Movilizaciones en el Tíbet que causaron la muerte de más de 20 personas coinciden con el Congreso Quinquenal del Partido Comunista Chino (PCCH), Pekín acusa a Dalai Lama de haber instigado los disturbios y olas de suicidios.
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Las autoridades chinas han dado una nueva vuelta de tuerca y han reforzado la vigilancia y la presencia policial en las áreas tibetanas después de que en los últimos días se hayan inmolado a lo bonzo seis tibetanos para protestar contra lo que consideran la represión de su lengua y su cultura por parte del Gobierno chino. Agentes de policía y vehículos paramilitares han reforzado las patrullas en Tongren, una población con fuerte presencia de esta minoría étnica en la provincia noroccidental de Qinghai, donde el jueves "miles de manifestantes" salieron a la calle a protestar, según ha informado la organización Free Tíbet, con sede en Londres.
Las movilizaciones fueron desencadenadas por la inmolación mediante fuego de cinco tibetanos el miércoles y uno el jueves, coincidiendo con la apertura, este último día, del congreso quinquenal del Partido Comunista Chino (PCCh) en Pekín. "Hay muchos policías en las calles. Han incrementado las patrullas y están fuera las 24 horas del día", asegura un comerciante, informa France Presse. Los residentes afirman que este viernes no han visto manifestaciones, pero que hay muy poca gente en la calle.
Desde marzo de 2011, se han prendido fuego 69 tibetanos en China, de los cuales, según el Gobierno tibetano en el exilio, han muerto 54 sin contar el fallecido el jueves. La mayoría de los miembros de esta minoría vive fuera de la región autónoma de Tíbet, en provincias como Sichuan, Gansu y Qinghai.
Un joven de 18 años se prendió fuego y murió el jueves fuera de un monasterio en la prefectura de Huangnan (Qinghai), donde una mujer de 23 años falleció de la misma forma el miércoles, según el Gobierno tibetano en el exilio. Un trío de jóvenes monjes se inmoló también el miércoles en el condado de Aba (Sichuan). Uno de ellos falleció. El mismo día se produjo otro caso en Tíbet.
Las autoridades mantienen fuertes medidas de seguridad en Tíbet y otras áreas tibetanas desde marzo de 2008, cuando se produjeron violentos disturbios en Lhasa y regiones adyacentes. Las protestas causaron la muerte de 20 personas, según Pekín, aunque las organizaciones de defensa de los derechos de los tibetanos elevan la cifra a 203. Según la prensa china, los manifestantes asesinaron a 18 civiles, algunos de ellos quemados vivos.
Pekín acusa al Dalai Lama de fomentar los disturbios e instigar la ola de suicidios. Dice que se trata de una maniobra orquestada por elementos separatistas en el exterior, como demuestra, según afirma, que, antes de prenderse fuego, los manifestantes suelen gritar "Independencia para Tíbet, y otros eslóganes que pretenden dividir la nación".
El Dalai Lama y el Gobierno tibetano en el exilio tienen su base en India desde que el líder espiritual huyó de Tíbet tras el fallido levantamiento contra Pekín en 1959.
El goteo de suicidios ha colocado en una posición difícil al Gobierno chino, que ha calificado a quienes se han inmolado de criminales, terroristas, marginados y enfermos mentales manipulados por el Dalai Lama.
El viernes pasado, Navi Pillay, máxima responsable de derechos humanos en la ONU, urgió a China a que afronte la profunda frustración que ha llevado a los tibetanos a adoptar esta forma desesperada de protesta. Pillay pidió a las autoridades que libere a los detenidos, permita a observadores de derechos humanos independientes visitar Tíbet y levante las restricciones a los periodistas para que puedan acceder a la región del Himalaya. La prensa internacional tiene vetado el acceso libre a Tíbet, una práctica que ha sido extendida en los últimos años a muchas de las zonas tibetanas en otras provincias chinas, lo que hace imposible verificar sobre el terreno qué está ocurriendo.
China, que controla la llamada Región Autónoma de Tíbet desde que el ejército entró en 1950, rechaza las críticas de quienes afirman que ha erosionado la cultura y la religión tibetanas. Defiende que acabó con la servidumbre del régimen de los lamas y llevó el desarrollo a la atrasada región. Insiste en que los tibetanos gozan de libertad de culto, que los trata de forma justa y que sus vidas han mejorado mucho gracias a las cuantiosas inversiones efectuadas por el Gobierno central.
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Priscila Pretzel
FUENTE: EL PAÍS
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