El Gobierno indio, que acusa a Pakistán de dar refugio a terroristas como los que perpetraron el asalto a la base de Uri, cree que es hora de "aislar" internacionalmente al país vecino. La ministra india de Exteriores, Sushma Swaraj, señaló ante la Asamblea General de Naciones Unidas su "firme consejo a Pakistán": que abandone el "sueño" de hacerse con el territorio de cachemira mediante ese tipo de ataques porque "es una parte integral de India y seguirá siéndolo siempre". Swaraj siguió la estela del responsable de Interior, Rajnath Singh, quien había llamado a Pakistán "estado terrorista". Modi, en cambio, ha centrado sus dardos en comparar el desarrollo de ambos países, afirmando que 70 años después de su independencia: "India exporta software y Pakistán, terroristas". Con el orgullo herido, Delhi asegura que la muerte de sus soldados no será en vano y apacigua su sed de venganza repitiéndose a sí misma un mantra: ni olvido ni perdón.
A pesar de que por ahora sólo vuelan palabras y no balas, el tono al otro lado de la frontera no es más amistoso. Después de que el Gobierno paquistaní rechazase las "acusaciones infundadas e irresponsables" de India, el jefe del Ejército, el general Raheel Sharif, aseguró que sus tropas están "totalmente preparadas para responder a las amenazas directas e indirectas" del vecino. La semana pasada, en la sede de Naciones Unidas, el primer ministro paquistaní afirmó que "India ha planteado condiciones previas inaceptables para dialogar", una acusación negada por el Gobierno de Modi.
La tensión entre ambos países por Cachemira -región cuya población de mayoría musulmana abraza el separatismo- ha permanecido viva desde 1947 con más o menos calor, llegando a vivir varios conflictos armados. En la última semana, después del peor ataque a una base militar en una década y tras una veintena de infiltraciones fronterizas en lo que va de año, la presión se encuentra ante uno de los picos más altos. En los círculos mediáticos se pide al Ejecutivo indio que endurezca su postura respecto al eterno enemigo y en Delhi ya se habla de la posibilidad de tocar el tratado que mantienen los dos países desde hace medio siglo para gestionar varios ríos cuyo cauce comparten, una opción que, sin embargo, los expertos consideran poco probable.
Mientras, la zona de Cachemira, una de las más militarizadas del mundo con medio millón de efectivos sobre el terreno, va a cumplir tres meses sumergida en las protestas por la muerte de un militante separatista a manos de la policía. La batalla campal que mantienen en las calles los manifestantes y las fuerzas de seguridad lleva ya más de 80 muertos y 10.000 heridos. En algunas partes de Srinagar y en los distritos próximos a la ciudad continúan las severas restricciones de movimiento y reunión y un toque de queda intermitente que se activa según el día. Los enfrentamientos se han reducido en el último mes, pero tras cada nuevo funeral se vuelve a avivar la rueda. Es la peor crisis de la región en seis años.
La intervención de la policía india ha sido muy discutida en el país, especialmente por el uso de armas de perdigones. El Gobierno paquistaní ha aprovechado la situación y lleva tres meses acusando a las autoridades indias de un "uso excesivo de la fuerza" y de violar los derechos humanos. Como respuesta, la ministra india Swaraj emplazó a Pakistán a realizar una "introspección" para que viese "los abusos atroces que se perpetran en su propio país", en referencia a la provincia de Baluchistán, donde las fuerzas de seguridad paquistaníes reprimen a los baluchis nacionalistas. De hecho, el último informe de Human Rights Watch denuncia arrestos arbitrarios, torturas físicas y sexuales a detenidos y ejecuciones extrajudiciales a manos de la policía paquistaní en ese país.
FUENTE: El Mundo
RELEVO Y EDICIÓN: Joel Hernán González