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Fundamentar - Nacional https://fundamentar.com Thu, 25 Apr 2024 09:23:40 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Argentina necesita un modelo de desarrollo que guíe la política exterior https://fundamentar.com/nacional/item/6542-argentina-necesita-un-modelo-de-desarrollo-que-guie-la-politica-exterior https://fundamentar.com/nacional/item/6542-argentina-necesita-un-modelo-de-desarrollo-que-guie-la-politica-exterior Política exterior argentina

Antes de definir cómo lidiar con la disputa entre China y los Estados Unidos, el país tiene que volver a crecer. Ni equidistancia, ni alineamiento a las superpotencias.

En los últimos meses, académicos de Relaciones Internacionales debatieron cuál debiera ser el posicionamiento de Argentina en la competencia geopolítica y geoeconómica entre Estados Unidos y China. Grosso modo y simplificando, parece haber dos opciones: equidistancia entre las superpotencias o alineamiento a una de ellas. Todos los diagnósticos sostienen que, en mayor o menor medida, Argentina, al igual que otros países de rango mediano, pagará costos si no tiene una estrategia para lidiar con la disputa entre Washington y Beijing. 

Sin embargo, algunos de los análisis pasan por alto factores que condicionan, limitan y, en algunas ocasiones, imposibilitan que la política exterior argentina adopte una de esas prescripciones normativas. Sucintamente, no ponen la lupa sobre las motivaciones y preferencias de los decisores políticos; sobre el escaso poder del Estado argentino para ejecutar una estrategia coordinada y coherente que pueda resistir amenazas y aprovechar oportunidades; y sobre las limitaciones estructurales derivadas de la propia competencia bipolar. 

La equidistancia postula que Argentina no debe tomar partido por una superpotencia y colocarse en un punto intermedio entre ambas. Como aseguró Mariano Turzi, “propone una respuesta geométrica a una problemática geopolítica”. El alineamiento con uno de los grandes poderes, en tanto, implicaría ganarse la enemistad del otro. El caso de Australia, que propuso una investigación internacional sobre el origen del Covid-19, posición que disgustó a China, su mayor socio comercial, y agradó a la Casa Blanca, es un ejemplo de los costos del alineamiento.

Frecuentemente, los analistas olvidan las opciones y preferencias de los decisores al abrazar conceptos, tipos ideales, y grandes estrategias. Sugerir cursos de política exterior sin sopesar los condicionantes domésticos es más una ensoñación intelectual que una propuesta de política pública concreta, que pueda ejecutarse y sea realista.

En Argentina, los decisores privilegian el tablero doméstico al internacional. En What Determines Foreign Policy in Latin America? Systemic versus Domestic Factors in Argentina, Brazil, and Mexico, 1946–2008, Octavio Amorim Neto y Andrés Malamud destacan que mientras México adopta una política exterior determinada por variables sistémicas y Brasil una fundada en elementos mixtos, el comportamiento externo de Argentina hacia Estados Unidos está basado mayormente en factores domésticos. 

El círculo es vicioso: el país tiene cada vez menos peso relativo en la escena internacional, ese declive no genera los incentivos para que los dirigentes tengan una perspectiva global, y esa ausencia de incentivos los vuelve parroquiales y los aleja de la elaboración de grandes estrategias. El objetivo en el corto plazo es ganar las próximas elecciones. La política exterior, que no figura entre las preocupaciones del electorado, es sacrificada en el altar de las urgencias internas (suspender exportaciones de carne ante suba de precios, por ejemplo) o loteada entre sectores de la coalición gobernante que tienen cosmovisiones divergentes. La decadencia de las elites también pone límites a la equidistancia. Basta tan sólo con preguntarse: ¿Tenemos una dirigencia con la clarividencia suficiente para calibrar cuál es el punto intermedio entre las superpotencias y cómo podríamos llegar a él pagando los menores costos posibles? Un prolongado silencio es la respuesta más piadosa.

