Austria sacó este domingo —fugazmente— de una pesadilla a Europa, pero Italia tardó apenas unas horas en recordar que la crisis está ahí, viva y coleando. Seis meses después del Brexit, el enésimo revés político del continente es solo un aperitivo para 2017, con tres elecciones cruciales —Holanda, Francia y Alemania, con la extrema derecha al alza en los tres países— y todas las crisis por cerrar, con un panorama marcado por lo que los expertos empiezan a llamar "incertidumbre radical". No hay mucho que celebrar en el 60º aniversario del Tratado de Roma. La recuperación europea es frágil y desigual. La crisis bancaria asoma de nuevo la cabeza, con enormes dudas en el sistema financiero italiano. El invierno y el acuerdo con Turquía han desactivado las alarmas migratorias, pero ni Turquía es un socio fiable ni esa situación de tranquilidad tiene visos de durar. Hay que negociar el Brexit. Y, en definitiva, el descontento italiano —de nuevo, voto anti establishment— es solo una variante del eurodesencanto, y tiene potencial para desempolvar la crisis del euro.
La Comisión Europea ha hecho esta mañana un llamamiento a la estabilidad. Pero lo que en principio era básicamente una cuestión muy particular —una reforma constitucional— se ha convertido en el enésimo examen que la marea anti establishment aprueba con nota. La crisis política en Italia ya es una realidad. La primera sacudida en los mercados ha llegado a primera hora, con una depreciación del euro y notables caídas en el sector bancario italiano y europeo. La suave recuperación europea —con crecimientos en torno al 1%— ha resistido bien la oleada de reveses políticos: la pregunta es si esta vez las dudas sobre la banca pueden hacer descarrilar el frágil equilibrio de la eurozona. La respuesta general en Bruselas es un rotundo no: el comisario Pierre Moscovici y los ministros de Finanzas de Alemania, Francia y el resto de socios del euro han salido inmediatamente a descartar ese escenario. La inestabilidad política en Italia "no va a provocar un rebrote de la crisis del euro", han explicado al alimón el jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, el comisario Pierre Moscovici y prácticamente todos los hombres trajeados que aparecían esta mañana ante las cámaras en la capital europea.
Bruselas cree que Italia debe hacer ajustes: los presupuestos del dimitido Renzi podrían incumplir las metas fiscales de la Comisión Europea si no hay recortes adicionales. El Eurogrupo, sin embargo, ha tenido hoy un gesto de benevolencia con Roma: los ministros de Economía de la eurozona han dado tiempo a Italia hasta que resuelva su crisis política. "Invitamos a Italia a que tome las medidas necesarias", decía el comunicado del Eurogrupo, pero tanto el comisario Moscovici como Dijsselbloem han apuntado ante la prensa que Europa dará el margen suficiente a Italia para que forme nuevo Gobierno, y no reclamará los ajustes y reformas que considera indispensables. "Debemos respetar el proceso político y no queda más remedio que esperar", ha dicho el holandés.
Esa catarata de declaraciones indica, por lo menos, que el temor está ahí. El no italiano ha llegado con más de 20 puntos de diferencia respecto al sí, y con una participación elevada, en torno al 70%: no parece fácil que aparezca un Gobierno proeuropeo como ha sido el de Matteo Renzi en un país golpeado por 15 años de estancamiento, con enormes problemas en su sistema financiero y un electorado cada vez más euroescéptico.
Los paralelismos políticos con Holanda, Francia y Alemania son limitados, pero en los tres países asoma la extrema derecha con fuerza en las encuestas. A la larga, el principal riesgo en Europa —y en el mundo— sigue siendo político. Pero a la corta el problema son los bancos italianos: la crisis bancaria italiana ha disfrutado de un paréntesis a la espera del referéndum, aunque los riesgos pueden coger velocidad a partir de ahora. El batacazo en Bolsa es la primera señal. Con un activo de cuatro billones de euros y una morosidad que supera el 16%, Italia es un problema mayúsculo, empezando por Monte dei Paschi Siena (MPS), el banco más antiguo del mundo y, a día de hoy, uno de los más problemáticos.
MPS estaba a la espera del voto para acometer una reestructuración que ahora será mucho más difícil. El mercado tiene entre ceja y ceja a media docena de entidades adicionales (Popolare de Vicenza, Veneto Banca, Carige; incluso Unicredito necesita capitalizarse urgentemente), cuya recapitalización es ahora menos clara a tenor del periodo de incertidumbre política en la que se ha metido Italia. El fondo soberano de Qatar anunció antes del referéndum que podría invertir en MPS, pero vinculó esa operación al referéndum: en caso de que el estrés se precipite sobre el sector, los analistas especulan con ayudas públicas por parte del Ejecutivo italiano. Con las reglas europeas en la mano, eso provocaría quitas a los poseedores de la deuda de peor calidad, como sucedió en España con los preferentistas. Dos tercios de la deuda subordinada en Monte dei Paschi pertenece a pequeños ahorradores, por lo que la imposición de pérdidas podría tener notables consecuencias políticas.
Si el Movimiento Cinco Estrellas saliera ganador en las próximas elecciones ni siquiera es descartable una salida del euro: el partido de Beppe Grillo ha anunciado que convocaría un referéndum sobre la pertenencia al euro. Esa posibilidad, aunque muy remota, añade incertidumbre al futuro del euro, como la pujanza de la extrema derecha de Geert Wilders en Holanda o de Marine Le Pen en Francia.
E Italia es solo uno de los problemas: la crisis griega vuelve a aparecer, con diferencias entre el FMI y los socios europeos sobre la imprescindible reestructuración de la deuda helena. Portugal aún no está fuera de peligro si los mercados deciden que ha llegado la hora de sacudir a los bonos europeos. España, según el jefe del BCE, Mario Draghi, sigue siendo vulnerable. E incluso los dos grandes países, Alemania y Francia, afrontarían sus elecciones de otra manera si esos riesgos se sustancian.
El BCE se reúne este jueves en Fráncfort para ampliar su programa de compras de activos, que es hoy el principal salvavidas de la zona euro. Toda la presión es para Mario Draghi, a la vista de que las primeras declaraciones de los ministros de Finanzas, en Bruselas, se basan en la línea argumental de que el resultado en Italia y sus consecuencias tampoco son para tanto. Al cabo, después de la victoria de Donald Trump en EEUU y del Brexit también hubo lío en los mercados, pero en apenas unos días el drama se convirtió en farsa: las Bolsas y los bonos recuperaron la tranquilidad con rapidez.
¿Esta vez es diferente? "El no italiano es negativo para los riesgos en Europa: abre un periodo de incertidumbre política y detiene las reformas en Italia. Los mercados ya esperaban un no, por lo que las caídas se han contenido, pero todo eso hace más difíciles las recapitalizaciones de MPS y Unicredito", apuntaba hace unos horas un análisis a vuelapluma de PIMCO, el mayor inversor del mundo en deuda pública. "El riesgo de que partidos populistas y euroescépticos accedan al poder y apuesten por una salida del euro es muy bajo. Pero los mercados pueden responder negativamente a la inestabilidad y la debilidad de la banca puede hacer descarrilar la recuperación", según el laboratorio de ideas Eurasia Group. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, ha proporcionado el mejor resumen posible a estas horas: los mercados deberían "relajarse", ha dicho a su entrada en el Eurogrupo. El miedo, en fin, está ahí. Contenido. Pero ahí.
FUENTE: El País
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Camila Abbondanzieri