Lunes, 05 Noviembre 2012 13:55

Cuba, los Frijoles y la Reforma

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cuba_interiorEn Cuba, el cambio ha comenzado. Para fines de abril está previsto el Sexto Congreso del Partido Comunista Cubano, sobre el que el presidente Raúl Castro ha declarado: "o rectificamos o (...) nos hundimos". La isla se abre al mercado y legaliza una serie de mecanismos que ya estaban vigentes en la vida cotidiana de los cubanos. ¿Corren riesgo las conquistas sociales?

En Cuba, el cambio ha comenzado. Para fines de abril está previsto el Sexto Congreso del Partido Comunista Cubano, sobre el que el presidente Raúl Castro ha declarado: "o rectificamos o (...) nos hundimos". La isla se abre al mercado y legaliza una serie de mecanismos que ya estaban vigentes en la vida cotidiana de los cubanos. ¿Corren riesgo las conquistas sociales?

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cuba_interiorLa principal amenaza que pesa sobre nosotros no son los cañones estadounidenses, sino los frijoles. Los que los cubanos no comen." Estamos en 1994 y la ocasión es rara: el ministro de Defensa, Raúl Castro, marca su desacuerdo con su hermano, Fidel. Este último se opone a la liberalización de los mercados agrícolas; una dosis de "mercado" que podría estimular la producción de alimentos. Ahora bien, desde el derrumbe del bloque soviético, Cuba sufre los tormentos del "período especial en tiempos de paz": el Producto Interno Bruto (PIB) se hundió un 35%, Estados Unidos reforzó el embargo que estrangula la economía de la isla y la población descubre la malnutrición. Raúl Castro no duda: "Si no cambiamos nada, no tendré más opción que sacar los tanques". A fin de año, los mercados libres campesinos son autorizados.

Más de una década después, el hermano menor ha reemplazado al mayor en la Presidencia del país y, según él, la isla no ha "salido todavía del período especial". En 2008, tres huracanes sucesivos devastan las infraestructuras: 10.000 millones de dólares de daños, o sea el 20% del PIB. Un cuarto huracán, la crisis financiera internacional, arrastra a los sectores más dinámicos de la economía (turismo y níquel, particularmente). Cuba, que ya no puede hacer frente a sus compromisos, congela los activos de los inversores extranjeros y recorta importaciones, a riesgo de desacelerar un poco más la actividad. Otra vez, los frijoles amenazan: en 2009, la producción agrícola cae un 7,3%. Entre 2004 y 2010 la proporción de la alimentación que proviene del extranjero saltó del 50 al 80%.

El 18 de diciembre de 2010 Raúl Castro ya no se dirige a su hermano sino a la población. Al evocar ante la Asamblea Nacional el objetivo del Sexto Congreso del Partido Comunista Cubano (PCC) –previsto para fines de abril de 2011, catorce años después del último–, promete: "O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos". Pero, ¿rectificar hasta dónde?

El "mercado" se inmiscuye

El techo salpicado por las filtraciones de agua, paredes surcadas por las grietas, un mobiliario tan gastado como cansado el personal de seguridad, reducido a su más simple expresión: en el salón donde nos recibe el presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, no se respira poder. Sin embargo, hace cinco años corría el "rumor" de que Alarcón sería uno de los dos principales candidatos a la sucesión de Fidel Castro: la "suerte" parece haber decidido otra cosa. De ahí tal vez, la espontaneidad de nuestro interlocutor.

"Sí, habrá efectivamente una apertura al mercado, una apertura al capitalismo". ¿Ruptura en el país de la Revolución? El presidente de la Asamblea Nacional desecha esta idea: "Deseamos hacer todo lo que se pueda para salvar el socialismo. No el 'socialismo perfecto', con el que todo el mundo sueña. No, el socialismo posible en Cuba, en nuestras condiciones. Además, como usted sabe, los mecanismos de mercado ya existen en la sociedad cubana".

