Lunes, 01 Abril 2013 15:16

La Destrucción del Modelo Esloveno

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Crisis en Eslovenia Crisis en Eslovenia

Mientras el gobierno de Liubliana agita el fantasma del desastroso devenir económico que sufriría Eslovenia en caso de no acatar las medidas de austeridad recomendadas por la ortodoxia neoliberal, los indicadores económicos parecen desmentir los vaticinios del alarmismo gubernamental.

Decenas de miles de personas salieron a las calles de Liubliana y de todas las ciudades del país: la República de Eslovenia (que cuenta con dos millones de habitantes), conocida por su calma, su moderación y su calidad de vida, nunca había vivido movilizaciones tan fuertes como las de este invierno boreal. Las medidas de austeridad del gobierno conservador, en el poder desde enero de 2012, fueron rechazadas. Los sindicatos, siempre poderosos, recibieron el apoyo de muchos ciudadanos indignados por la corrupción de la clase política. En las marchas, muchos despotricaban contra la Unión Europea, a la que Eslovenia se incorporó en 2004. Y numerosos manifestantes agitaban la bandera de la ex Yugoslavia Federal, que el país abandonó en 1991.

¿Eslovenia está en crisis? En crisis política seguramente, ya que el gobierno conservador de Janez Jansa perdió la mayoría a fines de enero de 2013. Pero la crisis económica ¿es tan grave como lo pretenden las autoridades?

Desde hace más de un año, el gobierno multiplica los discursos catastróficos: Eslovenia estaría al borde de la quiebra, el sector bancario, hundido en un déficit colosal, las cuentas públicas, en rojo. Sin embargo, ningún indicador económico confirma este alarmismo. “La deuda pública eslovena no supera el 44% del Producto Interno Bruto (PIB), contra un promedio del 87% en los países de la eurozona. El desempleo apenas alcanza al 8% de la población activa. La inflación anual es inferior al 3%. Sólo el déficit presupuestario se disparó alcanzando el 6% del PIB. Diría que estamos en un buen promedio europeo, más bien entre los mejores”, analiza el economista Dusan Kovac, profesor de la Universidad de Liubliana. Y agrega: “La crisis sirve de pretexto para un cuestionamiento de nuestro modelo social. Tras su integración a la Unión Europea, Eslovenia fue a menudo presentada como un modelo, debido a la estabilidad de su sistema político y al dinamismo de su economía”.

La pequeña república, que había logrado escapar al engranaje de las guerras ligadas al estallido de la ex Yugoslavia, fue el primero de los nuevos miembros en asumir la presidencia de la Unión Europea, en 2008. Reconocida por su seriedad y por cierta vida apacible, el país suele estar entre los primeros de la clase. En la época yugoslava, Eslovenia ya era considerada un ejemplo por las demás repúblicas federadas. No sin una pizca de celos, ya que era la más próspera del conjunto federal. Había sabido sacar pleno provecho de su posición fronteriza con Austria e Italia, su especialización en la industria de la transformación y su apertura al mercado internacional.

Durante las negociaciones de adhesión a la Unión Europea, Liubliana insistió en obtener varias excepciones, negándose a abrir totalmente a la libre competencia algunos sectores clave de la economía. Así, el país es el único de Europa Central y Oriental en haber conservado en gran medida el control de su sector bancario, dominado por dos “gigantes”, el Nova Ljubljanska Banka (NLB) y el Nova Kreditna Banka Maribor (NKBM). Además, los puntos defendidos con mayor firmeza por las autoridades eslovenas eran en menor medida producto de una voluntad de resistir a un modelo liberal que del complejo obsidional propio de este pequeño país, tal como lo recuerda el periodista Stefano Lusa, él mismo proveniente de la minoría italiana de Eslovenia: “El debate sobre el acceso de los extranjeros al derecho a la propiedad en Eslovenia viró al psicodrama en el Parlamento: era el suelo sagrado de la patria lo que algunos diputados se negaban a malvender...”.

