Warning: Undefined array key 0 in /home/fundamen/public_html/plugins/system/jblibrary/jblibrary.php on line 380
Fundamentar - Revista Síntesis Mundial https://fundamentar.com Thu, 28 Mar 2024 20:29:00 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Fieles https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6795-fieles https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6795-fieles Fieles

Él es quien romperá las reglas,
él es quien quitara tus vendas,
él es quien lucha contra todo,
él es parte de lo que somos…

A.N.I.M.A.L.

El triunfo de Javier Milei fue contundente, definitivo y no dejó lugar para las dudas. Los doce puntos de diferencia con Sergio Massa así lo indican, trayendo en sus alforjas varias confirmaciones.

La primera, más evidente y tal vez menos importante, ya que se trata de una mera cuestión instrumental, refiere a la confirmación del nivel de desorientación metodológica que padecen los encuestadores en la región. Hay una línea directa entre el nivel de imaginación de algunos que en la previa la “sabían posta” y que insistían en una elección pareja de voto por voto y los problemas metodológicos (cada vez más notorios) para prever la decisión de último momento de los electores. Esto último, que se asoma como una característica de los tiempos que corren, también parecen haberlo padecido en La Libertad Avanza, que ante un hipotético escenario de paridad, pasó la semana previa agitando el fantasma del fraude y que, a poco más de media hora de cerrados los comicios, salió a reconocer de manera oficial la ejemplaridad del proceso electoral.

La segunda confirmación, y ésta sí resulta trascendente, refiere a cómo se construyó ese 55% de votos que alcanzó el ahora presidente electo. Lejos de las explicaciones causales que, sorpresivamente, aparecieron 24 horas después con el formato del diario del lunes a partir del cual todos somos directores técnicos, esta vez el balotaje puede ser comprendido por la aplicación de la matemática pura, fenómeno que muy pocas veces sirve para la política. El triunfo libertario se sustenta en la traslación directa del 23% de los votos que obtuvo Patricia Bullrich en las generales de octubre. Esto se confirma con el bajo nivel de votos en blanco y con el porcentaje de asistencia casi idéntico al de tres semanas atrás. A ello habrá que sumarle un par de puntitos de los votantes de Juan Schiaretti y la cuenta estará cerrada. Milei supo fidelizar el voto amarillo demostrando que el acuerdo de Acassuso fue nodal para su objetivo político de ganar las elecciones.  

Si alguien dudase de las anteriores afirmaciones, le invito a que haga el sencillo ejercicio de sumar los votos de La Libertad Avanza y del PRO en las elecciones de octubre en cada una de las 24 jurisdicciones provinciales, como así también en el total nacional. Si se saca bien la cuenta verá que en la mayoría de los casos, comparados con el 19 de noviembre, el resultado final parece inalterable: tomando el territorio nacional como un todo, Sergio Massa obtuvo más de 2 millones de votos (creciendo en promedio un 20%), mientras que al tándem LLA – PRO sólo le bastó con aumentar su caudal unos 300 mil sufragios.  

https://twitter.com/JMilei/status/1726282149840769232

Por todo ello es que los análisis que se sustentan en el 55% de los votos de Milei parecen partir de un error de concepto inicial ya que, en un balotaje, se da el hecho de un alto porcentaje de votos prestados. Existen un sinnúmero de ejemplos internacionales pero el más cercano refiere a 2015 donde Mauricio Macri alcanzó el 51% de los votos, número que nunca más tuvo en las elecciones siguientes. El 40% de la primera vuelta de aquel año, sí se parece y mucho a la medianía del PRO de 2017, 2019 y 2021.

El presidente electo es el dueño del 30% de agosto y, vaya coincidencia, de octubre. Número que ya tratamos de desentrañar en estas mismas páginas, a partir de las razones que lo sustentan, muy lejos de las explicaciones causales de las últimas 72 horas y a años luz de la soberbia mileista que se regodea en la falaz afirmación de que el libertario es el presidente más votado de los últimos 40 años de la democracia. Habría que recordarle al conjunto de ese espacio que las manzanas no se comparan con las peras, ya que las elecciones que toman como referencia, excepto en el ejemplo Macri, todas sucedieron en primera vuelta.

En todo caso, esa estrategia obedece al famoso “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Milei necesita mostrar una pertenencia de votos que no es tal, dado que posee una debilidad estructural de origen (que no significa que sea definitiva), la cual radica en que no tiene un poder institucionalizado que le sea propio: no cuenta con ningún gobernador ni intendente, en el plano legislativo le siguen 37 diputados sobre 257 y 7 senadores sobre 75. Adolece de interlocutores de la sociedad civil de su lado, amenaza con llevarse puestos a todos y lo único que parecería responderle de manera militante es un conjunto de comunicadores, que ven en el libertario al realizador de sus sueños húmedos de eliminar al peronismo de la faz de la tierra.

Por todo ello el acuerdo con Macri fue tan definitivamente consagratorio. En el 23% de Bullrich anida un profundo antiperonismo de base que prefirió omitir las evidentes inconsistencias de la propuesta libertaria, como así también los insultos (“Juntos por el Cargo”), los enfoques selectivos en lo discursivo contra la casta y los vaivenes declarativos a la hora de hablar sobre los derechos sociales.

https://twitter.com/mauriciomacri/status/1726403134497476958

En el marco del proceso electoral, cada frente planteó una tensión distinta. Mientras desde Unión por la Patria, con una excelente campaña a cuestas, sin errores no forzados a la vista y con una importante interacción militante se articuló Democracia vs. Fascismo. Del otro lado, con el inestimable apoyo del ahora candidato a vicepresidente de Boca Juniors y el compromiso militante de Patricia Bullrich (a riesgo de quedar ridiculizada a partir de las diatribas cruzadas contra y desde el libertario de pocas semanas atrás) se apostó por la díada Cambio vs. Continuidad.

Cuál de aquellas tensiones ganó está a la vista, prevaleciendo un enojo social que el economista supo interpretar muy bien, conteniendo a su electorado pese a que el acuerdo de Acassuso implicaba arriar algunas banderas. La casta pasó a ser propiedad del peronismo, para ser más concreto del kirchnerismo, y pese a que éste resulta un sujeto político con mucha menos preponderancia que antaño, en el inconsciente colectivo de amarillos y libertarios, tiene la suficiente vigencia como para dejar de lado no pocas diferencias de grado.

El libertarismo le fue fiel a su líder, quien, de acuerdo a los resultados, supo cambiar a tiempo conociendo perfectamente sus limitaciones para el desarrollo de la campaña. Y el votante amarillo, ese que supo mantener un piso de 40% en elecciones anteriores y que ahora ha visto reducido su relevancia electoral, mantuvo al liderazgo de Macri como una opción de poder que hoy celebra su retorno a los planos mayores. Fieles. Unos a una figura en ascenso y otros, al líder que supo destruir una institucionalidad que algunos imaginaron más allá de la coyunturas y que ahora se aferra a la extrema derecha, como a una tabla en el medio del océano.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Thu, 23 Nov 2023 19:22:33 -0300
Cambio y renovación https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6794-cambio-y-renovacion https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6794-cambio-y-renovacion Cambio y renovación

Cambia lo superficial,
cambia también lo profundo,
cambia el modo de pensar,
cambia todo en este mundo…

Julio Numhauser - “Todo Cambia”

“Renovación y Cambio” fue la díada radical, allá por finales de los 70’ y comienzos de los 80’, que le permitió al radicalismo en general y al alfonsinismo en particular, convertirse en una opción real de poder. Iba de suyo, que la conducción partidaria, llevada adelante por dirigentes de avanzada edad, definitivamente conservadores, portaban en sus alforjas décadas de historia política que les impedían reinterpretar ese nuevo tiempo. Raúl Alfonsín supo convertirse en el líder que, acompañado por una muy vigorosa fuerza juvenil denominada Franja Morada (entre otros), reinterpretaba ese tiempo político, renovando ideas para fomentar el cambio primero partidario y luego social.

El ejemplo radical -no ahondaremos ni por asomo en una clase de historia argentina reciente- sirve como referencia a cómo un espacio político se construye de un modo más o menos esquemático: un grupo de hombres y mujeres se nuclean en un agrupamiento, proponen ideas, convencen al gran electorado, triunfan y, en el mejor de los casos, logran imponer su plan de gobierno al conjunto. Los ganadores gobiernan y los perdedores, convertidos a partir de ese momento en opositores, suelen comenzar períodos de reconfiguración política. Pero no siempre es así y el procedimiento puede resultar inverso. Este 2023 electoral en la Argentina así parece demostrarlo. Repasemos.

Primero debe decirse algo obvio: las elecciones, en un tipo ideal, deben ser pensadas como un instrumento para el cambio: de las relaciones de poder, de lo que se active en la gestión y por consiguiente, de sus consecuencias.

Por otro lado querido lector, estimada lectora le propongo un ejercicio mental. En la víspera de lo que supone el balotaje presidencial del domingo 19 de noviembre, trate de anclarse en su memoria y recuerde las expectativas políticas con las que comenzábamos el año allá por febrero o marzo. Quiénes “pintaban” para candidatos, qué fuerzas políticas aparecían más consolidadas, qué dirigentes tendrían un peso significativo en el proceso electoral y cuáles aparecían como los ejes sobre los que se plantearía la discusión de fondo. Haga un breve repaso y no dejará de sorprenderse.

En el mientras tanto, revisemos de dónde venimos. Hasta hace unos pocos meses atrás, la centralidad política la ocupaban dos fuerzas: el ya extinto Frente de Todos, hoy Unión por la Patria y Juntos por el Cambio.

El oficialismo cargaba a cuestas con sus problemas de gestión, una economía condicionada por la inflación, una derrota electoral de medio término que había vigorizado a la oposición amarilla y un internismo acuciante que, por momentos, parecía mostrar que todo debía re discutirse. En ese devenir, el electoral 2023 comenzó con el definitivo y trascendente anuncio de Cristina Fernández de Kirchner, en diciembre del año anterior, de que no sería candidata para este turno electoral, aunque no tuviera condena firme en la causa Vialidad.

Superada la discusión por la eliminación o no de las PASO, al oficialismo le costó encontrar un candidato de consenso. Con el presidente y la vice fuera del juego, se construyó de manera muy firme la hipótesis de una interna que serviría para definir, por fin, el cúmulo de desavenencias que a veces por convicción y a veces por capricho, habían “limado” la relación interna al punto de poner en serio riesgo el concepto madre de “unidad en la diversidad”.

De alguna forma, las precandidaturas de Daniel Scioli y Eduardo “Wado” de Pedro, actuaron como fusibles de una unidad que terminó prevaleciendo a partir de la insistencia de parte del aparato institucional vinculado al peronismo y que se sintetizaba en un conjunto de gobernadores, sindicalistas cegetistas y el propio Frente Renovador. La designación de Sergio Massa y su consiguiente centralidad, terminó de configurar una novedad que resultaba impensada pocos meses antes.

Sergio Massa con estudiantes secundarios
Sergio Massa con estudiantes secundarios

Del otro lado, en Juntos por el Cambio, y como ya hemos comentado en distintas ocasiones, cometieron el error de intentar comerse el chancho antes de cazarlo. Envalentonados por el triunfo en las elecciones de medio término de 2021, supusieron (mal), que quien prevaleciera en la interna se convertiría en el próximo presidente de los argentinos.

La voracidad fue tal, que mostró a la luz pública una virulencia política que se llevó puesto a los sectores supuestamente moderados del espacio. Horacio Rodríguez Larreta construyó un monumental aparato de comunicación para mostrarlo presidenciable mientras que Patricia Bullrich, sin tantos recursos, se dedicó a poner el foco en un antiperonismo de manual que la terminó catapultando a un triunfo interno, también impensado en el verano 2022 / 2023.