Centro de La Habana, barrio del Vedado. Con una pequeña cesta vacía bajo el brazo, Miriam sale de su departamento, sobre la calle 23. Al fondo de la avenida, a su izquierda, el Malecón. Este paseo de asfalto, de siete kilómetros de largo, transforma la arremetida de las olas en nubes de garúa que golpean las fachadas ribereñas, corroídas por la sal. Un poco más lejos, siempre en la línea recta, están Key West y Florida. El otro extremo del mundo, a menos de ciento cincuenta kilómetros.

Cuando cruza la calle, muy cerca de un semáforo rojo, Miriam no ve niños andrajosos, con el rostro negro de mugre, tratando de vender encendedores, paquetes de caramelos o boletos de lotería a conductores indiferentes. Ningún cartel la invita a descubrir la frescura infinita de esa bebida gaseosa –con garantía de "cero calorías"– o la suavidad intensa de un gel para ducha "revolucionario". Excepción regional, Cuba no conoce la mendicidad infantil. Excepción planetaria, la isla está libre de carteles publicitarios.

Pero Miriam no piensa en ello ni por un instante. Como el 70% de la población, nació después de 1959, fecha del "triunfo de la Revolución", como se dice en Cuba. Este ambiente, es el suyo. Es el único. En cambio, no deja de reivindicar "las conquistas sociales" de las que goza la población. Todo lo que el Estado pone a su disposición, gratuitamente, y que constituye para ella un derecho: educación, salud, deportes, cultura, trabajo y alimentación, gracias a la "libreta" de alimentos, que el año próximo festejará su cincuenta aniversario.

Una vez llegada a la "bodega", Miriam extiende su precioso documento: una sucesión de cuadros en nueve columnas, dispuestos verticalmente. A la izquierda, la lista de productos a los que la libreta da acceso: 1,20 libras de frijoles a 0,80 pesos; medio litro de aceite de cocina a 0,20 pesos; un kilo de leche descremada a 2 pesos; 3 libras de azúcar a 0,15 pesos; 400 gramos de pastas a 0,90 pesos; 115 gramos de café a 5 pesos... A la derecha, una columna para cada una de las ocho semanas del período de dos meses que cubre la página. En cada casilla, la ración asignada a cada poseedor del carné.

"¿Qué quieres? –El arroz". Miriam abre su cesta. Como todos los cubanos, tiene derecho a 5 libras a 0,25 pesos la libra y a dos libras suplementarias a 0,90 pesos la libra, o sea alrededor de tres kilogramos en total. La carga comienza.

Miriam trabaja en un ministerio, por el equivalente del salario medio, es decir, 450 pesos por mes. "Más o menos, unos veinte CUC". ¿CUC? Convertible Unit Currency o "peso convertible", equivalente a 24 pesos tradicionales. Esta segunda moneda apareció en 2004 para reemplazar al dólar, que una concesión al "realismo económico" había llevado a los dirigentes cubanos a autorizar en 1993.

Tras la caída de la Unión Soviética, las autoridades pensaron que podían reformar el sector externo sin ocasionar transformaciones radicales en el plano interno: "defender el capitalismo en el extranjero y el socialismo en casa", resume el historiador Richard Gott. Pero "el mercado" se inmiscuye por todos los intersticios. El enclave aislado de inversiones y de turismo que debía suministrar las divisas necesarias para mantener la estructura social del país –sin que ésta cambiara– inundó el mercado de billetes verdes. Propinas, pago de una parte del salario en divisas, pero también remesas desde el extranjero y, sobre todo, mercado negro: el retrato de George Washington se hizo pronto tan familiar como el de los "barbudos" de la Sierra Maestra.

Las autoridades renunciaron a luchar. Abrieron negocios donde se paga en divisas –los shopping– para redirigir los flujos del precioso billete verde en dirección a los cofres del Estado. Se instauró así un doble mercado, que merma la soberanía monetaria del país y amenaza la ética igualitaria de la Revolución: sólo dos tercios de los cubanos disponen de un acceso legal al dólar (y luego al CUC). La brecha entre los salarios, de 1 a 4 en 1987, llegó a ser de 1 a 25 diez años más tarde.

