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Fundamentar - Revista Síntesis Mundial https://fundamentar.com Thu, 28 Mar 2024 12:07:58 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Riesgos de cuarentones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6789-riesgos-de-cuarentones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6789-riesgos-de-cuarentones Riesgos de cuarentones

No me convence ningún tipo de política
ni el demócrata, ni el fascista
porque me tocó ser así
ni siquiera anarquista.

Yo veo todo al revés, no veo como usted
yo no veo justicia, sólo miseria y hambre
o será que soy yo que llevo la contra
como estandarte.

La Renga - El Revelde

Dicen los médicos, o por lo menos así se lo explicaron varios de ellos a este analista, que los mayores riesgos en nuestra salud coronaria, comienzan a los 40 años. Nos sentimos jóvenes, nuestro organismo no sabe hasta ese momento de grandes cambios y por ello hacemos, de alguna manera, lo mismo de siempre: trabajamos a destajo, solemos relacionarnos con la bebida y la comida como si el mundo fuera a terminar mañana y muchas veces, peleamos por cosas que no tienen demasiado sentido de una forma, si se quiere, excesiva. En resumen, abusamos de nuestro organismo en nombre de no se sabe muy bien qué ni para qué.

Casi en las vísperas de las cuatro décadas ininterrumpidas de la democracia argentina, el riesgo coronario para su sobrevida es grande: como con nuestro cuerpo, tal vez hayamos hecho abuso de ello, y hoy nos encontramos con un escenario que hasta hace no mucho, nos resultaba inimaginable. Violencia discursiva (por ahora), amenazas de hacer explotar todo (porque si me va mal a mí también te tiene que ir mal a vos), revisión antojadiza del pasado reciente y no tan reciente, manipulación arbitraria de los datos de la realidad, propuestas delirantes y violatorias del más elemental derecho constitucional argentino e internacional, son parte de un combo que apareció en escena en este electoral 2023.

El candidato se animó a una falacia más y afirmó que estas elecciones son las más importantes de los últimos cien años. Posicionado sobre un ego envidiable, olvidó lo que representó la irrupción del peronismo (muy a su pesar aún vigente) como fenómeno político y social allá por mitad del siglo XX; o las elecciones del 73’ con la vuelta del líder proscripto por 18 años; o las de 1983 que, afortunadamente, vinieron a terminar con la peor de las pesadillas políticas que este, nuestro país, haya podido imaginar y padecer en algún momento.

La afirmación anterior terminó actuando como disparador para una pregunta que el cronista en una radio rosarina supo plantear correctamente: “¿Tuvo la presente democracia argentina, en su historia cuarentona, una elección presidencial donde se discutiera de manera tan marcada el modelo de sociedad a transformar?”. El analista quedó pensando, dudó unos segundos y trató de dar una respuesta lo más específica posible para los tiempos radiales. Su respuesta, ahora ampliada, termina siendo parte del fundamento de estas líneas. Con los límites que supone una cada vez más injustificada veda, repasemos cada proceso electoral (presidencial) atravesado.

La de 1983 fue, tal vez, la más simbólica de cada una de estas elecciones. Se intentaba salir de un proceso profundamente doloroso, y reaparecía en escena el clásico bipartidismo argentino. El peronismo se mostraba con una dirigencia de experiencia que al poco tiempo había quedado vetusta frente al “Somos la vida, somos la paz” que proponía el radicalismo que conducía Raúl Alfonsín. Parábolas de la historia, el ataúd que prendió fuego Herminio Iglesias en un Obelisco colmado con un millón de asistentes en la noche del 28 de octubre, terminó actuando como el instrumento de su sepultura política. La contraposición era clara, y al peronismo le llevó nada más y nada menos que cuatro años para recuperarse con una renovación que traía consigo los nombres, por ejemplo, de Antonio Cafiero y Carlos Menem, entre otros.

Posteriormente, los alzamientos e insurrecciones militares que se desarrollaron en los 80’, actuaron como una reivindicación de un modelo de vida social antes que como una defensa del gobierno radical. Es, tal vez, el primer triunfo de la institucionalidad argentina de este período.

En 1989, la discusión de fondo era otra. Refería a una economía devastada, con un proceso hiperinflacionario a cuestas y donde los contrincantes más importantes imaginaban dos modelos claramente diferenciados: mientras Eduardo Angeloz, haciendo de candidato oficialista, jugaba con la idea de un lápiz rojo que sirviera para ordenar la economía, el gobernador riojano llegaba a las grandes ligas con la promesa de la revolución productiva y el salariazo, todo ello bien sazonado por una impronta caudillezca que rememoraba las disputas entre federales y unitarios de mediados del siglo XIX.

La transformación de Menem, su innegable sagacidad política y el éxito económico que inicialmente le garantizara la Convertibilidad para reducir dramáticamente la inflación, convirtieron a la elección de 1995 en un simple trámite que había sido habilitado por el famoso Pacto de Olivos (segundo resultado a favor de la institucionalidad) y donde no se le prestó demasiada atención a la corrupción imperante ni a las consecuencias negativas del uno a uno.

Luego de diez años de menemato, 1999 presentó una doble oportunidad para cambiar la coyuntura de ese momento. Mientras que por un lado apareció la novedad de una estructura coalisional que se presentaba a elecciones luego de un sano proceso interno, en paralelo, el candidato oficialista sí planteaba la necesidad de discutir el modelo económico imperante. Fernando De la Rúa y sus socios políticos supieron leer el hartazgo de un electorado que ya no toleraba lo que había aceptado cuatro años antes. Entre la discusión por una sociedad con otros valores éticos y la necesidad de revisar el modelo de acumulación prevaleció el primero, inaugurando un tiempo donde un tercer partido político servía para romper (a esta altura podríamos decir que definitivamente) con el bipartidismo de esos últimos 50 años.

El 2003 trae la novedad de una elección con sistema de neolemas, producto de una atomización del sistema de partidos, la cual venía de la mano, qué duda podría cabernos a este tiempo, de una sociedad que trataba de emparcharse a sí misma como podía. Emergente de la semana de los cinco presidentes (tercer triunfo de la institucionalidad argentina), el gobierno provisorio que se imaginaba definitivo para los tiempos siguientes, debió habilitar un proceso electoral de manera apurada, producto de la crisis derivada de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán y sin candidato propio.

Esa elección marca el comienzo del ocaso político de Menem y el surgimiento del kirchnerismo que, vueltas de la vida política argentina, planteaba como slogan fuerza de campaña, la idea de un país normal, lo mismo que hoy, 20 años después, propone Juan Schiaretti.

La agudeza política de Néstor Kirchner, su capacidad para detectar las nuevas demandas de ese tiempo, la evidente recuperación económica que inicialmente era chicaneada como viento de cola y la sensación de frescura política para los tiempos que corrían, al punto de entender que no tenía demasiado sentido insistir con su propia elección, jugaron decididamente a favor de la nominación de Cristina Fernández de Kirchner, quien supo continuar y profundizar un ciclo virtuoso de tal magnitud, que si uno se toma el trabajo de sumar como parte del mismo espectro ideológico a quien saliera segundo en 2011(más allá de los matices y con las salvedades del caso sobre lo que representaba la figura de Hermes Binner), la centro izquierda argentina trepó a más del 70% de los votos. La discusión de ese proceso electoral pasaba por imaginar nuevas soluciones (por izquierda), para corregir lo que la virtuosidad de la década ganada no había podido resolver.

Cuatro años después el modelo encontró su límite. Por primera vez en la historia, la derecha argentina pudo llegar al poder legitimada por el voto popular. La saturación de ciertas formas y la inteligencia comunicacional y política del incipiente espacio supieron seducir a la mayoría de los argentinos para “cambiar”. Pero la fortaleza de lo conseguido estaba tan enraizada, que el candidato Mauricio Macri necesitó aclarar en plena campaña, que ningún derecho que se hubiera conseguido sería quitado. Más allá de lo que luego sucedió realmente en la gestión, la elección de 2015 se construyó sobre la idea de bajar la intensidad que traía consigo el kirchnerismo.

Además, con la anuencia de la corporación mediática, durante varios años se construyó un falso relato que terminaba en una síntesis que suponía que ser kirchnerista era lo mismo que ser un delincuente y para ello se articulaba vía lawfare con la pata judicial. La república sería “salvada” por sus instituciones, sin importar que sus métodos se parecieran a los de una banda de vulgares mafiosos.  

Pero en una sociedad tan dinámica como la argentina, no siempre alcanza con el relato, si no se es realmente eficaz a la hora de la gestión de la cosa pública. El deterioro de todos los indicadores macroeconómicos y la actitud rayana con la ilegalidad, al haber instrumentado un esquema de poder donde el Estado se ponía al servicio de los negocios privados, sirvieron de base para una derrota electoral que se sustanció en la mañana en que Cristina Fernández de Kirchner, con una lucidez única, decidió bajarse de una fórmula sin bajarse del todo. En 2019 la promesa electoral se apalancó en volver, ni más ni menos, que a la realidad de 2015, tratando de recuperar todo aquello que se había perdido.

Sobre finales de 2023 la realidad es diametralmente diferente. Covid, derrota electoral de medio término, modelo coalicional en crisis a partir de un excesivo internismo, sequía y una alta inflación fueron parte de la realidad con la que convivió el ya extinto Frente de Todos. La emergencia del libertarismo como espacio triunfador de las PASO redundó en un golpe al mentón de todo el sistema político.

Si Cambiemos había sabido encauzar el deterioro K con parte de las clases medias, ya está bastante establecido que los votos libertarios vienen a representar a un heterogéneo espacio social, donde no son lo mismo el segmento de jóvenes de hasta 30 años, que aquellos trabajadores de mayor edad que gozan de muy pocos beneficios sociales o, incluso, gente que está “rota” de ciertos lazos sociales.

Pero la novedad de este tiempo es que el flamante espacio no cuida ninguna de las formas más elementales que hasta aquí hemos conocido (en la Argentina) de cierto relacionamiento político. Si el macrismo se preservaba públicamente, era porque sabía que en algún punto del recorrido podría pagar un costo político.

El libertarismo viene a romper con ese tipo de sentido común construido. Es más, llega para legitimar una violencia que le es innata porque, según ellos, les asiste la razón y tienen ese derecho. No resulta casual que Javier Milei en su discurso de cierre de campaña, jamás invocó la palabra democracia. Como tampoco lo es que en la previa, sobre las pantallas del Movistar Arena aparecieran imágenes de explosiones, ni que en plena campaña el candidato haya reconocido en un reportaje que es deseable que todo estalle porque si estoy mal yo, tendrías que estar mal vos también.

Esas son las novedades de esta campaña 2023. Si releemos el recorrido de las diez elecciones comentadas (y más allá de lo que luego efectivamente sucedía en la gestión), la propuesta básica refería a incluir a todos, más allá de las estrategias mentirosas o ineficaces. Los consensos mínimos residían en no promocionar la eliminación del otro.

