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Fundamentar - Provincial https://fundamentar.com Thu, 28 Mar 2024 07:16:02 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Vendaval Para Cambiar https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6773-vendaval-para-cambiar https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6773-vendaval-para-cambiar Vendaval Para Cambiar

Las elecciones PASO en Santa Fe ya sucedieron y dejaron, como cada domingo electoral, múltiples variables de ser analizadas. Lo más evidente, por la contundencia de los números de la interna de Unidos para Cambiar Santa Fe (los cuales pueden ser proyectados al escenario de las generales), es el triunfo del ex ministro de Seguridad de la provincia y actual diputado Maximiliano Pullaro y que, como se suponía de antemano, el escenario electoral de tercios es historia. Pero también existen otros datos que no pueden dejar de ser puestos bajo la lupa del análisis para magnificar lo sucedido el día domingo. Primera aproximación descriptiva de una jornada con un evidente impacto político. Como siempre, pasen y vean.

Antes del comienzo, un par de aclaraciones metodológicas de rigor. La primera refiere a que al analizar las PASO 2023, realizaremos el abordaje desde el método comparativo con las elecciones del mismo tenor de 2019, ya que algunos nombres siguen teniendo vigencia y porque abundan explicaciones en redes y medios donde se mezclan hechos y situaciones políticas absolutamente distintas. Cómo nos han enseñado nuestros docentes, las peras se comparan con peras, no con otras frutas. Además, debemos dejar asentado que los datos con los que trabajaremos refieren a los resultados provisorios con los que contamos para este 2023, en contraposición con el escrutinio definitivo de lo sucedido cuatro años atrás.

La segunda aclaración refiere a que en la mayoría de los indicadores utilizaremos números absolutos y no porcentuales ya que de esa forma se explican de manera mucho más precisa ciertos triunfos y derrotas personales y colectivas.

1. Ausentismo

En 2023, en la provincia de Santa Fe, asistieron a votar algo más del 63% de los habilitados a hacerlo (2.811.000). Si bien la cantidad de electores viene subiendo (en esta oportunidad se agregaron alrededor de 83.000 jóvenes de entre 16 y 18 años), los porcentuales de asistencia vienen en baja: 69, 5% en 2019, 72,5% en 2015, 73,6% en 2011 y 77, 4% en 2007 cuando se inauguró el sistema de las PASO. Respecto de hace cuatro años, 136.000 electores no se presentaron a cumplir con su derecho / obligación. El problema del ausentismo creciente es persistente y es real. Resulta inútil negarlo.

2. Performance de Juntos Avancemos / Peronismo

En las PASO 2019, las fórmulas conducidas por Omar Perotti y María Eugenia Bielsa alcanzaron la totalidad de 704.000 votos, mientras que en la elección del último domingo las cuatro fuerzas que compitieron en la interna alcanzaron los 420.000 votos. Una diferencia de 284.000 menos, lo que permite afirmar una primera hipótesis que supone que a más opciones internas, no siempre le corresponden más votos.

3. Performance de Unión para Cambiar Santa Fe / FPCyS – Cambiemos.

Otra aclaración. En 2019 UPCSF no existía como espacio político, ni formal ni informalmente. Pero si recurrimos a la construcción de este indicador lo hacemos porque la contundencia de ciertos números de cuatro años atrás y los de estos días, vienen a confirmar una decisión política que no estuvo exenta de polémica hace unos meses atrás.

En 2019, el Frente Progresista Cívico y Social estaba conformado por el mayor peso del Partido Socialista y de parte de la Unión Cívica Radical. Algo parecido sucedía en Cambiemos donde la unidad se sustanciaba entre el PRO y otra parte (menor) del centenario partido. La primera de estas alianzas, conducidos por Antonio Bonfatti obtuvo en las PASO 510.000 votos mientras que los segundos, con José Corral a la cabeza alcanzó los 322.000. Si uno utilizara las matemáticas de manera caprichosa, notaría que entre ambas fuerzas llegaron a los 832.000 votos contra los poco más de 750.000 que alcanzó Omar Perotti en la general de junio de ese año y que lo convirtieron en gobernador de la provincia.

Señalamos este detalle que no es menor, corriéndonos de cierto rigor metodológico, dado que esa suma fue la que llevó a que un grupo de dirigentes idearan, aceptaran y le propusieran al conjunto de los santafesinos la creación del “frente de frentes”. Todo eso se confirma si observamos que para la general de 2019, ambos espacios alcanzaron la suma de más de 1.016.000 votos. Segunda hipótesis a tener en cuenta: para estas primarias, el electorado santafesino no peronista, aceptó de buen grado la creación de UPCSF.

4. Los votos del peronismo. ¿Dónde fueron?

Señalamos antes que el peronismo perdió 284.000 votos entre ambas PASO. También comentamos que no asistieron a votar 136.000 ciudadanos y ciudadanas. Poniendo la mirada sobre las otras fuerzas para el cargo de gobernador, notamos que en conjunto sumaron alrededor de 30.000 votos más en este 2023. Y si observamos que el total de votos de UPCSF alcanza los 952.000 sufragios, notaremos que los triunfadores de éste último domingo obtuvieron 120.000 votos más que en 2019. Casualidades o no, sumados los últimos tres ítems, llegamos a una diferencia de 286.000.

¿Podemos afirmar, tal vez de manera arriesgada, que esa totalidad refiere a lo perdido por el peronismo? Parece prematuro dar una definición taxativa, pero si tenemos en cuenta que los cuatro candidatos oficialistas no pudieron correrse de la dificultad de ser la voz de un gobierno poco ponderado, que unos cuantos ciudadanos y ciudadanas se quedaron en casa, y que la imagen de Omar Perotti, que en otros tiempos ha sabido seducir a sectores “independientes”, poco reacios a acompañar al kirchnerismo peronista (había de 3 de 4 candidatos en Juntos Avancemos), también quedó alcanzada por los cuestionamientos. Tal vez sea justo decir que arriesgamos una tercera hipótesis que explique que los votos perdidos deban buscarse en el ausentismo, en el moderado crecimiento de las fuerzas políticas menos importantes y en el mayor caudal electoral que aportó UPCSF.

5. Figuras políticas desgastadas

 En la elección del último domingo, se presentaron tres protagonistas con un ejercicio común entre 2019 y 2023: Omar Perotti, José Corral y Antonio Bonfatti tienen como hecho coincidente que hace cuatro años participaron de las PASO en condición de candidatos a gobernador y que en esta oportunidad lo hicieron como cabezas de lista para ser diputados provinciales, tratando de prevalecer en una práctica que supo imponer el rosarino, que luego también desarrolló Miguel Lifschitz a los fines de convertirse en jefes de la Cámara de Diputados.

Algo también los une: el deterioro político de sus figuras. En los tres casos perdieron votos de una manera notable. La secuencia muestra ese deterioro: Omar Perotti perdió 224000 votos (48%), el ex intendente de Santa Fe 174.000 (46%) y Bonfatti 420.000 (82%), donde puede decirse que el rafaelino hasta ahora salvó la ropa porque resultó triunfador en su interna, aunque si se repitieran los resultados del domingo, el actual gobernador quedará subsumido a un espacio menor en la legislatura.

El electorado santafesino se expresó y todo está por definirse ya que, de acuerdo a una verdad de Perogrullo, las elecciones PASO y las generales, a veces, nada tengan que ver entre sí. Aunque algunos la tengan muy difícil y otros ya se sientan ganadores definitivos.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Wed, 19 Jul 2023 21:11:19 -0300
Inestable https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6733-inestable https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6733-inestable "Equilibrio de piedras"

Hoy un juramento,
mañana una traición,
amores de estudiantes,
flores de un día son…
Amores de Estudiantes

(Carlos Gardel)

Inestable con pronóstico reservado. Así podría definirse el estado de las cosas en la política argentina de comienzos de octubre de 2022. A poco menos de un año de una elección presidencial que podría traer como novedad secundaria, la jubilación de varios dirigentes, la semana que acaba de concluir fue pródiga en reflejar los límites con los que conviven los dos frentes políticos más importantes de la Argentina. Nada parece ser seguro. Y nada indica que la tranquilidad del momento no se convierta en un tembladeral a las pocas horas. Flores de un día nos entonaría ese mito llamado Carlos Gardel. Repasemos.

La semana en Juntos por el Cambio comenzó con la posibilidad concreta de encontrar un enemigo interno sobre el que hacer recaer variados cuestionamientos. Por distintas razones, las declaraciones del diputado Facundo Manes, ante la requisitoria del empresario y operador periodístico Luis Majul, al afirmar que el PRO practicaba el populismo institucional, desató una ola de cuestionamientos que parecieron desproporcionados.

Y lo calificamos de esa manera porque, si hace unas pocas semanas atrás reinó el silencio de radio cuando la ex diputada Elisa Carrió calificó al diputado Cristian Ritondo de narcotraficante, no se entiende del todo porqué una descripción política dicha como al pasar, que no mereció siquiera la repregunta del entrevistador, haya desatado la hilada de calificaciones que recayó sobre el neurocirujano, quien quedó expuesto en una soledad inicial que sólo se apaciguó con un comunicado de la UCR de la provincia de Buenos Aires, espacio donde Manes funge de jefe político.

Las razones de las diatribas son múltiples. Para la conducción del partido a nivel nacional, que lleva adelante el carcelero de Milagro Sala, Gerardo Morales, hombre con inocultables manejos plenipotenciarios de su provincia; la crítica al médico devenido en dirigente obedece a la necesidad de “limar” a un posible adversario en la interna radical para presidente. Dicen los que dicen que saben, que Manes quiere ir por el premio mayor y no por el consuelo que representaría la gobernación de Buenos Aires.

https://twitter.com/PatoBullrich/status/1577119281673740290

Para el PRO, la seguidilla declarativa de sus principales dirigentes radica en un doble motivo. El primero, puede definirse como coincidente con el de Morales. El segundo, trata de dar una señal al propio radicalismo respecto de quien ocupa el centro de la escena en la coalición opositora. Con todo, debe señalarse (otra vez) que Mauricio Macri sigue ejerciendo la jefatura de las fuerzas amarillas. Más allá de que en la semana se produjo algún atisbo larretiano de que está dispuesto a ir en la interna contra el mismísimo ex presidente, lo cierto es que la defensa (exagerada) de sus copartidarios define quién es la figura que sobresale del resto.

