La catástrofe acaecida el 19 de abril frente a la costa de Libia, donde se estima que perdieron la vida más de 700 personas, fue una segunda señal de alerta de un problema complejo que aqueja a la seguridad y política exterior de la Unión Europea tanto como a los países del Sur que expulsan a sus habitantes.
Al reciente naufragio deben sumárseles cientos de barcazas que no llegan a destino en el marco de un creciente tráfico ilícito de personas que provenientes de Medio Oriente y África Subsahariana intentan llegar a Europa en búsqueda de mejores condiciones de vida. En 2014 fueron 3.279 las muertes en naufragios de migrantes que intentaban ingresar a Europa de manera irregular y en lo que va de 2015 se superó la mitad de esa cantidad (1.654). Estas escalofriantes cifras superan ampliamente los fallecimientos en naufragio del año 2011 (1.500 muertes) en el marco de una migración masiva desde el Norte de África ante las revueltas de la Primavera Árabe.
Los países europeos son considerados una tierra de promesas donde obtener salarios mínimos en trabajos irregulares que además les permitirán enviar remesas a sus familiares.
De acuerdo con la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), entre 2013 y 2014 se pasó de 60 mil a 170 mil personas que intentaron cruzar el Mediterráneo. Entre las causas principales se encuentran las relacionadas con las situaciones conflictivas que transitan Siria y Libia. En efecto, en el año 2014 la mayor cantidad de solicitudes de asilo provinieron de Siria (122.790) y en menor medida de países subsaharianos, como Nigeria (19.950 personas), Somalia (16.910) y Eritrea (36.990 personas).
Pero además de las razones surgidas por motivos de inestabilidad política o de violencia intraestatal están aquellas vinculadas la búsqueda de mejores condiciones de desarrollo. En la actualidad, la emigración de jóvenes africanos se ha convertido en un fenómeno impulsado por factores socio-económicos. Por una parte, situaciones de desempleo o falta de expectativas en un continente donde casi la mitad de la población se encuentra debajo de la línea de pobreza a pesar de las tasas de crecimiento elevadas de la última década, en particular en la región subsahariana. La línea divisoria entre el Norte “desarrollado” y el Sur “en desarrollo” sigue siendo la causa fundamental de las migraciones desde África hacia Europa.
Los países europeos son considerados una tierra de promesas donde obtener salarios mínimos en trabajos irregulares que además les permitirán enviar remesas a sus familiares. En este sentido, cabe señalar que según la UNECA (2014) en el año 2013 el monto total de remesas (60 mil millones de dólares) superó en el continente al de las inversiones extranjeras directas (56 mil millones de dólares) y al de la ayuda oficial al desarrollo (43 mil millones de dólares).
En este contexto, hay que señalar además que además de los flujos migratorios hacia Europa, los movimientos intra-africanos han crecido en los últimos años desde las zonas rurales a las grandes ciudades (por ejemplo, en Nigeria el 50% de la población vive en ciudades); de las zonas conflictivas hacia regiones pacíficas en lo que se constituyen grandes flujos de refugiados; y de las regiones más empobrecidas hacia estados más ricos, como Nigeria, Kenia y Sudáfrica. Estos movimientos internos también constituyen parte de muchas de las culturas africanas con componentes nomádicos.
Entre los migrantes africanos que llegan a la Unión Europea, muchos son profesionales que realizan sus estudios allí y luego se quedan o emigran ante estímulos externos de crecimiento económico y profesional (alimentado la llamada “fuga de cerebros”). Muchos otros tienen los medios necesarios para ingresar a través de vuelos comerciales con situaciones regulares de visado, aunque pasado el tiempo los permisos se vencen y transitan hacia situaciones al margen de la legalidad.
Pero el foco de atención está puesto hoy en los más vulnerables, los más desposeídos, quienes son objeto de los traficantes y son olvidados por los propios gobiernos africanos, que muchas veces alzan las banderas de la problemática sólo a los efectos de obtener mayores fondos de cooperación al desarrollo.
Las mujeres y los niños, sobre todos los provenientes de zonas en conflicto, son especialmente frágiles ante el tráfico y la explotación entre quienes emigran en condiciones de sanidad y de transporte paupérrimas y deben atravesar largas extensiones. Algunas rutas desde África Occidental implican primero cruzar el desierto del Sahara para salir desde Marruecos, otras largas travesías marítimas zarpando desde Senegal o Mauritania para evitar la vigilancia europea. Desde el Cuerno de África, la ruta es vía Libia, desde donde se cruza hacia las cosas italianas.
Luego de la emergencia producida por los dos grandes naufragios frente a Lampedusa en 2013, el gobierno italiano organizó una operación de salvamento que terminó en octubre pasado (“Mare Nostrun”), que rescató en un año a más de 150 mil inmigrantes y detener a más de 300 traficantes. Por su parte, la Unión Europea desde Frontex (La Agencia Europea para la gestión de la cooperación operativa en las fronteras exteriores de los Estados miembros), puso en marcha Tritón, pero con menor capacidad de maniobra y que no ha sido suficiente para evitar nuevos naufragios, estando enfocada en asegurar las fronteras europeas.
Lo acaecido esta semana nuevamente puso en evidencia por un lado, que no se hizo lo suficiente en torno a la problemática de la inmigración irregular, por otro, que han sido profundas las fracturas en el interior de la Unión Europea. Mientras que los países nórdicos han sido más reacios en invertir en programas de prevención y rescate en las fronteras del Mediterráneo, los gobiernos de Grecia, España e Italia, reavivaron sus demandas por mayor compromiso y recursos comunitarios.
Sin embargo, alguna luz al final del túnel podría vislumbrase, ya que ante la catástrofe última el pasado lunes 20 de abril los gobiernos europeos aprobaron un plan que incluye el refuerzo de las operaciones de vigilancia y salvamento y se llevó a cabo una cumbre entre la Unión Europea y la Unión Africana el 22 de abril. En la misma, se reforzaron los compromisos de cooperación en áreas concretas de gestión de la inmigración regular y para regularizar las vías a quienes soliciten asilo, para luchar contra el tráfico de personas. Esta reunión tuvo lugar un día antes de la cumbre europea de jefes de Estado y de Gobierno que sobre el fenómeno de la inmigración se realizará mañana.
(*) Licenciada en Relaciones Internacionales, UNR. Investigadora de la Fundación para la Integración Federal. Coordinadora del Programa América Latina-África (PEALA), UNR.
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Referencias Bibliográficas
-Abellá, Lucía, 2015, “Los naufragios revelan la división de Europa en política migratoria”, en El País, 21 de abril.
-Alvear Trenor, Beatriz, 2008, “Flujos migratorios actuales en África Subsahariana: predominio de la migración intra-africana sobre la extra-africana”, Real Instituto el Cano, DT 50.
-Kabunda Badi, Mbuyi, 2008, “Inmigración y desarrollo: el caso africano”, Centre D'Estudis Africans.
-Parlamento Europeo, 2014, “El PE pide a los países de la Unión que compartan responsabilidades en inmigración”, en Notas de Prensa, 17 de diciembre.
-González, Ricard 2015, “La guerra de Siria y el caos en Libia disparan el flujo de pateras”, en El País, 19 de abril.
-United Nations Economic Commission for Africa (UNECA), 2014, “Frontier Markets in Africa-Misperceptions in a Sea of Opportunities”, julio, Washington.