Martes, 03 Abril 2012 22:33

Recuperar la Audacia de los Pioneros

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Jean-Luc_MlenchonJean-Luc Mélenchon, candidato presidencial del Frente de Izquierda en Francia está revolucionando la campaña. Desplazó del tercer lugar a la extrema derecha en la intención de votos y en paralelo con esta coyuntura se encuentra en el camino de construcción de un nuevo pensamiento que hace no muchos años parecía imposible

 

Jean-Luc Mélenchon, candidato presidencial del Frente de Izquierda en Francia está revolucionando la campaña. Desplazó del tercer lugar a la extrema derecha en la intención de votos y en paralelo con esta coyuntura se encuentra en el camino de construcción de un nuevo pensamiento que hace no muchos años parecía imposible

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Jean-Luc_MlenchonGran parte del futuro inmediato de Europa se está jugando en las próximas elecciones presidenciales francesas, de esto se habla mucho y pocos tienen dudas al respecto. De lo que no se habla demasiado es del proceso que está amenazando con poner de cabeza al debate político francés y que amenaza con convertirse en uno de los fenómenos más interesantes de las últimas décadas en términos de pensamiento y filosofía política.

La campaña del Frente de Izquierda que encabeza Jean-Luc Mélenchon está comenzando a cosechar frutos en base a estilos diferentes de hacer campaña y de estructurar no ya una mera propuesta de gobierno, sino la reformulación desde su misma raíz al pensamiento–a veces hasta dogmático– de la izquierda tradicional.

El diario Página 12 publicó una entrevista con el candidato presidencial que ya se posiciona como la tercera opción en intención de votos. En ella esboza los ejes fundamentales de su pensamiento y algunas de las estrategias de acción política que tan buenos frutos le está dando. La sede de campaña está en un suburbio popular del norte de París y es apodada como "La Fábrica". Se trata de un gran galpón donde alguna vez hubo una fábrica de zapatos, ahora reacondicionado para estos días de batalla electoral.

En La Fábrica "uno tras otro, los obreros exponen sus problemas, la confrontación con el patronato, las consecuencias de las deslocalizaciones, el desperdicio de los recursos, la destrucción ecológica, el costo inhumano de las reorganizaciones industriales, los errores monumentales de gestión, las ideas concretas para salvar una fábrica y, con ella, cientos de empleos. Los obreros de la CGT, micrófono en mano, presentan la historia que los medios ocultan con un empeño perverso. Jean-Luc Mélenchon los escucha, toma notas, pregunta, pide aclaraciones".

Con el correr de las semanas, esa práctica de cercanía tejió una historia increíble para un movimiento político apenas fundado y en cuyo seno cohabitan comunistas del PC, izquierda radical y antiliberal, socialistas disidentes y ecologistas duros. La mayoría de estos partidos estuvo a punto de salir de la historia. El abanico se amplió tanto que, durante un acto que el Frente de Izquierda realizó en la Plaza de la Bastilla hace dos semanas, Jean-Luc Mélenchon no pudo terminar su discurso porque lo embargó la emoción. El militante de las corrientes minoritarias tenía enfrente a 120 mil personas en la plaza más emblemática de la historia de la Humanidad.

El proyecto político del Frente de Izquierda es mucho más que una máquina antiliberal. El Frente incorporó la ecología política en su programa y, con ese aporte, se diseñó un proyecto de sociedad novedoso, que contrasta con la pasividad de la socialdemocracia y el encierro en el que cayeron los partidos ecologistas tradicionales. Mélenchon no se autoadjudica alguna inspiración divina a la hora de elaborar su proyecto. Muy por el contrario, se manifiesta en deuda con sus fuentes de inspiración, muchas de las cuales provienen de América Latina.

"En realidad he tomado mis modelos en América latina, me he inspirado en lo que pasó allí. Por ejemplo, el Frente de Izquierda es una fórmula política que liga a partidos muy diferentes. Ahora tenemos hasta ecologistas oriundos de la franja más radical. En el mismo Frente tenemos partidarios del no crecimiento, partidarios del crecimiento y comunistas. Todos llegaron a encontrar cuál era su intersección común. En este caso, el modelo que puedo evocar es el Frente Amplio de Uruguay. Para mí fue una fuente de inspiración, desde hace muchos años".

"La revolución ciudadana es un proyecto federador porque incluye la idea del poder ciudadano. Esa palabra permitió hacer converger tradiciones revolucionarias muy distintas. Pues bien, esa idea la tomé de Ecuador. La manera de enfrentar el sistema de los medios de comunicación la tomé de Néstor y Cristina Kirchner. Aquí, en Francia, me atribuyeron ese estilo a mi mal humor, a mis dificultades, pero en realidad no es así: ellos me manipulan y yo los manipulo. Ahora los tengo a puro pan seco, igual que hicieron el ex presidente Néstor Kirchner y la presidenta Cristina Kirchner. En suma, me inspiro mucho en la tradición revolucionaria de América latina. Nuestra consigna es: ¡que se vayan todos! Esa consigna la saqué de la crisis argentina de 2001".

Estas fuentes de inspiración lo llevaron al tomar conciencia de que la izquierda necesitaba reformular su estructura de pensamiento desde lo más profundo de sus convicciones. "La crisis del capitalismo de nuestra época conjuga crisis económica y crisis ecológica, y provoca deflagraciones que son mucho más que esquemas teóricos: son deflagraciones en las cuales la misma humanidad puede abolirse. Es preciso que nuestra izquierda se cure de la manía de las querellas teológicas, de las discusiones aterradoras sin fin. Es preciso tener una práctica racional".

