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Fundamentar - Fundamentar https://fundamentar.com Thu, 28 Mar 2024 15:58:30 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Entender bien la desglobalización https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6649-hacer-bien-la-desglobalizacion https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6649-hacer-bien-la-desglobalizacion Entender bien la desglobalización

La primera reunión del Foro Económico Mundial en más de dos años fue marcadamente diferente de las muchas conferencias previas de Davos a las que asistí desde 1995. No se trató simplemente de que la nieve brillante y los cielos despejados de enero fueran remplazados por pistas de esquí vacías y una llovizna de mayo lúgubre. Fue, más bien, que un foro tradicionalmente comprometido con la defensa de la globalización estaba preocupado principalmente por los fracasos de la globalización: cadenas de suministro alteradas, inflación de los precios de los alimentos y de la energía y un régimen de propiedad intelectual (PI) que dejó a miles de millones de personas sin vacunas contra el COVID-19 simplemente para que unas pocas compañías farmacéuticas pudieran ganar miles de millones de dólares en ganancias adicionales.

Entre las respuestas que se propusieron para estos problemas figuran “repatriar” la producción o “instalarla en países confiables”, e implementar “políticas industriales destinadas a aumentar las capacidades de producción de los países”. Atrás quedaron aquellos días en que todos parecían estar trabajando para un mundo sin fronteras; de repente, todos reconocen que por lo menos algunas fronteras nacionales son esenciales para el desarrollo económico y la seguridad.

Para quienes alguna vez defendían una globalización sin restricciones, este volte face ha resultado en una disonancia cognitiva, porque el nuevo conjunto de políticas propuestas implica que las reglas de larga data del sistema de comercio internacional se quebrarán o se romperán. Incapaces de reconciliar la instalación de la producción en países confiables con el principio de libre comercio no discriminatorio, la mayoría de los líderes empresariales y políticos en Davos apelaron a perogrulladas. Prácticamente no hubo un examen de conciencia sobre cómo y por qué las cosas han salido tan mal, o sobre el razonamiento errado e híper-optimista que prevalecía durante el apogeo de la globalización.

Por supuesto, el problema no es sólo la globalización. Toda nuestra economía de mercado ha dado pruebas de falta de resiliencia. Esencialmente fabricamos autos sin ruedas de auxilio –reduciendo unos pocos dólares del precio, sin preocuparnos demasiado por las exigencias futuras-. Los sistemas de inventario justo a tiempo eran innovaciones maravillosas mientras la economía enfrentaba alteraciones menores; pero terminaron siendo desastrosos frente a los cierres por el COVID-19, creando cascadas de escasez de oferta (como cuando una carencia de microchips condujo a una falta de coches nuevos).

Como advertí en mi libro de 2006, Making Globalization Work, los mercados son nefastos a la hora de “valorar” el riesgo (por la misma razón que no ponen precio a las emisiones de dióxido de carbono). Consideremos el caso de Alemania, que eligió que su economía dependiera de los suministros de gas de Rusia, un socio comercial claramente poco confiable. Ahora, enfrenta consecuencias que eran predecibles y que fueron predichas.

Como reconocía Adam Smith en el siglo XVIII, el capitalismo no es un sistema autosuficiente, porque hay una tendencia natural hacia el monopolio. Sin embargo, desde que el presidente norteamericano Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher introdujeron una era de “desregulación”, la creciente concentración de mercado se ha vuelto la norma, y no sólo en sectores de alto perfil como el comercio electrónico y las redes sociales. La desastrosa escasez de alimento para bebés en Estados Unidos esta primavera fue en sí misma el resultado de la monopolización. Después de que se obligara a Abbott a suspender la producción por cuestiones de seguridad, los norteamericanos pronto se dieron cuenta de que sólo una compañía es responsable de casi la mitad del suministro en Estados Unidos.

Las ramificaciones políticas de las fallas de la globalización también quedaron al descubierto en Davos este año. Cuando Rusia invadió Ucrania, el Kremlin fue condenado casi universalmente y de inmediato. Pero tres meses después, los mercados emergentes y los países en desarrollo (EMDC por su sigla en inglés) han adoptado posturas más ambiguas. Muchos apuntan a una hipocresía de Estados Unidos a la hora de exigir responsabilidad por la agresión de Rusia, considerando que el país invadió Irak bajo falsas pretensiones en 2003.

Los EMDC también enfatizan la historia más reciente de nacionalismo de vacunas por parte de Europa y Estados Unidos, que se sostuvo a través de disposiciones sobre PI de la Organización Mundial de Comercio que les fueron endilgadas hace 30 años. Y ahora son los EMDC los que están soportando la carga de precios de alimentos y energía más elevados. Estos desarrollos recientes, combinados con injusticias históricas, han deslegitimado la defensa occidental de la democracia y del régimen de derecho internacional.

Sin duda, muchos países que se niegan a respaldar la defensa de la democracia que hace Estados Unidos no son democráticos. Pero otros países sí lo son y la posición de Estados Unidos al frente de esa lucha se ha visto minada por sus propios fracasos –desde el racismo sistémico y el coqueteo de la administración Trump con regímenes autoritarios hasta los persistentes intentos del Partido Republicado de anular la votación y desviar la atención de la insurrección del 6 de enero de 2021 en el Capitolio de Estados Unidos.

La mejor manera de proceder para Estados Unidos sería mostrar una mayor solidaridad con los EMDC ayudándolos a gestionar los crecientes costos de los alimentos y de la energía. Esto se podría hacer reasignando los derechos especiales de giro (el activo de reserva del Fondo Monetario Internacional) de los países ricos y respaldando una fuerte eximición de la PI por el COVID-19 en la OMC.

Asimismo, los altos precios de los alimentos y de la energía probablemente causen crisis de deuda en muchos países pobres, agudizando aún más las desigualdades trágicas de la pandemia. Si Estados Unidos y Europa quieren mostrar un verdadero liderazgo global, tendrán que dejar de ponerse de lado de los grandes bancos y acreedores que incitaron a los países a tomar más deuda de la que podían pagar.

Después de cuatro décadas de defender la globalización, es claro que los asistentes a Davos gestionaron mal las cosas. Prometieron prosperidad para los países desarrollados y en desarrollo por igual. Pero mientras los gigantes corporativos en el Norte Global se volvieron ricos, los procesos que podrían haber beneficiado a todos generaron en cambio enemigos en todas partes. La “economía de derrame”, el argumento de que enriquecer a los ricos automáticamente favorecería a todos, fue una estafa –una idea que no estaba respaldada ni por la teoría ni por la evidencia.

La reunión de Davos de este año fue una oportunidad perdida. Podría haber sido una ocasión para reflexionar seriamente sobre las decisiones y las políticas que llevaron al mundo adonde está hoy. Ahora que la globalización ha alcanzado la cima, sólo nos queda esperar que gestionemos su caída mejor de lo que gestionamos su ascenso.

FUENTE: Project Syndicate


(*) Joseph E. Stiglitz, a Nobel laureate in economics and University Professor at Columbia University, is a former chief economist of the World Bank (1997-2000) and chair of the US President’s Council of Economic Advisers, was lead author of the 1995 IPCC Climate Assessment, and co-chaired the international High-Level Commission on Carbon Prices.

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hola@fundamentar.com (Joseph Stiglitz (*)) Opinión Mon, 13 Jun 2022 18:28:50 -0300
Inocentes https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6585-inocentes https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6585-inocentes El Silencio de los Inocentes

Inocente, me has contado,
tu manera de sufrir.
Y no sabes, que conozco,
cómo te gusta vivir.

La Delio Valdez

Hasta el momento, el 2022 se ha presentado a los argentinos como un año de récords. Temperaturas extremas, casos de Covid que triplican los peores números de 2021 y una temporada turística que, a fuerza de Pre Viaje y cierto espíritu de época que nos impone “salgamos que se acaba el mundo”, contextualizan un escenario político que no pocos imaginaban de otra manera. Repasemos.

De cara a la última semana de enero, tres temas centralizan la atención de medios, analistas y la corporación política: la situación de la pandemia, el posible acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y el escándalo por lo que muestra el video de la “Gestapo” que involucra a la ex gobernadora porteña, perdón bonaerense, María Eugenia Vidal (MEV).

La cuestión del Covid ha ganado, otra vez, una centralidad que nadie deseaba a estas alturas. Con alrededor del 80% de la población con esquema de vacunación completa (la envidia de no pocos países), y más allá de algunas estrategias comunicacionales erradas (como el concepto de plantear que nos empezábamos a dirigir hacia un escenario endémico, antes que pandémico), lo que paralelamente muestra cotidianamente el altísimo amesetamiento de casos, es el beneficio innegable de las vacunas que se desarrollaron a escala mundial.

Las autoridades gubernamentales (en sus tres niveles) apostaron a la vacunación como instrumento que permitiría una vuelta a cierta normalidad que se había perdido. Mientras estallan contagios a diestra y siniestra, nótese que la fortaleza de esa estrategia es lo que de alguna manera impuso cierto espíritu de que lo peor ya había pasado. Con un porcentaje de fallecidos diez veces menor que en la ola anterior (0,17% contra 2% de los casos confirmados), la coincidencia de las cepas Delta y Ómicron, conviven con una sociedad que parece dispuesta a pagar el costo que supone la masividad de contagios.

Mar Del Plata - Enero 2022 - Foto: Pablo Funes | @dronmardelplata
Mar Del Plata - Enero 2022 - Foto: Pablo Funes | @dronmardelplata

Atravesamos una temporada turística con niveles altísimos de ocupación hotelera. Más allá de los vaivenes del dólar y de las limitaciones para vacacionar en el exterior, todos los destinos nacionales, los tops y los no tanto, muestran una masividad pocas veces vista. Venimos de unas fiestas de fin de año con buenos niveles de venta y de recuperación económica que se distinguen, con un saldo a favor, de lo sucedido en 2019 y 2020.

Por todo ello es que ha desaparecido de la gran escena de la política nacional, la discusión sobre la responsabilidad gubernamental de la pandemia. Si todo el 2020 y buena parte del 2021 estuvieron signados por las diferencias de qué debía hacerse con las restricciones o no a la movilidad social, en este 2022, esas diferencias brillan por su ausencia. Más allá de la estupidez que supone la desproporcionada difusión que tienen los movimientos antivacunas en la Argentina, promovidas por un conjunto de medios que en algunos casos tienen los intereses cruzados a tal punto que, a la vez que sus dueños poseen acciones en prepagas y laboratorios, pagan enormes salarios a portavoces de la no vacunación; lo real y concreto es que la mirada ya no se pone sobre los dimes y diretes de los gobiernos.

Al igual que sucede con la obligatoriedad en niños y adolescentes, hemos naturalizado el proceso vacunatorio, sin tener del todo en cuenta lo que está ocurriendo en otras partes del globo. Punto para los gobiernos. Pero es indudable que eso que es virtud no alcanza, necesariamente, a transformarse en una demanda cumplida que les aporten beneficios políticos a los oficialismos.

Algo parecido le sucede a la administración de Alberto Fernández en su búsqueda de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. A lo largo del 2021, el gobierno puede mostrar unas cuantas variables con mejora notable en la macroeconomía: baja del desempleo, incremento sostenido de la actividad industrial, crecimiento anual del PBI que puede ser histórico y una reducción, no menor, del déficit. A la vez, el dólar con el supuesto atraso de la cotización oficial y la brecha con el paralelo, no dejan de ser un problema que ocupa una centralidad que para cualquier extranjero recién llegado y que no conozca a fondo la idiosincrasia argentina, le parecería un exceso.

