El Parlamento británico se ha negado a avalar el “principio” de una intervención militar en Siria que reclamaba David Cameron, frente al argumento del primer ministro de que existen pruebas “convincentes” sobre la implicación del régimen de Bachar el Asad en un ataque con armas químicas contra civiles el miércoles de la semana pasada en las afueras de Damasco. El primer ministro encajó una derrota con 285 votos en contra y 272 a favor.
Cameron dejó claro que había entendido el mensaje: “Les puedo asegurar que creo firmemente en la necesidad de responder con contundencia al uso de armas químicas, pero también creo en el respeto a la Cámara de los Comunes”, afirmó tras la derrota. “Me queda claro que el Parlamento, reflejando la voluntad popular, no quiere ver al Ejército británico en acción. Lo entiendo y actuaré en consecuencia”. Poco después, el ministro de Defensa, Philip Hammond, insistió en que Londres “no participará” en una operación contra Siria. “No creo que la ausencia británica detenga una acción militar”, agregó.
Una moción presentada a la par por la oposición laborista en la que se exigían una serie de condiciones incluida una verificación sólida sobre la autoría del ataque con armas químicas, y un marco legal para cualquier acción armada, fue también desestimada en la Cámara de los Comunes por 332 votos en contra y 220 a favor.
Una moción presentada a la par por la oposición laborista en la que se exigían una serie de condiciones incluida una verificación sólida sobre la autoría del ataque con armas químicas, y un marco legal para cualquier acción armada.
Apoyándose en el dictamen de sus asesores legales, el jefe de Gobierno británico considera justificada una acción militar, que denominó “intervención humanitaria”, incluso sin que medie una resolución de las Naciones Unidas que previsiblemente vetarán Rusia y China. Pero la amenaza laborista de negarle el apoyo parlamentario había forzado a Cameron a aceptar concesiones en vísperas de la votación, principalmente que cualquier acción del Reino Unido esté sujeta a conocer primero el informe de los inspectores de la ONU sobre el uso de armas químicas.
El desarrollo del debate indicaba que ese gesto podía ser insuficiente, y lo fue: “Las pruebas deben preceder a la decisión, y no la decisión a las pruebas”, subrayó el líder del Partido Laborista, Ed Miliband, añadiendo que los argumentos del primer ministro Cameron le parecían insuficientes.
Miliband se mostró sin embargo más ambiguo cuando añadió que no descarta brindar su apoyo a Cameron si este logra fundamentar su causa con mayor solidez. Tras haber visto también derrotada su moción, la oposición sigue defendiendo que, una vez difundido el veredicto de los expertos de Naciones Unidas sobre el ataque del 21 de agosto en las cercanías de Damasco, los Comunes vuelvan a pronunciarse la próxima semana en otra votación si se alinean o no con una acción militar de Estados Unidos.
Miliband insistió en que el Reino Unido no puede aceptar “un calendario artificial”, en alusión a la inminencia con la que el presidente Obama y su aliado Cameron habían planteado una intervención en Siria, antes de que este último topara con el obstáculo de su Parlamento. También recalcó que debe existir “una base clara en el derecho internacional”.
En su regreso adelantado del receso estival, los parlamentarios británicos protagonizaron un dilatado e intenso debate, marcado por sombra de la guerra de Irak. Esta es especialmente alargada en el caso del Reino Unido, donde la sociedad y la clase política todavía se resienten de las divisiones que suscitó aquella acción contra Sadam Husein y su supuesta posesión de un arsenal de armas químicas y biológicas. Diez años después, la opinión pública británica se ha revelado en un sondeo de YouGov ampliamente contraria a actuar militarmente contra el dictador El Asad (50%, frente a un 25% que la apoya), como también lo han hecho destacados representantes laboristas. Esos dos factores han endurecido el discurso del líder laborista inicialmente más proclive a apoyar a Cameron.
El primer ministro tuvo también que lidiar en el debate con un segundo frente, encarnado en la rebeldía de un sector de sus propios diputados conservadores. “No veo cómo lanzar unos misiles en dirección a Siria va a reducir el sufrimiento de su población. Creo que más bien lo incrementará y potenciara la guerra civil”, dijo el antiguo secretario del Foreign Office y correligionario conservador de Cameron, lord Hurd. Al igual que en el caso de algunos parlamentarios liberales-demócratas —socios del Gobierno de coalición británico—, preocupa a esos rebeldes tories la imposibilidad de que la ONU apruebe una resolución procurando cobertura legal al ataque.
El primer ministro tuvo también que lidiar en el debate con un segundo frente, encarnado en la rebeldía de un sector de sus propios diputados conservadores. “No veo cómo lanzar unos misiles en dirección a Siria va a reducir el sufrimiento de su población. Creo que más bien lo incrementará y potenciara la guerra civil”.
“No estamos preparados para firmarle un cheque en blanco al primer ministro”, dijo el ministro de Asuntos Exteriores en la sombra, el laborista Douglas Alexander, sobre el estado de ánimo entre los escaños más hostiles a la demanda del jefe del Gobierno.
“No tenemos una certeza del 100% sobre quién es responsable [del ataque con armas químicas], pero ustedes tienen que emitir un juicio”, conminó Cameron a los miembros de la Cámara baja. Él dijo estar convencido sobre la autoría de Bachar el Asad, algo que sostuvo apoyándose no solo en los informes procurados por sus servicios de inteligencia sino también en material que se ha difundido públicamente como vídeos en YouTube. Esas imágenes mostraban los efectos del ataque contra la población civil, pero no pruebas sobre quién lo perpetró. Al igual que ocurrió en el caso de Irak, el hecho de que Cameron utilice referencias vagas a informaciones de espionaje para justificar una solución militar despierta muchas suspicacias en el Reino Unido.
El problema es que, al verter esas afirmaciones sin pruebas concluyentes, recuerda en demasía a su antecesor Tony Blair, el ex primer ministro laborista que implicó al país en aquella acción contra Sadam sosteniéndose en la supuesta amenaza de un arsenal armamentístico cuya existencia nunca ha llegado a probarse.
RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Priscila Pretzel
FUENTE: EL PAÍS