Todo ello no impide que el hijo de Franco no siga mostrando su verdadera personalidad. En España, en un encuentro de la Fundación Internacional para la Libertad, (hermana mayor de nuestra conocida Fundación Libertad), y flanqueado por el inefable Mario Vargas Llosa y el rosarino Gerardo Bongiovani, no tuvo ningún prurito de calificar a la sociedad argentina como fracasada. Habló de setenta años de esa condición y uno no termina de discernir del todo cómo analiza al gobierno que supo conducir, presentando el récord regional de ser el primer presidente que estando a cargo del gobierno, pierde la elección en primera vuelta. Cosa de los egos.

Si en el oficialismo alguien supuso que resultaría una semana propicia para usufructuar políticamente las comidillas opositoras, rápidamente la realidad le devolvió un espejo donde mirarse. Más allá del buen recorrido que lleva el tratamiento del presupuesto en la Cámara de Diputados y de los indicadores que señalan un nuevo crecimiento de la economía para el mes de agosto; dos hechos pusieron límite a cierta perspectiva positiva. Ambos, condicionados por la violencia.

El primero, por lo sucedido en el sur, en Villa Mascardi, cerca de San Carlos de Bariloche, más precisamente con la represión cometida contra la comunidad Mapuche. Y el segundo, más cercano, con los hechos de La Plata, donde la represión policial desatada durante un partido de fútbol derivó en el fallecimiento de un hincha, hecho que tuvo inmediato rebote en el sistema político argentino.

Para el caso Mapuche cualquier análisis que pueda realizarse a la distancia presenta una triple dificultad en el abordaje: por la distancia física de los hechos, lo cual redunda en unos pocos medios que suelen dar cobertura (sesgada) a lo que allí acontece; por el condicionamiento ideológico de muchos protagonistas y por la existencia de distintos grupos territoriales que durante su gestión el macrismo se encargó de estigmatizar a los fines de justificar la represión que terminó en dos lamentables muertes: Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.

Para complejizar el cuadro, se cuenta con una gobernación (la de Río Negro) que recurrentemente aboga por la ayuda del Estado nacional, que no se destaca por propiciar un diálogo sostenido con la comunidad y con una Justicia Federal que termina dictando medidas que violan los principios más elementales de los derechos y la empatía humana. Trasladar a un pequeño grupo de mujeres detenidas (4), a una cárcel federal en la provincia de Buenos Aires, sin más argumentación que la protección de su vida, se parece antes que nada a una provocación de quien más poder tiene, antes que a una decisión humanitaria. La decisión sabatina de parte de la misma jueza Silvina Domínguez de ordenar un nuevo traslado a Bariloche, luego de los distintos reclamos nacionales e internacionales, en nada modifica la violación original sobre los derechos de las detenidas.

La forma en que se llevaron adelante los operativos y la decisión del gobierno nacional de aceptar ciertas órdenes judiciales sin más recaudo que la no utilización de balas, generaron un evidente malestar político al interior del Frente de Todos. La más importante derivó en la renuncia de la ministra de las Mujeres, Género y Diversidad de la Nación Elizabeth Gómez Alcorta, quien cuestionó en su carta de renuncia las acciones emprendidas desde la gestión de Aníbal Fernández. Si la ahora ex ministra, que encabezaba una gestión seriamente cuestionada por algunos espacios del feminismo, desgastada, aprovechó la oportunidad que le presentaban los hechos sureños para presentar la renuncia, es algo que sólo su conciencia lo sabe. Lo real y concreto es que terminó derivando en un nuevo problema político para el presidente Alberto Fernández.

Para el peronismo los problemas no terminaron allí. Los hechos acontecidos en la zona del estadio de Gimnasia y Esgrima de la Plata, con la represión policial y el posterior fallecimiento de un hincha producto de un paro cardíaco, dolorosamente, no representa ninguna novedad para quienes transitan las canchas del fútbol argentino.

El hecho, que no es muy distinto de lo que, históricamente, por ejemplo, ha realizado la policía santafesina, sobresale por múltiples factores: demuestra por enésima ocasión la nula capacidad operativa de algunas fuerzas de seguridad para resolver ciertos conflictos, afecta a la gestión de Axel Kicillof, quien está posicionado para intentar ser reelegido en 2023 y pone en cuestionamiento la figura de su ministro de Seguridad, el médico Sergio Berni, quien se ha caracterizado por bravuconadas y shows mediáticos que lo muestran como la peor de la representación que puede mostrar para sí el Frente de Todos, allí en la provincia más grande de la Argentina.

Que Berni haya llegado a esta altura de la gestión frentetodista, pareciéndose más a un provocador serial de sus propios (¿ex?) compañeros, antes que a un funcionario abnegado y comprometido con un trabajo de conjunto, sólo podía explicarse desde cierta eficacia a la hora de la conducción policial. Algunos, más audaces, insistían con la teoría que ese discurso y accionar que bordeaba un machirulismo congénito, era aceptado hasta ahora por su conducción política porque, supuestamente, interpelaba por derecha a cierto sector social que gusta de las bravuconadas del ex militar.

Pero cuando se debe responder por un muerto en un hecho deportivo, por el ataque a balazos a camarógrafos, por haber sostenido una represión con gases lacrimógenos durante 45 minutos que derivaron en la utilización de no menos de 400 cartuchos, o por tener que agradecer a la divina providencia que permitió que el estadio “tripero” no se haya convertido en un nuevo caso que emulara la Puerta 12 en pleno siglo XXI; sólo debería quedar la salida para el funcionario de turno. Si el gobernador/candidato lo sostiene, sólo pagará un innecesario mayor costo político.

Ninguna de las dos coaliciones logra consolidarse con cierta calma de cara a un 2023 que configurará un nuevo mapa político en la Argentina. Por momentos, ciertas disputas parecen reivindicar la idea del todos contra todos, sin importar los límites, los condicionantes y las posibilidades reales de gestión y de construcción política, según sea el caso. Nada parece firme y definitivo. Inestable. Como toda buena primavera que se precie.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 09 Oct 2022 11:44:00 -0300
En su salsa https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6633-en-su-salsa https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6633-en-su-salsa En su salsa

Mientras el oficialismo convive con los límites que impone la gestión y las diferencias que han quedado expuestas desde setiembre de 2021, profundizadas por el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la derecha argentina empieza a dar señales cada vez más claras y evidentes de qué tipo de gobierno desea conducir en caso de ganar las presidenciales del año próximo. Más allá de las internas, que son también a cielo abierto, la semana que culmina fue pródiga en algunas definiciones que merecen ser revisadas. Repasemos.

La derecha argentina se aglutina en el conjunto que supone el espacio de Juntos con el flamante agregado de la figura de Javier Milei, quien ha sabido ganarse un lugar en la atención pública, a fuerza de las recurrentes invitaciones de programas de televisión por cable y que con un discurso que lo ubica en el extremo político, se ha convertido en legislador de la Nación.

Esa derecha que se dice protagonista del siglo XXI, pero que cuando se le presta atención a su derrotero político (con las variantes del caso), representa valores decimonónicos, se imagina con reales posibilidades de un triunfo electoral. Esto se ancla en tres factores determinantes: a) un tiempo social donde soplan vientos tan extraños que lo que resulta en su esencia conservador, se muestra a la vista de todos como transgresor y transformador; b) el momento político de un oficialismo que no termina de saldar una interna persistente y que genera un enorme desgaste cotidiano y c) en el hecho de que supo construir un núcleo duro de pertenencia que se articuló más allá del enorme fracaso de la gestión macrista y que se sostuvo por la radicalización operada entre 2017 y 2018, cuando el triunfo legislativo primero y la devaluación después, operaron en la necesidad de mantener lo propio, dejando de hablarle a “todos” los argentinos. A ello se sumó la llegada de la pandemia (marzo de 2020) que puso la agenda pública en otro lugar, evitando la incomodidad de que no pocos dirigentes rindieran cuenta de la gestión que sucedió al kirchnerismo.

Los tres espacios que componen la derecha argentina, que, aunque nos cueste aceptarlo, llegaron para quedarse, esta semana produjeron novedades dignas de mención.

https://twitter.com/UCRNacional/status/1530369173573885953

La Unión Cívica Radical, con sus internismos a cuestas, referenció nuevamente a la Convención como ese espacio institucional que le permite mostrarse como un partido con todas las formalidades que a cierta partidocracia le gusta referenciar y que se sostiene en el tiempo. Lo que ha empezado a despejarse con algunas decisiones de última hora y con la elección de Gastón Manes como presidente convencional, es que su hermano y socio comercial Facundo, intenta mostrarse como un segundo precandidato presidencial que se sume a lo que ya definido públicamente Gerardo Morales. Algunos, demasiados optimistas, van por más, e imaginan al neurocirujano como único precandidato que represente una especie de síntesis radical sobre el que el centenario partido debería recostarse en lo que será una inevitable PASO, allá por agosto de 2023 con el Pro.

Ahora bien, mientras ese internismo se canaliza y se declama unidad en la Convención, también debe decirse que no sale de ese espacio ya que, por ejemplo, al interior del bloque de la Cámara de Diputados, las divisiones siguen a la orden del día. Y, por otro lado, el partido fundado por Leandro N. Alem, no parece superar el umbral de esas discusiones, sin mostrar demasiadas propuestas a la sociedad, de qué harían en caso de ser gobierno a partir del 10 de diciembre del año que viene.