Mauricio Macri por su parte, mientras intentaba mostrarse prescindente a la luz pública, actuaba en favor de su ex ministra de Seguridad como un reaseguro de una dirigente que sí le podría granjear altas dosis de lealtad. Y el radicalismo, que había amenazado con plantear la disputa interna para cargos presidenciales, abandonó la idea para conformarse con sendas pre candidaturas vicepresidenciales, que nada le aportaron y que, a la luz de los hechos (triunfo territoriales a lo largo y ancho del país), se convirtió en un error estratégico de proporciones.  

Pero la implosión cambiemista de las últimas semanas no puede ser explicada sólo por la derrota electoral de las generales y por los consiguientes movimientos unilaterales de Macri alcanzando un no tan insospechado acuerdo con Javier Milei. En la parafernalia de insultos, gritos, chicanas y operaciones cruzadas, sale a la luz una crisis que había quedado oculta luego de la desastrosa gestión macrista para el período 2015 – 2019 y que la pandemia del Covid, con su prédica de libertad de movimientos a cualquier costo, permitió guardar debajo de la alfombra. Las pruebas están a la mano. Sólo basta verlas.

Pero la gran novedad ha sido el tercero en discordia que nadie supo ver. La Libertad Avanza se convirtió en una sorpresa para el conjunto del sistema político al punto de convertir un modelo bicoalicional (FDT vs. JxC), en un escenario de tercios desconocido para la institucionalidad argentina del siglo XXI. Con muchísimo espacio televisivo a disposición, porque resultaba un personaje que medía, el éxito libertario supuso la necesidad de revisar los libros de la corrección y de la tradición política ya que se construyó sobre dos novedades irrefutables.

La primera es que el libertarismo, como exponente fiel de los aires que soplan también en buena parte del mundo desarrollado, trajo al insulto como un atributo desde donde se podía construir en términos políticos. Más allá de las reivindicaciones a la dictadura, de sus deseos de que todo explote, de dejar a la Argentina sin moneda, etc., el menosprecio por un conjunto de ciudadanos, a partir de sus límites físicos, de la edad o de la actividad laboral con la que se ganan el sustento, es lo que refleja más acabadamente a un conjunto de personas que aparecen “rotas” en ciertas composiciones sociales. No hay colectivo de ningún tipo que reivindique el modelo mileista, sólo personas individuales que, esencialmente, confunden la idea de libertad con que cada uno haga lo que le plazca.

Si Macri había accionado el corrimiento de cierto sentido común cuando afirmó, por ejemplo, sobre el curro de los derechos humanos, el economista supo ir más allá habilitando, directa o indirectamente, una acción política, visual o discursiva, donde la violencia aparece como un instrumento legitimado por cierto enojo social.

La segunda novedad es que ha alcanzado una evidente potencia electoral con un insignificante desarrollo territorial al que ahora le viene a prestar atención tarde y mal. Los 30 puntos de las PASO y de la general (aquí con 600.000 votos más), los alcanzó sin haber recorrido la totalidad de las provincias y sin contar, hasta el acuerdo con Macri, con un nivel de fiscalización importante más allá de los grandes centros urbanos.

El libertario es un producto mediático y de redes hecho y derecho, que supo seducir a ese malestar imperante en buena parte del electorado argentino y que, a fuerza de necesidad, debió reconfigurarse en su crítica al sistema y terminar avalando a buena parte de la supuesta casta que venía a destronar.

Pero en resumen y más allá del resultado que pueda suceder en el día de mañana (escribimos esto el sábado 18) el espacio político argentino ha quedado definitivamente reconfigurado de antemano sin que se necesite poner en práctica las medidas de uno u otro de los contendientes.

A diferencia de otros momentos, donde los cambios ocurren a partir de lo que dicen las urnas, la institucionalidad y la cotidianidad política ya no serán lo que eran. Este 2023 electoral trajo algunas consecuencias insospechadas hasta hace pocos meses atrás, las cuales han renovado (casi sin darnos cuenta), la centralidad de diversos actores políticos. Si bien, por ahora reina la incertidumbre, hay tres conclusiones que sí podemos animarnos a mostrar:

1.      El oficialismo hizo una campaña ejemplar, en extremo profesionalizada, con un candidato que quiso, pudo y supo ocupar la centralidad política, sin errores, que contó con el sano corrimiento de Alberto Fernández y de Cristina Fernández de Kirchner (que nadie piense que una militante 24x7x365 se dé por jubilada), con el apoyo de dirigentes de toda laya, con amplísimas expresiones de la sociedad civil (el espanto que provoca Milei es harto evidente) y con un protagonismo de la militancia orgánica y lo que ahora hemos conocido como “micromilitancia” que resulta digno de mención. No le queda claro a este analista si una derrota sería el paso previo para algún tipo de división a las que el peronismo ha sido afecto en determinados momentos de su historia.

2.      Juntos por el Cambio ha implotado. Muy dependiente del resultado electoral, el dúo Macri – Bullrich sabrá en pocas horas si le sigue un futuro de ostracismo político o una etapa donde terminen aportando a la estabilidad de un gobierno libertario que no cuenta, ni por asomo, con la estructura y el andamiaje necesario para conducir al Estado. El radicalismo, con el conjunto de gobernadores (10) que han prevalecido en las elecciones provinciales, también se preparara para un "restyling" que le otorgue otro protagonismo en el mediano plazo. Y los sectores del PRO derrotados en la interna, en su amplia mayoría, deberán recostarse sobre el conjunto de intendentes bonaerenses que han prevalecido y que deberán barajar y dar de nuevo.

3.      La Libertad Avanza resulta, de alguna manera, una verdadera incógnita para lo que viene, dado los problemas internos que ha enfrentado y a partir de los límites reales que supone no contar con un desarrollo territorial de fuste y por el tipo de acuerdo alcanzado con el macrismo, puesto todo en stand by hasta la noche en que se conozcan los resultados. Si insistimos con el ejercicio de mirar hacia enero o febrero de este año, el salto de LLA no podría dejarlos más que satisfechos, habiendo aumentado por diez la cantidad de diputados y pasando a contar con 7 senadores nacionales. Pero las formas del liderazgo mileista, su excepcional personalismo y cierto entorno circundante terminarán influenciando de manera definitiva para lo que viene. Ganando o perdiendo.

“Cambia, todo cambia” entonaba Mercedes Sosa y todos nos emocionábamos con la postal dolorosa del destierro al que obligó la dictadura a miles de compatriotas. Somos transformación permanente, aunque a veces no sepamos verlo. El sistema político ya cambió y a partir de la noche del domingo se renovará. Pero, como bien nos recordaba la querida tucumana, nuestro amor no cambia. Se mantiene más allá de los triunfos, las derrotas y las consiguientes estrategias políticas que imaginemos. Como siempre, NUNCA MAS (violencia, dolor y muerte).

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 19 Nov 2023 07:51:48 -0300
Preparados, listos... https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6792-preparados-listos https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6792-preparados-listos Preparados, listos...

Una campaña extenuante. Un proceso electoral que no sólo refiere a la lógica nacional sino que incluye a cada una de las veinticuatro provincias que integran el país. Resultados sorprendentes, confirmaciones de todo tipo, la jubilación institucional para unos cuantos y una innegable certeza: más allá del ganador, a partir de la noche del domingo 19 de noviembre el escenario político se reconfigurará y cambiará para siempre. Pero en el mientras tanto van pasando cosas. Bienvenidos y bienvenidas: recorrido por la penúltima de semana de campaña donde los aprontes están a la vista y la bandera a cuadros se visualiza cada vez más nítida.

En esta etapa de la previa del balotaje, la segunda semana de noviembre vino a repetir las intenciones de campaña de cada uno de los candidatos: mientras Sergio Massa recorre aquellos territorios que considera vitales para achicar o agrandar las diferencias según sea el caso (Córdoba, Santa Fe, Misiones), Javier Milei ha elegido no salir mucho más lejos de los límites que impone la General Paz: sets de televisión amigos, pocas repreguntas y definiciones que, cuidado y todo, no dejan de generar ciertos cuestionamientos. Repasemos.

El tigrense, plenamente consciente de que la suma de los votos del 22 de octubre de La Libertad Avanza y Juntos por el Cambio (53%) lo aleja del triunfo, en la semana que pasó recorrió las provincias de Córdoba y Santa Fe, las cuales se reparten entre ambas, algo así como el 15% del electorado nacional.

Ambas provincias podrán ser similares (en cantidad de electores, tamaño, producto bruto) y complementarias (en actividad productiva), pero enfrentan una realidad política absolutamente distinta.

En Córdoba Massa salió cuarto con el 13% de los votos, detrás de Milei, Juan Schiaretti y Patricia Bullrich. Aspira a crecer hasta un 30% como forma de mejorar su performance electoral, apalancado en una importante diferencia que pueda obtener en la provincia de Buenos Aires. El escenario cordobés no está clarificado ni mucho menos: mientras el actual gobernador declara de manera cada vez más seguida en contra de Massa, acusándolo de kirchnerista (mochila muy pesada en la tierra del fernet), y algunos adelantan en forma de primicia algún tipo de acuerdo con el libertario; del gobernador electo Martín Llaryora, poco se sabe a la hora de las declaraciones.

En el mientras tanto el proceso de convivencia no es sencillo, ya que las segundas líneas, de origen históricamente peronista y con el que Massa construyó lazos a partir del ya extinto Alternativa Federal, se han empezado a mostrar a favor del actual ministro de Economía. Con el “Gringo” ya de salida de la centralidad política cordobesa y con un gobernador por asumir que sabe de los límites que podría enfrentar con un triunfo mileista (eliminación de la coparticipación federal, complicaciones en la comercialización de bienes con destino a Brasil y China), pero con el paralelo que supone una sociedad decidida a votar masivamente al libertario, no resulta extraño el silencio de radio de estos días. ¿Habrá posicionamiento en las horas que vienen? Quien lo sabe. Tal vez el pretendido independentismo cordobés siga haciendo de las suyas.

En Santa Fe la situación es otra. Massa salió segundo en el total provincial pero primero en la ciudad de Rosario y en el departamento homónimo. Con el antecedente de la campaña provincial donde Maximiliano Pullaro adelantó que en un hipotético debate, él elegiría a Milei, por ahora el espacio panradical ha evitado pronunciamiento alguno ya que conviven al interior de Unión para Cambiar Santa Fe, radicales, socialistas y amarillos, quienes han tenido las tres actitudes que se imponen en el período: neutralidad, apoyo a Massa y militancia por el libertario, respectivamente. Por su parte, el silencio del intendente Pablo Javkin y su ladera, la presidenta del Concejo Municipal, María Eugenia Schmuck por ahora, aturde.

En el peronismo la cosa parece estar más clara. La presencia del candidato encolumnó detrás de sí al conjunto del espacio como tal vez no se había visto, ni siquiera, en la campaña para gobernador. Un dato que no dejó de llamar la atención: Omar Perotti acompañó a Massa en toda su excursión santafesina recibiéndolo en Sunchales, haciéndole de chofer hasta Rafaela y acompañándolo en el acto de Sauce Viejo. Parece que al rafaelino no le había salido ningún viaje de último momento.

Respecto de los números de la general, Massa obtuvo 29,6%, Milei 32,4%, Bullrich 26,9% y Schiaretti, que fue militado por el socialismo santafesino, 9%. Bien vale preguntarse qué sucederá con los 200.000 votos del cordobés y de la izquierda, más alguna fuga de Juntos por el Cambio que no acepta de ninguna manera al libertario y que no representa, en sí mismo, un voto decididamente anti peronista. Cuidado con poner el eje exclusivamente en la “sorpresa” cordobesa.

El hecho político más importante de la semana se centró en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en los estudios del canal de cable de TN, donde los candidatos a vicepresidente Agustín Rossi y Victoria Villarruel llevaron adelante un nuevo debate, que de alguna manera sirvió como prolegómeno del que se desarrollará el día domingo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires entre Massa y Milei.

