Miércoles, 24 Octubre 2012 13:02

El Transformista Mitt, Sucumbe Frente a las Bayonetas de Obama

Valora este artículo
(0 votos)

obama-romney3El debate final sobre política exterior dejó a Obama como claro ganador. Pero también mostró a un Romney cambiando de opinión sobre temas que hace dos semanas criticaba. Por JOHN CASSIDY

 

El debate final sobre política exterior dejó a Obama como claro ganador. Pero también mostró a un Romney cambiando de opinión sobre temas que hace dos semanas criticaba. 

____________________________________________________

obama-romney3Empecemos por lo harto evidente: el presidente Obama ganó el debate en Boca Ratón, y lo ganó fácilmente. Según una encuesta instantánea de CBS con votantes no comprometidos, su margen de victoria fue de treinta puntos —cincuenta y tres por ciento a veinte y tres por ciento— un margen incluso mayor que el que Mitt Romney disfrutó en Denver hace unas semanas. A la pregunta de quién podría manejar mejor el problema del terrorismo y la seguridad nacional, el margen en favor de Obama era casi igual de amplio: sesenta y cuatro por ciento a treinta y seis por ciento.

Estas cifras no sorprenden. Desde la primera respuesta, cuando le dijo a su rival: "Su estrategia previa ha ido atravesando por todo el mapa"; hasta el final, cuando dijo: "Gobernador Romney, usted sigue intentando redibujar la historia" Obama fue un contendiente más agresivo, más pulido, más persuasivo, y más incisivo. Antes del primer debate, sus asesores intentaron posicionarlo por encima del uso de "chanzas". En esta ocasión, llegó con los bolsillos repletos de ellas. Nada más chancero que su chiste sobre que los militares tienen menos bayonetas y caballos que en 1916 —una réplica que claramente había sido preparada para ser usada si Romney repetía su frase sobre que la Armada tiene menos buques de guerra ahora que hace casi cien años atrás, lo que de hecho es cierto—. No contento con burlarse de su oponente una vez, Obama procedió a hacerlo dos veces más: "Tenemos esas cosas llamadas portaaviones, donde los aviones pueden aterrizar", dijo para luego agregar, "Tenemos estas naves que se sumergen bajo el agua... los submarinos nucleares".

Si bien esa fue la frase taquillera de la noche, hubo muchos otros momentos altos del Presidente, algunos de ellos facilitados por su oponente, quien se embarcó en lo que equivaldría a ser un ejercicio de cambio de forma llevado al extremo. Viendo lo bien que le funcionó su actuación como "Mitt el Moderado" en Denver, el candidato Republicano evidentemente decidió repetirla en el escenario de la política exterior. Tema tras tema —Libia, Irak, Afganistán, Irán, Siria, y la persecución de Al-Qaeda— se alineó con las políticas del gobierno, alejándose de sus críticas anteriores, y de cualquier sugerencia de que podría gobernar como un belicista.

Cuando se le preguntó sobre el papel de Estados Unidos en el mundo, dijo: "Nuestro objetivo es hacer que el mundo sea más—sea pacífico (en uno de sus tantos titubeos de la noche). Queremos un planeta pacífico. Queremos que la gente pueda disfrutar de su vida y sepa que va a tener un futuro brillante y próspero al no estar en guerra". En respuesta a una pregunta sobre cómo iba a ir más allá de los esfuerzos del gobierno de Obama para derrocar al régimen de Al-Assad, dijo: "No quiero que nuestras fuerzas armadas se involucren en Siria". Tampoco en Afganistán, cuando en ocasiones anteriores había cuestionado el compromiso de Obama de traer a las tropas de regreso para el 2014. Sin embargo, ahora afirmó: "Vamos a estar terminado el retiro en 2014 y, cuando yo sea presidente, vamos a asegurarnos de que el retiro de nuestras tropas se lleve a cabo para fines de 2014". En todo el país, los conservadores estaban observando con creciente alarma. "¿Cuántas veces dijo Romney esta noche que el presidente tiene razón?", twitteó Rich Lowry, editor de la revista National Review, unos quince minutos antes del final. Luego agregó: "Creí que trataría de ponerse por encima de la refriega, pero esto es exagerado". Brent Bozell, fundador del Media Research Center, estuvo de acuerdo en su tweet: "Más vale que la declaración de cierre de Romney sea mejor para salvar esta actuación, o será el gran perdedor de la noche".