Quien sí se animó a mostrar algunas cartas fue el propio Horacio Rodríguez Larreta quien, en un par de ocasiones, brindó definiciones que lo alejan de ese perfil de “paloma moderada” que ha intentado mostrar al cabo de su proyección política. En primer término, definió que no respeta (y nunca lo hará) al presidente Alberto Fernández, a partir de las diferencias que han surgido en las gestiones de ambos. Luego confirmó que, en caso de llegar a la primera magistratura, intentará gobernar en acuerdo con el 70% de la representación política de los argentinos, lo cual supone excluir el 30% restante que tributa en el kirchnerismo. Rareza uno: extraño el caso de republicanos que se imaginan a sí mismos como tales, pero que en el devenir de su construcción política, no respetan al adversario y se imaginan gobernando sin la representación que supone un espacio con varios millones de votos en su haber.

No conforme con esto fue por más. Anunció que propiciará una reforma laboral y una reforma jubilatoria, sueños húmedos de una dirigencia empresarial que cuando le va bien pide reformas que, a la larga, generan tal nivel de exclusión social que termina yendo en contra de sus propios intereses y que, cuando a partir de esas medidas el deterioro es evidente, pide un Estado activo que lo saque de la crisis. Esta historia, de algún modo, resulta recurrente y circular, repitiéndose una y otra vez, desde hace, por lo menos, un siglo. Rareza dos: más extraño el caso de pedir reformas laborales en contextos donde el desempleo ha bajado al 7% y la actividad económica bate algunos récords dignos de mención.

https://twitter.com/Ambitocom/status/1528727648054022144

Del otro lado, quien en algún momento fue su jefe político y con quien el actual jefe de gobierno porteño mantiene una relación de idas y vueltas que se resumen en la sobrevivencia política de ambos, también conocimos declaraciones televisivas. En una nota en el programa que conduce la inefable Viviana Canosa (tratamos de ser sutiles), Mauricio Macri afirmó que su gobierno empezó a decaer cuando le tiraron toneladas de piedras a la casa de gobierno. Evidentemente el ex presidente no tiene la más mínima autocrítica real de lo que ha sido su gestión. Con esas y otras declaraciones que van en el mismo sentido, confirma el por qué le fue como le fue, hablándole, en definitiva, al ciudadano que representa la figura, si se quiere, del analfabeto político. Sólo así, en la apelación a cuestiones emocionales, se pueden entender esos dichos.

El error macrista fue interpretar que un buen resultado electoral como el de 2017, representaba un cheque en blanco para hacer cualquier cosa. En ese contexto debe enmarcarse la reforma jubilatoria a fin de ese año, sancionada sin el más mínimo consenso opositor y debiendo sumar a ello el marcado deterioro social que trajo aparejada la devaluación de junio de 2018.

Para tener una renovada proyección política, Macri necesita (al igual que Patricia Bullrich, que de alguna manera sería quien tomaría la posta de esa representatividad) operar sobre una especie de trotskismo de derecha, haciendo que el viejo oxímoron de “cuanto peor mejor”, le habilite un deterioro en las expectativas del actual oficialismo y sus votantes de 2019 y un fortalecimiento de buena parte de ese núcleo duro que conserva el PRO desde 2015.

Pero, ese camino, de alguna manera enfrenta un riesgo tangencial ya que en un escenario de marcado deterioro social, con un peronismo que no haya sabido cumplir con el contrato electoral que le fue encomendado, nadie puede garantizar que esa onda expansiva no pueda alcanzar al ex presidente de Boca Juniors, que el último domingo le debe haber dejado una mueca a mitad de camino de satisfacción y disgusto, ya que el campeonato xeneise empodera, indudablemente, a sus detractores políticos que habitan el club de la rivera porteña.

Ese riesgo alcanza al resto de los contertulios que componen el espacio de Juntos, pero potencia de alguna manera, al otro integrante de esta tríada, Javier Milei, quien, en la semana que está terminando y a partir del horror que supone el crimen de 21 personas en una escuela texana, no tuvo empacho en reconocer que la libre portación de armas es una opción que le resulta viable.

https://www.youtube.com/watch?v=CKVdMJIdwX8

De tan claro, lo de Milei ya resulta una obviedad: desde su enojo ficticio le habla a los enojados reales. Y en el devenir va tejiendo alianzas al interior del país ya que la política, aún en tiempos de redes y virtualidades también se construye en el territorio, y es por ello que empezó a mostrarse con algunos referentes que bien valen mencionar.

Para muestras, dos botones: se supo que la fulgurante estrella política asistirá en algunos días a un acto en Tucumán con Ricardo Bussi, hijo del represor y asesino tucumano (de quien fuera su asesor en el Congreso de la Nación); y días atrás nos enteramos que en nuestra región logró un acuerdo con José Bonacci, ex concejal, experimentado hombre en conocer todos los vericuetos del sistema electoral santafesino, titiritero de variadas marionetas políticas, creador de cuanto sello partidario pueda imaginarse, fundador del Partido del Campo Popular, de UNITE  y personaje político que en algún momento estuvo cercano a Alejandro Biondini. Que el estimado lector y la querida lectora saque sus conclusiones de cómo se vinculan libertarios estos outsiders de la política. Es indudable que Dios nos cría y el viento nos amontona.

Agosto de 2023 está lejos, pero no tanto. En tiempos políticos, económicos y sociales complicados, aquellos que quieran protagonizar el tiempo que viene, deberán exponer cada vez más claramente sus ideas. Esta semana que pasó, por las razones que expusimos líneas más arriba, la derecha argentina se mostró en su salsa: el radicalismo con su internismo a cuestas, Rodríguez Larreta endulzando oídos empresariales, Macri jugando al yo no fui y Milei reconociendo que las miserias de la sociedad norteamericana, esa que le garantiza la tristemente célebre segunda enmienda de portar armas, resulta una aspiración en sí misma. Todo ello quedó a la vista. Estamos avisados.

 (*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 29 May 2022 11:19:06 -0300
Giro a la derecha https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6590-giro-a-la-derecha https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6590-giro-a-la-derecha Giro a la derecha

Estoy imaginándome otro lugar,
estoy juntando información,
estoy queriendo ser otro (otro tipo, loco).
Mi necesidad se va modificando con las demás,
así mi luna llega a vos, así yo llego a tu luna.

Fito Paez

Si la política se nutre de actos y de gestos, en tiempos de virtualidad las fotos saben representar hechos en sí mismos, que suelen decir mucho más de lo que la imagen refleja. Algo de eso puede decirse de la reunión del intendente rosarino Pablo Javkin con el gobernador de Jujuy y presidente del partido Unión Cívica Radical, Gerardo Morales, y un conjunto de legisladores nacionales en la tarde noche del jueves en Rosario. Repasemos.

Inicialmente debe decirse que la foto, de indudable importancia para la política local y regional, se enmarca en un contexto de reconfiguraciones de cara a 2023 y donde se comienzan a rediscutir múltiples liderazgos. Si algo deja asentado este año que recién se inicia, es que mucho está por hacerse y que, para los distintos frentes que protagonizan el día a día, sea a nivel nacional, provincial o comunal, todo está por construirse.

En líneas generales, sea en las oposiciones o en los oficialismos, no existen candidaturas naturales existiendo un gran camino por desandar. Y el encuentro rosarino de radicales más alguna recién llegada al redil, así debe entenderse.

Podríamos hablar de un tiempo de transición que acarrea una suma de “realidades” que se van construyendo y de suposiciones que sirven para que ciertas especulaciones tomen una carnadura que inicialmente no pasan de ese estado. La foto del intendente y sus ¿pares? radicales, marca un rumbo que seguramente tomará Javkin en el año próximo pero que viene a complementar otros encuentros con dirigentes de Juntos por el Cambio: reuniones cafeteras con Horacio Rodríguez Larreta y Martín Loustau en el pasado o el más reciente encuentro con Guillermo Montenegro, ex ministro de seguridad porteño en la gestión de Mauricio Macri en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y actual intendente de Mar de Plata, en las recientes vacaciones del rosarino, así lo confirman.

Pablo Javkin y Germán Montenegro
Pablo Javkin y Germán Montenegro

El encuentro del día jueves viene, más allá de las declaraciones de ocasión, a satisfacer necesidades mutuas. Para el radicalismo que encabeza Morales trae consigo la necesidad de consolidar el proyecto político de una candidatura presidencial que tenga potencia hacia el interior de Juntos por el Cambio. Hemos señalado hasta el cansancio de la fortaleza del radicalismo en su expansión territorial, lo cual sirvió de base para el desarrollo político de Cambiemos allá por 2015.

Recientemente elegido para conducir los destinos de la UCR, el gobernador jujeño necesita juntar tras de sí, la mayor cantidad de masa crítica que oxigene un espacio que en no pocas oportunidades queda subsumido por las lógicas porteñas y bonaerenses, justamente allí donde se hacen fuertes los amarillos del PRO.

El rosarino es un desconocido en las grandes lides de la coyuntura nacional, pero, justamente, si hay algo que debe aprovecharse en política es que, aquello que no tiene un techo visible puede ser pensado como espacio de crecimiento. Esa es la necesidad de Javkin: su roce con pesos pesados del partido puede servirle (y mucho) para una candidatura a la gobernación santafesina. La presencia de los legisladores Mario Barletta, Mario Negri, Dionisio Scarpin o Carolina Losada suma a todo aquello que, por ahora, no se reconoce públicamente y que entra en el juego de las suposiciones.

Por lo pronto digamos que la gestión del ex dirigente de Franja Morada al frente de la ciudad de Rosario carece de cuadros políticos con luz propia. Con la sola excepción de Leonardo Caruana, secretario de Salud que deviene de la gestión anterior, quien se destaca por historia, pero también por el manejo de la pandemia, el gabinete municipal no cuenta con una figura que refleje políticamente el proyecto del intendente.

