Warning: Undefined array key 0 in /home/fundamen/public_html/plugins/system/jblibrary/jblibrary.php on line 380
Fundamentar - Internacional https://fundamentar.com Sat, 27 Apr 2024 08:34:05 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Cien años de Versalles https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6182-cien-anos-de-versalles https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6182-cien-anos-de-versalles l presidente estadounidense Woodrow Wilson sonríe mientras encabeza la procesión que siguió al Tratado de Versalles.

Un siglo ha transcurrido desde el final de la Primera Guerra Mundial. Un siglo de marchas y contramarchas, un siglo que apenas puede reconocerse a sí mismo a través de los cambios.

La Primer Guerra Mundial fue un suceso único en la historia. Los europeos aún se consideraban los dueños del mundo y no estaban dispuestos a que nadie alterase el orden en que la geografía, la economía y la política estaban configuradas. Aún menos iban a tolerar que alguno de ellos mismos desafiara ese orden. Lo que no fueron capaces de ver es que aquel escenario en que vivían era una ficción atada con alambre y que las soluciones parciales que pudieran proporcionar con el objetivo de prevalecer, eran meramente circunstanciales, vagas, efímeras. Una llama había prendido sobre la hojarasca del otoño europeo y el incendio no fue comprendido hasta que el fuego le lamió las botas.

La Gran Guerra fue un juego de caprichosos acostumbrados a salirse con la suya. En algún punto un adulto responsable debió entrar a la habitación en que peleaban Guillermo II de Prusia, Alejandro II de Rusia, Jorge V de Inglaterra y José de Austria a dar un buen par de gritos y acabar con ello, después de todo varios de ellos eran primos. Sin embargo estos malcriados estaban acostumbrados a jugar a las batallitas en y por territorios ajenos y pensaron que no sufrirían las consecuencias. Se llevaron una gran sorpresa cuando la guerra se les fue de las manos.

El escenario posterior a semejante conflagración fue una reconfiguración de fronteras que permitió el surgimiento de las naciones que aclamaban por su autonomía. Europa y parte de Asia se partió en pequeños Estados, muchos de los cuales caerían bajo los Protectorados de Sociedad de Naciones, que en definitiva no era otra cosa que una colonización encubierta pues las potencias imperialistas poco hicieron por que estas jóvenes repúblicas consolidaran sus sistemas políticos. Se debe recordar que la mayoría de los conflictos que aún persisten en el Oriente Medio son resultado directo del Tratado Skykes-Picot de 1916 en que se fijaron los límites según la conveniencia de Francia e Inglaterra y no pensando en las diferencias étnicas y religiosas de una zona del mundo que no podían comprender. La soberbia los llevó a pensar que ellos sí podrían controlar lo que al enfermo de Europa –como fue conocido el Imperio Otomano desde tiempos inmemoriables- se le escapaba de las manos.

El presidente estadounidense Woodrow Wilson sonríe mientras encabeza la procesión que siguió al Tratado de Versalles / GETTY

Quizás la más importante reconfiguración política fue la revolución rusa en 1919 y el posterior surgimiento de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1922. El comunismo se materializaba por primera vez en la historia en la forma de la “dictadura del proletariado”. La URSS se recluyó a trabajar en su propia lucha intestina dejando a Europa de lado y puso en funcionamiento un aparato que se prolongaría a través de lo que resto del Siglo XX. Más su aislamiento fue provisional, pues tanto Lenin como Stalin estaban confiados en el devenir de la historia que acarrearía por sí mismo el triunfo del comunismo a nivel internacional. Ciertamente la URSS estaba llamada a protagonizar los eventos que dominaron el escenario mundial, luego de 1945 y hasta la caída del muro de Berlín.

En el orden bipolar el comunismo bailo el tango con los Estados Unidos. Juntos, pero a una distancia prudente, con recelos, con demasiados giros para marearse entre dimes y diretes y con un arma bajo la manga que podría destruirlo todo y a todos si no tenían cuidado.

