Domingo, 16 Noviembre 2025 11:46

Relaciones carnales Destacado

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El Canciller argentino, Pablo Quirno, y el Secretario de Estado de EEUU, MarcoRubio El Canciller argentino, Pablo Quirno, y el Secretario de Estado de EEUU, MarcoRubio

Qué les voy a hablar de amores,
y relaciones carnales.
Todos sabemos los males
que hay donde estamos parados,
por culpa de unos tarados
y unos cuantos criminales.

“San Jauretche” - Los Piojos

Como muchas veces suele suceder, la frase sirvió para dar una interpretación absolutamente diferente de la que buscaba el emisor. Como se diría en el barrio, un funcionario con menos calle que Venecia, intentó explicar la cercanía con el Gobierno de los Estados Unidos y terminó de dar una respuesta que, como pocas veces ocurre, sirvió para marcar un tiempo y una forma de construcción política. “Relaciones carnales” sintetizó Guido Di Tella para ejemplificar la cercanía de las administraciones Bush y Menem, y sin pretenderlo, realizó un aporte notable al imaginario colectivo argento. En días de anuncios espectaculares sobre acuerdos (muy preliminares) entre argentinos y norteamericanos, los dichos del ex canciller llegan como una especie de disparador que sirva para comparar estilos y épocas. 

Desde lo formal, algo que caracteriza a los días que habitamos, deviene en que los distintos anuncios de la relación que se va construyendo entre ambos países, nunca son realizados en forma conjunta, sino que tiene como protagonista excluyente al “gran país del norte”. En la semana llegamos al extremo que la gran noticia del acuerdo de entendimiento fue anunciada por los Estados Unidos mientras el secretario de Estado Marco Rubio y el canciller Pablo Quirno se encontraban reunidos. ¿Inexperiencia política o manoseo del más grandote de la cuadra? Estimado lector, querida lectora, elija su propia respuesta.

Hay algo que subyace en la comunicación libertaria (o en la falta de ella) y que nuestros sommeliers locales de republicanismo parecen haber olvidado: no existe la comunicación oficial argentina. Al caso de esta semana se suman los dichos de Scott Bessent confirmando que Argentina activó el famoso swap, y sigue en la más absoluta nebulosa comunicacional qué ha sucedido con el oro que moraba en el Banco Central de la República Argentina.

Mirando hacia atrás, la gran coincidencia estructural que une a ambos períodos deviene en la evidente admiración de los funcionarios argentinos por el modelo norteamericano. Expresado de manera diversa (Carlos Menem y Bush eran hombres de partido mientras que Donald Trump y Javier Milei pueden ser definidos como dos outsiders), la gestión menemista no dudó en ceder su soberanía, por ejemplo, cuando aceptó que la Justicia de New York resultara el ámbito preciso para dirimir las diferencias jurídicas que pudieran suscitarse en el tema deuda externa, circunstancia que, 30 años después, aún seguimos padeciendo.

Una adenda como al pasar: si bien el alineamiento en todos los foros internacionales resultaba automático, con la caída del bloque soviético actuando a favor de los Estados Unidos, el riojano supo guardarse bajo la manga el ancho de basto que suponía la posibilidad de entregar las privatizaciones a empresas europeas. Como buen jugador de póquer, nunca mostraba todas las cartas, dejándose margen para otras negociaciones que pudieran resultar necesarias.

Volviendo a estos días, por las dudas, el anuncio no dejó de ser saludado por los diferentes popes empresariales que se dieron cita en la 31ª Conferencia Industrial de la UIA. Ilusoriamente, a la espera de que el acuerdo final y la reforma laboral en ciernes favorezcan a sus intereses, en nombre de la libertad y la competencia parecen desconocer que, en el anuncio norteamericano, redactado en forma imperativa y sin tener demasiado en cuenta a la contraparte, supone el gran contrasentido de un acuerdo (¿de libre comercio?) de economías competitivas entre sí y con una enorme distancia potencial entre ambas. Los imperios son como las brujas: no existen más, pero que los hay, los hay.

Y si hablamos de relaciones carnales, mientras el poder instalado en Comodoro Py y en la Corte Suprema decide poner en riesgo la vida de Julio De Vido, al detenerlo en condiciones indignas para una persona de 75 años; el pedido de detención para Diego Spagnuolo, Diego Garbellini, Miguel Ángel Calvete, Eduardo Nelio González, Lorena Di Giorno y Pablo Atchabahian bajo la órbita de la Administración Nacional de Discapacidad (ANDIS) y la fundamentación del fiscal Franco Picardi parecen inferir que los hechos de corrupción no se circunscribían solamente al “módico” 3% del que se sospecha recibía Karina Milei. 