"Resolver"

Ahora todos los cubanos pueden cambiar sus pesos a CUC: los privilegios de derecho han sido abolidos. Pero quedan los privilegios de hecho. "A mí, el Estado me sigue pagando en pesos –sonríe Miriam mientras vigila la aguja de la balanza–. ¿Has visto los precios en el shopping?" Coca Cola (importada de México): 1 CUC (o sea 24 pesos); barra de jabón (de calidad común): 1,5 CUC (o sea 36 pesos); un equipo Hi-FI: alrededor de 400 CUC (o sea 9.600 pesos); computadora: alrededor de 500 CUC (o sea 12.000 pesos).

La cesta de Miriam ya está llena. Pero no es muy pesada. La libreta, ¿alcanza para vivir? "Sí, 10 a 15 días como máximo". En la "bodega", todos asienten con la cabeza. "Sin contar que todavía falta comprar el resto". Las verduras, el transporte, la electricidad o, peor, la ropa. Aun renunciando a los artículos de moda, vestirse implica a menudo elegir. ¿Un pantalón? Alrededor de 130 pesos. ¿Una remera? Hay que pensar en 90 pesos. ¿Una bombacha (no necesariamente la más atractiva)? 10 pesos.

Landi, mecánico de autos en Matanzas, gana 350 pesos por mes; José, chofer de camión en Santa Clara, alrededor de 250; Marylin, joven periodista en Cienfuegos, 380 pesos. ¿Y los altos funcionarios? "Alrededor de 800 pesos por mes", estima el periodista de la British Broadcasting Corporation (BBC) Fernando Ravsberg, que vive en La Habana. Si bien el salario medio aumentó de 188 a 427 pesos entre 1989 y 2009, su valor real –es decir, corregido tomando en cuenta la inflación– cayó de 188 a... 48 pesos.

De la "bodega" a la tienda textil, sin pasar siquiera por el shopping, el visitante hace rápidamente sus cuentas. Inevitablemente, se pregunta: ¿pero cómo hacen los cubanos para vivir? Inevitablemente, le responden: "Hay que resolver". ¿Resolver? Los cubanos lo utilizan como un verbo intransitivo ya que el problema a resolver es conocido por todos.

Un turista pide una cerveza en la terraza de un gran hotel: 3 CUC. El mozo no siempre la saca del stock del hotel, sino a veces del suyo propio, apenas disimulado en un costado. Compradas a 1 CUC, revendidas a 3, esas cervezas le permiten multiplicar su salario básico por cincuenta y "sobornar" al superior.

El empleado de un hotel tiene un dolor de muelas. El dentista le indica que deberá esperar dos semanas, antes de proponerle "resolver" la dificultad: "Puedes venir esta tarde: te saldrá 5 CUC". Algo banal. Le toca entonces al empleado del hotel dar pruebas de imaginación: "Atiéndeme enseguida y esta noche te dejo entrar, con toda tu familia, para comer en el buffet del hotel donde trabajo".

Las ventas de departamentos están prohibidas. Sin embargo, algunas familias se agrandan mientras otras se achican. Algunos intermediarios se encargan de ponerlas en contacto, a cambio de una comisión cuando se hace una transacción sobre la base de un "precio de mercado" conocido por todos. ¿Un estudio, en el barrio más bien chic del Vedado? "Alrededor de 15.000 CUC." ¿Un departamento de cinco ambientes, un poco más lejos del centro? "Alrededor de 80.000 CUC."

En el país del "socialismo o muerte", las langostas están reservadas para el turismo y la exportación. Los pescadores se encargan de vengar esta injusticia, por la vía del mercado negro, asegurándose así ingresos cercanos a los 700 dólares mensuales. Los universitarios, por su parte, que disponen de un acceso a internet, alquilan sus códigos por la noche, después de sus horas de trabajo; los docentes dan clases en sus casas; las enfermeras prodigan cuidados a domicilio; los choferes de autobuses o de camiones se quedan con combustible. Para muchos cubanos, trabajar para el Estado socialista ofrece la posibilidad... de alimentar el mercado negro: lapiceras, cajas, útiles, materiales de construcción. Algunos se prostituyen.