Aunque cambiase la mentalidad de los decisores, el país se tropezaría con otro obstáculo a la hora de formular su política exterior: el escaso poder de Argentina para preservar márgenes de autonomía en un mundo cada vez más incierto, volátil, entrópico y desigual, modelado por la disputa de las superpotencias. El poder es el combustible para circular por las rutas internacionales y formular una política exterior que sirva al interés nacional. Sin él, Argentina no llega al punto de equidistancia ni al de alineamiento, tan sólo navega pendularmente hacia donde sopla el viento (o las superpotencias). 

La estructura internacional también limita el accionar. El país tendrá margen de maniobra en tanto y en cuanto la competencia hegemónica no se vuelva rígida. Es decir, la posibilidad de practicar la mentada equidistancia dependerá más de los niveles de tensión y distensión en la relación bilateral entre China y Estados Unidos que de la voluntad política de Argentina. El alineamiento, en un orden internacional tan interdependiente, donde ni siquiera las superpotencias optan por desacoplarse, también resulta una estrategia miope. En un escenario extremo, elegir entre Beijing y Washington se parece bastante a optar entre la prosperidad y la seguridad. Aun en ese caso, no está claro que Argentina pueda garantizar a sus ciudadanos una ni otra. Dejar de romantizar una equidistancia vacía de contenido es tan imperioso como evitar un alineamiento a cambio de una protección o un “pago” que no llegará.

Si bien la competencia entre Washington y Beijing es el elemento más influyente en la conformación de un nuevo orden internacional, el declive y decadencia de Argentina no empezó con esa disputa, sino mucho antes. Más que formular una estrategia para posicionarse en esa competencia, antes habría que definir un modelo de desarrollo sostenible que acumule capacidades, perdure en el tiempo y no sea alterado por las pulsiones de las campañas electorales. 

Eso solo será posible si la política se pone a sí misma el cascabel y ordena la macroeconomía. No habrá estrategia exterior exitosa sin una estabilización que permita volver a crecer, bajar la inflación, dejar atrás la restricción externa y la fragilidad de la balanza de pagos. Los déficits más urgentes que arrastra el país no pueden subsanarse sin una coherente y articulada política económica que impulse la inserción en las cadenas globales de valor; que gestione el impacto de la transición laboral provocado por la Cuarta Revolución Industrial y potencie los recursos humanos que nutren a la economía del conocimiento; que disminuya la pobreza infantil que proyecta una sociedad más desigual para las futuras generaciones; y que implemente una transición energética a fuentes limpias. 

En definitiva, hay que ordenar la casa y crecer. No será una gran estrategia geopolítica, pero solo así Argentina interrumpirá su prolongado ciclo de declinación.

(*) Leandro Dario es subeditor de Internacionales en el Diario Perfil. Se formó en universidades públicas y privadas de Argentina y del exterior. Se licenció en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es magíster en Relaciones y Negociaciones Internacionales, egresado de Flacso y de la Universidad de San Andrés. 

FUENTE: Perfil

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Elizabeth Hernández

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hola@fundamentar.com (Leandro Dario (*)) Argentina Tue, 03 Aug 2021 12:52:26 -0300
¿Hacia un Orden Desde el Sur? https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/4306-hacia-un-orden-desde-el-sur https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/4306-hacia-un-orden-desde-el-sur ¿Hacia un Orden Desde el Sur?

La discusión sobre el sistema institucional multilateral y la emergencia de poderes en el mundo en desarrollo marcaron el inicio del siglo XXI. El proceso de difusión de poder internacional ha dado lugar a más preguntas que certezas sobre las características del orden internacional vigente. 

La reunión del G20 en Brisbane ha sido una nueva instancia de reconocimiento por parte de las tradicionales potencias occidentales de la importancia de los países en desarrollo en la configuración del orden internacional actual. De acuerdo con el Grupo de trabajo sobre Desarrollo del G20, “es crítico el rol de los países en desarrollo para alcanzar los objetivos de resiliencia de la economía global y la creación de empleo”.