Sobresale, sí debe reconocerse, la figura de María Eugenia Schmuck, presidenta del Concejo Municipal de Rosario como dirigente cercana, complementando la alianza política Franco Bartolacci, a la sazón esposo de la experimentada edila, rector de la Universidad Nacional de Rosario, viejo correligionario del intendente y hombre que aportó los cuadros técnicos necesarios para la gestión, dejando de lado al funcionariado socialista que había integrado las áreas de la administración local durante casi tres décadas.

La gestión Javkin, y esto también debe decirse, parece opaca. No se hace visible, a más de dos años de gestión, un proyecto que resulte transformador de los viejos problemas de Rosario. En la infraestructura barrial todo está como era entonces: lejos de los bulevares hasta podríamos decir que los mismos pozos y la misma desidia en el sistema de transporte llevan a los rosarinos y rosarinas a referenciar aquella máxima de Mendieta que decía “estar mal pero acostumbrado”.

Javkin, Schmuck y Scarpin, el día siguiente de las elecciones
Javkin, Schmuck y Scarpin, el día siguiente de las elecciones

Una de las ya antiguas virtudes del socialismo que gobernó la ciudad, refería a que, más allá de las (a veces infantiles) quejas de que a Rosario no la dejaban ser, mostraba un proyecto tentativo de ciudad. Tenía mucho de aspiracional y más allá de sus rotundos éxitos y fracasos, ese “relato”, suponía una forma de entender la vida comunal. Eso se fue apagando con el tiempo y la administración del partido Creo no parece haber revivido.

Pandemia mediante y afectado por la crisis en materia de seguridad que se discute a balaceras y muertes en las calles de la ciudad, de la que el intendente no es responsable directo, pero sobre la que había dicho tener un plan en el transcurso de la campaña electoral de 2019; hasta el más pintado encontraría severos límites para mostrar determinado proyecto, cuestión que venimos analizando desde este portal en el plano nacional desde el mes de marzo de 2020. 

Javkin, Manes y Lousteau
Javkin, Manes y Lousteau

Pero digamos que no se visualiza un plan estratégico, escrito o no, ni se conocen los ejes centrales de la gestión de futuro. La sola idea de “vecindad” parece sobresalir en cierta línea discursiva y se destaca la apuesta a la virtualidad y a la digitalización de trámites como forma de alivio de nuestra vida frente a la siempre engorrosa burocracia estatal. Demasiado poco para una ciudad que supo ser la segunda del país.

Puede estar equivocado este articulista, pero invito a cada lectora y cada lector a la tarea de cada fin de semana: referencie en su cabeza o vuelque sobre un papel al menos cinco políticas o programas que vengan a transformar la realidad rosarina desde 2019 para aquí y seguramente encontrará poco material para la discusión.

https://twitter.com/GerardoMorales/status/1494459293084573697

Pero más allá de todo lo expuesto, aparecen dos pertinentes preguntas en el horizonte. La primera refiere a cómo convivirá Javkin con lo que representa la figura de Gerardo Morales. Si el actual intendente rosarino se fogueó en los 90’, actuando como dirigente de la Federación Universitaria de Rosario, cuestionando todo el entramado menemista, entre otras cosas a la corte adicta de Julio Nazareno y asociados, vale saber cómo se parará frente a la vergüenza que supone que la provincia de Jujuy cuente con un Tribunal de Justicia presidido por quien fuera funcionario de la administración Morales.

Desde su relato político, donde Javkin hace gala de cierta reivindicación republicana (así justifica, entre otras cosas, la sanción del proyecto de su autoría de la ley de Boleta Única que fue aprobada entre gallos y medianoche en la legislatura santafesina), ¿cómo le explicará al conjunto de los rosarinos su vinculación con el responsable político de la detención ilegal de Milagro Sala? Segunda tarea para el hogar.

Y finalmente, si el radicalismo en su conjunto parece dispuesto a dar batalla en la interna de Juntos por el Cambio, enfrentando en una candidatura presidencial a cualquier referente del Pro, y todo parece indicar que el intendente rosarino jugará esa partida, ¿cómo convivirá con la pertenencia a un espacio que llevó a la Argentina a una situación de debilidad económica, política e institucional como no se había conocido desde el 2001 hasta aquí? Dudas de un tiempo que está por venir y que parece lejano, pero que habrá que empezar a contestar, tal vez, más temprano que tarde.

En las letras del epígrafe, Fito Páez nos habla de la transformación y de la posibilidad del encuentro de nuestras lunas. “Giros, todo da vueltas como una gran pelota, casi no se nota”. Por calle Buenos Aires al 700 las cosas hace tiempo que empezaron a cambiar. Y ahora sí se nota.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 20 Feb 2022 11:34:37 -0300
El poder de los otros https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6583-el-poder-de-los-otros https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6583-el-poder-de-los-otros El poder de los otros

Si algún desprevenido, imaginaba que los resultados del proceso electoral 2021, a partir de la paridad que muestra la Cámara de Diputados, podía haber resultado relativamente inocuo en cuanto a sus efectos políticos; se equivocó, como diría mi abuela, de cabo a rabo. En la semana previa a las celebraciones de fin de año, el oficialismo presenció, de manera descarnada y sin ambages, cómo sus adversarios y enemigos hacían fila en la cola del cobro político de lo que trajo, como confirmación, la noche del 14 de noviembre. Repasemos.

Tres hechos marcaron el pulso de la semana, y que tienen directa referencia a lo sucedido en las urnas durante este 2021. Para el gobierno son dos malas y una que no alcanza como buena pero que puede ser calificada de aliciente: el fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre la composición actual del Consejo de la Magistratura (CM), la votación por el presupuesto 2022 y el dato de inflación de noviembre que se conoció a comienzos de semana.

Recordemos que el CM es un órgano creado a partir de la reforma constitucional sancionada en 1994 y que tiene como principal función promover los nombramientos de jueces y ejercer el control sobre su accionar. En su existencia se impone la idea de un equilibrio entre las partes (característica básica de cualquier régimen republicano liberal que se precie) y lo componen jueces, legisladores, un representante del Poder Ejecutivo, académicos y abogados (que actúan en representación de los Colegios). Originariamente, se conformó con 20 integrantes, a partir de una ley específica ya que la Carta Magna no define el número.    

En 2006, a partir de una ley legítimamente sancionada durante la primera etapa del kirchnerismo, y dado su exasperante lentitud de funcionamiento del organismo, se redujo el número a 13 miembros, restando poder al sector de los abogados. A partir del cambio en su composición, ganó en celeridad, amplió la cantidad de jueces nombrados por año, como así también el número de acciones revisadas.

En el caso del fallo judicial, algunos conceptos muestran a las claras el comportamiento corporativo que decidieron hacer prevalecer los cortesanos. La declaración de inconstitucionalidad tiene como principal argumento, la afirmación de que la reducción de integrantes del CM, favorecía al sector político, cosa que en los hechos nunca sucedió ya que, durante estos quince años, siguieron prevaleciendo las miradas ideológico – partidarias, antes que el trabajo de conjunto del sector político.

Pero más allá de los tecnicismos de ocasión, cabe decirse que, en su comportamiento, los jueces no aportaron ninguna novedad a la rutina del fin de 2021: fallaron quince años después sobre una cuestión de fondo que atañe a un organismo fundamental de la institucionalidad argentina (cinco años estuvo la causa en la Corte), generaron una serie de nuevas dudas importantes sobre el funcionamiento que viene, emitieron el fallo a partir de desempolvar un expediente que nadie explicó muy bien por qué se produjo ahora y no hace un año o en el futuro, y le impusieron un plazo de cuatro meses a otro poder, conformado por trescientos treinta y dos personas (es la suma total de senadores y diputados de la Nación), para que sancione una nueva ley a riesgo de que, vencido el plazo, todo lo que actúe el CM sea considerado nulo.

Arbitrariedad en el manejo de los temas a tratar, dudosa y forzada interpretación de una ley que benefició el funcionamiento del organismo e intromisión en los asuntos de otro poder. Los tres aspectos configuran el fallo cortesano conocido este jueves. Que parte de la corporación política celebre la decisión judicial, aceptando la imposición de límites de manera tan claramente expuesta, se parecería y mucho al Síndrome de Estocolmo, donde la víctima de enamora del victimario, pero en realidad, y esto hay que decirlo con todas las letras, ciertas corporaciones se parecen tanto entre sí que cuesta definir los roles en ciertas (o delitos). Para completar el escenario, el fallo se adelantó horas antes desde las páginas del ex gran diario argentino. Toda una definición en sí misma de los tiempos que corren.

Las preguntas se caen de maduro: ¿qué hacer con esta corte, con jueces sospechados en causas que nada tienen que ver con sus fallos judiciales, y que lenta, pero inexorablemente, se desprestigia día a día con decisiones arbitrarias que recuerdan los tiempos del menemato y los comienzos de este siglo, donde algunos de sus integrantes fungían como extorsionadores de guante blanco, antes que como hombres ejemplares en el ejercicio de una muy digna profesión? ¿Corresponde ampliarla como para diluir el poder de los actuales jueces, dividirla en salas que trabajen sobre las distintas especialidades del derecho o, directamente, pasarla a comisión a partir de los casos de corrupción que los salpican? Nadie tiene una respuesta del todo certera, pero dos cosas quedan en claro: que el nombramiento de un/una quinta integrante (para completar su número) no resolvería el problema en el largo plazo y que el oficialismo no tiene los números para imponer determinada voluntad.

