Tras 14 meses de desconfianza y desencuentros, la pareja franco-alemana formada por el socialista François Hollande y la conservadora Angela Merkel escenificó ayer en París un acercamiento más obligado que veraz. y con la relación bilateral entre las dos teóricas locomotoras de la Unión Europea al ralentí, la canciller alemana y el presidente francés pactaron su primera moción conjunta desde que Hollande llegó al poder, en mayo de 2012, para presentarla ante sus socios en el Consejo Europeo del 27 y 28 de junio.
Con la Unión Europea sumida en una crisis de múltiples caras —falta de liderazgo, recesión, desempleo, parálisis institucional— la iniciativa recupera la costumbre instaurada por la pareja Merkozy, compuesta por Nicolas Sarkozy y Angela Merkel. París y Berlín acordaron ayer proponer a los Veintisiete medidas para el crecimiento, la gobernanza de la zona euro, el empleo y, sobre todo, la competitividad. Esta fue probablemente la palabra más citada durante la hora larga que duró la comparecencia de los mandatarios ante la prensa en el Elíseo. Hollande la empleó más veces que Merkel, e incluso reconoció que ese es “el mayor problema” de la economía francesa.
"Es siempre igual cuando se habla de Francia y Alemania. Se cree que no estamos de acuerdo. Y la mayoría de las veces, lo estamos", dijo Hollande. Pero la palmaria concesión a las recetas neoliberales alemanas dejó claro que la reconciliación con el país que manda de verdad en Europa implica en realidad la capitulación de la Francia socialista, considerada por su vecino como el gran enfermo del continente y que, como España, ha recibido dos años de gracia para llevar el déficit al 3% y está intervenida de facto, obligada a poner en marcha una decena de reformas estructurales.
“No hay ninguna palabra tabú en Francia, haremos todas las reformas que hagan falta”, enfatizó Hollande, que ante la canciller trató de matizar su airada reacción del día anterior, cuando dijo que “Bruselas no puede dictar a Francia lo que debe hacer” tras conocer el estricto calendario y el puntilloso detalle de las “recomendaciones”. “La Comisión cumple su papel al citar los campos que debemos reformar”, señaló. “Pero la manera, el método, es cosa nuestra. Reformaremos las pensiones, la competitividad, la protección del desempleo y lo demás, pero el cómo es responsabilidad mía, del Parlamento y de los agentes sociales. Si no mantenemos eso, ¿qué soberanía quedará a los Gobiernos nacionales?”.
Merkel y Hollande fumaron la pipa de la paz con un paseo por el museo del Louvre, donde visitaron la exposición sobre pintura alemana de 1800 a 1939 que generó controversia al otro lado del Rin por su supuesta intención de establecer un lazo directo entre las obras expuestas y la eclosión del nazismo.
Aunque la canciller decidió hace tiempo bloquear las medidas propuestas por Hollande en Bruselas, la operación confianza trató de simbolizar otro cambio de fase: ante la vergüenza política y el polvorín social que suponen 26 millones de parados (“un nivel de paro histórico”, apuntó Hollande), Alemania ha decidido cambiar de discurso y ha dejado atrás las apelaciones a la austeridad a ultranza. La nueva consigna de Berlín es reformas a toda máquina, más competitividad y mejorar la integración de la zona euro.
La canciller dejó su sello cuando fue preguntada por una posible subida de los bajos salarios alemanes para estimular la demanda interna y ayudar al crecimiento, y cuando un periodista citó los efectos venenosos de la competitividad sobre la igualdad, la precariedad y los derechos sociales. “La clave es saber si queremos que los jóvenes tengan un trabajo peor pagado y con menos derechos o ningún trabajo en absoluto”, dijo.
Los acuerdos concretos alcanzados por las dos partes no arrojaron grandes novedades. Hollande citó la movilización inmediata de los 6.000 millones de euros destinados por la UE al Banco Europeo de Inversiones (BEI) para estimular la creación de empleo juvenil. Merkel confirmó que ese dinero se empleará durante los dos próximos años, y Hollande añadió que el plan evaluará los mejores sistemas de formación y aprendizaje para aplicarlos a nivel europeo y nacional.
Los líderes prometieron mejorar el acceso de las pymes a los créditos del BEI, para beneficiar a los países más tocados por la crisis y por la falta de innovación. Aseguraron que en la cumbre se acordará un nuevo calendario para la unión bancaria sin tocar los tratados. Y parecieron de acuerdo en crear un Gobierno para la eurozona, con un presidente a tiempo completo —una idea de Sarkozy— con recursos propios y reuniones más frecuentes “que permitan avanzar en la coordinación de las políticas fiscales”.
En nombre del desempleo de los jóvenes y de la necesidad de hacer más para mantener la prosperidad, Merkel dio algunas muestras de flexibilidad sobre asuntos que suelen ser anatema en Alemania. “Necesitamos una mejor integración de los mercados financieros, la supervisión única bancaria, y la garantía de depósitos. La coordinación económica debe ser más estrecha para evitar que haya nuevos desequilibrios en los déficits. Y debemos marcar el acento sobre la competitividad imitando a los mejores en todo: el mercado laboral, la innovación, los sistemas fiscales, la eficacia de las instituciones. Queremos más integración presupuestaria, más cooperación en el sector bancario e instrumentos de solidaridad, así que tenemos un marco general para debatir”.
El último mensaje de la canciller fue claro. “No podemos pedir mecanismos de solidaridad y que cada país haga lo que quiera. Las diferencias de criterio son normales. Eso no es un problema. Cuando las decisiones se toman, se asumen los riesgos. El pecado original de la zona euro es la falta de integración económica, y debemos recuperar ese retraso en medio de la crisis. En un contexto muy difícil, debemos ser sabios y cautos, y dar la mejor respuesta a ese objetivo”.
Y Hollande, magnánimo en la debilidad, concluyó: “Francia y Alemania no están enfrentados, uno querría hablar solo de competitividad, el otro solo de crecimiento. Pero los dos debemos ceder en algo sin miedo”.
FUENTE: El País