Si las propuestas políticas de ambos espacios son diametralmente opuestas, la presentación en el debate no le fue en zaga. Los estilos fueron antagónicos. Villarruel abusó de un tono elevado, no exento de unas cuantas chicanas, sin ninguna propuesta concreta (ventajas de ser opositor en un encuentro de a dos), recurrió a la lectura (enumeró una serie de supuestos hechos de corrupción que en nada alcanzan a Massa) y al uso del celular en una muestra más que la habilidad oratoria no es característica de la fórmula presidencial libertaria.

Como contraparte, Rossi apareció medido. A riesgo de quedar opacado por cierta vocinglería de su adversaria, supo realizar dos preguntas que tuvieron un evidente impacto en los días subsiguientes: interpeló a la actual diputada sobre con qué dólares se llevaría adelante la dolarización y, si en caso de ser gobierno, liberarían a los genocidas de la dictadura que han sido juzgados en juicios que han resultado ejemplares para la Argentina y el mundo.

Del primero dijo que generarían la confianza suficiente para que los argentinos, siendo el tercer país en el mundo con dólares ahorrados, lo vuelquen al sistema económico. No deja de ser llamativo, a la vez que coincidente, este argumento con lo que expresaba Mauricio Macri, allá por el 2015, cuando afirmaba que el problema de la inflación se resolvería muy rápidamente ya que la confianza que la gestión de su gobierno daría al conjunto de los argentinos y a todo el concierto internacional, facilitaría quebrar ese viejo problema endémico. La derecha argentina siempre se ha caracterizado por no tener que tratar con sus analistas una autoestima baja.

Del segundo, respondió con tal nivel de vaguedad que no tuvo mejor torpeza que invocar a Juan Amelong, torturador que asoló la región de Rosario, quien tiene cinco condenas firmes por delitos de lesa humanidad, y que, como todos estos estropicios humanos, jamás se arrepintieron de los crímenes cometidos.

A partir de esas respuestas en el debate, ambos temas tomaron tal visibilidad, que en notas periodísticas del día siguiente, la actual diputada debió efectuar algunas declaraciones respecto del sentido de sus dichos. Cada quien podrá interpretar quien ganó o quien perdió ese debate, pero es evidente que si uno de los protagonistas necesita una segunda parte para dar explicaciones, en un canal amigo, con un comunicador (ponele) que emula a la mejor versión de Guillermo Barros Schelotto cuando le tiraba centros goleadores a Martín Palermo en el Boca de Carlos Bianchi, es que la ecuación no resultó del todo beneficiosa en su favor.

Una vez más, el debate dejó en claro que es un instrumento de construcción política previo al mismo, pero también en lo posterior. Debe pensarse como un elemento más de una campaña y no como esa forma que permite decidir en un sentido o en otro, una vez que las cámaras de televisión se apagan.

El encuentro de este domingo 12 aparece como excepcional por múltiples razones: las discusiones previas por su formato, el nivel de audiencia y la expectativa de lo que pueda suceder con las intervenciones de los protagonistas marcan su carácter distintivo. En ese contexto los candidatos eligieron mostrarse de distinta manera.

A lo ya comentado para Massa, Milei ha tenido una menor visibilidad, pero no por ello perdió presencia en el Ágora mediático. Tuvo una alegoría de muy mal gusto cuando comparó al matrimonio igualitario con la relación sexual con un elefante y al igual que en el período post PASO y en la tarde del domingo de las generales (cuestión que rápidamente desactivó la Justicia electoral) denunció fraude sin pruebas de ningún tipo. De esta forma dejó asentado que no está dispuesto a aceptar una derrota que lo prive de acceder al sillón de Rivadavia. Cuesta conseguir un parecido tan cercano al de Donald Trump y Jair Bolsonaro. Pero aquí hay una diferencia de grado: la sociedad argentina no se parece en nada a la norteamericana o a la brasileña en cuanto a su persistente dinamismo y movilización política. Cuidado allí.

Y para el cierre de semana no tuvo mejor idea que reivindicar a las Sociedad Anónimas Deportivas, lo que le ha valido el cuestionamiento de los clubes más ignotos hasta lo más importantes del fútbol argentino. Milei y sus asociados (apliquemos la lógica del mercado para definirlos) no entienden casi nada de cierta idiosincrasia argenta: educación pública, salud pública, la pasión futbolera y ahora, lo que supone una asociación sin fines de lucro que vulgarmente llamamos clubes y que tienen el sentido más cercano a la idea de vida comunitaria. Como construcción de la identidad y como sentido de pertenencia.

En nuestra niñez, el “preparados, listos, ya” era el preanuncio de una carrera o de algún juego que extremaba nuestra atención. Surgía una adrenalina única que era una especie de anticipo de aquello que seguramente disfrutaríamos de manera definitiva, más allá de los resultados. Por estos días, el sistema político comienza a prepararse y enlistarse para, tal vez, la elección presidencial más importante desde 1989 hasta acá. El “ya” está a un abrir y cerrar de ojos. La tensión aumenta. Las definiciones esperan… 

  (*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 12 Nov 2023 10:57:07 -0300
Sobre estallidos e implosiones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6791-sobre-estallidos-e-implosiones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6791-sobre-estallidos-e-implosiones Sobre estallidos e implosiones

Con el escenario de tercios que habíamos conocido con los resultados del 13 de Agosto como antecedente, el triunfo de Sergio Massa del domingo 22 de octubre no estuvo exento de un efecto sorpresa para el conjunto del electorado argentino. Los números, que lo dejaron a escasos 3,5% de ganar en primera vuelta, impensados para el análisis previo de unos pocos meses atrás, tuvieron un efecto arrastre que generó un tembladeral político en Juntos por el Cambio, que ahora sí y sin que esto represente algo novedoso, se enfrenta al riesgo de un cisma definitivo; mientras que en el mundo libertario las dudas que se han hecho públicas, demuestran el nivel de desasosiego político generado por los números finales, pero también con algunas decisiones posteriores del líder que supieron conseguir. Días que seguramente resultaron la envidia de la politología nórdica. Pasen y vean. Sean todos bienvenidos.

Argentina tiene muy poco recorrido en la experiencia de los balotajes: uno que no fue porque el candidato con más votos decidió bajarse unos pocos días antes (2003), y el otro que se realizó en 2015 con todas las formalidades del caso. De la experiencia internacional (tal vez el caso francés resulte el más famoso), quienes quedan habilitados para la disputa final, suelen no perder el tiempo y durante la misma noche de los festejos tratan de construir puentes discursivos que los acerquen a los candidatos derrotados y a sus votantes. En los días venideros suelen abrirse instancias de negociación de carácter secreto, pero cuya realización es anunciada públicamente. Tanto si se llegan a acuerdos como si no, los resultados de estas negociaciones suelen comunicarse a pocos días de los comicios definitivos.
 
El caso argentino de este tiempo no estuvo exceptuado de cierta particularidad, ya que las discusiones entre quienes salieron segundos y terceros comenzaron a desarrollarse en la misma mañana del lunes 23. Para el mediodía de ese martes el acuerdo estaba cerrado y se dio a conocer a la sociedad: Patricia Bullrich, representante de Juntos por el Cambio anunció su apoyo a la candidatura de Javier Milei y lo hizo bajo el padrinazgo de Mauricio Macri quien, de esta forma, demostró, una vez más, su jefatura política sobre la ex candidata.
 
Se dejaron de lado las ofensas personales, al punto de desactivar las denuncias penales existentes y el acuerdo alcanzado sobre la madrugada, le quitó sentido a la reunión que debía producirse en el seno del PRO para determinar los pasos a seguir. Con el hecho consumado a partir del acuerdo suscripto solamente entre tres personas, la bronca de radicales y de unos cuantos dirigentes amarillos no dejó de hacerse escuchar.
 
La primera pregunta que surge es el porqué de ese accionar protagonizado por el ex presidente. La más urgente respuesta surge de la necesidad de Macri de seguir siendo una referencia insoslayable, ya no tanto en la partidocracia argenta sino en todo caso del espectro de la derecha. Siendo el dirigente político con peor imagen en el catálogo nacional, su apuro también se ancla en que va de suyo que la Unión Cívica Radical y buena parte del entramado PRO, jamás habrían aceptado un acuerdo con Milei. Su constante recurrencia al insulto con descalificaciones sobre personajes ya históricos (Raúl Alfonsín) y dirigentes de la actualidad; sus cuestionadas propuestas económicas en el marco de la campaña y los arrebatos de una personalidad problemática hacían inviable cualquier tipo de acuerdo. 
Macri, muy a su pesar, se ha convertido en un dirigente más del espacio. Hace rato que ha dejado de ser referencia y guía para sus pares y para el conjunto de la sociedad argentina y trata, de a poco, de ganar la centralidad perdida. Es un juego a todo o nada  sobre el que el ex presidente parte sin tener más que el respaldo incondicional de unos pocos hombres y mujeres que no tienen demasiado pedigree electoralista y que le resultan definitivamente funcionales. 
 
Si Milei resultase triunfador en las elecciones, el hijo de Franco podrá mostrarse como el gran artífice con el cual todos, unos cuantos radicales incluidos, optarían por intentar recomponer una relación política evidentemente desgastada. Si el libertario cayera derrotado, Macri habrá roto el único aporte positivo que hizo a la partidocracia argentina. 
 
Más allá de algunos arrebatos y contra toda lógica mediática amante de los grandes titulares y las letras de molde, este analista se juega un pleno de que, por ahora, Juntos por el Cambio no se rompe. La presencia de un conjunto de gobernadores electos de origen radical en su mayoría y de un sector más dialoguista en el PRO, sirven como instrumento para que nadie actúe como sepulturero ya que, en el peor de los escenarios, ese mote le cabrá al dúo Macri – Bullrich. Por ahora, si bien el estallido interno ha servido para mostrar buena parte de la atomización del sistema de partidos, el espacio sigue con vida, conectado al respirador artificial y con pronóstico reservado. La gran pregunta del proceso deriva en descubrir si, a los fines de ganar, al libertario le sirve tanta visibilidad de Mauricio Macri.
 
Milei llegó al acuerdo en absoluta soledad porque en términos institucionales, nada tiene. Su entorno se ha mantenido cercano, pero algunos referentes de las segundas líneas han pegado el portazo ya que el ex presidente es el límite. Surge así un problema de confianza, ya que nadie sabe del todo cuánto ha quedado de la plataforma electoral original de La Libertad Avanza.

https://twitter.com/JMilei/status/1720890180440097076
 
Para reducir el margen de error, la primera decisión libertaria post 22 de octubre, operó desde la idea de reducir el numero de voceros del espacio. La campaña de las generales estuvo plagada de decidores que aumentaban exponencialmente las contradicciones ideológicas y que no se agotaban en meras cuestiones procedimentales de la acción política. Lila Lemoine, Ramiro Marra y hasta personajes de la talla del economista Carlos Rodríguez fueron llamados a silencio. Emilio Campo y Diana Mondino fueron elegidos como las caras visibles para construir una línea discursiva común y, además, achicar el nivel de exposición del candidato.

Pero no siempre las cosas salen como se piensan de antemano. Mondino no se ha privado en la semana que pasó de efectuar unas series de declaraciones que la ubican en el lugar de alguien desinformada a la vez que llena de prejuicios. Los dichos sobre el mercado de órganos, planteando soluciones que en muchos casos ya existen en la ley vigente (como bien se lo recordara el padre de Justina Lo Cane) o sobre lo que supone la existencia del matrimonio igualitario y su extraña relación con la pediculosis, no estarían ayudando a darle claridad a la comunicación política de campaña. Para colmo de males, a mitad de semana y en una respuesta a comentarios de Sergio Massa, el libertario grabó un video donde no aparece ni televisiva ni oralmente de la mejor manera. 