Holgazanes... voluntariosos

Doble moneda, vivienda y alimentación: desde hace años los cubanos han aprendido a transigir con los "mecanismos de mercado" que orquestan su vida cotidiana. Una situación que la retórica oficial condenaba a cada cual a sufrir discretamente, hasta la llegada al poder de Raúl Castro. Casi ingenuamente, aprovechó su primer discurso como presidente (interino), el 26 de julio de 2007, para constatar: "El salario mínimo aún es claramente insuficiente para satisfacer todas las necesidades [...]. Ello favoreció manifestaciones de indisciplina social". ¿Un detalle? Todo lo contrario.

"Los valores sí constituyen la verdadera calidad de vida, la suprema calidad de vida, aún por encima de alimento, techo y ropa", aseguraba Fidel Castro el 26 de mayo de 2003. Para luchar contra las dificultades del país –en particular la corrupción–, había lanzado, hacía unos años, la "batalla de las ideas". Objetivo: reforzar la convicción revolucionaria de los cubanos, especialmente de los más jóvenes, ofreciéndoles un empleo. Algunos estudiantes se encargan, por ejemplo, de vigilar las estaciones de servicio. Las ideas tienen su efecto, durante un tiempo, luego las "derivas" hacen languidecer nuevamente las conciencias. La prensa (siempre oficial en Cuba) reveló recientemente que el Ministerio de la Construcción empleaba a 8.000 obreros y albañiles pero también a 12.000 guardianes para evitar los robos.

Después de un "gran debate nacional", lanzado en 2007, Raúl Castro estimó que los cubanos esperaban reformas de otra naturaleza. ¿Qué lo llevó a semejante conclusión? Nadie lo sabe realmente: ningún informe, balance o extracto del mencionado "debate" fue hecho público. A fin de cuentas, resume Landi: "Aquí, el que decide, es el Estado. No el pueblo".

Ya no se trata, hoy, de corregir disfuncionamientos sociales incompatibles con el rigor ideológico, sino de ponerse en busca de un socialismo despojado de "conceptos erróneos e insostenibles". A riesgo incluso de aprender de "las experiencias de otros [...] incluyendo las positivas de los capitalistas". ¿Los trucos y el rebusque no transforman ya a una parte de los cubanos en otros tantos pequeños empresarios? El actual Presidente elige rehabilitar la iniciativa privada a través del trabajo independiente.

En la vida cotidiana, la publicación de la lista de las 178 profesiones abiertas a los independientes a partir de septiembre de 2010, no cambió gran cosa. Albañiles, carpinteros, electricistas, relojeros, reparadores o reponedores de gas para encendedores: oficialmente, no existían. Pero desde hace mucho tiempo, todo el mundo recurría a ellos. Y con razón: "Nada más difícil que hacer reparar una pérdida de agua pasando por la empresa del Estado [encargada de la reparación de los edificios] –explica Ricardo–. Después de un tiempo, todo el mundo se acostumbró a recurrir a un vecino con oficio".

Ahora, el vecino paga impuestos: una tasa de poco menos de 20 CUC para registrar su licencia, otra sobre la facturación (25%), un aporte a la seguridad social (25% de los ingresos) y un impuesto progresivo sobre el ingreso a partir de 5.000 pesos anuales (hasta el 50% para los ingresos iguales o superiores a 50.000 pesos anuales). "Un trabajador independiente puede incluso contratar a otros cubanos y pagarles en función de su productividad", agrega Ricardo. La Constitución desaprueba y denuncia una forma de explotación. El fisco está encantado: convertido en "patrón", el vecino paga un impuesto del 25% sobre los salarios.

La vida cotidiana ha cambiado muy poco. Los discursos, en cambio... En marzo de 1968, Fidel Castro denunciaba a "esa pequeña franja de la población que vive a expensas de los demás, [...] esos holgazanes con perfecta salud que se instalan detrás de un mostrador, o montan un pequeño negocio para ganar cincuenta pesos por día". En menos de dos días, los comercios privados –bares, almacenes, mecánicos pero también carpinteros, albañiles y plomeros– desaparecieron casi todos. En noviembre de 2010, el discurso oficial cambió. ¿Los independientes?, se entusiasma Granma: "emprendedores voluntariosos", "[gente] ética", cuyos logros constituirán "buena parte del éxito y el futuro de la actualización del modelo económico cubano".