Dicho reconocimiento tiene lugar en un momento de debates en torno a la naturaleza del sistema internacional en el cual nos encontramos dada la emergencia de estados “del Sur” en los mecanismos de toma de decisión globales y la cada vez mayor incidencia de actores transnacionales no gubernamentales.

Generalmente se habla de multipolaridad para hacer referencia al regreso a un balance de poder como el del siglo diecinueve entre estados que tienen a grandes rasgos la misma cantidad de recursos de poder. Pero esta no pareciera ser la situación actual, donde la redistribución de las cuotas de poder en las esferas económica, política y militar está atravesada por una profunda interdependencia tecnológica y financiera y tiene lugar entre actores muy heterogéneos, dando lugar a lo que Grevi (2010) señala como un tipo de “interpolar”.

El mayor peso relativo de actores del Sur plantea a occidente el desafío de adaptarse a un escenario en reconfiguración donde hay “nuevos pares”. Occidente debe reacomodar sus estrategias e intereses ante la acción de Estados por fuera del G7, aceptando que no se encuentran en la misma situación de supremacía que detentó desde Westfalia para imponer los criterios de ordenamiento mundial.

Estos rasgos de lo que podemos llamar “des-orden” internacional actual, estaban ya presentes al fin de la Guerra Fría. En un artículo de 1990 denominado “Soft Power”, Joseph Nye señalaba tempranamente que era un error describir la situación del sistema internacional como de declinación de Estados Unidos, dado que los cambios están más relacionados con la “difusión del poder” que limita las posibilidades de potencias tradicionales para alcanzar sus objetivos y acrecienta los márgenes de maniobra de estados históricamente más débiles, es decir, los periféricos. De acuerdo con Nye, dicha difusión es posible observarla en cinco dimensiones: la interdependencia económica, la presencia de actores transnacionales, el nacionalismo en estados débiles, la extensión de la tecnología y los cambios en las cuestiones políticas.

La difusión del poder que estaba particularmente localizado en Occidente ha dado lugar a lo que Zakaria denominó como el “ascenso del resto” (2008). Han emergido y reemergido países en desarrollo que procuran jerarquizarse en el sistema internacional y plantean modificaciones al orden establecido a partir de Bretton Woods en función de poder avanzar hacia la resolución de sus importantes deudas internas relativas al desarrollo y la inequidad social. Este grupo proviene de un Sur heterogéneo política, social y económicamente que comparte situaciones de vulnerabilidad.

Tal como señala Sanahuja (2014), nos hallamos en un momento de generación de nuevos equilibrios y coaliciones, pero aun no es un mundo de “reglas nuevas”, sino que persiste un multilateralismo cuestionado por problemas de eficacia y representatividad que abre las puertas a la creación de nuevas instituciones. Los actuales organismos multilaterales presentan diversas dificultades tanto para afrontar las nuevas problemáticas devenidas del capitalismo en su fase crudamente financiera como para generar bienes públicos globales acordes a las necesidades y ambiciones de los países emergentes.  En este sentido parece plantearse la propuesta de los BRICS de conformar un nuevo banco de desarrollo y la propuesta de regulación del sistema financiero internacional impulsada por Argentina en el G20.

El mayor peso relativo de actores del Sur plantea a occidente, es decir a Estados Unidos y Europa, el desafío de adaptarse a un escenario en reconfiguración donde hay “nuevos pares”. Occidente debe reacomodar sus estrategias e intereses ante la acción de Estados por fuera del G7, aceptando que no se encuentran en la misma situación de supremacía que detentó desde Westfalia para imponer los criterios de ordenamiento mundial.