Y si hablamos de ese límite, el mismo claramente quedó expuesto con el rechazo al presupuesto 2022 en la Cámara de Diputados de la Nación. Más allá de las estrategias oficialistas y opositoras, de la diversidad de discursos, de los cuestionamientos legítimos y payasescos; la votación trajo un récord para esta democracia que supimos conseguir: en los 38 años de su existencia, nunca se había rechazado la sanción de la llamada ley de leyes. A lo sumo, como sucedió en 2010 para el presupuesto 2011, la oposición no daba quorum y a otra cosa. En ese escenario, a la larga, pagaba algún costo político. En esta oportunidad, no hizo falta esperar las críticas a su negativa. Corrió riesgos y ganó. Aunque su mezquindad sea el eje central de la decisión tomada.

La no sanción del presupuesto deja a la vista tres efectos insoslayables: el primero refiere a las dudas institucionales. Centenares de obras, pequeñas y de las otras, la ampliación de los subsidios en transporte hacia el interior del país en un 70%, estaban garantizadas a partir del acuerdo con gobernadores e intendentes. Hoy, al devengar el presupuesto 2021 en formato 2022, nadie sabe muy bien qué va a pasar con aquello que iba a estar garantizado, nada y nada menos, que a través de una ley.

La preguntonta del día, la última del año queridos lectores, estimadísimas lectoras que habitan en Rosario: ¿cómo justificará, por ejemplo, Mónica Fein, ex intendenta de la ciudad, dirigente que siempre militó la supuesta discriminación de fondos nacionales para subsidiar el transporte, su negativa a votar un proyecto que garantizaba montos que iban por encima de lo que había sido la inflación en este 2021? No dejo de imaginar la alegría del intendente rosarino. Tarea para el período entre fiestas.

El segundo efecto tiene que ver con la supuesta discrecionalidad que traía el presupuesto 2022. En los hechos, y al rechazarse su aprobación, el oficialismo queda con las manos libres para, una vez devengado el anterior, manejar a su gusto las partidas del próximo período. No deja de ser una interesante paradoja denunciar superpoderes y habilitar con ciertas actitudes políticas, la ampliación y profundización de los mismos.

El tercer aspecto a señalar refiere a la relación con el Fondo Monetario Internacional. No resulta inocuo sentarse en la mesa de negociaciones por la deuda heredada del macrismo con la hoja de ruta que supone contar con un presupuesto aprobado, que no tenerlo. No es definitivo de nada, pero, y esto digámoslo en función de ciertas lógicas neoliberales y conservadoras, “no es una buena señal”.

La gran pregunta aquí es a quien favorece este escenario. La oposición encarnada en Juntos por el Cambio podrá ufanarse de haber aplicado una derrota legislativa al gobierno. Y eso es innegable. Pero a la vez, si esta práctica se consolidara, entra en una zona de riesgo ya que, en el próximo acuerdo con el FMI, que va a llegar inexorablemente, y que va a necesitar de aprobación legislativa, no podrá mirar para el costado ya que es quien generó el problema de un endeudamiento récord no sólo para el caso argentino, sino a nivel mundial, y por lo tanto, debería tener una actitud responsable y a la altura de las circunstancias.

También aquí vale preguntarse qué puede hacer el gobierno. Muchos hombres y mujeres ligados al oficialismo se tientan a imaginar poner en práctica un modelo de gestión ejecutiva que imite el período 2009 – 2011, donde una derrota legislativa de proporciones no resultó óbice para el triunfo posterior de Cristina Fernández de Kirchner.

Puede ser una opción, pero siempre debe tenerse presente que los escenarios políticos no se repiten del mismo modo. En este tiempo, en términos sociales, el núcleo opositor al gobierno resulta mucho más sólido y con la consiguiente traslación al sistema institucional que Juntos por el Cambio supo construir. Pero esa voluntad no se expresa, hoy, de manera homogénea. No son pocas las crónicas de sesión del jueves, que revelan los pormenores que casi llevan a la partición amarilla en diputados.

El gobierno tiene dos elementos a favor, coincidentes, de alguna manera con el escenario 2011: maneja los resortes de poder que supone la administración de la cosa pública y, además, la división opositora no es menor ya que cuenta con varios “pre pre candidatos” en las gateras, que disputan día a día y rato a rato, un lugar bajo el sol de cierta visibilidad pública que los muestre como confiables. Si encuentra el timing de gestión, se dejan de lado egos personales y de aquellos sectores que se ven a sí mismos como la verdad número 21 del peronismo, otro sería el cantar a la hora de saldar, en 2023, la diferencia del 9% en noviembre. Algo perfectamente recuperable en poco menos de dos años.

https://twitter.com/INDECArgentina/status/1470831024774995983

Y si hablamos de gestión, no todas fueron malas en esta semana para el oficialismo. El dato de inflación llegó como aliciente. Un 2,5% de inflación mensual no es una buena noticia en sí misma, pero si miramos con atención, veremos que la variación de precios de alimentos estuvo en el 2,1%. Cuando Roberto Feletti asumió en octubre, y propuso el acuerdo de precios de la canasta de alimentos, puso proa a diciembre, con todo lo simbólico que ello representa para el conjunto de los argentinos. No es poco, si vemos que en el mes de su llegada al gobierno la inflación de alimentos era del 2,9%. Es obvio que no alcanza, pero no deja de ser una respuesta interesante para aquellos voceros del libre mercado que veían en la propuesta del Secretario de Comercio Interior poco más que una herejía.

Llegan las celebraciones por el cierre de este 2021. Y en esta oportunidad coinciden en fin de semana, tiempo que nos tomamos para el trabajo de escribir y luego editar la publicación de esta columna en Fundamentar. Editor y analista tienen ganas de celebrar: el año de trabajo, las ganas de haber seguido pese a todo, la fidelidad de unos cuantos lectores y la realidad concreta de hacer lo que nos gusta. Decidimos parar por un par de fines de semana, porque habrá ganas de tomar alguna copa de más y de servirse esa porción extra de aquel plato que nos gusta. Pero, básicamente, tenemos dos enormes deseos: celebrar con los afectos y desearle a cada uno de los que nos acompaña, el mejor tiempo por venir. En este día y cada día. Y como dijo el querido Gustavo Cerati, “mañana, es mejor”. Salud. Hasta 2022.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 19 Dec 2021 12:17:15 -0300
A Pedir de Boca https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6410-a-pedir-de-boca https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6410-a-pedir-de-boca A Pedir de Boca

Tu rostro que suda es lo que perdura
Te arrastras por votos sin mostrar tus ojos
Tu bandera es solitaria
Tu discurso engaña
Amasas fortunas con tu cara dura
Te muestras sincero para hacerme valorar
Tu campaña solidaria
Que en verdad no vale nada
(“Sabes quién eres”. La Ley)

La semana que pasó debe ser pensada como un momento con saldo a favor del gobierno nacional. Más allá de los gritos (y sus portavoces) del 17 de agosto, y del clima de época que intenta construir un sector de la oposición; la penúltima semana del mes sirvió para mostrar en siete días una somera síntesis de lo que sucede en la política argentina desde hace varios meses. Son tres los temas más importantes por señalar: el día después del 17A, el devenir cotidiano del ámbito judicial (con reforma legislativa incluida) y la decisión ejecutiva de transformar en servicio público internet, la televisión paga y la telefonía móvil.  Repasemos.

Un éxito de mentirita. Dijimos hace una semana atrás que la convocatoria del 17A sólo traía como novedad que habían concurrido algunos pocos de miles de personas más que en las anteriores. Sin poner demasiado énfasis en el número, ya que esa variable en política debe ser siempre relativizado con la única excepción de las jornadas electorales, mostrar como exitosa, por ejemplo, una movilización de diez cuadras de autos, con unos pocos de miles de ciudadanos de a pie en el Obelisco en una ciudad como Buenos Aires, que sabe de masividades políticas que se cuentan de a cientos de miles, parece poco. Algo parecido podría de decirse de Rosario o Córdoba, respetando proporcionalidades.

En realidad, el hecho político convocado por algún artista famoso, la corporación mediática y Juntos por el Cambio (de manera oculta) debe ser pensado desde las consecuencias internas que le trajo a ese espacio y cómo lo puede haber afectado al gobierno. En el primer caso es claro que barrer la mugre debajo de la alfombra tiene sus límites. Pese a los intentos de relativizar las diferencias, las mismas quedaron expuestas en la reunión semanal vía zoom de las principales autoridades políticas, donde los reproches cruzados estuvieron a la orden del día. Horacio Rodriguez Larreta que quiere “ser” pero aún no puede, tiene como freno preciso la referencia política de Mauricio Macri que, a la distancia, sigue siendo la figura insoslayable del espacio y que, pese al fracaso de su administración y de la baja de su imagen en las encuestas, cuenta aún con un núcleo duro de confianza que parece haber elegido el corrimiento a uno de los extremos del espectro político.

El otro factor a tener en cuenta es cómo afectó la movilización al gobierno. Además del desgaste del principal frente opositor, las imágenes de muchos de los participantes favorece el “clink, caja” para las huestes de Alberto Fernández: la suma de anticuarentenas, violentos de cotillón (sean diputados o ciudadanos sin responsabilidades institucionales específicas), evasores consumados, antiperonistas furibundos y libertarios lanzadores de huevos a medios de comunicación, no puede menos que redundar en una mirada de rechazo de una sociedad que desde hace tiempo pretende otra forma de comunicación política. Si eran un problema los gritos de Cristina, no parece ser un buen mensaje preguntarse “cuando explota esto” o celebrar que “le hemos mojado la oreja al peronismo”, Ernesto Sanz dixit. Como cantan los muchachos de La Ley, tu rostro que suda es lo que perdura, y en este caso lo que se mantiene es la mirada despectiva de una forma de construcción política.