"En la antigua izquierda éramos capaces de pensar todo, pero nos quedábamos con ángulos muertos. Uno de los ángulos muertos era: ¿cómo vivimos? En la historia del socialismo hay una suerte de obsesión sobre el hombre nuevo. Sin embargo, es una noción tan turbia que al final se vuelve peligrosa. ¿Qué es ese hombre nuevo al que queremos reformatear, a partir de qué? Enseguida vemos aparecer el riesgo totalitario. Ese era un ángulo muerto. El otro estaba en el hecho de que el desarrollo mismo del sistema puede poner en tela de juicio las mismas bases de la existencia del sistema porque agota los recursos y saquea el medio ambiente. Fueron los verdes quienes pusieron ese tema sobre la mesa".

El concepto de la ecología política parece ser el eje central desde el cual se articula esta reformulación del pensamiento. En lugar de plantear, como lo hacía la izquierda tradicional, la pretensión de alcanzar la igualdad y la similitud de los seres humanos como objetivo fundamental de la acción política, el planteo que surge desde la ecología política es que como parte de un único ecosistema global, los individuos tienen una responsabilidad similar en el cuidado de ese ecosistema que nos contiene y nos sostiene.

"Toda la idea progresista reposa sobre la igualdad y la similitud de los seres humanos. Aunque eso es una mera idea. Si uno mira alrededor, ve enseguida que los seres humanos no son en nada iguales. Pero nosotros fundamos de manera natural nuestra idea sobre esa igualdad. La Revolución de 1789 dice: los seres humanos nacen y permanecen libres e iguales en derecho. Esa es la razón por la cual en Francia nacieron todas las matrices de los pensamientos totalitarios y racistas. Ellos postularon que no era así, que, por naturaleza, había diferencias, desigualdades, razas. Quienes niegan la desigualdad natural condujeron a todos los regímenes igualitarios a ser totalitarios, porque tuvieron que forzar algo que está ya en la naturaleza. La ecología política resuelve ese obstáculo teórico, cierra la discusión. ¿Por qué? Porque dice que sólo existe un ecosistema compatible con la vida humana. Es decir, todos los seres humanos son semejantes por el hecho de que, si ese ecosistema desaparece, los seres humanos desaparecen todos al mismo tiempo. Somos entonces iguales frente a las obligaciones del ecosistema. Esto quiere decir que si tenemos un solo ecosistema que hace la vida posible, hay entonces un interés humano general."

Desde este planteo como punto de partida se pasa al establecimiento de quién es el actor, el sujeto histórico que es protagonista de la planificación ecológica: Son los trabajadores quienes manipulan los productos nocivos. Estos productos les arruinan el primer segmento de la naturaleza que son ellos mismos: los pulmones cuando se respiran porquerías, la fecundidad, etcétera. La clase que está en contacto con la catástrofe ecológica es la clase obrera. La planificación ecológica consiste en organizar la producción, que hoy está pensada a corto plazo. Las empresas están bajo el control de los inversores, de las agencias de calificación, quienes reclaman cuentas cada tres meses. No hay ninguna estrategia a largo plazo. Tornar compatibles los procesos de producción y de intercambios con los imperativos de la ecología requiere tiempo. La planificación consiste en aminorar el tiempo, el cual es una dimensión social y ecológica fundamental. Eso es la regla verde, es decir, disminuir la huella ecológica de la producción de una forma seria, metódica y profunda".

Este último punto es fundamental. El modelo ecologista tradicional ha encontrado un techo filosófico hace ya muchos años. Si la protección del Medio Ambiente se basa en una metodología de acción política que, en aras de plantear la oposición a ciertas prácticas económicas por su impacto ambiental rozan la violencia o terminan por favorecer –quizás sin quererlo– a intereses de grupos más poderosos que los que afirman combatir, queda claro que algo no funciona.

Pero si en cambio, como plantea Mélenchon, son los propios trabajadores los sujetos de la acción política que lleven adelante una planificación productiva que reduzca al mínimo el impacto que la actividad económica provoca sobre el ecosistema, las reglas del juego podrían cambiar fundamentalmente. Esto es lo que subyace en el proyecto de la revolución ciudadana: desarrollo económico como fruto del progreso humano y social.

"La socialdemocracia está orgánicamente ligada al productivismo porque declara que el progreso social sólo existe dentro del productivismo", dice Mélenchon. "Nosotros pensamos lo contrario. Creemos que el progreso económico sólo es posible si hay progreso humano y progreso social. Para nosotros, el progreso humano y social es la condición del desarrollo económico. Estamos en dos visiones diametralmente opuestas. Tenemos que recuperar la audacia de los pioneros, de aquella gente que decía "este mundo es bello, es nuevo".

Algo interesantísimo se cuece en la trastienda de la cocina política francesa. Es poco probable que le alcance para torcer el rumbo del actual debate electoral que está atrapado entre quién debe pagar los costos de la crisis y el endurecimiento de las políticas de seguridad. Pero su mera irrupción en el ágora política es más que un soplo de aire fresco. Podría llegar a ser el punto de partida para el cambio de paradigma que tanto está necesitando el Viejo Continente.

 

(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal

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