Esos buenos números son, de alguna manera, lo que fortalece al gobierno en una negociación llena de obstáculos, y es lo que le permite suponer al FMI, con sus recetas de siempre, que el país tiene margen para un ajuste que solo cierto romanticismo liberal puede suponer como viable.

Hubo hasta ahora una doble situación que resulta evidente. Por un lado, un optimismo previo en los negociadores argentinos que venían planteando una supuesta comprensión del organismo, que no se ha reflejado en ninguna medida y que el acuerdo podía alcanzarse antes de fin de año.

Y, por otro lado, los negociadores internacionales que se imaginan inocentes del descalabro de la economía macrista. Más allá de las revisiones de lo hecho en 2018, de las declaraciones oficiales, la insistencia en la propuesta de un ajuste sobre determinadas áreas de la economía refleja, mas temprano que tarde, que ciertos corsets ideológicos son más fuertes que algunos arrepentimientos y lábiles autocríticas.

En esta semana que pasó, el gobierno argentino se esforzó por demostrar que el acuerdo ya no aplica en las oficinas del organismo, sino en la zona de Avenida Pensylvania al 1600, en Washington DC, sede de la Casa Blanca. Según lo que dejaron trascender las voces cercanas al Ministro de Relaciones Exteriores Santiago Cafiero, la reunión con Antony Blinken, Secretario de Estado de la administración que conduce Joe Biden, habría sido positiva. Veremos como se traduce ese buen clima en medidas que potencien un arreglo. Cada vez resulta más evidente que los técnicos tienen sus propios límites.

Y si hablamos de inocencia, arrepentimiento y autocríticas no deja de llamar la atención lo sucedido con la “Gestapo” de María Eugenia Vidal y asociados. Recordemos el caso: funcionarios vidalistas se reunieron con empresarios y espías de la Agencia Federal de Inteligencia en la sede capitalina del Banco Provincia para armar causas en contra de sindicalistas, más concretamente, Juan Pablo “Pata” Medina.

De lo que se desprende en el video, estamos ante una red de espionaje que demuestra, cuanto menos cuatro cosas: a) que nada de ello podía hacerse sin un guiño del Poder Judicial, b) que el Lawfare, otra vez, existió, c) que el gobierno de la ex gobernadora es responsable legal y político de lo que allí sucedía y d) que las propias autoridades bonaerenses eran espiadas por el organismo de inteligencia que conducían Gustavo Arribas y Silvia Madjalani con la anuencia, nuevamente, de un tal Mauricio Macri.

María Eugenia Vidal había intentado construir una carrera política donde aparecía como una “distinta”. Con un tono más parecido al de una maestra de nivel inicial antes que al de una dirigente que gobernaba un Estado en sí mismo como lo es la provincia de Buenos Aires, a su alrededor se intentó mostrar un aura de ciudadana comprometida que daba todo de sí, en virtud de que porteños y bonaerenses vivieran mejor: fue candidata (y ganó) en una jurisdicción donde no había descollado y construyó un relato donde supuestamente enfrentaba a mafias que la habrían llevado a vivir en un cuartel militar junto a su familia.

Pésima administradora, el resultado no pudo ser peor. Más allá de no desmontar una sola red de las que mantienen con vivitos y coleando a los mafiosos que viven en zonas exclusivas, que tienen doble vida y acceso al verdadero poder, en octubre de 2019 los bonaerenses le notificaron, haciéndole perder nada más y nada menos que 400.000 votos entre una elección ejecutiva y otra.

Hasta aquí las explicaciones de su acción gubernamental habían oscilado, de manera cómplice, entre el “no supo, no pudo, no la dejaron”. Subyace en esas justificaciones que no son nuevas en la Argentina (buena parte del radicalismo explica sus crisis gubernamentales terminales desde esa triada), una desvalorización del ciudadano en tanto persona que comprende los hechos políticos de su comunidad. Nada más alejado de la realidad. Ningún dirigente que se precie puede argumentar que “no lo dejan”. Si se enfrentan mafias, la lucha es descarnada y desigual. Tal vez y sólo tal vez, la vuelta a los cines que se anuncia para el mes de febrero para esa obra de arte llamada “El padrino”, pueda darles mayores datos a sus “voceros”, del verdadero poder de algunos delincuentes.

Las formas discursivas de MEV mostraban una candidez que no era tal. Y el delito cometido por sus funcionarios en el mismo edificio donde ella tenía sus oficinas, confirman que la inocencia vale para los 28 de diciembre, pero no para explicar cómo sucedieron las cosas en ciertas instancias del poder.

A partir de que el caso se hizo público, si algún desprevenido pretendía insistir sobre ese perfil vidalista ya no le alcanzará para conocer la realidad. Además, su respuesta, tres semanas después pareció tardía, errónea y condicionada políticamente. Al insistir sobre la idea del cuentapropismo afista, donde la conducción política de la central de inteligencia no habría sabido nada al respecto; da la peor explicación para la lógica del día a día de un dirigente político: que sus subalternos hacen cualquier cosa sin la más mínima conducción.

Quedan dos aseveraciones finales. La primera es que la explicación de que el video es ilegal porque no había orden de ningún juez que lo habilitara, podrá servir para el derrotero judicial, pero no para la justificación de cierta inocencia política. Y la segunda, que cualquier sueño político de MEV en el mediano plazo y que suponga el cruce de la General Paz, aparece vedado. Nada malo para sus potenciales adversarios en la interna del PRO primero y de Juntos por el Cambio después.

En la hermosa voz de Ivonne Guzmán, vocalista de la Delio Valdez, nos enteramos de la pretendida inocencia de un amor, que vive a contramano de lo que la otra parte pretende. En ese devenir, se reconoce más fuerte para no vivir de penurias e ilusiones que la alimenten. Algo parecido podríamos aplicar los argentinos: la historia de un organismo internacional de crédito que no ha cambiado un ápice y la ilusión frustrada del período 2015 – 2019, tal vez podrían mostrarnos el camino.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez(*)) Opinión Sun, 23 Jan 2022 12:50:15 -0300
Entre caníbales https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6564-entre-canibales https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6564-entre-canibales Entre caníbales

¡Ah! Come de mí, come de mi carne
¡Ah! Entre caníbales
¡Ah! Tómate el tiempo en desmenuzarme
¡Ah! Entre caníbales

Soda Stereo

En la semana que pasó, el gobierno nacional parece haberse decidido, más allá de las urgencias de un proceso electoral en el que no las tiene todas consigo, a dar algunas batallas políticas y económicas que vayan más allá del 14 de noviembre y que tienen, indudablemente, mucho de discusión sobre los problemas estructurales del país. Repasemos.

Dos temas le dan sentido al párrafo anterior: las reuniones en Nueva York entre autoridades del Fondo Monetario Internacional y funcionarios argentinos de primer nivel y la presentación en la agenda social de un acuerdo con los grandes formadores de precios que, de alguna manera, sirva como freno a un proceso inflacionario que, en setiembre, volvió a mostrar un número verdaderamente alto, rompiendo la tendencia a la baja que venía registrando en los cinco meses anteriores.

La coalición gobernante desea (y necesita) un acuerdo con el organismo internacional. Más allá de los matices que supone el tipo de arreglo que pueda alcanzarse y que muchas veces definen su viabilidad en los hechos, en el Frente de Todos (FDT) nadie piensa que una solución para los años que vienen se fundamente en “romper con el Fondo”. El aspecto positivo de congeniar la forma de pago de lo que debe el país, supone que aliviará una macroeconomía que hoy aparece tensionada en ese aspecto, mostrando una hoja de ruta para los años que vienen y habilitaría, por ejemplo, el acceso internacional del crédito a empresas que siempre declaman que lo necesitan para llevar adelante sus inversiones.

https://twitter.com/Martin_M_Guzman/status/1448095755063881728

La confirmación de Kristalina Georgieva al frente del Fondo Monetario Internacional, luego de una serie de disputas internas que ponían en jaque su continuidad, supone un alivio para los intereses oficialistas en tanto y en cuanto el proceso abordado hasta aquí se exponía a un doble riesgo en el caso de que se hubiera nombrado un nuevo director: se habría perdido el tiempo de todo lo que se viene negociando desde hace no menos de 20 meses y, en el caso de que el sucesor fuera un referente de la línea dura, las condiciones a renegociar serían ostensiblemente diferentes.

Sobretasas sí o sobretasas no parece ser una las discusiones más importantes por estas horas (representa unos 900 millones U$s anuales). Un hipotético acuerdo sobre el primer trimestre del 2022, supone la posibilidad concreta de contar con tres semestres, antes de las presidenciales de 2023, con un frente despejado en el sector externo. Pero, como uno aprende desde muy niño en este mundo, nada es gratis en esta vida y ningún acreedor cede demasiado más allá de la dudosa legalidad con la que se constituyó el préstamo que firmó Mauricio Macri allá por junio de 2018. No sea cuestión que esa “oxigenación” del sector externo represente un enturbiamiento del interno. No sería la primera vez que el propio organismo ponga los lineamientos sobre los cuales se fagocita a sus propios socios y que autoridades políticas locales lo avalan. Canibalismo de alta geopolítica.

Algo de ello es lo que entiende el actual mandatario cuando en el transcurso de la semana recordó en un discurso que mientras el ex presidente se dedica a dar clases en Miami, él debe afrontar una negociación de tal envergadura que, si no se alcanzara un acuerdo, en 2022 Argentina debería abonar nada más y nada menos que U$s 19.000 millones. Una cifra que espanta al más pintado.

Pero si las noticias llegadas desde los EE.UU. permitían, por lo menos, evitar angustias renovadas, el dato de la inflación del mes de setiembre fue un golpe difícil de asimilar. El dato debe haberse conocido de antemano en el oficialismo al momento del cambio de Paula Español como secretaria de Comercio Interior y su reemplazo por Roberto Feletti, un hombre que, indudablemente, plantea otra impronta de la gestión.

En la previa del anuncio del intento de acuerdo de precios en 1247 productos de la canasta, la primera línea del gobierno, con presidente incluido, se reunió el día maartes con los principales dueños de empresas del país. Si bien las partes dejaron trascender el beneplácito por el encuentro que habría sido con agenda abierta y duró algo más de tres horas, nada hace suponer que estemos en presencia de una incipiente alianza estratégica que pueda sostenerse en el tiempo. Los planteos de los Ceos en el congreso de Idea, muchos de ellos empleados de ese grupo de “dueños” y los límites que han aparecido en la implementación (podríamos decir elemental) del acuerdo que propuso Feletti, reflejan que nada está consolidado ni mucho menos.

https://twitter.com/RobertoFeletti/status/1449160900993331202

El flamante secretario comenzó la semana mostrándose con el tono verdaderamente adecuado. En un gobierno severamente condicionado por el resultado electoral de setiembre, la lógica de una inicial prepotencia política sería el peor de los caminos que podría elegir. En sus declaraciones planteó algo que podría definirse como elemental: la necesidad de que los argentinos puedan tener un fin de año con algo de paz y accediendo a un conjunto mínimo de bienes y servicios que deberían entenderse como elementales.