Con voluntad política, mucho se puede. Algo de eso pareció entender el Senado de la Nación cuando decidió avanzar en la revisión de los traslados de los jueces Leopoldo Bruglia y Pablo Bertozzi, pese a que la semana anterior la jueza en lo contencioso administrativo federal Alejandra Biotti lo había suspendido. En lo que se presentaba como un claro caso de conflicto de poderes, el oficialismo sostuvo que como el fallo no estaba firme, podía seguir con el procedimiento institucional que correspondía. Y a finales de semana se conoció la buena nueva cuando la jueza definió la cuestión de fondo: rechazó el amparo presentado dado que se advierte que el Consejo de la Magistratura ha dictado la Resolución N° 183/20 conforme a atribuciones que le son propias.

Por otro lado, para la semana que se inicia se espera la media sanción en la Cámara Alta y, según dejaron trascender desde Juntos por el Cambio, habría una vigilia política en las calles como rechazo a su aprobación. En el medio, la democracia argentina se pierde lo que tenga para aportar y decir en el proyecto de reforma, ya que esa fuerza política ha pretendido ningunearlo y no dar el debate pertinente. Algún mal pensado podría afirmar que lawfare mediante es muy poco lo que puedan agregar los legisladores de la fuerza amarilla. Pero no es el caso de este analista.

La pelea de fondo se dará en la Cámara de Diputados, donde Sergio Massa y Máximo Kirchner deberán hacer gala del buen funcionamiento de dos partes esenciales del cuerpo sin artrosis ni rigideces: cintura y muñeca (política). Habrá que ver hasta donde se profundiza el tratamiento en comisiones, cuales podrían ser los nuevos cambios, si se logra el famoso numerito 129 para el quorum, y si finalmente el proyecto se transforma en ley. Pero para eso falta. Y aunque unas pocas semanas parezca un plazo corto para cualquier proyecto legislativo, en nuestra Argentina de hoy, ese tiempo puede resultar una eternidad.

Completa el run run judicial el escándalo de las escuchas ilegales que alcanzan, indudablemente, al propio ex presidente de la nación, hoy representante de la Fifa. No lo dicen aún ni fiscales ni jueces, pero al conocerse la relación de su secretario Darío Nieto con otros funcionarios y agentes de inteligencia a cargo de esos operativos, nadie podría tomar relativamente en serio desde Gustavo Arribas para abajo, alguien respondiera políticamente a éste ignoto ex funcionario. ¿Cuál sería el sentido de vigilar a opositores, aliados, partidarios y periodistas si esa información no era utilizada para el apriete político? Si coincidimos con que la información es poder, queda claro políticamente para qué y quienes actuaban Nieto y compañía.

Guarda que vengo. Y el último viernes culminó con una decisión presidencial que seguramente hará mucho ruido. A través del Decreto de Necesidad y Urgencia n° 690/20, el Poder Ejecutivo determinó que la telefonía móvil, el uso de Internet y la televisión paga son servicios públicos y que hasta fin de año no habrá ningún aumento que no sea avalado por el propio Estado. Teléfono para Clarín. Conocida es la posición dominante del grupo en los tres sectores a partir de la aprobación de la fusión Telecom – Clarín del año 2018 y que el gobierno de Mauricio Macri supo validar.

https://twitter.com/alferdez/status/1296947273591554049

Más allá de los detalles técnicos del instrumento legal que lo sostiene, su sanción viene a poner en debate, otra vez, varias cuestiones centrales del siglo XXI: para quien se gobierna, si para las grandes corporaciones o para la ciudadanía; a qué llamamos servicios públicos, y en qué medida los derechos del consumidor son compatibles con las ganancias de empresas que, no muy lejos del concepto de monopolio, marcan la cancha al conjunto de jugadores. Nada nuevo tratándose de Clarín y sus amigos, voceros, empleados y alcahuetes de ocasión.

Y a la oposición la pone en aprietos: si sale a cuestionar el DNU en un contexto de crisis económica que se proyecta desde hace (al menos) dos años y que la pandemia profundizó (aunque empiezan a aparecer algunas señales positivas en el sector industrial, por ejemplo) para defender “las inversiones” empresariales, quedará expuesta como ariete de los grupos económicos. Si mira para otro lado, esos mismos grupos le recordarán a quienes deben responder. Nada nuevo bajo el sol. Dejamos librado a la opinión de nuestros lectores y lectoras a quien creen que defenderán estos dirigentes.        

El discurso engaña, amasan fortunas con la caradura. Los herederos de la libertadora y los jóvenes (y no tanto) que se autodefinen como libertarios no traen ninguna novedad a la política argentina. Tal vez su odio visceral, que siempre estuvo ahí, contenido pero presente, aparezca en un formato diferente, aunque nada rico aportan. La exclusión, el desprecio y la estigmatización del otro es un atributo de sentido en esas estructuras, por ahora, desordenadas. También por el momento, la construcción del “haber” político del gobierno que encabeza Alberto Fernández, es más importante que el “debe”. Más allá de pandemias, marchas y redes sociales.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Mon, 24 Aug 2020 20:21:40 -0300
El doble juego de los enemigos íntimos https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6407-el-doble-juego-de-los-enemigos-intimos https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6407-el-doble-juego-de-los-enemigos-intimos El doble juego de los enemigos íntimos

Enemigos íntimos del cálculo y de la norma,
Usureros del peligro y el azar
Vamos a invitarlos a escaparnos de las sombras
Y, sino lo conseguimos, nos da igual
Fito Páez – Joaquín Sabina

Juntos por el Cambio fue la fuerza derrotada en primera vuelta en las elecciones generales de 2019. Luego del (casi) papelón de las PASO de las que en la semana anterior se cumplió un año, la fórmula que encabezaron el viajero Mauricio Macri y el siempre presente en términos institucionales Miguel Ángel Pichetto, pudo “repechar” la cuesta y recuperar algunos puntos que hizo la derrota más digna. A partir de ese momento los distintos referentes del espacio pretendieron darle una pátina épica a ese 41%, pero el sol no se oculta con la mano: desde que existe la reelección presidencial en la Argentina, fue la primera fuerza política que pierde cuatro años más tarde de haber sido elegida.

Tan hábiles para la construcción de cierto sentido común que vino acompañado por el innegable apoyo de los grandes medios de comunicación, resultó un gobierno de incapaces a la hora de mejorar la calidad de vida de millones de argentinos. No sólo que no lograron ese objetivo, sino que, a contramano del recorrido de la década anterior, supieron provocar un deterioro tal, que elevaron a la categoría de pobres e indigentes a muchos de aquellos que los habían votado.

Lo que impone cierta tradición del devenir político marca que una fuerza política consolidada que sufre la derrota impuesta a Juntos por el Cambio, inicia, más temprano que tarde, un proceso de discusión interno que sirve fundamentalmente para cumplir con dos objetivos. El primero, hacer pagar el costo político a sus responsables, en muchos casos enemigos íntimos (y de paso sacárselos de encima) y el segundo, mostrar una profunda autocrítica de cara a la sociedad por todo aquello que se hizo mal y que sirva para intentar legitimarse en la discusión de la agenda cotidiana y, fundamentalmente, de cara al próximo turno electoral. Le sucedió al peronismo a partir de 1983, de 1995 y de 2015. Y le sucedió, aunque en menor medida, al radicalismo a partir de 1989.

Pero, en el caso de la fuerza amarilla, hasta ahora, eso no ocurrió. Lo que se le reclamaba en la historia reciente al kirchnerismo puro y duro, esto es, revisar todo aquello que hizo que perdiera entre 2011 y 2015, nada más y nada menos de 2.500.000 de votos, no aparece como una demanda a los protagonistas de la debacle argentina de la última administración. Mezcla de protección (otra vez) mediática, de negación absurda de muchos de sus dirigentes y de mirar para otro lado de muchos ciudadanos que decididamente los apoyaron, sólo hemos apreciado un breve tiempo de silencio de personajes de la talla de Mauricio Macri y compañía.

Créditos: Andrés Casciani
Créditos: Andrés Casciani

Indudablemente, lo que vino a cambiar todo ha sido la aparición de la propia pandemia del Coronavirus. Si hiciéramos un dudoso juego de proyección (la política siempre es lo que es), en agosto de 2020 estaríamos discutiendo los alcances del acuerdo con bonistas extranjeros, de la viabilidad de la economía argentina en un modo que no sea excluyentemente pensada como proveedora al mundo de materia prima, de las posibilidades de acercarnos lo más rápido posible al pleno empleo, etc. Hoy, la discusión es (en parte) esa efectivamente, pero se le agrega el agravamiento que trajo la pandemia. A las apuradas, con la referencia de lo que sucedía en Asia y en Europa, y con clara certeza de que el virus llegaría al país, hubo que armar una red de salud que no existía a nivel nacional como para enfrentar una pandemia inédita.

La decisión, acertada, de imponer restricciones desde mediados del mes de marzo, en el mediano plazo trajo el alivio de la situación sanitaria, pero a la vez, corrió el eje de la discusión política y, cómo no, nuestras rutinas de cada día. El eje social pasó a ser el “quédate en casa”. La premisa ha sido cuidarnos, protegernos y no salir a buscar el virus como bien nos ha enseñado el Dr. Pedro Cahn. La sociedad dejó de mirar el pasado reciente de un gobierno que desmejoró todos los indicadores de la macro y la microeconomía, para centrarse en el día a día y en el cuidado básico e íntimo.

Por ello, hoy, el discurso cambiemista sigue teniendo algo de potencia. A la cuarentena le respondieron con la falsa idea de libertad. Armaron estropicios conceptuales como la infectadura al calor de la fiebre delirante de supuestos intelectuales que comprenderían mejor que nadie el devenir social; Alfonso Prat Gay da lecciones de economía, Miguel Ángel Pichetto declama que el grupo de notables epidemiólogos que asesoran al presidente Alberto Fernández, no podrán caminar por las calles una vez concluida la pandemia; Patricia Bullrich nos cuenta sobre el desafío de la república en esta hora y así podríamos seguir llenando páginas, no de un artículo o de un dossier, sino de un libro. Nada nos explican de porqué desaparecieron miles de pymes, porqué aumentó el desempleo, porqué la política de mano dura fue un fracaso o porqué se han servido del Estado para proteger e incrementar los intereses de ellos y sus amigos.