Pero más allá de estas últimas cuestiones que se parecen más a detalles, el mayor inconveniente en la campaña opositora es que el discurso sigue desarticulado: no son pocos los macristas que apoyan el arreglo con Milei y que afirman que el acuerdo de Acasusso supone que algunas propuestas libertarias deberían ser dejadas de lado si éstos llegaran a la presidencia (Eduardo Amadeo). Del otro lado, la propia ex ministra de Seguridad, en declaraciones a una radio rosarina el día viernes, reconoció que el libertario debería tener todo el derecho a imponer su agenda política de gobierno.

La confusión no es menor para lo que podría definirse como una campaña tradicional, donde un espacio político debe tener un discurso articulado que le dé algunas certezas mínimas al electorado. Como bien mostró el politólogo Marcelo Leiras, en un reciente mensaje en la red X, la propuesta opositora puede ser de una manera, pero también puede incluir a su antónimo: dolarización si, dolarización no.

https://twitter.com/LeirasMarce/status/1720483985862566209

Pero esta campaña no se activa necesariamente desde cierta racionalidad que podríamos llamar tradicional. Aparecen un conjunto de factores que la hacen distintiva: la competitividad de Massa o el ejemplo de propuestas libertarias donde se insultaba a cierto perfil de votantes, son ejemplos de la excepcionalidad que este 2023 nos trajo. Por eso la apuesta del macrimileismo hace cada vez más foco en el factor emocional: ya no importa del todo si las propuestas de campaña resultan carentes de sentido o contradictorias entre sí, sólo queda seguir cuestionando a un kirchnerismo que sería la suma de todo el peronismo y que representa el peor de los males y si, como afirmó Bullrich, explota todo antes del 19 de noviembre, mejor. 

Del otro lado, el oficialismo se sigue mostrando articulado y cohesionado, siendo Sergio Massa el principal referente del espacio que ha comenzado a insistir, cada vez de manera más efectiva, que lo que se juega en las próximas elecciones ya no refiere a la grieta kirchnerismo / antikirchnerismo, sino a la que pueda derivar de una nueva: democracia / antidemocracia.  
En la semana que pasó la fórmula Massa – Rossi sumó apoyos esperables de sectores de la cultura donde no pocos artistas ponen la firma, la cara y el cuerpo para evitar el triunfo mileista y otros definitivamente sorpresivos como el de un conjunto de intelectuales que jamás abrevaron en el peronismo y que ven “que la conducta pública de La Libertad Avanza es contraria a la cultura democrática que propiciamos para fortalecer una comunidad política, pluralista y pacífica”. Desde la partidocracia argentina, la sorpresa vino de la mano del Partido Socialista quien comunicó oficialmente su apoyo al actual ministro de Economía.  

El pre anuncio de un estallido social que sirviera para legitimar el triunfo en primera vuelta del padre de Conan no sucedió. En realidad, si ponemos el foco de atención en las fuerzas opositoras, las idas y venidas en la comunicación política y el desbande en referentes del proceso libertario y de Juntos por el Cambio, el proceso se parece más a las esquirlas que dejó un acuerdo con la casta, que era impensado hasta hace unos pocos meses atrás. Pero nada está decidido de antemano, el escenario sigue abierto, y los argentinos por ahora, vivimos en paz.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 05 Nov 2023 11:15:56 -0300
Eclécticos, inexpertos, descolocados https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6790-eclecticos-inexpertos-descolocados https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6790-eclecticos-inexpertos-descolocados Eclécticos, inexpertos, descolocados

Si arrastré por este mundo,
la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.
Bajo el ala del sombrero, cuántas veces embozada,
una lágrima asomada yo no pude contener

Carlos Gardel - “Cuesta abajo”

La fecha ya pasó. El hecho político que todo el país esperaba sucedió. La elección del 22 de octubre comienza a quedar en el espejo retrovisor y las reinterpretaciones fluyen. Desde los protagonistas que jugaron el juego, desde los que tienen una chance más y desde el conjunto del sistema que asume que nada está definido por sí mismo, no son pocos los sorprendidos, pero las 48 horas posteriores al resultado del último domingo dejan tres conclusiones básicas: el perfil ecléctico del electorado argentino; la inexperiencia libertaria que paga un alto costo por haber intentado barrer con todo el espectro de una sola vez y para siempre; y la descolocación de no pocos voceros que no terminan de decodificar los casi 37 puntos del vencedor.

Si uno mira el proceso electoral de este 2023 como un todo, entenderá la complejidad que acarrea su decodificación. No sólo porque además de la nacional han existido otras 24 jurisdicciones provinciales con sus propias complejidades, sino porque, si uno mira cómo había quedado dispuesto el mapa electoral argentino a partir del 13 de agosto y lo revisa ahora, no podrá dejar de sorprenderse por el cambio cromático.

El abordaje interpretativo debe ser quirúrgico y alejado de toda idea pre conceptual. Lo primero que debe decirse es que entre PASO y generales se produjo un aumento de la asistencia electoral del 8%, lo que representa algo así como 3.080.000 más de votantes. Cuatro de las cinco fuerzas obtuvieron más votos: Unión por la Patria 3.165.000, La Libertad Avanza 767.000, Hacemos por nuestro país 876.000 y el Frente de Izquierda y de Trabajadores 80.000. Fue Juntos por el Cambio la única fórmula que perdió votos respecto del 13 de agosto, algo así como 431.000. Evidentemente, Patricia Bullrich no pudo fidelizar al electorado de Horacio Rodríguez Larreta.

https://twitter.com/SergioMassa/status/1716304241331978431

En términos porcentuales sobresalen Sergio Massa y Juan Schiaretti ya que mientras el primero creció 15% a partir de los números de su interna, el cordobés casi duplicó su base electoral. Ahora bien, vale preguntarse el porqué de ese aumento tan exponencial de ambos.

Del primero puede decirse que se combinaron cuatro factores: la influencia del miedo a todo aquello que proponía Javier Milei en una veta destructiva, el rechazo a la figura de la presidenta del PRO, un peronismo que, esta vez, sí se movilizó en su conjunto incluyendo a gobernadores, sindicatos y una militancia que no se circunscribió sólo a la calle sino que supo plantear algunas discusiones en el terreno de lo virtual, ese que parecía territorio exclusivo de los libertarios. Por último, la centralidad de Massa y, según descubren muchos ahora (con el diario del lunes todos somos técnicos) una muy profesional campaña que no dejó detalle librado al azar.

Del segundo, y pese a lo que muchos afirmaron sobre la rigidez y la consecuente inutilidad de los debates, éstos le dieron una visibilidad que hasta ese entonces el gobernador cordobés no tenía. La utilización de un discurso federal y su visualización como un hombre de gestión, le permitieron crecer a costa del mismísimo Juntos por el Cambio que, si desde 2015 para aquí, la provincia mediterránea había sido un bastión amarillo inexpugnable en las elecciones nacionales, en esta oportunidad quedó tercero.

Pero si el tigrense y el cordobés sobresalieron por su expertise, el mundo libertario quedó preso de su primera vez. La voracidad electoral, pero fundamentalmente su inexperiencia política llevó a Milei a adelantar un escenario que nunca había construido: tres puntos de diferencia no convierten a nadie per se en ganador en una primera vuelta, y mucho menos en un país como la Argentina donde existen tradiciones políticas como las del radicalismo y el justicialismo muy enraizadas.

https://twitter.com/JSchiaretti/status/1716267061154820283

En ese contexto y sin una estructura partidaria propia que solidificara la sorpresa de setenta días atrás, el recurso de ir por todo, de no dejar resquicio alguno para un dialogo posterior porque el resto del espectro político representaba a la casta que había que barrer, puede parecerse mucho al fenómeno de una indigestión cuando uno come mucho y rápido. Esa estrategia sólo puede servir si se sale ganancioso, dado que el paso siguiente será la imposición de condiciones. Pero en la derrota, la taba se da vuelta.

Esa inexperiencia, que en los dos días siguientes se han parecido mucho a la desesperación, llevó a Milei a dar un discurso en la noche del domingo que muy lejos estuvo de brillar por su originalidad. Inteligentemente, trató de seducir al electorado cambiemista, pero lo hizo de la peor manera en un doble sentido: mientras por un lado anunció  hacer “tabula rasa” con lo recorrido hasta allí para lograr un acuerdo con la dirigencia amarilla, por otro eligió al kirchnerismo como el enemigo a desterrar de la faz de la tierra, error que también cometió la propia Bullrich durante toda la campaña, al tensionar con un actor político que no resulta inexistente pero que no tiene la centralidad de antaño. Milei salió segundo y compró la retórica del tercero. Alguien lo engañó.

Lo que subyace allí es una visión equivocada e inexperta (otra vez) de la política, donde se cree que uno más uno es siempre dos y que, en este caso, si se compra la línea discursiva de Bullrich, por añadidura, los casi 30 puntos libertarios más los 23 de Juntos por el Cambio le garantizarían ganar en el balotaje.

https://twitter.com/JMilei/status/1717213624337379680

Parece desconocer Milei que esos números de Juntos por el Cambio no pertenecen de manera exclusiva al PRO, sino que también lo integran un conjunto de hombres y mujeres radicales que no están del todo dispuestos ni dispuestas a aceptar sin más, las dosis de violencia a las que fueron sometidos hasta hace horas. Algo parecido le pasará con la izquierda argentina a la que, según declaraciones del día lunes, le ofrecería el ministerio de Capital Humano porque en definitiva “ellos son los que saben de esas cosas”. Si la novedad libertaria venía a romper con el sistema de la casta y de la prevalencia de zurdos y socialistas (que eran excremento humano), cuesta entender cómo le explicaría a su base de sustentación, sin riesgo de perder parte de la misma, el cambio de grieta en poco menos de 20 horas.

Pero el éxito peronista no sólo dejó descolocado al mundo libertario. No fueron pocos los comunicadores, analistas y dirigentes vinculados a Juntos por el Cambio que reconocen no entender qué pasó teniendo en cuenta la alta inflación existente y los casos de corrupción que pocos días antes de las elecciones salieron a la luz, con muchísima profusión de la corporación mediática. La afirmación, entre despectiva e incrédula, supone que el electorado argentino ya se ha alejado de cualquier tipo de ponderación moral de lo público y que por eso vota cualquier cosa mientras el plan “platita” funcione.

Aquí también hay una desvalorización de lo que se desconoce. Las elecciones no marcan la evolución positiva o negativa del electorado de acuerdo a que se vote según nuestros valores. La idea de lo legal como un fenómeno de construcción política, tiene severos límites a la hora de poder satisfacer determinadas necesidades ya que, según las circunstancias, puede hacer influir en una elección pero el fenómeno no siempre habilita los resultados deseados. Si el conurbano bonaerense premió con su voto mayoritario a Axel Kicillof, y esto se escribe a la distancia, es porque probablemente la gestión sea ponderada por los bonaerenses y porque tal vez y sólo tal vez, los candidatos a los que el gobernador actual dobló en números, nunca hayan dado la talla de mostrarse como mejores cuadros políticos.

Pero esa no es la única razón por la que hay que relativizar a lo legal como forma de construcción política y a los consecuentes resultados electorales. Decimos esto porque si ese eje debiera estar siempre presente, no se entiende del todo cómo Mauricio Macri ha podido ser ponderado, en determinada etapa, por amplios sectores del electorado y de la prensa bien pensante de la Argentina. Preguntas como al pasar: ¿no había desvelos morales ante un hombre que siempre ha usado al Estado para sus negocios e intereses personales?, ¿La medición de eticidad y moralidad, siempre deben operar en un solo sentido? Dudas para que cada uno las conteste como le plazca.

Subyace tal vez, otro problema en las sorpresas libertarias y de algunas figuras mediáticas. El dolor de ya no ser. Para los primeros porque acaban de recibir una lección en clave electoral que tal vez no puedan resolver del todo en los próximos 25 días que se avecinan y en los segundos, porque parece que algunas operaciones y centralidades ya no alcanzan para cierto desbalanceo político. Un poco de cordura y humildad, tal vez sean claves para el tiempo que viene. La mayoría del electorado ya se los hizo saber…

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Wed, 25 Oct 2023 19:18:39 -0300
Riesgos de cuarentones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6789-riesgos-de-cuarentones https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6789-riesgos-de-cuarentones Riesgos de cuarentones

No me convence ningún tipo de política
ni el demócrata, ni el fascista
porque me tocó ser así
ni siquiera anarquista.