Ante la emergencia de poderes del Sur, Tokatlián (2010) plantea la posibilidad de una “Southhfalia” basada en valores humanitarios relativos a la cooperación, la solidaridad y la igualdad. Tal vez es justamente en este sentido que los postulados de un nuevo equilibrio mundial surgidos desde el Sur encuentren sus mayores desafíos: la alteridad (reconocer la existencia de los otros como pares) a partir de haberse reconocido a sí mismos como “sures” que fueron colonizados y relegados.

En una combinación ideacional y material, desde el Sur se están gestando iniciativas esencialmente políticas, de solidaridad y búsqueda de consenso en los ámbitos multilaterales, entre Estados que pretenden mejorar su inserción internacional y modificar las reglas de juego que les son desventajosas.

 

(*) Licenciada en Relaciones Internacionales e investigadora de la Fundación para la Integración Federal

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

G20 Leaders’ Communiqué, Brisbane Summit, 15-16 November 2014. Disponible en: https://www.g20.org/sites/default/files/g20_resources/library/brisbane_g20_leaders_summit_communique.pdf

Grevi, Giovanni, 2010, “El Mundo Interpolar”, en Foreign Policy en Español, Madrid, abril-mayo.

Growth for All. 2014 Brisbane Development Updat, noviembre. Disponible en: https://www.g20.org/sites/default/files/g20_resources/library/2014_brisbane_development_update_final.pdf

Nye, Joseph, 1990, “Soft Power”, en Foreign Policy, N° 80, Autumn.

Sanahuja, José, 2014, “Cambio de poder y países emergentes. Un sistema internacional en transformación”, presentación realizada en la primer jornada de debates para la elaboración del Libro Blanco de la Defensa, Seminario Internacional, “Los desafíos del escenario internacional para la integración regional en defensa”, 22 de julio, Buenos Aires. Disponible en: http://www.libroblanco.mindef.gov.ar/

Tokatlian, Juan Gabriel, 2010, “¿Rumbo a Southfalia?”, en Nueva Crónica y Buen Gobierno, N° 73, noviembre. Disponible en: http://www.plural.bo/editorial/images/pdfnuevacronica/nc73.pdf

Zakaria, Fareed, 2008, O mundo pós-americano, Companhia das Letras, Sao Pablo.

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hola@fundamentar.com (CARLA MORASSO (*)) Opinión Sat, 22 Nov 2014 16:34:25 -0300
Obama insta a que China sea Socia para Asegurar Orden Mundial https://fundamentar.com/internacional/item/4269-obama-insta-a-que-china-sea-socia-para-asegurar-orden-mundial https://fundamentar.com/internacional/item/4269-obama-insta-a-que-china-sea-socia-para-asegurar-orden-mundial Barack Obama, presidente norteamericano

El presidente estadounidense Barack Obama dijo que a su país y al resto del mundo les conviene que China sea exitosa, pero que Pekín debe asociarse para suscribir el orden internacional, en lugar de socavarlo.

Hablando ante crecientes preocupaciones entre las compañías estadounidenses y de otras naciones sobre el ambiente de negocios en China tras llegar a Pekín, Obama también pidió a China que repudie el uso del ciberdelito como camino para la obtención de ganancias comerciales.

También mencionó la necesidad de que las autoridades chinas dispongan un campo de juego equilibrado en el que no se usen las políticas para beneficio de algunas firmas y en detrimento de otras.

Obama también pidió a China que repudie el uso del ciberdelito como camino para la obtención de ganancias comerciales.

El viaje de Obama a China para una cumbre de la región Asia-Pacífico tiene lugar en momentos de crecientes fricciones entre ambos países, mientras Washington intenta expandir los intereses estadounidenses en Asia.

El presidente chino Xi Jinping, por su parte, ha demostrado una mayor disposición que sus antecesores para exhibir la influencia de Pekín en cuestiones regionales.

Ambos países estuvieron en desacuerdo en meses recientes sobre una serie de temas, incluyendo el comercio, cuestiones marítimas y ciberseguridad. Estados Unidos ha hecho cabildeo en contra del establecimiento de un banco multilateral de inversión en infraestructura que patrocina China.

