Comenzando el año 2014, se inicia una serie de protestas denominadas “Euromaidan”, en referencia al nombre de la principal plaza de Kiev. Allí se buscaba presionar al presidente Viktor Yanukovich para que concretase el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea que continuaba recibiendo expreso rechazo por su par ruso, Vladimir Putin. Asimismo, se evidenciaba un clima de descontento hacia la administración en sí, lo que llevó a que las protestas recrudezcan y sean reprimidas con violencia. La situación se volvió crítica cuando la Rada Suprema decidió destituir a Yanukovich, y establecer un gobierno interino.
El cambio de gobierno significaba a los ojos occidentales el fin de una relación de dependencia con Rusia, así como la oportunidad de dar solidez a las conversaciones y acercamientos con la Unión Europea y Estados Unidos. Se debe tener en cuenta, también, que la relación de Occidente con Ucrania esta signada por la temática energética y el abastecimiento de gas y petróleo en Europa. Las sucesivas crisis que se desarrollaron a partir del año 2006, se deben a la mala relación entre Ucrania y Rusia y los cortes en las principales rutas hacia Europa, por lo cual los líderes europeos tuvieron en cuenta estos factores a la hora de considerar un nuevo gobierno en Ucrania.
El cambio de gobierno significaba a los ojos occidentales el fin de una relación de dependencia con Rusia, así como la oportunidad de dar solidez a las conversaciones y acercamientos con la Unión Europea y Estados Unidos.
En la región oriental del país, el territorio de Crimea rechazó la destitución de Yanukovich y al nuevo gobierno. Tras la asunción de nuevas autoridades en la región, se convocó a un referéndum para establecer el status político de la península. Si bien el gobierno central ucraniano rechazó rotundamente el referéndum, casi el 97% de la población de Crimea votó por la secesión de la península del territorio ucraniano. El 17 de mayo de 2014 se declaró la independencia de Crimea y se aprobó la adhesión como un territorio perteneciente a la Federación Rusa. Asimismo, existieron contiendas militares entre las fuerzas ucranianas y el Ejército ruso desplegado en la zona. Al día de la fecha, el gobierno ucraniano considera de iure a Crimea como parte de su territorio nacional.
En otras regiones sudorientales, como Donetsk, Luhansk y Jarkov (el Dunbas) se generaron protestas, comúnmente conocidas como “Antimaidan”, en contra del carácter nacionalista y antirruso que se abanderó en el poder central de Kiev. La demandas de estas regiones se centran, hasta la fecha, en la federalización o en la independencia de la denominada Nueva Rusia. La independencias declaradas de estas regiones no fueron reconocidas internacionalmente, aunque los sucesos adquirieron una relevancia mundial inimaginable.
Ante esta compleja situación, el ejército de Ucrania comenzó una operación de importantes magnitudes para recobrar el control efectivo de estos territorios, recurriendo a la violencia, la represión y la discriminación. El caso más reconocido sucedió en la ciudad de Slaviansk, la cual fue sitiada por el ejército enfrentado a las milicias de ciudadanos locales, dejando decenas de muertos en la operación.
El 25 de mayo de 2014 se desarrollaron las elecciones presidenciales en Ucrania, dando por ganador a Petro Poroshenko con más del 54% de los votos. Cabe resaltar que en las regiones en conflicto no se pudieron desarrollar elecciones regulares debido al clima de tensión existente a ese momento. Con la llegada al poder de Poroshenko, las relaciones con Rusia encontraron su nivel más conflictivo en el devenir de toda la crisis. Las acusaciones del nuevo presidente a Rusia de ser el culpable de la escisión de Crimea, así como de facilitar material militar a los separatistas del este, no fue bien visto a los ojos del Kremlin. Asimismo, el apoyo logístico que la OTAN proporciona a Ucrania en este conflicto, es entendido por el gobierno de Putin como una clara amenaza a la estabilidad de la región euroasiática, así como una violación a los derechos de autodeterminación de los separatistas.
A ese momento, un informe de Naciones Unidas publicado el 7 de agosto indica que 2.119 personas han muerto en el este Ucrania desde que estalló el conflicto. Se calculaba que 115.800 personas han huido a otras partes de Ucrania y unos 188.000 partieron a Rusia. Al día de la fecha, La Oficina de Derechos Humanos de la ONU habla de más de 6.000 muertos y aproximadamente 14.000 heridos en este sangriento conflicto.
Los líderes occidentales han decidido sancionar a Rusia y a las provincias separatistas como parte de un plan para aplacar los efectos de la contienda y ejercer una política de debilitamiento. Si bien el motivo inicial de estas sanciones fue evitar la anexión de Crimea, las mismas han sido renovadas en sucesivos periodos, y la Comisión Europea, por pedido de los Ministros de Relaciones Exteriores, estudia continuar con la medida hasta fines de 2015.
Los principales países en hacer lobby para presionar al Kremlin son los Estados del Este de la Unión Europea, como Polonia, o los Bálticos.
Si bien el contenido de las sanciones se basa en limitar la industria de defensa y el arsenal militar, también se considera ampliar el rango de las mismas, marcando una clara línea a favor a la posición ucraniana de mantener la integridad territorial. Esto realza el doble standard europeo, a criterio de la administración Putin, ya que en conflictos como el de Kosovo se ha escuchado el deseo de autodeterminación de los pobladores.
Los principales países en hacer lobby para presionar al Kremlin son los Estados del Este de la Unión Europea, como Polonia, o los Bálticos. De acuerdo al Viceministro de Relaciones Exteriores polaco, Rafal Trzaskowski, Polonia busca intensificar las sanciones a Rusia para evitar mayores daños en la sociedad ucraniana. Los países del Este temen que una postura débil contra Rusia permitiría abrir una puerta a este tipo de conflictos en el corazón de Eurasia. No es una tesis descabellada, si tomamos en cuenta la realidad de regiones como Osetia del Sur en Georgia, Nagorno-Karabaj en Azerbaiján o Transnitria en Moldovia, las cuales buscan un status similar al caso de Crimea.
Como podemos ver, son escasos los avances y muchas las inquietudes que surgen al analizar esta realidad. Ni el bando ucraniano ni el ruso pueden argumentar haber actuado plenamente en defensa del respeto al Derecho Internacional, aunque ambas pretensiones tienen algo de válido. Tampoco Europa y Estados Unidos parecen actuar como un bloque unido, y vemos un crisol de posturas, relacionadas a su entendimiento (y su dependencia) con Rusia. El debate entre la integridad territorial y la autodeterminación de los pueblos continúa vigente en el Sistema Internacional, y como se refleja en este conflicto, responde a una serie de intereses y alianzas que lo sustentan. No es claro el panorama futuro para Ucrania y como se resolverá la disputa entre Este- Oeste del país, sólo se apunta a soluciones coyunturales, como el respeto al alto al fuego o el cumplimiento de los Acuerdos de Minsk. Será la voluntad de los principales mandatarios del mundo la que pesará a la hora de establecer una resolución duradera.
(*) Investigadora de la Fundación para la Integración Federal