Los nuevos líderes chinos han iniciado su mandado este domingo con la promesa de una economía menos desequilibrada, un Gobierno más limpio y eficiente, una sociedad más justa y una intensificación de los esfuerzos contra la corrupción. Así lo han asegurado el presidente, Xi Jinping –quien se ha comprometido a luchar por el “gran renacimiento de la nación china”– y el primer ministro, Li Keqiang. El primero, en su discurso ante los cerca de 3.000 diputados chinos en la clausura de la sesión anual del Parlamento, en el Gran Palacio del Pueblo, en Pekín, con el que ha quedado cerrado el proceso de transición de poder a la nueva generación de dirigentes. El segundo, en rueda de prensa ante cientos de periodistas, en uno de los salones del mismo edificio.
Xi ha pedido “arduos esfuerzos para la continua materialización del gran renacimiento de la nación china y el sueño chino”, aunque no ha explicado en qué consisten ambos. También ha instado al Ejército a que refuerce su capacidad para “ganar batallas”, ha vuelto a advertir sobre la necesidad de “luchar contra la corrupción”, que, según ha asegurado, es una amenaza para la continuidad del Partido Comunista Chino (PCCh), y ha exhortado a los diputados a que rechacen “con determinación el formalismo, la burocracia, el hedonismo y la extravagancia”.
Poco después, Li Keqiang, en su condición de nuevo jefe de Gobierno, ha tomado el relevo como protagonista de la rueda de prensa que tradicionalmente daba al finalizar la sesión parlamentaria su predecesor, Wen Jiabao. Y lo ha hecho con soltura, sonriendo a ratos, con un estilo de declamación más alejado de los moldes de la oratoria comunista que sus antecesores, pero contestando, igualmente, a preguntas previamente pactadas, destinadas a hacer pasar el mensaje del Ejecutivo.
Li ha prometido que el Gobierno responderá a las demandas de la gente, reducirá las grandes diferencias sociales, proporcionará mejor cobertura sanitaria, luchará contra la corrupción, hará frente a la degradación medioambiental y reformará en profundidad el modelo económico. “La prioridad número uno será mantener un crecimiento económico sostenible”, ha afirmado el también responsable de la política económica, para insistir a continuación en la necesidad de dar más espacio a las fuerzas del mercado. “La clave es la transformación económica. Necesitamos combinar los dividendos de la reforma, el potencial de la demanda doméstica y la vitalidad de la creatividad”.
Según Li, hacer que los chinos consuman es fundamental para el crecimiento futuro de la segunda economía del mundo tras Estados Unidos. El primer ministro ha dicho que será acelerado el proceso de urbanización del país, imprescindible para impulsar el consumo y continuar el desarrollo chino.
Si a Wen Jiabao le gustaba citar antiguos proverbios e incluso frases de intelectuales occidentales, Li los ha esquivado. Y no ha acudido al inglés, idioma que domina, en una rueda de prensa perfectamente orquestada, de casi dos horas.
La sesión parlamentaria, que comenzó el 5 de marzo y ha finalizado hoy, ha cerrado el proceso de ascenso al poder de la quinta generación de líderes –tras las de Mao Zedong, Deng Xiaoping, Jiang Zemin y Hu Jintao– que quedó sellado en el 18 Congreso del PCCh en noviembre pasado. Xi Jinping, de 59 años, sucedió el jueves pasado a Hu Jintao como presidente, y, el viernes, Li Keqiang, de 57 años, fue elegido primer ministro. Aunque oficialmente han sido nombrados en sus puestos por cinco años, ambos los ocuparán durante una década salvo contratiempo mayor.
Sus designaciones se daban por hechas desde el cónclave del partido, cuando Xi accedió a la secretaría general del PCCh –el cargo de máximo poder en China– y fueron elegidos los otros seis miembros del Comité Permanente del Politburó, con Li como número 2.
La nueva Administración toma el mando en un momento en el que el crecimiento de la economía china se ha ralentizado y el modelo de desarrollo muestra signos de agotamiento. Xi y Li tendrán que hacer frente al desafío de dirigir el país hacia un modelo económico más equilibrado, en el que el consumo de una clase media creciente juegue un papel cada vez mayor, frente a las exportaciones y la inversión.
China se ha fijado como objetivo duplicar el PIB y los ingresos per cápita, tanto de la población urbana como de la rural para 2020 con respecto a 2010. Desde la reforma de Deng Xiaoping, los dirigentes chinos se han comprometido a multiplicar por dos el tamaño de la economía cada 10 años. Pekín prevé que el PIB suba un 7,5% este año, frente al 7,8% logrado en 2012, el ritmo más lento en 13 años.
Li ha reiterado la intención del partido de disminuir las diferencias de ingresos per cápita entre las zonas rurales y las urbanas y entre las diferentes regiones, mejorar el acceso de la población a la seguridad social y la Sanidad, y hacer frente a la contaminación. “No debemos buscar el crecimiento económico a costa del medio ambiente. Ese crecimiento no satisfará a la gente”, ha señalado, mientras la polución envolvía Pekín y la calidad del aire era calificada de “muy peligrosa”. También ha prometido medidas de austeridad en los gastos gubernamentales.
El primer ministro no ha tenido que hacer frente en la rueda de prensa a ninguna pregunta arriesgada –democracia, derechos humanos, Tíbet– quizás para evitar potenciales deslices en su primera comparecencia ante los medios de comunicación.
Durante la sesión parlamentaria, han sido nombrados todos los altos cargos del Gobierno. Dos políticos con credenciales reformistas que se quedaron fueran del Comité Permanente en noviembre –Li Yuanchao y Wang Yang– han logrado puestos importantes en el Ejecutivo. Li Yuanchao ha sido nombrado vicepresidente y Wang, uno de los cuatro viceprimeros ministros, con responsabilidad sobre los asuntos económicos. El sábado, fueron designados los viceprimeros ministros –entre los que figura también Liu Yandong, la mujer que ocupa el puesto más alto en China-; los cinco consejeros de Estado –incluido Yang Jiechi, hasta ahora ministro de Exteriores– y los ministros. Wang Yi, embajador en Japón de 2004 a 2007 y especialista en Corea del Norte, es el nuevo ministro de Exteriores; Gao Hucheng, que tiene un doctorado de Sociología en París, es el responsable del Comercio, mientras Zhou Xiaochuan continúa como gobernador del banco central. Un equipo de veteranos y diplomáticos, muchos de ellos con gran experiencia internacional.
Muchos de los retos a los que se enfrentan los nuevos líderes son los mismos que vivieron sus predecesores, aunque algunos se han hecho más acuciantes durante la década en el poder de Hu y Wen, quienes han dejado una China más fuerte desde el punto de vista de la economía y la política exterior, pero más inestable y con más tensiones, cuando la población cada vez es más consciente de sus derechos y reivindicativa. Mientras los medios estatales han calificado el mandato de Hu Jintao de “la década gloriosa”, sus críticos lo han llamado “la década perdida”.
Durante la sesión parlamentaria, ha sido aprobado un plan de reestructuración de la Administración, con el que el Gobierno pretende mejorar la eficiencia y luchar contra la corrupción. El programa reduce el número de ministerios y organismos de nivel similar de 27 a 25 y suprime el poderoso Ministerio de Ferrocarriles. No se ha producido, sin embargo, la esperada modificación del controvertido sistema de reeducación por el trabajo, que permite a la policía encarcelar hasta cuatro años sin necesidad de juicio, aunque Li Keqiang ha asegurado que se hará antes de finales de año.
FUENTE: El País