Hollande dice que hay 750 soldados franceses en Mali y que serán más en los próximos días. La aviación gala golpea Diabali, a 400 kilómetros de Bamako, que los islamistas tomaron ayer
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El presidente francés, François Hollande, ha anunciado este martes por la mañana que reforzará el dispositivo militar francés en Malí, a la espera de que lleguen las tropas de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) que lucharán contra los rebeldes islamistas que controlan el norte del país africano desde el pasado mes de marzo. La ONU respaldó ayer la intervención militar gala y volvió a pedir un proceso político de reconciliación nacional para zanjar un conflicto que, según la ONU, ha dejado 150.000 refugiados en los países vecinos (Mauritania, Níger, Burkina Faso y Argelia) y 230.000 desplazados en el interior del país.
El mandatario dijo más tarde, durante la inauguración de la VI Cumbre Mundial de la Energía del Futuro, en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos) que las fuerzas francesas desplegadas en Malí tienen como misión "destruir" a los terroristas y asegurarse de que "no vuelvan a actuar en el futuro".
"Pienso cada día en los secuestrados, pero consideré que la intervención era la única solución. Haremos todo para que puedan ser liberados. Quienes los tienen deben reflexionar. Todavía se está a tiempo de devolvérselos a sus familias", dijo Hollande desde Abu Dabi.
"De momento, hay 750 hombres y el número va a aumentar (...) para que podamos dejar el sitio a los soldados africanos lo más rápidamente posible", ha declarado Hollande durante su visita a una base naval francesa en Abu Dabi. Una cifra que alcanzará los 2.500 soldados, según han afirmado fuentes cercanas al ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, a la agencia AFP.
"Los mismos que detienen a los rehenes son los que querían hacerse con la totalidad de Malí. Haber permitido que hicieran de Malí un santuario terrorista no habría contribuido a su seguridad", indicó el primer ministro francés, Jean-Marie Ayrault ante los diputados franceses
Hollande ha indicado que "nuevos ataques han alcanzado esta noche sus objetivos". Según una fuente del Ejército malí citada por AFP, la aviación francesa ha bombardeado hoy la localidad de Diabali, que los salafistas tomaron ayer. "Aviones [franceses] han golpeado la zona de Diabali [situada a 400 kilómetros de la capital, Bamako]. Al menos cinco islamistas han muerto y varios han resultado heridos en el ataque", ha afirmado. Un vecino de la localidad ha declarado haber visto a rebeldes armados que huían de la ciudad.
Otra fuente militar malí ha afirmado, por su parte, que combatientes jihadistas siguen en la zona de Diabali y que varios de ellos han secuestrado a un político local.
Los franceses y los malienses recibirán en las próximas 24 horas refuerzos procedentes de Nigeria, según un portavoz del Ejército nigeriano, que ha anunciado que su país enviará a 900 soldados a Malí, 300 más que los previstos inicialmente.
El ministro francés del Exterior, Laurent Fabius, que viaja con Hollande, ha asegurado que confía en que los Estados del Golfo Pérsico apoyen la actuación de las tropas africanas para luchar contra los islamistas de Ansar Dine, de la rama magrebí de Al Qaeda (AQMI) y del Movimiento por la Unicidad de la Jihad en África Occidental (MUJAO), dueños del norte de Malí.
Fabius ha intentado quitarle hierro a las amenazas proferidas ayer por los salafistas malíes que juraron "golpear el corazón de Francia". Según él, la presencia de tropas francesas en Malí no estimulará el reclutamiento de Al Qaeda en la región.
Una columna de unos 40 blindados franceses ha llegado esta madrugada a Bamako, procedente de Costa de Marfil para apoyar a las tropas del Ejército malí y a los soldados de las fuerzas especiales galas desplegados al norte de la capital.