Yo veo todo al revés, no veo como usted
yo no veo justicia, sólo miseria y hambre
o será que soy yo que llevo la contra
como estandarte.

La Renga - El Revelde

Dicen los médicos, o por lo menos así se lo explicaron varios de ellos a este analista, que los mayores riesgos en nuestra salud coronaria, comienzan a los 40 años. Nos sentimos jóvenes, nuestro organismo no sabe hasta ese momento de grandes cambios y por ello hacemos, de alguna manera, lo mismo de siempre: trabajamos a destajo, solemos relacionarnos con la bebida y la comida como si el mundo fuera a terminar mañana y muchas veces, peleamos por cosas que no tienen demasiado sentido de una forma, si se quiere, excesiva. En resumen, abusamos de nuestro organismo en nombre de no se sabe muy bien qué ni para qué.

Casi en las vísperas de las cuatro décadas ininterrumpidas de la democracia argentina, el riesgo coronario para su sobrevida es grande: como con nuestro cuerpo, tal vez hayamos hecho abuso de ello, y hoy nos encontramos con un escenario que hasta hace no mucho, nos resultaba inimaginable. Violencia discursiva (por ahora), amenazas de hacer explotar todo (porque si me va mal a mí también te tiene que ir mal a vos), revisión antojadiza del pasado reciente y no tan reciente, manipulación arbitraria de los datos de la realidad, propuestas delirantes y violatorias del más elemental derecho constitucional argentino e internacional, son parte de un combo que apareció en escena en este electoral 2023.

El candidato se animó a una falacia más y afirmó que estas elecciones son las más importantes de los últimos cien años. Posicionado sobre un ego envidiable, olvidó lo que representó la irrupción del peronismo (muy a su pesar aún vigente) como fenómeno político y social allá por mitad del siglo XX; o las elecciones del 73’ con la vuelta del líder proscripto por 18 años; o las de 1983 que, afortunadamente, vinieron a terminar con la peor de las pesadillas políticas que este, nuestro país, haya podido imaginar y padecer en algún momento.

La afirmación anterior terminó actuando como disparador para una pregunta que el cronista en una radio rosarina supo plantear correctamente: “¿Tuvo la presente democracia argentina, en su historia cuarentona, una elección presidencial donde se discutiera de manera tan marcada el modelo de sociedad a transformar?”. El analista quedó pensando, dudó unos segundos y trató de dar una respuesta lo más específica posible para los tiempos radiales. Su respuesta, ahora ampliada, termina siendo parte del fundamento de estas líneas. Con los límites que supone una cada vez más injustificada veda, repasemos cada proceso electoral (presidencial) atravesado.

La de 1983 fue, tal vez, la más simbólica de cada una de estas elecciones. Se intentaba salir de un proceso profundamente doloroso, y reaparecía en escena el clásico bipartidismo argentino. El peronismo se mostraba con una dirigencia de experiencia que al poco tiempo había quedado vetusta frente al “Somos la vida, somos la paz” que proponía el radicalismo que conducía Raúl Alfonsín. Parábolas de la historia, el ataúd que prendió fuego Herminio Iglesias en un Obelisco colmado con un millón de asistentes en la noche del 28 de octubre, terminó actuando como el instrumento de su sepultura política. La contraposición era clara, y al peronismo le llevó nada más y nada menos que cuatro años para recuperarse con una renovación que traía consigo los nombres, por ejemplo, de Antonio Cafiero y Carlos Menem, entre otros.

Posteriormente, los alzamientos e insurrecciones militares que se desarrollaron en los 80’, actuaron como una reivindicación de un modelo de vida social antes que como una defensa del gobierno radical. Es, tal vez, el primer triunfo de la institucionalidad argentina de este período.

En 1989, la discusión de fondo era otra. Refería a una economía devastada, con un proceso hiperinflacionario a cuestas y donde los contrincantes más importantes imaginaban dos modelos claramente diferenciados: mientras Eduardo Angeloz, haciendo de candidato oficialista, jugaba con la idea de un lápiz rojo que sirviera para ordenar la economía, el gobernador riojano llegaba a las grandes ligas con la promesa de la revolución productiva y el salariazo, todo ello bien sazonado por una impronta caudillezca que rememoraba las disputas entre federales y unitarios de mediados del siglo XIX.

La transformación de Menem, su innegable sagacidad política y el éxito económico que inicialmente le garantizara la Convertibilidad para reducir dramáticamente la inflación, convirtieron a la elección de 1995 en un simple trámite que había sido habilitado por el famoso Pacto de Olivos (segundo resultado a favor de la institucionalidad) y donde no se le prestó demasiada atención a la corrupción imperante ni a las consecuencias negativas del uno a uno.

Luego de diez años de menemato, 1999 presentó una doble oportunidad para cambiar la coyuntura de ese momento. Mientras que por un lado apareció la novedad de una estructura coalisional que se presentaba a elecciones luego de un sano proceso interno, en paralelo, el candidato oficialista sí planteaba la necesidad de discutir el modelo económico imperante. Fernando De la Rúa y sus socios políticos supieron leer el hartazgo de un electorado que ya no toleraba lo que había aceptado cuatro años antes. Entre la discusión por una sociedad con otros valores éticos y la necesidad de revisar el modelo de acumulación prevaleció el primero, inaugurando un tiempo donde un tercer partido político servía para romper (a esta altura podríamos decir que definitivamente) con el bipartidismo de esos últimos 50 años.

El 2003 trae la novedad de una elección con sistema de neolemas, producto de una atomización del sistema de partidos, la cual venía de la mano, qué duda podría cabernos a este tiempo, de una sociedad que trataba de emparcharse a sí misma como podía. Emergente de la semana de los cinco presidentes (tercer triunfo de la institucionalidad argentina), el gobierno provisorio que se imaginaba definitivo para los tiempos siguientes, debió habilitar un proceso electoral de manera apurada, producto de la crisis derivada de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán y sin candidato propio.

Esa elección marca el comienzo del ocaso político de Menem y el surgimiento del kirchnerismo que, vueltas de la vida política argentina, planteaba como slogan fuerza de campaña, la idea de un país normal, lo mismo que hoy, 20 años después, propone Juan Schiaretti.

La agudeza política de Néstor Kirchner, su capacidad para detectar las nuevas demandas de ese tiempo, la evidente recuperación económica que inicialmente era chicaneada como viento de cola y la sensación de frescura política para los tiempos que corrían, al punto de entender que no tenía demasiado sentido insistir con su propia elección, jugaron decididamente a favor de la nominación de Cristina Fernández de Kirchner, quien supo continuar y profundizar un ciclo virtuoso de tal magnitud, que si uno se toma el trabajo de sumar como parte del mismo espectro ideológico a quien saliera segundo en 2011(más allá de los matices y con las salvedades del caso sobre lo que representaba la figura de Hermes Binner), la centro izquierda argentina trepó a más del 70% de los votos. La discusión de ese proceso electoral pasaba por imaginar nuevas soluciones (por izquierda), para corregir lo que la virtuosidad de la década ganada no había podido resolver.

Cuatro años después el modelo encontró su límite. Por primera vez en la historia, la derecha argentina pudo llegar al poder legitimada por el voto popular. La saturación de ciertas formas y la inteligencia comunicacional y política del incipiente espacio supieron seducir a la mayoría de los argentinos para “cambiar”. Pero la fortaleza de lo conseguido estaba tan enraizada, que el candidato Mauricio Macri necesitó aclarar en plena campaña, que ningún derecho que se hubiera conseguido sería quitado. Más allá de lo que luego sucedió realmente en la gestión, la elección de 2015 se construyó sobre la idea de bajar la intensidad que traía consigo el kirchnerismo.

Además, con la anuencia de la corporación mediática, durante varios años se construyó un falso relato que terminaba en una síntesis que suponía que ser kirchnerista era lo mismo que ser un delincuente y para ello se articulaba vía lawfare con la pata judicial. La república sería “salvada” por sus instituciones, sin importar que sus métodos se parecieran a los de una banda de vulgares mafiosos.  

Pero en una sociedad tan dinámica como la argentina, no siempre alcanza con el relato, si no se es realmente eficaz a la hora de la gestión de la cosa pública. El deterioro de todos los indicadores macroeconómicos y la actitud rayana con la ilegalidad, al haber instrumentado un esquema de poder donde el Estado se ponía al servicio de los negocios privados, sirvieron de base para una derrota electoral que se sustanció en la mañana en que Cristina Fernández de Kirchner, con una lucidez única, decidió bajarse de una fórmula sin bajarse del todo. En 2019 la promesa electoral se apalancó en volver, ni más ni menos, que a la realidad de 2015, tratando de recuperar todo aquello que se había perdido.

Sobre finales de 2023 la realidad es diametralmente diferente. Covid, derrota electoral de medio término, modelo coalicional en crisis a partir de un excesivo internismo, sequía y una alta inflación fueron parte de la realidad con la que convivió el ya extinto Frente de Todos. La emergencia del libertarismo como espacio triunfador de las PASO redundó en un golpe al mentón de todo el sistema político.

Si Cambiemos había sabido encauzar el deterioro K con parte de las clases medias, ya está bastante establecido que los votos libertarios vienen a representar a un heterogéneo espacio social, donde no son lo mismo el segmento de jóvenes de hasta 30 años, que aquellos trabajadores de mayor edad que gozan de muy pocos beneficios sociales o, incluso, gente que está “rota” de ciertos lazos sociales.

Pero la novedad de este tiempo es que el flamante espacio no cuida ninguna de las formas más elementales que hasta aquí hemos conocido (en la Argentina) de cierto relacionamiento político. Si el macrismo se preservaba públicamente, era porque sabía que en algún punto del recorrido podría pagar un costo político.

El libertarismo viene a romper con ese tipo de sentido común construido. Es más, llega para legitimar una violencia que le es innata porque, según ellos, les asiste la razón y tienen ese derecho. No resulta casual que Javier Milei en su discurso de cierre de campaña, jamás invocó la palabra democracia. Como tampoco lo es que en la previa, sobre las pantallas del Movistar Arena aparecieran imágenes de explosiones, ni que en plena campaña el candidato haya reconocido en un reportaje que es deseable que todo estalle porque si estoy mal yo, tendrías que estar mal vos también.

Esas son las novedades de esta campaña 2023. Si releemos el recorrido de las diez elecciones comentadas (y más allá de lo que luego efectivamente sucedía en la gestión), la propuesta básica refería a incluir a todos, más allá de las estrategias mentirosas o ineficaces. Los consensos mínimos residían en no promocionar la eliminación del otro.

Ese proceso, que se empezó a hacer visible durante la administración cambiemista a los fines de no perder las elecciones de 2019, se profundizó en un proceso electoral donde buena parte de la sociedad asume impávida que ya no sólo el problema podría ser el kirchnerismo sino el feminismo, los putos, los viejos meados, el periodismo que repregunta, la jefatura de la iglesia Católica, los empleados estatales y, obviamente, la supuesta casta política.

