El cruce de acusaciones pone en evidencia las escasas posibilidades que existen de alcanzar una posición unánime en el Consejo de Seguridad de la ONU para intervenir en el país árabe.
_____________________________________
Estados Unidos ha descargado sobre Rusia la responsabilidad directa de lo que ya se asume inevitablemente como una guerra civil en Siria, lo que, además de hacer más difícil la búsqueda de una solución negociada de ese conflicto, crea una enorme incertidumbre sobre las relaciones entre los dos antiguos enemigos de la Guerra Fría.
Frustrado por el obstruccionismo de Rusia en Naciones Unidas y por su continuado apoyo al régimen de Bashar el Asad, la Administración norteamericana ha ido paulatinamente elevando el tono de sus críticas al Gobierno de Moscú hasta llegar a acusarle de suministrarle a las autoridades sirias las armas con la que reprimen a los opositores.
La secretaria de Estado, Hillary Clinton, recordó el miércoles que su país ha reclamado reiteradamente a Rusia que "cese el abastecimiento de armas a Siria" y denunció un envío reciente de helicópteros de combate que serían utilizados contra los rebeldes. Posteriormente, el portavoz del Pentágono, John Kirby, aseguró que dispone de pruebas de que "el régimen de Asad está utilizando helicópteros contra su propio pueblo". Una semana antes, Clinton había declarado que, pese a manifestar una voluntad en sentido contrario, la política de Rusia en Siria "está facilitando de hecho la guerra civil".
El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, respondió ayer acusando a su vez al Gobierno norteamericano, en una entrevista en la televisión iraní, de "facilitar a la oposición siria armas que pueden ser utilizadas contra el Gobierno de Damasco".
Este cruce de acusaciones pone en evidencia las escasas posibilidades que existen en estos momentos de alcanzar una posición unánime en el Consejo de Seguridad de la ONU para alguna forma de intervención en Siria. Además, internacionaliza gravemente un conflicto que encierre un enorme riesgo de desestabilizar todo Oriente Próximo.
La guerra civil en Siria podría acabar convirtiéndose en un enfrentamiento entre un bando apoyado por Rusia y otro por Estados Unidos, algo que no había ocurrido de forma tan patente desde la desaparición de la Unión Soviética.
Rusia está protegiendo en Siria una posición estratégica muy relevante, su último reducto de presencia militar en el extranjero. EE UU pretende poner a prueba hasta dónde está dispuesto a llegar el retornado presidente Vladimir Putin en la defensa de esa prioridad, provocando el riesgo de un aislamiento de Rusia del resto de la comunidad internacional.
De esa manera, además, la Administración norteamericana oculta su propia impotencia para influir de forma significativa en la situación de Siria. El bloqueo de Rusia en la ONU ha dado tiempo y legitimidad al régimen de Asad, pero no es la única razón por la que no se ha producido una intervención militar que EE UU tampoco desea.
Las autoridades norteamericanas han descartado desde el principio una actuación en Siria similar a la que se produjo en Libia. Ni siquiera la entrega de armas a los rebeldes, que ahora denuncia Rusia, es una opción que Washington ha apoyado oficialmente, aunque podría haber dado luz verde a que algunos aliados en el mundo árabe lo hicieran. Tampoco los republicanos en el Congreso están reclamando una acción militar en Siria.
El choque con Rusia a propósito de ese país puede tener, por tanto, más repercusión en las relaciones generales entre Washington y Moscú que sobre el terreno en Siria. Después de varios años relativamente apacibles con Dimitri Medvedev en la presidencia, EE UU sabe que le espera un tiempo mucho más difícil con Putin. Y este momento, a cinco meses de las elecciones presidenciales aquí, no es el mejor para que Barack Obama suene prudente y conciliatorio con el viejo enemigo.
Fuente: El País