Ese proceso, que se empezó a hacer visible durante la administración cambiemista a los fines de no perder las elecciones de 2019, se profundizó en un proceso electoral donde buena parte de la sociedad asume impávida que ya no sólo el problema podría ser el kirchnerismo sino el feminismo, los putos, los viejos meados, el periodismo que repregunta, la jefatura de la iglesia Católica, los empleados estatales y, obviamente, la supuesta casta política.

Hace 25 años, Chizzo Nápoli y sus muchachos, le dieron forma artística a una realidad que era agobiante para muchos de sus jóvenes seguidores. Hoy, sus letras y ese grito profundo parecen revitalizarse en ciudadanos y ciudadanas que creen haber encontrado en el mundo libertario una forma de representación. Desde el enojo (a veces con razón y a veces sin ella), con buenas dosis de un individualismo determinante, y con la violencia como amenaza concreta, se predisponen a vivir un tiempo especial. Que para ellos no sea celebratorio, a los casi cuarenta años de esta democracia que supimos conseguir, depende del resto del electorado que parece, y por ahora solo parece, expresar otra cosa.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 22 Oct 2023 08:44:50 -0300
Dudas asertivas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6730-dudas-asertivas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6730-dudas-asertivas Dudas asertivas

Hermana duda,
pasarán los años,
cambiarán las modas,
vendrán otras guerras,
perderán los mismos.

Y ojalá que tú,
sigas teniéndome a tiro,
pero esta noche,
hermana duda,
dame una tregua

Jorge Drexler

La semana que culmina dejó en el tintero un par de contradicciones que refieren, indudablemente, al tiempo político y social que vivimos. En la Argentina, mientras el oficialismo convoca a un diálogo sobre el que la oposición cambiemista ha insistido hasta el hartazgo y ahora, elegantemente rechaza; en “las Europas”, más concretamente en el corazón del imperio británico, su comunidad (racionalista si las hay) se conmueve por la pérdida de una figura que representa una ficción, pero que sintetiza, vaya sino, un sentimiento de unidad indudable. Desde nuestro presidencialismo constitutivo, una monarquía podrá parecernos un anacronismo irreductible, pero más allá de los cuentos de hadas y del provocativo glamour de las realezas, las muestras de congoja expresadas en suelo inglés y en buena parte del mundo, suponen que ciertas colectividades siguen siendo “deseadas”. Algo de esto último parece resultar cuestionado, o por lo menos, digno de ser revisado por este rincón del mundo. Pasen y vean.

En el artículo del fin de semana anterior nos referíamos a que, a partir del atentado contra Cristina Fernández de Kirchner, el país se enfrentaba a una encrucijada. La tercera desde el retorno democrático de 1983. De manera muy naif, imaginábamos el proceso como esos caminos ruteros que, cuando finaliza la calzada por la que circulamos, nos obligan a girar hacia la izquierda o hacia la derecha (el articulista no puede dejar de pensar en la famosa Ruta del Desierto de La Pampa que una vez concluida, yendo en sentido este – oeste, nos obliga a girar hacia Mendoza o hacia la puerta de entrada de la Patagonia. Sigamos con el análisis político que para las vacaciones de verano todavía falta…).

Suponíamos que, más temprano que tarde, aparecerían algunos lineamientos, muy embrionarios si se quiere, de nuevas formas de relacionamiento político. Como suele sucedernos en no pocas ocasiones, la prevalencia de ciertas miserias ha demostrado nuestro error, ya que, con distintos artilugios, excusas y argumentos, la convocatoria al diálogo político ha sido relativizada por el espacio encarnado en Juntos por el Cambio.

A poco más de una semana de los hechos ocurridos en el barrio porteño de Recoleta, comienza a confirmarse que el atacante de Cristina Fernández de Kirchner no actuó solo ni mucho menos, sino que existió cierta logística e inteligencia puesta al servicio del atentado. Hasta ahora todo pareciera indicar que el grupo que lo acompañó resulta una síntesis de advenedizos inexpertos constituidos por un espíritu de odio y con algunos vasos comunicantes con sectores marginales de la vida política del país. Como diría el relator futbolero que desea gritar goles, “solamente por ahora”.

Si hace siete días atrás desechábamos el ejercicio contra fáctico de pensar qué podría haber sucedido en el país si la bala salía de la pistola Bersa que mal accionó Fernando Sabag Montiel, nada impide que ejercitemos nuestra imaginación planteando, por lo menos, tres hipotéticos escenarios futuros que depararía la realidad política argentina de este tiempo.

Al escenario imaginado número uno lo definiremos como “Modelo Europeo” y resulta, a fuerza de ser sinceros, el más deseado. Se sintetizaría en una mesa de diálogo de la que participarían todas las fuerzas políticas, los referentes más importantes de los movimientos sociales, de las autoridades religiosas sin distinción de credo, y la dirigencia sindical y empresarial en su conjunto. Se establecerían límites muy concretos a cierta violencia discursiva y de la otra, apostando a un proceso electoral en 2023 armónico, como una aspiración, si se quiere, chiquita. En términos de resultados, quien caiga derrotado tal vez termine como una fuerza atomizada, pero la existencia de cierta concordancia mínima no resultaría un dato menor.

Al escenario dos, lo definiremos como “Setentista”. Lo suponemos como poco probable, y en este caso el sistema político estallaría por los aires. Se iniciaría un proceso de recrudecida violencia entre bandos, donde la única opción legítima es la eliminación del otro. Si prestamos atención a ciertos discursos de los últimos tiempos, planteados por personajes si se quiere menores, que fungen de outsiders, y que refieren a cárcel o balas para quienes reivindicamos ciertas ideas e historia política, no podemos cuanto menos que estar preocupados. Aquí, no sólo los discursos se radicalizan sino que la acción deja de ser política en términos de reconocimiento del otro como sujeto de derechos y buena parte de la sociedad no participa de la disputa.

Al tercer escenario lo llamaremos “Vamos viendo”. Es el más actual y tal vez sea el más realista de todos y en él, si se quiere, nada es definitivo, ya que el juego está totalmente abierto. Existen dos grandes bloques de poder, uno que cuenta a su favor con las corporaciones mediáticas, un sector del Poder Judicial que ha formado parte del Lawfare, grupos políticos que, hacia afuera, intentan diferenciarse entre halcones y palomas (sin éxito) y una minoría intensa que se imagina en un escalón moral superior desde su forma de vida. El otro bloque cuenta con el manejo del Estado a nivel nacional, una lideresa que comienza a aglutinar detrás de sí al conjunto de manera cada vez más determinante, una serie de referencias institucionales no menores (gobernadores, sindicatos y legisladores) y, a otra minoría intensa muy predispuesta a entender la práctica política en las calles.

En este escenario se llega al proceso electoral como se pueda y su resultado, como señalamos línea más arriba, deriva en la atomización de la fuerza política que cae derrotada.

Si es el peronismo, los gobernadores tratarían de aceitar relaciones con el poder central para no perder fortaleza política, buena parte de la dirigencia sindical profundizaría su sempiterna disposición a cortarse sola y el conjunto de la militancia política que le da vida quedaría desprotegida y sin una referencia del todo clara. Esto no sería una novedad en sí misma ya que ocurrió de manera evidente en el período 2016 / 2018, pero el riesgo radica en una derecha envalentonada que ya no se conforme con despedir periodistas o perseguir judicialmente (y con prácticas de espías) solamente a algunos dirigentes opositores.

Si el derrotado es Juntos por el Cambio, el estado de las cosas haría que cada una de las tres fuerzas que la componen se focalice en la acción de gobierno de aquellos espacios que lograran mantener. Sería el probable inicio del trámite jubilatorio de Mauricio Macri y no pocos dirigentes opositores quedarían confinados al rol de comentaristas de la realidad desde las corporaciones mediáticas que, a no dudarlo, seguirán estando “vivitas y coleando”.

En esta coyuntura, tal vez y sólo tal vez, el peronismo construiría tal masa crítica que podría permitirle sentar ciertas bases de desarrollo político que por falta de consistencia institucional  (por ejemplo la minoría en la Cámara de Diputados) y política (las diferencias internas entre setiembre de 2021 y agosto de 2022) han sido bloqueantes para el gobierno de Alberto Fernández.

Al igual que en el escenario dos, el resto de la sociedad estaría (y está) en otra cosa, donde no le presta atención a una pelea que no le interesa y que se expresa en el extremo de que buena parte de ese sector (habrá que esperar las primeras encuestas) da por sentado que el atentado contra la vicepresidenta es algo armado. Desde ciertos análisis esto aparece como una virtud en sí misma y es “la política” la responsable de no dar cuenta del asunto. Y acá nos paramos con la referencia de este hilo de twits planteados por Daniel Feierstein y del que sugerimos leer atentamente.   

https://twitter.com/DanielFeiers/status/1568054370285010944

En el “Vamos viendo”, la dirigencia en su conjunto no puede articular ningún acuerdo definitivo, lo cual se refuerza en ese mirar para otro lado de un sector no precisamente minoritario de la sociedad que dice no entender la política porque en definitiva, “son todos iguales”.

En este último sentido, los dirigentes de Juntos por el Cambio no las tienen todas consigo. Durante muchísimo tiempo avivaron una disputa política que creó un ida y vuelta con sus partidarios donde sólo queda ir, como en una recta de circuito automovilístico, cada más a fondo. Una muestra la tuvimos en los casos de aquellos dirigentes que se salieron de cierto molde y expresaron alguna forma de solidaridad con la vicepresidenta a partir del ataque sufrido. Sólo basta ver las interacciones (violentas) en redes para entender los estrechos límites en los que se mueve cierta dirigencia que cree, que “el cliente siempre tiene la razón”.

Para pensar junto a la almohada: si, como señala Feierstein, el mundo que conocimos se desvanece entre nuestros dedos, vale preguntarse: ¿si no es a través de la política, cómo se pueden construir los sueños colectivos? Tal vez, desde ciertas corrientes ideológicas nos expliquen que esas aspiraciones ya no tienen demasiado fundamento, ya que sólo vale el hombre en un sentido individual del término y no junto a su entorno.

El clima de época, con la dosis justa de cinismo, descreimiento y supra valorización de lo individual, justifica el horror de que el asesinato que no fue, pueda haber sido ficcionado. Nuestra sobre información, nuestra virtualidad imaginada en el “1984” de George Orwell, nuestra insatisfacción permanente, anclada en el consumismo de que todo debe ser conseguido aquí y ahora, resulta el sustento de ciertos enojos sociales. El “pienso, luego existo” de Descartes, se transformó en pleno siglo XXI en la idea de una duda justificadora, paradójicamente, asertiva si se quiere, de que nuestros peores miedos, fantasmas y suposiciones pueden ser reales. Sólo queda encontrar quien lo explicite en redes y en el boca a boca de cierta ignorancia. La duda, en definitiva, no sirve como elemento de desarrollo personal, sino en el oxímoron que permite confirmar nuestras creencias, sin importar el nivel de fundamento.

Ante esto último la política como práctica humana se enfrenta a un doble (y enorme) desafío: brindar certezas y reversionar un “yo” comunitario. Aquí y en el primer mundo. Más allá de los apoyos en las calles a quien ha sufrido el peor atentado en democracia. Más allá de las muestras de dolor por la desaparición física de una reina imperial.