Hace 25 años, Chizzo Nápoli y sus muchachos, le dieron forma artística a una realidad que era agobiante para muchos de sus jóvenes seguidores. Hoy, sus letras y ese grito profundo parecen revitalizarse en ciudadanos y ciudadanas que creen haber encontrado en el mundo libertario una forma de representación. Desde el enojo (a veces con razón y a veces sin ella), con buenas dosis de un individualismo determinante, y con la violencia como amenaza concreta, se predisponen a vivir un tiempo especial. Que para ellos no sea celebratorio, a los casi cuarenta años de esta democracia que supimos conseguir, depende del resto del electorado que parece, y por ahora solo parece, expresar otra cosa.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 22 Oct 2023 08:44:50 -0300
M&M https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6787-m-m https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6787-m-m M&M

Perdón si estoy de nuevo acá.
Pensé que habías preguntado por mí.
Me gusta estar de nuevo acá,
aunque no hayas preguntado por mí,
voy a quedarme un poco acá.
Cuidarte siempre a vos en la derrota
Hasta el final, el final…

“El Tesoro” - Él mató a un policía motorizado

El presente artículo no se trata de una cata de golosinas, ni de esa delicia que viene en forma de confites de chocolate que acompañó la infancia de unos cuantos de los que aquí nos leen. Se trata de aportar algunos elementos que permitan entender el porqué del desgajamiento que, lenta pero sostenidamente, protagoniza Juntos por el Cambio en general y el PRO en particular, en el contexto de la presente campaña electoral. Si los publicistas del producto creado por Forrest Mars y Bruce Murrie proponían que el chocolate “se derritiera en tu boca y no en la mano”, podríamos preguntarnos el porqué del deterioro político de una fuerza que supo representar por primera vez a la derecha argentina vía el voto popular. Son dos M los apellidos que lo condicionan, aunque el sabor de boca final sea más amargo que dulce para unos cuantos protagonistas de la cosa pública. Recorrido por una semana compleja para la coalición opositora que se imaginaba en esta etapa a marcha triunfal y sostenida de cara al 10 de diciembre de 2023. La puerta está abierta de par en par. Pasen todos y todas. Sean bienvenidos.

La semana política comenzó el domingo a la noche con la realización del debate presidencial llevado adelante en la ciudad de Santiago del Estero. Pese a ser un instrumento valioso en sí mismo, no suelen faltar las críticas sobre lo estructurado de los mismos, la rigidez de las presentaciones y la falta de interacción que hace a cualquier discusión que pueda darse entre dirigentes con perfiles ideológicos y vitales tan contrapuestos. Pero nunca debe olvidarse el contexto que los fundamenta en su realización: todos tienen el derecho a expresarse en la misma cantidad de minutos y los tiempos televisivos suelen ser rígidos y estructurados.

Pese a ello, la Justicia Electoral se las ingenió para imponer un par de novedades que le dieron una impronta más dinámica que los debates realizados en 2019. La posibilidad de que la sociedad eligiera una temática que inicialmente no estaba planteada, sirvió como una circunstancia fundamental dado que exigió a que los candidatos se explayaran sobre el tema derechos humanos, cuestión que ha servido para poner blanco sobre negro la opinión de cada uno de los cinco candidatos. 

https://twitter.com/SergioMassa/status/1708662417100562736

Como es de rigor, cada uno de ellos fue con una estrategia definida de antemano y más allá de lo expuesta que haya quedado o no, es evidente que Miryam Bregman se mostró sólida en las formas de expresión y algunas chicanas, pero poco consistente en su propuesta; Juan Schiaretti hizo gala de su cordobesismo al palo; Sergio Massa pasó sin mayores sobresaltos los cuestionamientos económicos y del caso Insaurralde; Javier Milei se mostró sobrio sin ninguno de los arrebatos emocionales que lo caracterizan, aunque no se privó de intentar revivir la teoría de los dos demonios y Patricia Bullrich resultó la de peor performance a la hora de comunicar y explicar ideas.

Puede decirse que existe un consenso generalizado en que nadie gana una elección por un debate. Seguramente, en tiempos de redes, virtualidad y coacheo, tampoco nadie lo pierda, pero lo que puede afirmarse es que cada uno de ellos tiene consecuencias para los días subsiguientes. No define pero sí condiciona. Algo de ello podría aseverar la propia Bullrich que un par de días después señaló públicamente que su presentación estuvo condicionada por una fuerte gripe. Si su salud sigue deteriorada o no, lo sabremos en este domingo 8.

No conforme con todo ello, la candidata cambiemista no se privó de estar en el centro de la escena política pero, otra vez, por anunciar una propuesta de gestión que resulta lisa y llanamente ilegal. En un programa cercano, con un entrevistador que resulta especialista en hacer sentir cómodo a los “propios” y viejo amigo de participar en operaciones de prensa de dudosa eticidad, se animó a aseverar que modificaría el Código Penal a los fines de validar legalmente las escuchas entre abogados y delincuentes detenidos, confirmando de esa manera, que todo lo sucedido durante el gobierno de Macri no eran casualidades sino causalidades con las que se estaba de acuerdo.

El deterioro político de Bullrich resulta cada vez más evidente, lo cual se traslada al conjunto del PRO y que podrían sintetizarse en las declaraciones que Horacio Rodríguez Larreta le hiciera en la semana al periodista Luis Novaresio donde afirmó, entre otras cosas, que no vio venir la derrota de las PASO del mes de agosto. Son tres los factores que explican el momento político vidrioso que atraviesa la principal coalición opositora.

Error de cálculo en 2021: el triunfo en las elecciones legislativas de hace dos años, cuando, pandemia mediante, Juntos por el Cambio había podido mantenerse arriba del 40% de los votos a nivel nacional luego de la derrota de 2019, hizo suponer al conjunto de su dirigencia que era cuestión de prepararse para volver al poder.

El deterioro peronista, no exento de los males que la gestión del Covid le acarreó a la gran mayoría de los oficialismos a nivel mundial, sus divisiones internas a la hora de implementar el programa que le había dado el triunfo y las tensiones por el liderazgo en esa coyuntura política, con una Cristina Fernández de Kirchner que era la dirigente más representativa pero sin poder de “lapicera”; facilitaba las cosas para una derecha que contaba con algunos sectores que se animaban a fantasear con un Macri candidato por el “Segundo tiempo”.

Sin tener en cuenta la capacidad de reacción del oficialismo, corrido Macri de la centralidad a partir de su alta imagen negativa, y con el conjunto de dirigentes radicales más acostumbrados a cuidar el territorio que a imaginar una proyección nacional que los habilitara a una precandidatura presidencial; sólo bastaba ponerle los nombres propios a las candidaturas para descubrir quiénes podrían participar de la contienda interna. En ese todo o nada, se explica una disputa que se distinguió por una virulencia harto visible.

Emergencia de Milei: con el dato del libertario haciendo una elección discreta en 2021 (sólo obtuvo cuatro escaños), en Juntos por el Cambio (y en todo el sistema político), supusieron que el ahora novio de Fátima Flórez, captaría algunos pocos votos desde los extremos.

Alimentado hasta el hartazgo por los medios, a mitad de camino de productores algo remolones que encontraban en su discurso cierto atractivo y de una forma de expresión que siempre les resulta funcional a las corporaciones mediáticas, Milei fue penetrando en el electorado como el agua cuando horada a la piedra.

Para una sociedad en parte enojada y en parte decepcionada, la argumentación de casta resultó un hallazgo que no sólo alcanzaba al oficialismo sino que se proyectaba (y se proyecta) a cualquier fuerza política con algo de representación conseguida en los últimos años. No sólo la gestión peronista era criticable sino que también el cuestionamiento alcanzó a Juntos por el Cambio.

El liderazgo macrista. Mauricio Macri se ha caracterizado por ser un líder que no acepta el surgimiento de cercanos que, si hasta ayer le juraban lealtad, con el tiempo puedan ensombrecerlo. Si resultara válido referenciar a las regiones con el carácter moldeado de una persona, como buen descendiente de calabrés, suele ser lapidario en su construcción y en su devenir político.

Lo anterior lo sabe muy bien María Eugenia Vidal quien, siendo gobernadora de la provincia de Buenos Aires y con una potencial proyección nacional sufrió las internas nunca contenidas por Macri y que, junto a su mala gestión política, la llevaron a una derrota histórica que habilitó el triunfo de Axel Kicillof. Lo sabe Rodríguez Larreta quien se animó a bucear por caminos alternativos que habilitaran más temprano que tarde la jubilación del ex presidente y también lo ha vivido en carne propia la misma Bullrich, antigua protegida de Mauricio y quien sufre el coqueteo ambivalente de éste último con el candidato libertario.

Desde la noche misma del 13 de agosto, cuando cerró los discursos cambiemistas en el comando electoral y se dio el gusto de mandarle un saludo al triunfador, Macri ha sabido dejar en claro que no sólo se preserva en el presente sino que sigue imaginando una vigencia política más allá del 10 diciembre y sin necesidad de tener todas las luminarias encima suyo. Sus declaraciones de los últimos días, cuando afirma que le gustaría que la fuerza amarilla acompañe a Milei si éste realizara propuestas razonables, con el antecedente de las denuncias penales cruzadas entre su ex ministra y el libertario, no hacen más que confirmar el estado de orfandad a la que queda expuesta la presidenta del partido. No sólo es Milei con su triunfo sorpresivo el que limita a Juntos por el Cambio: es el propio Macri quien parece intentar sobrevivir, sin importar si en el camino deja en estado de gracia a su criatura político institucional más lograda.

Nadie parece tener del todo claro si a esta altura, a Patricia Bullrich le conviene la presencia y el acompañamiento de su jefe. Pero además, y como en el texto del epígrafe, ¿alguien puede creer en serio que el “contento” hincha bostero la cuidará en una hipotética derrota hasta el final? El dúo M&M’s ya parece tener en claro otra cosa.

 (*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 08 Oct 2023 18:53:57 -0300
Reescribir la historia https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6786-reescribir-la-historia https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6786-reescribir-la-historia Reescribir la historia

Con la proa puesta al debate del domingo 1º de Octubre en Santiago del Estero, los tres candidatos más importantes sobrellevaron la última semana de setiembre con distintas estrategias de campaña. Javier Milei se “guardó” por unos diez días. Su equipo de comunicación no resultó nada preciso en explicar las razones, en una semana en donde el ministro de Economía debía, de acuerdo a lo establecido por ley, dejar de realizar anuncios de cara a la gestión, cuestión que ha resultado fundamental para que Sergio Massa haya comenzado a aparecer competitivo, mientras que Patricia Bullrich, a la vez que se muestra con el conjunto de gobernadores e intendentes electos del propio espacio, lucha denodadamente para que el mismísimo Mauricio Macri cambie su estrategia política de desgaste interno a los propios y a los no tan propios.

La ausencia del economista, sirvió para hacer visible a parte de la estructura política que, se da por descontado, se referencia en su conducción y el resultado dejó varios elementos a la vista. Uno de ellos, su forma de entender los hechos sociales y políticos que brindan los procesos históricos. Recorrido por días donde algunos desean reescribir la historia de una forma muy particular. Pasen y vean. Están todos y todas invitadas.

En el día a día de la política, mucho más en la cotidianidad de una campaña electoral, los espacios se ocupan. A fuerza de apoyo mediático, inteligencia discursiva y votos en las urnas, Milei supo ganarse una centralidad que no siempre se puede mantener de manera constante y el efecto sorpresa parece estar pasando. La dolarización, la utilización de vouchers para la educación o la dinamita sobre el Banco Central hace un tiempo que dejaron de ser novedad en el formato de la promesa. La campaña atraviesa esa etapa donde, con los candidatos ya consolidados, empieza el período de re pregunta del cómo hacer aquello que se promete. Podrá hacerlo la prensa especializada en el mano a mano de una entrevista o será el mismo electorado quien busca los canales apropiados para descubrir el cómo se hará de aquello que pueda interesarle.

Cuando, en un contexto como el descripto, un dirigente se guarda (por las razones que fueren y más allá de las operaciones que desarrollen para explicarlas), ese espacio debe ocuparlo alguien propio que represente de alguna manera las formas y el fondo del proyecto.

En la semana que pasó, resulta indistinto descubrir si fue planificado, producto de las carencias, las casualidades o las causalidades, el espacio libertario se vio representado por tres referentes que fueron más allá que el propio líder en esto de cuestionar ciertos procesos históricos: si Milei puso el inicio de los males argentinos en la implementación del voto libre, secreto y universal que consagró a Hipólito Irigoyen como el primer presidente elegido a través del voto popular, sus acólitos fueron mucho más allá en el tiempo y en lo conceptual.