"Nuestro mensaje es que queremos ver una China exitosa", dijo Obama en conferencia de prensa. "Pero, a medida que ellos crecen, queremos que se asocien para suscribir el orden internacional, que no lo socaven".

Obama y Xi cenarán el martes y luego mantendrán conversaciones bilaterales como parte de una visita oficial de Estado el miércoles.

En un entendimiento que según dijo mejorará los vínculos comerciales y de negocios entre las dos mayores economías del mundo, Obama anunció que China y Estados Unidos acordaron extender significativamente la duración de las visas de corto plazo.

Pero también instó a los líderes en Pekín a que recreen un mercado justo para las firmas extranjeras.

"Esperamos que China cree un campo de juego más equilibrado en el que las compañías extranjeras sean tratadas de forma más justa, para que puedan competir en forma justa con las compañías chinas", dijo en un discurso a los líderes de negocios del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés).

"Esperamos que China se convierta en una economía innovadora que valore la protección de los derechos de propiedad intelectual y rechace el robo cibernético de secretos comerciales para obtener ganancias", agregó.

Decenas de firmas extranjeras, incluyendo a compañías estadounidenses como Qualcomm Inc y Microsoft Corp, enfrentan una mayor vigilancia mientras China busca poner en vigor una ley antimonopolios del 2008 que algunos críticos dicen está siendo usada para apuntar injustamente contra negocios extranjeros, planteando preocupaciones sobre proteccionismo.

Los reguladores chinos han defendido sus políticas antimonopolios, diciendo que no apuntan contra firmas extranjeras.

El foco de Obama en los vínculos de negocios con Asia en el primer día de su visita pone de relieve sus esfuerzos para alcanzar un equilibrio entre buscar una mayor cooperación económica con una China en ascenso, al tiempo que desafía a Pekín con la búsqueda estadounidense de un pacto comercial trans-Pacífico que, por ahora, excluye a la segunda mayor economía del mundo.

El foco de Obama en los vínculos de negocios con Asia en el primer día de su visita pone de relieve sus esfuerzos para alcanzar un equilibrio entre buscar una mayor cooperación económica con una China en ascenso, al tiempo que desafía a Pekín con la búsqueda estadounidense de un pacto comercial trans-Pacífico que, por ahora, excluye a la segunda mayor economía del mundo.

 

Más temprano, Obama dijo que estaba creciendo el impulso para el ambicioso Acuerdo Trans-Pacífico de Asociación Económica (TPP) de 12 naciones, aunque los funcionarios estadounidenses descartaron hacer algún anuncio mayor sobre el pacto en Pekín.

También instó a que China adopte "definitivamente" un tipo de cambio basado en el mercado y dé un paso al frente en materia de derechos humanos y libertad de prensa.

Bajo el acuerdo de visas, que entra en vigor el 12 de noviembre, ambos países extenderán los términos de las visas de turista y negocios de corto plazo y múltiples entradas a 10 años desde 1 año, dijo la Casa Blanca en un comunicado que acompañó el anuncio de Obama.

Las visas de estudiantes se extenderán a cinco años desde 1 año.

"Como resultado de este acuerdo, Estados Unidos espera dar la bienvenida a una creciente proporción de viajeros chinos elegibles, inyectar miles de millones de dólares en la economía estadounidense y crear suficiente demanda como para apuntalar centenares de miles de empleos estadounidenses", dijo el comunicado de la Casa Blanca.

 

RELEVAMIENTO Y EDICION: Maria Belen Serra

FUENTE: Reuters

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hola@fundamentar.com (Maria Belen Serra) Internacional Mon, 10 Nov 2014 17:16:31 -0300
¿Una Nueva Mirada a 1914? https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/3303-una-nueva-mirada-a-1914 https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/3303-una-nueva-mirada-a-1914 Soldados británicos en acción con ametralladora usando mascaras de gas

Se cumplen un siglo de un acontecimiento que transformó la historia moderna. En la Primera Guerra Mundial perecieron cerca de 20 millones de personas, destruyéndose una generación de jóvenes europeos. También cambió de manera fundamental el orden internacional en Europa y el resto del mundo.