En 1995 fue necesario desalentar cualquier veleidad de enriquecimiento limitando, por ejemplo, los pequeños restaurantes particulares a doce mesas. Quince años más tarde, la "acumulación" ya no asusta. "Seamos honestos: si después de cubrir todos sus costos un cuentapropista obtiene al mes una ganancia por encima del salario medio actual, ¿es justo decir que los números no dan?", se interroga el diario del Partido Comunista Cubano. A fin de cuentas, "un capital se construye con trabajo, sumando peso a peso, con competencia, perfeccionando todos los días la calidad del servicio y hasta la sonrisa con que cautives a tus clientes". En enero de 2011, una revista católica de la isla celebraba que Cuba abordara ahora el futuro "sin miedo a la riqueza".

"La deriva igualitarista"

Pero las reformas emprendidas por Raúl Castro no apuntan sólo a legalizar lo que ayer estaba prohibido. Se trata también, como lo repite en todo el país Alfredo Guevara, uno de los intelectuales cubanos más reconocidos, de "desestatizar" una economía administrada cuyos reglamentos y controles ya no convencen. Un ejemplo: una gran parte de la cosecha de tomates de 2009 se pudrió porque, sometidos a la consigna de no viajar vacíos, los camiones del Estado no llegaron a tiempo. ¿Entregar los tomates a la fábrica cercana para hacer puré? Imposible: esa modalidad no estaba prevista en los estatutos de la empresa.

"¿Es realmente necesario que el Estado decida el precio de un corte de cabello?", pregunta ante nosotros Jorge Luis Valdés, de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba, sin verdaderamente esperar una respuesta. "Antes de las reformas de abril de 2010, una sola empresa agrupaba a todos los peluqueros del país. El simple hecho de haber transferido este sector al privado generó no sólo una economía de 630 millones de pesos en nueve meses, sino un flujo de ingresos suplementarios de 660 millones de pesos".

En menos tiempo del que se necesita para recortar una nuca, Jorge sacó su pequeño anotador, sirvió un café y prendió un cigarrillo. "Antes de abril de 2010, la tarifa oficial del corte era de 80 centavos. Eso no les impedía a los peluqueros pedir de 5 a 20 pesos por el corte masculino y hasta 100 por el de una mujer. El Estado suministraba la electricidad, el agua, el teléfono, que todo el mundo podía usar pagando un peso al salón. Para cuatro peluqueros, había que contar dos guardias, una mujer para la limpieza, un contador, un administrador y una o dos personas más para pasar el tiempo. Todos asalariados del Estado".

Jorge termina su café y da una larga pitada al cigarrillo. Espera que sus interlocutores terminen de toser, y retoma: "Ahora todo cambió. Los peluqueros son independientes y pagan, cada uno, 990 pesos al Estado todos los meses: 330 pesos por el alquiler del local, 330 pesos por la seguridad social y 330 pesos de impuesto sobre la fuerza de trabajo. Después, cobran lo que quieren y contratan a quien quieren: en general, el personal ha disminuido". Al igual que los peluqueros, los guardias excedentes y aquellos encargados de no hacer nada, el 40% de la población activa debe pasar del sector público al sector privado de aquí a 2020 (hoy, un 90% de la población trabaja para el Estado). Jorge concluye aplastando su cigarrillo: "Menos gastos, más ingresos: para el Estado, es todo beneficio".

Eficacia, productividad, ahorros: el discurso no es del todo desconocido, incluso en países en los que el término "socialismo" evoca menos la imagen del Che Guevara que la de Dominique Strauss-Khan. "¿Por qué deberíamos ser diferentes de los demás países? –objeta Jorge–. Hay que terminar con todas las gratuidades que tenemos". ¿Las gratuidades? "Todo lo que el Estado distribuye gratuitamente a los cubanos desde su nacimiento hasta su muerte para garantizar su igualdad".