Rodrigo Marra, candidato a Jefe de Gobierno porteño, en un formato casi adolescente, reivindicó el españolismo como algo bueno per se, no le prestó demasiada atención al genocidio perpetrado por la conquista, criticó la mirada con la que ha trabajado el Canal Paka Paka el proceso y, con sus dichos (aparentemente se lo contó la madre que es profesora de historia), terminó referenciando al espacio individual, íntimo y privado como una fuente superior del saber.

Emilio Ocampo, asesor del candidato libertario e hipotético presidente del Banco Central, cuestionó la figura de José de San Martín, negándole la idea de paternidad de la Patria, “ya que nos abandonó” y como todos sabemos un buen padre no abandona a sus hijos. Aquí prevalece una doble deslegitimación a todo lo que el correntino expresa: a la idea de lo que representa su figura como artífice de una América independizada y al mito fundante de una argentinidad que supo retratarlo de diversas maneras, sea desde el héroe impoluto o desde el reflejo de un hombre imperfecto pero con un definitivo compromiso con la tierra que había nacido. Tal vez habría que ahondar en ciertos lazos familiares de Ocampo que, a la sazón, resulta descendiente directo de Carlos Alvear, enemigo político de San Martín.

Por su parte, el economista Martín Krause, supuesto referente del área de educación del mundo libertario, planteó la irresponsable, estigmatizante y provocadora pregunta sobre si no hubiera sido mejor que a la Gestapo la integrasen argentinos. Afirmó: “Porque en vez de matar 6 millones de judíos hubieran sido menos. Hubiera habido coimas, ineficiencias o se hubieran quedado dormidos, pero eran alemanes. Ese fue el problema que hubo”. El comentario recibió cuestionamientos de todo tipo y color pero refleja, antes que nada una forma, bastante cínica por cierto, de concebir la vida comunitaria.

Los tres ejemplos sirven para preguntarnos si los integrantes de este libertarismo del siglo XXI son ignorantes o negadores. Si son brutos o perversos. O sí, en definitiva, no son un poco de cada una de esas cosas. En esta forma de abordar la historia, aparecen dos diferencias de grado con lo que hemos conocido hasta el presente.

En lo reciente, el macrismo que resulta primo hermano de ciertas formas del libertarismo, ponía el foco de nuestros problemas en la irrupción del peronismo como hecho social, económico y político. El quid de la cuestión radicaba en los 70 años de vigencia del movimiento fundado por Juan Perón y Eva Duarte. El kirchnerismo, como el mejor y más actual alumno de esa prosapia, debía ser extirpado de la vida social argentina. Era (y es) la lógica del enemigo presente.

En el Macri iletrado, tan digno representante de la derecha actual y tan contrapuesto a la de los comienzos del siglo XX, anida por su origen un desprecio de clase y un rencor añejo, el cual se apalanca en la fachada de una posmodernidad que habría permitido cierto desarrollo humano producto del ADN de otras nacionalidades y etnias.

En lo más antiguo, fue el llamado revisionismo histórico el que puso blanco sobre negro en la forma de entender los hechos del pasado, en encontrar lo que se había ocultado y en reivindicar muchas formas que avergonzaban a nuestras elites. Así descubrimos por ejemplo, que San Martín era mestizo, que Belgrano ya no fue sólo el creador de la bandera sino un hombre con una convicción tal que, siendo abogado, la coyuntura y sus convicciones lo llevaron a convertirse en militar, y que en el norte del país un hombre de la talla de Martín Miguel de Güemes había sido fundamental en la consolidación del proceso independentista.

Pero en esas diferencias irreconciliables, la historiografía mitrista y la revisionista, ponían el eje en algún punto común. El período que va de mayo de 1810 a julio de 1816 podía ser interpretado de múltiples maneras, pero existía un consenso mínimo en una idea de argentinidad.

En su mirada sobre lo histórico para, de alguna manera, poder explicar el presente, el libertarismo argentino niega cualquier tipo de coincidencia preexistente. Ya no se trata sólo del negacionismo de Victoria Villarruel y de su militancia para reivindicar el terrorismo de Estado como forma de disciplinamiento colectivo, sino de reescribir y dar otra impronta a una historia sobre la que existían mínimos consensos.

En los tres ejemplos de la semana y en su relación de parentesco con el macrismo, lo que subyace es una especie de construcción de sentido sobre la inevitable e irrefrenable fatalidad argentina, fenómeno de construcción discursiva y política que no es nueva, pero que en los tiempos de ciertas derechas fulgurantes, cobra nuevos sentidos.

Sobre el 120% de inflación anual, o sobre el 40% de pobreza que se confirmó esta semana, se monta un sentimiento de vergüenza de lo que somos y de lo que no pudimos ser que intenta borrar cualquier vestigio de cosa común que nos sintetice. En este sentido, la tensión de la díada casta/no casta, opera antes como instrumento electoral que como posible ordenador con un principio de justicia de vida social. Basta ver los lineamientos políticos que ha ido construyendo Milei en este último tiempo entender el carácter relativo de la grieta que propone.

Queda por insistir entonces, en la infatigable tarea de estar atentos. El andamiaje libertario no opera exclusivamente sobre la hipotética efectividad de sus delirantes propuestas sino que, previamente, deberá deconstruir una forma de entender aquello que hemos sido en el pasado antiguo y en el reciente. Sus promesas no se asientan sólo en la necesidad de barrer con todo lo que, supuestamente está mal, sino que necesita de un anclaje conceptual que le dé sentido en una historicidad donde habríamos hecho todo mal. La culpa como motor justificador de las transformaciones que nos harían volver, tal el deseo del libertarismo, a un estado casi precapitalista. Si algo ha tenido de bueno la coyuntura de este electoral 2023, es que ha mostrado claramente la especificidad de algunas propuestas ideológicas. La verdad está al alcance de la mano. Sólo queda saber interpretarla en términos políticos.

 (*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 01 Oct 2023 09:14:08 -0300
Desunidos por el cambio https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6785-desunidos-por-el-cambio https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6785-desunidos-por-el-cambio Desunidos por el cambio

"Yo no le canto a la luna,
porque alumbra y nada más.
Le canto porque ella sabe,
de mi largo caminar…"

Atahualpa Yupanqui

En otro contexto, el triunfo electoral que obtuvo Juntos por el Cambio en las elecciones chaqueñas del domingo 17 de setiembre, de cara al 22 de octubre, debía servir como una especie de apuntalamiento de la candidatura nacional de Patricia Bullrich, lo cual podía sumarse a lo acontecido en Santa Fe hace apenas dos semanas atrás y a lo que seguramente sucederá el día 24 en la provincia de Mendoza, donde se da por favorito a Alfredo Cornejo para ser el nuevo gobernador. Pero no todo es tan lineal en la política y mucho menos en un país como la Argentina, sintetizado en este 2023 tan particular. Suelen pasar cosas: los éxitos no son necesariamente trasladables a terceros y ciertos principios de unidad parecen resquebrajarse con el devenir de los días. Esta incipiente primavera ya dio algunas señales en ese sentido. Pasen y vean. Son todos y todas bienvenidos.

Juntos por el Cambio alcanzó un triunfo resonante en la provincia de Chaco: ganó en primera vuelta alcanzando el 46% de los votos y destronó del poder al peronismo luego de 16 años de gestión de éste último, donde el actor principalísimo fue el derrotado Jorge Capitanich. El ganador, Leandro Zdero, resulta un radical de pura cepa que viene a completar una seguidilla de victorias que no eran tan seguras allá por el mes de marzo, cuando comenzaron las distintas elecciones provinciales.

Rápidamente viajó Bullrich para formar parte de las celebraciones. Insistió con la eliminación del kirchnerismo, lo cual, como en cada una de las ocasiones anteriores, fue celebrado por los asistentes al comando de campaña, pero, debe decirse, hay algo que subyace en la relación con su electorado, que no le permite a la ex ministra de Seguridad, apropiarse de esos climas electorales de las provincias. Al respecto podemos imaginar varias hipótesis. Repasemos.

https://twitter.com/LeandroZdero/status/1703609882413301937

La primera refiere a la emergencia de Javier Milei a nivel nacional. Si, como el común de los analistas y dirigentes parecen sentenciar, el libertario es el emergente de cierto hartazgo social, debe insistirse con que esa situación se circunscribe al plano nacional y no a las provincias, donde los partidos políticos tradicionales que han actuado en el rol de opositores, han sabido seducir a un electorado que los ha reposicionado en el manejo de la gestión en no pocos estados sub nacionales, y donde prevalecen dirigentes de origen y prosapia radical.

A partir de esto, y sin traslación de votos, más allá de las estrategias comunicacionales en cada domingo victorioso, la segunda hipótesis plantea que asistimos, cuanto menos y en el mejor de los casos, a un proceso de inicio de una transición que trastocará la centralidad política de Juntos por el Cambio. Y lo planteamos en esos términos porque, suponiendo que Jorge Macri prevaleciera en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (los partidos nunca se ganan antes de jugarlos), al PRO, en un escenario de derrota nacional y con un Mauricio Macri profundamente desgastado, no le quedará ninguna referencia institucional de peso reconocido para la discusión del poder interno, más allá de la importancia que termine teniendo en el plano legislativo.

También aquí las diferencias comienzan a ser más evidentes y un buen ejemplo de ello lo tuvimos en la última semana con el tratamiento legislativo que propone la eliminación de ganancias para los trabajadores. Si bien Juntos por el Cambio votó como un solo bloque (103 votos negativos), los distintos criterios quedaron a la vista con la aceptación a dar quorum de parte de un grupo de diputados radicales que se referencian políticamente con Martín Lousteau y que en la Cámara Baja conduce Emiliano Yacobitti.

El éxito político para el oficialismo operó en un triple sentido: ganó centralidad política (se discutió de lo que el peronismo quiso en el marco de la campaña), el proyecto alcanzó una mayoría de 135 votos en el recinto y, partido en sus opiniones, el bloque amarillo debió explicar, porqué negaba una baja de impuesto que hasta hace días reivindicaba y que era una vieja promesa de campaña a un sector que es la base de su electorado.

https://twitter.com/gerpmartinez/status/1704309454009725005

La gran pregunta/apuesta para el tiempo que viene, es qué pasaría con la fuerza cambiemista si se produjera una derrota que ubique a Bullrich en el tercer lugar, alejándola del ballotage de noviembre. ¿Prevalecerá la idea de unidad con una reestructuración de las conducciones (por ahora ninguno de los triunfadores radicales de las provincias, tiene proyección nacional) o asistiremos a la desaparición de Juntos por el Cambio como lo conocemos hoy, empoderándose un radicalismo que ha sabido guarecerse en la territorialidad?

La tercera hipótesis refiere a si la estrategia de campaña de Juntos por el cambio es la correcta. A Bullrich le ha costado encontrar un eje sobre el que referenciarse. Penduló de manera harto evidente con la idea del kirchnerismo como razón de todos los males, readecuó su línea discursiva hablando de un desarrollo humano que ayude a sacar a los argentinos de la angustia, y volvió a encaminar su prédica sobre los conceptos iniciales. En el medio tuvo que soportar el coqueteo político de Macri con Milei y habilitar el protagonismo de Carlos Melconian para que la socorra en la explicación de la economía.

Por momentos, al insistir con la grieta K/anti K, se parece a esos perros que de madrugada nos despiertan ladrándole a la luna. El kirchnerismo no está muerto ni mucho menos, pero no es el protagonista principal en esta elección: Sergio Massa no pertenece al espacio, Cristina Fernández de Kirchner no se ha hecho visible (excepto en éste sábado) y la conformación de las listas de diputados en cada provincia, más allá del supuesto protagonismo de Máximo Kirchner en Buenos Aires, representa la heterogeneidad que hoy domina al peronismo.

