El martes tuvo lugar el capítulo inicial de la carrera presidencial en los Estados Unidos. En el estado de Iowa se llevó a cabo el primer round de las primarias del partido Republicano que puso en evidencia su profundo estado de división interna
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Arrancó finalmente el largo proceso de designación de candidatos presidenciales de cara a las elecciones del 6 de noviembre en los Estados Unidos. Pero antes de analizar lo acontecido el martes, hagamos un pequeño repaso de cómo funciona el sistema político en este país.
Los candidatos presidenciales de los dos principales partidos, el Demócrata y el Republicano, surgen luego de una larga y agotadora serie de elecciones primarias que se celebran en cada uno de los 50 estados. En ellas se eligen delegados que responden a los distintos precandidatos y que son los que respaldarán su candidatura en la Convención Nacional del Partido que se realiza entre fines del mes de julio y principios del de agosto. En esta Convención se decide la nominación, el candidato del partido a ocupar la Casa Blanca.
En líneas generales, alguno de los precandidatos va fortaleciendo su posición a fuerza de triunfos en cada una de las primarias estatales. En un escenario de este tipo, dicho precandidato llega a la Convención Nacional con su nominación prácticamente en el bolsillo y la Convención es sólo un acto formal que sirve para ungirlo formalmente como candidato.
Sin embargo, en otras ocasiones no tan habituales –como ocurrió con Barack Obama y Hillary Clinton en las primarias Demócratas de 2008– hay una disputa muy cerrada entre dos o más precandidatos que pone un signo de interrogación sobre la capacidad de ese partido para fortalecerse luego de una reñida disputa interna entre los aspirantes. En el caso que mencionamos de Obama y Clinton, el partido Demócrata salió sin embargo fortalecido gracias al carisma de ambos, por un lado, y al enorme desprestigio popular del partido Republicano que dejaba, con George W. Bush, un país con siete años en estado de guerra y una economía en debacle.
Dicho esto, ¿cómo llegan ambos partidos al inicio de esta carrera presidencial? En la esquina Demócrata está todo claro. Barack Obama no tendrá contendientes dentro de su partido con lo que ya es el candidato oficial Demócrata. Los problemas están en el rincón Republicano, cosa que quedó bien en evidencia en las primarias celebradas en Iowa.
Hay algunas particularidades en las primarias de este estado que no existen en ningún otro: en primer lugar, las primarias en ambos partidos son abiertas, es decir, puede participar cualquier persona sea miembro del partido en cuestión o no; en segundo lugar, no son elecciones tradicionales donde uno deposita un voto en una urna o lo hace electrónicamente, sino que se vota en los denominados "caucus" los cuales son asambleas ciudadanas en las cuales se discuten colectivamente las nominaciones y se vota a mano alzada. Esta es una descripción simplificada; como en todo proceso de este tipo existen particularidades cuya explicación excedería largamente el espacio para este artículo.
Lo concreto es que el resultado final de la primaria dejó en evidencia el profundo estado de división interna del partido Republicano. Quien ocupó el primer lugar fue el ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, con el 25% de los votos. El segundo lugar, a ocho votos de distancia (sí, ocho votos!) fue para el ex senador por Pennsylvania, Rick Santorum, quien obtuvo también un 25%. En tercer lugar, un poco más lejos –pero no tanto– terminó Ron Paul, actual legislador por Texas que cosechó un 21%. Más distanciados terminaron el ex presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich con el 13%, el gobernador de Texas, Rick Perry, con el 10% y la legisladora y representante del Tea Party Michelle Bachmann, con un pobre 5%, un resultado que la impulsó a renunciar a su candidatura poco después de conocidos los números finales.
Ahora bien, la división de la que hablamos no es producto del resultado de la primaria en sí mismo sino de la línea de pensamiento que defiende cada uno de los precandidatos. Lo ajustado del resultado sólo le pone un marco de incertidumbre aún mayor. Por eso no he mencionado la palabra "victoria" para referirme al resultado alcanzado por Romney. Difícilmente se pueda utilizar esa palabra cuando uno saca sólo ocho votos más que el que te sigue sobre un total de 100 mil.
Romney supuestamente es el candidato con más chances de alzarse con la candidatura. Al menos en el análisis previo. Aunque es inevitable recordar que lo mismo se pensaba de Hillary Clinton hace cuatro años y terminó perdiendo la candidatura frente a Obama. No obstante, los tres candidatos que encabezaron los resultados en Iowa personifican cada uno de ellos una de las tres corrientes internas republicanas que pugnan por imponerse.