Lloyd George, Orlando y Clémenceau y el presidente Wilson en la Conferencia de Paz de París, 1919

Estados Unidos, del otro lado del Atlántico, llegó tarde a la Primera Guerra pero se aseguró de estar a tiempo. Cumplió un rol fundamental como proveedor de la Entente aun sin participar directamente de la conflagración, pero su contribución para la victoria con contingentes armados fue decisiva. A pesar de los enormes esfuerzos bélicos, Estados Unidos no disfrutó de su victoria, tan pronto como logró su cometido se retiró fronteras adentro, dejando a los europeos la tarea de administrar los desmadres que ellos mismos habían propiciado. Los norteamericanos eran conocidos por sus tendencias aislacionistas, que triunfaron a pesar de los esfuerzos de su presidente de involucrar más a la naciente potencia en los asuntos internacionales. Sin embargo, debería apuntarse que la lectura wilsoniana sobre el papel que debía desarrollar Estados Unidos, era la más visionaria y, posiblemente, la más acertada. Su país ya no podía quedar ajeno a una realidad que se le hacía cada día más palpable, su retiro voluntario pudo sostenerse por poco tiempo. El poder real había cambiado de manos y desde 1940 en adelante el gigante americano no podría rehuir a sus responsabilidades.

El gran perdedor fue sin lugar a dudas Prusia. El recientemente creado Imperio confió demasiado en sus propias fuerzas. Movidos por amplias ambiciones estaban más que dispuestos a ofrecerles a quienes necesitaran una excusa, los cerillos con el que encender la llama que consumiría al viejo continente. Después de todo, Bismark les había enseñado cómo adueñarse de lo que buscaban siendo simples titiriteros de las voluntades ajenas, ¿no? Parece que la lección no la habían comprendido como ellos pensaban. Una guerra que debería haber terminado en un mes, según los cálculos de los políticos prusianos, duró cinco largos y devastadores años. Prusia se hizo cenizas y con él el Segundo Reich. El Emperador Guillermo II y su familia debieron huir y así terminó el relativamente corto camino de un imperio que parecía destinado a gobernar el continente.

Pero, cual ave Fénix, de las cenizas surgió un moderno Estado alemán. La primera República, constituida a los apurones, debió sufrir la pesada carga que le infringieron los vencedores. A pesar de todo el Tratado de Versalles no acabó con los alemanes, por el contrario, sirvió para el surgimiento del nacionalsocialismo. Hitler a la cabeza del movimiento, entendió mejor que nadie la densa bruma de sentimientos que recaía sobre Berlín y usó los puntos de Versalles para anularlos uno por uno. Los totalitarismos no dudaron en usar sus mejores cartas para doblegar a sus enemigos. El terror infundido dejó en claro cuál es el límite de la soberanía de los Estados, a pesar de que genocidios aún peores a los campos de concentración se continuaron sucediendo.

Gran Bretaña y Francia salieron duramente heridas, aunque como todo buen negador, no demostraron que estaban seriamente dañadas. Confiaron en que sus cuotas de poder seguían intactas e intentaron, en vano, recuperar el esplendor de antaño. Pero su momento había pasado, ya nada sería como antes y el devenir del siglo lo dejaría en claro. ¿Quién podría imaginar en 1919 que los imperios colonialistas más importantes se desmembrarían de esa manera? Pocos hubieran arriesgado semejante respuesta en 1946, más la realidad supera la ficción. La Primer Guerra Mundial marcó el declive de los imperios europeos, aunque aún se necesitaría tiempo para que la nueva configuración se materializara. Los leones perderían las uñas en los años venideros, pero no los dientes. Ambos se reconstruyeron, Gran Bretaña como socio esencial para Estados Unidos y Francia, en 1950, como pieza principal de la alianza de estabilidad y crecimiento franco-alemán.

El siglo XX vio aún muchos más cambios, una aceleración de los acontecimientos como nunca antes. La Gran Guerra marcó la saturación de un sistema que había regido por demasiado tiempo. El devenir de los acontecimientos desde entonces, fue inmanejable. Poco queda de aquella época. Una generación completa ha nacido y vivido fuera del terror de la destrucción total a causa de una posible guerra nuclear, una generación que tampoco vivió en tiempos de Guerra Fría, mundo bipolar, o de un comunismo que parecía destinado a conquistar el mundo. En cien años nuevas potencias reemplazaron a las antiguas e impusieron sus propias reglas, las mismas que hoy parecen ser desafiadas por nuevos actores en disputa del poder. Al parecer, lo único constante es el cambio mismo.  

(*) Analista del Centro de Estudios Políticos Internacionales (CEPI) 

 

 

]]>
hola@fundamentar.com (Dana Valdano (*)) Opinión Tue, 18 Jun 2019 12:47:49 -0300
Macron y Merkel contra el nacionalismo de Trump y sus aliados https://fundamentar.com/internacional/item/6091-macron-y-merkel-contra-el-nacionalismo-de-trump-y-sus-aliados https://fundamentar.com/internacional/item/6091-macron-y-merkel-contra-el-nacionalismo-de-trump-y-sus-aliados Macron y Merkel contra el nacionalismo de Trump y sus aliados

El presidente francés y la canciller alemana defienden el multilateralismo en el centenario del fin de la Gran Guerra. 