Juntos por el Cambio intenta renovarse desde una épica falsa, barriendo la basura debajo de la alfombra. A la idea de la “cuarentena” le oponen la idea de libertad. A la idea de ciertas restricciones que nos protegen del virus, le oponen la decisión individual (siempre individual) de juntarse con los afectos, pese a todo. No importa si parte de los dirigentes de ese mismo espacio conviven cotidianamente con la administración de la crisis sanitaria: no interesa si Gerardo Morales que se mostraba como un ejemplo hace escasos dos meses, hoy tiene su provincia al borde del colapso sanitario. Como tampoco parece importar lo que tienen para decir y decidir políticamente Horacio Rodríguez Larreta como Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o Rodolfo Suarez como gobernador de Mendoza.

Si movemos un poco la hojarasca vemos lo falso de ciertas antinomias que le resultan necesarias a las huestes amarillas. Pero atención. Si bien una división posible podría ser la díada entre los amarillos que gobiernan y aquellos que no, no resultan muy distintos. En la semana anterior, mientras las autoridades partidarias convocaban, públicamente, a la marcha del día lunes 17, Rodriguez Larreta nos contaba que no era una convocatoria institucional del PRO.

Hay allí un doble juego de enemigos íntimos: mientras lo que tienen responsabilidades institucionales de gobierno ejecutivo tratan de mostrarse responsables y no dicen demasiado de lo que representa una marcha en plena pandemia; el otro sector bate el parche del republicanismo. El día después no podría ser más preocupante: al riesgo sanitario se le agregará una fuerza política que reivindicará valores de los que adoleció, y mucho, cuando fue gobierno, tratando de discutir LO QUE NO ES (y no sucede) para, de paso, evitar responder por lo que hizo mal. Como el tero, que grita en un lugar, pero los huevos de sus crías están en otro. Pura estrategia evasiva que muestra al principal frente de la oposición atendiendo en los dos lados del mostrador. Será muy interesante analizar la manera en que se construye discursivamente la campaña del año próximo al interior de ese espacio, entre supuestos halcones y supuestas palomas.

Como ya lo hemos señalado en estas mismas páginas hace unas cuantas semanas, buena parte de la dirigencia institucional de JxC ha apostado, peligrosamente, por el desgaste político de un gobierno que, apenas, tiene ocho meses de gestión. “Usureros del peligro y el azar, vamos a invitarlos a escaparnos de las sombras y, sino lo conseguimos, nos da igual” nos canta el dúo Páez – Sabina, en una autorreferencia artística. Siempre el arte nos salva, siempre nos invita a pensar, siempre sirve para poner las cosas en sus verdaderos claroscuros. Aunque venga en formato de una sencilla y algo vieja canción.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Mon, 17 Aug 2020 14:50:10 -0300
Cosas sin repuesto https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6396-cosas-sin-repuesto https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6396-cosas-sin-repuesto Cosas sin repuesto

Probablemente que todo eso debe ser verdad,
Aunque es más turbio cómo y de qué manera
Llegaron esos individuos a ser lo que son
Ni a quién sirven cuando alzan las banderas.
Juan Manuel Serrat

La semana pasada, cuando abordábamos el análisis político de cierta oposición en la Argentina (VER), sosteníamos que la pandemia había generado una especie de división entre los que tenían la responsabilidad de la gestión y quienes participan desde la irresponsabilidad que pueden habilitar las redes sociales y los medios hegemónicos.

Decíamos también que, ante el escándalo del espionaje macrista de la Agencia Federal de Inteligencia, al ala más dura de la conducción de Juntos por el Cambio le cabían tres acciones concretas: negar todo, ir para adelante y radicalizar su discurso. Este último fin de semana, y a partir del asesinato de Fabián Gutiérrez, ex secretario de Cristina Fernández y supuesto arrepentido en la causa de los cuadernos, pudimos confirmar que esos mismos referentes, a cargo de la conducción institucional de los tres partidos políticos que conforman la alianza política, eligieron el peor camino: el de la desestabilización política del gobierno nacional. 

Los hechos se desencadenaron con la velocidad de Internet. El viernes trascendió la noticia de la desaparición del ex funcionario y entre redes y portales, el hashtag “#CristinaAsesina” era tendencia en twitter para el día sábado. El paquete se cerraba con los títulos (vergonzosos) de los diarios dominantes de ese día. Muchos imaginaron la segunda versión del caso Nisman. 

Pero la desmentida llegó rápido. Tal vez por desconocimiento cabal del tema desde la distancia, tal vez por no tener periodistas propios en el lugar, lo cierto es que el desarme de la operación iniciada a última hora del día viernes, fue desmentida para media mañana del sábado, confirmando la muerte de Gutiérrez como un hecho policial. A partir de allí, cierta bonomía podía hacernos suponer que el tema pasaría al olvido en términos político-institucionales. Pero no. La respuesta vino de la mano de un comunicado firmado por la conducción de los tres partidos que componen Juntos por el Cambio (PRO, UCR y Coalición Cívica) y que dejaba un manto de dudas sobre la responsabilidad del propio Poder Ejecutivo en el asunto. Con una serie de presunciones de baja estofa, con un marcado desconocimiento de algunos elementos básicos consagrados por la Constitución Nacional, se abrió un camino peligroso y de posible no retorno.

En un contexto de polarización marcada, cierta oposición juega con cosas que no tienen repuesto (recuerde estimado/a lector que desde esta columna sostenemos que la oposición más visceral en la Argentina se complementa con el peso específico de los grandes medios y de las redes donde pululan personeros de cierta cloaca de ocasión). Así las cosas, pudimos ver en algún canal porteño a una heredera televisiva preguntando a “sesudos representantes de la república”, si el gobierno llegaría al final de su mandato. Todo esto complementado con el clima que se intenta crear de supuesta violación de la libertad de prensa y de expresión, ya que un pseudo periodista que daba a conocer escuchas ilegales y que tenía sólidos vínculos con los ahora investigados, estaría severamente complicado en la causa del espionaje macrista.

La pregunta aquí es ¿quién representa a quién? Desde la educación cívica básica, siempre se ha enseñado que los partidos políticos eran los actores institucionales que canalizaban las demandas de la sociedad. Por lo tanto, los dirigentes políticos eran la expresión, racional, de un conjunto de ciudadanos con una mirada determinada del mundo. Se suponía la responsabilidad y la prudencia como condición básica del hombre de gobierno. Ahora bien, cuando desde la conducción de Juntos por el Cambio, se firma un documento del tenor de lo que se dio a conocer este fin de semana, cuesta creer que esos conceptos se estén imponiendo. Si la grieta extrema era un mal negocio para el kirchnerismo de hace algunos años, resulta un suculento regocijo para Bullrich y sus amigos.

En ese sentido, hay que pensar la dinámica desde este sector opositor, desde dos fenómenos que se retroalimentan. Por un lado, la coyuntura internacional demuestra una persistencia marcada de cierta derecha que, a los “valores” que pregona, la acompaña con dosis elevadas de odio, cinismo y xenofobia que se expresa de múltiples maneras de acuerdo a la realidad de cada región y de la que nuestro país no escapa. Allí están a mano los casos de Donald Trump, Jair Bolsonaro y Jeanine Áñez, por poner algunos nombres.

Y por otro lado, desde la concreta y cruda coyuntura de estos días: esa dirigencia y esos medios de comunicación necesitan desesperadamente correr el foco de atención social de la cuestión del espionaje ilegal. La combinación de relaciones promiscuas entre referentes de cierta prensa, un sector del poder judicial y parte del entramado de la AFI, podría jubilar políticamente a varios, pero también, poner a la sombra a “intocables” de estas corporaciones.

Esto es lo que está en juego en la Argentina de estos días. Entre tanto ruido y cinismo, entre pandemia y cuarentena, entre el obvio deterioro de la economía y de nuestro día a día, parte de la oposición amarilla juega un juego muy peligroso y con cosas que, como dice el viejo catalán, no tienen repuesto. Es obvio, entre esos tipos y yo hay algo personal. ¿Y con usted? 

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Mon, 06 Jul 2020 14:26:41 -0300
Cuesta Abajo https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6386-cuesta-abajo https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6386-cuesta-abajo Cuesta Abajo

Ahora, cuesta abajo en mi rodada,
las ilusiones pasadas yo no las puedo arrancar.
Sueño con el pasado que añoro,
el tiempo viejo que lloro y que nunca volverá.
Carlos Gardel

El resultado electoral de octubre de 2019 habilitó a que Juntos por el Cambio se transformara en la primer minoría institucional y, a “vuelo de pájaro”, en la oposición al gobierno que conduce Alberto Fernández desde el 10 de diciembre. 

En un esquema simplista y si alguien mirara desde afuera el fenómeno, podría suponerse que, en tanto y en cuanto, Mauricio Macri había alcanzado el 41% de los votos luego de una muy mala gestión (siendo benévolos), le correspondía naturalmente la jefatura de la oposición. Pero en política y mucho menos en la Argentina, las cosas nunca son tan lineales. Veamos.

Desde ya que señalaremos lo que marcamos desde hace tiempo en este espacio: el sistema político argentino lejos está de parecerse al modelo clásico que las teorías políticas bien han definido: a un oficialismo triunfante, le corresponde una oposición que en muchas ocasiones debe re configurarse, pero que nunca “deja de ser”. Por estos lares, el bloque derrotado de 2019 se ha transformado en un conjunto no homogéneo de voces que en ocasiones intentan decir algo parecido, pero que muchas veces parecen hablar un idioma diferente, al punto de poder suponer que existen varias oposiciones. En ese sentido, la pandemia del Covid 19 parece haber trastocado todo aquello que parecía firme e irreductible y, como es obvio, lo que subyacía como diferencias de grado.