La investigación judicial en curso ha dejado trascender que existe un entramado de una complejidad tal que alcanza a ex funcionarios macristas y a los primos Martín y Eduardo “Lule” Menem, los cuales pudieron ganar algo de oxígeno político a la luz de los resultados electorales del 26 de octubre. En la Argentina que supimos construir, algunas actividades ilícitas y algunos apellidos parecen ir asociados más allá de los climas de época que atravesemos. Por las dudas, la inestimable ayuda de ciertas corporaciones mediáticas, haciendo una especie de indignaditis selectiva ante los casos de corrupción a cubrir, parece favorecer a los intereses violetas. Vaya novedad.

La idea de cercanía y carnalidad no deja afuera al propio peronismo y el procesamiento interno de la derrota de hace tres semanas, gobernadores y dirigentes sindicales incluidos. Mientras Osvaldo Jaldo y Rodríguez Saa parecen disponerse para ordenar a  sus legisladores separarse del bloque de Fuerza Patria en la Cámara de Diputados de la Nación, lo cual acerca a La Libertad Avanza a la posibilidad de una mejor negociación para alcanzar el quorum propio; nadie desconoce que en el tema reforma laboral existe cierto nivel de interlocución con algunos popes sindicales que no reportan necesariamente en el flamante triunviro elegido hace unos pocos días, los cuales parecen predisponerse, de acuerdo a  declaraciones públicas, para una disputa a fondo con el Gobierno. ¿Será así? 

Casi dos años después de aquella derrota del balotaje, no deja de ser interesante lo que sucede con el peronismo. Alcanzado por dos traspiés electorales consecutivos, el último trae consigo una especie de sacudón donde todo parece discutirse, por propios y extraños. 

Para los primeros, por el legítimo derecho de revisar cómo re enamorar a la sociedad de cara a 2027: renovación dirigencial; readecuación de los postulados de la macroeconomía a la que se aspira; reinterpretación de los postulados conceptuales que le dieron permanencia política para adaptarlos al siglo XXI; interpelación a sectores o grupos sociales que, en términos aspiracionales, no se imaginan en el modelo social del Estado de Bienestar surgido casi cien años atrás, etc. Todo ello resulta valido, sano y legítimo que se discuta.

Existe también en las filas propias una especie de apuro en la reorganización. Una necesidad a partir de la potencia que trae consigo el proyecto libertario, dado los resultados electorales, pero también de ciertas estructuras de poder que se visualizan ante una oportunidad histórica para la reducción de derechos y la reinstalación de esa Argentina soñada (para ellos) de 1910. También es lógico el planteo, aunque los procesos políticos no se alumbran desde nuestras supuestas certezas y visualizaciones sino desde lo que se construye con algo elemental en política: el tiempo.

Y del lado de los extraños, a mitad de camino de cierta cercanía ideológica para enfrentar al libertarismo y de alguna distancia del accionar peronista, ha surgido la lucidez del día después, esa que todos exhibimos como técnicos de fútbol frustrados con el resultado puesto una vez concluido el partido. 

Nos dicen estos intérpretes, que fue un exceso haber hecho hincapié en el lunes posterior de una hipotética derrota electoral y que al peronismo le faltó propuesta de qué es o de lo que quería hacer con su propuesta política. Ante esto caben algunas aclaraciones, si se quieren, metodológicas y de cierta practicidad. 

  1. En una elección de medio término, nunca las oposiciones construyen grandes líneas propositivas desde lo argumentativo. 

  2. Desde tiempos inmemoriales, las legislativas las ganan o las pierden los oficialismos. Porque supieron mostrar elementos de gestión o porque su deterioro resulta harto evidente. Para las oposiciones, resulta natural reflejar lo que está mal y qué parte del contrato no escrito incumplió el oficialismo de turno con la sociedad. En tiempos de la finitud extrema de redes, no hay posibilidad de grandes relatos propositivos para aspirar a un cuerpo que se renueva en la cantidad de 127 bancas. 

  3. Nadie predijo el 40% a 32% a favor de las fuerzas violetas. La sorpresa fue mayúscula para el conjunto del sistema político y de allí la especie de calma chicha que devino del 26 O y que algunos sueñan como permanente de cara a los próximos dos años.


Visto en retrospectiva, las “relaciones carnales” de los 90’ se transformó en una especie de frase de mal gusto que sintetizaba todo lo que no se debía hacer en materia de interacción entre países y que, con el tiempo, profundizó un sentimiento anti norteamericano mayoritario que, en la Argentina de hoy, no parece presente. Pero a no confundirse, en aquel momento gozó de la legitimidad política suficiente como para que el menemato construyera un determinado modelo de diálogo con la, por aquel entonces, potencia hegemónica mundial. La idea de cercanía en política es una de las tensiones con la que se convive con cierta cotidianeidad. Pero no es eterna.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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