En la urgencia de la debilidad económica heredada y que agravó el Covid, un acuerdo con la vista a tres meses no debería parecer ser algo utópico. Los movimientos y las prácticas empresariales de las últimas horas, indican otra cosa. La voracidad caníbal empresarial como lógica para hacer una diferencia que, como siempre, favorezca a algunos pocos, parece más vigente que nunca.

Las idas y venidas en las entregas de planillas con los precios vigentes al 1° de octubre para su consiguiente análisis y el pedido de reuniones “para hacer contraofertas” refleja los límites de ciertas acciones de gobierno. Si allá por febrero, en este mismo portal, escribíamos algo así como “La crítica y lo posible”, nos referíamos a este tipo de condicionamientos que encuentra a cada paso la coalición gobernante, a la hora de impulsar ciertas transformaciones.

Más allá del griterío opositor, sea partidario, empresarial o mediático, lo cierto es que la idea que supone una instancia muy presente de control de precios se ancla en una medida reciente que también trajo consigo una vocinglería altisonante: las restricciones a la exportación de carnes. Anunciado como un cataclismo que afectaría al conjunto de los argentinos, varios meses después de su implementación el resultado era más que evidente. El precio de la carne no bajó sustancialmente, pero resultó notorio que dejó de subir. De acuerdo a lo demostrado a través de los informes del Centro de Economía Política (CEPA), julio y agosto tuvieron bajas leves, mientras que setiembre mostró una evolución del 0%. Una vez corregido el despropósito de carne vacuna con aumentos sistemáticos, el proceso exportador se ha reabierto. No hay demasiado por discutir en tanto y en cuanto ponderemos que los alimentos producidos en la Argentina, primero deberían ser para el consumo interno. ¿O no?

La idea que propone Feletti, conlleva un compromiso que no se acota en el mundillo empresarial. Supone también, el trabajo conjunto con asociaciones de consumidores y con ciudadanos sin referencia política de ningún tipo que estén dispuestos a cuidar su bolsillo. La referencia a sindicatos y organizaciones de distinto tipo como soporte del cuidado de los precios, y que tanta “tirria” genera en determinados sectores, supone un apoyo que el Estado, en sus múltiples niveles y facetas, deberá saber recrear y acompañar.

Pero si hablamos de apoyo y compromiso, la celebración del 17 de octubre, no parece haber estado alejada de ciertos vaivenes que han caracterizado a la coalición gobernante, gremios incluidos. Lo que a comienzo de semana se notificó como la no realización del acto del día domingo, por tener como referencia insoslayable el Día de la Madre, para privilegiar en definitiva el acto de la CGT y de los movimientos sociales del día 18; derivó en una convocatoria “por abajo” de amplios sectores del kirchnerismo a poblar las distintas plazas a lo largo y ancho del país.

https://twitter.com/p_justicialista/status/1448750488883712005

Lo que era un planteo inicialmente minoritario creció de tal manera que el día jueves se conoció el apoyo del mismísimo presidente de la nación, (a la sazón también autoridad máxima del PJ) a esa movida. Estas líneas se escriben en la tarde del sábado y resulta presuntuoso hacer algunas afirmaciones respecto del peso que tendrá la convocatoria. Pero lo que sí quedan a la vista son dos situaciones notorias: la primera es que las diferencias entre parte del movimiento obrero que representa la CGT y sectores kirchneristas, que no son nuevas, quedaron expuestas también en la definición de cómo se celebra una fecha tan significativa.

La segunda, es que el peronismo en general y el kirchnerismo en particular, necesitan como el agua de cada día, volver a las calles. En un movimiento político que tiene a “la plaza” en su ADN originario, los casi 20 meses de pandemia han sido un limitante severo para su forma de entender la construcción política de cada día. Si esa idea refiere la presencia física del otro, con quien interactuar, con quien discutir, coincidir o diferenciarse, la virtualidad de la zoommanía no ha podido reemplazar lo que parece natural en la vida anterior al Covid. Bienvenida sea entonces la posibilidad concreta de la pandemia se transforme en endemia.

El genial talento del trío comandado por Gustavo Cerati también nos dice que “esperó este momento una eternidad”. Un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional en el horizonte próximo, alguna forma de límite a la voracidad de los formadores de precios y la siempre vigorizante movilización a una plaza, suponen otro tiempo político en la Argentina. Bienvenido sea. Aunque los caníbales sigan al acecho.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 17 Oct 2021 11:32:00 -0300
Dar la cara https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6562-dar-la-cara https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6562-dar-la-cara Dar la cara

Las redes sociales son un generador constante de intercambios con personas que, la mayoría de las veces, no sabemos quiénes son: no conocemos su voz, sus tonos, sus gestos, etc. Entonces tenemos vía libre para atribuirles todo lo que nuestra fantasía pretenda. En ese punto, se va generando un tipo de violencia consistente en la atribución. Cada uno “decide” sobre el ser del otro y proyecta en él una especie de objeto ideal, que a veces se ama y, otras tantas, se odia. Porque si el odio se dirige al supuesto ser del otro, en las redes eso se exacerba, se ensancha, se agranda, se expande hasta el punto de hacer del otro lo que la fantasía de cada quien dicte.

Las proyecciones se tornan ilimitadas y desbordan hasta el punto de meterse directamente con la carne del otro, se precipitan encarnizamientos desmedidos y crueles. No por nada ya existe hace mucho tiempo un término, una etiqueta para eso: hater. El hecho de que haya un nombre para esa práctica hace que, por un lado, se apacigüe, se domestique y hasta se naturalice (“las redes son así”) y, por el otro, que muchos se sientan afuera de esa etiqueta porque no lo “son” -el odiador siempre es el otro- pero, a la vez, no dejen de destilar su veneno y su odio en las redes.

Bajo la excusa de que las redes no son lugares de debate no habría necesidad de argumentar nada y se puede decir cualquier cosa sobre cualquiera -se supone además que esto es sin consecuencias para el que lo dice, cuestión que no creo-.

En ese punto la diferencia se establece entre decir algo sobre un texto -un tuit, un posteo, una nota- o meterse en lo personal con el otro. Eso mismo fue lo que leyó Martín Kohan en su columna Estado de cosas “¿Me parece a mí o la expresión ‘salir al cruce de’ está siendo reemplazada en los medios por la expresión ‘cruzarlo’? Ya no salir al cruce de lo que alguien dijo, sino cruzar directamente a ese alguien. La acción se estaría ejerciendo directamente sobre la persona y ya no sobre lo que esa persona dijo”. Entre una cosa y la otra, entre el alguien y el algo, se cuelan el veneno, el odio, el resentimiento que muchas veces está generado por las atribuciones de ser que suscitan las fantasías de alguien. Y muchas veces las respuestas o los comentarios no son efecto de una lectura, sino una “reacción” -a las historias de Instagram se “reacciona”- que no deja de ser defensiva. Alguien refracta, se defiende de una nota escribiendo otra en donde muestra que no está debatiendo, sino que se está defendiendo. Esa refracción del texto de alguien muestra cómo, de lo que se trata para el que reacciona, es de una lógica de espejos. No hay ahí interpelación ni interlocución, hay reflejo y ante el reflejo solo cabe refractar (por eso me gusta mucho la función de Zoom “ocultar vista propia”, para no detenerme ni defenderme de mi imagen, cuando no para no fascinarme). Esa lógica especular que solo puede conllevar agresividad y reacción defensiva se ve muy bien en los que reaccionan diciendo “quién te crees que sos” o “quién se cree que es”. Esa reacción no es una pregunta, sino una atribución de ser. Y, en general, no deja de ser violento ahí donde es una reacción a la propia fantasía o suposición que tiene alguien de otro. Al “¿quién te crees que sos?” debería responderse “¿quién crees vos que soy yo?”. Porque entre lo que alguien se cree y lo que el otro cree de ese alguien, median las fantasías y entonces ya no hay concordancia posible -el “se hace el inteligente, se hace el capo” sería, más bien, “se me hace inteligente, se me hace capo”-.

Hasta ahora no he logrado escuchar a nadie que, siendo objeto del odio del otro, no se vea afectado. Porque también circula una especie de moralismo que dicta: “no le des entidad, no existe, bloquealo” o esa puerilidad que reza “a la gilada ni cabida”. Más allá de que se pueda bloquear a alguien violento o silenciar a alguien que nos resulta insoportable, si uno no es un cínico, ser objeto del odio del otro nunca puede no afectarnos. Después, ciertamente, habrá gradaciones del modo en que esto afecta a cada quien. Lo que resulta interesante, en todo caso, es advertir la manera en que alguien supone que sentirse afectado por el odio del otro es “darle entidad” a ese otro. Cuando de lo que se trata, justamente, es de que el otro nos está dando entidad a nosotros, una entidad que vomita, el que odia, sobre su objeto ideal. Pero de algo no hay dudas: ensañarse con alguien, encarnizarse, odiarlo, chicanearlo habla siempre del sujeto que odia y de sus fantasías proyectadas en el objeto odiado y casi nunca de ese alguien a quien se odia. Porque el odio es también fascinación.

La pandemia produjo efectos también en nuestras maneras de leer. No leemos igual que antes, porque la pandemia nos afectó el cuerpo de tal modo que ya nada puede ser significado igual. En ese sentido, creo que la pandemia no fue la causa, pero sí vino a subrayar cuestiones que ya existían, que estaban más o menos presentes, más o menos inminentes. Por eso me gusta volver sobre algunos textos escritos antes de la pandemia y resignificarlos. Durante la pandemia, sobre todo en los inicios, cuando los cuerpos fueron sustraídos del espacio público, las redes sociales cobraron un lugar privilegiado. Nos encerramos ahí. Fueron también un refugio, una compañía para muchos que hicieron la primera cuarentena solos, fueron más que nunca un ágora y también una distracción.

Entonces vuelvo sobre un libro que me gustó mucho: Trolls. S. A., de Mariana Moyano, y vuelvo ahora con la pandemia encima. No se puede leer el libro de Moyano desde ninguna exterioridad, porque no la hay. Después de leerlo nadie podría decir “yo no estoy en las redes” simplemente porque no tenga una cuenta en alguna red social. Mariana Moyano muestra que la trama de las redes, que los hilos que la tejen, surgen de nuestros propios vientres, como el de las arañas: somos las arañas que tejemos esas mismas redes en las que caeremos indefectiblemente. Somos la araña y somos la tela de araña, somos la araña y la mosca que queda ahogada ahí. Eso, lejos de ser pesimismo, nos ubica en un lugar mucho mejor. La clave del libro no es el victimismo. No somos víctimas de las redes, eso sería sencillísimo. En la época en la que todo se lee en clave de víctima y victimario, en la época en la que se arroja a un supuesto exterior la culpa de todos nuestros males, Moyano nos chista y no nos deja hacernos los distraídos. No somos víctimas de las redes, tampoco somos los victimarios de nuestra vida en las redes. La operación de Moyano es sutil: no nos deja decir “no somos nosotros, son las redes” así como tampoco nos deja decir “somos nosotros, no son las redes”. No somos pasivos, no somos simples objetos de la angurria de la red, somos las dos cosas, en una especie de oxímoron: somos objetos activos. El libro es de 2019, pero leído desde la pandemia es más actual que nunca.