 (*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 11 Sep 2022 08:54:25 -0300
Encrucijada https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6729-encrucijada https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6729-encrucijada Encrucijada

Tantas veces me mataron,
tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí,
resucitando.
Gracias doy a la desgracia,
y a la mano con puñal,
porque me mató tan mal
y seguí cantando…

María Elena Walsh

Poco importa si es consciente o no, pero en su delirio vital, el atacante de Cristina Fernández de Kirchner, puso a la joven democracia argentina ante una encrucijada. Desde el análisis político, y como forma de autodefensa de nuestra salud mental, de nada sirve imaginar escenarios de lo que podría haber sucedido en el país si la impericia de Fernando Sabag Montiel en el manejo del arma no era tal.

Tampoco aporta demasiado consolarnos con el intento conformista opositor que afirma que el tirador resulta un “lobo suelto”, antes que alguien que pertenece a una organización que imaginó, diseñó y planificó el ataque. Y mucho menos puede insistirse con la idea de que con este hecho se cruzó un límite (que ya ha sido superado hace tiempo), ya que, en definitiva, cuando el odio se transmite durante veinticuatro horas, por siete días de la semana por trescientos sesenta y cinco días del año, a través de la tv, de la radio y de las redes, con el inestimable apalancamiento de un sector de la política y del partido judicial; el resultado no puede ser otro que distintas formas de violencia desatada. Los modos, en definitiva, pasan a ser un detalle.

Con el hecho producido en la noche del jueves, en las casi cuatro décadas de la democracia que supimos conseguir, la Argentina se enfrentó a tres encrucijadas que la obligó, de alguna manera, a barajar y dar de nuevo, a cambiar y a tomar otros caminos que le permitiera seguir prevaleciendo.

El primero es la alzada carapintada de 1987. Si alguno supone, treinta y cinco años después, que la misma se debió a una asonada protagonizada por un conjunto de militares alucinados por los efectos de la guerra de Malvinas de la que habían formado parte, se equivoca. Aquel intento, más allá de otras sublevaciones que sobrevinieron después, se enmascaró como un reclamo por la política de derechos humanos encarnada por el gobierno de Raúl Alfonsín pero que escondía, si salía bien, el oprobioso intento de reimponer un nuevo gobierno militar. Dos hechos lo impidieron: la respuesta institucional del conjunto de partidos políticos que acompañaron al entonces presidente y la movilización popular producida a lo largo y ancho del país que, sin la inmediatez de la conectividad de nuestros días, supo comprender como nadie, todo lo que se jugaba por aquella época.

La segunda encrucijada se produce en diciembre de 2001. En el contexto de una situación social explosiva, ante la demanda producida en las calles, la respuesta estatal inicial fue la violencia. Con varios protagonistas de aquel entonces que hoy perviven en la política, los gobiernos de Fernando De la Rúa a nivel nacional y de Carlos Reutemann en el plano provincial, decidieron sobre la vida de 39 argentinos. La renuncia del primero de ellos, la semana frenética que supuso la sucesión de otros cuatro presidentes interinos, con la referencia insoslayable de un Congreso de la Nación que, hay que recordarlo, estuvo a la altura de la circunstancias, fueron un punto de inicio para que se alcanzara cierta paz social.

Si nominamos estos hechos y los vinculamos con la idea de encrucijada, es porque a partir de ellos ni la realidad institucional, política o social fueron las mismas. Al período de sublevaciones iniciadas en 1987 y concluidas en 1990, le siguieron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que, junto con el indulto otorgado por Carlos Menem intentaron garantizar la impunidad de un conjunto de criminales que el kirchnerismo luego supo desmontar, pero que tuvo como dato indubitable, la contundente respuesta social que demostró que los argentinos no tenían ningún interés en reeditar ciertas conductas del pasado.

A la crisis de 2001, más allá del reguero de muerte, confiscación de depósitos y devaluación atroz, le siguió la comprensión para la clase política de no tener que desoír ciertas demandas sociales cuando un modelo económico había profundizado hasta el ridículo la desigualdad social. La otra enseñanza tal vez refiera a que el Estado tiene mucho para hacer cuando se trata de equilibrar cierto orden social.

El intento de asesinato de la vicepresidenta nos pone ante una nueva encrucijada. Siendo optimistas, y dando por sentado que no existe una organización atrás que haya planificado el hecho (a poco más de dos días, nada demuestra lo contrario), debe decirse que la teoría del loco suelto no refiere a lo sustancial.

El arma no accionada trae consigo un odio viejo, antiquísimo pero a la vez adaptado a estos tiempos. Que el portador sea un ciudadano argentino (a no dejar de tener esto en cuenta, más allá del detalle de su nacimiento), con no más de 35 años, pasa a ser un hecho menor si uno presta atención a ciertos sentimientos pestilentes que vemos en medios, leemos en redes y, a no hacernos los tontos, escuchamos como un mantra en nuestra cotidianidad en vecinos, familiares y amigos.

Ese odio, que no es exclusivo de la Argentina, en el país tiene más de un siglo, y se construye como una línea argumental que se corporiza en la acusación de la supuesta “chusma” que apoyaba a Hipólito Irigoyen, en la tipificación de aluvión zoológico de las masas que parieron el 17 de Octubre, en la vejación del cuerpo de Evita, en los crímenes de José León Suarez, en la violencia de los 70’, en las desapariciones de la última dictadura y, ahora, en tiempos de la modernidad líquida, en la acusación de vagos y planeros a cualquiera que no encaje en cierto modo de relacionamiento social o de dedicación productiva y que tiene como reflejo movilizante guillotinas y cuerpos simulados con nombres propios que aparecen colgados en plazas. Comparado con los grandes hechos de la historia, el intento de asesinato del nazi Sabag Montiel, es un odio comprado en una tienda de baratijas. Pero no por ello es menos doloroso.

Parte de la oposición encarnada en Juntos por el Cambio y en cierta derecha abrevan en esas fuentes. El silencio de estos días de algunos de sus referentes, o la afirmación de que lo sucedido en la noche del jueves no es violencia política sino un hecho policial, representa una negación infantil que no dimensiona la capacidad de análisis de ciudadanos y ciudadanas. Ese sector del espectro político, a simple vista, puede aparecer desorganizado al extremo. En el caso del PRO, autodefiniéndose como una fuerza democrática, sus principales dirigentes no han logrado emitir un texto común que garantice cierta institucionalidad y que vaya más allá de los comunicados de ocasión subidos a Twitter.

https://twitter.com/PatoBullrich/status/1565542924078678016

La señal que brindó la Cámara de Diputados en la sesión especial concluida en los comienzos de la tarde sabatina, al aprobar por amplia mayoría una resolución que condena los hechos y pese a la ausencia en el recinto del partido conducido por Patricia Bullrich, brinda cierta mesura en momentos donde un rechazo taxativo, habría significado una sobre exposición que en nada le sirve a las fuerzas amarillas.

Las diferencias, si existen, están en los matices: en aquello que puede definirse como políticamente correcto o no. Eso pudo verse en aquellos que se “animaron” a solidarizarse con Cristina Fernández, en los que hicieron silencio de radio, pero también en las discusiones internas que sintetizaron el almuerzo de mitad de semana, donde lo más granado de la dirigencia cambiemista quedó subsumida en el reproche sobre los hechos acaecidos el fin de semana anterior, cuando el gobierno que conduce Horacio Rodríguez Larreta tuvo la perspicaz idea de vallar la esquina de Uruguay y Juncal. Las acusaciones cruzadas, la falta de acuerdo real y el silencio de protagonistas de peso en el marco de la propia reunión, nos recordaron a esos encuentros navideños donde no puede evitarse la disputa entre familiares que no se ven más que una vez al año.

Al calor de la contundente movilización que se presagiaba ya en las primeras horas del viernes, desde la derecha argentina y sus voceros mediáticos, salió a esgrimirse una suerte de renovada teoría de los dos demonios, (la cual continuó en la sesión especial de Diputados) donde la violencia ejercida al intentar disparar a una lideresa, es parte de un entramado superior del cual somos todos responsables. Falso de falsedad absoluta. La violencia asomada en los últimos tiempos sucede de un lado del mostrador, la cual no ha sido condenada por los dirigentes del espacio (uno se animó a tuitear a mitad de semana “son ellos o nosotros) y por lo tanto, debe decirse que ha sido, de alguna forma, legitimada.

https://twitter.com/rlopezmurphy/status/1563656760111509511

En un oficialismo que desde el alegato del fiscal Diego Luciani ha sabido mostrarse unido, en ninguna de las masivas convocatorias de los últimos días, a lo largo y ancho del país, ha existido en sus dirigentes, ni en los ciudadanos y ciudadanas que se movilizaron (esto tal vez sea lo más importante) un sólo pedido de revanchismo.

La fenomenal marea humana que el día viernes desbordó plazas de varias ciudades del país, no contó solamente con el apoyo de los propios, sino que parte de los sectores de izquierda integraron ese músculo político que se sintetiza en la lealtad hacia la figura de la ex presidenta, pero que se proyecta en el tiempo más allá de sí misma. Sin odios, sin el pedido de sangre, con el (lamentablemente) eterno pedido de Justicia, millones de argentinos y argentinas actuaron como anticuerpos de una democracia que tiene mucho para hacer por una sociedad más justa. En ese punto esta coyuntura nos pone frente a la encrucijada de qué camino tomar de forma comunitaria.

Queda por saber también, qué hará Cristina. Cómo reconfigurará su día a día pero, fundamentalmente, como decodificará semejante trance de violencia en su contra. A una dirigente que no pocos la empezaban a imaginar candidata en 2023, habrá que comenzar a prestarle atención qué señales da para lo que viene. Su agudeza ha sido demostrada una y otra vez. A contrario de lo que afirman muchos de sus enemigos, el pragmatismo ha sido un eje de su construcción política y por lo tanto siempre queda lugar para la sorpresa.

Amenazada pero acompañada. Declarada muerta política en innumerables ocasiones, y ahora, víctima de un intento de homicidio. No solo ella puede aliviarse de la mano con puñal que la mató tan mal. Son millones. Y lo vimos en las calles.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sat, 03 Sep 2022 21:44:09 -0300
Referéndum en Túnez: la nueva Constitución debilita la democracia https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6721-referendum-en-tunez-la-nueva-constitucion-debilita-la-democracia https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6721-referendum-en-tunez-la-nueva-constitucion-debilita-la-democracia En Túnez, la oposición llamó a boicotear el referéndum. Hubo numerosas protestas.

Los tunecinos votaron en un referéndum una nueva Constitución que otorga más poderes al actual presidente, Kais Said. Esto significa que la "primavera árabe" ha llegado a su fin, opina Rainer Sollich.

Cuando Willy Brandt fue elegido canciller de la República Federal de Alemania, en 1969, su famoso lema entonces fue: "Queremos arriesgar más por la democracia". "Solo habrá cierto orden si fomentamos la responsabilidad compartida", enfatizó, en su primera declaración de gobierno ante el Parlamento. Tal orden requiere "una paciencia extraordinaria para escuchar y un esfuerzo extraordinario para comprenderse mutuamente", dijo.