Este año se cumple un siglo de un acontecimiento que transformó la historia moderna. En la Primera Guerra Mundial perecieron cerca de 20 millones de personas, destruyéndose una generación de jóvenes europeos. También cambió de manera fundamental el orden internacional en Europa y el resto del mundo.

De hecho, la Gran Guerra destruyó no solo vidas, sino tres imperios europeos: el alemán, el austrohúngaro y el ruso, y con el colapso del régimen otomano prácticamente un cuarto. Hasta antes de su inicio, el equilibrio de poder mundial estaba centrado en Europa; tras ella, Estados Unidos y Japón emergieron como grandes potencias. La guerra además abrió las puertas a la Revolución Bolchevique de 1917, preparó el camino para el fascismo e intensificó y amplió las batallas ideológicas que caracterizaron el siglo veinte.

¿Cómo pudo ocurrir una catástrofe de semejantes dimensiones? Poco después de su estallido, cuando se le pidió una explicación al entonces Canciller alemán Theobald von Bethmann-Hollweg sobre qué ocurrió, respondió: “¡Ah, si solo lo supiera!” Quizás con ánimo autoexculpatorio, llegó a ver la guerra como algo inevitable. De manera similar, el ministro británico de Asuntos Exteriores, Sir Edward Grey, planteó que había “acabado por pensar que ningún ser humano en particular hubiera podido evitarla.”

La pregunta a la que nos enfrentamos hoy es si puede ocurrir de nuevo. Margaret MacMillan, autora del interesante libro 1914. De la paz a la guerra, de reciente publicación, plantea que “resulta tentador (y da que pensar) comparar las relaciones actuales entre China y Estados Unidos con las de Alemania e Inglaterra hace un siglo”. Tras hacer una comparación similar, el semanario The Economist concluye que “la similitud más inquietante entre 1914 y el momento actual es la complacencia”. Y algunos politólogos, como John Mearsheimer de la Universidad de Chicago, han argumentado que “para decirlo sin rodeos: China no puede ascender como potencia pacíficamente.”

Pero las analogías históricas, si bien a veces son útiles como prevención, resultan peligrosas cuando conllevan una sensación de inevitabilidad. La Primera Guerra Mundial no lo fue, sino que se volvió más probable por el ascenso de Alemania y los recelos que ello creó en Gran Bretaña, y también por la respuesta atemorizada de Alemania al ascenso de Rusia, además de multitud de otros factores, entre ellos errores humanos. Sin embargo, hoy en día la brecha entre Estados Unidos y China es mayor que la que existía entre Alemania y Gran Bretaña en 1914.

Para sacar lecciones de 1914 que resulten útiles para el momento actual es necesario disipar los muchos mitos que se han creado sobre la Gran Guerra. Por ejemplo, la acusación de que se trató de una guerra preventiva iniciada deliberadamente por Alemania se ve desmentida por la evidencia de que las elites más importantes no lo creían así. Tampoco fue una guerra puramente accidental, como sostienen otros: Austria participó de manera deliberada para repeler la amenaza de un nacionalismo eslavo en ascenso. Hubo errores de cálculo sobre la duración y el alcance de la guerra, pero eso no equivale a que haya sido accidental.

La pregunta a la que nos enfrentamos hoy es si puede ocurrir de nuevo. Margaret MacMillan, plantea que “resulta tentador comparar las relaciones actuales entre China y Estados Unidos con las de Alemania e Inglaterra hace un siglo". Tras hacer una comparación similar, el semanario The Economist concluye que “la similitud más inquietante entre 1914 y el momento actual es la complacencia”. Y algunos politólogos, como John Mearsheimer han argumentado que “para decirlo sin rodeos: China no puede ascender como potencia pacíficamente.”