El mundo conmemoraba el centenario del fin de la Primera Guerra Mundial y las tensiones que dividen este mundo quedaron al descubierto en París. El anfitrión, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, representantes de las dos potencias enemigas entre 1914 y 1918, alertaron este domingo del peligro de nuevas catástrofes. “El patriotismo es el exacto contrario al nacionalismo. El nacionalismo es su traición”, dijo Macron. Un mensaje a los más de 70 jefes de Estado y de Gobierno presentes. Y, sobre todo, al presidente de EE UU, Donald Trump, que reclama sin complejos el nacionalismo y el América primero.

Al pie del Arco del Triunfo, bajo una lluvia persistente, se escenificaron dos visiones antagónicas: la de los defensores del llamado orden liberal, con Macron y Merkel a la cabeza, y quienes lo cuestionan, como Trump. Entre los asistentes, se encontraban el presidente ruso, Vladímir Putin; el turco, Recep Tayyip Erdogan; el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y el rey Felipe VI.

El contexto político contaba. Siete meses antes de unas elecciones europeas que Macron plantea como un choque entre progresistas y nacionalistas. Una Europa fracturada en bloques ideológicos y en la que su aliada principal, Merkel, ha iniciado la retirada. Y un aliado americano desinteresado en las mismas instituciones de las que fue impulsor y garante. El presidente francés quiso poner a sus homólogos ante una disyuntiva. O esta arquitectura, nacida tras la Segunda Guerra Mundial y encarnada en la ONU y la UE entre otras instituciones, se preserva y moderniza, o el mundo está abocado a otros desastres.

“Diciendo ‘nuestros intereses primero y qué importan los de los otros’ se borra lo que una nación tiene más precioso, lo que la hace vivir, lo que la lleva a ser grande, lo más importante: sus valores morales”, añadió Macron para distinguir entre nacionalismo y patriotismo. “Sumemos nuestras esperanzas en vez de oponer nuestros miedos”.

El presidente ruso, Vladimir Putin, saluda a su homólogo estadounidense, Donald Trump, en el centenario del fin de la Primera Guerra Mundial.
El presidente ruso, Vladimir Putin, saluda a su homólogo estadounidense, Donald Trump, en el centenario del fin de la Primera Guerra Mundial. LUDOVIC MARIN AP
 

El desarrollo de la jornada fue revelador. En la ceremonia de la mañana, los jefes de Estado y de Gobierno llegaron juntos a pie al Arco del Triunfo por los Campos Elíseos: un momento que debía proyectar la imagen de unidad en el centenario del fin de las matanzas. Trump y Putin llegaron por su cuenta. La primera ministra británica, Theresa May, participó en las ceremonias del armisticio en Londres, no en París.

La foto se prestaba a múltiples lecturas. “Sólo depende de nosotros que esta imagen se interprete en el futuro como el símbolo de una paz duradera entre las naciones y no como la fotografía del último momento de unidad antes de que el mundo caiga en un nuevo desorden”, comentó Macron.

Por la tarde, los líderes —menos Trump— se desplazaron al pabellón de La Villette, en el norte de París, para participar en el Foro de la Paz, cónclave ideado por Macron para impulsar el multilateralismo. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, participó en el foro. Macron invitó a Merkel a pronunciar el discurso inaugural. Con este gesto quería subrayar que la amistad franco-alemana es el fundamento de la paz actual. “Si el aislamiento no fue la solución hace cien años, ¿cómo puede serlo hoy en un mundo interconectado?”, dijo la canciller, que advirtió del peligro de un “nacionalismo miope”.

Desencuentros

El ambiente ya estaba enrarecido. El sábado, una reunión entre Macron y Trump en el Palacio del Elíseo estuvo marcada por los desacuerdos sobre los planes franceses para impulsar la defensa europea autónoma de la OTAN. La decisión de Trump, el mismo día, de suspender una visita a un cementerio militar estadounidense, alegando que llovía, se interpretó como una muestra de apatía.

El domingo, sonaron las campanas en toda Francia, como hace 100 años, cuando a las 11 del día 11 del mes 11 del año 1918 entró en vigor el armisticio firmado en la madrugada del mismo día en un vagón de tren estacionado en medio del bosque de Compiègne. El armisticio acabó con cuatro años de guerra que, como recordó Macron, causó 10 millones de muertos, seis millones de heridos, tres millones de viudas, seis millones de huérfanos y millones de víctimas civiles. El alto el fuego desembocó unos meses después en el Tratado de Versalles. Las condiciones leoninas impuestas a la Alemania derrotada alimentaron el revanchismo que contribuyó a la Segunda Guerra Mundial.