Willy Brandt y, sobre todo, muchos de los alemanes más jóvenes, estaban entonces listos para tomar ese camino "extenuante" cuando Alemania fue reconstruida y prosperaba, después de la Segunda Guerra Mundial. Los tunecinos, afectados por la grave crisis económica y política, obviamente ya no lo están.

Amenaza real para la democracia
Durante mucho tiempo, Túnez fue reconocido y, con razón, como un "ejemplo", y como el único país de éxito resultante de la "primavera árabe". Pero, hace casi tres años, fue elegido el presidente Kais Said, quien apostó por una agenda política opuesta a la de Willy Brandt: quiere arriesgar menos por la democracia. No pocos críticos, en el país y en el extranjero, lo acusan de querer, en un futuro, incluso abolir la democracia por completo.

Este peligro es, de hecho, muy real. El presidente no solo ha usado sistemáticamente su mandato para invalidar al Parlamento, al gobierno, y a partes significativas del Poder Judicial, en nombre de una lucha contra la corrupción, que es objetiva y políticamente, en realidad, necesaria, y está escenificada de manera muy exitosa. Ahora, los tunecinos votaron una nueva Constitución en un referéndum, que socava partes esenciales de la separación de poderes y pretende dar al presidente mucho poder: en el futuro, el Parlamento o la población difícilmente tengan recursos legales para exigirle responsabilidades políticas a un presidente impopular, o para inhabilitarlo del cargo.

Túnez no se convertirá automáticamente en una dictadura unipersonal de la noche a la mañana. No debemos subestimar ni la resistencia de la sociedad civil, ni los sindicatos, tradicionalmente fuertes. Además, podrían aparecer nuevos conflictos, por ejemplo, con los islamistas. Por otra parte, la baja participación en el referéndum debilita aún más la legitimidad del presidente y de su Carta Magna.

Último capítulo
Pero no se puede pasar por alto que, en tiempos de corrupción, pobreza persistente y desempleo, es más probable que muchos tunecinos confíen más en un líder supuestamente fuerte, que en el arduo y zigzagueante consenso parlamentario, incluso cuando esas esperanzas se vieron hasta ahora frustradas.

Es decepcionante comprobar que la democracia actual no está en auge en el mundo árabe. Las dificultades sociales y la presión migratoria, por otro lado, aumentan constantemente en casi toda la región. Y, no por último, en Túnez, donde la "primavera árabe" comenzó hace más de diez años, y donde ahora, al menos hasta nuevo aviso, está acabando su último capítulo, lamentablemente.

 

(*) Redactor de DW.

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hola@fundamentar.com (Rainer Sollich) Opinión Wed, 03 Aug 2022 13:20:21 -0300
Lo que las ausencias en la Cumbre de las Américas revelan sobre el peso de EE.UU. y la democracia en la región https://fundamentar.com/internacional/item/6644-lo-que-las-ausencias-en-la-cumbre-de-las-americas-revelan-sobre-el-peso-de-ee-uu-y-la-democracia-en-la-region https://fundamentar.com/internacional/item/6644-lo-que-las-ausencias-en-la-cumbre-de-las-americas-revelan-sobre-el-peso-de-ee-uu-y-la-democracia-en-la-region Joe Biden: el presidente de EE.U. es el anfitrión de una Cumbre de las Américas polémica y riesgosa para sus intereses.

Como una de esas series con demasiadas temporadas y un final previsible, la polémica sobre quién asistirá a la Cumbre de las Américas en Estados Unidos esta semana acabó con la confirmación de varias ausencias notorias.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha ratificado que faltará a la cita porque la Casa Blanca dejó fuera de su lista de invitados a los presidentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua por considerarlos "dictadores".
"No voy a ir a la cumbre porque no se invita a todos los países de América", definió AMLO el lunes, semanas después de haber condicionado por este motivo su asistencia al cónclave de Los Ángeles.
La misma actitud adoptaron los presidentes de Bolivia, Luis Arce, y Honduras, Xiomara Castro, quienes estarán ausentes del encuentro de líderes de gobierno que comienza este miércoles.
Además, el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, faltará por problemas "de agenda", según su portavoz. Y su homólogo de Uruguay, Luis Lacalle Pou, suspendió su participación el lunes porque contrajo covid-19.

Con otros invitados como el mandatario salvadoreño Nayib Bukele sin confirmar su asistencia hasta este miércoles, la 9ª Cumbre de las Américas sería así una de las que menos jefes de Estado y gobierno reciba desde que empezó a celebrarse en 1994.
Y estas ausencias reflejan, según analistas, un panorama novedoso sobre el peso de EE.UU. y la democracia en la región.

"Descuido"
El encuentro de Los Ángeles fue concebido por Washington como una oportunidad para impulsar una nueva agenda regional, luego de años de indiferencia o de lo que expertos definieron como una política de castigos y amenazas del expresidente Donald Trump hacia América Latina.
Pero ahora el gobierno anfitrión de Joe Biden busca restarle importancia a la falta de participación de varios presidentes en Los Ángeles.

La Casa Blanca aguardaba esta semana la presencia de 23 jefes de gobierno del continente y planificaba acuerdos incluso con los cancilleres o ministros que representen a los invitados ausentes.
"Realmente esperamos que la participación no sea de ningún modo un obstáculo para lograr negocios significativos en la cumbre", dijo un alto funcionario del gobierno de EE.UU. que habló con periodistas bajo la condición de que su nombre se mantenga en reserva.
Entre el miércoles y el viernes, la agenda del cónclave abarca áreas temáticas como economía, salud, crisis climática, inseguridad alimentaria y migración.
Biden prevé proponer una "Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica" en base a los tratados comerciales que ya existen en el hemisferio y buscar acuerdos de colaboración en temas migratorios.
La vicepresidenta de EE.UU., Kamala Harris, afirmó que hay compromisos del sector privado por unos US$1.900 millones para crear oportunidades económicas en los países del Triángulo Norte centroamericano (El Salvador, Guatemala y Honduras) de donde salen migrantes hacia EE.UU.

Pero muchos se preguntan, por ejemplo, cuán profundo podría ser un compromiso sobre migración en la cumbre cuando los líderes de países cruciales en el tema (Honduras, Guatemala y México) han decidido saltearse la cita.
Distintos analistas observan la ausencia de varios presidentes en la cumbre como un reflejo del declive del liderazgo de EE.UU. en América Latina.
"No ven tanto beneficio (de asistir), o que faltar les vaya a representar padecer de algo", dice Javier Corrales, profesor de ciencia política en el Amherst College de EE.UU., a BBC Mundo. "Eso sí es señal de la pérdida de influencia o del descuido que hay respecto a tratar a estos socios como socios".
Con varias de sus embajadas en América Latina sin embajadores y su emblemático paquete de US$4.000 millones de ayuda a Centroamérica estancado en el Congreso, Biden ha tenido dificultades para lograr grandes cambios en la política de Trump hacia la región.
Algunos comparan esta situación con la rapidez con que EE.UU. aprobó en mayo un paquete de US$40.000 millones de ayuda a Ucrania para su lucha contra la invasión de Rusia.

En los últimos tiempos se han escuchado críticas a Washington incluso de gobernantes latinoamericanos habitualmente alineados con sus políticas.
"Creo que no tienen una visión de América Latina", dijo Lacalle Pou en una entrevista con la BBC el mes pasado.
Cuando se supo que varios líderes de la región podían faltar a la cumbre, Biden envió al exsenador demócrata a Chris Dodd a Latinoamérica para convencer a algunos de los que estaban en duda.
Aunque no logró que asistiera López Obrador, Dodd sí aseguró la participación de los presidentes de Argentina, Alberto Fernández, y de Brasil, Jair Bolsonaro, a quien ofreció una reunión bilateral con Biden.

Pero incluso esto fue visto como un indicio del menor peso de EE.UU. en una región donde era hegemónico y en las últimas décadas creció la influencia de China.
"Que los estadounidenses hayan tenido que hacer este tipo de esfuerzo para atraer a la gente a la cumbre demuestra más debilidad que fuerza", dice a BBC Brasil Daniela Campello, profesora de política en la Fundación Getulio Vargas, una universidad brasileña de élite.
"Los presidentes latinoamericanos han escrito en la pared que tampoco ven a los estadounidenses con tanta urgencia", agrega Campello, también investigadora del Centro Wilson, un foro de análisis independiente en Washington.

¿La última cumbre?
En medio de la controversia sobre la lista de invitados a Los Ángeles, hubo sugerencias de reconsiderar la convocatoria a nuevas cumbres de las Américas por su ineficacia.
"Como demostraron ocho ocasiones anteriores, el intento de hallar un terreno común por consenso entre estos estados tan dispares lleva inevitablemente a una palabrería sin efectos en el mundo real", escribió Dan Restrepo, quien fue asesor para América Latina del expresidente estadounidense Barack Obama, en el diario Los Angeles Times la semana pasada.

La cumbre previa, celebrada en 2018 en Lima, también estuvo marcada por la ausencia de Trump y de otros presidentes.
Y la reunión de esta semana es probable que el mayor debate haya ocurrido antes de su inicio, por la decisión de Biden de dejar fuera a los presidentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
"(Biden) cree que debe atenerse a sus principios y no invitar a dictadores", explicó la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, el lunes.
Ese mismo día, López Obrador confirmó que faltaría a la cita y enviaría en su lugar a su canciller Marcelo Ebrard.
"No puede haber cumbre si no participan todos los países", dijo AMLO. "O puede haber, pero consideramos que es seguir con la vieja política de intervencionismo, de falta de respeto a las naciones y a sus pueblos".

Corrales cree que el embrollo sobre las invitaciones "se debe ver también como el declive del valor que algunos líderes de América Latina le están dando a la democracia".
"Decir que países como Cuba, Venezuela y Nicaragua merecen estar sentados en la mesa de un foro de este tipo es estar muy ciego del modo en que esos gobiernos han atacado a sus propias sociedades", opinó.
Algunos de los líderes ausentes o sin confirmar asistencia también enfrentan críticas.
Giammattei anticipó en mayo que faltaría a la cumbre, después que el Departamento de Estado señalara que la fiscal general guatemalteca está involucrada en hechos de "corrupción considerable".
Bukele ha instalado un estado de excepción en El Salvador para impulsar una política de "mano dura" en seguridad que, según organizaciones como Amnistía Internacional, genera "violaciones masivas de derechos humanos".
Incluso López Obrador ha sido acusado de debilitar el pluralismo democrático en México, señala Corrales, pero descarta que su ausencia en la cumbre perjudique su "relación especial" con EE.UU., que tiene a ese país como gran socio comercial.
De hecho, AMLO anunció esta misma semana que prevé viajar Washington para reunirse mano a mano con Biden en julio, luego de criticar su lista de invitados a la cumbre.
"Se puede dar el lujo de ser teatral en esto", dice el analista, "sabiendo que no le va a traer costos".

