El interminable cara a cara entre israelíes y palestinos atraviesa un nuevo capítulo de un conflicto que se renueva, se expande y se transforma. La peor escalada de tensiones desde 2014 se materializó en el intenso intercambio de ataques entre las fuerzas israelíes y las milicias palestinas, lideradas por el grupo armado Hamás.
Este nuevo estallido combina las diferencias históricas con sus propias particularidades, como el hecho de que su origen haya sido en Jerusalén, de la mano de las protestas de manifestantes palestinos contra las restricciones de las autoridades israelíes en pleno Ramadán y la amenaza de desalojos de familias palestinas en el este ocupado de la Ciudad Santa.
Un pico de violencia que se ha replicado entre las comunidades árabes-israelíes y que no está ajeno al confuso contexto político que vive Israel.
Bloqueos y amenazas de desalojos en pleno Ramadán
El conflicto israelí-palestino es una olla a presión constante que puede estallar en cualquier momento y por cualquier motivo. La génesis de este nuevo capítulo del conflicto podría situarse a inicios del Ramadán, el mes sagrado musulmán, cuando las fuerzas de seguridad israelíes instalaron barricadas en las escalinatas de la Puerta de Damasco, entrada a la Ciudad Vieja, para evitar que los fieles se aglomeraran en ese lugar en los tradicionales encuentros posteriores al ayuno.
La medida despertó el malestar entre los palestinos, principalmente entre los jóvenes, que protagonizaron manifestaciones durante las noches, luego de los rezos, para reclamar la reapertura del espacio. Luego de varias jornadas de incidentes, la Policía israelí revirtió la decisión y liberó la Puerta de Damasco.
Sin embargo, las manifestaciones no cesaron y se replicaron cada noche, luego en solidaridad con las familias palestinas que enfrentan un posible desalojo de sus viviendas en el barrio de Seij Yarrah, en el este ocupado de Jerusalén.
Allí, vecinos del vecindario y jóvenes palestinos también han protagonizado protestas constantes contra el creciente desplazamiento de palestinos de la zona oriental, anexionada por Israel y cada vez más poblada por judíos, considerados colonos por la comunidad internacional. Esas movilizaciones también se saldaron con fuertes cargas policiales y detenciones.
En concreto, son siete familias con 58 miembros las que enfrentan órdenes judiciales de desalojo entre mayo y agosto en el estratégico barrio jerosolimitano, cercano a la Ciudad Vieja. Organizaciones colonas judías reclaman la propiedad de antes de 1948 de esas viviendas, basadas en una ley por la que los judíos pueden reclamar sus casas en Jerusalén Este, pero los palestinos no pueden hacer lo mismo con las propiedades que tenían en Jerusalén Oeste antes de la creación del Estado de Israel.
Los palestinos denuncian una campaña israelí para desplazarlos de Jerusalén
Tanto los bloqueos durante el Ramadán como la amenaza de expulsiones son vistos por los palestinos como parte de una campaña de las autoridades israelíes para eliminar la presencia árabe en Jerusalén. De hecho, las políticas de Israel hacia los palestinos fueron calificadas de “crímenes de apartheid” por la organización Human Rights Watch (HRW), en una declaración sin precedentes publicada el 27 de abril.
No es casualidad que el epicentro del conflicto sea la Explanada de las Mezquitas –o Monte del Templo, como lo llaman los judíos-, dada su relevancia religiosa: para los musulmanes es el tercer espacio más importante, mientras que para los judíos es el lugar más sagrado.
En los últimos días, en las inmediaciones de esa zona, también se produjeron enfrentamientos entre palestinos y ultranacionalistas israelíes, que han organizado diversas movilizaciones por la ciudad.
El clima de tensión llevó a las fuerzas de seguridad a cambiar la ruta del llamado Día de Jerusalén, celebrado el 10 de mayo en recuerdo de lo que los israelíes consideran la reunificación de la ciudad durante la Guerra de los Seis Días de 1967.
Aún con esas precauciones, la noche del lunes 10 de mayo se tornó violenta cuando la policía intentó desalojar a los manifestantes palestinos con balas de goma, granadas aturdidoras y gases lacrimógenos, acciones respondidas con lanzamiento de piedras, botellas y otros objetos. Solo esa noche, al menos 612 palestinos resultaron heridos, según la Media Luna Roja Palestina, al igual que 21 policías israelíes.
