¿Se puede decir que Estados Unidos ya no es la principal potencia hegemónica a nivel global y regional? Muchos analistas internacionales se ven tentados a responder rápidamente que sí, dado el poder que han ganado en la última década las potencias emergentes, fundamentalmente China y Rusia.
El poderío militar de Rusia y China es indiscutible, tanto a nivel nuclear como convencional, lo cual les asegura un fuerte peso en sus respectivas zonas de influencia, así como la seguridad de que sus fronteras no serán traspasadas por ningún Estado. En el ámbito diplomático, nada se resuelve a nivel global sin la anuencia de estas dos potencias, miembros del grupo BRICS, del G-20, del G-8, miembros plenos del Consejo de Seguridad de la ONU y poseedoras de un gran poder negociador, en parte gracias a sus gigantescas empresas estatales, líderes en el mundo en sectores estratégicos como la energía y el armamento. En el aspecto económico, si bien el descenso del precio del petróleo ha golpeado fuertemente a Rusia, ésta sigue siendo una de las principales economías a nivel mundial, así como también el principal productor y exportador de gas, y poseedora de importantes reservas de recursos naturales estratégicos como el agua dulce. En cuanto a China, su crecimiento exponencial en las últimas décadas la ha colocado en el segundo lugar del podio mundial, habiendo desarrollado un comercio de alta intensidad con todas las regiones del mundo y un sistema financiero de primer nivel, con bancos fuertes y empresas sólidas, además de destacarse en el financiamiento de otros Estados mediante la colocación de inversiones o la compra de títulos públicos.
El poderío militar de Rusia y China es indiscutible, tanto a nivel nuclear como convencional, lo cual les asegura un fuerte peso en sus respectivas zonas de influencia, así como la seguridad de que sus fronteras no serán traspasadas por ningún Estado
Ahora bien, muchas veces lo que entendemos como realidad se nos confunde con lo que desearíamos que ella fuera. Lo que a primera vista parece ser un claro destronamiento de los Estados Unidos del lugar de hegemón, no parece tan claro tras una mirada más atenta. Veamos tres aspectos claves que hacen a la dominación norteamericana aún vigente.
ASPECTO TÉCNICO-MILITAR
Aunque crecientemente países tales como Alemania, Francia, Israel, Rusia y China están desarrollando armamento cada vez más sofisticado, los Estados Unidos claramente llevan la ventaja. Este es un punto cardinal tanto en lo militar como en lo civil. Estar a la cabeza del desarrollo tecnológico implica marcar la tendencia por donde se va a desarrollar la industria en las próximas décadas. Así lo hizo –entre otros ejemplos- cuando la PC le ganó la pulseada a la supercomputadora japonesa, cuando el DVD le ganó a su competidor (también japonés) y cuando desarrolló la tecnología de los aviones tripulados a distancia, o drones.
ASPECTO GEOESTRATÉGICO
A nivel global, uno de los factores primordiales que determina que los norteamericanos se destaquen y sean prácticamente invencibles es su dominio de los mares, lo que, en palabras simples, le permite poder invadir otros Estados y a su vez la imposibilidad de ser invadido. Todos los océanos tienen bases estadounidenses, propias o de aliados, y sus portaaviones pueden llegar a cualquier rincón del mundo, llevando aviones de radar, cazas o bombarderos estratégicos. Ninguna nación tiene la cantidad de portaaviones que tienen los Estados Unidos. En el ámbito nuclear, sigue siendo el líder de un selecto grupo del cual participan, entre otros, Rusia, China, India y aliados como Gran Bretaña, Francia e Israel. A su vez, como todo gran Imperio, los estadounidenses ponen sus esfuerzos en evitar alianzas que puedan hacerle de contrapeso. Tal caso podría ser el de una conjunción de China + Rusia, binomio que desvelaba al viejo Kissinger, o el de Rusia + Alemania, binomio que se intenta evitar desde antes de la 1º Guerra Mundial ya que aunar los recursos naturales, geográficos y humanos rusos con el capital y la tecnología alemanes significaría un poder difícil de contrarrestar.