La intervención francesa, que consiguió frenar el pasado viernes el avance de los rebeldes hacia el sur, ha dado sus primeros frutos. Los salafistas que hace solo una semana se paseaban con toda tranquilidad por las calles de Tombuctú y Gao, ahora se esconden en refugios situados en el desierto por temor a la ofensiva aérea lanzada por Francia. Han decidido abandonar sus bastiones en el norte de Malí. Sin embargo, los residentes aseguran que no están lejos y que esto no significa que hayan abandonado de manera definitiva sus posiciones. De hecho, un portavoz de Ansar Dine ha asegurado este lunes que solo se trataba de una "retirada táctica", parte de un "plan de reposicionamiento" ante la ofensiva de la aviación francesa.
Los jihadistas habían logrado horas antes conquistar Diabali. Nunca los grupos salafistas y terroristas que ocupan el norte del país habían llegado tan cerca de la capital, en lo que supone el primer revés a la ofensiva militar francomaliense que comenzó la pasada semana para detener el avance de los radicales hacia el sur.
Los atacantes de Diabali proceden de Leré, cerca de la frontera con Mauritania, una zona que cayó en manos de los jihadistas en diciembre y que el domingo sufrió intensos bombardeos por parte de la aviación francesa. La reacción de los salafistas, que se han atrevido a cruzar la línea de demarcación y han penetrado en la zona bajo control gubernamental, prueba que mantienen su capacidad ofensiva ante un Ejército maliense débil y desorganizado.
La toma de Diabali, como la de Konna, ha venido precedida por la infiltración de jihadistas entre la población durante la noche anterior, lo que permitió vencer de manera más eficaz la resistencia de los militares malienses, escasamente dotados según aseguró el propio ministro francés de Defensa, Yves Le Drian. Este tipo de técnicas usadas por combatientes que no visten ningún uniforme dificulta más la operación, que nada tiene que ver con el concepto de guerra clásica entre Ejércitos.
Mientras tanto, los aviones franceses volvieron a lanzar ataques aéreos, en este caso en la ciudad de Douentza, bajo control del MUJAO —una rama escindida de AQMI— logrando destruir uno de sus principales refugios. Sin embargo, según los testimonios de los vecinos, ningún combatiente estaba en el edificio. Todos se habían escondido en el desierto, en los alrededores de la localidad, en previsión de ataques.
La reciente demostración de fuerza de los jihadistas no pasó desapercibida para las legaciones diplomáticas europeas. Francia insiste en recomendar a sus ciudadanos que salgan del país si no son imprescindibles y que, en caso de que decidan continuar en Malí, extremen las precauciones. El miedo a represalias de los salafistas en forma de atentados se mantiene. Uno de los portavoces del MUJAO aseguraba ayer que "golpearemos en el corazón de Francia. En Bamako, en África y en Europa".
Pese a la inquietud que representa la toma de Diabali, los malienses mantienen su optimismo de los últimos días. En Amandine, una de las cafeterías más concurridas de Bamako, dos blancos charlan de forma distendida. De repente, un cliente del local se les acerca y les dice: "Perdonen que les moleste, pero los he visto entrar y solo quería transmitirles mi agradecimiento y el de todo mi pueblo por lo que han hecho por nosotros, por no habernos dejados solos". Da media vuelta y se va. En los últimos días ha surgido una enorme corriente de simpatía hacia Francia por toda la capital. Las vendedoras ambulantes ofrecen banderas galas por la calle y los motoristas se atreven incluso a llevarlas amarradas al cuello.
No es de extrañar. Salvo los seguidores de un partido político minoritario, aunque ruidoso, la mayoría de los habitantes de la capital maliense defienden de manera ardiente la intervención francesa. Y hablan de sus soldados casi como libertadores. En Konna, donde tuvo lugar la principal batalla de este conflicto hasta el momento, ya se ha pensado incluso en erigir una estatua o ponerle el nombre de una calle al piloto francés de helicóptero que falleció en combate el pasado viernes. El país se encuentra en estado de emergencia, pero ayer, tras una semana de parón, se reanudaron las clases en la capital y miles de niños con sus uniformes azul celeste volvieron a madrugar para ir al cole. La guerra resuena a 400 kilómetros, pero en Bamako la vida continúa.
FUENTE: El País
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