Existe, evidentemente, un núcleo duro de votantes a los cuales esa grieta parece aún interpelar, pero por momentos, además de minoritaria, parece desactualizada, por no decir vetusta. Asistimos, sea quien sea elegido (o elegida) a un cambio de época. Los resultados del 22 de octubre hablarán por sí solos, pero todo parece indicar que el libertarismo tendrá un crecimiento exponencial en el plano legislativo y que, el peronismo, si resulta triunfador, tendrá en Massa a un presidente que ocupe todo el espacio político y, si resultase derrotado, comenzará un tiempo de una profunda discusión interna. Si abusamos de una imaginación profusa, y para ser consecuentes con nuestra teoría que nadie está derrotado hasta que los escrutinios así lo determinan, si prevaleciera Bullrich tendrá en su radar para sumarlo, la trascendencia de un espacio legislativo libertario que hoy, resulta muy poco significativo.

Milei supo renovar el relato de la grieta. Desde lo discursivo contrapone la idea de casta y no casta como el principal problema de la política. En los hechos, ese sector no sólo referiría a los políticos que habrían sido, según su concepción, a los únicos a los cuales le habría ido verdaderamente bien en la Argentina, sino que también se extiende a todo aquello que tenga tufillo a lo estatal: empleados públicos, empresas y organismos descentralizados quedan expuestos a la definición de la pertenencia originaria a una organización criminal. Por eso debe extirparse.

El fracaso estrepitoso de sus ideas ya quedó consagrado en la práctica política que supieron llevar adelante sus primos hermanos ideológicos de la región y que, más temprano que tarde fueron rechazados por el voto de las mayorías populares, no privándose como vimos en los ejemplos de Brasil y Estados Unidos la intentona de violar la legitimidad popular.

Pero esa grieta aún le funciona en un electorado que, en su enojo, no parece prestar atención a las consecuencias de las propuestas del libertarismo del siglo XXI. Y no hablamos de comprender las consecuencias devastadoras de una dolarización o de la eliminación, en el tiempo, del Banco Central, ni siquiera de la reivindicación de cierta violencia dictatorial que, para algunos, es historia. Hablamos de un desinterés marcado por todo aquello que respete cierto orden elemental de nuestra vida cotidiana: venta de órganos, desprecio por el medio ambiente y de la violencia inmanente de un candidato que no parece tolerar la más mínima repregunta en el contexto de una sociedad dinámica y cambiante.

En el medio, y como quien no quiere la cosa, en la semana que pasó, Luis Barrionuevo le armó un acto a Milei con un conjunto de sindicalistas. Escaso de presencia con dirigentes de peso y de público en general, los asistentes no se privaron de entonar que “la casta tiene miedo”. Nadie sabe del todo qué habrá dicho el consejero que, allá por los 90’, le pedía a la dirigencia, incluyéndose, que dejara robar y que, vaya coincidencias de la vida, desde hace varias décadas gobierna con mano de hierro el sindicato de gastronómicos.

La grieta que se anticipa es aquella que define si queremos más o menos democracia. Sea con el perfil que muestra Bullrich, siempre provocadora y coqueteando con la violencia (el lunes pos triunfo electoral en Chaco, no se privó de visitar el barrio de Emerenciano Sena, uno de los detenidos por el crimen de Cecilia Stryzowski, gritando a viva voz que llegaba para “denunciar la existencia de un Estado paralelo”); o el de Milei, que tiene como idea fuerza de campaña una motosierra, asistimos a una degradación que nos exige revisar lo construido o no en los últimos cuarenta años de democracia.

El epígrafe de hoy nada tiene que ver con el contenido del texto. El día jueves falleció Mario Wainfeld. En su despedida, quienes asistieron al último saludo, entonaron “Luna tucumana”, una que sabemos todos. Este analista se reconoce deudor de su estilo y de su forma de ver la política. No nos avergüenza afirmarlo. Su lucidez sirvió como referencia en tiempos de angustia pero también en aquellos de los vientos a favor. Y su calidez era un bálsamo para los oyentes de sus programas de radio. Chapeau querido Mario y gracias por habernos ayudado a pensar.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Sun, 24 Sep 2023 11:28:12 -0300
Ajustado (otra vez) https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6784-ajustado-otra-vez https://fundamentar.com/articulos/opinion/item/6784-ajustado-otra-vez Ajustado (otra vez)

El escenario era el mismo. La alegría también. Los festejos se emparentaban a partir del respaldo popular. Incluso, las consecuencias institucionales pueden ser definidas como semejantes: así como Maximiliano Pullaro contará con mayoría propia en la legislatura santafesina, Pablo Javkin quedó a un tris de contar con la mitad más uno en el Concejo Municipal de Rosario.

Pero las realidades políticas resultan diferentes. Mientras que el gobernador electo triunfó a lo largo y ancho de la provincia, el intendente rosarino prevaleció en todo el centro y en alguna que otra seccional de los extremos de la ciudad. El resto, prefirió la propuesta electoral que ofrecía Ciudad Futura. El fenómeno no es nuevo. Ya en los noventa, algunos candidatos hablaban de una ciudad con dos perfiles claramente definidos al interior de su territorio.

El ballotage de hecho que protagonizaron los rosarinos el domingo 10 de setiembre, mostró situaciones diferentes para ambas candidaturas. Con casi 63% de participación, unos tres puntos más que en las elecciones de julio, lo que se traduce en una asistencia de unos 50.000 rosarinos más, Pablo Javkin logró fidelizar el voto de todo el frente Unidos Para Cambiar Santa Fe, sumando unos 13.000 votos más que hace dos meses atrás. Juan Monteverde, por su parte, no sólo logró retener el voto de los electores que habían preferido a Roberto Sukerman en la interna, sino que terminó agregando unos 77.000 votos que, podría inferirse, corresponderían al resto de las fuerzas que no habían superado el piso electoral.

Son dos las razones que fundamentan la reelección del ex militante de Franja Morada. La primera refiere al núcleo duro de votantes del centro rosarino. Históricamente anti peronista, en esta oportunidad tampoco avaló mayoritariamente, la candidatura de Monteverde. Por ser un “hippie con Osde”, por ser socio político del kirchnerismo, o incluso, por ser calificado de ocupa por su trabajo territorial en Nuevo Alberdi; lo cierto es que todas esas acusaciones, además de falsas y que poco tenían que ver con lo que supone el estado de la ciudad y lo que se desea para la misma en los años venideros, fueron propaladas en algunos casos por los propios dirigentes oficialistas y en otras a través de la utilización perversa en las redes.

https://twitter.com/pablojavkin/status/1701049099116577210

La Rosario de entre bulevares es una ciudad digna de ser vivida. Cuenta con servicios de excelencia: multiplicidad de líneas del transporte urbano de pasajeros, estaciones de bicicletas, los taxis derivan por decantación en la zona, sus calles están iluminadas con luces led y varias de ellas han sido re pavimentadas en el último tiempo, la oferta de teatros y cine resulta variada, el servicio de recolección de residuos pasa puntualmente, la gastronomía cuenta con múltiples opciones y termina resultando junto a Pichincha y la costanera en la zona norte, los lugares turísticos por excelencia. Los ciudadanos y las ciudadanas que habitan el lugar, no enfrentan necesidades estructurales porque todo está relativamente resuelto.

La mayoría de los barrios de la ciudad son la contracara. Rosario sigue siendo una ciudad desconectada en términos de transporte. Por falta de vehículos o por los problemas de inseguridad, esperar un servicio de línea de noche puede ser una verdadera odisea. Muchas de sus calles se encuentran en un estado de abandono desde hace lustros. Uno puede citar de memoria y sin soplar los pozos que existen en determinadas calles sin que ni siquiera se emparchen. El rol que debían cumplir los Centros de Distrito como forma de desarrollo cultural sólo se cumple en parte al igual que el servicio de barrido y limpieza. Las necesidades estructurales abundan y, parece, que más allá de la profusa publicidad oficial, los vecinos y las vecinas del otro lado del polígono que representan 27 de febrero, Francia y el río, demostraron, mayoritariamente, su descontento en la jornada del domingo.

La segunda razón que fundamenta el triunfo de Javkin, recae en la utilización de un discurso eficaz que el frente Unidos Para Cambiar Santa Fe utilizó a lo largo y ancho de la provincia, el cual operó en tres niveles. Uno de ellos refería a que los problemas eran culpa de los otros: si en 2019 el actual intendente nos explicaba que tenía un plan para la seguridad de Rosario, en 2023 la violencia reinante obedecía a que a la ciudad no se la cuidaba desde el Estado nacional como así tampoco del provincial. Los problemas del transporte eran exclusiva responsabilidad de los fondos siempre insuficientes a partir de la falta de federalismo. El tono firme en el marco de la campaña, los gestos adustos en la cartelería urbana y cierta sobreactuación de enojo completaban el cuadro.

El segundo nivel operaba sobre la acusación de Monteverde como un socio del kirchnerismo. “Rosario no debe volver para atrás” era uno de los latiguillos oficialistas, poniendo en el centro del dispositivo discursivo a un sujeto político que nunca había tenido peso en la ciudad, ya que nunca pudo gobernarla. La apelación apuntaba a la sensibilidad de un electorado seducido por una falsa grieta que ve a la estructura conducida por la vicepresidenta Cristina Fernández como la síntesis de todos los males. De allí que el discurso de Patricia Bullrich, en la noche de la celebración, anunciando la destrucción de ese espacio político, no se haya visto como desperfilado o desubicado ni mucho menos.

https://twitter.com/juanmonteverde/status/1701069661045932525

Finalmente, el tercer nivel refería a la ilusión de gobiernos en la misma línea ideológica. Según el ahora intendente electo, los “buenos vientos que vienen”, serían consecuencia del eje común que supone que Pullaro gobierne la provincia y Bullrich el país. Esa idea fuerza, que termina de confirmar el giro a la derecha de Javkin, que anunciábamos aquí hace casi un año, permitiría liberar a Rosario de las cadenas que le impiden su desarrollo.

La idea resulta falaz, ya que cuando a Rosario le ha ido bien fue producto del modelo de acumulación que la favorecía (década del 60’ y parte de los 70’) y quedó atravesada por la miseria y el atraso a partir del modelo de la Convertibilidad que varios de sus actuales socios políticos reivindican. La ciudad no necesita para su desarrollo una misma línea ideológico partidaria, sino un marco económico y jurídico que tenga en cuenta su especificidad transformada desde hace cuatro décadas.

A diferencia de lo que supo moldear el socialismo, con sus planes estratégicos, el desarrollo de la costa central a partir del corrimiento del Estado nacional de la antigua zona ferro portuaria, las descentralizaciones administrativas y la inversión en salud pública, a Creo le ha costado mostrar un eje vertebrador de la gestión que permita intuir hacia dónde va la ciudad en los próximos años. Podrá decirse que la pandemia del Covid todo lo complicó, pero no menos cierto que eso es que, en esta campaña electoral, instancia que debería haber servido para mostrar algún mínimo atisbo de hacia dónde se quiere ir, esa circunstancia, no apareció.

Pablo Javkin lo hizo otra vez. Al igual que en 2019, donde apenas triunfó por 7.000 votos, en éste 2023 volvió a prevalecer pero en esta oportunidad con una diferencia un poco más holgada de 16.000 sufragios. Al igual que hace cuatro años atrás, cuando supo diferenciarse de un oficialismo desgastado del que formaba parte, ahora, supo exponer en la responsabilidad de los otros los problemas que afectaron a su propia impericia y opacidad de gestión. Según su prédica, será cuestión de apostar por un triunfo del desgastado Juntos por el Cambio a nivel nacional para que la ciudad se vea favorecida. Pero si eso no ocurre, ya sabremos dónde recaerán ciertas responsabilidades en el tiempo que viene.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

]]>
hola@fundamentar.com (Miguel Gómez (*)) Opinión Thu, 14 Sep 2023 15:40:22 -0300