Macron había preparado una ceremonia sin desfile militar, para no zaherir a los alemanes, con la lectura de cartas y testimonios de la Gran Guerra y música interpretada por el violonchelista Yo-Yo Ma. Era una conmemoración de la historia. Una manera de colocar a París, a Francia, y a él mismo, por unas horas, en el centro de la política mundial. Y una reafirmación de la vía Macron y Merkel —multilateralismo, libre comercio y UE— por oposición a la vía Trump. Apertura contra repliegue. Multilateralismo contra aislacionismo. Patriotismo —para usar su sutil distinción— contra nacionalismo.

FUENTE: El país 

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Mariana Vera 

]]>
hola@fundamentar.com (Pedro Arrospidegaray) Internacional Mon, 12 Nov 2018 11:57:41 -0300
¿Una Nueva Mirada a 1914? https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/3303-una-nueva-mirada-a-1914 https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/3303-una-nueva-mirada-a-1914 Soldados británicos en acción con ametralladora usando mascaras de gas

Se cumplen un siglo de un acontecimiento que transformó la historia moderna. En la Primera Guerra Mundial perecieron cerca de 20 millones de personas, destruyéndose una generación de jóvenes europeos. También cambió de manera fundamental el orden internacional en Europa y el resto del mundo.

Este año se cumple un siglo de un acontecimiento que transformó la historia moderna. En la Primera Guerra Mundial perecieron cerca de 20 millones de personas, destruyéndose una generación de jóvenes europeos. También cambió de manera fundamental el orden internacional en Europa y el resto del mundo.

De hecho, la Gran Guerra destruyó no solo vidas, sino tres imperios europeos: el alemán, el austrohúngaro y el ruso, y con el colapso del régimen otomano prácticamente un cuarto. Hasta antes de su inicio, el equilibrio de poder mundial estaba centrado en Europa; tras ella, Estados Unidos y Japón emergieron como grandes potencias. La guerra además abrió las puertas a la Revolución Bolchevique de 1917, preparó el camino para el fascismo e intensificó y amplió las batallas ideológicas que caracterizaron el siglo veinte.

¿Cómo pudo ocurrir una catástrofe de semejantes dimensiones? Poco después de su estallido, cuando se le pidió una explicación al entonces Canciller alemán Theobald von Bethmann-Hollweg sobre qué ocurrió, respondió: “¡Ah, si solo lo supiera!” Quizás con ánimo autoexculpatorio, llegó a ver la guerra como algo inevitable. De manera similar, el ministro británico de Asuntos Exteriores, Sir Edward Grey, planteó que había “acabado por pensar que ningún ser humano en particular hubiera podido evitarla.”

La pregunta a la que nos enfrentamos hoy es si puede ocurrir de nuevo. Margaret MacMillan, autora del interesante libro 1914. De la paz a la guerra, de reciente publicación, plantea que “resulta tentador (y da que pensar) comparar las relaciones actuales entre China y Estados Unidos con las de Alemania e Inglaterra hace un siglo”. Tras hacer una comparación similar, el semanario The Economist concluye que “la similitud más inquietante entre 1914 y el momento actual es la complacencia”. Y algunos politólogos, como John Mearsheimer de la Universidad de Chicago, han argumentado que “para decirlo sin rodeos: China no puede ascender como potencia pacíficamente.”

Pero las analogías históricas, si bien a veces son útiles como prevención, resultan peligrosas cuando conllevan una sensación de inevitabilidad. La Primera Guerra Mundial no lo fue, sino que se volvió más probable por el ascenso de Alemania y los recelos que ello creó en Gran Bretaña, y también por la respuesta atemorizada de Alemania al ascenso de Rusia, además de multitud de otros factores, entre ellos errores humanos. Sin embargo, hoy en día la brecha entre Estados Unidos y China es mayor que la que existía entre Alemania y Gran Bretaña en 1914.

Para sacar lecciones de 1914 que resulten útiles para el momento actual es necesario disipar los muchos mitos que se han creado sobre la Gran Guerra. Por ejemplo, la acusación de que se trató de una guerra preventiva iniciada deliberadamente por Alemania se ve desmentida por la evidencia de que las elites más importantes no lo creían así. Tampoco fue una guerra puramente accidental, como sostienen otros: Austria participó de manera deliberada para repeler la amenaza de un nacionalismo eslavo en ascenso. Hubo errores de cálculo sobre la duración y el alcance de la guerra, pero eso no equivale a que haya sido accidental.