El conservadurismo de Mitt Romney es el de los negocios y el dinero, pragmático y componedor, algo que obligadamente le reprochan los sectores más extremistas de su partido. El conservadurismo de Rick Santorum es de índole social: defiende los valores más tradicionales e incluso reaccionarios. Es un militante contra el matrimonio homosexual y la interrupción voluntaria del embarazo y un evangelista comprometido que decidió educar en su hogar a sus siete hijos en lugar de permitir que reciban los contenidos educativos establecidos por el Estado. El conservadurismo de Ron Paul, finalmente, es el más equívoco, hasta el punto de que puede entusiasmar a muchos votantes que se denominan progresistas: es libertario (es decir, defiende el libre mercado), hiper individualista, enemigo de los impuestos y del gasto público; además es aislacionista rechazando cualquier participación de Estados Unidos en operaciones militares en el extranjero.
Estas posturas se vieron reflejadas en los gustos de los electores de Iowa, un estado que a pesar de ser tradicionalmente uno de los más conservadores del país, no pudo evitar un alto grado de indecisión y apatía en la sociedad respecto de los candidatos republicanos.
De acuerdo a un estudio realizado por la consultora Pew Research Center, Romney obtuvo el 1% de los votantes que se definen como "verdaderamente conservadores". Una cuarta parte de los participantes en los caucus afirmaron que la cualidad más importante de un candidato es que debía ser un "verdadero conservador". Entre este grupo de votantes, el 37% apoyó a Ron Paul y el 36% a Rick Santorum.
Elevado número de indecisos. Casi la mitad de los votantes (el 46%) afirmaron que decidieron su voto el mismo día de la primaria. Hace cuatro años ese porcentaje fue de sólo el 30%. Santorum se llevó casi una tercera parte de los votos de los indecisos, mucho más que cualquiera de sus rivales.
Los temas que dividen. Casi el 13% afirmó que el aborto es el tema más importante a la hora de optar por un candidato. Estos votantes se volcaron decididamente por Santorum. Sin embargo, la mayor parte de los electores señalaron a la economía (el 42%) y el déficit presupuestario (el 34%) como los temas más importantes. El primer grupo apoyó a Romney mientras que los preocupados por el déficit se inclinaron por Paul.
Mayor número de independientes. Los independientes representaron casi una cuarta parte de los votantes (el 23%), una cifra mucho mayor que el 13% de hace cuatro años. Como dato no menor, al igual que en el 2008, casi 6 de cada 10 votantes fueron blancos evangelistas.
Los Republicanos Dividieron su voto. Tres cuartas partes de los votantes en Iowa fueron miembros del partido Republicano y el dato saliente es que dividieron su voto de forma casi pareja entre Santorum (el 29%) y Romney (el 27%). Paul alcanzó una apreciable pluralidad (el 43%) entre los autodenominados independientes.
Los Tea Party vs. Los No Tea Party. Santorum superó a Romney por 11 puntos entre los Tea Party Republicanos. Por el contrario, Romney dejó atrás a Santorum por un amplio margen (39% a 21%) entre los Republicanos que no se identifican con el Tea Party.
Finalmente, el dato más saliente fue la creciente apatía de la sociedad frente a la primaria. En un sistema electoral en el que el voto no es obligatorio, la participación cayó de 250 mil personas en el 2008 a 100 mil en 2012. Habrá que ver si este es un dato que se extrapolará en los meses que vienen al resto del país.
¿Y Obama?
Quien ha sacado mayor provecho de los resultados republicanos en Iowa ha sido, paradójicamente, Barack Obama. Tras conocerse los resultados, un sondeo realizado por la consultora Real Clear Politics arrojó que la popularidad del presidente trepó al 47%, subiendo cinco puntos respecto a la semana pasada. El espectáculo que se presencia en las filas republicanas es el principal motivo de esta mejora de la popularidad de Obama y la principal fuente de optimismo en el campo demócrata.
Obviamente, la campaña de Obama trata de estimular el conflicto interno en el partido rival y alargar tanto como sea posible la nominación, confiando en que esto hará más débil al candidato. Mucho mejor aún para el presidente sería que, por un accidente de la naturaleza, el elegido finalmente fuera Newt Gingrich o algún otro de los más extravagantes candidatos de la derecha conservadora, lo que le daría casi automáticamente la reelección.
Lo más grave para los republicanos respecto de sus divisiones internas es el riesgo de que acabe consumiendo el vigor que la derecha había demostrado desde las elecciones legislativas de 2010. En ese momento el viento soplaba claramente a su favor y el porcentaje de gente que mostraba predisposición a votar por un republicano era mayor que los que manifestaban esa intención por el Partido Demócrata. Ese escenario hoy está seriamente en entredicho.
La mesa está puesta y el menú a disposición del electorado. En los próximos días la escala será New Hampshire y para fin de mes Carolina del Norte. Si el escenario de Iowa se repite en las dos siguientes elecciones casi con seguridad asistiremos a una larga disputa por definir quién será el rival de Obama el 6 de noviembre.
(*) Licenciado en Relaciones Internacionales. Analista Internacional de la Fundación para la Integración Federal
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