De hecho, Eslovenia, que aún posee importantes minorías tanto en Austria como en Italia, mira con desconfianza a sus dos grandes vecinos, de quienes sospecha que alimentan viejos sueños irredentistas. Mantiene también relaciones complicadas con Croacia, debido al diferendo que durante mucho tiempo opuso a ambos países a propósito del Golfo de Piran. El diferendo recae sobre la delimitación de las aguas territoriales, al estar los treinta y siete kilómetros del litoral esloveno enclavados en el fondo del Adriático, entre las aguas italianas y croatas.

“A pesar de las presiones europeas, nuestro país había logrado salvaguardar un importante servicio público”, continúa Kovac. De hecho, Eslovenia aún cuenta con uno de los mejores sistemas de salud del mundo, y la educación es totalmente gratuita hasta el tercer ciclo universitario. Es este “modelo esloveno” el que el gobierno de Jansa quería cuestionar, preconizando una reducción drástica del gasto público. La crisis sirve de pretexto para la aplicación de una “terapia de choque” ya infligida a muchos otros países.

Mal Endémico

El poder teme que los bancos sean arrastrados por el derrumbe de la burbuja especulativa inmobiliaria. En efecto, éstos apoyaron masivamente el boom de la construcción en los años 2000, cuando el país se llenó de obras. El gobierno decidió crear una agencia especial, un “Bad Bank” dotado de 4.000 millones de euros, para rescatar los créditos dudosos de los principales bancos, cuyo accionista de referencia sigue siendo el Estado. En total, estos créditos ascenderían a 6.500 millones de euros, es decir, el equivalente al 18% del PIB. Viendo allí el preludio de la privatización del sector bancario, la oposición y los sindicatos trataron de oponerse a este proyecto, inicialmente impulsado por el ministro de Finanzas, el muy liberal Janez Sustersic, quien abandonó el gobierno el 23 de enero pasado.

La mayoría frágil y heteróclita de Jansa estalló en pedazos. Agrupaba, además del Partido Democrático Esloveno (SDS) del Primer Ministro, a los liberales de la Lista Cívica (Drzavljanska lista) de Gregor Virant y los ultraconservadores de Nueva Eslovenia (Partido Popular Cristiano, NSi-KLS).

En las elecciones parlamentarias del 4 de diciembree de 2011, Eslovenia Positiva, la agrupación de Zoran Jankovic, el intendente de Liubliana, nacida unas semanas antes del escrutinio, causó sorpresa ubicándose a la cabeza. Todos los componentes de la derecha eslovena debieron superar sus divergencias y aliarse para formar una mayoría.

Nacido en Serbia pero devenido ciudadano esloveno desde la independencia del país, Jankovic no es un político tradicional. Este hombre de negocios dirigió durante mucho tiempo el grupo Mercator, gigante esloveno –y balcánico– de la gran distribución. Su conquista de la intendencia de Liubliana, en 2006, ya había sorprendido. El hombre se destacó en varias oportunidades por tomas de posición audaces, por ejemplo en favor de comunidades romaníes víctimas de un racismo muy presente en la sociedad eslovena. Pero su anclaje en la izquierda sigue siendo incierto. “Es un oligarca que eligió entrar en la política para defender sus intereses”, asegura Grega Repovz, jefe de Redacción del semanario Mladina.

La creación de Eslovenia Positiva habría sido orquestada por algunas figuras tutelares de la izquierda eslovena, especialmente Milan Kucan, ex dirigente de la época yugoslava y jefe del Estado esloveno durante el acceso del país a la independencia. Es al menos lo que pretenden los partidarios de Jansa, quien durante mucho tiempo buscó presentarse como el adversario de un “sistema” directamente heredado del período yugoslavo, y que aún controlaría Eslovenia. Éste descansaba especialmente en los directores de las antiguas empresas públicas, tradicionalmente ligadas a los gobiernos de centroizquierda que dirigieron el país desde la independencia hasta 2004. Estos “oligarcas a la eslovena” se beneficiaron en gran medida con las privatizaciones tardías, que recién se generalizaron tras la integración europea del país.

