el fuero político como Elisa Carrió, o en el periodístico, como Alfredo Leuco y Fernández Díaz. A nivel externo, tal disparate sólo podía llegar a tener lugar en un sólo gobierno, y ese fue el de Brasil.

Las advertencias y las referencias al proceso electoral argentino no sólo provinieron de Brasil. 

Diosdado Cabello es el número dos del chavismo. Además, es Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente y representante máximo del ala más dura del Gobierno de Nicolás Maduro. Cabello tiene un programa de televisión llamado “Con el mazo dando”, una especie de analogía al “Aló Presidente” del difunto Hugo Chávez. 

Diosdado Cabello en su programa televisivo.

En este programa, Cabello advirtió: “que Fernández no crea que lo están eligiendo porque es él; sino un pueblo que le dice NO al neoliberalismo”. 

Más allá de lo ambiguo de la declaración, esa fue la manera en la que el venezolano le marcó la cancha al posible futuro presidente de Argentina. No obstante, hay una ventaja implícita para Fernández: si los gobiernos que opinan sobre una eventual futura gestión son los ubicados en los extremos, hay mucho margen para hacer equilibrio en el medio. Es claro que la relación con Venezuela no será la misma que se mantuvo durante los gobiernos de Chávez: el aislamiento del país caribeño y las sanciones de Estados Unidos así lo impiden. Además, Alberto ya ratificó que su postura será la que han tomado México y Uruguay: apoyar el diálogo y los mecanismos pacíficos para la resolución de la crisis política. Venezuela no supondrá, a priori, un problema en la política regional.

Lo de Brasil es más complicado. La relación con el país más importante de Sudamérica es estratégica en una infinidad de aspectos: político, económico - comercial, militar.  Así lo han entendido todos los gobiernos democráticos argentinos: desde Alfonsín hasta Macri, pasando por el menemismo y el kirchnerismo. El desafío será tender puentes con los sectores de las Fuerzas Armadas representadas por el Vicepresidente Hamilton Mourão, y la burocracia de Itamaraty, que velan más por los intereses del Estado de Brasil y no tanto por el supuesto rédito político del discurso radicalizado del Presidente.

Alberto Fernández no posee el poder formal en la Argentina y ya ha recibido presiones, advertencias y amenazas por diestra y siniestra. Uno supone que si el equilibrio interno puede ser establecido, no hay razón para que peligre un posicionamiento cauteloso en el plano internacional. Sin embargo, dado el nivel de endeudamiento y de vulnerabilidad económica y financiera que tiene la Argentina, también tenemos la certeza de que allí, fuera de nuestras fronteras, residirán los principales condicionantes para una eventual administración peronista.

(*) Santiago Toffoli es Analista del Centro de Estudios Políticos Internacionales (CEPI)

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hola@fundamentar.com (Santiago Toffoli (*)) Opinión Wed, 21 Aug 2019 14:47:39 -0300
Como elefante en un bazar https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6187-como-elefante-en-un-bazar https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6187-como-elefante-en-un-bazar Jair Bolsonaro lleva un poco más de 6 meses como Presidente de Brasil.

La irrupción de Jair Messias Bolsonaro en el Palacio del Planalto hace 6 meses y medio logró vulnerar aún más la frágil institucionalidad de Brasil. El gigante que supo aspirar a ser un jugador global influyente, oscila hoy entre el descrédito de la clase política, el embate de las reformas neoliberales y el atropello al Estado de derecho.

El pecado original

Ante los desencantos de las experiencias políticas, se suele apelar a la existencia del pecado original que le dio vida en sus orígenes. Es difícil, por no decir imposible, desligar el triunfo de Jair Bolsonaro en las elecciones de octubre de 2018 sin hacer referencia a la proscripción del favorito a ganar la presidencia de Brasil, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Las últimas pruebas reveladas en la revista The Intercept Brasil por el periodista norteamericano Glenn Greenwald y su equipo, expusieron, entre otras cosas, la ilegalidad del proceso judicial contra Lula y la arbitrariedad del ‘bozal legal’ para evitar la transferencia de votos hacia Fernando Haddad.

El ex juez del Lava Jato y actual ministro de Justicia, Sergio Moro / AFP

Éste último punto fue un golpe más al Estado de derecho en Brasil, tambaleante ya desde hace un tiempo, con el controversial impeachment contra Dilma Rousseff, y con la sangrienta campaña electoral marcada por el tiroteo a la caravana de Lula en Paraná, el asesinato de Marielle Franco en Rio, el atentado contra Bolsonaro en Juiz de Fora y la militarización de grandes ciudades, con Rio de Janeiro como símbolo de esta política represiva, ya iniciada durante el interregno de Michel Temer.