Desde el principio, se veía que algo raro estaba pasando. En su primera pregunta de la noche, Bob Schieffer, el cortés veterano de la CBS, trajo a colación las recientes muertes de cuatro estadounidenses en Libia, entre ellos el Embajador Christopher Stevens. "Aún quedan preguntas", dijo Schieffer. "¿Qué pasó? ¿Qué lo causó? ¿Fue espontáneo? ¿Fue un fracaso de inteligencia? ¿Fue un fracaso de político? ¿Hubo un intento de engañar a la gente sobre lo que realmente pasó? Gobernador Romney, usted dijo que esto era un ejemplo de cómo la política estadounidense en el Medio Oriente se está desmoronando ante nuestros propios ojos". Oh-oh, pensé. Aquí viene la respuesta que Romney debería haber dado la semana pasada: una crítica mordaz del fracaso del gobierno para brindar la seguridad adecuada para Stevens y sus colegas, seguida de una mordaz acusación sobre los esfuerzos de Obama para retratar a un ataque terrorista como una revuelta espontánea.

Pero no. En lugar de desenvainar la bayoneta y clavarla en la garganta del presidente, Romney dijo: "Sr. Presidente, es bueno estar de nuevo con usted", y se lanzó a un discurso incoherente sobre las amenazas que enfrenta el mundo, empezando por la Primavera Árabe, la matanza en Siria, la amenaza nuclear iraní, la victoria de la Hermandad Musulmana en Egipto, y la toma de "la parte norte de Mali" —sí, Mali— "por parte de unos individuos del estilo Al Qaeda". Justo cuando se pensaba que estaba regresando al tema Benghazi, Romney dijo, "y vamos a tener que reconocer que debemos hacer lo que el Presidente ha hecho. Le felicito por—por eliminar a Osama Bin Laden y haber perseguido al liderazgo de Al-Qaeda. Pero no podemos arruinar nuestra salida de este lío. Vamos a tener que poner en marcha una estrategia global y robusta para ayudar al—al mundo del Islam y de otras partes del mundo, a rechazar este extremismo radical violento".

Era difícil saber qué era más espantoso: Romney rindiendo tributo a Obama, o un político republicano diciendo: "No podemos arruinar nuestra salida de este lío". Y mientras luchaba para decidirme, Romney continuó: "No queremos otro Irak, no queremos otro Afganistán. Ese no es el camino correcto para nosotros. El camino correcto es asegurarnos que vamos tras las—las personas que son líderes de estos diversos grupos anti-estadounidenses y estos—estos jihadistas, sino también ayudar al mundo musulmán. ¿Y cómo lo hacemos? Un grupo de académicos árabes se reunieron, bajo organización de la ONU, para ver cómo podemos ayudar al—al mundo a rechazar estos—estos terroristas".

Un caballero algo envejecido e hirsuto se desplomó de rodillas en el salón verde del Partido Republicano. Era John Bolton, uno de los halcones del gobierno de Bush que, en 2005 y 2006, se pasó un año y medio acampando en el East Side tratando de insultar a tantos funcionarios de la ONU (y extranjeros en general) como pudo. En reacción a las preguntas sobre por qué Romney tenía incorporados a cerebros como Bolton en su equipo de política exterior, sus publicistas frecuentemente señalaban la presencia de figuras menos temibles, como Robert Zoellick, el ex director del Banco Mundial. Pero, ¿alguien sabía que Romney había incorporado también a Katrina Vanden Heuvel (editora de la revista The Nation y miembro del Council on Foreign Relations. NdT) y Kofi Annan como asesores? Yo por lo pronto no.

Acerca de la única vez que Romney sacó al irlandés de adentro y le plantó pelea a Obama fue cuando repitió su acusación de que, al comienzo de su mandato, el Presidente se había embarcado en una "gira de disculpas" por Medio Oriente. Obama inmediatamente desestimó el comentario tildándolo como "la mayor mentira que se ha dicho en el curso de esta campaña". Romney en lugar de decir, una vez más, que estáaba de acuerdo con el Presidente, siguió con la crítica, acusándolo de decir en la televisión árabe que "EEUU había sido desdeñoso y despectivo. Usted ha dicho que en ocasiones Estados Unidos le ha impuesto condiciones a otras naciones. Señor Presidente, Estados Unidos no le ha impuesto condiciones a otras naciones. Hemos liberado a otras naciones de dictadores".