 

FUENTE: BBCMundo

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Dana Vazquez

 

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hola@fundamentar.com (Pedro Arrospidegaray) Internacional Wed, 08 Jun 2022 16:13:30 -0300
El ida y vuelta https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6581-el-ida-y-vuelta https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6581-el-ida-y-vuelta El ida y vuelta

La segunda semana de diciembre se fue desarrollando entre múltiples matices en materia política: la cada vez más expuesta interna radical, la asunción, a lo largo y ancho del país, de los nuevos integrantes de los cuerpos legislativos que se sometieron a la votación popular de hace poco menos de un mes y la expectativa sobre un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Pero hubo un hecho que se llevó todas las miradas y refiere a la conmemoración del 10 de diciembre, que en este 2021, tuvo un condimento especial: cientos de miles de argentinos se reunieron en una plaza (y sus adyacencias) para su celebración. Repasemos.

No casualmente, las autoridades que condujeron la recuperación democrática del país, impusieron al 10 de diciembre como fecha de asunción de sus mandatos. Declarado en 1948 como el Día Internacional de los Derechos Humanos por la Organización de Naciones Unidas, más temprano que tarde, allá por 1983, se comprendió por donde pretendía ir el gobierno que emergía luego de la dictadura más sangrienta que se padeciera en la Argentina y en la región.

Si se pone el foco con atención, mirando lo estructural antes que lo coyuntural, el saldo da a favor. Puede parecer un sinsentido, a horas de que la policía bonaerense impusiera otro caso de gatillo fácil, a semanas del crimen del joven Lucas González a manos de la policía de la Ciudad Autónoma de Aires y mientras en Santa Fe, se lleva adelante el juicio por el asesinato del joven Franco Casco; pero, en el largo plazo, no es poco lo que Argentina pude mostrarle al mundo en materia de derechos humanos. Algo de ello parecen haber entendido, esta semana en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, al elegir por aclamación al país para que lo presida.

A partir de todo ello hay dos cosas que no parecen descabelladas para los tiempos que corren: que en la Argentina el Día de los Derechos Humanos sea sinónimo del Día de la Democracia y que la fuerza política que más hizo por su consagración, esté dispuesta a celebrarlo.

Pero de alguna manera, la reivindicación de la democracia supone la exaltación de un ideal imperfecto. Por su poca efectividad, nadie podría celebrar del todo con un país que cuenta con el más del 40% de pobres y porque muchas veces, la razón de ser de una democracia que se sustancia en los valores de la libertad y la igualdad, resulta socavada por sus propios enemigos. ¿O si no, cómo puede comprenderse, querido lector, estimada lectora, que algunos de ellos se hayan sentado años atrás, y desde el viernes mismo en una banca del Congreso de la Nación? Resulta tan maravillosamente contradictorio el ideal, que uno podría pensar que la propia democracia se socava a sí misma con la aceptación de sus negadores.

En ese contexto, el oficialismo (o una buena parte de él) decidió movilizarse. Dos actos multitudinarios en poco más de tres semanas señalan varias cuestiones a tener en cuenta. La primera es que el peronismo confirma, por enésima vez, aquello que es parte de su ADN originario: que necesita a la calle como parte de su construcción política. Es cierto que están las urnas y que, a veces, cuando estas se abren, los resultados no acompañan. Pero tan real como ello resulta que la política cotidiana no se construye, exclusivamente con lo que los argentinos deciden cada dos años con el voto.

El segundo elemento a señalar es que ambas movilizaciones deben pensarse desde distintos formatos. La del 17 de noviembre supone un apoyo decidido a la figura de Alberto Fernández, organizado por la díada que supone la Confederación General del Trabajo y los movimientos sociales. Es una base que intenta referenciar en el presidente una forma de construcción política. En aquel acto, el único orador resultó Alberto Fernández, y resultó una manera de decir “acá estamos”, a días de una derrota electoral.

La convocatoria del viernes 10, convocada desde el kirchnerismo, contó con todos los condimentos con lo que a este espacio le gusta sazonar la política: actos musicales en la previa, convocatoria a los que están encuadrados en alguna línea interna y a los que no, y el plus que supone contar arriba del escenario con las figuras de José “Pepe” Mújica y Luis Ignacio “Lula” Da Silva.

En ese acto, hubo mucho de nostalgia por lo que fue la historia de los primeros quince años del milenio para Latinoamérica. La referencia constante a las figuras que ya no están, ni en el poder ni entre nosotros, puede hacer confundir a unos cuantos y pensar que esa plaza lucía desactualizada. Y la verdad resulta absolutamente contraria; los protagonistas eran una fórmula presidencial y un dirigente que se prepara para volver a la primera magistratura.

Las coyunturas políticas nunca son idénticas, pero no puede negarse que un hipotético triunfo de la izquierda en Chile (algo perfectamente posible de acuerdo a las encuestas que trascienden del otro lado de la cordillera) y el retorno de Lula al poder en 2022 en Brasil, generaría un escenario impensado hasta hace poco tiempo atrás, permitiendo renovar expectativas y sueños.

El kirchnerismo parece moverse como pez en el agua en esas tensiones. Y lo que para muchos es un signo de debilidad, ya que expondría ciertas divisiones (revisar titulares de los diarios de la corporación mediática del día sábado) termina siendo un factor de aglutinación política. En el ida y vuelta de Cristina Fernández afirmando que el FMI “le soltó la mano a muchos presidentes” y del primer mandatario contestando que se quede tranquila, ya que “no vamos a negociar nada que ponga en riesgo la recuperación de la Argentina”, subsiste el mismo sentido político que actúa a dos bandas: edifica un mensaje hacia afuera pero, a la vez, solidifica al bloque interno.

De alguna forma (o de todas) los matices quedan expuestos al sol. En la matrix de la política (que incluye también a formadores de opinión mediáticos e intelectuales muy sesudos) el peronismo siempre fue sinónimo de ser una fuerza que no toleraba ninguna forma de disidencia hacia su interior. Se impuso la idea de que los “doble comandos” eran un problema para lo cotidiano. Se intentaba mostrar eso en la era del matrimonio Kirchner – Fernández (¿o en tiempos de patriarcados justamente discutidos debería señalar Fernández – Kirchner?) y tarde comprendieron que esa dupla actuaba desde siempre como una sociedad política inalterable.

En los tiempos que corren, donde sistemáticamente se insiste en las divisiones, y no se termina de comprender que el ciudadano movilizado de ayer (y el del 17/11) comprende perfectamente que la política nada tiene que ver con las historias de Billiken, el peronismo dio una nueva muestra de madurez política. Consciente de sus límites, fue a la plaza a llamarle la atención a propios y extraños, a los nacionales y a los extranjeros, y a comunicar que las derrotas coyunturales no tienen nada que ver con las declinaciones definitivas.

Ante esto, la oposición apeló a diversos cuestionamientos. El primero y más remanido operó sobre el costo del acto. Como siempre, existen sectores que cada tanto recrean el argumento economicista que, si uno lleva el planteo a fondo, la política debería reducirse a la práctica de los que ya están “salvados” económicamente.

El segundo operó sobre aquellas opiniones que plantearon que un encuentro de esas características aparecía como un capricho, alejado de la realidad y que desconocía el resultado electoral del 14 de noviembre.

Subyace allí una mirada muy específica de la vida política de un país, esa que imagina que en una democracia sólo hay una forma de expresarse, en un día concreto cada dos años, y que el resto del tiempo, el juego se trata de grupos de poder (medios incluidos) tratando de imponer condiciones al conjunto del sistema ya sea político, económico y social. Cientos de miles de personas en una plaza y sus adyacencias, no significan por sí mismo que tengan razón, ni que cada uno de nosotros deba coincidir con lo que allí se expresa, pero la contundencia de la movilización debería exigir a cierto tipo de intérpretes, un plus en el intento de comprensión de aquello que sucede y que se presenta con matices complejos.

La tercera crítica era que, irresponsablemente, el oficialismo se apropiaba de una fecha que era de todos los argentinos y no de una única fuerza política. Interesante el planteo, sobre todo cuando esos mismos dirigentes quejosos, nunca le prestaron atención a ningún festejo de algún 10 de diciembre de los últimos años o, por poner un ejemplo, cuando en el ya histórico conflicto con la patronales del campo (¿histórico?), un gobierno que se autodefinía como socialista, prestó los balcones de la Casa Gris, sí, la de todos los santafesinos, para que los dirigentes rurales se pavonearan en un gesto de inocultable apoyo político.

https://twitter.com/rubengalassi/status/1469330154270834693

 ¿Será que prefieren a una sociedad movilizada para la celebración del encendido de luces de un arbolito de navidad, pidiendo por la paz, alejado de todo condimento político, antes que un pueblo movilizado para llamar la atención de aquello que pueda acordarse con un organismo de crédito internacional? Vaya uno a saber…

En definitiva, el acto sirvió para dar una muestra de apoyo, pero a la vez, como un llamado de atención para propios y extraños, de que no servirá acordar cualquier cosa con el Fondo Monetario Internacional; de que el peronismo, en esta novedad de formato de coalición, está vivo y de pie; y que nadie debe probarse ningún traje que tal vez, con el tiempo, se termine confirmando de que a muchos les quede grande.

Otra vez, el formato fue de ida y vuelta, entre dirigentes, y entre dirigentes y su pueblo. Aunque a unos cuantos les provoque el peor de las molestias la movilización de un movimiento político al que siempre dan por muerto, pero que siempre sabe reinventarse.

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 12 Dec 2021 12:04:48 -0300
El largo plazo también es urgente https://fundamentar.com/nacional/item/6485-el-largo-plazo-tambien-es-urgente https://fundamentar.com/nacional/item/6485-el-largo-plazo-tambien-es-urgente Retorno de la democracia argentina

El hito de los cuarenta años de la democracia, que se cumplen en 2023, es una oportunidad para jerarquizar el debate público que mantenemos.

En 2023 se cumplen cuarenta años de democracia ininterrumpida en Argentina. Este hito va a coincidir con lo que seguramente miraremos retrospectivamente como un período de inflexión a nivel global. También como país. Desde 2020, la pandemia aceleró una serie de cambios capaces de alterar estructuralmente cómo es el mundo y qué oportunidades hay para el desarrollo, en un momento que podríamos considerar entre los peores de la historia nacional. Argentina no crece desde hace una década y llevamos más de treinta años sin perforar el piso del 25% de la población en situación de pobreza. La emergencia del presente se conjuga entonces con la necesidad, también urgente, de repensar la estrategia de desarrollo. El largo plazo.

En Argentina, como en tantas otras partes del mundo, las oportunidades a las que puede acceder una persona en toda su trayectoria vital son determinadas por dónde se nace y crece: en qué lugar y como parte de qué familia. Y los problemas estructurales se vieron agravados por la recesión que afecta el país desde 2017 y, más recientemente, por los efectos que trajo la pandemia. Hoy son 4 de cada 10 las personas que están en la pobreza, y esa proporción se eleva a 6 de cada 10 si hablamos de niñas, niños y adolescentes. 

En el último año, muchas personas perdieron su trabajo: algunas están en el desempleo y otras directamente salieron del mercado laboral (la tasa de actividad cayó 9,3 puntos porcentuales entre 2019 y 2020). Cada vez se amplían más las desigualdades geográficas, de género y socioeconómicas. El presente arde en lo sanitario, pero también en lo social y en lo económico. 

