En tanto Presidente de la República les confirmo que todas las opciones están sobre la mesa –amenazaba el presidente egipcio, Mohamed Morsi, el pasado 10 de junio–. Egipto es un don del Nilo, y el Nilo es un don de Egipto.” La reacción de El Cairo frente a la decisión de Addis Abeba de construir la represa del Renacimiento sobre el Nilo Azul se explica por el milenario sentimiento de que la vida de Egipto está supeditada a este cordón fluvial.
“Etiopía no se siente intimidada por la guerra psicológica [llevada a cabo por] Egipto y no suspenderá ni por un segundo la construcción de la represa”, replicó al día siguiente Dina Mufti, vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores etíope. El país rechaza la idea de un derecho histórico de Egipto sobre las aguas del Nilo y prefiere hablar de los “derechos coloniales ilegítimos”.
Ignorada, incluso despreciada, durante los dos últimos siglos, Etiopía –de donde parte el 80% de las aguas del Nilo– pretende imponer una visión diferente de la cuenca del río y otro reparto de sus aguas.
NUEVA ALIANZA
Después de haber sido durante casi dos siglos la potencia dominante en la cuenca del río, Egipto sufre las recientes transformaciones de Medio Oriente, el debilitamiento continuo de su economía y la interrupción de su desarrollo. Otros tantos factores que lo remiten al estatus de simple Estado ribereño del Nilo, desposeído de toda capacidad de acción.
País de desembocadura del río, Egipto depende totalmente del exterior para su aprovisionamiento de agua, asegurado casi exclusivamente por el Nilo, que tiene sus fuentes a cientos de kilómetros de sus fronteras sur: en Etiopía por el Nilo Azul, el Sobat y el Atbara, con aproximadamente el 80% de la crecida total, y en Uganda por el Nilo Blanco, que provee el 20% restante.
Hasta el presente, el volumen de agua del Nilo de que dispone Egipto correspondía a la parte determinada por los términos de los acuerdos de 1959 firmados con Sudán sobre el reparto de las aguas, de 55.500 y 18.500 millones de metros cúbicos de agua por año respectivamente. Dado que el aporte anual del río es en promedio de 84.000 millones de metros cúbicos, los 10.000 millones restantes corresponden al volumen de la evaporación al nivel del Lago Nasser, creado por la construcción de la represa de Asuán, inaugurada en 1964. Así, ninguna parte fue reservada a Etiopía ni a los otros países del curso superior de la cuenca del río.
Las posibilidades de mantener por más tiempo la disponibilidad de agua en un nivel suficiente son bastante limitadas. Puesto que las perspectivas de mejoras en la gestión de los recursos a corto plazo no parecen fáciles, la única vía que podría intentarse sería la construcción de una serie de grandes obras hidráulicas, que depende en primer lugar de la buena voluntad de los países que controlan las fuentes del río. Ahora bien, Etiopía se opone a cualquier trabajo hidráulico común antes de la conclusión de un nuevo reparto.
Peor aun: en 2010, Etiopía obtuvo la firma de un tratado que reorganiza las modalidades de gestión de las aguas del río y de los proyectos de construcción, el New Nile Cooperative Framework Agreement. Burundi, Kenia, Uganda, Ruanda y Tanzania ya lo aprobaron. Este texto prevé la creación de una comisión, que reagrupe a todos los Estados ribereños firmantes, encargada de aprobar o de rechazar los proyectos de grandes obras hidráulicas, ya se trate de represas, de canales o de cualquier otra obra que impacte sobre el curso, el volumen o la calidad de las aguas del río.
Esta alianza entre seis de los nueve miembros de la Iniciativa de la Cuenca del Nilo –el foro que reagrupa a los nueve Estados ribereños encargados de encontrar soluciones prácticas y de elaborar proyectos conjuntos– conmocionó toda la zona. Egipto se negó a firmar el tratado si no se especificaba que los firmantes se comprometían a no modificar la distribución actual de las aguas y reconocían los “derechos históricos” de los países del curso inferior del río (Sudán y Egipto). Así, se encuentra privado del derecho a control sobre la represa del Renacimiento –objeto de la discordia– y, por primera vez en su historia, de un derecho de veto que creía natural.