También pienso en el hecho de los que se escudan en el anonimato -o en una cuenta cerrada- para destilar venenos, chicanas, resentimientos y violencias. Gente cuya vida está signada por las pasiones tristes. Y pienso que es, más que cobardía, una posición subjetiva que denota el desprecio absoluto por el otro; no por alguien en particular, sino por la presencia del otro en el mundo. Por eso Juan di Loreto dice: “el ser anónimo te mira, te convierte en objeto, pero al quedarse en el anonimato se sustrae a la mirada que uno puede devolverle. Te tira la piedra y sale corriendo”. Esa posición también denota un ímpetu de aniquilamiento; una posición subjetiva hecha de una férrea certeza de sí que pretende repeler, una y otra vez, la alteridad constitutiva, “nuestra más íntima proximidad”.

En ese mismo sentido, David Le Breton dice, hablando del rostro: “El odio conlleva la desfiguración del otro odiado; le niega la dignidad de su rostro”. Emmanuel Levinas ya había trabajado la noción de rostridad y su relación con la ética, la de asumir una posición y la de responder por lo que uno dice y hace. En una línea parecida, Le Breton escribió en Rostros: “el rostro que se ofrece al mundo es un compromiso entre las orientaciones colectivas y la manera personal en que cada actor se acomoda a ellas”. Vuelvo sobre estas lecturas, entonces, con la pandemia encima. Y pienso en cómo, en un momento en que los lazos sociales están más resquebrajados que nunca, se habilitan aún más hostilidades cifradas en no hacernos responsables por los lugares que ocupamos en una escena, por las palabras que pronunciamos. Y pienso en los nuevos sentidos que cobra la expresión dar la cara cuando pienso en las redes sociales, pero también cuando pienso en las cámaras apagadas del zoom -no hablo de los que tienen problemas de conexión o cualquier otro problema-. Y pienso en los nuevos sentidos de la expresión dar la cara, cuando escucho a Le Breton, en una charla durante la pandemia, volviendo sobre lo que él mismo ya había trabajado antes de la pandemia. Y lo escucho decir cómo las mascarillas autorizan a algunos a hacer cosas que no se autorizarían a hacer frente al espejo, que taparse el rostro habilita descortesías, que la pandemia ha roto los lazos de confianza con los otros porque el otro pasó a ser una amenaza. Y también lo escucho decir cómo el individualismo contemporáneo va hacia un puritanismo social en la medida en que se le tiene terror al deseo, al otro. Pienso en los nuevos sentidos de la expresión dar  la cara cuando lo escucho mencionar cómo la desfiguración del rostro, en este momento, induce una desfiguración social. Lejos de pensar en la necia rebeldía de no usar barbijo como si fuera sinónimo de libertad, de lo que se trata es de que, aun teniendo que usarlo, podamos pensar algo en clave de resistencia. Y Le Breton, como otros, está tratando de hacerlo.

A partir de escuchar y de leer a Le Breton pienso otra vez en la frase “dar la cara”, no en el hecho, sino en la frase. Y entonces subrayo especialmente el verbo dar: dar la cara implica un don. Por eso no escucho esa frase solamente en el sentido de la cobardía patética -aquellos que no dan la cara- ni en el sentido de los que no tienen vergüenza y la ponen demasiado -cararrota-, sino en este otro sentido: en el de poner algo de sí en juego, en el de poner algo de sí en el juego. También en el sentido de poner a circular un don que constituya algo que nos requiere cierto costo, cierto riesgo, asumir cierta posición, ciertos efectos sobre el otro pero, sobre todo, sobre nosotros mismos. Porque, como dice Le Breton, nuestro rostro es lo que nos permite ser nombrados y singularizados. El rostro, dice contundentemente, es el lugar de la ética, del reconocimiento del otro; el rostro es la posibilidad de ponerle freno a la agresividad. Será por eso que los que se dedican a insultar y a ser hostiles en las redes sociales, sobre todo desde el anonimato, serían incapaces de hacerlo en nuestras caras.

FUENTE: elDiarioAR

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hola@fundamentar.com (Alexandra Kohan) Opinión Wed, 13 Oct 2021 11:09:23 -0300
Recuerdos https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6554-recuerdos https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6554-recuerdos Recuerdos

Hay recuerdos que no voy a borrar,
personas que no voy a olvidar.
Hay aromas que me quiero llevar,
silencios que prefiero callar.

Fito Paez

La tapa de Clarín que no sucedió, el vacunatorio vip masivo que nunca se comprobó, el dólar (el oficial y el ilegal) por la nubes, la cuarentena más larga del mundo en modo Bersuit Vergarabat y que nos asemejaría a Venezuela, los 14 millones de vacunas Pfizer que podrían haber llegado en enero de 2021, el veneno de la vacuna Sputnik V, la foto que nunca debería haber existido, la cepa Delta que irrumpiría en el proceso electoral, son todos recuerdos de un tiempo inédito en la vida de los argentinos, que algunos, desde la estrecha mirada que le permite su ombligo, olvidaron que el mundo sufría una pandemia inédita en un siglo. En modo veda electoral, poco diremos de lo que fue la última semana que termina, a sabiendas de que el domingo a la noche, una vez que se cuenten los votos, este artículo quedará viejo. Pero algo podemos imaginar (o suponer) de lo que viene. Repasemos.

Argentina llega a las vísperas de la primavera atravesada por un proceso electoral que, elaborado de manera trabajosa entre oficialismo y oposición, pudo ser demorado producto de los límites que supo imponer el Covid. A contramano de lo que alguna vez afirmó el temerario Eduardo Duhalde, las elecciones son aquí y ahora. Mal que les pese al ex presidente y a sus casi inexistentes seguidores, la posibilidad de que una comunidad se exprese en las urnas tiene dos expresiones que resultan irreemplazables.

La primera de ellas es pública. Tiene consecuencias visibles y no visibles. Lo que el electorado decide queda a la vista. Es una foto que condiciona y define el presente y el tiempo por venir. Los datos duros que suponen la cantidad de votos de los distintos candidatos (o pre) están al alcance de la mano. Pueden ser revisados una y otra vez y, lo que no es menor, pueden ser interpretados de múltiples maneras. Y sobre todo en un contexto de elecciones internas donde las listas de diputados (o concejales para el caso de Santa Fe), quedan configuradas de manera conjunta y proporcional de acuerdo a lo que elijen los ciudadanos. 

Desde esa perspectiva, un proceso electoral ordena. Define, a partir de la lógica de vencedores y vencidos, quienes pasan a ser los protagonistas inmediatos de un tiempo que, si bien puede preverse, también deja espacio para la novedad política.

La segunda expresión de una comunidad expresándose en las urnas es, si se quiere, interna. O, dicho desde la lógica de la politología, privada. En el acto de emitir el voto, suponemos (idealmente) que hay un momento específico donde el ciudadano reflexiona sobre sus preferencias. Sobre lo que espera del futuro, pero también sobre todo aquello que deseaba en la elección anterior y que, sabrá analizar, si se cumplió o no, porqué y de qué modo. En definitiva, la emisión del sufragio supone el siempre sano ejercicio de la memoria.

En ese mirar para atrás, buena parte de las sociedades que integramos, perviven con la sensación de que la pandemia supuso un tiempo suspendido. Las restricciones a la circulación, impuestas por los gobiernos de turno, serían algo así como una etapa donde se nos habría quitado la libertad de trabajar como queremos, de los encuentros y de los abrazos. Y ante ello, corresponde el castigo que habilita el voto a distintas opciones. Consciente, inconsciente o hasta ilusoriamente, algunos ciudadanos se comportan como si ese tiempo transcurrido pudiera recuperarse.  

También existe otro conjunto de argentinos que parten de la premisa que estos 18 meses de pandemia son, si quiere, irrecuperables. Y de alguna manera, también expresan el enojo que, se supone, se traducirá en las urnas. Pérdida de puestos de trabajo, limitaciones en los procesos de escolarización, son algunos de los procesos que llegaron con el combo del Covid y a partir del cual todos los gobiernos del mundo han sufrido cuestionamientos.

Todos los “recuerdos” que comentábamos en el párrafo inicial derivaron en un conjunto de dichos y hechos que transformaron la acción política. Las tapas de los diarios mostrando una idea de unidad y los discursos en modo profesor de Alberto Fernández representan una etapa previa que, rápidamente, comprendimos como impracticables. Las miserias políticas se hicieron carne, y aquello que mágicamente creíamos posible no pasó de ser una mera conjetura que la realidad se encargó de poner en su lugar.

La acción política resultó limitada. Pero lo que (algunos) no quisieron, (otros) no pudieron (y los menos) no pudieron comprender, fue que toda acción humana quedaba limitada. Los voceros anti cuarentena primero y los anti vacunas después, pretendieron obviar la potencia del coronavirus. La soberbia y prepotencia humana de estos sectores supuso tres hechos que justificaban su accionar: que el virus no existía, que se lo podía enfrentar con los cuidados que cada uno estableciese para sí y que las vacunas resultan veneno para el cuerpo humano.

Esas ideas representan de una manera muy acabada un darwinismo social donde el sálvese quien pueda reina en todos los formatos posibles. Fenómeno que no es nuevo en sí mismo ya que algunas corrientes políticas y hasta filosóficas aplican esas ideas como base de su estructura de pensamiento. Lo nuevo aquí es que también apareció un darwinismo político que ya no refería a dejar a trabajadores en la calle o a profundizar condiciones de empobrecimiento de amplios sectores de la sociedad en nombre de cierta modernidad, sino que alcanza a la idea de quien vivía y quien moría. La prevalencia de la ley de la selva donde solo sobreviven los más fuertes marcó el presente político de muchos.

Pero, y aquí podemos entrar en conflicto con la tan mentada veda electoral, hay que decir que muchos de esos escenarios apocalípticos no sucedieron. Argentina llega a estas elecciones primarias, abiertas, obligatorias y simultáneas con un cuadro sanitario óptimo; con buena parte de su población objetiva vacunada, que no se convirtió en mutante ni padeció efectos secundarios gravosos; con la cepa Delta contenida, con el beneficio de la duda sobre si puede llegar una tercera ola; con una amplia variedad de vacunas distribuidas a lo largo y ancho del país; con el vacunatorio vip perdido entre la farragosa burocracia judicial y con una macro economía que ya muestra mejores indicadores que a finales de 2019.

A partir de ello no faltará quien se ilusione y dé por hecho el final de la crisis del Covid para el tiempo de las elecciones generales. Ese pensamiento no podría ser tomado en serio ya que existe una pandemia que puede ser proyectada en tres vertientes. La epidemiológica; donde no debemos de dejar de prestar atención a aquellos países que, de alguna manera, celebraron anticipadamente el final de la misma; las consecuencias ya que los efectos síquicos y sociales de la pandemia podrán verse más temprano que tarde y la acción de los gobiernos que deberán seguir ejecutándose sobre las dos anteriores. Los oficialismos que en la Argentina llegaron al poder sobre diciembre de 2019, ya no podrán pensarse a partir de los límites de un período determinado, sino que, seguramente, en el futuro puedan ser definidos como los gobiernos de la pandemia. Con ello deberán convivir.

La política sirve para dirimir modelos sociales. Y las elecciones, de alguna manera, resultan su instrumento. La pregunta parece reversionada desde marzo de 2020 hasta aquí, pero la esencia es la misma: tener en claro a quien protejo, a quien cuido y a quien beneficio.