Estamos en un momento bisagra que nos enfrenta a definir cómo queremos que sea lo que vendrá. Y las definiciones necesarias son especialmente complejas porque deben, en simultáneo, considerar tres frentes: las urgencias del presente, los problemas estructurales que tiene el país y la necesidad de crear un aspiracional de futuro. 

Existe un riesgo en intentar abordarlos simultáneamente en un contexto de tanta restricción. Hoy tenemos muy presentes límites varios que pueden constreñir las opciones que pensemos a futuro. Es probable que las respuestas a las que podamos arribar estén sesgadas. Si queremos consolidar una mejor perspectiva para todos y todas, tenemos que evitar que las características de la coyuntura actual coarten las oportunidades de las generaciones venideras.

El hito de los cuarenta años de democracia puede ser una oportunidad para darnos el espacio que requiere poner el momento actual en perspectiva. Desde Cippec lanzamos #40D, un proyecto que puede ayudarnos a mirar atrás, a entender mejor qué sucedió en estos cuarenta años y cuál es el balance que hacemos respecto de los desafíos más importantes que enfrenta el país. No para hacer revisionismo histórico sino, sobre todo, para poder pensar mejor, mirando hacia adelante. ¿Cómo es la democracia que, como sociedad, queremos legar? ¿Qué democracia piden las generaciones que van a gestionar los siguientes cuarenta años de democracia en Argentina? Esta ocasión única para jerarquizar en el debate público los grandes dilemas, para repensarlos en este punto de inflexión, nos puede ayudar a construir una mirada distinta sobre las políticas públicas, que contribuya a que se encuentren espacios para un mayor desarrollo. 

Para poder dar a nuestro futuro una forma distinta, una forma más inclusiva y más sostenible, es necesario abordar los desafíos de largo plazo de una manera que difiera de lo que se hizo en el pasado. Los problemas estructurales están basados en premisas que solemos tomar por dadas. Solamente si cuestionamos esas premisas y pensamos de manera distinta podremos generar acciones que nos lleven a resultados diferentes, a resultados mejores. De otra forma es muy probable que terminemos con resultados similares a los que ya hemos visto en la historia argentina. 

Las innovaciones a las que tenemos que dar lugar en nuestra estrategia de desarrollo se centran, fundamentalmente, en tres aspectos. En primer lugar, en qué actores deberían repensar estas estrategias. Por supuesto, el gobierno en particular y el sector público en general deben tener un rol de liderazgo en este proceso. Sin embargo, la mayor parte de los problemas que enfrentamos hoy no pueden ser resueltos únicamente desde el Estado. Se trata de problemas sistémicos, que afectan a toda la sociedad y que, por ende, requieren de la participación y el compromiso de distintos tipos de actores (sindicatos, movimientos sociales, sector privado y medios, entre otros). El Consejo Económico y Social es sin dudas un enorme paso en este sentido. Será central que en ese espacio se logren identificar las áreas de consenso, pero también los disensos y las alternativas divergentes que de ellos surgen. Si discutimos los criterios para ponderar esas alternativas, nos será posible llegar a mejores decisiones, sostenibles en el tiempo y mientras ocurran los cambios de gobierno. 

En segundo lugar, debemos detenernos en cómo se piensan estas estrategias. 

Las políticas públicas suelen tener un sesgo sectorial, en gran parte por la organización matricial del Estado: los temas se piensan de manera aislada. Pero los principales problemas que hoy abordamos son multidimensionales. ¿Cómo logramos que las políticas sociales sean eficaces en mitigar los efectos de la crisis pero tengan, en su diseño, estrategias que permitan una mayor sostenibilidad? ¿Cómo vinculamos las habilidades que se requieren en el mercado laboral con la transformación de la escuela secundaria? ¿Cómo se adapta la política a la creciente digitalización? 

Desde los dilemas más urgentes que enfrentamos en la coyuntura, hasta los que parecen tener un enfoque más de largo plazo, todos requieren una mayor y mejor articulación de miradas. Por lo tanto, es necesario lograr un abordaje mucho más integral, que haga dialogar los temas y las políticas entre sí, para llegar así a resultados de mayor impacto.

En tercer lugar está lo que aprendemos de otras experiencias. Es necesario encontrar un punto medio en lo que la teorista política Carla Yumatle denomina el “movimiento pendular” entre cerrarnos al mundo e importar categorías sin filtro. Es posible revisar recorridos que sucedieron en otras latitudes y discusiones que se estén dando en foros internacionales para adaptar lecciones al contexto argentino. 

El 3 de mayo inicié mi gestión como directora ejecutiva de Cippec, luego de 15 años en la institución. Asumí el desafío porque lo creo un espacio desagrietado, donde valen las personas y se discuten las ideas; donde podemos conjugar la urgencia con el largo plazo y cuestionarnos qué estamos dejando a nuestras hijas, nuestros nietos. Un lugar que, sobre todo, invita permanentemente a subir la propia vara para, así, elevar la de las políticas públicas. En los próximos años seguiremos levantando esa vara. Porque de eso, de entender que el largo plazo también es urgente, depende hoy nuestro futuro.

(*) Gala Díaz Langou es directora ejecutiva del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec). Magíster en Políticas Públicas y Gerenciamiento del Desarrollo (Universidad de San Martín y Universidad de Georgetown). Licenciada en Estudios Internacionales (Universidad Torcuato Di Tella). Realizó estudios de posgrado en Integración Internacional, Desarrollo y Políticas Públicas (FLACSO Argentina).

FUENTE: Perfil

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Elizabeth Hernández

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hola@fundamentar.com (Gala Díaz Langou (*)) Argentina Tue, 18 May 2021 16:01:35 -0300
Tenemos que hablar del impacto de las fakes news en las democracias latinoamericanas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6459-tenemos-que-hablar-del-impacto-de-las-fakes-news-en-las-democracias-latinoamericanas https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6459-tenemos-que-hablar-del-impacto-de-las-fakes-news-en-las-democracias-latinoamericanas Tenemos que hablar del impacto de las fakes news en las democracias latinoamericanas

En el último tiempo, la constante desinformación terminó siendo funcional al uso indebido de herramientas jurídicas para la persecución política de dirigentes de la región.

El uso de las nuevas tecnologías y las redes sociales en las últimas décadas fueron tomando cada vez más protagonismo y contribuyendo en un mundo cada vez más globalizado. En América Latina se observa cómo en los últimos años estas deterioran el orden democrático cuando sirven como vía de difusión de fake news, utilizadas luego en procesos judiciales que impactan de manera contundente en los sistemas políticos de la región.

El caso del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) es un claro ejemplo de lo que es ser víctima de las fake news y de la judicialización de la política en la región. Recientemente recuperó sus derechos políticos debido a la anulación de las condenas por la causa Lava Jato, proceso en el que el propio Lula reconoció ser “víctima de la mayor mentira jurídica contada en 500 años de historia”. Las fake news son mucho más que noticias falsas. Son socias indiscutidas del lawfare, que es el uso indebido de herramientas jurídicas para la persecución política del adversario.

No sólo los medios de comunicación son reproductores de información falsa, sino que a partir del impacto de las redes sociales son los mismos ciudadanos y ciudadanas quienes viralizan, comparten y van construyendo supuestas realidades a partir de una mentira.

Según un estudio de la compañía global de ciberseguridad Kaspersky y la consultora CORPA, alrededor de un tercio de las y los latinoamericanos utiliza solamente las redes sociales para informarse a diario y sólo un 17% lo hace a través de los sitios de medios de comunicación tradicionales. Los países que usan en mayor medida las redes sociales para informarse son: México (35%), Brasil (33%) y Chile (32%). Luego siguen Perú (31%), Argentina (28%) y Colombia (26%). 

En el 2018 un estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) reveló que las fake news –término que popularizó el expresidente Donald Trump para criticar a los medios de comunicación opositores en Estados Unidos-  tienen un 70% más de posibilidades de ser reenviadas y viralizadas que las veraces y son distribuidas más rápidamente y con mayor impacto que las noticias verdaderas. El uso de las noticias falsas tiene el objetivo de manipular a la opinión pública o perjudicar a una persona con intereses políticos y/o económicos. Según los especialistas, y teniendo en cuenta que en estos tiempos hay mayor sensibilidad social, el contenido falso apela a las emociones más inmediatas de las personas, confirmando una convicción, o un prejuicio, que ya existe en ellas.

Alrededor del 70% de las y los latinoamericanos no sabe detectar las noticias falsas y tampoco está seguro de reconocerlas en Internet. Quienes en mayor medida no logran identificarlas son las y los peruanos, con 79%, las y los colombianos (73%), y las y los chilenos (70%). En Argentina y México el 66% no puede discriminar entre una noticia falsa y una verdadera, y en Brasil, el 62% está en la misma situación, según la publicación que dio a conocer en febrero del año pasado Kaspersky y CORPA.

Otro dato para destacar es que el 2% de las y los latinoamericanos cree que las fake news son sólo un juego y no perjudican a nadie, aunque la gran mayoría piensa todo lo contrario. Un 72% afirma incluso que se viralizan porque alguien busca dañar o conseguir algo a cambio. No obstante, el 46% de los encuestados pone en duda -de vez en cuando- o simplemente no cuestionan lo que lee en la web.

Según el Observatorio de Infodemics COVID-19 de la Fundación Bruno Kessler, debido a la pandemia, América Latina es la región del mundo más afectada por la cantidad de noticias falsas sobre el coronavirus. Sin dudas, esto aumenta la desconfianza en las instituciones y debilita el cumplimiento de las medidas para enfrentar a la enfermedad. Podemos decir que también los partidos opositores a los gobiernos de turno, aprovechan y fogonean la “infodemia”.

De 83 países bajo estudio, los 15 en los que la fiabilidad de las informaciones sobre la enfermedad difundidas a través de medios digitales es más baja se encuentran en la región, donde el 59% de lo que allí se publica puede ser considerado “confiable”. En países como Perú y Venezuela la proporción de noticias confiables es del 25%, es decir que sólo uno de cada cuatro tuits responde a criterios de validación, corroboración de evidencia o con origen en una fuente rigurosa y confiable.

Recientemente el papa Francisco, en su mensaje por la 55ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, valoró la contribución de Internet, a través de la cual se permite multiplicar la capacidad de compartir historias con “información de primera mano y oportuna”, sin embargo, alertó sobre los riesgos de la comunicación social sin controles, especialmente en tiempo de pandemia.

Cada vez son más los espacios e iniciativas dedicados a hacer frente a este fenómeno: la Unesco y Chequeado crearon recientemente PortalCheck, un sitio que recopila una serie de herramientas para poder verificar datos y combatir la desinformación frente al COVID-19 exclusivamente en América Latina.

En este sentido, Google también anunció el lanzamiento de DigiMente, un programa con el objetivo de capacitar a niños, niñas y adolescentes sobre la desinformación, ética de la información, pensamiento crítico, reflexión e interpretación de las noticias. Más de la mitad de los estudiantes tampoco sabe cómo detectar noticias falsas. Este proyecto piloto comenzará en la Argentina, Colombia y México, y pretende luego convertirse en una plataforma de educación en línea.