Al debilitar el papel de los ingresos monetarios como vía de acceso al bienestar, esas gratuidades habrían erosionado las motivaciones y trabado el desarrollo económico. Ahora, el socialismo cubano habla raramente de igualdad sin denunciar la deriva "igualitarista". Solución: eliminar las "gratuidades" y, como explicaba Raúl Castro el 27 de diciembre de 2008, "darle el verdadero valor al salario". Agregaba: "No hay otra solución".

El 27 de septiembre de 2009, el vicepresidente del Consejo de Ministros, Ramiro Valdés, llamaba a los cubanos a "no esperar que papá Estado venga a resolverles todo". Se acabaron las tortas de boda y las habitaciones de hotel pagadas por el Estado para las lunas de miel. También se acabaron las cantinas (gratuitas) de cuatro ministerios situados en La Habana: los trabajadores reciben en su lugar 15 pesos por día para alimentarse (por el momento, alcanza). Y pronto, tal vez, se acabe la "libreta", que la propuesta 165 del documento sometido al Congreso sugiere sustituir por una "asistencia social dirigida" reservada a aquellos que "realmente la necesitan", a imagen de lo que ya sucede en otras partes en América Latina.

El sindicato único, por su parte, se en-cargó de anunciar el despido de 500.000 trabajadores del Estado durante los próximos meses. Los despedidos cobrarán su salario durante un mes, y luego una indemnización del 60% de su remuneración durante un mes para aquellos que han trabajado 19 años o menos, durante tres meses para aquellos que trabajaron de 26 a 30 años y durante cinco meses para aquellos que trabajaron más de 30 años. Probablemente para estimularlos a reciclarse pronto en el sector privado.

Pero una persona que pasó diez años en un ministerio, ¿podrá transformarse en agricultor, barbero o albañil en dos meses? Sabiendo que transcurrido ese tiempo, ningún sistema de seguridad lo tomará a su cargo. Lejos de los discursos candorosos, el economista Omar Everleny Pérez –a quien muchos consideran como uno de los padres espirituales de la reforma en curso– zanja la cuestión: "Sí, hay gente que va a perder con las reformas. Sí, hay gente que va a estar desocupada. Sí, las desigualdades van a aumentar". Dicho esto, prosigue, "[Esas desigualdades] ya existen: lo que tenemos hoy es una falsa igualdad. Lo que hay que determinar ahora es 'quién merece realmente estar más arriba'".

El 9 de febrero, los trabajadores de una clínica del centro de la ciudad se reunieron para discutir los "Lineamientos", el documento sometido al Congreso. Consta de 32 páginas y 291 propuestas, algunas de las cuales comprometen el futuro de todos los cubanos: salarios al mérito, legalización de los "precios de mercado", revisión de los programas sociales. Fueron aprobadas en general en pocos minutos, por unanimidad. Pero los participantes se tomaron el tiempo de subrayar su apego a los sistemas de salud y educación cubanos. Cambiar, sí; pero eso no. El secretario de sesión, responsable de la sección sindical, anotó las observaciones, sin que nadie verdaderamente sepa si serán tomadas en cuenta y cómo.

Sin embargo, ¿no existe el riesgo de que una reforma que entraña otra, luego otra, y luego otra lleve a las autoridades cubanas a creer que se hace finalmente necesario "actualizar" las "conquistas sociales" del país? No faltan ejemplos históricos, desde la apertura económica china hasta la reforma de los servicios públicos en Francia, que sugieran un escenario de ese tipo. Pero Alarcón se muestra tranquilizador. Toma como ejemplo la Asamblea Nacional, que preside: "Es absolutamente posible manifestar una oposición a esas reformas y, dado el caso, votar en contra". ¿Existen, entonces, los contrapoderes? Desde su creación en 1976, la Asamblea Nacional no registra un solo voto hostil a un texto propuesto por el gobierno...

El 10 de febrero de 2011, un dibujo en la portada de Granma. Un joven con gorra, apoyado en un farol, interpela a un hombre, mayor, que pasa por la calle: "¿Cambio, mi abuelo?". A lo que el "abuelo" responde: "Claro, hijo mío, ¡ya es hora de que cambies y te pongas a trabajar honradamente!".

 

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Rafael Pansa

FUENTE: ElDiplo

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