En este tiempo social que vivimos, también existen grupos sociales, que piensan a la pandemia como un tiempo que no vuelve. Que reconocen que resulta cierto que los besos y los abrazos que no dimos, los encuentros que no tuvimos parten de momentos que ya no transitaremos. Pero que, de alguna manera, la política y todo su accionar concomitante, se justifica si defiende la vida. Este articulista, que no quiere dejar de atesorar para sí ciertos recuerdos, supone, que este tiempo vivido, que aún no terminó ni mucho menos, tal vez deba ser entendido como parte de un aprendizaje más. Como esa cultura que conocemos en un viaje, como esa charla mano a mano con el afecto que nos necesita y que necesitamos, como un atributo que nos permite valorar aquello que poseemos en bienes materiales y de los otros. Aunque a la señora lectora o al señor lector le parezca mentira, las elecciones también tienen que ver con esto, con la posibilidad concreta de mirar a nuestro alrededor y ponderar qué se hizo mal, qué se hizo bien y en qué contexto. El domingo a la noche empezaremos a descubrir qué nos quieren decir ciertas mayorías.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sat, 11 Sep 2021 17:04:13 -0300
El país de morondanga https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6548-el-pais-de-morondanga https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6548-el-pais-de-morondanga El país de morondanga

No sé por qué se molesta usted,
si no hace él lo que debe hacer.
Ni sé por qué me molesto yo,
si no cumple aún, lo que prometió.
Nadie cree en él, nadie cree ya,
nadie más.

Teresa Parodi

En un contexto donde la pandemia pareciera dar señales de que (lentamente) cede en el rigor de contagios, la semana política a nivel nacional se consumió con tres hechos que merecen ser destacados: la unidad que ha mostrado el Frente de Todos en la provincia de Buenos Aires, la centralidad política de Cristina Fernández de Kirchner y la reaparición pública de Mauricio Macri. Repasemos.

Lo primero que debe señalarse es que Argentina ha entrado en otro estadio de la pandemia. Todos los indicadores muestran una mejora sustancial en los indicadores epidemiológicos. Quien se tome el trabajo de revisar los reportes ministeriales de hace dos meses, notará el cambio sustantivo en las condiciones de salubridad en el país, lo cual ha llevado a que ya no se discutan los detalles de la vacunación, ni el entrecruzamiento de vacunas, algo que podía considerarse de ciencia ficción hace algunas pocas semanas atrás.

La velocidad de los acontecimientos (y de nuestra forma de vida) son tales, que a veces perdemos la verdadera dimensión de ciertos logros comunitarios alcanzados, lo que deberá propiciar, una vez superada definitivamente la crisis sanitaria a escala global, profundos estudios científicos que reflejen esa situación. Por ahora digamos que aquí, en la Argentina, país alejado de la centralidad que impone cierto Norte, entramos a la última semana de agosto con la cepa Delta contenida y con un proceso de vacunación masiva inédito en el país y que, tal como habían prometido las autoridades sanitarias de los distintos niveles del Estado, propició un alivio que favorece nuestro día a día. Punto para ellos.

A tres semanas exactas del proceso electoral que se iniciará con las PASO, llegaremos al domingo 12 de setiembre con la idea de cierta (y sólo eso) normalidad recuperada. Eliminación de barbijos en la vía pública, ampliación de los aforos en espacios cerrados, vuelta del público de forma proporcional a eventos al aire libre y el retorno de la presencialidad completa a las escuelas parecen resultar los hechos más notorios de ese tiempo que, quien más, quien menos, todos añoramos.

Si alguien supone que las aperturas comentadas vienen de la mano de la necesidad de los gobiernos por el proceso electoral que se impone en la Argentina, bueno es insistir en la revisión y evolución de esos indicadores que comentábamos, para entender el cambio de contexto. La pandemia no pasó ni nada que se le parezca, los más de 110.000 fallecidos tienen que estar presentes siempre en el espejo retrovisor de cada uno de nosotros, pero la mejora es evidente y digno de ser notada.

Datos epidemiológicos del Ministerio de Salud - 22-08-2021
Datos epidemiológicos del Ministerio de Salud - 22-08-2021

En ese contexto, la semana se inició con el renovado pedido de disculpas de Alberto Fernández sobre la foto del cumpleaños de su pareja Fabiola Yáñez. Si, como habíamos comentado en este mismo portal hace siete días, el primer comentario presidencial sobre la cuestión había tenido gusto a poco, algunos análisis que se parecieron más a piezas escritas pensadas para el insulto y la chicana antes que para la crítica, completaron la decisión de un nuevo comentario que pusiera las cosas en su lugar. El acto en Isla Maciel, en la entrega de la vivienda número 20.000 en la gestión Fernández, tuvo mucho de la simbología política de estos tiempos: por el lugar, que cuenta con los peores indicadores sociales de la región del AMBA y por representar a esa cantidad importante de obras que el macrismo decidió no terminar porque referenciaba a ese kirchnerismo que se quería y debía desterrar. El acto, al igual que el plenario en el Estadio Único de La Plata, sirvió para mostrar aquella idea de unidad que surgió hace nada más y nada menos que dos años, y que sus adversarios y enemigos políticos han intentado ningunear y deslegitimar.

Si la foto del cumpleaños había servido para condicionar las posibilidades del gobierno, la filtración del video del mismo sirve como idea de pasar rápido la página, intentando evitar un desgaste permanente con el tema. Hacer “control de daños” sería la estrategia. Si el tiempo alcanza o no, sólo lo dirán las urnas cuando sean abiertas el segundo domingo de setiembre a partir de las 6 de la tarde. La respuesta se complementó con una reunión conjunta de gabinete, reuniendo a las autoridades de 20 ministerios y con la intención de cumplir con la máxima de las tres G que se impone en estos tiempos: gestión, gestión y gestión. Ese es un recurso de todo oficialismo que se precie. Cuenta a su favor.

Ambos actos sirvieron para poner en perspectiva, otra vez, la centralidad política de Cristina Fernández de Kirchner. No deja de ser notable, la capacidad de la ex presidenta para la resignificación de términos y dichos populares: machirulo o morondanga son parte de ese fenómeno. Pero, además, la permanente revisión (podría afirmarse que obsesiva) sobre cada uno de sus gestos, afirmaciones o modismos de parte de sus detractores (políticos y mediáticos) no hacen más que cimentar una figura que sobresale como ningún vicepresidente lo hizo en la historia reciente (o no reciente) de la Argentina.

https://www.youtube.com/watch?v=m9y_jyTrLkI

Y el cuadro semanal se completa con la reaparición, ahora sí de cuerpo presente, del ex presidente Mauricio Macri en el marco de la campaña porteña. En el repaso vino la respuesta a la ex presidenta y afirmó que lo que Cristina no entendía era que el gobierno de Cambiemos había intentado cimentar las bases para una verdadera república. Cuando uno relee este tipo de declaraciones y recuerda los distintos hechos que emprendió su administración y que hemos señalado sistemáticamente en estas columnas, no puede dejar de sorprenderse de la autoindulgencia con la que se analiza quien pretendió erigirse en un líder local y regional que “renovara” la política para siempre.

En esta coyuntura, para las huestes amarillas, Mauricio Macri representa un problema, ya que sigue sin encontrar un norte político que lo posicione en un lugar seguro y definitivo. A los intereses del espacio que supo construir, la pregunta a responder es si se ha transformado en un referente que suma o resta. ¿Ahuyenta al electorado o lo contiene? Tal vez, cumpla con el raro designio de representar las dos acciones. Ahuyenta a un electorado independiente al que en algún momento sedujo, pero al que no le pudo ni supo cumplir ninguna de sus promesas, pero, a la vez, contiene a ese núcleo duro que referencia en el Pro a una expresión política que nada quiere del peronismo en particular y del kirchnerismo en general. El inconveniente, en este último caso, radica en la consolidación (por ahora) política pero no institucional de esa ala más dura de la derecha que toman encarnadura en las figuras de José Luis Espert o Javier Milei.

https://www.youtube.com/watch?v=L2fLEzpU-Mc

La necesidad tiene cara de hereje decía mi abuela, y en ese contexto, los planificadores de la campaña de Juntos se encuentran en la encrucijada de mostrar su figura, pero no mucho. Da la sensación, a la distancia, que el mensaje no está siendo del todo claro ya que no hay un eje ordenador de aquello que se quiere hacer. ¿Estamos en la transición hacia un nuevo liderazgo interno? Tal vez. Pero no deja de ser llamativo que en una fuerza que tenía la certeza de trabajar en el día a día, con un paper de instrucciones que establecía qué y cómo decir las cosas (tal vez esto era lo más importante), hoy se encuentra en una encrucijada de no saber cómo utilizar la figura política de un ex presidente, que, hasta hace algunos meses atrás dudaba sobre la utilidad de una candidatura legislativa (se ve que los focus group decían otra cosa), que no pudo incidir demasiado en la conformación de las lista, que ha reaparecido en la campaña, sobre la marcha y luego de una larga estadía en Europa y que, más allá de los condicionantes que impone el Coronavirus, eligió el silencio durante varias semanas. En tiempos de virtualidad tan presente, no deja de ser una señal a tener en cuenta.

El país del período 2015 - 2019 se construyó a base de Lawfare y “aprietes” de todo tipo a los extraños, pero también a los propios; las escuchas ilegales a empresarios, adversarios políticos y dirigentes del mismo espacio; las fortunas ocultas en el extranjero en cuentas no declaradas; la pertenencia a los dos lados del mostrador a la hora de legislar sobre blanqueo de dinero, tarifas o servicios; y el “juego” compartido con jueces en la residencia oficial que a las pocas horas fallaban en el sentido de los intereses del inquilino anfitrión. Pero fundamentalmente, sobre el deterioro de todas las condiciones materiales de vida de los argentinos. Y en eso, más allá de las campañas y los liderazgos, a Macri, al igual que a Morondanga lo condiciona de tal manera, que parece difícil que le crean.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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hola@fundamentar.com ((*) Miguel Gómez) Opinión Sun, 22 Aug 2021 09:50:47 -0300
A contramano https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6546-a-contramano https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6546-a-contramano A contramano

Nunca me ha llamado la atención
lo de Eva y la manzana,
y porque de Eva soy hermana,
y tentarse es cosa humana
le dijeron, "no comás",
y ella, ¡zas, se la comió!

Francisco Canaro

Estas líneas se escriben a minutos del discurso presidencial en la ciudad de Olavarría, donde el presidente Alberto Fernández asumió que la foto que marcó un quiebre en la semana política del país, nunca debió haber existido. Los alcances de la imagen que se conocieron el jueves y la explicación presidencial posterior, aún no alcanzan a percibirse de manera definitiva, pero más allá de las suposiciones y elucubraciones de ocasión, lo cierto y real es que, como siempre, una imagen vale más que mil palabras. Y esta vez no fue la excepción. Repasemos.

La semana se había desarrollado desde la lógica que supone una campaña para opositores y oficialistas. Para los primeros, entre las disputas que muestran las severas diferencias que, si bien han demorado en hacerse públicas, pandemia mediante, se muestran desde hace algunas semanas, en toda su plenitud, al punto de no evitar, de parte de las principales voces del radicalismo, el disimulo de intentar jubilar al ex presidente Mauricio Macri recientemente llegado a la Argentina, luego de una larga estadía europea. Para los segundos, el desafío es otro. De la mano del inédito y masivo proceso de vacunación que se lleva adelante en el país, y con la consiguiente mejora en todos los indicadores sanitarios, el oficialismo empezó a plantear una serie de propuestas políticas, sociales y económicas que, evidentemente, sirvan para imponer otra agenda que ya no tenga en el centro de la escena a todo lo que refiere al Covid.