La pregunta a la que nos enfrentamos hoy es si puede ocurrir de nuevo. Margaret MacMillan, plantea que “resulta tentador comparar las relaciones actuales entre China y Estados Unidos con las de Alemania e Inglaterra hace un siglo". Tras hacer una comparación similar, el semanario The Economist concluye que “la similitud más inquietante entre 1914 y el momento actual es la complacencia”. Y algunos politólogos, como John Mearsheimer han argumentado que “para decirlo sin rodeos: China no puede ascender como potencia pacíficamente.”

También se dice que la causa de la guerra fue una carrera armamentista desenfrenada en Europa, pero esta ya había acabado en 1912 y Gran Bretaña la había ganado. Si bien existía inquietud por el creciente poderío de los ejércitos, esta resulta una visión más bien simplista.

El mundo de hoy es diferente al de 1914 en muchos e importantes sentidos. Uno es el que las armas nucleares dan a los líderes políticos el equivalente a una bola de cristal que les muestra cómo quedaría el mundo tras una escalada. Quién sabe que si el Emperador, el Káiser y el Zar hubieran podido ver en 1918 la destrucción de sus imperios y la pérdida de sus tronos habrían sido más prudentes en 1914. No hay duda de que este efecto de “vista previa” influyó fuertemente sobre los dirigentes estadounidenses y soviéticos durante la crisis de los misiles de Cuba. Es probable que hoy tendría una influencia similar sobre Estados Unidos y China.

Otra diferencia es que la ideología de la guerra hoy es mucho más débil. En 1924 se pensaba de verdad que la guerra era inevitable, en una visión fatalista reforzada por el argumento del darwinismo social de que “limpiaría el aire” como una buena tormenta de verano. Como escribiera Winston Churchill en La crisis mundial:

“Había una atmósfera extraña. No satisfechas con la prosperidad material, las naciones se volvieron con fiereza hacia las luchas, fueran estas internas o externas. Las pasiones naturales, que habían sido exaltadas indebidamente en momentos de declive de la religión, ardían bajo la superficie de casi cada país con llamas intensas aunque oscuras. Casi se podría pensar que el mundo deseaba sufrir, y no hay duda de que los hombres estaban ansiosos por tentar su suerte.”

No hay duda de que el nacionalismo está aumentando en China, al tiempo que Estados Unidos ha iniciado dos guerras después de los ataques del 11 de septiembre, pero ninguno de estos países tiene una actitud belicosa o complaciente acerca de una guerra limitada. China aspira a tener mayor peso en la región y Estados Unidos tiene aliados regionales a cuya defensa se ha comprometido. Siempre es posible que haya errores de cálculo, pero el riesgo se puede reducir mediante las opciones de políticas adecuadas. De hecho, ambas potencias tienen fuertes incentivos para cooperar en varios ámbitos, como el energético, el cambio climático y la estabilidad financiera.

Más aún, si bien la Alemania de 1914 estaba pisando los talones a Gran Bretaña (y ya la había superado en términos de potencia industrial), Estados Unidos sigue estando a décadas de distancia de China en recursos generales en los ámbitos militar, económico y de poder blando. Si se embarcara en una aventura política demasiado arriesgada, China podría poner en riesgo lo que lleva ganado interna y externamente.

En otras palabras, Estados Unidos tiene más tiempo para manejar sus relaciones con una potencia en ascenso que el que tuvo Gran Bretaña hace un siglo. Una actitud demasiado temerosa puede resultar siendo una profecía autocumplida. Otro asunto es si Estados Unidos y China manejarán bien su relación, pero el modo como lo hagan será el dictado de las decisiones humanas, no de alguna ley histórica ineludible.

Una de las lecciones que podemos aprender de los sucesos de 1914 es desconfiar de los analistas que plantean analogías históricas, especialmente si tienen un aire de inevitabilidad. La guerra nunca es inevitable, aunque la creencia en su inevitabilidad sea una de sus causas.

 

(*) Ex subsecratario de Defensa de Estados Unidos, profesor en la Universidad de Harvard y autor de "The Future of Power".

 

FUENTE: Project Syndicate

]]>
hola@fundamentar.com (JOSEPH S. NYE (*)) Opinión Fri, 17 Jan 2014 15:44:14 -0300