La Lista Cívica, dispuesta a moralizar la vida política eslovena, decidió abandonar el gobierno tras la publicación, a comienzos de enero, de un informe de la Comisión de la Lucha contra la Corrupción que revelaba que el Primer Ministro, al igual que Jankovic, había omitido durante años declarar sus ingresos. Jansa se habría beneficiado también con retornos por haber favorecido la compra por parte del ejército de carros de combate finlandeses. Esta causa está en curso desde hace meses en el Tribunal de Liubliana, sin que el acusado se haya dignado jamás a presentarse a las audiencias. Finalmente, al término de una investigación de tres años, los periodistas Blaz Zgaga y Zdenko Cepic demostraron que Jansa, quien fue ministro de Defensa en los primeros gobiernos de la Eslovenia independiente, está implicado en el tráfico internacional que, en los años 1990, permitió a los combatientes de Croacia y Bosnia-Herzegovina evitar el embargo internacional sobre las armas.

El Detonante

Presentándose habitualmente como un islote de “buena gobernanza”, de moral pública rigurosa, el país parece así recuperar el destino común. Algunos hablan incluso de “balcanización”, mientras que el país ha hecho todo, desde hace veinte años, para no ser asociado a sus vecinos en las representaciones colectivas.

Jansa apenas puede contar con el apoyo de los nacionalistas del NSi-KLS, a quienes dio carta blanca para reescribir la historia. Así, se pudo ver cómo algunos ministros participaron de las ceremonias celebradas en homenaje a los Domobranci, la milicia colaboracionista eslovena de la Segunda Guerra Mundial.

Los últimos festejos de la independencia, el 25 de junio de 2012, dieron lugar a vivos enfrentamientos políticos. Por primera vez, el gobierno había prohibido la presencia de símbolos partidarios de la Segunda Guerra Mundial, rompiendo con el amplio consenso que postulaba una continuidad entre el Consejo Antifascista de Liberación Nacional (Subnor), la República Federada de Eslovenia y la creación del Estado independiente, en 1991.

“El SDS no es un partido de centroderecha como pretende ser, sino un partido de extrema derecha, animado por un anticomunismo radical y una visión tradicionalista de la identidad eslovena –explica el filósofo Darko Strajn–. Jansa ocupa un lugar destacado en la escena política desde hace un cuarto de siglo. Su nacionalismo no es una novedad, pero el Napoleón de la transición eslovena cree que es momento de avanzar sin caretas.” En efecto, la crisis podría permitir, al igual que en la vecina Hungría, “cruzar las líneas rojas”.

El primer gobierno de Jansa, de 2004 a 2008, había iniciado ya un serio cuestionamiento del modelo social, provocando vivas reacciones de los sindicatos. “Esta vez, Jansa está decidido a imponerse, aun cuando esté procesado por corrupción”, se queja Strajn. Sin embargo, la verdadera revuelta ciudadana contra la corrupción que sacude al país desde el otoño boreal, y que converge con las movilizaciones sindicales, podría frenar la maquinaria.

Todo comenzó en Mariburgo, la segunda ciudad del país, cuyo intendente, Franc Kangler, había hecho instalar radares en las carreteras privatizando el sistema de cobro de multas por exceso de velocidad. Esta excusa trivial sirvió de detonante para un movimiento que logró conseguir, el 6 de diciembre, la renuncia del edil cuestionado, y que se extendió rápidamente al resto del país. Sin embargo, el Primer Ministro, que actualmente carece de mayoría, aún se niega a renunciar, afirmando que las elecciones anticipadas “perjudicarían la imagen de Eslovenia”...

“Los eslovenos están acostumbrados a vivir bien. Por primera vez desde 1945, la gente tiene miedo. Piensa que sus condiciones de vida se deteriorarán y que sus hijos vivirán peor que ellos –resume el periodista Stefano Lusa–. Jansa apuesta a este temor para tratar de imponer su modelo de sociedad. Su gran argumento es la amenaza de una pérdida de soberanía y la puesta bajo tutela, como en Grecia.” El actual despertar de la sociedad permite pensar, sin embargo, que otros escenarios siguen siendo posibles.


 

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Rafael Pansa

FUENTE: ElDiplo

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