“Vender futuro” es la frase que ha tenido un amplio recorrido en portales y análisis de ocasión para entender la agenda que tratará de llevar adelante el gobierno nacional. Subsidios para la compra de insumos informáticos con la consiguiente capacitación para la formación de jóvenes programadores dentro del plan Argentina Programa; créditos de hasta $150.000 a tasa cero para monotributistas con un interesante período de gracia para el pago; mejora sustancial en los indicadores de la producción industrial (4% más arriba que en abril de 2019); inflación que por cuarto mes consecutivo muestra una tendencia a la baja (con un piso alto); y acuerdos salariales que se vienen homologando por encima del 45%, reflejaron una semana que trató de mostrar a un gobierno que empezaba a dialogar desde otro lugar con diversos sectores sociales.

No es casual la referencia a temas que no parecen estar en la agenda pública. La referencia presidencial a la discusión que alguna vez tendremos que dar los argentinos en aquello que refiere a la legalización de la marihuana, es parte de un mismo eje. La foto del acto capitalino de Javier Milei, donde se agolparon muchos jóvenes que se definen como libertarios no ha dejado de llamar la atención en ámbitos oficiales y no oficiales.

Desde hace un tiempo, algunos dirigentes lúcidos (que existen y son de carne y hueso) vienen comentando por lo bajo sobre la necesidad de interpelar a esos sectores etarios que poco tienen que ver con los grupos juveniles que, allá por el Bicentenario (pongamos, si se quiere, una fecha antojadiza), supo seducir el kirchnerismo. Algunas entrevistas presidenciales en formatos mediáticos no tradicionales van en ese sentido. Punto para la política comunicacional del gobierno.

Pero, como aprendimos en aquella entrañable letra de Vox Dei a mediados de los 80’, “todo concluye al fin, nada puede escapar”, lo que parecía ser la semana del inicio real de la campaña para el gobierno, terminó más temprano que tarde. En un oficialismo ya habituado a pegarse tiros en el pie, durante el jueves conocimos la fotografía que muestra al presidente de la nación y su pareja en una cena familiar con más de doce personas, situación no permitida allá por julio de 2020 en la región metropolitana de Buenos Aires, que se encontraba bajo la situación del aislamiento preventivo.

De allí en más, los cuestionamientos de todo tipo y que no pueden evitarse. Así como no puede taparse el sol con la mano, cuando una crisis política se desata, por más nimio que sea el detalle que lo potencia, sólo cabe enfrentarlo. El gobierno pareció reaccionar de manera algo demorada. La respuesta matinal del viernes del Jefe de Gabinete y del propio presidente en la tarde del viernes parecieron tener gusto a poco.

Ante la situación, una duda de rigor, ¿Qué postura debe tomarse desde quienes abrevamos en lo que habitualmente llamamos movimiento nacional y popular ante la situación? Desde este portal no esquivamos la discusión y decimos lo nuestro.

Los oficialismos argentinos, a diferencia de lo que sucedió en buena parte del mundo occidental, se enfrentaron, en el comienzo, en la peor etapa y en las últimas semanas de la pandemia, con permanentes intentos desestabilizadores de la oposición que sirvieran para complicar el escenario sanitario. Una vez más hay que decirlo claramente: la irrupción del Covid sirvió a los sectores de Juntos por el Cambio para, en nombre de la libertad, ocultar una crisis interna que es producto de la mala gestión del período 2015 – 2019 y que ahora se refleja con toda crudeza en las profundas diferencias del presente proceso electoral.

En ese contexto, y con la debilidad estructural heredada, con más de 100.000 muertos y con el dato a favor de ser uno de los países que, con una población media, más ha vacunado a sus habitantes, uno de los atributos del presidente era el intento de cuidado de los argentinos. La “foto” no modifica esa situación. Podrá verse debilitada la figura individual de Alberto Fernández o del gobierno todo, pero, así como la imagen del cumpleaños de Fabiola Yañez no puede ser eliminada de la realidad, todo el esfuerzo institucional, político y sanitario no puede ser desconocido.

La respuesta opositora del pedido de juicio político parece de manual. Ahora bien, si esa sanción estuviera justificada, vale preguntarse cuantos de los actuales acusadores no deberían ser incluidos en el mismo formato sancionatorio: tractorazos, banderazos por la libertad, marchas por Vicentín, fueron todos hechos políticos llevados adelante con la inestimable ayuda de quienes hoy vociferan a quienes quieran escucharlos, sobre la violación de Fernández y su familia a una normativa vigente en aquel momento. Habría que pensar, en qué medida, el país no se quedaría acéfalo de la oposición legislativa.

La segunda pregunta de rigor es a quién beneficia o, dicho en otros términos, quien recoge los restos del enojo que ha generado la situación. Y, en este sentido, el escenario parece abierto ya que, si bien quienes mayor visibilidad tendrán en los días que vienen serán los dirigentes que tributan en Juntos por el Cambio, es discutible que aquellos mismos protagonistas que fueron rechazados mayoritariamente por el electorado, hace apenas dos años, puedan obtener ganancia en el río revuelto. Esto es así por dos motivos básicos: porque ese espacio se ha recostado de manera muy evidente sobre su núcleo duro y porque no se ha planteado una renovación real de cuadros dirigentes que sean el resultado de las discusiones que deja la salida del poder.

Es válido preguntarse qué puede proponer a la sociedad una fuerza política que ocultó las reuniones de un presidente de la nación con jueces que luego emitían fallos que posibilitaban la persecución de dirigentes opositores y empresarios; que legitimó el burdo intento de terminar condonando la deuda millonaria del Correo Argentino, que miró para otro lado cuando se modificó una ley vía decreto y que servía a los intereses de familiares y amigos de funcionarios a los fines de blanquear dinero que estaba en cuentas en el exterior, que omitió explicarle a los argentinos que su jefe político figuraba en investigaciones internacionales que mostraban los movimientos en cuentas off shore no declaradas y que pretendió imponer por la fuerza de nombrar dos jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en comisión y sin los acuerdos que dispone la Constitución Nacional. Todos estos, hechos que pueden ser vistos como una forma predatoria de ejercicio del poder.

El riesgo es mayor aún. La antipolítica está al acecho. Si el oficialismo comenzó a intentar interpelar a sectores juveniles y si la oposición que representa Juntos por el Cambio dejó entrar en sus listas personajes que no pasan un test de bonomía humana, es porque el riesgo a los extremos que supone la derecha autodefinida como libertaria es real y existe.

Ante el escenario podríamos tomar dos posturas. Una posibilidad es quedarnos en el enojo que supone enterarnos de la existencia de una reunión que no debería haberse realizado, cuestionar ferozmente al gobierno y golpearnos el pecho por la ofensa recibida, siendo funcionales a lo que ya conocemos (2015 – 2019) y al delirio que suponen algunos personajes.

La otra posibilidad es partir del hecho de no negar lo sucedido, aceptar de que se cometió un error que molesta pero que su protagonista es la misma autoridad que comanda un gobierno que se enfrentó a un fenómeno doblemente desconocido: la pandemia de Covid y un proceso desestabilizador que no tiene referencias históricas. Y toda esa acción gubernamental se consolidó con el fin más supremo que tenemos los seres humanos. Cuidar la vida. Adivine señor lector, señora lectora, de qué lado estará este articulista más allá de las tentaciones de ocasión. Espero encontrarnos del mismo lado. Salud.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 15 Aug 2021 10:09:45 -0300
Números https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6528-numeros https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6528-numeros Números

En el naufragio una canción
cruza el asombro,
para abrazarte una vez más
después de todo.
Sin la respuesta caminar
codo con codo
en este tiempo en que no hay tiempo,
todo es distinto y es igual
de cualquier modo.

Teresa Parodi

En un repaso rápido y poco reflexivo podría pensarse que los números y la política caminan por sendas definitivamente enfrentadas. Opuestas. A tal punto que en un caso la referenciaríamos como un elemento constitutivo de las ciencias exactas, mientras que en el otro la incluiríamos en el mundillo de lo social (si se quiere a veces pasible de ser pensada desde la ciencia), más vinculada a situaciones subjetivas que devienen de lo ideológico, lo emocional y alejada de cualquier pretensión de exactitud.

En realidad, si afinamos la mirada en el sentido correcto, notaremos que los números y la política están íntimamente ligados, donde si bien el primero existe por sí mismo independientemente de cualquier otra abstracción que nos desvele, la segunda supone una dependencia intrínseca del primero, ya que toda acción política que se precie busca legitimarse a partir de la posibilidad de contar con los números a favor. Elecciones, encuestas, votaciones legislativas son ejemplos claros de su vinculación. Esta semana que termina, tuvo, otra vez, a los números y a la política perfectamente complementados. Repasemos.

A mitad de semana el país alcanzó el número de 100.000 fallecidos a causa del Covid. Dicho de esa manera, corremos el riesgo de deshumanizar los datos de una crisis sanitaria que para el país no tiene precedentes. Detrás de ese conteo, hay familiares, amigos, compañeros y compañeras de vida que se extrañan en la cotidianeidad de cada día que se inicia. Quiero ser respetuoso, a riesgo de perder rigor en el análisis político y a los fines de evitar el cinismo, tan propio de ciertos discursos que nos habitan en el Ágora de este siglo XXI.

Existe una tendencia en la naturaleza humana de darle más importancia a lo que llamamos números redondos. Desde celebrar con especial énfasis los cumpleaños o aniversarios que terminan en 0, hasta llegar a festejar las actividades productivas que alcanzan cifras importantes que tienen varios números “neutros” incorporados. ¿Cambia algo, por ejemplo, la desaparición física de 99.990 personas antes que el de 100250? Más allá de los afectos de los fallecidos, en términos sociales no. Sí ha servido, en esta semana que se fue, para el regodeo, podría decirse que impune, de un relato construido desde abril de 2020 que, de alguna manera, buscaba la espectacularidad antes que el cuidado de cada uno de nosotros. Pero no hablamos de cuidado de agentes externos a nosotros que, como el enfermero en el hospital, se encarga de asistirnos a partir de una salud resentida. Hablamos de la mínima empatía que, se supone, debe tenerse en tiempos de crisis sociales definitivamente desgarradoras.

Detrás de los números que comentamos hay una historia que, si se quiere, comenzó idílicamente allá por la segunda quincena de marzo de 2020, cuando la totalidad de los diarios nos contaban que al virus lo derrotábamos entre todos. Rápidamente, y sacudiéndose la modorra por tanto humanismo declamado y que, en definitiva, para algunos podía representar un mal sueño, los argentinos nos fuimos acostumbrando a una disputa (en todos los frentes) que ha tenido distintos nombres o terminología. Si uno debiera realizar el abstract (resumen) de cualquier trabajo científico que se precie y que refiera a este tiempo debería, involucrar a palabras como: barbijos, alcohol, cuarentenas, restricciones, infectaduras, libertad, veneno, geopolítica, curvas de contagio, semáforo epidemiológico, ASPO, DISPO, toques de queda y así podríamos seguir por horas.

Pero lo que estuvo presente como elemento innato en cada cuestionamiento a las políticas sanitarias, refirió, queriendo o no, a la negación del problema. Dirigentes políticos, comunicadores, irresponsables que pululan los medios de comunicación, artistas, deportistas, empresarios, comerciantes, que cuestionaban las restricciones tenían (y tienen) en su base discursiva la apelación a la responsabilidad individual, como si el virus tuviera el detalle de detectar cuan productivo e interesante era un encuentro social para que decidiera reproducirse o no.