La mega causa Lava Jato, que implicó la hiperjudicialización de la política, golpeó a la totalidad de la clase dirigente tradicional brasileña. El principal cometido de este proceso era desplazar al PT del Planalto y luego impedir a toda costa su regreso. Pero como daño colateral, también echó por tierra las posibilidades del establishment de colocar en el poder a la derecha tradicional, cuyo candidato más amigable era el ex gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) del ex presidente Fernando Enrique Cardoso. Las trabas de esta derecha tradicional de conseguir la presidencia inclinó la balanza para que un outsider, conocido pura y exclusivamente por la polémica que desataban sus inescrupulosas declaraciones, acceda a la más alta magistratura del país más grande e importante de América Latina. El poder factico brasileño optó por el mal menor: era preferible Bolsonaro presidente antes que la vuelta del PT.

Neoconservadurismo y neoliberalismo: ¿primos segundos o hermanos mellizos?

Hace un tiempo que se debate en América Latina si la ola de gobiernos de derecha acaecida desde 2015 es neoliberal o neoconservadora. En consecuencia, por neoliberal se entiende el proyecto económico y social hegemónico durante la década de los 90, y que conlleva, entre otras cuestiones, la cesión del dictado de la política económica a las fuerzas del mercado, el avance de éste a expensas del Estado y el ajuste en políticas sociales. Por neoconservadurismo, entendemos al orden político – social conducido por los sectores tradicionales de poder, presentes en toda la geografía latinoamericana: los grandes latifundistas, las jerarquías religiosas y las Fuerzas Armadas, reconvirtiendo al Estado en mero vigilante protector de los intereses de estos sectores de poder.

Sin entrar en discusiones teóricas para encasillar a los proyectos políticos en una u otra categoría, lo que se puede dilucidar es una mixtura entre ambos procesos, dejando obsoleta la polarización anacrónica entre conservadores y liberales, propia del siglo XIX.

Simpatizantes de Jair Bolsonaro durante una celebración frente a su residencia luego de que fue declarado ganador de la segunda vuelta electoral en Río de Janeiro, Brasil / AP

La asunción de Bolsonaro dejaba entrever que el conservadurismo tomaría las riendas del poder en Brasil. Apoyado en el poderoso bloque legislativo de las 3 B (la Biblia, la Bala, y el Buey), Bolsonaro encontraría en los sectores evangélicos, latifundistas y militaristas y lobbistas de armas su base de sustentación política para su gobierno. Pero además, lo que nunca estuvo en duda fue también la presencia de un proyecto económico neoliberal, ya que desde un primer momento trascendió que el economista de la Escuela de Chicago, Paulo Guedes, se haría cargo de la cartera económica de Brasil.

La reforma del régimen de pensiones, la intención de bloquear los fondos para las universidades federales, y algunas otras medidas, ilustran de manera gráfica cuales son los planes de Guedes para la economía de Brasil. El MERCOSUR no escapa a la lógica del superministro de economía: ya dejó entrever que buscará desligar a Brasil de negociar en bloque los acuerdos comerciales frente a terceros.

La batería de medidas neoliberales encuentra en Brasil obstáculos que son comunes a otros países de América Latina: si bien los gobiernos de la derecha continental pudieron acumular cierta legitimidad política apelando a la identificación de los gobiernos populares con la corrupción, las reformas en favor del mercado, y a expensas de los pueblos, son difíciles de impulsar debido a las reacciones sociales que conllevan. Solo con nombrar la salida de la pobreza de 50 millones de brasileños tras los gobiernos de Lula, basta para confirmar que volver a los postulados del Consenso de Washington no será una tarea tan sencilla como fue presentarse como paladines de la anticorrupción.

Auge efímero, caída sostenida y resquebrajamiento interno

Sin ser muy amigo de las encuestas a la hora de intentar realizar un análisis, uno se permite apoyarse en estos datos duros cuando todos muestran una misma tendencia. Los sondeos de opinión llevados a cabo al cumplimiento de los 100 primeros días de gobierno de Bolsonaro, coincidieron en que esta administración tuvo el record de caída de popularidad en ese corto periodo.

Bolsonaro, fiel a su estilo, apostó a socavar la tradición pragmática de la política exterior de Itamaraty colocando a la diplomacia brasileña en un lugar incómodo. El anuncio del reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, sus dichos sobre el Holocausto, y la intención de convertirse en el representante sudamericano de la ‘internacional de la derecha’ de Donald Trump y Steve Bannon, entre otras cuestiones, implicaron que los burócratas de la poderosa cancillería brasileña comenzaran a desconfiar de las intenciones del presidente. En la misma sintonía discurre la delegación del diseño de la política exterior en manos de uno de sus hijos, Eduardo, tan inescrupuloso y polémico como su padre.

