Los manifestantes que ocupan el céntrico parque Gezi de Estambul continuaban hoy con su protesta contra el gobierno turco a pesar de las promesas del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, de paralizar el proyecto urbanístico que originó las masivas movilizaciones en su contra.
Desafiando la lluvia con paraguas y pilotos, los participantes del movimiento opositor intentaban resistir esta mañana a las malas condiciones climáticas que desafiaban su campamento mientras se preparaban para celebrar una asamblea en la que debatirán su futuro, sin que se haya planteado aún la opción de abandonar el parque.
Tras la segunda reunión en dos días entre Erdogan y representantes de los manifestantes anoche en Ankara, la situación continúa tensa en los alrededores de Gezi y la colindante plaza Taksin, tomada por la policía desde hace dos días luego del inicio de los 17 días de protestas desatadas por los planes del gobierno de demoler el parque.
“La reunión con Erdogan fue positiva, recibimos promesas, pero sabemos que muchas promesas del pasado no se cumplieron y por eso vamos a seguir protegiendo el parque y defendiendo nuestras demandas”, dijo a Télam Beycan Tackiran, miembro de la Plataforma Solidaridad con Taksim.
“No vamos a decirle a la gente que hay que abandonar el parque, pero en todo caso cualquier decisión se tomará en asamblea”, añadió Beycan.
El vocero del gobernante Partido Desarrollo y Justicia (AKP, islamista moderado), Huseyin Celik, aseguró que Erdogan se comprometió a aceptar la decisión cautelar de la justicia de paralizar la demolición del parque Gezi hasta que los tribunales resuelvan esta cuestión de forma definitiva.
El vocero explicó que si la apelación del gobierno al recurso contra su demolición fracasa, el parque se mantendrá, y si prospera se celebrará un referendo para decidir sobre el proyecto de construir un centro comercial en este pulmón verde del centro de Estambul, informaron medios locales.
Asimismo, Celic, quien instó a los manifestantes a regresar a sus casas, sostuvo que se abrió una investigación para determinar responsabilidades sobre la violencia policial ejercida durante las protestas, que dejaron tres muertos y casi 5 mil heridos, además de cientos de detenidos en todo el país.
La última reunión con Erdogan se celebró horas después de que el primer ministro dijera que se le había acabado la paciencia y lanzara un duro ultimátum a los manifestantes para que abandonaran el parque.
El primer ministro había cuestionado anteriormente la decisión de la justicia de paralizar la demolición y se mostró muy duro con los manifestantes, algunos de los cuales asegura que son “terrorista y radicales”.
“Las demandas que presentamos no son sólo por el parque Gezi, también exigimos la liberación de todos los detenidos, que se remueva a los cargos policiales y políticos responsables de la represión de los últimos días, que se deje de utilizar gases lacrimógenos y que se permitan las manifestaciones en Taksim”, remarca Ismail Surucuglu, también de la plataforma de Solidaridad.
“Este no es el final de la lucha, es sólo un paso, ya que es la primera vez que el pueblo turco se moviliza en forma masiva desde el golpe de 1980”, sostiene Ismail.
“Este movimiento dejó claro a Erdogan y a cualquier otro gobierno que llegue al poder que en democracia no se puede decidir sin el pueblo”, apuntó Beycan.
La represión de una pequeña protesta en Gezi el pasado 31 de mayo en rechazo al proyecto gubernamental de demoler esta zona para construir un centro comercial, fue el detonante de la que se convirtió en la mayor manifestación en Turquía en la última década.
Los ocupantes del parque, a quienes Erdogan llamó despectivamente “capulcu” (vagabundos) al inicio del conflicto, insisten en que el premier no comprende que la protesta no es sólo por Gezi sino una respuesta a su deriva autoritaria, el avance de su agenda islamista –leyes antiaborto, enseñanza del Corán en las escuelas y restricciones al alcohol-, y a sus políticas económicas neoliberales.
Pese al crecimiento que experimentó el país durante su mandato, los manifestantes, en su mayoría jóvenes entre los que el desempleo es del 20%, aseguran que sufren las consecuencias de políticas desregularizadoras, bajos salarios y una especulación urbanística que les impide acceder a una vivienda digna.
Además, los jóvenes denuncian la falta de libertad de educación y la presencia de policías y servicios secretos en las universidades.
La protesta es diversa y está protagonizada en su mayoría por jóvenes laicos y de clase media educada y por grupos de activistas ecologistas, de izquierda, feministas, gays y lesbianas y hasta de islamistas anticapitalistas.
Al estilo de los “indignados españoles”, los manifestantes turcos mantienen en pie un campamento autogestionado, convertido en punto de encuentro de ciudadanos que no confían ni en el gobierno ni en los principales partidos de la oposición.
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Priscila Pretzel
FUENTE: TÉLAM