Lo que distinguió al caso argentino respecto de los cuestionamientos que suelen recibir los oficialismos a partir de la crisis es que, mientras en el mundo occidental, las oposiciones exigían que los gobiernos fueran más cuidadosos, por estos arrabales del mundo, se exigía la libertad de que cada uno hiciera lo que se le viniera en gana.

Por ejemplo, en Estados Unidos, Gran Bretaña y Brasil sus máximas figuras políticas se negaban a aceptar y entender la magnitud de la crisis. Sacando el caso patológico de Jair Bolsonaro, tanto Donald Trump como Boris Jhonson, terminaron entendiendo que la única alternativa posible a su sobrevida política dependía de superar la crisis del Coronavirus a través de la vacunación. Mientras que al primero no le alcanzó para corregir su desidia inicial y terminó derrotado (algo que sólo un iluso o un visionario podían imaginar allá por finales de 2019), el segundo hoy se debate entre propiciar o no una vuelta a una normalidad que la cepa Delta se encarga de recordarle que no será como la hemos conocido. Lo que unió a las derechas internacionales fue la negación del virus. Lo que se encargó de que mostraran facetas diferentes fue la gravedad de la misma y la presencia o no, en cargos ejecutivos.

Con el diario del lunes todos somos técnicos, y así como varios descubrieron esta semana la sapiencia de un tal Lionel Scaloni quien le dio una alegría futbolera al pueblo argentino después de 28 años, otros parecen haberse enterado, a partir de los 100.000 fallecidos, que estábamos en presencia de una crisis sanitaria sin precedentes.

Tomadores de dióxido de cloro televisivos, violentos de cotillón que se reivindican libertarios, antivacunas que desde sus plataformas vitales son sostenidos publicitariamente por los grandes laboratorios, dirigentes políticos que se quejan de la no llegada de un tipo de vacuna que ellos mismos bloquearon con la votación por unanimidad de ciertas leyes, e intelectuales muy sesudos que esta vez han omitido contarnos lo que pasa, en serio, en el primer mundo; todos nos dieron lecciones de cómo sobreactuar sobre el dolor social.

A fuerza de repetirnos no podemos olvidar las convocatorias a marchas, cacerolazos y demás estratagemas que pretendían socavar la legitimidad de un gobierno que había ganado las elecciones y que había llegado para corregir los errores y horrores de una administración que se pensaba superadora de todo lo malo que representaba el kirchnerismo.

Como estrategia política se han omitido los contextos. Si la vacuna era la solución al problema del virus, no se ha explicado desde esas oposiciones que las vacunas recién han comenzado a masificarse en su producción (tengamos en cuenta que en el concierto internacional de las naciones la mayoría de los países aún no han accedido a las vacunas) en los dos o tres últimos meses; que la bonhomía de la potencia económica militar más importante de las que la humanidad recuerde, regalando vacunas a distintos países, es el resultado de haber acumulado vorazmente un stock que supera en varias veces a su población y que, actualmente, el riesgo más grande radica no sólo en los sectores poblacionales que insisten con la no inoculación sino en que, en un mundo de una constante y permanente movilidad, la inacción de hoy en regiones y continentes absolutamente desprovistas de las condiciones materiales de vida mínimamente dignas, es la pandemia de mañana en los países desarrollados. Si algo demostró el virus Corona es que no habitamos un mundo justo.

Argentina es un país de desarrollo medio y como tal, sus posibilidades de contener o paliar los efectos del virus, con tasas de desempleo y pobreza crecientes para el período 2015 – 2019, con un nivel de endeudamiento nunca antes visto por su rapidez, y con una economía golpeada y recesiva, eran mínimas. Hay una distancia sideral entre lo que se afirma mirando la foto de los 100.000 fallecidos y lo que se omite cuando uno deja de mirar el conjunto de los fenómenos sociales y políticos que contiene este tiempo.

Es seguro que el oficialismo ha cometido errores. Nadie, en su sano juicio, en ningún país del mundo y teniendo responsabilidades de gestión puede suponer que no tomó decisiones que, tal vez, no correspondían. Una deficiente comunicación y aperturas que tal vez deberían haberse demorado un tiempo más pueden ser señaladas como parte del problema.

Pero ha tenido dos grandes aciertos. Por un lado, entendió como nadie la magnitud de la crisis en el momento adecuado (más allá de alguna declaración poco feliz de algún funcionario), lo que permitió preparar el sistema para evitar las situaciones que se vivieron en países de todo tipo: vimos  imágenes de cementerios desbordados y nos hemos enterado de comités de bioética ejercitando la práctica frecuente de decidir a qué ser humano se le conectaba o no un respirador que lo aferrara a la vida.

Por otro lado, apostó por vacunas que se salían del circuito tradicional que imponía la geopolítica internacional y permitió mostrar una referencia que, en otros países demoró mucho en llegar. Ejemplificar con países hermanos como Chile, que habiendo inoculado al 50% de su población seguía teniendo alta contagiosidad (algunos dicen que por haber elegido una vacuna de baja efectividad) o Uruguay que tiene una población 15 veces menor que la Argentina, en un contexto de escasez mundial de vacunas, puede pensarse desde la mala fe o desde el error conceptual de comparar elementos que no tienen mucho en común.

Teresa Parodi, con su enorme talento y su maravillosa calidez nos consuela con la idea de caminar codo con codo, en este tiempo que es distinto y es igual, de cualquier modo. Es igual porque a veces tenemos la sensación de que los días se repiten sin que las novedades nos traigan un alivio y porque, queda claro, que este mundo sigue siendo un lugar injusto. Y es distinto porque aquellos que ya no están, o aquellos que aún no pueden recuperarse plenamente, nos recuerdan, aunque muchas veces lo hayamos olvidado, nuestra fragilidad e insignificancia, más allá de la contundencia (o no) de los números.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 18 Jul 2021 10:00:13 -0300
La rayuela, el miedo y las elecciones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6511-la-rayuela-el-miedo-y-las-elecciones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6511-la-rayuela-el-miedo-y-las-elecciones La rayuela, el miedo y las elecciones

Y a veces tengo miedo de morir,
y a veces tengo miedo de nacer
y a veces ya no sé por qué razón (temer)
le temo al miedo.
Podría estar aquí o estar allá
vivir en un jardín o en un corral
el monstruo que me mata, me mata, me mata,
vive adentro.

La Portuaria

A riesgo de ser nominado como grupo de riesgo (y asumiéndolo), en el lejano tiempo de nuestra infancia, donde la calle era aliada y no la enemiga pública en la que la convertimos durante este siglo XXI que habitamos, lo lúdico era (como en todos los niños) el centro de nuestras vidas.

El siempre presente fútbol, la guerra en una plaza que poco tenía de la prolijidad del actual Parque Irigoyen, pistas de autos dibujadas en las veredas, bajar los frutos de los paraísos que luego nos servían como munición para algunas “disputas” que se definían con esas armas letales que se construían a base de ruleros y globos; eran parte de nuestra cotidianeidad barrial.

Pero había uno que sobresalía especialmente, dado que, en aquellos tiempos de machismo irreductible, jugarlo habilitaba a poner en duda la hombría del niño que lo practicaba: la rayuela. No hace falta, queridas lectoras, queridos lectores, que explique las características del juego, sólo diré que representaba todo un interesante desafío físico pulular de base en base, con una pierna para luego agarrar algún elemento del suelo. En los tiempos políticos que corren en la Argentina, buena parte de la oposición (no contando solamente en ella a dirigentes partidarios), salta de tema en tema, de indignación en indignación, tratando de tomar algo del piso que le fue esquivo en 2019 y que corre riesgo de volver a serlo en 2021. Y aquí sí debemos una explicación. Repasemos.

Lo hemos dicho hasta el hartazgo en estos más de trece meses de pandemia: se hicieron denuncias de infectaduras, de atentados contra la libertad, de inocular con veneno a la sociedad, de vacunatorios vip, de que La Cámpora administraba las dosis, de que la adquisición de Sputnik V era parte de una relación casi enfermiza de Cristina Fernández con Vladimir Putin, de que los menores de 60 años no serían vacunados hasta el 2022, de que si Pfizer, que en enero nos habría provisto de 14 millones de dosis, hubiera pedido el territorio de Las Malvinas deberíamos haberlas entregado, de que faltaban vacunas de primera dosis, de que la relación con el laboratorio nacional que produce la AstraZeneca en el país era parte de una estafa, de que EE.UU jamás nos mandaría vacunas que le sobran, de que los operativos para ir hasta Moscú son caros, y ahora, en la última perlita de los últimos días, de que faltaban segundas dosis de las que produce el Instituo Gamaleya y que las vacunas colocadas en los brazos de los argentinos, se vencían.

En fin, un largo derrotero de falacias que han sido desmentidas por la realidad, sistemáticamente, una a una. En la mayoría de los casos (y debo confesar que hice un recorrido bastante acotado de los delirios pandémicos de este período) las afirmaciones carecían de argumentación y de fundamentos sostenidos por la ciencia. En todos ellos, parte de esa oposición y su estrecha vinculación con la corporación mediática hicieron el resto. Se ha recurrido al miedo como forma de construcción política. Se viene jugando a todo o nada. Y se instala, en algunos casos de manera perversa y en otros de manera errónea, la falsa idea de que las elecciones de setiembre y noviembre son definitorias y de que se juega el destino de la Patria ya que estamos a siete diputados de ser Venezuela o Nicaragua, según el interlocutor que lo plantee.

Que los sectores opositores agiten ese fantasma es entendible por las razones que venimos explicando en esta columna desde el mismísimo 10 de diciembre de 2019: su imposibilidad absoluta de mostrar algún logro de gestión en los cuatro años que administraron el país. Ahora bien, que sean los propios sectores oficialistas que habiliten ese mismo enfoque es un error de proporciones que tiene dos condicionantes. Uno, palpado en la historia reciente del país, cuando a partir de la derrota de medio término en las elecciones de 2009, se configuró el Grupo A en el Congreso con un claro perfil opositor y pese a ello, dos años después Cristina Fernández obtuvo una victoria impensada en la noche del 28 de junio de 2009.

El segundo condicionante refiere a los límites del juego del todo o nada ya que, como en la vida misma, jugar un pleno sólo sirve para el devenir de un casino, y no para el trajinar de la administración de un país. Construir imaginariamente derrotas o victorias definitivas en tiempos que no lo son, supone un error de enfoque que compra la línea discursiva de sectores que, de manera ya no tan sutil, comienzan a instalar la idea de la deslegitimación electoral.