Las protestas se trasladan a ciudades árabe-israelíes
Las manifestaciones en apoyo a los palestinos de Jerusalén alcanzaron las ciudades árabes del centro y norte de Israel, incluyendo Haifa, la tercera ciudad más importante del país.
En las protestas en estas zonas hubo quema de coches y contenedores, bloqueos de carreteras y disturbios, que se han saldado con más de 100 detenidos. Además, un palestino con ciudadanía israelí murió por un disparo de un israelí judío en la ciudad de Lod.
La minoría de Israel, más de un 20 % con fuerte identidad palestina, se conforma de originarios y descendientes que quedaron dentro de las fronteras de Israel, tras su creación en 1948. Las manifestaciones de estos grupos suelen ser más difíciles de controlar para las autoridades israelíes.
El primer ministro Benjamin Netanyahu reconoció estar en una "lucha que se ha extendido a varios frentes: Jerusalén, Gaza y otras partes en el país".
Alarmas antiaéreas en Jerusalén por primera vez desde 2014
El intercambio de ataques entre las fuerzas israelíes y las milicias palestinas –Hamás y la Yihad Islámica- provocó que las alarmas antiaéreas sonaran en Jerusalén por primera vez desde 2014 y los disparos de cohetes desde la Franja de Gaza fueron celebrados con aplausos por los palestinos congregados en la Puerta de Damasco.
El lanzamiento de proyectiles desde la franja ocurrió tras un ultimátum de Hamás a Israel. La organización islamista exigió que la Policía israelí liberara a los detenidos en las protestas de los últimos días y se retirara de la Explanada de las Mezquitas y de Seij Yarrah.
Lejos de la tregua, Hamás y la Yihad Islámica lanzaron más de 200 cohetes desde Gaza, siete de los cuales fueron dirigidos a Jerusalén. El 90% de los misiles fueron interceptados por la Cúpula de Hierro, sistema de defensa antiaéreo israelí. Mientras que el Ejército israelí atacó 130 objetivos en Gaza.
Según el Ministerio de Salud de la franja, al menos 26 palestinos murieron por los ataques israelíes, incluyendo a nueve niños. La Yihad Islámica, por su parte, confirmó la muerte de dos de sus líderes en la ofensiva.
Por su parte, Israel informó las primeras dos víctimas mortales por los enfrentamientos. Se trata de dos mujeres en la localidad de Ashkelon, que está sufriendo el impacto principal de los cohetes lanzados desde Gaza.
El trasfondo político detrás del nuevo pulso israelí-palestino
Lejos de apelar a la calma, Netanyahu prometió este martes 11 de mayo que los ataques aéreos en Gaza se van a “incrementar”, luego de considerar que el lanzamiento de proyectiles desde la franja significó el cruce de una “línea roja” por parte de Hamás.
Analistas políticos han considerado que Netanyahu podría estar apostando al caos para fortalecer su liderazgo, debilitado luego de que fracasaran sus intentos de formar un nuevo Gobierno y amenazado por una posible construcción de una coalición multipartidista encabezada por el centrista Yair Lapid y el nacionalista judío Naftali Bennett.
Por lo pronto, el estallido de violencia ha provocado que el jefe de la facción islamista de la Lista Árabe Unida, Mansour Abbas, congelara las negociaciones para su unión a ese eventual Ejecutivo, un movimiento que resultaría incómodo en este momento dada su histórica identificación con los palestinos.
Del otro lado, Hamás también parece perseguir sus objetivos políticos. De acuerdo a expertos, en la confrontación, el grupo islamista busca fortalecer su liderazgo en la Franja de Gaza y en la política palestina y destronar al presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, que pospuso las elecciones legislativas, inicialmente programadas para mayo.
Frente a este escenario, la comunidad internacional, con la ONU, la Unión Europea y Estados Unidos a la cabeza, ha hecho un llamado a la calma y la moderación. Un pedido que corre riesgo de caer en saco roto, en medio de este ciclo de violencia que amenaza con ser más prolongado que otros.
FUENTE: France 24
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Elizabeth Hernández