Las fake news en los procesos electorales
La libertad de expresión es un derecho fundamental reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos (Artículo 19), la Declaración Americana sobre los Derechos y Deberes del Hombre y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Resolución 104 adoptada por la Conferencia General de la UNESCO, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, así como en otros instrumentos internacionales y constituciones nacionales.

En año pasado, el Relator Especial de las Naciones Unidas (ONU) para la Libertad de Opinión y de Expresión, el Representante para la Libertad de los Medios de Comunicación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y el Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de los Estados Americanos (OEA) realizaron una declaración conjunta sobre libertad de expresión y elecciones en la era digital, donde realizan recomendaciones a los Estados y actores no estatales.

En la misma reconocen la importancia para la democracia de un entorno de medios dinámico, con un debate público sólido al que la audiencia tenga acceso a un abanico diverso de información e ideas; así como el rol de los medios de comunicación durante los procesos electorales para brindar a los candidatos y partidos acceso equitativo al público, una plataforma para el debate político e información imparcial y precisa sobre cuestiones vinculadas con los comicios.

A raíz de la evolución de los medios de comunicación, el avance de la era digital y la aparición de las redes sociales, se abre el espectro de oportunidades para que los votantes accedan a información, expresen opiniones, y tengan la oportunidad de interactuar directamente con candidatos y partidos. Sin embargo, han surgido nuevos desafíos en materia de libertad de expresión, visibilizando la necesidad de adaptar los marcos normativos vigentes con el fin de supervisar de manera transparente y responsable los contenidos virtuales.

Las investigaciones existentes muestran evidencia contradictoria y mientras algunas señalan que no existen efectos significativos, otras han encontrado que la desinformación tiene un efecto en la determinación de la agenda informativa, que se amplifica en los medios la existencia de la desinformación e incluso puede estar conectada con la erosión de la confianza en las instituciones democráticas.


Cómo afectaron las fake news los procesos electorales en nuestra región

Ecuador

El pasado 7 de febrero se realizaron elecciones en Ecuador y en los últimos días de la campaña se multiplicaron las noticias falsas.

La colombiana Semana aseguró que el correísmo, ahora agrupado en el espacio Unión por la Esperanza (UNES), habría recibido 80 mil dólares de la guerrilla colombiana Ejército de Liberación Nacional (ELN) para financiar su campaña electoral. Según la nota, el recientemente abatido líder de la guerrilla, Andrés Vanegas -alias "Uriel"-, habría mantenido conversaciones con el expresidente Rafael Correa, según datos extraídos de equipos informáticos del líder guerrillero.

Tanto Correa como el candidato a Presidente, Andrés Arauz, y el ELN salieron a desmentir tal información, manifestando que nunca tuvieron conversaciones entre sí.

La Fiscal General del Estado de Ecuador solicitó a su par de Colombia el informe completo sobre los hallazgos de los investigadores en las computadoras de Vanegas.

A nueve días de las elecciones, el consejero Luis Verdesoto ingresó una denuncia al Tribunal Contencioso Electoral (TCE) por la supuesta entrega de dádivas a los votantes, a través de la entrega de pruebas de COVID-19 gratuitas en las sedes de la alianza UNES en la ciudad fronteriza de Tulcán y en Quito. La denuncia fue archivada el día posterior a los comicios por no presentar los fundamentos de su acusación con detalles específicos sobre los daños que ha causado la entrega de dádivas, sin pruebas ni documentos que respaldaran esta denuncia.

También en los primeros días de febrero, se replicó otra noticia falsa sobre la presunta vacunación del candidato Arauz en su viaje a la Argentina, donde tuvo reuniones con el presidente Alberto Fernández y su vice, la expresidenta Cristina Fernández, a principios de diciembre. Lo cierto es que las vacunas llegaron a nuestro país recién a fines de ese mes y la vacunación comenzó el 29 de diciembre.

Asimismo, desde Argentina se publicó información relacionada a un video falso que circuló en redes sociales sobre la supuesta entrega de 250 dólares a los votantes antes de las elecciones en Ecuador. En un video de poco más de 30 segundos, que se comprobó luego su falsedad, se ven imágenes del candidato y una voz que decía a la población que podían pasar por las sedes partidarias en todo el país para retirar 250 dólares a cuenta de un subsidio que les prometió a todas las familias si llegaba a ganar la presidencia.

Estos ejemplos son una muestra más de que uno de los principales fines de las fake news es perjudicar a los candidatos durante los procesos electorales, llevando este fenómeno a que sean los mismos candidatos los que deban pensar en desarrollar plataformas o generar mecanismos para desmentir y comprobar el contenido de esas noticias falsas, como lo hizo Arauz a través de su plataforma web recientemente.

Este año, a principios de febrero, la Cámara Nacional Electoral (CNE) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentaron la campaña digital #YoMeInformo, buscando hacer frente a la desinformación en redes sociales y/o medios digitales, fortaleciendo el proceso electoral y democrático en Ecuador, y generando conciencia en la ciudadanía. Durante el proceso electoral ecuatoriano han salido a desmentir varios contenidos circulados en redes sociales.

Bolivia
En octubre del año pasado, el mismo día de las elecciones en Bolivia, según el portal Bolivia Verifica la primera imagen falsa que circuló con supuestos resultados de la votación en Japón donde se atribuía la victoria a Luis Fernando Camacho (Creemos). Anotaron más de 2.000 votos a favor de ese partido cuando en todo el país había sólo 196 inscriptos. Claramente una fake news.

Los candidatos también fueron blanco de desinformaciones: se publicaron fotos manipuladas de Luis Arce (Movimiento Al Socialismo) y Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana) en las que supuestamente muestran sus votos.

Hubo más desinformaciones sobre Mesa, ya que a la mañana del mismo día de la elección se difundió la imagen de portada de un diario de La Paz en la que se modificó el titular y decía, falsamente, que Mesa había renunciado a su candidatura.

Brasil
Para las elecciones municipales 2020 en Brasil, el Tribunal Superior Electoral (TSE) realizó una alianza con Twitter y Tik Tok, más nueve servicios de verificación de noticias, a fin de combatir la supuesta "desinformación" durante los comicios municipales y la acción de "milicias digitales". También firmó un convenio con Google para brindar contenido confiable e información oficial sobre las elecciones.

La Corte Suprema de Brasil investiga presuntas campañas de desinformación y difamación en las presidenciales de 2018 a través de mensajes masivos por Whatsapp, supuestamente financiadas por empresarios favorables a Jair Bolsonaro, quien terminó imponiéndose en las urnas.

Las fake news o noticias falsas no fueron un caso aislado, sino que fueron protagonistas de la campaña electoral. El equipo de Bolsonaro ha sido acusado formalmente de emplear noticias falsas contra el candidato del PT, Fernando Haddad. La mayoría de las noticias falsas eran difundidas por Whatsapp, consumidas y compartidas por el 66% de los electores.

Varios observadores han criticado la lentitud y la tibieza con la que ha actuado el TSE, que el 15 de octubre determinó la retirada de 50 posteos de Facebook con informaciones no verídicas contra el candidato Haddad y su vice, Manuela D'Ávila. Pocos días antes, la Corte, responsable del correcto desarrollo del proceso electoral, lanzó una página web para ofrecer aclaraciones a los votantes brasileños sobre informaciones falsas que circularon en las redes sociales.

Chile
A principios de enero de este año el periodista venezolano y activista de ultraderecha Casto Ocando elaboró un pormenorizado reportaje -“Las cuentas secretas de la política chilena”- en el que daba a conocer la existencia de cuentas bancarias en paraísos fiscales de 12 políticos chilenos, entre las que se destacaban las del candidato presidencial del Partido por la Democracia (PPD), Heraldo Muñoz, más las del candidato presidencial de Renovación Nacional, Mario Desbordes.

A principios de febrero se republica en otro medio, acompañado de una extensa campaña de viralización por redes, a través de cuentas ligadas a activistas del Partido Republicano y cercanos a la Unión Demócrata Independiente (UDI).

Ambos desmienten de manera categórica las afirmaciones y las califican de fake news. Desbordes autorizó al Ministerio Público a levantar su secreto bancario para despejar cualquier duda, en una denuncia penal por los delitos de falsificación de instrumento privado y usurpación de nombre. En el caso de Muñoz, se ofició a los bancos en cuestión, los que le confirmaron que las cuentas eran falsas, además de elevar una denuncia en Estados Unidos ante la Federal Trade Commission.


Regulación de las fake news


La falta de legislación y el intento de regulación de las noticias falsas causa polémica y contradicciones.

En Nicaragua, el año pasado el Parlamento aprobó una ley contra los ciberdelitos con penas de hasta diez años de prisión, entre los que se encontraban -con penas de dos a cinco años- aquellas personas que "difundan información falsa" que produzcan "temor, zozobra o alarma en la población", perjudiquen el honor, prestigio y dignidad de otras y pongan en peligro el orden público o la "seguridad soberana". Esta normativa fue criticada por sectores de la oposición, la prensa independiente y organizaciones defensoras de derechos humanos, argumentando que limita la libertad de expresión y amenaza el ejercicio del periodismo.

En un estudio desarrollado por un conjunto de organizaciones de la sociedad civil ligadas a los derechos humanos en el entorno digital se plantea que las noticias falsas se encuentran amparadas por la libertad de expresión (salvo casos excepcionales). En la declaración conjunta de Viena de 2017, los cuatro relatores para la libertad de expresión (ONU, OEA, OSCE y la Comisión Africana CADHP) indicaron que la prohibición de difundir información basada en conceptos imprecisos y ambiguos como el de noticias falsas es incompatible con los estándares internacionales sobre libertad de expresión.

Además, plantea la necesidad de que la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión – CIDH establezca una definición clara de fake news y bots.

En nuestro país la Cámara Nacional Electoral (CNE) propuso en 2018 un “registro de cuentas de redes sociales y sitios web oficiales de los candidatos, agrupaciones políticas y máximas autoridades partidarias, para publicarlas en el portal del organismo, y la obligatoriedad para los partidos de adjuntar en sus informes de campaña el material audiovisual que vayan a utilizar en Internet y redes sociales. Además, de auditar las campañas digitales desarrolladas por las agencias publicitarias y consultoras”, y realizó una auditoría sobre el comportamiento de cuentas automatizadas (bots), ataques (trolls) y difusión de información falsa (fake news) durante las semanas de campaña electoral, algo que también fue realizado durante las elecciones legislativas de 2017.

Si de algo estamos seguros es que sin dudas las noticias falsas en la región (y en el mundo), y sobre todo en los procesos electorales, socaba la democracia. El gran escollo para sortear la desinformación y las fake news tiene que ver con el empoderamiento ciudadano. Y en los procesos electorales las noticias falsas dañan principalmente a la ciudadanía -además de a los candidatos y a las instituciones- porque no se le está dando la posibilidad de elegir en libertad a la hora de inventar noticias falsas sobre determinado candidato de determinada fuerza política o incluso de algún órgano electoral, que cada vez es más frecuente en la región.