A grandes rasgos, Cambiemos se conformó con el aporte de Pro y un sector muy importante del radicalismo, más la suma de la débil estructura que aporta la Coalición Cívica y el fuerte liderazgo mediático de Elisa Carrió. A seis meses de asumido el nuevo gobierno, los protagonistas de aquel entonces ya no lo son tanto: Mauricio Macri, en tanto figura política desgastada se fue a Suiza a hacer negocios en la Fundación FIFA, a la abogada oriunda del Chaco se la supone en un auto retiro y la Unión Cívica Radical no se sabe muy bien qué es ni quién la conduce, dando la sensación que ha quedado subsumida a una sumatoria de pequeñas (y no tanto) comarcas provinciales que le dan aire político a sus dirigentes. 

Si tomáramos como válida aquella vieja idea de Torcuato Di Tella (habría que revisarla a fondo), que planteaba que en términos de su sistema político la Argentina confluiría hacia un esquema de dos grandes polos, uno de centro derecha y otro de centro izquierda, veríamos que el primero de ellos hoy enfrenta dos situaciones perfectamente demarcadas, con dos referencias que resultan insoslayables: uno que quiere ser y el otro que no puede. 

Salvando el protagonismo de cierto radicalismo que, como señalamos más arriba, hoy por hoy parece bastante diluido, es indudable que Horacio Rodríguez Larreta se proyecta con cierto futuro (el que quiere ser), mientras que el propio Mauricio Macri pareciera no tener mucho para decir (es el que no puede). En éste último caso, la complejidad del asunto no es menor. Al desastre de su administración, combinado con una imagen que tiene un techo bajo, se suma lo que se ha comenzado a conocer en los últimos días con los casos de espionaje a diferentes personas públicas de parte de la Agencia Federal de Inteligencia conducida por el dúo Arribas - Madjalani y que, de avanzar la Justicia de la manera que corresponde, demostrará una vez más un recurso que el macrismo puro y duro ha utilizado desde siempre: espiar a propios y extraños. 

Ante esto el ex presidente tiene dos posibilidades. Si niega conocer algo del pus que está saliendo a la luz, quedaría demostrado que no había conducción de ningún tipo sobre la AFI y, tal vez, tampoco sobre sus subordinados inmediatos. Si reconociera que estaba al tanto de ello (cosa que nunca sucederá), sería su muerte política ipso facto. Por lo tanto, es mejor no hablar del tema y en todo caso, será Patricia Bulrrich, su bocera más acérrima en estas cuestiones, la que salga a poner la cara en un tema tan sensible. Habría que desensillar hasta que aclare. ¿Irá la Justicia a fondo? Dejamos que la libre imaginación del lector haga su juego.

Pero el que quiere, Larreta, tampoco la tiene todas consigo. Con una fenomenal cobertura y sobreprotección de la gran prensa capitalina, que nos muestra la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como si fuera un apéndice administrativo similar a Londres o Nueva York, lo cierto es que el ex funcionario de PAMI, ha comenzado a darle forma, aunque falte mucho, a su sueño presidencial. Pero el virus Covid 19 ha hecho de las suyas, a tal punto que paradójicamente, ha ligado ese proyecto al éxito de la crisis sanitaria de la mano de un gobierno del que es opositor. 

Con un estilo totalmente diferente al de las voces más cercanas a la conducción del partido, el jefe de gobierno porteño se mueve en aguas revueltas: en medio de una pandemia desconocida en la cual debe coordinar acciones con su colega Kicillof, y el presidente Alberto Fernández, a la vez debe responder a los cuestionamientos internos que nada quieren saber con la forma de manejo de la cuarentena y mucho menos con tener algún tipo de diálogo político con el kirchnerismo. 

Si a Rodríguez Larreta le va mal en esta coyuntura (deterioro de la situación sanitaria), queda gravemente herido su proyecto político y si le fuera bien (comparando con las grandes capitales mundiales) su éxito quedaría relativizado por una conducción mayor. Compleja encrucijada.

Uno, “viene cuesta a abajo en la rodada y arrastra por este mundo la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. Para el otro es la “vida entera, el sol de primavera y su pasión”. Para nosotros queda la memoria y el compromiso de que ni uno ni otro tengan mayor protagonismo.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Mon, 08 Jun 2020 16:04:49 -0300
La Soledad https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6303-la-soledad https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6303-la-soledad La Soledad

Comenzábamos el fin de semana anterior esperanzados. La salida de Luis Inácio “Lula” Da Silva alentaba sentimientos que durante varios años habían quedado adormecidos al calor del retorno del neoliberalismo en la región. Pero en la era de la modernidad líquida nada es para siempre y mucho menos en el realismo mágico en el que se ha convertido la política latinoamericana.

Los hechos acaecidos en Bolivia, con la renuncia a la presidencia de Evo Morales y su posterior salida del país, marcan una situación de excepcionalidad por un doble aspecto: mientras que por un lado podemos afirmar que pocas veces un hecho regional tiene tanto impacto en la política local, por el otro, cuesta encontrar registro histórico de momentos donde la realidad boliviana haya tenido tanto abordaje en nuestra cotidianeidad.

Inicialmente, el sistema político pareció responder en un mismo sentido. De manera rápida pudo conocerse la opinión de propios y extraños que llamaron a las cosas por su nombre: lo que sucedía en Bolivia era un golpe de Estado. Sin medias tintas, sin ambages. Desde lo más granado del Frente de Todos y del radicalismo, desde redes sociales y desde declaraciones mediáticas, la denuncia pareció unívoca, demostrando que, de alguna manera, los casi 36 años ininterrumpidos de vida democrática del país, habían marcado el camino. Pero hubo dos excepciones. Una, la de la izquierda troskista que, desde un espacio absolutamente marginal, puso en la misma vereda a Morales y sus verdugos políticos. Ninguna novedad, por cierto, la escasa inteligencia de cierta izquierda en la Argentina. La otra, y esto sí es grave, fueron los devaneos iniciales que mostró el Poder Ejecutivo en la figura del canciller Jorge Faurie. Las primeras entrevistas -y como no podía ser de otra manera- fueron brindadas a medios “amigos” y pese a los esfuerzos de los operadores periodísticos, el ministro jamás se salió del libreto, relativizando lo que sucedía en el país hermano.

Y lo que eran sospechas fueron certezas con el correr de los acontecimientos de Bolivia y con la inacción del gobierno que conduce Mauricio Macri que, al salir a dar respuestas sobre el asunto, confirmó lo que todos suponíamos: para su administración no es un golpe de Estado a diferencia de lo que sí representa para el conjunto del sistema político argentino. Y aparecieron los primeros eufemismos oficialistas que hablaban de resolver el conflicto político por vías institucionales sin dejar de perder de vista que el primer responsable era Morales por haber intentado su reelección, forzando la interpretación de la Constitución Nacional. Un "restyling" de la teoría de los dos demonios. Algo así como si la violencia de la dictadura de los setenta en la Argentina fuera explicada (y justificada) desde la extrema debilidad política del gobierno de María Estela Martínez de Perón. Hay algo que debería ser determinante: ante ciertos hechos de la vida política de un país, no caben las medias tintas de la misma manera que no existen los medio embarazos. Lo sucedido en Bolivia fue un golpe de Estado, que reversiona formas que creíamos olvidadas, y lo sucedido en días posteriores transforma a ese gobierno auto proclamado en una dictadura.

Y ante esto, también aparece una preocupación doble. La primera es el rol del radicalismo. Esa postura inicial que se representaba en la figura, por ejemplo, de Mario Negri, mutó a mitad de semana, a partir del pedido de la declaración de parte de ambas cámaras legislativas, que a propuesta del Frente de Todos, denunció claramente la existencia de un golpe. Cual acróbata de circo, algunos dirigentes radicales trataron de volver sobre sus pasos con el fin de tener una postura común con el Poder Ejecutivo y plantearon la idea de debilidad institucional. El resultado es claro, aunque del ridículo no se vuelve: en la alianza Cambiemos prevaleció, como a lo largo de estos últimos cuatro años, la mirada de Pro, arrastrando, una vez más al centenario partido fundado por Alem, al rol de mero partenaire. Pregunta para el mediano plazo abriendo paréntesis en el presente análisis: ¿podrá la estructura dirigente del radicalismo replantear los términos de la relación de la alianza? Tal vez más temprano que tarde lo sepamos.

La segunda preocupación es lo que queda para el futuro mediato de una fuerza hoy oficialista que en cuestión de semanas será oposición y que más allá de la consigna tuitera del #YaSeVan, queda la sensación amarga de que ese espacio político que llegó al poder prometiendo más republicanismo liberal y occidental, se retira de la conducción de la administración mirando para otro lado en materia de denuncia de violaciones de acuerdos democráticos y de derechos humanos. Podríamos afirmar -y esto no es un supuesto- que, a partir del 10 de diciembre, en la Argentina existirá una primera minoría opositora, que no ve con malos ojos el fascismo de Jair Bolsonaro, ni la aplicación del "lawfare" (ha sido un sólido impulsor del mismo) y que no denuncia la reaparición en escena de fuerzas militares que imponen condiciones a gobiernos legítimamente electos.

Así las cosas, transcurre noviembre con el dato de que el gobierno de Mauricio Macri ha decidido transitar sus últimas semanas en soledad política, reafirmándose sobre un esquema ya básico de colocar al radicalismo en un segundo plano, sin prestar demasiada atención (de cara a la sociedad) a hechos graves que suceden aquí a la vuelta y hablándole sólo a los propios en encuentros “espontáneos” como los del próximo 7 de diciembre. Como si el 27 de octubre no hubiere existido. Como si de la experiencia no debieran sacarse conclusiones y como si nada importara de aquellos valores que dicen defender.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Mon, 18 Nov 2019 20:08:29 -0300