PULSADA REGIONAL
La elección por parte de Addis Abeba del nombre de la represa no es trivial. Lo que está en juego es en efecto el renacimiento de Etiopía como potencia regional dotada de los atributos que le faltaron hasta hoy. Una Etiopía fuerte, que desempeñe un papel geopolítico de primer nivel en sus tres zonas de influencia: el mar Rojo, la cuenca del Nilo y África Oriental. En el curso de los últimos treinta años, Etiopía mostró, en dos oportunidades, su capacidad de asumir este rol.
Primero, en Sudán. Ante la obra de excavación del canal de Jonglei, que ya estaba realizado en más de 150 kilómetros sobre los 360 previstos, reaccionó reavivando en 1983 la guerra entre el Norte y el Sur (independiente desde 2011), y alojando y armando al Ejército Popular de Liberación de Sudán (SPLA, en inglés) de John Garang.
En Somalia, Etiopía se involucró de lleno en la guerra civil contra los movimientos armados llamados “islamistas”, con el apoyo de las potencias occidentales interesadas en impedir la creación de un Estado islamista en la entrada del Mar Rojo.
Por otra parte, la llegada de China a la región la liberó de la necesidad de respetar las obligaciones impuestas por las instituciones financieras internacionales y Estados Unidos; entre ellas la de obtener el acuerdo de la totalidad de los países del Nilo y, en particular, de Egipto, antes de recibir los fondos necesarios para grandes obras hidráulicas sobre el río y sus fuentes etíopes.
Por último, sus logros diplomáticos, es decir, la alianza con cinco países del curso superior de la cuenca del Nilo (New Nile River Cooperative Framework Agreement), le ofrecieron la ocasión de salir de su aislamiento hidropolítico. Semejante éxito es aun más notable teniendo en cuenta que Addis Abeba obtuvo un doble apoyo de gran importancia estratégica. En primer lugar, el del muy joven Estado de Sudán del Sur, que está dispuesto a firmar el nuevo tratado sobre las aguas del Nilo promovido por Etiopía; y, más asombroso, el de Jartum, tradicionalmente aliado de El Cairo para todo lo concerniente a la gestión de las aguas del Nilo.
Es que Sudán espera gozar así de tres ventajas. En primer lugar, la electricidad. Luego, el aumento de su capacidad de irrigación y grandes proyectos agrícolas comunes con Etiopía. Aunque la posibilidad de utilizar las aguas del nuevo reservorio en Etiopía es limitada a causa del relieve accidentado, Sudán, que está situado en el curso inferior de la represa, dispone de superficies irrigables muy vastas. Por último, la regulación de la crecida del río protegerá al país de las inundaciones crónicas; sobre todo el Este, la región agrícola de Al Jazirah y el gran conglomerado de Jartum.
Con la represa del Renacimiento y su gran capacidad de producción de electricidad, del orden de 6.000 megavatios a partir de 2015-2016, Etiopía alcanzará una autosuficiencia energética apreciable, y se convertirá incluso en proveedora de electricidad de los otros países de la cuenca, en particular de los dos Sudán; y quizás hasta de Egipto.
Teniendo en cuenta su posición geográfica, la represa difícilmente podrá participar en el desarrollo de la irrigación, y, por lo tanto, de la producción agrícola sobre las altas planicies situadas río arriba así como en las regiones meridionales y orientales del país. Pero parte del agua acumulada en el lago, que podrá alcanzar hasta los 63.000 millones de metros cúbicos, podrá ser utilizada para la creación de nuevos grandes perímetros irrigados alrededor del lago, en la parte inferior de la represa –algunos estudios hablan de quinientas mil hectáreas– y en el interior de Sudán, en cooperación con este último.
La ambición de los dirigentes etíopes es hacer de su país una gran potencia regional, exportadora de electricidad y productora-exportadora de productos agrícolas y alimentarios.
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Rafael Pansa
FUENTE: ElDiplo