Las noticias falsas y la judicialización de la política son parte, muchas veces, del mismo entramado. Las fake news y el lawfare son las dos caras de la misma moneda, que se empoderan mutuamente y socavan el derecho de las ciudadanos y ciudadanas a elegir con libertad.

(*) Directora del Observatorio Electoral de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América latina y el Caribe (COPPPAL). Doctoranda en Ciencia Política (UNSAM), Profesora de Relaciones Internacionales (USAL).

FUENTE: Cenital

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hola@fundamentar.com (Dolores Gandulfo (*)) Opinión Fri, 23 Apr 2021 17:10:46 -0300
El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6319-el-fin-del-neoliberalismo-y-el-renacimiento-de-la-historia https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6319-el-fin-del-neoliberalismo-y-el-renacimiento-de-la-historia El fin del neoliberalismo y el renacimiento de la historia

Al final de la Guerra Fría, el politólogo Francis Fukuyama escribió un famoso ensayo titulado “The End of History?” [¿El fin de la historia?], donde sostuvo que el derrumbe del comunismo eliminaría el último obstáculo que separaba al mundo de su destino de democracia liberal y economía de mercado. Muchos estuvieron de acuerdo.

Hoy, ante una retirada del orden mundial liberal basado en reglas, con autócratas y demagogos al mando de países que albergan mucho más de la mitad de la población mundial, la idea de Fukuyama parece anticuada e ingenua. Pero esa idea aportó sustento a la doctrina económica neoliberal que prevaleció los últimos cuarenta años.

Hoy la credibilidad de la fe neoliberal en la total desregulación de mercados como forma más segura de alcanzar la prosperidad compartida está en terapia intensiva, y por buenos motivos. La pérdida simultánea de confianza en el neoliberalismo y en la democracia no es coincidencia o mera correlación: el neoliberalismo lleva cuarenta años debilitando la democracia.

La forma de globalización prescrita por el neoliberalismo dejó a individuos y a sociedades enteras incapacitados de controlar una parte importante de su propio destino, como Dani Rodrik (de Harvard) explicó con mucha claridad, y como yo sostengo en mis libros recientes Globalization and Its Discontents Revisited y People, Power, and Profits. Los efectos de la liberalización de los mercados de capitales fueron particularmente odiosos: bastaba que el candidato con ventaja en una elección presidencial de un país emergente no fuera del agrado de Wall Street para que los bancos sacaran el dinero del país. Los votantes tenían entonces que elegir entre ceder a Wall Street o enfrentar una dura crisis financiera. Parecía que Wall Street tenía más poder político que la ciudadanía.

Incluso en los países ricos, se decía a los ciudadanos: “no es posible aplicar las políticas que ustedes quieren” (llámense protección social adecuada, salarios dignos, tributación progresiva o un sistema financiero bien regulado) “porque el país perderá competitividad, habrá destrucción de empleos y ustedes sufrirán”.

En todos los países (ricos o pobres) las élites prometieron que las políticas neoliberales llevarían a más crecimiento económico, y que los beneficios se derramarían de modo que todos, incluidos los más pobres, estarían mejor que antes. Pero hasta que eso sucediera, los trabajadores debían conformarse con salarios más bajos, y todos los ciudadanos tendrían que aceptar recortes en importantes programas estatales.

Las élites aseguraron que sus promesas se basaban en modelos económicos científicos y en la “investigación basada en la evidencia”. Pues bien, cuarenta años después, las cifras están a la vista: el crecimiento se desaceleró, y sus frutos fueron a parar en su gran mayoría a unos pocos en la cima de la pirámide. Con salarios estancados y bolsas en alza, los ingresos y la riqueza fluyeron hacia arriba, en vez de derramarse hacia abajo.

¿A quién se le ocurre que la contención salarial (para conseguir o mantener competitividad) y la reducción de programas públicos pueden contribuir a una mejora de los niveles de vida? Los ciudadanos sienten que se les vendió humo. Tienen derecho a sentirse estafados.

Estamos experimentando las consecuencias políticas de este enorme engaño: desconfianza en las élites, en la “ciencia” económica en la que se basó el neoliberalismo y en el sistema político corrompido por el dinero que hizo todo esto posible.

La realidad es que pese a su nombre, la era del neoliberalismo no tuvo nada de liberal. Impuso una ortodoxia intelectual con guardianes totalmente intolerantes del disenso. A los economistas de ideas heterodoxas se los trató como a herejes dignos de ser evitados o, en el mejor de los casos, relegados a unas pocas instituciones aisladas. El neoliberalismo se pareció muy poco a la “sociedad abierta” que defendió Karl Popper. Como recalcóGeorge Soros, Popper era consciente de que la sociedad es un sistema complejo y cambiante en el que cuanto más aprendemos, más influye nuestro conocimiento en la conducta del sistema.

La intolerancia alcanzó su máxima expresión en macroeconomía, donde los modelos predominantes descartaban toda posibilidad de una crisis como la que experimentamos en 2008. Cuando lo imposible sucedió, se lo trató como a un rayo en cielo despejado, un suceso totalmente improbable que ningún modelo podía haber previsto. Incluso hoy, los defensores de estas teorías se niegan a aceptar que su creencia en la autorregulación de los mercados y su desestimación de las externalidades cual inexistentes o insignificantes llevaron a la desregulación que fue un factor fundamental de la crisis. La teoría sobrevive, con intentos tolemaicos de adecuarla a los hechos, lo cual prueba cuán cierto es aquello de que cuando las malas ideas se arraigan, no mueren fácilmente.

Si no bastó la crisis financiera de 2008 para darnos cuenta de que la desregulación de los mercados no funciona, debería bastarnos la crisis climática: el neoliberalismo provocará literalmente el fin de la civilización. Pero también está claro que los demagogos que quieren que demos la espalda a la ciencia y a la tolerancia sólo empeorarán las cosas.

La única salida, el único modo de salvar el planeta y la civilización, es un renacimiento de la historia. Debemos revivir la Ilustración y volver a comprometernos con honrar sus valores de libertad, respeto al conocimiento y democracia.

FUENTE: Project Syndicate

(*) Joseph Stiglitz es Premio Nobel de Economía, Profesor en la Universidad de Columbia y Economista Jefe del Instituto Roosevelt.

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hola@fundamentar.com (Joseph E. Stiglitz (*)) Opinión Fri, 06 Dec 2019 13:14:43 -0300
"Bolsonaro es una amenaza para la región" https://fundamentar.com/internacional/item/6070-bolsonaro-no-solo-es-una-amenaza-para-la-democracia-brasilena-sino-una-amenaza-para-la-region https://fundamentar.com/internacional/item/6070-bolsonaro-no-solo-es-una-amenaza-para-la-democracia-brasilena-sino-una-amenaza-para-la-region "Bolsonaro es una amenaza para la región"

Durante el programa Todas las Voces emitido por AM 1330, el diputado por el FPV-PJ y vicepresidente de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto de Diputados, Guillermo Carmona, habló acerca del futuro panorama en la región luego del triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil y de la postura adoptada por la cancillería argentina sobre Malvinas. 

"Jair Bolsonaro no es sólo una amenaza para la democracia en Brasil sino que es una amenaza para la democracia en la región y la Argentina. Es un contexto muy complejo y preocupante porque el gobierno argentino se ha parado en un lugar de aceptación y de apoyo a Bolsonaro, relativizando lo que Bolsonaro expresa. Recordemos que el canciller argentino Jorge Faurie calificó a Bolsonaro como un hombre de centro derecha. Basta con ver un periódico de cualquier parte del mundo para no tener ninguna duda de que Bolsonaro es un ultraderechista que conjuga racismo, xenofobia, opiniones sexistas y actitudes antidemocráticas. De hecho, cuando se conoció el resultado arremetió contra socialistas y movimientos populares. Es una figura horrible de la política que el gobierno argentino ha intentado “edulcorar” como si fuera una figura democrática", señaló el legislador. 

En relación al impacto que el triunfo electoral de Bolsonaro puede tener en los procesos de cooperación regional, Carmona dijo: “el Mercosur ha venido siendo desactivado como los otros organismos regionales. Al Mercosur le asignaron los acuerdos de libre comercio con distintas regiones del mundo. Ese intento ha sido un fiasco y en contraparte, el gobierno de la región aceptaba cualquier condición para que se alcanzara un acuerdo con la Unión Europea. Y es muy significativo que Bolsonaro no haya hablado del Mercosur en cuanto a las consideraciones de Brasil en el mundo, hablo sólo de mejorar el posicionamiento de Brasil en la política internacional pero no del Mercosur."

A su vez, el diputado destacó: “De todos modos, no es solamente una amenaza para el Mercosur, constituye una amenaza para la democracia en la región. Muy probablemente los discursos belicistas que se dan puertas adentro de Brasil comiencen a expresarse fronteras afuera. Ahí aparecen como dos primeros puntos críticos Venezuela y Bolivia. Seguro veamos un rápido posicionamiento de Brasil con respecto a estos dos países hermanos.”

El actual canciller visitrá hoy la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto, donde Carmona ocupa la vicepresidencia. En relación a esto, éste último señaló que en primer lugar “es importante poner en contexto la presencia del canciller. Se lo ha invitado desde hace más de un año y medio. Desde que asumió, se lo invitó primero a dialogar con diputados y diputadas sobre puntos críticos que veníamos cuestionando a la anterior canciller (Susana Malcorra) sobre todo en relación a las negociaciones con Reino Unido que involucraban la cuestión Malvinas. Posteriormente, ante la no comparecencia del canciller, presentamos un pedido de interpelación que este año hemos reproducido nuevamente. Va a llegar con un año y medio de demora a dar explicaciones. Le vamos a preguntar sobre distintos aspectos de la política exterior, particularmente sobre la cuestión Malvinas, la relación de Argentina con los países de la región, sobre todo el retiro de Unasur, y la relación dependiente con Estados Unidos".

Por otra parte, agregó que “los dichos del canciller son de absoluta gravedad, particularmente en relación a la cuestión Malvinas. Durante su última visita al Reino Unido ha cometido desmanes si se toma en cuenta cuál es la posición definida que tiene la Argentina sobre la reivindicación de la soberanía, desde la Constitución y las relaciones diplomáticas que tradicionalmente se han llevado a cabo nuestro país. El canciller, en su concepción, ha hablado de un pueblo argentino y un pueblo isleño. Ese es el punto más crítico porque el reconocimiento de los denominados Kelpers es un argumento absolutamente desafortunado en favor de darle argumentos a los británicos en función de la determinación. Por otro lado, el canciller cree que hay que posibilitar que los isleños vengan a la Argentina a estudiar, tener atención sanitaria y relacionarse con los argentinos. Esto implica un reconocimiento claro, explícito, de lo que puede ser utilizado por los británicos en el sentido de que si venir desde Malvinas es venir a la Argentina, quiere decir entonces que las Malvinas no serían argentinas.”

 

(*) Colaboradora Fundamentar.com

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hola@fundamentar.com (Mariana Vera(*)) Internacional Mon, 29 Oct 2018 10:47:18 -0300