Todos los océanos tienen bases estadounidenses, propias o de aliados, y sus portaaviones pueden llegar a cualquier rincón del mundo, llevando aviones de radar, cazas o bombarderos estratégicos.
El factor común en estas dos posibilidades es, sin lugar a dudas, Rusia. De ahí que sea de capital importancia lo que ocurra en Ucrania. Para Estados Unidos, lo primordial es la línea conformada por el eje que va desde los países bálticos al Mar Negro como línea de contención de los rusos. Para estos últimos, por el contrario, el tema ucraniano tiene un significado vital y necesitan, como mínimo, una Ucrania neutral. Una Ucrania pro-occidental es inaceptable.
A nivel regional, la presencia continuada de las bases permanentes multipropósito norteamericanas les significa una gran capacidad de monitoreo de gobiernos, de los recursos naturales, de los movimientos sociales y de las llamadas en los ´90 “nuevas amenazas”, tales como el narcotráfico y los desastres naturales, entre otros. Si bien la región había avanzado en materia de soberanía al cerrar la base de Manta en Ecuador, bajo el gobierno de Rafael Correa, la presencia del hegemón en su “patio trasero” sigue siendo muy fuerte porque cuenta con bases en El Salvador, Honduras, Costa Rica, Cuba, Curazao, Aruba, Colombia, Perú y Paraguay. Cabe destacar que, gracias al avance tecnológico al cual hacíamos mención en el punto anterior, los aviones norteamericanos –tripulados y no tripulados- pueden llegar a cualquier punto de Latinoamérica -aunque si violaran el espacio aéreo Venezolano, gracias a los misiles defensivos S-300 que le compró el gobierno de Chávez a Rusia, no les sería tan fácil volver a casa sanos y salvos.
EL DÓLAR
La economía mundial baila al compás del dólar. Esto viene siendo así desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y, si bien ha tenido momentos de mayor estabilidad y otros de mayor debilidad, no se percibe que el sistema monetario global vaya a cambiar en el mediano plazo. Esta semana, sin ir más lejos, la Directora Gerente del FMI, Cristine Lagarde, les envió un claro mensaje a los gobernantes de las potencias emergentes advirtiendo de las posibles consecuencias negativas que podría ocasionarles un aumento en la tasa de interés por parte de la FED. Ya es bien sabido que cuando las tasas de interés suben en Estados Unidos, los dólares fluyen centrípetamente desde la periferia al centro, es decir, de las economías más débiles a los Estados Unidos. Latinoamérica lo tiene bien aprendido por su experiencia en la década de los ´80, cuando un aumento en la tasa de interés durante la administración Reagan disparó la deuda externa de nuestros países y significó una inmensa fuga de capitales hacia el norte.
Hace más de un año que el tesoro norteamericano amaga con un aumento de tasas, lo cual ya de por sí genera expectativas al sector financiero.
En la coyuntura actual caben destacar dos cosas: La primera es que hace más de un año que el tesoro norteamericano amaga con un aumento de tasas, lo cual ya de por sí genera expectativas al sector financiero. La segunda es que uno no puede más que pensar que los países latinoamericanos en particular sufrirán fuertemente una fuga masiva de capitales, países que se han industrializado en los últimos años, como Brasil y Argentina, así como países que dependen del dólar como Venezuela y Ecuador, cuya economía continúa dolarizada. Estos dos países, a su vez, dependen en gran medida también del precio del petróleo, el cual ya perforó el piso de los 50 dólares. Que los intereses monetarios y geoestratégicos pueden vincularse no es nada nuevo, pero dejaremos esas reflexiones para otra ocasión. Acá lo que nos interesa es destacar que la posibilidad de subir la tasa de interés -y todo lo que esto generaría- demuestra el poderío económico-financiero del que aún dispone el gobierno norteamericano, poder incontestable por ahora.
A manera de conclusión, podemos decir que si bien en algunos aspectos el mundo se ha hecho más multipolar en los últimos quince años, en aspectos clave que hacen al diseño y dominio del mundo, éste sigue teniendo una supremacía de los Estados Unidos que no se prevé que disminuya en el mediano plazo.
(*) Investigador de la Fundación para la Integración Federal