También se dice que la causa de la guerra fue una carrera armamentista desenfrenada en Europa, pero esta ya había acabado en 1912 y Gran Bretaña la había ganado. Si bien existía inquietud por el creciente poderío de los ejércitos, esta resulta una visión más bien simplista.

El mundo de hoy es diferente al de 1914 en muchos e importantes sentidos. Uno es el que las armas nucleares dan a los líderes políticos el equivalente a una bola de cristal que les muestra cómo quedaría el mundo tras una escalada. Quién sabe que si el Emperador, el Káiser y el Zar hubieran podido ver en 1918 la destrucción de sus imperios y la pérdida de sus tronos habrían sido más prudentes en 1914. No hay duda de que este efecto de “vista previa” influyó fuertemente sobre los dirigentes estadounidenses y soviéticos durante la crisis de los misiles de Cuba. Es probable que hoy tendría una influencia similar sobre Estados Unidos y China.

Otra diferencia es que la ideología de la guerra hoy es mucho más débil. En 1924 se pensaba de verdad que la guerra era inevitable, en una visión fatalista reforzada por el argumento del darwinismo social de que “limpiaría el aire” como una buena tormenta de verano. Como escribiera Winston Churchill en La crisis mundial:

“Había una atmósfera extraña. No satisfechas con la prosperidad material, las naciones se volvieron con fiereza hacia las luchas, fueran estas internas o externas. Las pasiones naturales, que habían sido exaltadas indebidamente en momentos de declive de la religión, ardían bajo la superficie de casi cada país con llamas intensas aunque oscuras. Casi se podría pensar que el mundo deseaba sufrir, y no hay duda de que los hombres estaban ansiosos por tentar su suerte.”

No hay duda de que el nacionalismo está aumentando en China, al tiempo que Estados Unidos ha iniciado dos guerras después de los ataques del 11 de septiembre, pero ninguno de estos países tiene una actitud belicosa o complaciente acerca de una guerra limitada. China aspira a tener mayor peso en la región y Estados Unidos tiene aliados regionales a cuya defensa se ha comprometido. Siempre es posible que haya errores de cálculo, pero el riesgo se puede reducir mediante las opciones de políticas adecuadas. De hecho, ambas potencias tienen fuertes incentivos para cooperar en varios ámbitos, como el energético, el cambio climático y la estabilidad financiera.

Más aún, si bien la Alemania de 1914 estaba pisando los talones a Gran Bretaña (y ya la había superado en términos de potencia industrial), Estados Unidos sigue estando a décadas de distancia de China en recursos generales en los ámbitos militar, económico y de poder blando. Si se embarcara en una aventura política demasiado arriesgada, China podría poner en riesgo lo que lleva ganado interna y externamente.

En otras palabras, Estados Unidos tiene más tiempo para manejar sus relaciones con una potencia en ascenso que el que tuvo Gran Bretaña hace un siglo. Una actitud demasiado temerosa puede resultar siendo una profecía autocumplida. Otro asunto es si Estados Unidos y China manejarán bien su relación, pero el modo como lo hagan será el dictado de las decisiones humanas, no de alguna ley histórica ineludible.

Una de las lecciones que podemos aprender de los sucesos de 1914 es desconfiar de los analistas que plantean analogías históricas, especialmente si tienen un aire de inevitabilidad. La guerra nunca es inevitable, aunque la creencia en su inevitabilidad sea una de sus causas.

 

(*) Ex subsecratario de Defensa de Estados Unidos, profesor en la Universidad de Harvard y autor de "The Future of Power".

 

FUENTE: Project Syndicate

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hola@fundamentar.com (JOSEPH S. NYE (*)) Opinión Fri, 17 Jan 2014 15:44:14 -0300