Por fin, algo para que los republicanos celebrasen. Ese fue el "momento Reagan" de Romney. Después, sin embargo, hubo algunos indicios brindados por los expertos de que toda su actuación había sido un intento diabólicamente inteligente de imitar lo que el Gipper (Reagan) hizo en 1980 durante un debate con Jimmy Carter: vamos todos acaramelados, amantes de la paz, y de ese modo pongamos a descansar los temores de que, en caso de ser electos, rápidamente podamos lanzarnos contra los soviéticos. "Mitt Romney hizo algo muy importante esta noche", dijo David Gergen en la CNN. "Se presentó como un comandante en jefe responsable". En Fox, Charles Krauthammer desarrolló este argumento: "Se mantuvo lejos de las trampas. No permitió que se lo representara como un belicista. Creo que esto podría ayudarle a ganar las elecciones".

Yo no compro ese argumento. Si Romney gana, será a pesar de este desempeño más que gracias a él. Al no machacar en detalle sobre lo que pasó en Libia, renunció a su única oportunidad que realmente tenía para avergonzar al presidente en un tema puntual de política exterior. Al avalar constantemente lo actuado por Obama en asuntos de política militar y de lucha contra el terrorismo —¿ya mencioné que ama a los ataques con aviones no tripulados?— minó su argumento de que el mandato del Presidente ha sido un fracaso y que es necesario echarlo de la ciudad. Y al revertir constantemente sus posiciones anteriores, planteó de nuevo la pregunta que le ha atormentado desde siempre: ¿Cree Romney realmente en algo?

Luego de que el debate terminó, fui a una librería y saqué un ejemplar de "The Real Romney", una biografía meticulosa del candidato Republicano que he citado en otras ocasiones, porque es probablemente lo mejor que se ha escrito sobre él. En su prólogo, los autores, Michael Kranish y Helman Scott, dos periodistas del Boston Globe, recuerdan la campaña de 2008, cuando, con John McCain y Rudy Giuliani ocupando el centro moderado del Partido Republicano, Romney decidió él mismo recrearse como un derechista, cortejando desvergonzadamente a los conservadores sociales, a los conservadores fiscales, a los conservadores religiosos, "cualquier conservador que pudiera encontrar".

"El problema era que se parecía demasiado a oportunismo —o peor, a falta de sinceridad, debido a su largo historial de acomodar sus opiniones políticas al ala moderada del partido—. "Todo podía ser ajustado, reformado, arreglado, o dirigido", dijo un ex asesor, describiendo los posicionamientos de Romney. "Siempre fue ajeno para él que los principios básicos importaran —que alguien fuese hacia atrás y dijese, 'bueno, hace tres años usted decía esto"—. Esta percepción de conveniencia, junto con intolerancia persistente en contra de los mormones, fue determinante para enterrar sus esperanzas".

En 2012, Romney ha superado en gran medida cualquier sentimiento anti-mormón en el seno de su partido, y en el país. Pero, como lo demostró el tercer debate, la percepción de conveniencia nunca va a desaparecer porque es perfectamente atinada. De hecho, cada vez es peor. Donde una vez criticó cosas que dijo hace tres años, ahora rechaza cosas que dijo hace tres meses, o incluso hace tres semanas. Catorce días a partir de ahora, vamos a saber si su enfoque tremendamente cínico para hacer campaña da sus frutos. Dada la forma en que las encuestas están en marcha, tal posibilidad no puede ser completamente descartada. Pero anoche, sospecho, fue demasiado lejos. Los votantes pueden ser crédulos. ¿Pero tan crédulos?

 

FUENTE: The New Yorker

 

TEMAS RELACIONADOS

Obama Supera a Romney en el Tercer Debate

Obama Finalmente Peleó (Y Ganó)

 


MÁS ARTÍCULOS DE ANÁLISIS


Inicia sesión para enviar comentarios