Bolsonaro y Trump en la Casa Blanca / AFP

Como consecuencia de estos procesos, el país que ejerció un claro liderazgo continental impulsando diversas herramientas de concertación, no solo regionales como UNASUR, sino también globales como los BRICS, hoy se encuentra en la vanguardia de la ofensiva contra Venezuela y en el rol de gendarme regional de la estrategia hemisférica de los Estados Unidos.

En cuanto al plano interno, en 6 meses dejaron de ser parte del gobierno el Ministro de Educación, el Ministro de la Secretaría General de la Presidencia, la presidenta del Instituto del Medioambiente, el Secretario de Gobierno y el presidente del poderoso Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES).

Para agregar más complejidad al asunto, se le otorgó una importante cuota de poder a las Fuerzas Armadas. En este sentido, el que acumula poder dentro de la estructura de gobierno es el vicepresidente y representante del sector militarista, el general retirado Hamilton Mourão. No solo quebranta la autoridad del presidente estableciendo una agenda propia que muchas veces entra en abierta contradicción contra las directivas presidenciales, sino que en varias ocasiones y apoyado por las FFAA, ha desafiado el mando de Bolsonaro. Sus reuniones con Xi Jinping, por ejemplo, dejan entrever que busca cierta continuidad con el pragmatismo característico de la política exterior brasileña, en clara oposición con las acciones del presidente y sus hijos.

Investidura de Jair Bolsonaro de manos de Michel Temer / AFP

Desprestigio general e inmunidad castrense

Todos los sectores políticos en Brasil están sufriendo, desde hace tiempo, la caída de su prestigio a manos de la judicialización general de la política.

La mega causa Lava Jato golpeó duramente al PT, que no supo o no pudo proteger a Dilma Rousseff, y se vio impotente de contener el avance mediático – judicial contra Lula. La derrota de Haddad terminó de cerrar el círculo que el poder real de Brasil trazó para sacarse de encima al Partido de los Trabajadores. La derecha tradicional no es ajena a este proceso: sus candidatos tuvieron una flojísima performance en las últimas elecciones. Michel Temer, que se presentó como el salvador de la república, terminó detenido (aunque luego excarcelado) por los mismos cargos de corrupción que le endilgaron a Lula. Eduardo Cunha, el presidente de la Cámara de Diputados durante el gobierno de Dilma y arquitecto del impeachment contra la ex mandataria, se encuentra preso tras haber recibido una condena de 24 años de prisión por recibir sobornos.

El gobierno de Bolsonaro rápidamente está siendo arrastrado por esta ola de descrédito. Sus laxas y simplistas promesas de campaña basada en la difusión a diestra y siniestra de fake news y videos editados, chocaron con la realidad de un país entero en crisis y que desconfía de todo aquel que le pongan en frente. La conexión con los sicarios milicianos que asesinaron a Marielle Franco sumado a la ilegalidad y arbitrariedad del proceso contra Lula encabezado por Sergio Moro, golpearon fuertemente al presidente. Resulta contra fáctico pensar qué hubiese sucedido en otro país, si el presidente de la nación nombrase como ministro a un juez que encarceló al líder político más importante de la historia del país descansando en la ‘íntima convicción de culpabilidad’. Los últimos hechos, impulsan la probabilidad de revisar este proceso ilegal, que posibilitó que Bolsonaro llegue al poder gracias a la proscripción de Lula. Aunque es cierto que aún Bolsonaro mantiene con firmeza a Sergio Moro en su cargo.

Bolsonaro y Moro / AP

Ni siquiera el empresariado es ajeno a este proceso. Las empresas líderes que emprendieron un potente proceso de internacionalización en la estrategia global del Brasil de Lula, se vieron envueltas en los escándalos de corrupción del Lava Jato. Odebrecht, OAS, Petrobras, Vale, Camargo Correa; todas estas son firmas que se expandieron por el globo y ahora se expanden, a través de sus cuadros ejecutivos, por los tribunales brasileños. La judicialización de la política también llegó al sector privado.

El Poder Judicial, con las revelaciones recientes sobre el ex juez Moro y los fiscales del Lava Jato, tampoco se encuentra a salvo. Esto da como resultado que, con elevadas cuotas de poder acumuladas en los últimos meses, el único actor que parece no caer en el desprestigio y la subsiguiente desconfianza de la población brasileña, son las Fuerzas Armadas.

La institucionalidad brasileña se encuentra en un estado de extrema fragilidad, y las acciones de Bolsonaro no ayudan a sortear esa delicada realidad. El bazar más grande e importante de Latinoamérica se encuentra hoy invadido por un elefante impredecible y difícil de controlar.

(*) Analista del Centro de Estudios Políticos Internacionales

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hola@fundamentar.com (Santiago Toffoli (*)) Opinión Fri, 28 Jun 2019 11:05:20 -0300