Primero fue Mauricio Macri, quien sembró dudas en una entrevista ante dos periodistas de TN, sobre el resultado electoral de 2019. Esa construcción discursiva en la voz del ex presidente tiene, a su vez, tres factores que le juegan en contra. Es una burda mentira, ya que no se explicaría, por ejemplo, porqué el kirchnerismo siendo oficialismo permitió su triunfo en 2015, y cómo logró instalar el fraude siendo Juntos por el Cambio quien había coordinado las elecciones de 2019.  A su vez, demuestra su incapacidad manifiesta para entender los resultados electores y, además, lleva consigo una alta dosis de soberbia que se emparenta más con su pertenencia de clase (que jamás entendió la lógica del pueblo argentino) antes que con un dirigente lúcido que acepta las verdades definitivas de los votantes.

https://www.youtube.com/watch?v=7WuMrZy0Myg

En esa entrevista ante el canal del Grupo Clarín quedó claro que el ex presidente ya no es la estrella de otrora. Haber hecho el sano ejercicio de la repregunta de las periodistas demostró, una vez más, la escasa capacidad de Macri para salirse de los discursos pre moldeados. La semana se refuerza con la continuidad de la novela de las candidaturas de Juntos por el Cambio, fundamentalmente en el Pro, donde Horacio Rodríguez Larreta no termina de aceptar los planteos macristas en el reparto territorial y en la confección de listas, dejando un espacio abierto para la posibilidad concreta de una interna que, según se dice públicamente, nadie desea del todo.

En esta vuelta de tuerca de usar al miedo como recurso, también apareció la inestimable ayuda de un grupo de intelectuales (parece que el Grupo Aurora murió nonato), que identifican un escenario de incertidumbre y de intento de deslegitimación a lo que puedan decidir los argentinos, que preocupa. En la carta, no aparece ni una sola palabra de autocrítica por haber apoyado a un gobierno que empeoró todos los indicadores sociales y económicos del país. Refieren al aumento de la pobreza como un elemento que tiene como responsabilidad exclusiva a la administración de Alberto Fernández sin poner bajo real valor lo generado por la pandemia ni, lo que sería su mayor aporte, el reconocimiento de la situación de indefensión en la que quedó el país luego de la administración amarilla.

De alguna manera, la carta comentada, actúa, una vez más, como reversión política de los erradores seriales de la economía que anuncian vientos de cola y cataclismos económicos desde el mismísimo 25 de mayo de 2003.

https://twitter.com/LongobardiM/status/1408449738047905796

Desde aquella famosa publicación de Claudio Escribano sub director del diario La Nación, que afirmó que, a partir de la llegada de Néstor Kirchner al poder, Argentina había decidido darse gobierno por un año, pasando por las reiteradas muertes políticas de Cristina Fernández, hasta llegar a la desaparición definitiva del kirchnerismo, han sucedido una variedad de hechos que demostraron, que presagiar en política se parece más a un juego de conciencias con una alta dosis de autoestima, antes que a intelectuales que saben desglosar los elementos de la realidad. La antítesis de alguna manera, con un tal Horacio González, quien en su ciclo vital hizo realidad aquella vieja aspiración gramsciana del intelectual orgánico, habiéndose transformado en un formador de miles de discípulos que aprendieron a valorar su agudeza, su complejidad política y calidez humana, resulta obvia.

En los procesos electorales la exageración es parte del combo de dimes y diretes con los cuales convivimos a diario y no está mal acostumbrarse a ello como ciudadanos maduros y responsables que portamos, afortunadamente, casi 40 años de democracia sobre nuestras espaldas. Pero el miedo, como la tristeza que pretenden inculcarnos en nuestro día a día desde hace 76 años, es un factor que no opera sólo por el mero interés de imponerlo. En estos tiempos se intenta construir sobre la base de un posible resultado electoral que, como ha sido recurrente en la Argentina, a varios, les costará aceptar y entender.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 27 Jun 2021 10:16:07 -0300
La política y la Ceiba https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6508-la-politica-y-la-ceiba https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6508-la-politica-y-la-ceiba La política y la Ceiba

Primero hay que saber sufrir,
después amar, después partir,
y al fin andar sin pensamiento.
Perfume de naranjo en flor,
promesas vanas de un amor
que se escaparon con el viento
Después... ¿qué importa el después?
toda mi vida es el ayer
que se detiene en el pasado.
Eterna y vieja juventud
que me ha dejado acobardado,
como un pájaro sin luz.

Virgilio Expósito – Homero Expósito

En los comienzos de Tablada, allí en la manzana que linda con el estadio del querido Central Córdoba, terreno que originariamente fuera de los socios de ese hermoso proyecto llamado Vigil y que luego fuera donado a la Municipalidad de Rosario, hace muchos años, alguien tuvo la feliz idea de plantar una hilera de Ceibas (vulgarmente llamado Palo Borracho) que, además de brindar un particular paisaje, tienen un fruto que, con el paso del tiempo, en su maduración, ofrece varios espectáculos dignos de ser apreciados: de su forma ovoidal emerge una fibra algodonosa que deriva, finalmente, en una hermosa flor de múltiples tonos. El paso del tiempo y la llegada del otoño, actúan en su beneficio. En la política de la argentina opositora de estos días, como en la ceiba, la maduración que supone la cercanía del cierre de listas, permite apreciar de qué están conformados ciertos espacios políticos. Pero lo que emerge no es, precisamente, la belleza de la ceiba. Repasemos.  

Lo primero que debe decirse es que la interna de Juntos por el Cambio resulta (siendo benevolentes) cuanto menos “amplia”. No sólo está atravesada por lo que podría entenderse como la natural diferencia entre el Pro, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, sino que con la excepción de ésta última fuerza, donde la uninominalidad de Elisa Carrió resulta excluyente, radicales y amarillos quedan atravesados por un doble proceso simultáneo: hacia el interior de cada espacio y dentro de la alianza. Cada uno con sus matices, cada uno con sus bemoles.

En el espacio Pro, Mauricio Macri ha comenzado a entender, por fin, que no las tiene todas consigo. Las diferencias con Horacio Rodríguez Larreta comienzan a salir a la luz, sin privarnos de algunas operaciones mediáticas dignas de leer y releer.

Al ex presidente lo define una debilidad estructural que se refleja en varios aspectos: tiene un techo de penetración electoral muy bajo, por momentos da la sensación que no entiende el momento político, social y sanitario que no sólo vive la Argentina sino el planeta en su conjunto y no se percibe muy bien si quiere o no ser candidato en estas elecciones que se aproximan. Para el domingo de las PASO faltan algo así como tres meses, pero para el cierre de listas unas pocas semanas. No parece ser el mejor presente para la figura de un ex presidente.

Como si no bastara con los límites que le imponen los cuatro años de su gestión, esta semana intentó competir con la desdichada frase de Alberto Fernández de algunos días atrás y el jueves afirmó que no entendía cómo una gripe un poco más grave de lo conocido hasta ahora, podía quitarnos el sueño. La comparación con el negador fascista que gobierna Brasil resultó inmediata. Por otro lado, mientras Fernández partía de un enfoque erróneo para explicar un fenómeno migratorio de hace siglos, Macri mostraba toda su falta de empatía con nada más y nada menos que las víctimas y los familiares de los casi 90.000 muertos que produjo la pandemia en la Argentina.

Su pedido de disculpas y aclaración vía Twitter 24 horas después confirmó dos verdades inapelables de la calle: que la explicación de la estupidez resulta más gravosa que la estupidez misma y que callado, el ex presidente, se defiende mejor.

https://twitter.com/mauriciomacri/status/1406017044244533248

Del otro lado, quien fuera su delfín político y sucesor en la jefatura del gobierno porteño, se frotaba las manos. Enfrascado en profundizar su perfil de dirigente nacional, dicen los que dicen que saben, que empezó a tallar en la conformación de supuestas listas de candidaturas legislativas en las distintas provincias. Un ejemplo sería la convocatoria para tentar con la candidatura a senador a Miguel Torres del Sel en la provincia de Santa Fe, quien la habría desechado. En realidad, lo que sucede, y que muy pocos afirmaron públicamente, es que el ex Midachi tiene en su espejo retrovisor una condena firme de la Justicia electoral por desmanejos de la campaña 2012 lo cual no lo convertiría precisamente, en el candidato más potable. Debería ajustar el nivel de información el Jefe de Gobierno porteño a fuerza de no cometer errores innecesarios.

En la semana que pasó, comenzaron a mostrarse las primeras cartas de supuestos candidatos que quieren irrumpir en el escenario político del 2021. Empieza a resultar cada vez más evidente la recurrencia a caras conocidas para ofrecerle candidatos a la sociedad. Lo que subyace, en el fondo, es que, para algunos sectores, la política sería algo así como aquello que se practica entre elecciones. La falta de proyectos que supongan militancia y trabajo territorial, combinado con el siempre redituable sistema de Boleta Única, coadyuvan para que los “famosos” digan que “salen de su zona de confort y bajen al barro para dar una mano”.

El proceso se parece al fenómeno del perro mordiéndose la cola. A la vez que se declama la importancia de los partidos, la política sería un problema porque no escucha al ciudadano. Pero entre elecciones muchos dirigentes se dedican a la superestructura: atraídos por las luces de los medios y de Buenos Aires, poco contacto fungen con los ciudadanos que deberían y dicen representar. No hay construcción de espacios comunes que vayan más allá de la rosca circunstancial. Y cuando llegan los tiempos pre electorales, se recurre a figuras que se han hecho conocidas por ser críticos del “sistema”, sin ningún compromiso ni de forma ni de fondo, con aquellas estructuras que les regalan, necesitadas, el espacio.

Como sucede en los tiempos posmodernos del futbol que (a veces) padecemos, sólo importa el resultado. Si pierden, se vuelven a su mundo “privado” (que no lo es tanto) sin rendir ninguna cuenta precisa del porqué de la derrota. Y si ganan, quedan enmarañados en esas mismas estructuras que cuestionaban desde sus púlpitos impolutos, con lo cual el problema de la representación fallida de la política no sólo se mantiene, sino que se agrava.

Los santafesinos en general y los rosarinos en particular asistimos a dos ejemplos en la semana que pasó. Por un lado, Mario Barletta convocando a una pre candidatura para el Senado (cómo degradan cargos algunos personajes) a una periodista que trabajaba hasta hace horas en Buenos Aires; y por el otro, el oficialismo rosarino “lanzando a la calle” a otra cara conocida que, hasta hace semanas se distinguía en su trabajo mediático por el cuestionamiento sistemático de todo aquello que tuviera que ver con la organización de los trabajadores.

https://twitter.com/barlettamario/status/1405233233101524996

Doble e interesante parábola la del intendente rosarino quien, nacido y criado políticamente en los movimientos estudiantiles, termina convocando a una figura famosa para que, según se dice por lo bajo, encabece la lista de concejales y, además, nos cuente a quien queramos escucharlo, que el mejor homenaje a Manuel Belgrano sería garantizar la presencialidad escolar. Que los niveles de contagio estén seis veces por encima de los indicadores sugeridos es un tema, parece, menor. Parafraseando a quien alguna vez fuera su referencia política de rigor, “una alianza a la derecha, por favor”.

El neoliberalismo, el del cuatrieño 2015–2019, el de la década del ’90 y el de la dictadura militar, siempre intentó enseñarnos que primero había que saber sufrir para después gozar de los beneficios del derrame que llegarían para todos. Los hermanos Expósito nos siguen emocionando con la idea de después amar y al fin andar sin pensamientos, con las promesas vanas que se escaparon con el tiempo. Entiendo perfectamente la idea del amor perdido en la belleza de su letra y su melodía, pero déjeme contarle querido lector, querida lectora, que algunos dirigentes hablan sin pensar, que sus dichos hace rato se esfumaron con el fracaso de su accionar. Varios de sus mayores exponentes hicieron gala de todo ello en la semana que pasó. Sería bueno que nosotros no lo olvidemos.

(*) Analista político de Fundamentar

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hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sat, 19 Jun 2021 19:55:09 -0300